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By Lxvelyh

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« ¿Quieres escucharme decirte que te quiero? -Su bonita sonrisa se impregnó con la sorna más vil-, pues bien... More

◾Prólogo◾
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◾ Agradecimientos ◾

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By Lxvelyh

Capítulo 20, Parte final.

Heridas del adiós.

Hyunjin

Su partida de casa había llegado más pronto de lo que pensó. En menos de dos semanas ya estaba rumbo a Inglaterra, con muchos reclamos enmudecidos y sin tener a alguien contra quién arremeterlos. Fue despedido en el aeropuerto únicamente por Yang Jeongin, quién prometió junto a una radiante sonrisa de metal ir a visitarle para las vacaciones de invierno. Hubiese querido que aquella promesa le calmase de alguna manera, sin embargo, sólo le provocó más desesperanza. Él viviría fuera de Corea por quién sabe cuánto tiempo, prácticamente estaría exiliado de lo que siempre estuvo acostumbrado.

Desconociendo el paradero de Kang Hani, pretendió en su cabeza que su corazón no le pertenecía a la chica. Seguramente estaba tan herida que no se atrevió a escribirle por sí mismo, porque no tenía el derecho ya de dirigirle una mísera palabra. Aún así, supo por parte de Minho y Jisung que la castaña ahora vivía con los Bang, los que en realidad, eran su familia. Compartió en su interior una felicidad genuina por ella, porque al fin tenía su ansiado hogar con el que siempre soñó. No todo el daño que le causó era catastrófico, o eso se quiso hacer creer pobremente para que su cabeza atestada de malos pensamientos dejara de atormetarlo.

Bajando del avión privado de la empresa familiar-requerimiento obligatorio por parte de su madre-, notó por qué odiaba esa parte de Europa y su deprimente clima grisáceo. Estaban a finales de verano, y el cielo entero se emcapotaba en nubarrones más oscuros imposibles. Durante todo el viaje fue en automático, acatando las normas del agente de seguridad que habían enviado con él innecesariamente. No tenía sentido rechistar, no era como si pudiese fugarse o algo por el estilo.

—Su equipaje ya está en el auto, joven Hwang. —El escolta que le hizo compañía le anunció, cubriéndolo con un paraguas por la lluvia que se avecinaba.

Miró al hombre de alta estatura que le indicaba el camino que debían seguir por el desolado hangar, y casi se rió irónicamente al ver a los tan esperados guardias de seguridad de trajes negros esperándolos en el SUV blindado y de alta tecnología. Aquello era excesivo, habían contratado a dos tipos más, claramente extranjeros, para que lo costudiaran hasta su llegada a Oxford. Sin contar el avión privado, y toda la parafernalia exagerada que hicieron, como si el chico fuese un criminal o algo por el estilo.

—¿Me van a llevar al jodido Alcatraz? —Se mofó cuando uno de los tipos trajeados abrió la puerta trasera por él.

Le había hablado en coreano, por ello el hombre tan sólo se limitó a mirarle con un desdén nada desimulado. Bufó en su interior, no lo estaba insultando, él no era el responsable que fuese un ignorante que desconociera su idioma. Sin poner otra retención, subió al auto, después de todo, era inexistente la posibilidad de escapar.

El camino a la universidad había sido tedioso, con un silencio condensado en abrumante tensión. Pretendió lucir no afectado debido a todo lo que ocurría en una velocidad casi fugaz, y casi sin notarlo, en poco más de una hora habían llegado a Oxford. Estuvo ensimismado de tal manera que, si quiera escuchaba lo que el amable director de escuela les iba indicando mientras lo conducía a lo que sería su habitación por los siguientes seis años.

—Su habitación es exclusiva, joven Hwang —Aquello disipó la nube de pensamientos difusos que le rondaba en la cabeza. Miró ausente de curiosidad la habitación frente a él, completamente vacía—. Por lo general, los dormitorios son compartidos. Pero en su caso, hemos hecho una excepción para que su estadía sea más cómoda. —Terminó la charla introductoria con una sonrisa bastante ensayada que, desde luego, no la pasó por alto.

Entró en el espacioso lugar, inspeccionándolo críticamente, evitando mostras su automático desagrado por la excesiva elegancia que lo decoraba y lo hacía lucir como un salón para caballeros. Era anticuado, poco minimalista. Nada que le gustase, si era sincero. Se contuvo de dar un comentario inapropiado, mordiéndose la lengua cuando lo primero que pensó es que aquella habitación era tan pasada de moda y muy inglesa en aspectos generales.

—Vaya... Me siento como en casa —Ironizó fingidamente, observando al hombre que aún le sonreía de oreja a oreja.

Contó unos quince minutos hasta que su equipaje entero estuvo dentro. Luego de eso y un par de formalidades más, lo dejaron sólo para que pudiese deshacer sus maletas. Se desplomó sin fuerzas sobre la espaciosa cama en el medio de la habitación, perdiendo su vista en el viejo techo de madera que sólo daba más oscuridad al lugar.

—Incluso en la tortura, mi madre quiere que sea exclusivo. —Se rió de su propia desgracia, aceptando finalmente que aquella sería su vida de ahora en adelante.

