『 capítulo xx: ES APROPIADO. 』
ONCE DE DICIEMBRE DE 1959.
—¿CHARLIE?—PREGUNTÓ ELIZA, llamando suavemente a su puerta.
La obra de Neil era esa noche y todos corrían con desesperación. Era como si todo el grupo fuera a actuar y no solo Neil. Los chicos y Eliza no podrían estar más emocionados por él, sobre todo porque su padre le había dado permiso para actuar. El corazón de Eliza estaba a punto de estallar, pero se las arregló para parecer serena y eso era lo que le preocupaba a Charlie.
—¿Qué?—preguntó corriendo desde su cama en donde tenía dos atuendos diferentes para la noche y estaba tratando de averiguar con cuál se vería mejor.—¿Qué es? ¿Es Neil? ¿Se ha desmayado u a olvidado todas sus líneas?—Charlie preguntó, preso del pánico, parándose frente a ella y sacudiéndola de los hombros por el nerviosismo.—¡No te preocupes, volveré a ensayarlas con él!
Eliza rió mientras lo agarraba del antebrazo para que no saliera corriendo detrás de Neil.—¡No! ¡Neil está bien!—ella aseguró, arrastrando a Charlie hacia ella.—Neil tiene que ir a un ensayo y mi tío sugirió que fuéramos a almorzar.
Charlie asintió con la cabeza, todavía mirando por encima de su cabeza para asegurarse que Neil estuviera bien.—Eso suena bien, espero que te diviertas.—le dijo distraídamente mientras besaba su frente.
—No.—Eliza dijo de nuevo y finalmente captó la atención de Charlie al tomar sus mejillas entre sus manos.—Quiere que vayamos a almorzar con él.
—¿Nosotros?
—Nosotros.—ella asintió.
—Um, no, creo que estoy bien.—Charlie respondió rápidamente, alejándose de su toque.
—¿Qué? ¿A qué te refieres?—Eliza preguntó, un poco desanimada y conmocionada por su respuesta.
—¡No! ¡No tenga nada contra ti o Keating! Pero... ¡soy terrible con los padres! Una vez fui a cenar con Knox y su familia y toda la noche les dije cosas tontas. ¡Como en qué tipo de problemas me meto aquí y mis calificaciones!—Charlie gritó, con los ojos muy abiertos.
—Bueno, en primer lugar, él es mi tío no mi papá.—Eliza le dijo mientras tomaba sus manos entre las suyas.—¡Y en segundo lugar, ya lo conoces, así que está bien!
—¡No, lo voy a estropear! Diré algo estúpido y entonces él no nos dejará salir y... ¡no voy a ir!
—No vas a estropearlo y el tío John no decide con quién puedo salir, no depende de él.—Eliza rió mientras le daba un pequeño apretón a sus manos.—Y no te preocupes, Neil estará con nosotros.
Eliza había empezado a llevar lentamente a Charlie fuera de su habitación para dirigirse a la de Neil para que juntos caminaran hacia el auto de Keating. Se detuvieron cuando Neil los miró.
—¿Estarás ahí?—preguntó Charlie, volviéndose hacia Neil con una expresión de esperanza.
—Oh, um.—Neil murmuró, mirando a Eliza que le sonreía suplicante.—No.
—¡Neil!—ella gritó.
—¡Lo siento, pero tengo un ensayo!—exclamó el chico, recogiendo su bolso para después salir corriendo de su habitación con Eliza arrastrando a Charlie con ella.
—¿Por qué? ¿Por qué Dios, por qué?—Charlie gritó mientras miraba hacia el techo y Eliza seguía arrastrándolo por el vestíbulo.
El sr. Keating estaba parado al final del vestíbulo con un bonito abrigo gris. Una sonrisa apareció en su rostro al ver a los tres adolescentes caminar hacia él.
—Tal vez porque fingiste llamarlo ahora te está castigando.—Neil bromeó esquivando un golpe que Charlie le lanzó.—Gracias por llevarme al ensayo, sr. Keating.
—Por supuesto, hijo.—el hombre dijo con una amplia sonrisa.—¡Es un gran día para ti y no hay necesidad de que sudes antes de tu gran actuación!
Los cuatro salieron al aire frío y rápidamente entraron al auto de Keating que estaba cubierto de nieve. El interior tardó en calentarse. Eliza insistió en que Neil se sentara en el asiento del pasajero porque no quería dejar a Charlie solo en la parte de atrás. Sabía que sería un poco incómodo para él y además Neil se comportaba de tal manera que la gente no se sentía incómoda por mucho tiempo.
Pronto, llegaron al teatro en donde Neil actuaría. El chico prácticamente saltó fuera del auto. Antes de entrar, se volvió hacia ellos.
—Los veré esta noche.—dijo con una gran sonrisa en su rostro.—Gracias por creer en mi.—le dijo al sr. Keating, con los ojos llenos de lágrimas. Después, entró al teatro.
