La Clase del 89' (Mycroft y t...

By MSCordoba

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Mycroft Holmes es el mejor promedio del instituto Dallington. Los valores de amistad y afecto no resultan rel... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 61,5
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Cartas
Epílogo
Nota de autora
Anuncio importante

Capítulo 46

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By MSCordoba

Jueves. Instituto Dallington.

Sonó la campana, marcando el final de la clase. Mycroft elevó una ceja con aburrimiento mientras veía desde su lugar cómo sus compañeros se amontonaban en la puerta, empujándose entre ellos para salir.

"Cómo ganado dejando el corral." Pensó el pelirrojo con disgusto.

Bajó la mirada, volviendo a su lectura. Sus ojos se movieron perezosamente sobre los párrafos sin prestar demasiada atención a su contenido. Solo era una forma de pasar el tiempo, hasta que el salón se vaciara por completo.

Escuchó un par de risas a sus espaldas. Por el rabillo del ojo observó a Anabeth platicando animadamente con su grupo de amigas unos cuatro bancos más atrás. La castaña se encontraba sentada en su lugar habitual, recargando su espalda contra la pared. Se la veía relajada, enfrascada en la conversación.

Mycroft, ignorando las risotadas de las chicas, regresó la mirada hacia su libro. En este punto, normalmente se levantaría de su asiento y saldría del aula. En esta ocasión, sin embargo, decidió permanecer en su lugar. Deseaba hablar con Anabeth a solas, por lo que esperó pacientemente a que las amigas de la castaña se retiraran. 

"La conversación comienza a decaer." Dedujo el joven, al notar como poco a poco el volumen de las voces se iba apagando. "Culminarán en los próximos cinco minutos."

Metió la mano debajo de su banco y de su interior extrajo un folleto. Pasó el pulgar por la solapa, mirándolo de manera contemplativa. Su mente se retrotrajo a la tarde del día anterior, más precisamente al momento en que ese programa le fue entregado.

Flashback.

<< La profesora Evans, una mujer joven de cabellos negros alborotados, observaba con atención el último acto. Cuando el protagonista dijo su diálogo final, la mujer se levantó de su asiento.

Y... ¡Fin! Ahora todos vayan al escenario... Eso es... Reverencia. Saludo. Y caída del telón. 

Todos obedecieron sus indicaciones. Ella, al ver el gran final, sonrió encantada.

Excelente, chicos. Hemos terminado por hoy. —anunció alegremente.

Mycroft, al igual que el resto de los actores, comenzó a bajar del escenario. Esa había sido otra clase tediosa. Daba gracias de que ya había llegado a su fin.

Esperen. Aún no se vayan. —los frenó de golpe, indicándoles que formaran una ronda alrededor de ella.

Sin más remedio, Mycroft se unió a sus compañeros. Mantuvo su expresión indiferente en todo momento, ocultando su fastidio interno.

Como ya saben, este era nuestro último ensayo. He visto todo el progreso que han hecho a lo largo del mes. Se han esforzado maravillosamente...

"Por el amor de Dios, a nadie le interesa su palabrería empalagosa. Vaya al grano, Evans." Masculló el pelirrojo para sus adentros, contando los segundos para largarse de allí.

Transcurrieron dos minutos en los que la mujer dio su discurso motivador, guardando el anuncio más importante para el final.

...y es por esto que la fecha de la función fue adelantada para este viernes. —continuó con su monólogo—. No se preocupen. Charlie me aseguró que sus vestuarios estarán listos en tiempo y forma. Así que nos veremos en dos días. ¡Y estudien sus líneas! —sonrió de oreja a oreja, liberando a la clase.

Mycroft rodó los ojos. No soportaba el optimismo de Evans.

Como de costumbre, dejó que sus compañeros salieran primero. No le gustaba estar en el medio de la multitud. Se hizo a un lado, dejando que la sala se vaciara poco a poco. Luego de unos momentos, comenzó a caminar hacia la salida. 

Cuando estaba a punto de dejar la sala, la profesora llamó su atención.

El joven maldijo para sus adentros y regresó sobre sus pasos, sacando a relucir su mejor cara.

¿Me ha llamado, profesora?

Ah, Myc. Quédate un segundo, quería darte esto. —rebuscó entre su bolso hasta encontrar la última copia del programa—. Eras el que me faltaba. —se lo tendió.

"Mi nombre es Mycroft, no Myc. ¿Cuántas veces deberé repetírtelo?"

