Alec

By nayftes

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Una nueva guerra trae consigo a una futura directora en prácticas al Instituto de Nueva York. Bajo la tutela... More

ALEC
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CAPÍTULO ESPECIAL
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37(SEGUNDA PARTE)
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EPISODIO 4: pesadilla

Mirespiración era irregular. Mi pecho se hinchaba y desinchaba a unavelocidad impresionante. Mi cuerpo todavía temblaba, y aunque norecordaba que había pasado, notaba el miedo instalado en mi cuerpo.

Lapuerta se abrió se golpe, y Jace entró con un pantalón corto dedeporte sin camiseta ni calzado. Un cuchillo serafín luciaresplandeciente en su mano, siendo este lo único que alumbra mihabitación junto la escasa luz que entraba por la puerta.

Nosabía que sucedía. Mi cuerpo parecía estar bloqueado. Tantasemociones en mi interior me han saturado y no supe que decir.

—Heraescuché tus gritos desde mi habitación —se acercó a mí al verque no había ningún peligro. Sentó en mi cama dejando el cuchilloa un lado—. ¿Qué ha pasado?

Susojos me miraban curiosos y sorprendidos, supongo que por el echo deverme tan asustada y desarmada. Lágrimas caían de mis ojos inclusocuando no recordaba de que se trataba aquella pesadilla que me habíapuesto así.

—Nosé, no lo recuerdo —susurro todavía conmocionada soltandopequeños sollozos.

—Estabien, me quedaré aquí hasta que te duermas —me avisa con un tonosuave, como si alzar la voz o realizar un movimiento brusco fuera aasustarme.

—Noes necesario, se que me odias Jace —le digo secando mis mejillascon las palmas de mis manos.

—Yono.

—Prefieroun "te odio" sincero, a un "te quiero" hipócrita—le interrumpo acomodando mi cabeza sobre la almohada.

Unaparte mi, quería que se quedara. Nunca nadie había hecho eso pormi, ni siquiera cuando era solo una niña. Mi madre alegaba que debíaenfrentarme yo solo a mis miedos, que la única persona que siempreiba a estar ahí para mí, cuando cayera; era yo.

—Creoque todos preferimos eso —añade Jace recogiendo el cuchillo quetodavía descansaba sobre la cama.

—Bueno,he visto a gente lamber el suelo por donde pasaba otra persona por unsimple puesto en la Clave —me encojo de hombros observando losmovimientos del rubio.

Todavíaestoy a tiempo de pedirle que se quede.

—Unoacepta lo que cree merecer.

—Yo...—él se detiene bajo el umbral de la puerta.

—¿Si?—insiste esperando a que continúe.

—Nocreo que lo merezca, y mucho menos que tú tengas ganas de estar aquíhasta que me duerma, pero necesito que por una vez alguien esté aquíconmigo y así pueda conciliar el sueño tranquila —musito apenada.

Muybien Hera, pasaste de ser un león, rey de la selva, a ser unciervatillo asustadizo. Pero eso dejó de importarme cuando Jace sesentó junto a mi en la cama, en el pequeño espacio que le habíaecho. Su espalda estaba apoyada en el cabezal, y sin necesidad deusar sus manos, se deshizo de sus tenis para poder poner sus piessobre el colchón.

—Ahoradescansa.

Misojos no tardaron mucho más en cerrarse. No sé cuánto tiempo estuvoallí, no sé qué pensará después de esto, o si aquella extrañarivalidad hacia mi había pasado a un segundo plano. Tal vez fue algotedioso para él, aburrido o puede que divertido y que cuando lo veaal día siguiente lo utilice para burlarse de mi. No lo sé, perohaga lo que haga le estoy agradecida.

Elresto de la noche fue como un parpadeo. La luz atravesaba la tela dela cortina color blanca roto, lo suficiente como para iluminar elcuarto sin llegar a molestar. Me giré algo perezosa notando micuerpo todavía cansado y me froté los ojos posando. A tientas, cogími móvil que siempre dejo cargando sobre mi mesilla por las noches ymiré la hora.

—¡Lasonce! ¿Por qué nadie me ha despertado? —funfurruñé dirigiéndomeal armario a toda prisa. Seguro que Alexander ya les está cagando eldía a otras personas por culpa de su mal humor.

Esquivéa un par de personas y bajé las escaleras de dos en dos,trastabillando al final de estas, pero rápidamente recupere mipostura.

Alexanderconversaba junto el resto en la gran mesa central donde se solíanreunir el grupo. Mordí mi labio y me acerqué, quedando entre Claryy Jace, quienes no me vieron llegar puestos que estaban de espaldas.

