fiat nox ━ charlie dalton. ✓

By A-AEMOND

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━━ ⦗ fiat nox! ⦘ ❝ cameron puede ser lindo y tener una gran personalidad, p... More

𝐅𝐈𝐀𝐓 𝐍𝐎𝐗.
CAST + PLAYLIST
TRAILER + GALERÍA DE GRÁFICOS
i. la academia para mocosos malcriados
ii. tradición, honor, disciplina, excelencia.
iii. parodia, horror, decadencia, excremento.
iv. para los vírgenes
v. X & Y
vi. presidiaria
vii. el subversivo
viii. las mujeres desfallecían
ix. ¿asustada, birdie?
x. un beso
xi. por una buena acción
xii. corazón y alma
xiii. ¡knox!
xiv. conformidad
xv. nuwanda
xvi. no quiero perderte
xvii. como una babosa
xviii. la noche antes...
xix. el tocarla sería un paraíso
xx. es apropiado
xxi. ponerse rojo
xxii. sueño de una noche de verano
xxiii. ¿cuál es la emergencia?
xxiv. últimos momentos
EPÍLOGO, PARTE UNO.
EPÍLOGO, PARTE DOS.

xxv. hacia londres

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By A-AEMOND

capítulo xxv: HACIA LONDRES.



DIECIOCHO DE DICIEMBRE DE 1959.

DESPUÉS DE LA REVELACIÓN DE CAMERON de la inevitable caída del sr. Keating debido al suicidio de Neil, los chicos fueron interrogados sobre los eventos del semestre. Meeks, Pitts, Todd, Cameron y Knox estaban a salvo de la expulsión porque siguieron las palabras de Cameron y salvaron sus propios traseros.

Hubieron dudas de su parte, para ser justos. Los habían arrinconado para que firmaran un formulario que afirmaba que el sr. Keating había alentado a los chicos a organizar una sociedad secreta en el bosque con su sobrina, Eliza, que continuaba manipulando las decisiones de los chicos. Serían visto como una inspiración para el comportamiento imprudente y autoindulgente que llevó a la muerte de Neil Perry.

Si fueran mayores con sus propias mentes y libertad, nunca habrían confesado.

Charlie Dalton no firmó el papel ni estuvo de acuerdo con lo que decía. Cuando fue llamado a la oficina del director con su madre y su padre mirándolo, los decepcionó. Se sentó con una furia volcánica en su pecho mientras Nolan explicaba que iba a ser expulsado por su comportamiento imprudente y grosero: había publicado el artículo sobre las chicas en el periódico de Welton, que estaba saliendo con Eliza Keating (como le había informado Cameron) y que golpeó a Richard Cameron en la cara.

Charlie no dijo nada mientras sus padres lo llevaron afuera en su lindo auto, para regresar a su linda y vieja casa mientras esperaba un castigo.

Charlie se sentó en su habitación solo, castigado por el momento. El teléfono color beige estaba en el suelo al lado de su cama porque sus padres habían olvidado que tenían uno allí. El teléfono sonó y él rápidamente lo tomó. Hizo una pausa por un momento, con la mano sobre el auricular mientras esperaba a que su padre entrara a quitarle el teléfono. Cuando nada ocurrió, sacó la mano del teléfono y susurró un suave hola.

—Hola, Charlie.—Eliza susurró y él casi pudo ver una sonrisa en su rostro.

Eliza y John Keating habían regresado al pequeño hotel en el que habían estado antes de que comenzaran las clases. Pronto regresarían a Londres. Demasiado pronto, en opinión de Charlie. La noche siguiente, ella se iría.

—Birdie.—sonrió Charlie, recostándose en su cama.—¿A qué debo el placer?—preguntó, cruzando las piernas mientras giraba el cable del teléfono entre sus dedos mientras la preocupación se apoderaba de su mente; temía que esta llamada le rompiera el corazón.

—No se debe a nada, pero me gustaría verte.—dijo en voz baja, sus palabras hicieron que su corazón latiera desbocado.

—¿Verme?—preguntó, tratando de sonar indiferente.—¿Ahora mismo?

—Si, estoy fuera de tu ventana.—ella bromeó con sarcasmo.—No, idiota. ¿Puedes escaparte mañana?

—¿Quién crees que soy?—preguntó riendo.—Mi padre trabaja todo el día y mi madre se va a un club de lectura por la tarde. ¿Está bien a las dos?