Intentó lo más que pudo no pensar en Kang Hani, pero no se contuvo las lágrimas en cuanto desempacaba sus cosas y en su cabeza evocaba cada recuerdo compartido que ya no podrían volver a rehacer.

[...]

Las gotas innecesantes chocando contra su ventana no hacían un ruido agradable, las detallaba caer una a una, deslizándose tristemente desde el inicio del vidrio hasta su olvidado alféizar. No tenía memoria de la primera vez que abrió esa ventana, echaba de menos poder hacerlo y sentir la brisa gélida de fuera. Sin embargo, el clima en Inglaterra nunca estaba lo suficientemente estable para hacer una cosa como esa. En muchas ocasiones, por sólo descuidos, la dejaba abierta y al llegar de sus clases encontraba su habitación hecha un desastre, producto de alguna lluvia repentina. Dejó de abrirla hacía mucho tiempo ya.

Pidió porque el clima mejorase, y cuando repentinamente paró la llovizna, tomó la decisión de ir por un café para seguir estudiando sobre su examen de final de trimestre. Montó la bicicleta que su madre compró para él, menejando a través del campus empapado, rogando porque no volviese a llover. En los cuatro meses que tenía ahí, ya se acostumbró a aparecerse húmedo en clases debido al mal tiempo, o simplemente caer en resfriados de un día a otro. Le seguía siendo insufrible el haber sido exiliado a aquella prisión de barrotes opulentos.

Se quitó su frondosa bufanda mientras leía con detenimiento el menú sobre su cabeza-el cual sabía de memoria-, pero qué de igual manera volvía a leerlo siempre que volvía. Pasaba mucho tiempo en la cafetería de tenues luces, susurros en demasía y olor a toffe derretido. Le gustaba pasar desapercibido, y justo ahí podía ser el don nadie que quería.

Quién lo diría, Hwang Hyunjin siendo un don nadie.

En esa parte del mundo existía el elitismo, y él sin desearlo en verdad, era parte de éste. Se trataba de un grupo exclusivo de chicos asiáticos con alto IQ-vaya cliché-, de los cuales todos, sin ninguna excepción, venían de familias muy adineradas. Para ellos, era muy serio todo este tema de la castidad de sus apellidos, y la única vez con la que pudo pasar tiempo a su alrededor, casi se le escapó una risa burlona por lo estúpidos que eran ante sus ojos.

—Buenas tardes, Hyunjin —Saludó amable la cajera que la mayoría del tiempo le atendía. Le sonrió en respuesta, agradecido porque hubiese mejorado en pronunciar su nombre—. ¿Ordenarás lo mismo?

Él asintió vago, tomando asiento en la mesa que frecuentaba. Estaba junto a librero y está daba hacia la ventana. No pasó mucho tiempo para tener el pedido que cada vez pedía: una magdalena de arándanos, y moccachino con extra de espuma. La joven cajera era toda sonrisas, y aunque lo dudaba, sabía que podría existir algún interés romántico hacia él. Lo ignoraba por completo, en su cabeza no había tiempo para cosas como esas. No existía un verdadero interés que lo moviese.

Comió con paciencia, dándole vueltas al asunto de volver a su habitación y adentrarse en el maldito libro de cálculo que aún no entendía. Sin dudas, Hyunjin no se consideraba de esos niños prodigios asiáticos. Y hablando de ellos, sonrió socarrón al verlos entrar por la puerta de la cafetería, compartiendo risas cómplices y rompiendo el pacífico silencio que los envolvía cálidamente. Recordó un poco a sus amigos, y lo poco que ahora hablaban. Los extrañó más que nunca.

—Eh, Hwang Hyunjin. —Agitó su mano con demasiado ánimo.

Era el irritante Mark Lee, estudiante de promedio intachable, y vigilante de piso de su residencia. Pidió en sus adentros que no se acercase, sin embargo, al no devolver el saludo, tuvo que dejar a un lado su sabrosa magdalena para recibir al mayor. Los rasgados ojos del chico desaparecieron en una sonrisa que él no pudo corresponder. Era molesto de más.

—¿Has estudiado para cálculo? —Murmuró en coreano, luciendo interesado.

Mark y él compartían algunas clases por pertenecer a la misma colegiatura, pero no estudiaban lo mismo. Él asintió pesadamente, encogiéndose de hombros al llevar su café caliente sus labios.

—Oh, eso está bien, Hyunjinnie —Era muy optimista, le sacaba de quicio.

El más bajito se meció sobre sus pies, esperando que él dijese algo para seguir la extraña conversación. Lo cierto era que Hyunjin no tenía otra intención más que seguir comiendo su postre en paz, y la presencia de Lee  se lo impedía.

—¡Mark! —Le llamó Wong Kunhang, otro chico con el que compartía clases y era parte del comité estudiantil—, nos vamos.

Asintiendo hacia su amigo, el chico se despidió como pudo, y Hyunjin le devolvió escuetamente una sonrisa falsa.

—Ah, Hyunjin —Mark se rascó la nuca, algo olvidadizo. Lo sacó de sus pensamientos—. Hemos estado limpiando el ático de pertenencias viejas, y conseguimos algunas cosas de tu hermano mayor. Las dejamos por ti en tu puerta.

