Alec

By nayftes

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Una nueva guerra trae consigo a una futura directora en prácticas al Instituto de Nueva York. Bajo la tutela... More

ALEC
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CAPÍTULO ESPECIAL
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37(SEGUNDA PARTE)
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EPISODIO 2: roces

—¿Hera?

Lavoz de Isabelle acompañada de unos leves toques a la puerta de minueva habitación llegaron a mis oídos.

—¡Pasa!

Ella entró con curiosidad, observando la habitación que se me había asignado. Yo me encontraba frente el armario acabando de acomodar mis cosas. Estaba ya con la ropa que utilizaba de pijama; una musculosa de hombre de tiras un par de tallas mas grande que llegaba a la mitad de mi muslo cubriendo el pequeño pantalón negro junto unos calcetines altos. Mi pelo estaba suelo y algo húmedo tras la ducha.

—Lamento interrumpirte, pero Alexander a convocado una reunión ahora mismo—me informa observándome con lástima.

¿Piensa que me voy a cambiar de ropa o que?

—Seguro que ya informó a los de la Clave sobre el portal en la casa del brujo —comento fastidiada más para mí que para ella. Realmente la actitud de ese chico me molesta—. Todavía no sabe que la Clave arruina todo lo que toca.

Isabelle esbozó una pequeña sonrisa, parece estar de acuerdo conmigo. Su mirada se posó sobre el vestido de fiesta estirado sobre mi cama que esperaba a ser colgado en el interior del armario.

—¿Te gusta? —le pregunté sin mirarle.

Me giré en mi sitio y lo acomodé en una percha, entonces la miré.

—El vestido. ¿Te gusta? —le repetí con una de mis cejas alzadas. Ella asintió algo intimidaba—. Puedes usarlo las veces que quieras, pero a cambio deberás convencer a tu querido hermano mayor, de que nos permita salir una noche de fiesta. No me importa quién venga.

Ella muestra una amplia sonrisa que me recuerda a su madre. Parece que nuestros gustos son similares, y eso me agrada. La única persona que considero mi amiga es a Aline Penhallow, pero desde que se mudó a Los Ángeles junto su esposa, para dirigir juntas el instituto, hemos perdido mucho contacto.

—Me parece un buen trato —acepta conforme estirando su brazo esperandoa que estreche su mano.

Gustosa lo acepto y cierro las puertas del armario dispuesta a unirme a lareunión. Isabelle me mira algo sorprendida cuando se da cuenta deque acudiré así, pero luego parece hacerle gracia y se limita a seguirme.

Cuando ambas llegamos, todos los shadowhunters parecen encontrarse ya allí. Algunos posan su mirada sobre mi, algo sorprendidos por mi atuendo,pero no dicen nada al respecto, más bien parece agradarles la vista.

—Debemos informar, que el piso donde vivía anteriormente junto con mi esposo, Magnus Bane ha sido asaltado —un leve murmullo se hizo presenteante el impacto que había causado las crudas palabras de Alexander.

Isabelle agachó la mirada algo entristecida. La verdad, no sabía que Alexander fuera de esos que prefieren a las personas de su mismo género, supongo que eso me pasa por no estar al tanto de los cotilleos que van de boca en boca por Idris. Aunque lo que realmenteme sorprende, es que Maryse Lightwood haya permitido que su hijo se case con un subterráneo, pues si mal no recuerdo, no es que fueran de su especial agrado.

—Cuando fuimos a inspeccionar la zona, mi hermana Isabelle halló un portaldimensional que nos llevó hasta Edom —si sus anteriores palabrashabían causado un revuelo entre sus discípulos, esto los habíaalterado de más, por lo que Alexander no dudó en mandarlos callarcon una simple mirada. Todo el mundo acató las órdenes de sudirector sin rechistar—. Ya he informado a la Clave, y han ordenadoque el portal será vigilado por dos cazadores y se irán haciendorondas. Queda prohibido atravesar el portal, y si surge cualquierpercance deberán avisar de inmediato.

