R E V E N G E | Villargas / I...

By weymorat

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Simón comprende que Juan Pablo no es culpable de las penas y tormentas que han pasado él y su familia durante... More

I. B O D A
II. A D V E R T I D O
III. M I E D O
D A N T E
[RECUERDOS P.1]
[RECUERDOS P.2]
IV. H A R T O
V. I D I O T A
VI. L O P R O M E T O
[RECUERDOS P.3]
VII. ¿ A L E J A N D R O ?
VIII. S E G U I R
IX. [P.1] N O R M A L
[RECUERDOS P.4]
IX [P.2] M I E R D A
X: O T R A V E Z
XI [P.1] I N T E N C I Ó N
XI. [P.2] D I S C R E C I Ó N
XII. G R A T O
XIII. V I S I T A
XIV. R A R O
XV. C O N F E S I Ó N
XVI. L O S I E N T O
XVII. [P.2] S U F I C I E N T E
XVIII. E N V I D I A
XIX. L E J O S
[RECUERDOS P.5]
XX. [P.1] M O L E S T O
XX. [P.2] A Y U D A
[RECUERDOS P.6]
Historia cancelada
XXI. P E N S A R
XXII: M Í R A M E A M Í
[RECUERDOS P.7]
XXIII. P A P Á
XXIV. E S T O Y A Q U Í
XXV. O L V I D A R
XXVI. N O C O M O A N T E S
XXVII. D O L O R
XXVIII. M E Q U E M A
[RECUERDOS P.8]
XXIX. [P.1] P A R A Í S O
XXIX. [P.2] A N T E I N F I E R N O
XXX. I N D A G A R
XXXI. I N F I E R N O
XXXII. S A N A R
XXXIII. A F E R R A R S E

XVII.[P.1] C O N S C I E N C I A

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By weymorat

De: Villa.
Para: Monchi <3

"¿Estás molesto conmigo?, ¿Por eso no llegaste a dormir?"

"Por favor dime qué no me odias y no te divorciarás de mí. Juro no hacerlo de nuevo."

"¿Estoy siendo fastidioso?, ¡Lo siento mucho!"

"Me gustaría disculparme en persona. Ven a casa y hablemos por favor, amor."

"Te amo."

Hay veces en las que Simón se siente inexplicablemente como mierda.

Considera que esta es una de esas veces.

Sufrir de insomnio en él no es algo muy común, pero esta noche simplemente no pudo conciliar el sueño. Nathalia se abraza a su cuerpo una y otra vez en posiciones cada vez más extrañas que lo hacen sentir indudablemente incómodo y sofocado.

Su piel expuesta tiembla ante el contacto con una corriente de aire colándose por la habitación: Nath ha acaparado la manta para ella sola y a él lo deja desnudo y temblando por culpa de una ventana que no fue cerrada. Sus ojos viajan de vuelta a la pantalla de su dispositivo móvil.

Siendo apenas las 6:00 a.m. y sin nada interesante que hacer, pues todas sus horas de sueño se perdieron entre sus pensamientos luego de escuchar al Juan Pablo dolido y culposo creyendo que su matrimonio estaba roto, se levantó de la cama y procedió a vestirse otra vez.

"Pobre niño bobo, tienes tanto que aprender."

Había repasado en su consciencia, claramente cínica considerando los eventos recientes y el nombre de la persona con la que compartió la cama esa noche.

Justamente fue a ella a quien regaló una mirada de angustia y sin despedirse tan siquiera con una señal la abandonó en la más calmada posición. Ya tendría tiempo para disculparse después.

Salió de la casa y abordó su auto con la intención regresar a esa vida tan peculiar que mantenía, una que las personas como él no tendrían la oportunidad de aspirar, anteponiendo las intenciones antes que la cuestión económica, claro.

Sólo pudo pensar que todos los bienes que podría autoproclamar como suyos fueron costeados por una persona, que, cegada por el amor, colocó en bandeja de plata y a su nombre.

El auto, la ropa, la vida... Todo se lo debía a un nombre y apellido: Juan Pablo Villamil.

Gracias a su amor falsamente correspondido, a su entrega e ingenuidad, ahora tiene todo lo que alguna vez soñó.

Y mentiría al decir que lograr eso no le da satisfacción, pero también mentiría asegurando que no se siente algunas veces como mierda. Simón lo sabe perfectamente, Villa no es culpable de nada, él es bueno, diferente a su padre y al resto de los niños ricos que conocía.

Pero le tocó ser quien más sufra. Y a veces los buenos no viven felices por siempre.

─ Ay niño, si nos hubiéramos conocido en otras circunstancias, quizá...─ Negó antes de terminar, sólo introdujo las llaves en su lugar.

No existen posibilidades de creer en "otras circunstancias", porque nunca las hubo ni las habrá. Ese siempre fue su destino con Juan Pablo, de forma inmodificable y con dirección clara hacia el fracaso.

Pero no iba a negarlo, al no poder corresponder sus sentimientos no hubiera estado del todo mal ser amigos, siendo Juan Pablo un ser tan noble y por el que vale la pena prestar atención.