Sin darle importancia a lo dicho, le agradeció con un mudo "gracias". Se había quedado observando en cómo Wong Kunhang lo jalaba del brazo intensamente para hacerlo salir de la cafetería, entre risillas. Echó de menos a Lee Minho gracias a esa pequeña escena.

Pedaleó de vuelta a su habitación, importándole poco o nada mojarse con la llovizna que amenazaba en convertirse en algo más fuerte. Llegó justo a tiempo, despojándose de su gabardina un tanto empapada, y de su gorro de lana. Al desprenderse de su ahora pesada bufanda, notó frente a sus pies una caja de latón no más grande que un centímetro.

Hwang JinYoung, rezaba la tapa de metal.

Su nariz se frunció en disgusto. Aquél no era el apellido de JinYoung, ni nunca lo sería. Dejó caer desinteresado la caja sobre su escritorio de madera, y mientras se cambiaba a su pijamas la observó un poco. La cosa no le decía mucho por sí sola, parecía un estuche o algo así. Colocándose la seca sudadera, decidió por abrir la caja y husmear en su interior. Al descubrirla, se quedó viendo el interior con inexistente interés.

Mi querido nieto.

Leyó la borrosa letra sobre uno de los sobres corrugados por el tiempo. Sacó la carta, sintiendo un poco más de curiosidad y desplegó la hoja ya abierta.

"Sé que debes tener dudas en tu cabeza, y pena en tu corazón. No sabes quién eres, JinYoung, y tu madre te ha dado una vida que no es la tuya. Tu padre, tu padre biológico, ha buscado durante mucho tiempo acercarse a ti, lamento decirte que no ha tenido suficiente. Te he enviado este pequeño diario, que mi hijo hubiese querido que leyeras. Encuéntrate, Park JinYoung.

Te quiere, Park Jihee"

Un jadeo se le escapó de la garganta, absorto por lo que leía, y sin esperar mucho más, hurgó bajo la pila de cartas hasta encontrar un cuaderno revestido en cuero. Le tembló el pulso de leer el nombre del dueño: Park Jinhoon. Aquello podía ser una coincidencia, pero las piezas encajaban a la perfección en su cabeza.

Febrero 9, 1992

Conocí esta tarde a la mujer más hermosa que mis ojos fuesen capaz de mirar. Ella no me echó los ojos de vuelta, pero simplemente quedé sin respiración.

Febrero 12, 1992

La he vuelto a ver por los pasillos de la universidad, siempre va riendo con una chica más. Quisiera saber su nombre, pero he tenido miedo de preguntar.

Febrero 14, 1992

Nos encontramos en los jardines, parecía muy afectada por algo. Al notar que lloraba, no pude resistirme, le extendí mi pañuelo en señal de apoyo. Me sonrió en agradecimiento, y hemos hablado un poco. Su nombre es Ahn Jisoo, sólo saber cómo se llama ha sido mi mejor regalo de San Valentín para mí.

Sus dedos repasaron el firme grabado de la tinta sobre el papel delgado, como si no entendiese su idioma, como si no quisiese creer lo que leía. Ahn Jisoo era su madre, aquél hombre hablaba de ella, y aún no sabía el por qué. Leyó más allá, sin conseguir más escrituras hasta un mes después de la fecha inicial.

Marzo 5, 1992

Jisoo-ah y yo oficialmente tendremos una cita, parezco gustarle tanto como ella a mí. En definitiva, es la mujer de mi vida.

Marzo 10, 1992

No soporto mis ojos de tanto haber llorado. Hoy descubrí que Ahn Jisoo está comprometida, y aunque ha jurado que está enamorada de mí, ese hombre será su futuro esposo.

Hyunjin supo desde el minuto uno que hablaba de su padre, aún sin poner su nombre en un papel, se refería a él. Un nudo se le instaló en la garganta mientras seguía leyendo los mini escritos. Cada uno era progresivamente más triste, como si aquél hombre estuviese agonizando en un amorío imposible.

Agosto 25, 1992

Le he prometido fidelidad a Jisoo-ah, a pesar que hoy celebra su boda junto con Hwang Hyunjae. La amaré por siempre, y no permitiré que sea infeliz.

Abril 17, 1993

No soporto esto mucho más, no soporto estar a las sombras, siendo un amorío de días mientras ella vive un matrimonio falsamente feliz. Quiero vivir una buena vida a su lado.

Mayo 3, 1993

Ahn Jisoo me ha alegrado la vida con la mejor noticia del mundo. Tendremos un hijo.

Tendremos un hijo.

Tendremos un hijo.

Tendremos un hijo.

Un "click" insonorizado hizo que las piezas faltantes encajaran a la perfección. Dejando caer al suelo el cuaderno, no se atrevió a leer más por esa tarde. Su teoría se comprobaba con ese libro. Su hermano mayor era producto de una infidelidad de años, su hermano mayor ciertamente era Park JinYoung, no Hwang JinYoung.

...