Le agradezco, pero eso no será necesario. Conozco los horarios. —habló con cortesía, manteniendo su actitud condescendiente.

Es para que invites a tus familiares y amigos. —le volvió a tender el folleto—. De seguro ellos estarán ansiosos por verte.

El pelirrojo tomó el trozo de papel de mala gana. Levantó la mirada y, con una sonrisa forzada, saludó cordialmente a su profesora. Sin perder más tiempo salió del lugar a grandes zancadas. >>

Fin del flashback.

Mycroft leyó la información de ese panfleto por tercera vez en lo que iba de la mañana.

Su familia vendría a verlo. No porque él lo deseara precisamente. En realidad, su asistencia a la función no tenía mucha relevancia. Él no mejoraría ni empeoraría su desempeño arriba del escenario tan solo porque ellos estuvieran allí presentes. Pero a pesar de sus argumentos, su madre se había mostrado firme y prometió sentarse en primera fila. Y si ella asistiría, por fuerza su padre y Sherlock también lo harían.

Al dar ese asunto por concluido, solo quedaba una pregunta rondando en su cabeza.

"¿Debería invitar a Anabeth?"

Desde un inicio, él no estaba interesado en participar en la obra. Mucho menos que fueran a verlo. Los ensayos habían sido tortuosos, al igual que las interacciones forzosas con el resto de sus compañeros. Por lo tanto, no había un motivo real para que Anabeth fuera a verlo. ¿Por qué tendría ella que presenciar una obra que ni él mismo consideraba relevante? Era absurdo y completamente irracional.

Y ahí estaba su conflicto.

Se imaginó a su amiga sentada entre el público. Lo observaría y aplaudiría, incluso si su actuación no era la mejor del mundo. Ella permanecería ahí.  

"Creo que eso... sería de mi agrado." Se dijo para sus adentros. 

Un chillido agudo sacó a Mycroft de sus pensamientos. Instintivamente levantó la cabeza, intentando descubrir la procedencia del grito. Solo se encontró a Anabeth platicando con sus amigas.

Las voces de las chicas, que antes se oían como un ruido blanco en el fondo de su mente, ahora cobraron nitidez.

— ¡Anne! ¿¡Por qué no me lo dijiste?! —Clara volvió a chillar de la emoción.

"¿Qué le sucede?" Pensó el pelirrojo, extrañado por el comportamiento de la rubia.

— Habla más fuerte, idiota. Creo que en China no te escucharon. —habló la castaña con sarcasmo.

— Pero... ¡Ahh! Sabía que entre ustedes había algo. —exclamó con alegría.

— Dan solo quería verme. No es una cita. Ya cálmate, mujer.

"¿Ricitos de Oro?"

Mycroft apretó los labios con disgusto, manteniendo la vista al frente. Sabía que ese era un asunto que no le concernía, pero aun así sintió un ápice de molestia con la sola mención del nombre.

No era apropiado escuchar conversaciones ajenas. El joven era consciente de ello. Pero ahora no podía simplemente ignorar la plática que se estaba llevando a cabo a sus espaldas.

— Es que... Agh, ¡¿por qué tú nunca me cuentas nada?! —continuó la rubia, sin salir de su exaltación.

— Quizá porque siempre reaccionas de esta forma. —respondió Anabeth con calma, ganándose un pequeño golpe en el hombro de parte de su amiga.

Erika observaba a ambas desde su lugar. Si bien la noticia de Anabeth la había tomado por sorpresa, no era el tipo de sorpresa que ella esperaba. Su reacción, al contrario de Clara, fue mucho más moderada. Permaneció en silencio, dejando que sea la rubia quien hiciera el interrogatorio.

— Bueno... Ya dinos. ¿Cuándo se verán? ¿Dónde irán? ¿Qué harán? ¿Qué usarás? —la bombardeó.

Anabeth reprimió el impulso de rodar los ojos. En esos momentos deseaba que se la tragara la tierra.

— Mañana por la tarde iremos a un café. Él dijo que había uno frente a su escuela... —comenzó a responder, manteniendo una expresión casual.

Mycroft consideró que ya no era necesario seguir escuchando.

<< Mañana por la tarde. >>

"Creo que mi duda ya se resolvió por sí sola." Suspiró con pesar. "Fue tonto de mi parte. Era obvio que tendrías mejores planes."

