Esta vez te toca a ti entregar la tarea de matemáticas, todos los ejercicios que hicieron tus compañeros. Llevabas cargando los cuadernos en una bolsa para que te fuera más fácil llevarlos. Segundo año apenas iba empezando y ya era lo peor, suspiraste deteniendo tu camino para descansar, estabas justo afuera de la oficina. Tocaste la puerta esperando a que no hubiera respuesta alguna para poder entrar sin ningún miedo... Sin embargo escuchaste su voz. Sanemi te había permitido entrar, tragaste saliva y abriste la puerta, al entrar hiciste una reverencia y lo saludaste.
—Le traigo la tarea que pidió, profesor —mencionaste mientras que acercabas a su escritorio.
Apoyaste la bolsa con los cuadernos en una silla, sacando uno por uno los pusiste sobre el escritorio, en un lugar donde no molestara demasiado al hombre de cicatrices.
—¿Te hicieron cargar todo eso? —preguntó, confundiéndote.
—Dijeron que era mi turno de entregar los deberes —respondiste.
—Tu grupo es el peor de todo el colegio —habló en tono serio. —Espero que en esta evaluación que viene salgan bien, también usted señorita ________.
Habló sobre lo que menos deseabas, la maldita evaluación. Por lo menos no mencionó tu mala habilidad en matemáticas, tan siquiera no dijo algo que te hiciera sentir mal. Ya no dijiste nada más, terminaste de sacar las libretas y doblaste la bolsa para poder guardarla. Miraste a Sanemi con una leve sonrisa amable, él se quedó con la misma expresión de siempre. Parecía molesto pero por su posición se notaba tranquilo, quizás estresado por todo el trabajo. Volviste a hacer una reverencia, esta vez para despedirte porque te encontrabas por irte.
—Gracias por su tiempo, profesor Sanemi.
Él no dijo nada más, te diste media vuelta e ibas a salir del lugar pero él habló.
—Debería hacer que sus compañeros la respeten más, señorita ________. Consiga algunos amigos.
Palabras fuertes pero reales.
¿Quién diría que desde esa vez empezó su historia?
• • •
Estabas muy pero muy preocupada. La primera evaluación será en una semana y no tienes idea de que hacer, sabes que no te irá tan bien en matemáticas, tu única preocupación. Las demás materias fueron regalas para ti, fáciles pero los números no son lo tuyo por alguna extraña razón. Ahora necesitabas un milagro.
Desde que te enteraste de eso no querías estar en clase de matemáticas pero sería mucho peor para ti.
Lo peor ahora mismo es que Sanemi va a empezar la revisión de cuadernos, un problema agregado a la lista.
Cuando tu compañera pasó por tu lugar le diste tu cuaderno con las manos temblorosas. Temiendo por tu calificación. Sólo veías como tu compañera recogía los demás cuadernos para después llevárselos a Sanemi. Tragaste saliva, los latidos de tu corazón no ayudaban para nada. Estabas completamente muerta.
No sólo tú, quizás hasta más de tus compañeros estaban en tu misma situación. Cuando Sanemi tomó los cuadernos, se despidió y salió del aula.
Tu siguiente hora es libre, al estar conciente de tu situación aprovecharías ese tiempo para ir a hablar con Sanemi y ver si podían llegar a un arreglo. Te atreverás a hacer lo que casi nadie se ha atrevido, conseguir puntos extra para la clase de matemáticas. Te quedaste sentada haciendo garabatos en tu cuaderno esperando a que pasara un poco más de tiempo. Todos tus compañeros estaban parados hablando, incluso algunos habían salido para ir a dar un paseo o visitar su club y pasar el tiempo ahí.
Miraste el reloj en tu muñeca, cerraste los ojos aapretándolos y te paraste, yendo a la salida y tomando rumbo hacía donde se supone debe estar Sanemi.
Al llegar tocaste la puerta, esperando su respuesta sin embargo nadie respondía.
—¿Qué hace usted aquí? —escuchaste una voz a un lado tuyo, sorprendida volteaste a ver.
—¡Quería hablar con usted sobre algo! —soltaste en voz alta.
Te tapaste la boca al darte cuenta que habías gritado. Era o sacar un 6 o reprobar. Y estabas más cerca de la segunda opción.
—Usted realmente es peculiar, _______. —Sanemi abrió la puerta y te dejó pasar.
Lo seguiste.