Pasaron días enteros para que pudiese seguir leyendo aquél diario. Se impulsó a hacerlo, creyendo que esa sería su ínfima posibilidad de volver a casa. Quizás ese era su boleto de vuelta a Corea. Leyó con pena ajena, por el hombre que escribía dolorosamente y por su propio padre, que había vivido una mentira. En primera instancia no sintió pena por su madre, culpándola del enredo entre los dos hombres. Sin embargo, a medida que leía, notó que también fue víctima de la manipulación de sus padres.

Rindió su examen de cálculo, rogando por haber tenido una buena calificación. No había dormido bien, y lo único que en verdad hacía era investigar el jodido diario, buscando algo más que le sirviese de alguna manera. Cuando acabó de leerlo, fue tras las cartas, tomando en cuenta que en su mayoría, eran de la abuela paterna de Park JinYoung.

"19/01/2008

Tu padre ha sido asesinado con la esperanza de verte a los ojos, tus ojos oscuros que él aseguraba que eran iguales a los suyos. Sé que tú falso padre no te trata de buena manera, sé que no te dan el puesto de hermano mayor que mereces. Vives una realidad que no es tuya, Park JinYoung. Tú eres dueño de más, de mucho más"

Su entrecejo se fruncía confundido. Aquella carta había sido escrita mucho antes que JinYoung llegase a Oxford. Eso quería decir que la mujer mayor y él mantuvieron el contacto a escondidas durante un tiempo prolongado.

"19/02/2008

Tu verdadero padre ha sido asesinado por aquél hombre que te cuida en casa, y que te llama hijo.  Venga la memoria de Park Jinhoon, véngala, porque ese pobre hombre que vive contigo no te ama en verdad"

Los nudos en su garganta ya eran costumbre cada cuanto leía cartas como aquellas, pero esa en particular, le removía el estómago con temor. ¿Qué persona podía escribir una cosa así a un simple niño?, Alimentándolo de un odio creciente que, tan sólo lo volvió nocivo con el pasar de los años. No culpabilizaba del todo a la abuela de JinYoung por haberlo vuelto una persona nefasta, pero sin dudas había dado de comer al monstruo en el que se convirtió.

Rebuscó en la caja de latón, una vez tras otra. No hallaba más cartas de la mujer, tan sólo encontró dos cartas con destinatario pero sin remitente. No habían sido enviadas, aún tenían el sello postal, y el sobre estaba completamente intacto. Movido por la curiosidad que ahora era agobiante, rompió el sobre, cuidando que la hoja dentro no se rasgase. Rezó a sus adentros porque aquella carta fuese algo que lo ayudase a que todos creyeran en lo que decía, en que pudiese ir a casa sin tener una amenaza más sobre él.

"Querida, abuela:

He estado pensando por mucho tiempo si debería confesarte ésto. Sin embargo, la culpa de no hablarlo con nadie más me carcome, e inevitablemente tengo que compartirlo con la única persona que lo entendería. He asesinado a Hwang Hyunjae, con mis propias manos. Lo he hecho...."

Hyunjin no tuvo la valentía de seguir, al leer un poco más allá y toparse con detalles muy explícitos de cómo JinYoung había llevado a cabo todo el asesinato apenas siendo un adolescente. Las lágrimas calientes no se hicieron esperas en sus mejillas, éstas eran confusas, justo como el sentimiento que corroía en su pecho. No sabía si lloraba de la felicidad, al tener una prueba que incriminara a su hermano, o si lloraba porque ahora no tenía dudas que él le había arrebatado la vida a su padre.

Hyunjin no era un mentiroso, no más.

Corrió a tomar su teléfono, marcando el número extranjero con la esperanza que tomaran la llamada.

Pitó, una, dos, tres veces. Nadie respondía.

—Responde, maldita se...

—Residencia Lee —Habló una voz robótica tras la línea, seguramente de una mujer del servicio—, ¿Con quién desea hablar?

Respiró muy profundo, calmando el nerviosismo que lo hacía estremecerse. Producto de la euforia, había llamado al número equivocado, pero aquello también le funcionaría.

—Deseo comunicarme con Lee Minho —Su voz tembló—. Le habla Hwang Hyunjin.

Hubo un micro silencio en la línea, y sólo pudo escuchar unos pasos acercarse. Cerró los ojos con temor que el chico rechazase la llamada, justo como veces anteriores. Un suspiro sonoro le hizo abrir sus párpados, reconociendo de inmediato de quién se trataba.

—Es tarde en Inglaterra —Murmuró secamente—, ¿No deberías estar durmiendo?

Una sonrisa ligera pintó sus labios, aunque la respuesta de su amigo había sido indiferente, le provocaba alegría escucharlo.

—Esto es más importante que cualquier horario, Minnie —Se atrevió a llamarle por el apodo cariñoso—. Deberás ayudarme a volver a Corea.

—¡¿De qué mierda hablas, Hwang Hyunjin?! —Gritó tanto que lo hizo despegarse el teléfono del oído de un sólo golpe—, ¿Tus compañeros europeos te han dado alguna sustancia ilícita?, ¿Te has drogado? —Soltó una retahíla de regaños que se escuchaban inconexos.

Sabía bien que era imposible volver a casa sin que su madre se enterase, pero con ayuda de sus amigos lo podría lograr.

