Simón comprende que Juan Pablo no es culpable de las penas y tormentas que han pasado él y su familia durante doce largos años, pero aún así sus vidas se unen de una forma que ni la propia razón podría llegar a comprender y todo por un siniestro pro...
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Villamil se sentía muy mal.
Acababa de engañar a su esposo con su mejor amigo. Y aunque sólo fue un beso, él lo consideraba como la peor de las traiciones a su matrimonio... ¿Qué diría Simón si se enterara de esto?
Frustrado, estrelló la cabeza contra el volante de su automóvil. ¿Qué debía hacer ahora?
Al menos le quedaba el consuelo de que pudo ayudar a Isaza, de una manera inusual, pero así lo hizo.
Y ahora el único consuelo que tenía es ir y enfrentar las consecuencias de sus actos. Villa siempre ha sido muy honesto, por lo mismo no sabe mentir. Así que le diría a Simón lo que hizo esa tarde y aceptaría cualquier reclamo de su parte. Él era su esposo y le había fallado.
Aunque aún debía reunir el coraje para hacerlo; esto no era como en su niñez cuando inventó la extracción de sus muelas del juicio para ir a Disneylandia en día de examen. Pero ahora no iba a enfrentarse a su maestra de la escuela, no, se enfrentaría a su esposo que era igual o todavía más aterrador.
Pero antes, tenía que hacer algo importante.
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Martín volvió a su habitación bastante decaído por lo que había presenciado... El amor de su vida besando a su cuñado... Vaya, no supo de dónde sacó fuerzas para no desmoronarse ahí mismo. Si bien, los sentimientos de Isaza por Villa no eran un secreto para él, jamás se imaginó ser testigo de tan deprimente escena.
Sabía que el Juan Pablo menor lo había hecho porque se sentía culpable y que en realidad no sentía algo por él. Pero eso no le ayudaba a que dejara de doler.
Cuando su cama fue lo primero que su cuerpo sintió rompió en llanto. Nunca, nunca en su vida había sentido tanto dolor. Ni siquiera cuando Dante lo hizo su rehén y lo torturó con lo único sensible para el menor.
Seguramente Isaza estaría feliz por al fin conseguir lo que tanto anheló, se imaginaba su sonrisa de oreja a oreja, ¿Pero acaso se imaginaba él lo tormentoso que fue para Martín ver sus labios unirse a los de otra persona?