Aunqueel portal resultaba llamar la atención de más de uno, laprohibición de pasar tras el hacia que la misión luciera aburrida,por lo que cuando Jace preguntó por voluntarios, yo fui la única enalzar la mano.

—Yo—hablé, por si a alguien no le había quedado claro que estabainteresada en ir.

—Bueno,si va ella la cosa se pone más interesante —susurró uno de lospresentes aunque no logré distinguirlo entre la multitud. Para subuena suerte, el comentario inapropiado que soltó por su boca no memolesto.

Mimadre me había dicho que era una mujer atractiva, y con el tiempo lohabía aceptado y al igual que Isabelle, a veces lo usaba a mi favor.Así que opté por tomármelo como un halago.

—Puessi tan interesante te parece échale huevos y levanta la mano —gritépara todos en general, sabiendo que aquel sujeto no alzaría la mano.

Comopor arte de magia, todos mis compañeros giraron su cabeza hacia lapersona que había hablado.

—Entoncesanotaré tu nombre en el turno de primera hora —anunció Alexandersin que le diera tiempo a decir nada.

¿Soyyo o me está apoyando?

—Ytranquilo, no te tocará con Hera, no vaya a ser que te distraigas—finalizó Jace por su parabatai quien finalmente acabó deescribir algo en la hoja.

Alexanderalzó su cabeza y dirigió su mirada hacia mi, que me encontraba alfinal de las escalares junto Isabelle, por lo que teníamos una granpanorámica. Una pequeña sonrisa se asomó por la esquina izquierdade sus labios, pero solo yo pude percibirla.

—Bien,algún voluntario a parte de Liam —insistió Jace.

Yofruncí mi ceño y observé a Isabelle, quien ya me miraba. Ella seencogió de hombros indicándome que entendía tanto como yo.

Minutosdespués la reunión dio por acabado, y a pasos acelerados caminéhacia los parabatais que parecían comentar los turnos que asignaríana los shadowhunters.

—Másvale que me hayas apuntado —les amenacé antes de arrebatarles lospapeles. Fui mirando nombre por nombre, soltando una pequeña risacuando divisé el nombre de Liam entre ellos. Una vez que leí elúltimo nombre extendí mi mano hacia Alexander, quien sostenía elbolígrafo—. Dámelo.

Enrespuesta, rodó sus ojos y lo guardó en el bolsillo trasero de supantalón vaquero. El rubiales me observó atento esperando conansias mi reacción.

—Mehe ofrecido voluntaria para hacer guardia junto al portal —lerecordé haciendo pequeñas pausas entre palabra y palabra.

Jacesoltó una ligera risa, que solo me enfureció más. Yo alcé ambascejas.

—¿Ati que te hace tanta gracia rubio teñido? —le amenacé lograndoque se molestara y que me retara con la mirada.

—Novamos a dejar que la chica que nada más ver el portal se lanzó através de el, lo vigile —me respondió Alexander entregándole lashojas a Jace, quien desapareció de mi vista.

Mecruzo de abrazos molesta con él. Son más listos de lo que yopensaba, aunque son menos de lo que me esperaba. La gente habla delcuarteto de shadowhunters como si fueran Dios, y solo son cuatromuchachos que intentan destacar.

—Comoes posible que ataquen la casa en la que vivías con tu difuntomarido y no seas el primero en querer atravesar el portal —espetoindignada.

Sucomportamiento es tan sumamente, confuso. Entiendo por qué la Clavele tiene tan alta estima. Nunca había visto a alguien que controlará—o ocultara— tan bien sus sentimientos como Alexander Lightwood.Aún algún día va a explotar, y no va a ser una explosión nadabonita. Solo espero no estar cerca de él cuando esto suceda.

—Escuchameatentamente Hera —me acorraló contra la mesa, apoyando cada una desus manos a mis costados—. No eres quien para meterte en misasuntos. No le hagas a otros lo que no te gustaría que te hicieran ati.

Surostro estaba demasiado cerca del mío. Sentía su aliento calientechocar contra mía labios, algo que me inquietaba. No me gusta queatraviesen esa delgada línea que delimita mi espacio personal. Tulibertad termina donde empieza la mía.