—A las dos suena bien para mi.—suspiró, frunciendo el ceño ante sus palabras.—Puedo pasar a recogerte, si quieres. Solo tienes que decirme dónde vives.

—Está bien.—suspiró, con ganas de bromear pero incapaz de encontrar las palabras para hacerlo.

—Bien.—ella estuvo de acuerdo y la sensación de entumecimiento los llenó gradualmente.











☆゚. * ・ 。゚












Al día siguiente, Charlie estaba subiendo al coche de Keating con Eliza al volante. La última vez que habían estado en el auto los dos, había sido esa noche... así que a ambos los atormentaban los recuerdos.

Eliza se quedó sentada, mirando la casa en la que se había detenido. Era de ladrillos rojos y tenía un segundo piso. Las ventanas tenían marcos blancos y el jardín parecía cortado a medidas exactas. La nieve hacía que la casa se viera aún más encantadora, ya que acentuaba el techo y la hierba.

Eliza se volvió hacia Charlie con una ceja arqueada.—Bueno, entonces si eres realmente rico.—rió, recordando a Neil hablar de que su familia no era tan rica como la de Charlie.

Al pensar en Neil, su sonrisa se volvió agridulce. Charlie pareció avergonzarse, por lo que miró hacia otro lado.

—Supongo.—Charlie murmuró mientras se rascaba la nuca.

Eliza quiso bromear, diciendo que gracias a Dios era rico o si no, ella tendría que dejarlo. Pero el pensamiento le dejó un amargo sabor en la boca. Así rápidamente salió de ahí para alejarse de la sensación.

Llegaron al pequeña restaurante que habían visitado junto a John. Los dos entraron y tomaron asientos uno frente al otro en la parte trasera del restaurante. Los asientos se sentían fríos bajo sus ropas; lo que era una pequeña distracción mientras permanecían en silencio.

La camarera que los atendió fue la misma de antes. Era amable y rápida para sacar temas de conversación. No es que no tuvieran ninguno pero la mayoría del tiempo lo pasó al lado de los adolescentes rompiendo el silencio en el que Charlie y Eliza habían caído.

—¿Van a algún lado para las vacaciones?—preguntó la camarera a los dos mientras dejaba la cuenta sobre la mesa.

Charlie se apresuró en tomar el papel antes de que Eliza lo hiciera. Ella rodó los ojos, pero captó la mirada de la camarera para responder su pregunta.

—A Londres, para visitar a mi tía.—explicó Eliza con una sonrisa que flaqueó.—Y no voy a volver.—susurró, con lágrimas corriendo por sus mejillas mientras trataba de seguir sonriendo tanto para ella como para Charlie.

El chico levantó la mirada del cheque, sabiendo que esto llegaría. Dejó el papel sobre la mesa mientras la camarera ponía una mano sobre el hombro de la chica.

—Tenemos que romper, Charlie.—susurró Eliza con el corazón roto mientras sus manos subían hacia su rostro para esconder sus mejillas rojas y sus ojos inyectados en sangre.

—No, no tenemos que hacerlo.—intentó decir Charlie, pero Eliza negó con la cabeza.

La camarera seguía de pie ahí, incómoda, con la mano temblando sobre el hombro de Eliza sin saber qué hacer. Charlie asintió levemente a la mujer, asegurándole que todo estaba bien. La camarera se quedó ahí, dudando, no queriendo perderse nada de la historia. Entonces, Eliza miró hacia la mujer y asintió hacia ella al igual que Charlie. La mujer sonrió cálidamente y se alejó.

—¿Qué vamos a hacer, Charlie?—Eliza murmuró.—¿Escribirnos cartas?

—Si, te escribiré hasta que pueda mudarme a Londres y pueda estar contigo.—dijo levantándose para sentarse junto a ella.

—Las cartas no servirán. Escribiremos durante un mes antes de darnos cuenta de que se necesitan unas semanas para que una llegue. La universidad. Tú estarás aquí en tu elegante universidad y yo estaré atascada en Londres tratando de entrar a una. Encontraremos nuevos amigos, nuevas experiencias y poco a poco, terminaremos olvidando escribirnos o incluso de revisar el correo para que esto siga funcionando.—Eliza dijo rápidamente, como si hubiera memorizado todo.

—También podríamos llamarnos.—le aseguró Charlie; su mano subía y bajaba por su brazo.

—Charlie, cuesta una fortuna hacer una llamada internacional. Haremos una llamada y nos quedaremos sin dinero.—le dijo.—Tenemos que romper.—susurró.