—Espero que sea importante sobre lo que quieres hablar, tengo mucho trabajo —dijo él yendo a sentarse.
—¿No tenía clase ahora? —preguntaste intentando romper la tensión.
—¿Le interesa mi horario laboral? —preguntó viéndote con una mirada profunda.
—¡No! Para nada. —Respondiste. —Quiero hablar sobre la calificación que voy a sacar.
Hubo un gran silencio por parte de los dos. Sanemi por su parte esperaba que siguieras hablando y tú... Confundida y arrepentida por la opción que tomaste. Todo se sentía tan tenso e incómodo hasta que el de ojos amatista rompió el silencio.
Todo iba de mal en peor.
—Usted sabe señorita ________, que si llega a estar inconforme con su calificación debe de escribir dos cuartillas de cuales son las razones por las cuales está en desacuerdo y presentar una solicitud. Yo sólo me encargo de hacer mi trabajo, es deber suyo esforzarse.
Trató de sonar lo más amable posible pero mo sirvió, esto en verdad iba de mal en peor.
Tuviste la suficiente valentía como para estar aquí, intentando encontrar una solución pero lo que dijiste después fue un verdadero acto de arrogancia de tu parte.
—¡Haré lo que sea, Sanemi! —te acercaste a su escritorio.
—No estas mierdas de nuevo... —murmuró.
—No quiero un 10, sólo necesito una calificación aprobatoria. Si es necesario estoy dispuesta a...
—¿Está usted de broma? Deja esas mierdas de lado, _________. No soy ese tipo de hombre y tengo respeto s usted y mi vocación, no pienso subirte puntos por algún tipo de basura como favores.
¿La razón de estar tan preocupada hasta el punto donde quieres hacer cualquier cosa? Esa razón yace en tu familia.
Al ver que tu idea no tuvo resultados, tu mente empezó a procesar todo de una manera realmente rápida, ¿es una exageración? Definitivamente lo es pero ya no querías más regaños por parte de tu madre, no querías escuchar más gritos al estar en casa lo que más querías era por fin palabras motivadoras de su parte. Tragaste saliva y te quedaste callada al sentir un nudo en la garganta, tus ojos comenzaron a brillar por las lágrimas que comenzaban a hacerse vistosas, sólo intentabas mantenerlas en tus ojos por lo menos hasta salir.
Sanemi volteó a verte y se quedó confundido por tu reacción.
—Mi mamá tiene un novio y a veces lo lleva a casa, esto quizás no le importe a usted pero quiero contárselo a alguien. Ella suele llegar junto a él pero cuando sucede hay muchos gritos, ella me regaña si no saco buenas calificaciones y suele insultarme y humillarme. Quiero que por lo menos me diga por una vez que lo hice bien. Usted tiene razón profesor Sanemi, necesito amigos pero no me siento capaz de hacerlos...
Al desahogarte de esa manera no pudiste evitar salir corriendo, qué vergüenza.
• • •
¿Qué tan poca suerte debes de tener? Al día siguiente te tocaban dos horas de matemáticas, después de lo sucedido el día de ayer, no te dan ganas ni de pisar el salón. Apenas había terminado la clase de historia, antes de que fuera la hora de la comida toca matemáticas y por ende significa ver a Sanemi. Tu corazón iba realmente rápido de tan sólo ver la puerta esperando a que llegara. «maldición...» murmuraste en voz baja, recostándote sobre tu banca al recordar todas las cosas que le dijiste, no podías sentir más que vergüenza por ti misma. Por lo menos no te vio llorando o bueno... Eso creo.
—Buenos días —dijeron tus compañeros al unísono, al escucharlos te levantaste rápido para imitar su acción.
Obvio tenías la mirada baja.
—Buenos días —saludó él.
Todos se volvieron a sentar, sacaste tu cuaderno de la mochila y lo abriste. Cuando viste la hoja de los últimos ejercicios que habían hecho en clase, una sonrisita involuntaria junto a un leve sonrojo apareció en tu rostro. Claro claro, unas cuantas palabras te hicieron feliz pero también te confundiste.
Claro que tengo razón.
Tú también tienes la capacidad.
Cuando te diste cuenta de tu expresión cambiaste de nuevo a una cara seria, pero ahora era casi imposible; esas palabras tan simples te alegraron el día.
Centraste toda tu atención en la clase, cuando Sanemi terminó de explicar puso otro ejemplo para que alguno de ustedes lo resolviera y así pasar a los ejercicios.