—Cierra la boca, y escucha —Lo calló perdiendo la paciencia. Minho suspiró una vez más—. Tengo pruebas que incriminan a Park JinYoung.

[...]

El único con el que había conversado el tema del posible asesinato, había sido Lee Minho. Justo antes de rendirse sobre la orden de viajar Inglaterra, desesperadamente le contó, esperanzado que su mejor amigo le creyera. Por supuesto que no lo habia hecho, apuntando que Hyunjin había perdido la cabeza y que estaba incriminando a su hermano como una excusa demasiado ficticia para quedarse en casa. Le dolió que pensara que mentía, y por ello, se habían ignorado en toda la estadía del menor en Inglaterra.

Casi saltó como niña en la pradera a través de toda la pista de aterrizaje. El helado clima de Incheon lo recibió amablemente, con un cielo azul sobre él que sólo lo esperanzaba en que las cosas mejorarían. En el hangar lo esperaba un auto deportivo descapotable, nada discreto si era sincero. A la distancia divisó  a Yang Jeongin agitando sus brazos con demasiada emoción, exhibiendo su perfecta dentadura libre de ortodoncia. Soltó un gritito emocionado, corriendo hasta sus amigos, esperando poder abrazarlos después de mucho tiempo sin verles.

—¡Apresúrate, idiota! —Presionó el claxon una vez tras otra Lee Felix, dándole una mirada chulesca bajo sus gafas de sol—. Minho hyung dice que tenemos trabajo que hacer.

Subió al auto rápido, siendo apresado por los brazos de Jeongin, quién lucía exageradamente alegre de verle. Se sintió bien al abrazarlo de nuevo, se sintió en casa.

—Oh, hyung —Lloriqueó el menor en el abrazo—, no te vayas más.

No se iría nunca más, en lo absoluto.

Gracias a las aerolíneas de los padres de Yang, Hyunjin había podido tener un vuelo bajo perfil. Los radares de su madre no avisarían su llegada, y estaría a salvo por unos días, mientras preparaba todo lo que tenía a su favor. Cada uno de sus amigos habían trabajado en conjunto para verlo volver, y luego de un viaje de dos horas en auto, se hallaban juntos en el penthouse de los Lee.

—Bienvenido a casa, Hyunjinnie —Le susurró un emocional Lee Minho.

Abrazado a su mejor amigo, decidieron tener una reunión en el despacho del señor Lee. Han Jisung había propuesto aquello, asegurando que las cosas se verían más serias si tenían un escritorio de por medio. Se apresuró en desplegar las cartas que tenía consigo sobre la mesa, enseñándole todo el material a los presentes.

—Oh, maldita sea —Jisung se mordió las uñas luego de la larga explicación de Hyunjin—. Esto es mejor que el drama que ve mamá por las noches.

Todos contuvieron las risotadas a pesar de la seriedad de la situación. Lee Minho era el único que se mantuvo serio en todo momento, lucía ofuscado pensando alguna cosa que no terminaba de decir.

—He hablado con Seungmin —Cortó el rollo el mayor. En la ausencia de Kim, todos eran bastante torpes con asuntos legales, pero al menos podían mantenerse en contacto con el chico—. Ha dicho que ésto no es prueba suficiente para incriminar al bastardo de Park —Encendió un cigarrillo, demostrándose tensó. Jisung le miró con desaprobación—. Tenemos que conseguir algo más.

—¿Y qué demonios necesitamos? —Se alteró Han Jisung, inflando sus mejillas con aire.

Hyunjin no se desanimó del todo, porque al menos aquello serviría de algo:—Lo enfrentaré sólo con esto.

Los chicos fijaron sus ojos incrédulos en él, ante la seguridad de sus palabras. Debía arriesgarse después de todo.

—Pero Seungmin ha dicho que...

Subió su mano para callar a Felix:—No pienso volver al maldito exilio en Inglaterra. Algo debo ganar de todo esto.

Dada por acabada la especie de reunión, se decidió porque mañana pusieran en marcha todo el plan. Hyunjin pasaría los días en la casa Lee, ya que los padres de Minho normalmente estaban fuera de ésta. Felix se encargaría de todos los trámites legales correspondientes, trabajando a la par del abogado de su padre, el cuál tenía conocimiento sobre la bolsa de valores. Las cosas estaban preparadas para salir perfectamente bien.

La mañana siguiente despertó tan animado como en mucho no lo hacía. Tras desayunar junto con Lee Minho, ambos se arreglaron para dar comienzo a lo que tenían en el itinerario. Se vio en el espejo que abarcaba una pared entera, arreglando su cabello azabache lo suficientemente largo para cubrirle los ojos, y se sonrió a sí mismo con chulería. Hoy se veía estupendo.

Arreglando su gabardina azul cielo, encendió el Porsche de su mejor amigo y ambos se dieron una mirada cómplice. La confianza que se le había ido al infierno, estaba de vuelta, y estaba listo para dejarla relucir sin ningún problema. Aparcó el auto malamente en la calzada frente al empinado rascacielo, y mirándolo en todo su esplendor, se repitió que lo que haría era lo correcto.

—Espera —La mano sobre su muñeca lo hizo detenerse antes de bajar del auto. Miró durante unos segundos a su mejor amigo, quien mordía su labio inferior algo inseguro—, ¿no le dirás nada de ésto a... a... Kang Hani?