—Hera,por fin despertarse —me saluda Isabelle con una sonrisa.

Graciaspor recordarle a tu querido hermano mayor mi retraso, como si no lehubiera quedado ya claro.

—Penséque te despertarás más tarde, o por lo menos eso dijo Jace—continuó la menor de las Lightwood, dirigiendo su mirada alrubiales quien se encogió de hombros.

—Tomaasiento —me indicó Alexander señalando la silla que se encontrabaenfrente de mi, donde supongo que se suele sentar él, solo que estavez está de pie, explicando algo a través de una pantalla.

Yono dije nada y simplemente caminé hacia la silla dónde me dejécaer. Frente a mi, los ojos de Jace inspeccionaban mi rostro debrazos cruzados.

Deberíaagradecerle por lo de esta noche...

—LaClave sigue buscando alguna pista de que es lo que buscaba aquellapersona en la casa de Magnus, pero no ha dejado ni una sola pista—continúa Alexander enseñando fotos del interior de la casa.

—¿Nisi quiera pisadas en el suelo? —preguntó Jace confuso.

—Nipisadas.

¿Seresalados? Por que dudo que alguien haya llevado un trapo consigo paralimpiar todo el suelo.

—¿Noha dejado huellas dactilares en los objetos o en los mangos de laspuertas? —continuó Isabelle, jugando con el brazalete en forma deserpiente.

—Hanencontrado huellas, pero no son de nefilim ni nada similar, estánbuscando en libros y eso es lo que debemos hacer nosotros —explicó,mostrando lo que parecía ser una huella digital aumentada gracias aun potente microscopio.

Teníala forma de una huella dactilar, pero parecía que le hubieran echadoun líquido viscoso como icor.

—¿Noos parece icor? —pregunté con el ceño fruncido algo insegura.

Alexanderse acercó a la pantalla interrumpiendo en mi visión.

—Si,la verdad es que se parece —comenta todavía obstaculizando mivisión.

—Nosé, si te apartaras tal vez te podría decir —se burló suhermana. Alexander en respuesta rodó sus ojos, algo que hace muy amenudo.

—Informaréa la Clave sobre nuestras sospechas de que se trate de icor, mientrasesperamos los resultados estáis libres —Isabelle iba a decir algo,pero se quedó con la boca abierta, pues su hermano le interrumpio—.Y con estar libres, me refiero a vigilar las pantallas y entrenar.

Sumirada se dirigió principalmente en Isabelle, pero luego repasó consu mirada a todos los demás. Mis ojos y los de Isabelle coincidierony me hizo un puchero a lo que yo sonreí. Ella quería pedirlepermiso para ir de fiesta, y así poder prestarle el vestido.

—Creoque Isabelle quiere decir algo —insistí mirando al mayor.

—Puespensé que podríamos ir a una inauguración de un bar que abren aquícerca —habló emocionada mirando a su hermano. Este miró al techoy soltó un suspiro.

—Estabien Izzy, si que podéis —suspiró derrotado correspondiendo elabrazo de su hermana.

—Ohno, tu también vas —le advirtió Jace con una sonrisa.

Creoque nunca los había visto a todos de tan buen humor. Incluso Jacelucia más relajado, o tal vez solo se comporte frío y hostilconmigo.

—No.Yo me quedaré aquí, al igual que Hera —les advirtió.

Cuandola mirada confusa de Isabelle se posó sobre mi, yo desvié la míahacia otro lado. Era la primera vez que me sentía culpable por algoque había hecho.

—¿Porqué no puede venir con nosotros? —le preguntó enfadada a suhermano levantándose de la silla.

—Porrazones personales —se limitó a decir dándole la espalda.

—TranquilaIsabelle, te prestare el vestido —le digo.

Mispalabras los pillan a todos desprevenidos. Clary me mira con unapequeña sonrisa, mientras que Alexander y Jace lucen sorprendidos.

Si,tengo corazón.

—Sígueme—le indico saliendo de la sala en dirección a mí habitación.

Nuestrostacones resuenan en los pasillos, y aunque ella no dice nada, se queestá realmente entusiasmada, pero ante mi presencia intentacontrolarse.

—Unsegundo.

Abroel armario y voy pasando las perchas hasta encontrarme con lo quebuscaba. Saco la percha y estiro el vestido sobre la cama para que nose arrugue.

Elvestido era color champagne, me llegaba hasta la mitad de los muslosy contaba con una abertura en uno de los laterales. Era de tiras,tenía un bonito escote en forma de pico y lo que más me gustaba;

—Lacadena plateada para el muslo que queda a la vista es la clave—sonríe emocionada Isabelle.