Cerró el libro y lo guardó en su mochila. Se levantó de su asiento y salió del aula, procurando mantener una expresión apática en todo momento. Dio unos cuantos pasos y, mientras giraba en el siguiente pasillo, notó que aún sostenía el folleto en su mano.

Lo arrojó en el cesto de basura más cercano y siguió su camino.

***

Luego de guardar sus cosas, las tres jóvenes se despidieron en el pasillo. Clara tenía gimnasia ese día, por lo que comenzó a caminar en dirección opuesta, hacia el comedor.

Cuando la rubia desapareció de su vista, Erika se volvió hacia Anabeth y tomó su muñeca, conduciéndola hasta el baño de mujeres. Allí podrían hablar en privado.

— Ya, Eri. ¿Qué sucede? —habló la ojimiel una vez que fue liberada. El semblante de su amiga era serio.

— ¿Qué estás haciendo? —inquirió la pelinegra, cruzándose de brazos—. Sé que Dan te atrae físicamente, ¡¿pero una cita?!

Anabeth abrió la boca para hablar, pero su amiga no se lo permitió.

— Escucha, Dan es amigo de mi familia y lo conozco desde hace años. Es un buen chico y sé que le gustas. No me molesta que salgan. Estoy feliz por ustedes. Pero te advierto que si esto solo forma parte de tus juegos de coqueteo...

— Me gusta Mycroft. —le cortó a media oración. No permitiría que la pelinegra le diera un sermón innecesario.

Erika cerró la boca y parpadeó varias veces, estupefacta. Anabeth se encogió de hombros con resignación. No le importaba que su amiga lo supiera. Ella ya había sido su confidente en el pasado y ahora volvería a serlo.

— Y si me dejaras hablar... —continuó—. Sabrías que no planeo tener una salida romántica con Dan. Quiero charlar con él. Eso es todo.

— ¿Qué mier...? —Erika negó con la cabeza, completamente confundida—. Sí, explícate porque no entiendo nada.

Anabeth observó a su alrededor, cerciorándose de que se hallaran completamente solas en el recinto. Al constatar que así era, se permitió explayarse.

— Decidí quedar con Dan para hablar y... En resumidas cuentas, dejarle en claro que no busco nada más allá de ese contacto casual que tuvimos en su fiesta. Sí. Dan me atraía, pero no de una forma romántica. No permitiré que el pobre se ilusione conmigo.

— Okey... —asintió la pelinegra, mucho más en calma—. Pero, ¿por qué un café? ¿No podías simplemente cortarle por teléfono?

— Porque estoy tratando se hacer lo correcto, ¿sí? —comenzó a pasearse por el recinto, en un intento por aplacar su ansiedad—. Tú misma lo dijiste. Dan me trató bien desde el inicio. Si voy a echar por tierra todas sus esperanzas, entonces debo hacerlo de frente. —respiró profundamente, en un intento por serenarse—. Lo hago por respeto hacia él. Es un buen chico y se merece tener una explicación cara a cara.

La expresión de Erika se suavizó al ver a su amiga. Pudo ver en el rostro de Anabeth que esto era difícil para ella. Se la veía agotada.

— Solo quiero hacer las cosas bien... —dijo en un susurro.

— Oye, está bien. —Erika colocó una mano en su hombro, regalándole una sonrisa—. Y perdón por reñirte. Creí que... Bueno, al diablo lo que yo creí. Me parece muy maduro de tu parte lo que estás haciendo.

— Gracias. —una media sonrisa tiró de sus labios. Era como si le hubieran quitado un costal de papas de la espalda. Fue un alivio para ella.

— Pero... ¿Qué vas a hacer con Mycroft?

"La pregunta del millón."

— Nada.

— ¿A qué te refieres con "nada"?

— Eso mismo. Nada. Seguiremos siendo amigos. No se gana, ni se pierde.

— Anne... —Erika se cruzó de brazos, casi en una actitud de reprimenda.

— No me mires así. —rodó los ojos con fastidio—. ¿Qué quieres? ¿Qué lo estampe contra la pared y lo bese? —habló con notorio sarcasmo.

— Te ha funcionado en el pasado...

Anabeth se pellizco el puente de la nariz con frustración. Erika no la estaba ayudando.

— Sí, pero con chicos que coqueteaban conmigo. Desde el inicio había una predisposición a tener un contacto casual. Esto es diferente.

— Sí, es diferente. En vez que sentirte atraída por el físico, te atrae la persona. ¿Y qué más da si es tu amigo? Te gusta. Por primera vez veo que tienes sentimientos por un chico. ¡Es genial!