Se puso rígido bajo el agarre de sólo escuchar el nombre, tiritó un poco en cuanto pensó en la chica a la cual procuraba olvidar pero que danzaba vívidamente en sus recuerdos. Los dos se observaron a los ojos fijamente, y Hyunjin le dio una respuesta sin palabras. No involucraría a Kang Hani en sus desastres, no otra vez.

Lee Minho decidió esperarlo en el lobby del edificio, incentivándolo a que se enfrentara a las cosas a solas. Subió elavador arriba, hacia el piso 52. Las personas que lo rodeaban le daban miradas curiosas, todo gracias al colorido abrigo que lo hacía lucir tan fuera de lugar para un espacio empresarial. La campanilla del cacharro le avisó que había llegado a su piso, y con paso firme dejó a un lado al tumulto de gente que le estorbaba.

Levantando más miradas, se acercó a la recepción minimalista donde la mujer de corta edad tipeaba algo en su computadora de gran tecnología. Ella alzó mínimamente su vista para recibirlo, y con una expresión algo atónita intentó dirigirle alguna palabra. Le veía como si fuese un mismísimo fantasma. Con una falsa gentileza, le sonrió seguro, acomodándose sus gafas de sol en el cuello de su sweater tejido color crema.

—¿Ya sabes quién soy? —Bromeó arrogante. La mujer aún intentaba decir alguna cosa—. Hwang Hyunjin, heredero del grupo empresarial para el que trabajas —Explicó fingiendo aburrimiento—. Estaré en la oficina de mi padre. Si no es molestia, ¿Podrías llevarme un moccachino? —Le guiñó el ojo con picardía antes que la secretaria de Park JinYoung pudiese detenerlo.

La escuchó vociferar palabras apresuradas a sus espaldas, pero le hizo caso omiso, adentrándose a la amplia oficina que en algún momento fue de su padre. Observó el lugar silencioso, no encontrando al dueño actual del espacio. Las cosas iban justo como habían planeado.
Sintiendo la autosuficiencia hacerse parte de él, se sentó en la gran silla giratoria que tenía una perfecta vista hacia otro rascacielo. Dejó sobre el escritorio metálico el sobre que traía consigo, y aguardó pacientemente por la llegada que esperaba.

Contó en su cabeza unos inexactos nueve minutos hasta que la puerta de la oficina se abrió con un ruido estrepitoso que, probablemente habría asustado a todos los empleados del piso. Giró la silla en una lentitud eterna, para así encarar al asombrado Park JinYoung. Era primera vez en su vida que veía a su hermano tan agitado como ahora, con el cabello algo revuelto quizás por haberse apurado ante el anuncio de su presencia. Lucía incrédulo, probablemente deseando que aquello fuese una broma.

—¿Me echaste de menos, galán? —Puchereó coqueto, batiendo sus frondosas pestañas e inclinando su rostro en la palma de su mano que apoyaba sobre el escritorio.

El rubor coloreó el rostro furioso de Park JinYoung, que como un mismísimo toro fue a él. No titubeó ni un segundo, sintiéndose confiado de lo que estaba en su poder.

—¿Qué mierda estás haciendo aquí, mocoso insolente? —Las manos de JinYoung se ciñieron con fuerza sobre los brazos contrarios. Hyunjin mantuvo la calma en todo momento—, ¿es qué acaso no me temes? —Su voz se fue ocho octavas más abajo, volviéndose gutural.

Se encogió de hombros indiferentemente, mientras se deshacía con facilidad del agarre. En un segundo había dejado completamente descolocado a JinYoung, asombrado por la tranquilidad que enfundaba al menor.

—Te he traído tu obsequio de navidad por adelantado —Alisó las arrugas de su elegante gabardina, como si no ocurriese nada—. Me ha parecido poco educado enviarlo por correo. —Estiró a él el sobre con el contenido preparado.

JinYoung rompió éste con excesiva agresividad, desparramando el contenido decuidadamente. Cada folio repleto de hojas cayó sobre el escritorio, y el chico no tardó en entender de qué se trataba.

—¿Cómo has conseguido todo esto? —Exigió una respuesta, perdiendo los estribos y alzando la voz.

Hyunjin le sonrió inocentemente. Colocándose de pie, dio la vuelta hasta él, y palmeando la espalda de su hermano mayor, intentó recorfontarlo con falsedad.

—Ahora sí podemos llamarlo... Nuestro pequeño secreto —Susurró en su oído, justo de la manera que él lo había hecho meses atrás—, ¿no te parece fabuloso, Park JinYoung?

Pronunció el apellido con cierta malicia, recordándole que eran atados por la sangre, pero tan sólo por una sola mitad. La victoria bailaba en los ojos oscuros de Hwang Hyunjin, sabiendo que tendría una ganancia fija ante todo eso. Se preparó cuando una bofetada sin avisar arremetió contra él, siendo demasiado predecible para la tensa situación. Sin embargo, la sorpresa vino al notar la presencia de un tercero en oficina.

Algo inesperado había sucedido.