Yoasiento estando de acuerdo y me agachó para sacar un par de taconesblancos, sencillos para que no destaquen sobre el vestido y se losentrego.

—Creoque calzamos el mismo número, te servirán —se los entrego.

Ellame agradece, hace el amago de abrazarme pero se detiene sabiendo queno era muy buena idea, y sale de la habitación. Escucho un pequeñochillido de su parte desde el pasillo, y aprovechando que estoy solanuestro una pequeña sonrisa.

Isabelleno está tan mal, es una chica agradable.

...
𖣘𖣘𖣘
...

Laestela daba vueltas entre mis dedos, observando aburrida laspantallas. Jace, Isabelle y Claryssa se habían ido hace más demedio hora al bar. Todos lucían muy guapos, pero no les dije nada.

Todoestaba calmado. Fuera de lo sucedido en la casa de Magnus y el portalque daba directo a Edom, todo era monótono y aburrido.

—Sino hubieras ido la otra noche con Liam, ahora mismo estarías conellos —me recrimina Alexander de pie a mi lado.

Yono digo nada. Me limito a fulminarle con la mirada, aunque este ni siquiera me mira. Un pequeño punto rojo se hace presente, y junto estedos o tres más.

—Vamos.

Nole digo nada y me levanto entusiasmada por poder salir. Me encaminohacia la sala de armas y mientras el acomoda su arco y el carcaj conlas flechas ya runificadas, yo acomodo mi cinturón.

—¿Quécrees que serán? —le pregunto todavía acostumbrándome al fríode la noche.

Sóloespero que con un poco de movimiento mi cuerpo entre en calor ocogeré un resfriado.

—Talvez sharx o rapiñadores. Eran varios así que venían en grupo —meresponde. Y me sorprende ver qué su respuesta tiene lógica.

Giramosa la derecha y su mano me detiene cuando los divisamos olfateando uncoche algo destartalado. Alexander prepara su flecha, y hace unacuenta atrás.

—Ya.

Laflecha sale disparada y se clava en la cabeza de uno de ellos, esterápido se desintegra soltando un chillido que alerta a suscompañeros. Yo lanzó uno de mis shuriken que mata a uno de ellos.Cojo mi daga y esquivando su aguijón se la clavo en la cabeza.

Cuandorecobro la compostura, ya no queda ninguno. Fue algo rápido y breve,pero por lo menos me sirvió para salir del instituto.

Recojomi shuriken junto las flechas de Alexander y una vez a su lado se lasentrego. Ambos nos giramos y caminamos de vuelta hacia en instituto.A diferencia de la otra noche, esta vez ninguno habla, pero no meresulta incómodo.

Laverdad, es que pensaba que mi estancia en Brooklyn sería más, cómodecirlo... ¿Movida? Más misiones y entrenamiento y menos broncas ymirar pantallas. Supongo que la vida de director es menos emocionantede lo que pensaba.

Unacorriente de aire eriza mi piel y me cruzo de brazos intentadoretener más calor. Alexander se remueve a mi lado, tal vez tengafrío al igual que yo, pero no le presto demasiada atención. Laacera llena de chicles que a saber cuánto tiempo llevan allí,resultan ser más interesantes.

Unatela suave y con un perfume masculino cubre mis brazos. La chaquetaapenas pesa, pero evita que el frío llegue a mi. Mi mirada se posaen Alexander, cuyos brazos ahora están al descubierto.

—Nola quiero —me quito la chaqueta y se la coloco sobre los hombros aligual que hizo él conmigo.

Nosoy nadie importante para él, no pertenezco a su círculo cercano.Fue mi culpo no haber traído algo para abrigarme, no debe pasar fríopor culpa de un error mío, me parece injusto.

—Eresmuy tozuda —niega con su cabeza.

—Ytu siempre estás de mal humor —me encojo de hombros bajo sumirada—. Cada uno tiene lo que tiene.

Permanecemosunos minutos más en silencio.

—Estamañana Jace nos dijo que no te despertasemos —yo asentí,esperando a que continuara—. Pero, no nos dijo el por qué.

Yomordí mi labio. No tenía mucha importancia lo sucedido, simplementehabía pasado una mala noche. Pero ya tuve suficiente con que Jace meviera desarmada y vulnerable, no quería que eso se repitiera conAlexander.

—Tuvimosuna noche agitada —me limité a decir.

—Espera...¡Te has acostado con Jace! —él me miró asombrado deteniendo suspasos—. ¡Jace está en saliendo con Clary!