—¿Algomás? —le pregunto alzando mi ceja manteniendo mis brazos cruzadoslos cuales chocan son su pecho.

—Pontemi chaqueta, no quiero que vayas así por el Instituto.

Finalmenteretrocede unos pasos y agarra una chaqueta gris deportiva quedescansaba en el respaldo de una silla. Mirando hacia otro lado,estira su brazo y yo la cojo.

Mientrassubo los escalones que dan al pasillo dónde están las habitacionesy el comedor me acomodo las mangas doblando el final de estas paraque no me queden excesivamente largas. Una vez en lo alto de lasescaleras, me giro hacia Alexander, quien me observa desde suposición.

—¿Contento?—le grito.

Élasiente desde su posición y yo desaparezco por uno de los pasillosocultando una pequeña sonrisa entre la penumbra.

...
𖣘𖣘𖣘
...

El shuriken salió a gran velocidad disparado de mi mano girando sobresi mismo lo suficientemente rápido como para ser incapaz dediferenciar las puntas que lo hacían tan característico, puespermiten rajar a tu oponente sin problema alguno.

Sinduda, los ninjas cuentan con las mejores armas, hablanto tantoeficazmente como de manera estética. Las pequeñas esferas en formade estrella se clavaron en el centro de las dianas como habíaprevisto, haciendo saltar pequeños trozos de madera los cuales seesparcieron por el suelo. Si de algo le estaba agradecida a mi madre,es de mostrarme y enseñarme a utilizar todo tipo de armas sinimportar su procedencia, antes de hacerme escoger la que sería, miarma principal.

Llevadesde el día que anuncié mi elección recordándome el gran errorque, según su punto de vista, —siempre correcto y adecuado—,cometí al escoger a mis queridas dagas. Y aunque la efectividad delas pequeñas armas clavadas en las dianas, son muchos más eficacesque las dagas a la hora de su lanzamiento, éstas no tienen ningunaotra función.

Noes que admire a mi madre, de echo trato de mantenerme lo mas alejadade ella, y aunque su papel como instructura y profesora fue más queexcelente, su papel como madre deja mucho que desear, si es quealguna vez llegó a desarrollar ese papel conmigo. Mi madre es entodos los sentidos de la palabra egocéntrica y ambiciosa. Y aunqueen un shadowhunter eso no es del todo malo, han sido esossentimientos los que han llevado a mi madre a su auto destrucción.Siempre con esa cara de desgana y cansancio que logra ocultar bajo sufalsa seguridad y su gran porte.

—¿Dedonde las has sacado?

Jacedetiene mi entrenamiento. Observo la vara larga de madera que sujetaentre sus manos mientras la mueve con gran habilidad.

—Reliquiasfamiliares —respondo con sencillez mientras me encamino parasacarlas de las dianas.

Esen momentos como estos que me gustaría ser una bruja. Podíacogerlas simplemente con ayuda de mi magia sin necesidad de moverme.

—Tehe investigado, Hera Hadid —susurrá en mi oído.

Micorazón se acelera. Me gustaría apartarme pero estoy atrapada entrela diana y él. Su pecho roza con mi espalda y su cercanía meresulta inquietante. ¿Que manía tienen los hombres de aquí conacorralar a las mujeres para interrogarlos?

—¿Y?—me encojo de hombros todavía dándole la espalda.

—¿Porqué tardaste tanto en finalizar tu entramiento? Hasta los dieciséisno obtuviste tu primera runa, y hasta que a los dieciocho mi abuelate acogió bajó su ala protectora, no empezaste a salir de misión—continuó moviendo con gran habilidad la vara mientras caminabasin rumbo alguno por la sala.

—Nosgusta la perfección —respondí cogiendo una vara similar a la deJace. Él se detuvo y se posicionó en una pose de ataque al igualque yo.

Segundosdespués, el sonido de nuestras varas chocando y el chirrido denuestros tenis contra el suelo era lo único que se escuchaba. Suvara ejercía presión sobre la mía, esperando a ver quién cedíaprimero.