—¿Quién quiere resol...? —No terminó de hablar cuando tu mano ya estaba arriba.
Todos tus compañeros quedaron con cara de sorpresa, Sanemi internamente se sintió orgulloso de ti. Habías reaccionado tan rápido y sin pensarlo que tu cerebro tuvo que procesar mucha información en tan poco tiempo, en apenas un par de segundos ya tenías que tener respuesta alguna. Viste el ejercicio pero tu mente hizo un click, lo reconociste de otro lado y por ende recordaste el resultado.
—Da -2 —respondiste.
—Correcto.
Bajaste la mano y te recostaste sobre tu pupitre. «Este era uno de los ejercicios que se encontraba haciendo ayer...» pensaste.
En ese momento ya habías olvidado toda la vergüenza del día anterior.
Ya era de tarde, la última hora es matemáticas pero ahora mismo estás dando una vuelta. Se supone que te toca Educación Física pero no te gusta para nada, Giyu no se dará cuenta si sólo faltas tú u otra persona más. Tomaste dirección rumbo a la oficina de Sanemi y tocaste la puerta, no hubo respuesta alguna. Tomaste la puerta para abrirla y dar un vistazo al lugar pero te detuviste de inmediato, retrocediendo un par de pasos. Estuviste apenas un par de centrimetros de chocar con alguien.
—Buena elección —escuchaste una voz detrás tuyo. —¿Necesitas algo?
Volteaste.
—Agradecerle y disculparme —hablaste.
—¿No tienes clase ahora? —preguntó mientras abría la puerta y entraba.
Te quedaste parada en el mismo lugar.
—No quiero estar ahí.
—Eso podría afectar tu calificación, y yo estoy ocupado dando clase. Discúlpate, agradéceme y regresa a clase.
Desviaste la mirada, lo pensaste durante unos segundos. Tragaste saliva y te preparaste para decir lo demás.
—¿Puedo hablar con usted?
Sanemi frunció el ceño con confusión.
—¿Escuchaste lo que te dije? —preguntó. —¿sobre que necesitas hablar?
—Lo que le dije ayer.
Sanemi suspiró, te pidió que entraras y lo esperaras ahí, luego cerró la puerta para volver con sus alumnos; dejarles un par de ejercicios y otros pocos más de tarea y luego regresar contigo. Pasaron aproximadamente unos 10 minutos hasta que regresó, tú seguías sentada en frente de su escritorio mientras jugabas con el cierre de tu sudadera. Él entró y se sentó en frente tuyo. Se recargó sobre el escritorio, mirándote.
—Dime sobre que quieres hablar.
—En efecto no tengo amigos así que quiero tomarme el atrevimiento con usted de decirle que es lo que sucede conmigo —tus palabras lo desconcertaron, te diste cuenta de ello. —¿Hay algo malo con esto?
—No, sólo que este tipo de cosas son más comunes para Kocho.
—Oh... Kanae-san es muy linda y comprensiva pero no sabría como abordar el tema con ella, aparte intentaría ayudarme y no busco una solución debido a que no hay ninguna en este momento. Sonará muy rudo pero si se lo digo a usted Sanemi, simplemente me escuchará y no intentará hacer algo para ayudarme... Tipo hablar con mi madre o cosas así, sólo necesito a alguien que me oiga.
Sanemi se quedó callado.
—Tampoco hago esto para que mejore mi calificación, ya me rendí con eso —reíste. —Yo tenía un hermano, me cuidaba mucho cuando era pequeña pero entonces mi padre dejó a mi mamá. Fue entonces que ella comenzó a tomar y llegar enojada del trabajo, se desquitaba con mi hermano y él seguía cuidándome. No fue hasta una vez donde ella llego totalmente borracha y con un tipo, ella se quedó dormida y aquel sujeto estaba ebrio, fue a mi cuarto con la intención de abusar de mí, sin embargo yo me encontraba durmiendo con mi hermano.
Tomaste aire y valentía para seguir, tenías la mirada baja.
—No me encontró, esa noche no pasó nada malo hasta el día siguiente. Él tipo cuando me vio en la mañana me agarró a la fuerza, mi hermano se dio cuenta y comenzaron a pelearse. Mi mamá en lugar de apoyar a mi hermano, también lo golpeó. Él se defendió de los dos...
En este punto las lágrimas comenzaron a salir de tus ojos.