Eliza se soltó del agarre de Charlie y posó una mano sobre su mejilla mientras le sonreía con tristeza. Su pulgar acarició su piel; mantendría la imagen de él en su corazón cuando ya no pudiera verlo.—O de lo contrario nos estaríamos matando.

—Demasiado pronto.—Charlie susurró y rió a su pesar. Suspiró, observando sus ojos verdes y labios rosados. Se aferró a todo de ella: a la forma en la que sonreía, la forma en la que se sonrojaba cada vez que la llamaba Birdie, su espíritu y su dulzura. Lentamente, asintió. Lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.—Tenemos que romper.

Eliza le dio unas palmaditas en la mejilla, levantó su barbilla y lo besó. Era un final que ninguno de los dos quería.

—Me voy esta noche.—le dijo.—Pero si lo deseas, podemos pasar la tarde juntos.

—Me romperá el corazón aún más si pasamos más tiempo juntos.—susurró Charlie.

—Lo sé. Lamento haberlo sugerido.

—Es decir.—continuó Charlie, tomando sus manos entre las suyas.—Que tú lo vales.—rió entre dientes y la sacó del restaurante y la llevó al auto.

Eliza llevó a Charlie al centro comercial al que había ido cuando él se había metido en problemas por lo del artículo. Ella le mostró la pequeña tienda de antigüedades en donde había encontrado la caja de música que ahora guardaba en su mesita de noche. Se acostaba en su cama y la miraba fijamente durante horas pensando en cuánto la amaba.

Entraron a la tienda, saludando a la mujer que estaba detrás de la caja registradora, que les sonrió de forma amable. Caminaron por los estrechos pasillos mirando los cientos de baratijas que cubrían los estantes. La mayoría de los artículos parecían baratos y aburridos, pero de vez en cuando encontraban algo que les recordaban a los chicos y reían.

En un momento, Charlie le exigió que se quedara justo en donde estaba, mirando una pequeña figura de un chico y una chica que les recordaba a Knox y Chris mientras corría hacia la caja registradora.

Momentos después, Charlie regresó con ella y poco después, se fueron. Caminaron por las calles, uno cerca del otro hasta que se encontraron con el auto de Keating.

Los ojos de Eliza se posaron sobre la bolsa que Charlie cargaba.—No debiste comprarme nada.

—¿Quién dijo que era para ti?—Charlie preguntó, sonriéndole descaradamente.—Realmente extraño a Knoxious, así que le compré algo para que me recordara.

—¿Una playboy?—Eliza preguntó riendo mientras entraba al auto. Charlie la siguió. Encendió el motor y salió a la calle para regresar a la casa de Charlie antes de que sus padres regresaran y no encontraran a su hijo ahí.—Eso es un poco extraño, considerando que quieres que te recuerde según esos estándares.

—No, idiota.—él rió, pero cuando dieron vuelta a su calle, los sentimientos comenzaron a cambiar y su risa murió.—¿Tengo que irme a casa? ¿No podemos quedarnos aquí para siempre?—susurró cuando el coche se detuvo a la acera junto a su casa.

—Lo siento, Charlie.—ella respondió con tristeza una vez que hubo estacionado el auto.

Eliza miró fijamente los oscuros ojos de Charlie. Tantas cosas estaban cambiando de nuevo y ninguno sabía lo que les esperaba. Sin embargo, sabían una cosa y era que ese era el final para ellos.

La mano de Charlie se levantó lenta y temblorosa hasta posarse sobre el cuello de Eliza. Sus ojos recorrieron su rostro para captar cada expresión, cada imperfección de sus rasgos. Solo podía quedarse mirando sus grandes ojos verdes mientras deseaba poder quedarse con ella para siempre.

En un momento, Charlie comenzó a parpadear mientras su mano recorría cada centímetro de su cara y su corazón había crecido más rápido que los pensamientos de su cabeza. Se lanzó hacia adelante, atrapando la boca de Eliza con la suya. Por un momento, Eliza se quedó aturdida, con los ojos cerrados. Luego, se dio cuenta de lo que pasaba y se acercó a Charlie con movimientos desesperados.

Eliza se inclinó más cerca de Charlie mientras él deslizaba su lengua en su boca, y por primera vez ella no se echó a reír como una colegiala diciendo que su lengua parecía una babosa. Dejó que la extraña sensación la invadiera, lo que más tarde se convirtió en un enjambre de mariposas en su estómago.