Las manos de Charlie habían comenzado a sudar más, especialmente cuando Eliza posó una de sus manos en su regazo. La chica frotó su pulgar contra su mano, pero eso no lo calmó. Todo lo que podía pensar era que de alguna manera iba a arruinarlo todo, como siempre lo hacía. Con sus padres, con sus calificaciones, con la Sociedad de los Poetas Muertos.
Pero Eliza pensaba lo contrario. John amaba a Charlie y a todos los chicos que habían salido de sus caparazones y hablaban libremente con él. John no era como los demás profesores, no llegaba a odiar a nadie ni restringía el potencial de los chicos. Era amable y acogedor con un gran corazón cálido.
John llevó a los adolescentes a un restaurante local que él y Eliza habían conocido durante su tiempo en Welton. Los fines de semana solían salir a la pequeña ciudad o calificar trabajos. No había mucho tiempo durante la semana con las largas jornadas de enseñanza y estudiar e ir a la vieja cueva.
Los tres entraron al restaurante y una amable mujer llamada Madeline los llevó a una mesa para después irse con sus pedidos de bebidas.
—Pida lo que quiera, sr. Dalton. Yo pagaré.—le aseguró John al chico que sudaba más que un cerdo; el chico buscaba lo más barato en el menú para comer y al ser descubierto sonrió tímidamente después de ser atrapado.
—Gracias, sr. Keating.
—Oh, por favor.—John rio.—Llámame John. Después de todo, estás saliendo con mi sobrina. Es apropiado.
El término salir hizo que una nueva capa de sudor se pegara a la frente de Charlie mientras reía con nerviosismo. El chico se volvió hacia Eliza con el ceño fruncido y se preguntaba todo lo que había hecho hasta ahora.
Eliza sonrió con dulzura y volvió a tomar la mano de Charlie. Charlie abrió la boca para decir algo, pero Madeline lo salvó al regresar con sus bebidas. Después tomó sus órdenes y se fue.
John sonrió para tranquilizar al chico y recordó la primera vez que conoció a los padres de Alyssa cuando estaban saliendo, y fue algo similar a cómo Charlie le iba. El simple hecho de que se pusiera nervioso le demostraba a Keating que a Charlie le importaba lo que él pensaba. Si Charlie hubiera estado tranquilo, entonces ahí John se habría preocupado y se habría dado cuenta de que sus intenciones no eran lo que aparentaban ser.
—Entonces, sr. Dalton...—comenzó Keating, pero Charlie lo interrumpió.
—Oh, uh... puede llamarme Charlie. Como dijo antes es... apropiado.
—Está bien. Entonces, Charlie.—John sonrió, tomando un sorbo de su café.—¿Qué planeas hacer cuando seas mayor?
—Umm.—comenzó Charlie, frunciendo sus labios mientras miraba su taza de café.—Bueno, mis padres planean convertirme en un banquero.
John hizo una expresión de disgusto ante la idea.
—¡Tío!—Eliza rió y apretó la mano de Charlie para asegurarle que no había hecho nada malo, aunque sentía como si lo hubieran lanzado de un acantilado.—No hay nada malo en ser banquero.
John miró a su sobrina mientras rodaba los ojos, haciendo que Charlie riera. Eliza sonrió.
—Si, lo sé, cariño.—John les aseguró.—¿Pero qué quieres hacer tú?
—Bueno, soy editor del periódico escolar...—comenzó Charlie.
—Si, lo sé.—John respondió descaradamente.
—Claro.—suspiró Charlie, recordando que el hombre lo había visto en su caída.—Bueno, creo que, eh, ser un reportero sería interesante. Decir la verdad sobre el mundo y permitir que la gente vea lo que realmente está sucediendo allí.
—¡Sus comidas, encantos!—Madeline exclamó, mientras repartía la comida a los tres.
—Charlie.—dijo John tan pronto como la camarera se fue.—Creo que es una idea maravillosa. Si tienes la oportunidad de lograr ese objetivo más temprano que tarde, te digo que lo tomes. Carpe diem, ¿no es así?—vitoreó, escarbando en su comida.
—¿Y tú, Birdie?—preguntó Charlie, sonrojándose por haber dicho el apodo de Eliza frente a John. El hombre no dijo nada al respecto pero sonrió con complicidad.
—¿Qué voy a hacer después de la escuela?—preguntó mirando al chico.—Bueno, espero ser una profesora de inglés como mi tío. Tal vez incluso escriba un libro o dos.
—¿De verdad?—Charlie preguntó con una sonrisa.—Eso suena como mucho trabajo, ¿estás segura de que puedes hacerlo?—bromeó, sabiendo que ella sería una de las mejores maestras que cualquier podría tener.
—No estoy segura, podría tener que estudiar mucho para ello, pero lo haré.—ella sonrió.
John se aclaró la garganta para recordarles a los dos que todavía estaba con ellos. Ambos se sonrojaron y continuaron el resto de la comida respondiendo sus preguntas con las mejillas sonrojadas, ya que John Keating no dudaba en burlarse de forma descarada de los dos enamorados.
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