—Laúnica persona que se fía de ti es Clary —me recuerda mientrasevito continuar retrocediendo. Estaba claro desde un inicio que élcuenta con mas fuerza que yo.

—Novengo aquí a hacer amigos, Jace Herondale, estoy aquí para mejorarmis aptitudes como futura directora, y la Inquisidora decidió queAlexander era el indicado —me defiendo al mismo tiempo que golpeosu pierna derecha con la vara.

—Alexanderme dijo que nunca antes te había visto, pero llevas toda tu vida enIdris, por lo que debiste empezar allí tus entrenamientos —insisteatrapando el final de la vara, y lanzandola lejos de mi alcance.

—Mimadre —le respondo sin un ningún tipo de detalle. Breve peroconcisa.

Desdemuy joven, mi madre me ha dicho lo importante que es saber utilizarbien las palabras, no solo por su significado, si no cuando las usas.

Nome gusta explayarme a no ser que sea totalmente necesario. Heapredido a no gritar incluso estando enfadada, y cuando estabatriste, mi madre me ponía a entrenar hasta que diera lo máximo demi concentración ignorando lo que fuera, que en ese momento me habíapuesto mal.

—Pareceque siempre tienes la situación bajo control.

Jaceejercía un poco de presión en mi cuello con la barra, pues trasdesarmarme, me había arrinconado contra la pared.

—Pareceno, tengo el control de la situación —susurro a escasoscentímetros de sus labios.

Alzomi pierna y le lanzo una patada directa a su estómago. Mi pie seentierra en su barriga y él retrocede hasta caer al suelo. La varahace un sonido sordo cuando choca contra el suelo, y cogiendo unshuriken que todavía estaba incrustado en una diana a mi izquierda,corrí hacia Jace sentándome encima antes de que pudiera levantarse.Lo amenacé situando una de las afiladas puntas de mi arma en sucuello, justo donde su vena resaltaba.

—Gané.

Apoyoambas manos en su pecho para coger impulso y levantarme. Guardó laspequeñas armas en uno de los bolsillos de mi pantalón y salgode la sala de entrenamiento.

—¡Hera!

Isabellese levanta de la silla y camina hacia mi con un rostro serio. Mesujeta por la muñeca y nos adentramos en la gran biblioteca. Una vezque se aseguró de que nadie nos escuchaba habló.

—Sesincera —se cruzó de brazos alzando una de sus cejas perfiladas—.¿Sientes algo por Jace?

Misojos se abrieron y empecé a reírme. La gente piensa que por hablarcon un chico guapo ya tienes sentimientos encontrados por él.

—Claroque no. Además, a mí me van más los morenos —le confieso bajo sumirada curiosa. Segundos después una sonrisa se posa en sus labios.

—Entonces,tu tipo de chico es más Alec —comenta con un tono socarrón. Estavez soy yo quien la mira sorprendida.

—Altoahí. No estoy interesada en nadie, me gusta la soledad —le aclaroalzando una de mis cejas.

Isabellees una chica encantadora, y le gusta caerle bien a la gente que lerodea, pero conmigo eso no funciona. No busco hacer amistades y muchomenos un novio.

—Deberíasdejar de meterte en la vida personal de los demás —le aconsejo—.Por cierto... ¿Qué es de tu madre? Antes la veía mucho por Idris,pero desde que la desterraron no supo nada más de ella.

Sabíaque mis palabras despertaron su curiosidad. Seguramente quería saberque tipo de relación mantenía con su madre, pero tras mis palabrasse contuvo.

—Ahoraes encargada de una pequeña tienda de objetos antiguos —me explicacon orgullo.

Isabellesiempre quiso muchísimo a su madre, aunque prefería a su padre,pues este no era tan exigente con ella como Maryse. No me imaginocomo se sentirá la pobre mujer, siempre seria, tenaz, leal yexigente, ahora siendo una mundana.

—Pocoantes de que se fuera me dijo que se iba a separar de vuestro padre.

Ellaasiente con su cabeza y aclara su garganta.

