Mi problema para siempre #3

By yaninaegomez

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[COMPLETA] Empezar desde cero no siempre es tan fácil y menos si llevas contigo una mochila repleta de recuer... More

PLAYLIST + NOTITA
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Epílogo
EXTRA: El amor de un ángel
EXTRA: Una promesa
AGRADECIMIENTOS + CUARTO LIBRO

Prólogo

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By yaninaegomez

(Tiempo atrás...)

Los gritos no cesaban, es más, iban en crescendo. Nicholas frunció el ceño y levantó la vista de su libro. Hace una semana había descubierto la magnífica obra de arte Crimen y castigo de Dostoyevski. No se había separado de su libro en toda la mañana, salvo para decirle a la pequeña Natalie que dejara de fastidiarlo con preguntas y pedirle a su mamá que llevase a Dustin al jardín trasero de la casa porque ese demonio de dos patas no dejaba de correr por la casa y rebotar su pelota. Y ahora, el momento que tenía de tranquilidad antes de entrar a clases, se veía fastidiado porque un grupo de bravucones del último año estaban molestando a otro nerd, probablemente. Su mejor amigo puso los ojos en blanco, se acomodó sus lentes con marco negro y volvió a la lectura. Había convencido a su buen amigo que lo leyera y ahora ambos no podían quitar sus ojos de las páginas.

-No lo hagas Petrov... -murmuró sin levantar la vista, intuyendo los pensamientos de su amigo. Nicholas sabía a qué se refería, pero no podía evitarlo. Constantemente quería ayudar a las personas y culpaba a sus padres por criarlo así, tan santo y altruista. "El ángel Nicholas", solía llamarlo Dakota, aunque desde que conoció a Paul, básicamente se olvidó de molestarlo porque lo único que ocupa en su mente es Paul Wagner. El amor apesta, pensó Nick porque le disgustaba la idea de cambiar tanto e idiotizarse con una persona, aunque secretamente añoraba algún día encontrar el amor así como su padre encontró a su madre y su abuelo a su abuela. Eran amores puros, almas que se complementaban pero Nicholas jamás lo admitiría en voz alta porque recibiría las burlas de su mejor amigo y de su hermana Dakota... Probablemente los pequeños traviesos Dustin y Natalie también se unirían a la burla.

Los gritos volvieron a interrumpir sus pensamientos y entonces cerró su libro con brusquedad. Su amigo soltó un extenso suspiro y también dejó su lectura, pronosticando lo que venía a continuación.

-Puedes tener el mejor promedio de la escuela, pero no creo que Stanford te acepte si se entera que amas meterte en peleas -comentó el muchacho de cabello castaño mientras seguía a Nick, intentando en vano convencerlo para que cambie de parecer.

-Stanford no me interesa, no si es tan elitista como esta estúpida escuela -murmuró fastidiado. Su amigo evitaba los problemas, cosa que Nick jamás pudo. Nicholas creía que se podía salvar a las personas con un poco de ayuda. Siempre buscaba ayudar a la gente, en cambio su amigo... Bueno, él era un observador silencio.

Los bravucones estaban en círculo, insultando y pateando a un pobre diablo que estaba de rodillas en medio de todos ellos. Los del último año son detestables, pensó Nick mientras apretaba los puños. Solían molestar a su mejor amigo y a él desde chicos, hasta que Nick aprendió a luchar. Ahora solo lo miraban de lejos, con sus caras de matones improvisadas. Aunque de vez en cuando molestaban a su mejor amigo, le tenían miedo a Nick porque les había dado una paliza la última vez.

-Olvídalo, es el drogadicto de siempre -lo frenó su amigo tomándolo del brazo. Nick frunció el ceño al escucharlo.

-¿De qué rayos estás hablando? -murmuró confundido.

-¿No escuchaste los rumores...? -preguntó y entonces tragó saliva para luego comentarle lo siguiente en voz baja como si se tratara de un secreto-. Al parecer es un mafioso que trafica, Nick... -soltó abriendo bien grandes los ojos-. Estamos hablando de narcotráfico, es peligroso.

-¿De verdad crees esos chismes? -Su amigo se encogió de hombros-. ¡Por el amor de Dios, tiene nuestra edad! -se quejó poniendo los ojos en blanco-. Traficante o no, le están dando una paliza y odio a los bravucones. -Si había algo que todo el mundo sabía de Nicholas era que detestaba a aquellos que se aprovechaban de los demás por el simple hecho de considerarse más poderosos.

-Te lo advertí -murmuró levantando sus manos y soltó un suspiro rendido. Nick era imposible de convencer cuando algo se le metía en la cabeza. Natalie lo consideraba su superhéroe por querer ayudar a los más débiles, por otro lado, Dakota creía que era un suicida.