— Agh, no uses esa palabra.

— ¿Qué palabra?

Sentimientos. —lo dijo como si mordiera un limón—. Ya he tenido bastantes problemas a causa de esos desgraciados.

— Me equivoqué. Ustedes dos no se verían bien juntos... —habló en un tono serio—. ¡Están hechos el uno para el otro! Son dos cubos de hielo.

Anabeth le dirigió una mirada asesina.

— Maldita sea, Erika. Si no vas a tomarte esto en serio entonces...

— ¡Okey! Lo siento. Mala broma. —elevó ambas manos en son de paz.

— Después Clary pregunta por qué les oculto cosas. —masculló Anabeth para sí.

— Pero en serio, Anne. —habló de nuevo, esta vez sin ánimo de bromas—. No te entiendo. No eres tímida. ¿Por qué darle tantas vueltas al asunto? ¿Por qué con Mycroft sería diferente?

"Y ahí vamos de nuevo." Se quejó Anabeth para sus adentros.

— ¿Quieres que te enumere los motivos? Uno; y para empezar, Mycroft no es como el resto de los chicos. Tardó unos seis meses en definir si le agradaba, y otros dos meses en reconocerme como su amiga. Nuestra "relación", por decirlo de algún modo, se construyó muy lentamente. La insinuación de ser algo más podría abrumarlo, por no decir espantarlo. Punto número dos...

"Mierda, ¿acaso tiene una lista?" Maldijo la pelinegra para sus adentros.

— ...cuando coqueteo y posteriormente beso a algún chico, luego pierdo el interés en él. Me hago a un lado y sigo mi camino. Sé que esto es diferente porque los malditos sentimientos están involucrados. —pasó una mano por su cabello, y habló lentamente—. Pero aun así tengo miedo... Miedo de que, en el hipotético caso de estar en una relación con él, perdiera el interés y me viera en la obligación de alejarme... Y no quiero alejarme. Punto número tres...

"Sip. Tiene una lista." Pensó la pelinegra con amargura.

— Ya Anne... Déjalo.

— Aguarda, porque este es mi favorito. —Erika rodó los ojos e hizo un ademán con la mano para que prosiguiera—. ¡Ni siquiera sé si le gustan las mujeres! Podría ser gay o asexual y yo no lo sabría. —soltó una pequeña risa—. Ay, Dios... Me rio por no llorar. Es... Ya no es frustrante. Es cómico. —pasó una mano por su frente y exhaló—. Bueno. Sigo. Punto número cuatro...

— E-espera. Ya, detente. —tomando a su amiga por los hombros—. Es suficiente.

— ¿Segura? Tengo dos motivos más... —ladeo la cabeza hacia un costado, luciendo pensativa—. Quizás sean tres.

"Si sigues hablando, te golpearé." Se dijo Erika para sus adentros.

— Ya oí suficiente. Gracias. —Erika la liberó. Respiró profundamente, pensando con cuidado sus siguientes palabras—. Por lo que me has dicho, solo estás viendo el asunto desde el lado pesimista. ¿No te has puesto a pensar en que Mycroft quizá podría corresponderte?

— Ya consideré esa opción.

— ¡¿Y?!

— No tengo ninguna evidencia que respalde esa teoría. —se encogió de hombros. 

No le importaba que estuviera hablando en el lenguaje que usaba con Mycroft. No le importa que tan fría se oyera en esos momentos. Su lado racional había tomado el control y no iba a censurarse ahora.

— Él jamás demostró un atisbo de interés por algo más allá de la amistad. Simplemente no se involucra en esas cosas. No voy a correr riesgos innecesarios.

Anabeth giró sobre sus talones, dirigiéndose hacia la puerta. Ya no veía un propósito en aquella conversación.

— Pero... —Erika hizo una pausa al ver a su amiga partir—. ¿Y si él te diera alguna señal? —añadió, antes de que llegara a la puerta.

Anabeth se detuvo.

— En ese caso reconsideraría mi postura. —aceptó—. Pero sé que eso es prácticamente imposible.

— ¿Por qué?

Anabeth sonrió de lado.

— Balance de probabilidades.

Erika abrió los ojos de par a par y observó cómo su amiga abandonaba el recinto.

"El amor es un problema. Y yo no quiero problemas." Se repitió la ojimiel, mientras caminaba silenciosamente por el pasillo, en dirección a la salida.             

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