Su mano descansó sobre la de Charlie antes de que ella se levantara y se sentara a horcajadas sobre el regazo del chico. A ninguno de los dos le importaba si los vecinos estaban mirando o si los padres de Charlie llegaran en cualquier momento.

La mano de Eliza se movió hacia el costado de Charlie, tirando de él hacia ella para poder besarlo mejor en el pequeño auto. Las manos de Charlie estaban sobre sus caderas, su pulgar giraba en círculos sobre la piel cubierta por su blusa. Eliza, frustrada, tomó su mano y la subió por debajo de su blusa, donde continuó quemándole la piel.

Sus manos temblaban porque quería seguir con eso, forzando su camino hacia su espalda hasta el broche de su brasier, pero se detuvo y se echó hacia atrás. Lejos de sus toques abrazadores y besos ardientes.

—Eliza, te amo, pero esto...—murmuró, con los ojos muy abiertos.—No podemos hacer esto.

Los ojos verdes de Eliza se habían vuelto llorosos de nuevo  al saber que él decía la verdad. Esto no solo estaría rompiendo sus corazones, los estaría borrando.

—Lo sé.—ella respondió y volvió a su asiento.

Los dos se sentaron en silencio durante diez minutos. Las manos de Eliza descansaban sobre el volante del auto, sus nudillos estaban blancos bajo su fuerte agarre. Charlie movió lentamente su mano hacia la puerta, la abrió y salió del auto. Se pasó una mano por el rostro, inhalando el aire frío de la noche y cerró la puerta. Se despidió a través de la ventana y giró sobre sus talones para llegar a su casa.

Eliza esperó a que cerrara la puerta de su casa para salir de ahí.










☆゚. * ・ 。゚











En el avión más tarde esa noche, Eliza se sentó junto a su tío y la ventana. Cuando se estaba quitando el abrigo notó algo en su bolsillo. Metió la mano y sacó un sobre con la letra de Charlie. Ella frunció el celo, abrió el sobre y encontró una carta junto a un relicario.

Tomó el relicario entre sus manos y comenzó a leer la carta.

Eliza,

Welton nunca fue un hogar para mi ni para los chicos, incluso cuando pasamos más de la mitad del año ahí. Siempre impulsó esas ideas de tradición y conformidad en las cuales nunca me vi a mi mismo. Luego, tú y el sr. Keating nos enseñaron cómo pensar por nosotros mismos y ser mejores personas.

Ojalá hubiera una manera de evitar que tú y el sr. Keating se fueran. El sr. Nolan y los otros bastardos de Welton deberían darse cuenta de que ellos son los culpables, no tú ni Keating. Quizás si alguna vez me dedico al periodismo podría escribir un artículo sobre cómo Welton engañó a la sociedad para que pensaran que no tuvieron la culpa.

De todos modos, solo quería agradecerte por todo lo que has hecho por nosotros. Por mostrarnos cómo vivir nuestras vidas al máximo. Por estar ahí para nosotros. Por creer que nuestros caminos se volverán a encontrar, porque esta historia, nosotros, aún no ha terminado. Entonces, si, múdate a Londres, vive tu destino. Pero recuerda que el hilo rojo del destino hará que nuestros caminos se vuelvan a cruzar para que esta vez permanezcamos juntos.

Te amo,
Charlie.

POSDATA: Los chicos dijeron que todos te aman y que van a patear el trasero de Cameron por ti y Keating el próximo semestre.

Eliza sonrió, las lágrimas cayeron por su rostro por lo que se sintió la milésima vez en la última semana y abrió el relicario. Cuando lo abrió, se rió: había la imagen más pequeña que ella podía imaginar de ella y los chicos antes de la actuación de Neil. (Lamentablemente, Neil había estado ensayando en el teatro, por lo que no estaba en la foto.

En la otra mitad del relicario estaban ella y Charlie; los chicos los habían obligado a tomarse una foto juntos. Se veían estúpidos; tenían la cara roja mientras reían por las muecas que los chicos hacían mientras su tío John tomaba la foto. Ella sonrió por última vez, notando que Charlie había dibujado cuernos de diablo y un bigote en la cara de Cameron antes de cerrar el relicario y ponérselo alrededor de su cuello.

Ella miró por la ventana y observó el océano por el que volaba. Un día, realmente creía que volvería a ver a Charlie.



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bueno, este sería el final de la historia. si, yo también estoy llorando. todavía falta el epílogo, que es bastante largo, así que aún no quiten la historia de sus bibliotecas;)

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