—Desde ese entonces mi madre está enojada conmigo, dice que me parezco a mi padre y si no doy lo mejor de mí o más ella se enoja. No me pega —sonreíste levemente. —Pero realmente extraño a mi hermano...
Fue una historia realmente corta. Sanemi se dio cuenta de cuanto sufriste debido a los detalles que te saltaste, las pausas que hacías y lo entrecortada que sonaba tu voz. Se quedó sin ideas sobre que decir o hacer. Era la primera vez que alguien abría tanto sus sentimientos a él y por ende no conocía alguna forma de apoyo verbal efectivo. Se levantó de su asiento mientras tu continuabas hablando y se dirigió a ti. Estabas aguantando las lágrimas pero te costaba mucho, era realmente difícil considerando la situación en la que estabas, para ese entonces el timbre ya había sonado indicando el cambio de clase; cosas que ignoró Sanemi.
—Quería venir aquí para agradecerle el mensaje que dejó en mi libre...
Sentiste un par de brazos rodearte, tus ojos se llenaron completamente de lágrimas. Correspondiste al abrazo con fuerza, de tus ojos comenzaron a salir las lágrimas e intentaste no hacer sonidos al llorar. Sanemi se dio cuenta de esto e intentó hacer algo para tranquilizarte, su mano se dirigió a tu cabeza; empezando a acariciar con suavidad. Esto te hizo relajarte aún más en sus brazos, estabas completamente a merced de las emociones del momento.
Sanemi no es tan mala persona, ¿verdad?
Es entonces que te abres a alguien, lo empiezas a conocer y de alguna forma nacen sentimientos.
Se quedaron los dos juntos hablando, por lo menos hasta que dejaras de llorar y tus ojos dejaran de verse rojos. Sanemi no había que decir ni contar una idea estúpida pasó por su mente y te contó sobre su hermano, cosa que desconocías totalmente. Te sacó una sonrisita que te hablara sobre alguien importante para él, conocías al chico y lo habías visto acercarse en un par de ocasiones a tu profesor de matemáticas pero al no entender nada era extraño para ti. Pudiste entender fácilmente sus razones.
Fue entonces que se percataron del tiempo que pasó. Sanemi se paró de la silla y tomó sus cosas.
—Perdón por hacerte perder el tiempo, Sanemi —le dijiste mientras te tallabas los ojos. —Gracias por tu tiempo.
—No importa, puedes tomarte lo que queda de la clase. Está bien si vas a tomar algo de aire fresco —te respondió. —Podemos seguir hablando después.
—¡Por favor!
Sonreiste y el de ojos amatista se fue.
Tu corazón empezó a latir con rapidez apenas Shinazugawa de fue. Seguías triste pero tu rostro se tiñó de un potente color rojo, tragaste saliva y te paraste para ir al baño y echarte agua en la cara. De sólo recordar el abrazo que te dio sonreíste inconsciente de ello. Fue realmente lindo y amable de su parte, su acción te tomó por sorpresa también, no te lo esperabas de su parte. Y entre tantos pensamientos saliste en dirección hacía el baño, donde al ir distraída chocaste contra alguien que iba corriendo; los dos cayeron al piso.
—¡Fijate por donde vas, tonta! —no reconociste su voz así que suponiendo pensaste que se trataba de alguien de segundo año.
Un chico con pendientes llegó y los vio a los dos, se disculpó de inmediato.
—¡Lamento lo que haya hecho mi amigo! —hizo una reverencia. —Inosuke, no seas grosero y ayúdala.
El chico de cabello azabache a regañadientes aceptó. Se levantó y te dio la mano para ayudarte. La agarraste para levantarte.
—No se preocupen, yo también iba distraída —hiciste una leve sonrisa.
—Disculpe señorita, tenemos que irnos —el chico tomó a su amigo "Inosuke" y se lo llevó del brazo. —¡De nuevo una disculpa!
Intentaste ignorar lo sucedido y seguir con tu camino, fue un extraño suceso.
• • •
¿Quién diría que la relación entre Sanemi y tú se hizo más estrecha? Quizás aún no tenías amigos pero sí alguien en quien confiar. Habían pasado un par de meses desde lo sucedido, como prometió aquella vez continuaron hablando después de eso. Ahora, tus calificaciones mejoraron un poco y no por ganarte el cariño de tu profesor si no que, él te ayudaba a estudiar después de clases; te explicaba personalmente lo que no entendías e incluso ponía ejercicios extra para que practicaras, ejercicios sin valor alguno. Aunque cada que lograbas aprender por completo un tema que te costaba, él solía regalarte chucherías de vez en cuando.