Adolorido, alzó su rostro para hallarse con el de su madre, la cuál no esperaba. La mujer le veía resentida, y con aires superfluos de superioridad. Se atragantó una risa burlona, porque aquello no le atemorizaba, tan sólo le impulsaba a hacer todo lo posible para terminar de llevar a cabo su acometido.

—¿Ya es buen momento para confesar tu romance extramarital? —Interrogó reincorporándose del golpe sorpresivo.

Lo dijo a sabiendas que la mujer lo había escuchado nombrar a su hermano por su verdadero apellido.

Su madre pareciendo inexorable, le sonrió soberbiamente:—Tu padre era un maldito que me hizo la vida imposible.

—¡Mi padre fue engañado por ti! —La acusó sin temor alguno—. Fingiste que lo amabas, y le hiciste criar un hijo que no era suyo.

—¡Cierra la boca, Hwang Hyunjin! —Alzó la voz amenazante, sin importarle que alguien fuera de la espaciosa oficina los escuchase—. Vas a volver a Inglaterra, justo como te lo indicamos.

Le observó boqueando como un pez agonizante, y negó con su cabeza una vez tras otra. No se creía que su madre aún defendiera los ideales de Park JinYoung a capa y espada, como si no hubiese cometido un crimen. Pero sabía que la mujer desconocía ese último detalle.

—No volveré a Oxford, madre —Dijo sin una pizca de duda en su voz—, ¿no es así, JinYoung-hyung?

Le miró mientras el mayor recogía cada copia de los folios, ordenándolos sobre su escritorio. JinYoung no devolvió la mirada, sumergido en todo el desorden que apenas comenzaba.

—Hyunjin y yo hemos llegado a un acuerdo, madre. —Fue lo único que pudo decir, rompiendo el sofocante silencio.

No había acuerdo alguno, por supuesto. Pero Hyunjin se aseguraría que lo hubiese muy pronto. Marchándose más que victorioso de ahí, llegó a la planta baja, encontrándose con Lee Minho que quiso preguntar por qué tenía un golpe en el rostro, pero no pudo responder en el instante.

[...]

El abogado de los Lee había hecho un excelente trabajo. El fidecomiso correspondiente que su padre guardó para él, aún estaba en el banco, y con sólo una firma podría tenerlo en su cuenta muy pronto. No era mucho, pero al desistir de su herencia en la empresa familiar, aquello le era como una millonada que no tenía.

—No puedes incriminame con simples cartas. —Apuntó un más seguro Park JinYoung.

Habían acordado tener una reunión, dos días después de lo ocurrido en la oficina. Ahí estaba él, sintiéndose seguro en todo su esplendor, limpiándose las manos de la sangre que derramó sin una pizca de remordimiento. Hyunjin sabía que no tenía las de ganar. No tenía el dinero, tampoco los abogados lo suficientemente grandes para abrir un caso como ese y salir ileso. Pensó un momento en la salud mental de su madre, y prefiriendo que la mujer se mantuviese ignorante ante el tema de la muerte de su padre, tomó la decisión número dos que había decidido con sus amigos.

—Lo sé —Le dio la razón sin problemas—. Tan sólo quiero que me dejes en paz, no pido mucho.

—Entonces cede de tus acciones mayoritarias en el grupo empresarial. —Propuso con simplemeza.

Firmando un contrato con el diablo, se despojó de cada moneda que era suya por derecho. Cedió cada propiedad, auto y empresa que le pertenecía, entregándosela en bandeja de plata a su hermano mayor.

—Desaparece de mi vida, Hwang Hyunjin.

Con eso último, se despidieron. Hyunjin rogó para que fuese la última vez que tuviese que enfrentarse a su hermano.

Bajo el nombre de su padre sólo tendría un apartamento en Itaewon que el hombre utilizaba en sus tiempos de soltería, una cantidad decente de dinero, y un auto viejo que permanecía en la residencia donde creció. No era mucho, pero le fue suficiente para emprender su vida en solitario, desprendiéndose de su familia completamente.

—¿Estás seguro qué se encuentran aquí? —Detalló la fachada de la recepción del hotel, escuchando refunfuñar al chico tras la línea.

—Te he dicho que Jeongin lo ha visto en sus redes sociales. —Repitió hastiado Lee Felix.

Sin decirle otra cosa, le cortó la llamada. Encaminándose al restaurant principal del lugar, el cual se hallaba atestado en personas. Creyó en primer lugar que la información de Yang Jeongin se equivocaría. Sin embargo, mientras caminaba entre las mesas repleta en comensales, halló a la familia tomando un desayuno de domingo.

Descaradamente, arrastró una de las sillas vacías del comedor contiguo, para así tomar asiento en la mesa que quería. La muchacha de cabellos oscuros conversaba animosa hacia sus padres, pasando por alto la intromisión, pero en cuanto hubo un silencio extraño entre ellos, la chica reparó en él quien le observaba atentamente, como si esperara que siguiese la charla que ya tenía.

—Sigue, adelante. —Le alentó amablemente, sin actuar.

La muchacha abrió sus labios rojos, impactada por su inesperada llegada:—¿Qu-qué haces aquí, Hwang Hyunjin?