En otras circunstancias hipotéticas, él y Villa habrían tenido una buena historia.



Por Dios, sólo pedía tranquilidad un maldito segundo. ¿Acaso está pidiendo demasiado?

Mientras se dirigía a casa de Villa pudo bloquear dos o tres llamadas de Nathalia, cuyo propósito seguramente era reclamar e iniciar una discusión como la de la noche pasada antes del sexo. Pero las siguientes fueron caso contrario, siendo el remitente nada más y nada menos que el abogado de su padre.

El sentido lo encontró al mirar su teléfono y revisar el calendario encontrando un glorioso "16 de junio" casi burlándose de él.

─ Maldita sea...

Lo había olvidado por completo.

Al contestar su abogado se encargó de refrescar su memoria de una manera remotamente amable. Así que inmediatamente cambió de ruta a una que le tomaría casi media hora.

Su padre terminaría su condena dentro de una hora y él debía estar ahí. Aunque todo lo que le dijo en su visita era cierto, seguía siendo el hombre que le dio la vida por muy hijo de puta que se portara con él.

¿Lo quería? Sí, pero no iba a decirlo en voz alta.

Además, también era el padre de Martín y estaba feliz de que ambos pudieran reencontrarse después de tantos años.

─ Oh, por dios... ¡Martín! ─ Frenó de golpe. Que idiota, llevaba días sabiendo que su padre saldría libre y jamás se lo contó a su hermano menor.

Y ahora con la actitud de mierda que tomó de un día para otro seguramente lo mandaría al diablo.

─ No es tiempo para pensar en ello, le pediré que me disculpe y dejaré que sea sorpresa. ─ Se dijo para luego continuar su camino.

Los minutos restantes no fueron del todo tranquilos, pero aun así pudo llegar a la prisión, donde su abogado le esperaba con el ceño fruncido y los ojos desbordando molestia.

Eres un imbécil, Simón. ─ Pudo escuchar apenas bajó del vehículo. ─ ¡¿Cómo mierda se te pudo olvidar que tu padre sale hoy?!

─ Mi vida no gira alrededor del viejo, disculpa. ─ Rodó los ojos. ─ Además, ya estoy aquí. Deja de gritar.

─ Me enteré que peleaste con tu padre.

─ Ese viejo tonto me echó en cara sus propósitos, pero yo no accedí a recalcarle todo lo que hice por él en estos años. Es algo muy bajo.

─ Bien, en lo que tu llegabas me notificaron que iban a dar la orden de liberación de tu padre. Es todo un proceso, harán un acta, le harán firmar unos papeles y devolverán sus cosas.

─ ¿Cuánto demorará eso?

─ No más de media hora.

Simón resopló. Estaba a tan sólo media hora de que su padre regresara a su vida, en forma de molestia o ayuda aún no lo sabía. Tenía diferentes emociones al respecto, una era ira y tenía claro por qué, pero otra simplemente le emocionaba tenerlo de vuelta, después de todo sólo tenía once años cuando lo encarcelaron y fue un golpe muy duro para él.

─ ¿Qué dijo tu hermano de esto? ─ Preguntó el abogado adivinando sus pensamientos.

Aún no lo sé. No se lo he dicho.

─ ¿Crees que se emocione? ─ Desde su perspectiva de hermano mayor respondió a la pregunta con un movimiento negativo de cabeza.

Martín casi no lo recuerda, la última vez que lo vio tenía cinco años... Tengo la impresión de que le dará igual. Prácticamente ese señor es un desconocido para él.

El abogado se mantuvo pensando un rato tratando de imaginarse la vida de ambos chicos, perdieron a su padre y recientemente también a su madre, uno de ellos aún era un adolescente. Simplemente no pudo, su imaginación no podría procesar todo.

Un custodio apareció frente a ambos para notificarles que la hora había llegado.

Ambos se acercaron a la puerta del reclusorio con los rostros más serios que ambos mostraron en su vida. Pese a un hombre que en su reluciente sonrisa degustaba nuevamente el sabor de la libertad.

Al poner un pie fuera del lugar donde estuvo encerrado algo en el ambiente se tensó, las malas lenguas dicen que su presencia advertía lo que se avecinaba. Para Simón y el hombre de traje sólo fue una corriente de aire, bastante similar a la que percibió su cuerpo desnudo en casa de Nathalia, pero esta vez la sintió más pesada e incluso hizo a su cuerpo estremecer.

Pero lo dejó pasar como una simple suposición suya en vez de una posible señal.

Hijo. ─ Sonrió el tipo. Simón aún lo miraba en silencio, le era muy extraño verlo con ropa normal y no de recluso.

Juan. ─ Genial, una razón más para odiar ese nombre.

¿No le darás un abrazo a tu padre? ─ Simón no lo consideró buena idea, por lo cual negó y su padre borró su sonrisa de inmediato. ─ Sé que tuvimos una discusión, pero, ¿Qué te parece si la olvidamos?