Esta vez te tocaba lavar el aula a ti sola, no estaba tan sucia y no sería mucho pero eso significa quedarse hasta después de clases.
Suspiraste, iba a ser un miércoles muy pesado. Estabas afuera en dirección a buscar las cosas que usarías pero paraste en frente de la oficina de Sanemi y viste que estaba entreabierta, adentro estaban 4 chicos; Genya, el chico que te tiró, su amigo y un chico rubio. Abriste un poco más la puerta y el mayor se dio cuenta de esto.
—Buenos días ________, ¿necesitas algo? —preguntó en tono serio.
—¡Perdón San... Profesor! —ibas a decir su nombre y corregiste de inmediato. —¡Me empujaron y casi me caigo!
Mentiste.
El chico de cabello azabache y puntas azules se rió y te volteó a ver.
—¡Cómo yo la otra vez!
Al parecer el rubio también era su amigo. El de los pendientes y el rubio le dieron un leve golpe para que se callara, tú saliste de ahí para poder seguir tu camino.
Una vez encontraste lo que necesitabas volviste al aula. Esperaste a que terminara la última clase y comenzaste con la limpieza cuando todos tus compañeros se habían ido.
Barriste el salón, no había mucha basura pero sí algo de polvo, luego empezaste a trapear y al terminar con un trapo húmedo limpiaste todos los pupitres. Fue divertido pero todo cambió cuando escuchaste unas gotitas de agua afuera y después todo se hizo un aguacero completo. Aún seguías adentro y te faltaba por terminar. Escuchaste un ruido afuera y fuiste a ver pero no había nadie, seguiste con lo tuyo esperando a que el aguacero se quitara.
Pero al parecer se había transformado en una lluvia normal.
Y eso también es malo.
Al terminar y dejar las cosas en su lugar ya no quedaba casi nadie. Tomaste tus cosas para salir de ahí. Te quedaste parada en la entrada abajo del techo que había esperando a que la lluvia se quitara un poco más pero alguien apareció a tu lado, abriendo un paraguas.
—Toma esto —reconociste la voz.
—No puedo —te negaste.
El tomó tu mano, dejó el paraguas en ella y luego la cerró. Todo quedó de una forma en que nadie desde afuera los podía ver, la sombrilla los tapaba.
—Usted se mojará —le dijiste pero no había soltado tu mano.
—Mi auto está cerca, niña tonta —te respondió.
—Pero esto es mucho, no hace falta que haga esto. No me gusta pedir favores para luego deber alguno, por eso nunca pido ayuda y no me gusta recibir nada sin dar algo a cambio —frunciste levemente el ceño.
Sanemi se dio cuenta de la posición en que seguía la sombrilla.
—No quiero nada a cambio.
—Si me presta su sombrilla tengo que darle algo a cambio.
—¿Estás segura?
—¡Claro que sí! Es mi regla —respondiste. —Sonará estúpido pero esa es mi forma de pensar.
—Bueno, entonces tómala —te dijo y se acercó a ti, dejando un beso en tu mejilla. —Nos vemos, cuidado al regresar a casa.
Se hizo a un lado y bajó las escaleras para después caminar algo rápido debajo de la lluvia e ir en dirección al estacionamiento.
• • •
Ahora fuiste tú quien lo tomó de imprevisto de la forma más tonta posible. Era la segunda hora y te lo encontraste en el jardín de atrás, el cielo se veía bonito y el estaba sentado debajo de un árbol.
Sin decir nada simplemente te sentaste a su lado y lo besaste; fue intantil, inexperto pero uno de los besos más bonitos que se llegaron a dar.
Sí, que se llegaron a dar.
HOLAAAA.
Por fin es fin de semana, no tuve tiempo en casi toda la semana ah.
Pero he aquí 1000 palabras por cada día que no actualice. Son 3400 palabras aprox. 7u7
¿Recuerdan el one shot de "atención"? Pueden ver esta parte como una precuela de lo que pasó. NMMMMS TENÍA UN MONTÓN DE IDEEEAAAAS. Al principio dije "rayita se le va a ofrecer e intentará seducirlo" pero nmmms me salió algo más bonito y tierno.
Need a historia de estos OS.
Al rato si puedo le empiezo a los pedidos, si no mañana.
Tengo mucha tarea ;;;
L@s amO. ♡´･ᴗ･'♡