Nicholas se abrió paso entre los bravucones del último año. Había uno en especial, el líder, que siempre lo miraba con odio. Todos se callaron al verlo. Nick había ganado un poco de musculatura desde que comenzó a jugar béisbol y ya casi no había nada del niño escuálido al que molestaban. Vio a la víctima arrodillado y cubriéndose la cabeza con las manos. Tenía golpes, pero algo le decía a Nick que esos no era tan recientes.

-Largo -soltó Nick cortante sin mirar a los salvajes. Todos en el instituto les tenían miedo, pero Nick no. El único que se rehusaba a irse era el líder, que lo miraba desafiante. Nick clavó sus ojos en él. Tenía unos diez centímetros más que él, pero no le tenía miedo, no desde que pudo patearle el trasero (y romperle su muñeca de lanzador estrella).

-Esto no se queda así, ¿escuchaste rata? -preguntó a su víctima en modo amenazante. Dio a Nick una última mirada furibunda y se marchó a regañadientes, insultando por lo bajo como siempre hacía.

Nick se puso de cuclillas y tocó el hombro del chico golpeado. Tenía el cabello enmarañado de un castaño oscuro que le cubría la frente y parte de las cejas. Vestía de negro, como esos tipos malos de las películas que le gustaban a Dakota. Nick lo reconoció. Era el chico que siempre se saltaba clases y llegaba tarde, que no hablaba con nadie y se sentaba al final del salón. No recordó su nombre.

-¿Estás bien? -preguntó cuando el muchacho se sobresaltó. Se levantó de repente y comenzó a sacudirse la ropa con enfado. Tenía el labio partido, la ceja izquierda hinchada y había un gran marca violeta en el pómulo derecho, pero ese no parecía un golpe reciente.

-Sí -contestó tajante, apretando su mandíbula y mirando hacia todos lados menos a Nick. Comenzó a alejarse. Nick frunció el ceño.

-¿Gracias, no? -Al menos agradece, idiota, pensó Nick bastante irritado.

-No necesito tu ayuda ni la de nadie, ¿de acuerdo, niño bonito?--soltó volteando a verlo con una expresión furiosa. Nick elevó ambas cejas-. Así que apártate de mi camino -rugió antes de desaparecer. El mejor amigo de Nick le tocó el hombro y negó con la cabeza. Nick soltó un bufido y entró al establecimiento porque ya sabía lo que se venía. Los "te lo dije" de su mejor amigo lo irritaban tanto.

Nick se sentó junto a su amigo mientras la profesora de química se dedicaba a quejarse sobre el mal rendimiento del curso y de los cambios que iba a implementar este nuevo semestre. Nadie la escuchaba, la señora Sanders era conocida por ser muy quejosa y dar monólogos sobre buen comportamiento y ética. Nick solo quería ciencia, con su amigo ya tenían preparado un proyecto que iba a cambiar el mundo. Habían pasado todo el verano pasado ideando y no podían esperar para llevarlo a cabo. Las energías renovables eran algo con lo que nadie quería meterse, pero Nick amaba poder descubrir otras fuentes de energía para abastecer a una sala, un edificio e incluso una ciudad. Su sueño era generar un nuevo cambio, uno que beneficiara a los seres humanos a largo plazo. Quería reducir la contaminación al menos en California.

-Siempre he creído que no hay causas perdidas. -La profesora se cruzó de brazos y miró a sus alumnos haciendo un paneo con la vista. Aquello que dijo captó la atención de Nick, que levantó la cabeza y la miró con curiosidad-. Creo que no hay causas perdidas si alguien se toma la molestia en observar y luego actuar. -Nick también lo creía. Su mejor amigo siempre se lo dijo "te interesan las causas perdidas, es una pérdida de tiempo", pero él creía que si se actuaba a tiempo, ya no iban a estar tan perdidas-. Es por eso que vamos a cambiar la metodología de asientos por lo menos en mis horas -sentenció y los murmullos comenzaron a circular. Todos estaban cómodos en sus lugares. Incluso estaban sentados por nivel de rendimiento, una cosa que se dio de manera espontánea y asquerosamente elitista. Los de peor rendimiento, incluso los que tenían becas en ese lugar, tenían los asientos de la mitad del salón hacia atrás. Los de mejor promedio y que tenían familias poderosas, adelante. Nick, lamentablemente, era ambas y todo el mundo lo sabía. A veces tenía miedo de que su promedio fuera alto solo porque sus padres eran quienes más contribuían al instituto. La profesora comenzó a decir los nombres de las nuevas parejas que iban a trabajar en su clase. La señora Sanders era conocida también por su proyecto al final de curso en la feria de ciencias. Cada año los alumnos se esforzaban más porque eso significaba un pase directo a una beca en Stanford. Nick soñaba con esa universidad desde que la conoció en un tour con su padre. Su padre estudió allí y conoció a su madre. Stanford era un legado familiar en los Petrov, tanto como el queso de Rusia de sus abuelos y las famosas delicias de la abuela Vera.