─ Hay cosas que no se olvidan de la noche a la mañana, Juan. Pero hablaremos de eso en otro lugar.

─ De acuerdo. ─ Bajó la mirada. ─ ¿Y Martín?, ¿Dónde está?, El último recuerdo que tengo de él es cuando tenía cinco años, y ahora...

Tiene diecisiete... ─ Interrumpió Simón. ─...Y aún no sabe nada de esto.

¿No se lo dijiste Simón?, ¿Por qué?

─ No creo que eso haya hecho una diferencia, para Martín eres solo un nombre, casi ni te recuerda.

El ambiente volvió a ser pesado, sobre todo por los puños apretados del hombre mayor que miraba desaprobatoriamente a su hijo, pero sin llegar a hacerlo sentir culpable.

El teléfono de Simón rompió el silencio, pero no aligerando el ambiente, podría decirse que lo tensó más. Y cómo no, si siempre que ese teléfono interrumpía algo eran malas noticias.

Y aún más si el remitente fue reconocido como Juan Pablo Isaza.

"Maldita sea Martín, ¿Qué hiciste ahora?"

¡Martín, por favor abre la puerta! ─ Isaza tenía los nervios de punta imaginado cualquier tipo de escenario.

Minutos atrás escuchó un vidrió romperse dentro de la habitación del menor y simplemente salió corriendo hacia él. Encontrando el plato de sopa intacto como era costumbre desde hacía dos días.

Martín no había comido más que el desayuno del día anterior, y tampoco respondió a sus llamados y eso lo preocupó demasiado.

¡Contesta maldita sea! ─ Decidió no perder más el tiempo cuando se topó con la misma suerte.

Rápidamente bajó al patio, específicamente al jardín y tomó lo que en su cerebro percibió como lo más razonable: una enorme pinza capaz de romper cualquier cosa.

Subió las escaleras a gran velocidad para después llegar a la habitación de Martín y sin pedir permiso arrancó el picaporte de un jalón. Ya antes tuvo ganas de hacerlo, pero no quiso incrementar el coraje que el menor le tenía, prefirió dejarlo en paz.

Grave error.

Porque ahora su pequeño se encontraba tendido en la alfombra, inconsciente y con los pedazos de un espejo rodeando su cabeza. No hace falta describir el pánico que Isaza sintió con tal imagen, éste inmediatamente levantó al chico del suelo e hizo de todo por hacerlo reaccionar.

Por favor responde pequeño. ─ El rostro pálido de Martín no dio ninguna señal de querer hacerlo. ─ ¡Maldita sea, abre los ojos!

Tecleó con rapidez los dígitos del número de emergencias en su celular. Sus ojos ya soltaban algunas lágrimas mientras su corazón latía con furia, de un lugar desconocido sacó las fuerzas para no derrumbarse y explicarle a la operadora que el menor necesitaba ayuda.

Por favor resiste pequeño, la ambulancia ya viene... ─ Abrazó a Martín a su cuerpo mientras lloraba. ─ Quédate conmigo, ¿sí?

La ayuda llegó más rápido de lo que pensaba y lo agradeció, pronto su vivienda dio lugar a un par de paramédicos que cargaron a Martín y lo subieron a una camilla para llevarlo al hospital.

Y todo por su irresponsabilidad.

¿Sabe qué pasó? ─ Preguntó uno de ellos.

─ Y-Yo, sólo lo encontré inconsciente. N-No sé qué pasó... ¿Puedo ir con él? ─ El uniformado asintió e Isaza subió a la ambulancia después de cerrar la casa.

Su corazón se rompió al ver a su pequeño tan frágil y vulnerable. ¿En qué momento pasó todo eso?

Si ya era un martirio para él que no quisiera hablarle, ahora sentía que moriría.

La ambulancia partió y en el camino le recomendaron llamar a los familiares, ya que él explicó no pertenecer a su familia sanguínea. Isaza olvidó por completo a Simón por la angustia. Rayos, ¿Cómo iba a decirle lo que pasó?

Sabía que el mayor lo iba a matar, pero asumió que se lo merecía, al final, era su culpa. Con un nudo en la garganta llamó a su celular mientras miraba a los paramédicos hacer su trabajo.

Al tercer timbre, el chico contestó.

«¿Qué pasó ahora?»

Simón no era tonto, se repitió.

«M-Martín... Él, e-está...»

«¡Habla bien carajo!, Qué manía tienen Villa y tú por hablar con tanto drama.»

«M-Martín»

«¡¿Qué mierda le hiciste a mi hermano, estúpido?!»

«Se puso mal, estamos de camino al hospital. E-Es el mismo donde Villa se operó hace un par de meses.»

La sangre de Simón se congeló.

«¿Q-Qué le pasó?»

«N-No sé. Simplemente se desmayó. Tienes que ir al hospital ahora.»

Simón cortó la llamada ante la mirada confusa de su padre. Sus ojos se posaron en los contrarios, sonriéndole con tristeza.

─ ¿Querías ver a Martín?, Muy bien, te llevaré con él.

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