Situviera agua en la boca la abría escupido.

—¿Cómoque están saliendo? —me detengo enfrente de él poniendo mis manossobre mi cadera.

Alexandermaldijo por primera vez ante mis ojos, y la verdad es que lasituación se estaba tornando interesante.

—Ohmierda, Clary va a matar a Jace cuando se entere —Alexander pasalas manos por su pelo.

—Solose quedó conmigo hasta que se me pasó el susto de la pesadilla y medormí, no entiendo por qué se iba a molestar Claryssa —habloconfundida ladeando mi cabeza—. Además, no sabía que estabansaliendo. Entiendo que quieran mantener su relación privada, cosaque veo difícil pues seguro que la pelirroja le cuenta todo aIsabelle, pero bueno, eso es problema suyo.

Sinesperarlo continuo mi camino, ya alcanzo a ver la puerta delinstituto. Es impresionante como el camino hacia allí se me hizo tancorto, y el de vuelta tan largo, pero no me desagradó. Fue graciosover a Alexander preocupado pensando que Jace había metido la pata.

—EntoncesJace te escuchó gritar porque estabas teniendo una pesadilla y sequedó contigo hasta que te dormiste. Sabía que habías pasado unamala noche por eso nos prohibió que te despertaramos —empezó aatar cabos.

Yoalcé la mirada al cielo estrellado. Realmente se veía bonito, peroera una opinión que me guardaría para mí misma.

—Tecuesta pillar las cosas por lo que veo —le di unas pequeñaspalmaditas en la espalda antes de entrar.

—¡Hera!—gritó todavía desde la calle, pero yo ya había entrado.

Enla sala central, los tres shadowhunters buscaban con su mirada almayor de los Lightwood. Cuando me vieron se acercaron a mi algoconfusos.

—¿Sabesdónde está mi hermano? —me preguntó Isabelle.

—Vieneahora —me limité a responder. Cuando me adentraba en la sala dearmas, escuché como saludaba a sus amigos.

Demasiadointrigada en la futura conversación, centré toda mi atención enellos. Mis oídos zumbaron pero poco después pude escuchar sus vocescomo si estuvieran a menos de un metro de mi.

—¿Dedónde venís? —reconocí la voz de Isabelle. No sé qué caratendría, pero parecía que sospechaba cosas que no eran.

—Deuna misión. Un pequeño grupo de sharks —habló con esa típicadejadez, como si nada le importara—. ¿Y vosotros que hacéis tantemprano aquí?

Apuestomis shuriken y mis dagas a que ahora mismo el pelinegro tiene su ceñofruncido mientras les mira.

Dejomis armas limpias en su sitio junto el cinturón y me encaminonuevamente hacia la sala central. Alexander sigue de brazos cruzadosen espera de una respuesta.

—Claryno se encontraba muy bien —le responde Jace desviando su miradahacia la que resultó ser su novia.

Ellale devuelve la mirada llena de amor junto una sincera sonrisa. Sinduda, saber que el rubio se preocupa por ella le llena el corazón defelicidad.

¿Cómono pude darme cuenta antes?

—Hera—me llamó Isabelle. Yo me giré y me encaminé hacia ellos.

—¿Quésucede? —le pregunté con desinterés algo cansada.

—Mecambio y te entrego el vestido —me informa inclinando su cabeza.

Observósu cuerpo el cuál se ajusta perfectamente al vestido marcando dóndedebe marcar. Lo que más me gustaba de Isabelle era sin duda su pelo,Maryse me había hablado mucho sobre los guapos que eran sus hijos,en especial Isabelle.

Nose equivocaba.

—Noes necesario, es tuyo —iba a remotar mi camino pero me detuvealzando mi dedo antes de que hablara—. Y ni se te ocurraagradecerme, que igual cambio de opinión.

Ellaasiente manteniendo un rostro serio, pero estoy segura que en cuantome girará, una gran sonrisa se apoderaria de sus labios pintadoscolor carmín.

Cuandogiré hacia la derecha, una mano me agarró por el ante brazo. Yo megiré algo asustada, pero cambié mi expresión al ver que solo setrataba de Jace.

—¿Vasa estar bien? —rascó su nuca algo avergonzado.

Tardéunos segundos en procesar a lo que se refería, pero finalmenteasentí.

—Si,tranquilo.

Élno dijo más. Se giró y volvió junto al resto.

¿Jaceestaba siendo amable conmigo? ¿Pero no me odiaba? ¿Qué mierda lesucede a los hombres de este Instituto?

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