La profesora Sanders nombró a Nicholas y éste frunció el ceño. No quería alejarse de su mejor amigo, habían sido inseparables desde el kinder. Sí, solían discrepar mucho porque él provenía de una familia que no le importaba en absoluto el medio ambiente, pero al menos se llevaban bien y se entendían. Nick odiaba los cambios, para él siempre tenía que ser todo meticulosamente pensado. Nada de cambios bruscos, nada de respuestas a medias, nada de sobresaltos. Dakota siempre fue todo lo contrario a él, más libre, más de vivir el momento. Nick supo desde muy chico que jamás podría hacerlo. Dejarse llevar es algo que no era parte de su vocabulario.

-Joven Petrov, al fondo -informó la señora Sanders mirándolo sobre sus lentes. Nick detestaba que usara los lentes de esa forma, siempre mirando a sus alumnos como pequeños insectos-. Última fila a la derecha. El único asiento que queda libre -añadió antes de volver a su escritorio. Nick tragó saliva. Ya sabía quién estaba allí. Volteó a ver a su mejor amigo y éste sólo hizo una mueca. Jamás se habían separado y ahora también tenía que compartir sus ideas con el flojo del curso, que apenas se molestaba en asistir a clases. ¿Cómo iba a idear un proyecto sin ayuda de nadie?, pensó furioso con la profesora Sanders. Se sentó en el asiento final y resopló.

-Eh, niño bonito... -saludó el desconsiderado al que había salvado el cuello horas antes-. Escuché que eres el promedio más alto.

-No te haré la tarea si eso es lo que buscas -murmuró entre dientes, volteando a verlo con cara de pocos amigos. Nick era la persona más amable y considerada de todo el instituto, pero odiaba a los aprovechadores, aquellos chupadores de sangre que se beneficiaban del trabajo de los demás y a los que les importaba una mierda las demás personas. Odiaba las injusticias y a los parásitos... Y el mundo estaba infestado de ellos.

-¿Crees que no soy lo suficientemente inteligente como para hacer mis deberes? -preguntó enarcando una ceja. Nick hizo una mueca.

-Tu promedio habla por sí solo. -El muchacho pareció molesto por su comentario. Nicholas sabía que no debía juzgar a las personas antes de conocerlas, pero este tipo lo irritaba tanto.

-Tú no sabes nada, niño bonito. -Nicholas apretó los dientes cuando volvió a escuchar ese apodo que le había puesto.

-Me llamo Nicholas Petrov, para tu información -cortó y comenzó a anotar lo que la profesora escribía en la pizarra. Escuchó la risa ronca de su nuevo compañero de banco.

-¿Crimen y castigo, eh? -murmuró y entonces Nick frunció el ceño. Dejó de escribir-. "A los hombres hay que conocerlo antes de juzgarlos..." -añadió y provocó que Nick volteara a verlo. Su compañero estaba observando el libro que había dejado sobre el escritorio-. No eres el único que lee, Petrov.

-Puedes decirme Nicholas -soltó volviendo a ver al frente-. Y si crees que haré todo el trabajo yo solo, estás equivocado.

-Isaac Wilson -respondió con su característica manera perezosa de hacer todo, hasta hablar. Wilson, con más historial negro que todos los bravucones del instituto juntos-. Y creo que tendré que hacer el trabajo sólo, tu novia ya me tiene entre ceja y ceja -se burló y Nick comprendió a quién se refería. Su mejor amigo Francis Hoffman siempre estuvo a su lado. Siempre fueron ellos dos contra el mundo. Ahora tenía que trabajar con un supuesto narcotraficante y Francis con la superficial de Jennifer, quien seguramente iba a aprovechar y pedirle que hiciera la tarea por ella. Pobre Francis, la persona más antisocial y retraída iba a ser timada por una manipuladora. Nick miró de reojo a Isaac Wilson, su nuevo compañero. Estaba con su teléfono celular enviando mensajes de texto a vaya saber quién. Algo me dice que yo también saldré timado con este imbécil, pensó al ver que ni siquiera tenía una lapicera para tomar apuntes y si la tuviera, probablemente tampoco anotaría nada. Una causa perdida estaba sentada junto a Nick y algo comenzó a escocer lentamente en él, como el aguijón de un insecto ponzoñoso escarbando, haciendo un hueco para meterse de a poco, pero no era consciente todavía... Nicholas Petrov se sentía atraído hacia las causas perdidas, como una polilla que va directo hacia la luz.

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