—Si,ellos se divorciaron. Ahora mismo mantiene una relación con Luke, elpadrastro de Clary —me cuenta sentándose en el borde de la mesa.

—¿LucianGraymark? —la miro sorprendida, a lo que ella asiente. Me dispongoa buscar un libro en una estantería cercana mientras continúo—.Así que el parabatai de Valentine Morgenstern... —suelto unapequeña risa irónica—. Y tanto vosotros como la pelirroja estáisde acuerdo, me supongo.

—¿Vosotrossabíais que vuestros padres formaron parte del Círculo u osenterásteis cuando la Clave decidió retomar la investigación delos ex miembros? —detengo mi búsqueda para observar su reacción.Nunca se sabe, a lo mejor todavía no lo sabe y sus padres lesmintieron, si es así quiero ver su reacción en primicia.

—CuandoLydia Brandwell llegó para hacerse cargo del Instituto temporalmentedurante lo sucedido con Valentine y el resurgimiento del círculo,salió junto Alec a inspeccionar a un repudiado, y se le escapó. Porese entonces ninguno sabía nada, así que fue un golpe duro paratodos, en especial para mi hermano —me explica jugueteando con subrazalete en forma de serpiente, el cuál parece ser indispensablepara ella.

Estose pone interesante.

Sinduda los Lightwood son un gran lío de mentiras y secretos, lo quelos hace muy interesantes, sobretodo desde la llegada de Claryssa.

—¿Porqué? ¿Alexander mantenía una relación más estrecha con tuspadres? —le pregunté algo confusa. ¿Acaso los Lightwood teníanpreferencias con sus hijos?

—Isabelle—la voz de Alexander nos sorprendió. Su mirada de advertencia hizoque Isabelle se marchara frustrada.

Élcerró la puerta de la biblioteca y me observó, a lo que yo rodémis ojos y retomé mi búsqueda.

—Deberiaisponer un bibliotecario, esto es una perdida de tiempo —me quejéleyendo los títulos.

—¿Porqué te interesa saber lo que pasó aquí durante aquellos meses? —meescrutó con la mirada—. Según me contó Jace, estabas bajo el alade su abuela, seguro que te mantuvo informada de todo.

—Teequivocas. Cuando a sus oídos llegaron que aquel monstruo seguíavivo, ella y mis padres acordaron mandarme al instituto de Madrid, enEspaña por mi seguridad —hablé haciendo comillas en la últimapalabra. Pues yo era la primera persona que estaba dispuesta a lucharcontra aquel ser sin corazón. Y ellas lo sabían, sabían que podríacon él sin apenas despeinarme, pero no me lo permitieron.Prefirieron no levantar sospechas antes que acabar con aquel hombre.

—No quiero , —me señala con el dedo—, que vayas por ahípreguntándole a mi hermana sobre lo ocurrido durante la resurreccióndel padre de Claryssa, ¿entendido?

—¿Porqué no? —me crucé de brazos inclinando mi cabeza hacia un lado—.Si no tenéis nada que ocultar no os importará que yo indague envuestro pasado.

Alexander apretó el puente de su nariz, seguramente harto de mi insistencia,pero es que estoy en lo cierto. Si no tienen nada que ocultar, ¿porqué se toma tantas molestias? ¿Por qué no me permite preguntarle aIsabelle lo sucedido?

—Eres consciente de que hasta que yo no de mi visto bueno, no podrás irtedel instituto y convertirte en directora —hizo una pequeña pausacon sus cejas alzadas—. ¿Verdad?

Megiré y encogí mis hombros ignorándolo. Sonreí satisfecha cuandoencontré el libro que buscaba y me senté en una silla y lo abrípor la primera página.

—¿Acaso algo de esto te importa?

Alcé mi cabeza cuando escuché el tono brusco con le que se dirigía hacia mi. Se había situado enfrente y apoyaba ambas manos sobre la mesa inclinándose hacia delante.


—Eres realmente atractivo, Alexander —murmuro cerrando el libro—. Es una lástima que tu corazón todavía le pertenezca a otra persona.

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