—He viajado desde muy lejos para darte una grandiosa noticia —Sus ojos fueron a parar en la muñeca de la chica, la cual lucía el brazalete de zafiros que él no quiso obsequiarle.

Los señores Young mantenían el silencio, ausentes de lo que estaba sucediendo. El extravío pintaba el bello rostro de Eunhye, en cuanto Hyunjin recorría el fino brazalete que en algún momento su padre le obsequió a su madre.

—También he venido a buscar lo que es mío. —Explicó enarcando sus cejas divertido.

—¿Tu madre sabe qué estás aquí, Hwang Hyunjin? —Interrumpió el padre de Eunhye.

Asintió en respuesta:—Ah, e igual sabe que nuestro futuro compromiso está roto.

Le hizo un elaborado gesto de tristeza a Young Eunhye, dejándola fría sobre su asiento. Ninguno logró reaccionar a tiempo, cuando Hyunjin le quitó de manera poco amable el brazalete que le habían obligado a darle a esa chica que no amaba, la cual había sido responsable de muchos malos ratos hacia la persona que en verdad quería. Con una sonrisa que hizo perder sus lindos ojos, se fue, escuchando como reclamaban a sus espaldas.

—¿Lo conseguiste? —Preguntó curioso Lee Minho, encendiendo el auto.

Agitó el brazalete entre sus dedos, sonriéndole a su mejor amigos. Para festejar lo bien que habían ido sus planes, tenían previsto verse con los demás en un lugar de pollo frito. Al entrar en el pequeño establecimiento, no se extrañó que Han Jisung estuviese haciendo escándalo mientras discutía por alguna cosa con Felix.

—¿Ha mandado a volar a la bruja mala del Oeste? —Cuestionó impaciente Han.

Todos estallaron en aplausos cuando el esperado "sí" salió de los labios de Hyunjin. Era la primera vez en su vida que se sentía completamente libre, y aquello sólo era el comienzo. Entre bromas y comida, pasaron la tarde, el estar en casa nunca le había gustado tanto.

—¿Mañana irás al aeropuerto, Jisung-hyung? —Preguntó Jeongin, mordiendo su última alita frita.

Frunció sus labios no entendiendo el tema. Se perdió mucho más, en el momento que Jisung fulminó con la mirada al menor, juzgándole por lo dicho.

—¿Viajarás? —Se entrometió, sin saber a qué se referían.

—Cierra la boca, Han Jisung. —Saltó amenazante Lee Minho, antes que el de mejillas grandes pudiese hablar.

—¡Cristo, Minho! —Se quejó con mucha salsa picante en su boca—, igual se va a enterar.

Intercambió miradas revueltas hacia cada uno de sus amigos, queriendo conseguir una respuesta de alguno, pero simplemente no halló nada. Era claro que le ocultaban algo.

—Es Hani, Hyunjin-ah —Murmuró de mala gana Lee Minho, fue el único que se atrevió a hablar—. Se irá a Australia con su familia mañana.

Hani

Las cosas en su vida se habían encaminado desde que vivía con los Bang. Tener una especie de familia, con la que debía convivir a diario, y aprender de ellos, era algo difícil al principio. Pero si era sincera, la compañía de todos en esa casa le hacía el día a día más simple. Un par de meses más tarde de haber dejado la residencial Hwang, decidió firmar los documentos de herencia y adquisición de apellido.

Oficialmente era Bang Hani, aquella chica que carecía de un lugar al que llamar hogar, no existía más. Su relación con Chan era lo máximo, ambos se hacían compañía mientras aprendían los oficios del grupo empresarial. Aunque ninguno de los dos estaba en verdad interesados en rendir en la empresa, les parecía bueno estar al tanto del todo. Un día que tomaban soju en el patio trasero, llegaron al acuerdo que ninguno de los dos dirigiría la marca, se lo dejarían a la junta directiva. Puede que haya sido la mejor decisión que habían tomado juntos.

En cuanto a sus amigos, seguía viendo a los chicos. Siendo exageradamente cuidada por Lee Minho, y ganándose malas miradas por parte de Han Jisung. La noticia que se iría por unos años a Australia, les había caído como un balde de agua fría. Todos pensaban que cursaría la colegiatura en Corea, pero ante la decisión del señor Bang por estar lejos de Asia, no hubo reclamo de su parte en aquél plan.

Su equipaje ya estaba listo para el momento que Bang Haknyeon anunció que el chofer esperaba por ellos. Escuchó a Christopher soltar una retahíla de maldiciones desde la habitación de al lado, y pudo apostar que eso significaba que aún no tenía sus cosas preparadas. Fue hasta la habitación de su hermano, encontrándoselo luchando contra su equipaje que aún estaba hecho un desastre.

—Debemos estar en el aeropuerto —Señaló burlona su smartwatch—. Nos dejará el avión por tu descuido.

—Tenle más respeto a tu oppa, niña tonta. —Le gritó exasperado.

Rodando su ojos, se decidió por ayudarlo con aquél desastre. En menos de quince minutos, todo estaba resuelto, a pesar que Chan se negaba a darle todo el mérito a la chica por disipar sus problemas. Subieron al auto, despidiéndose de la casa por última vez hasta la próxima vez que estuviesen en Seúl. Inevitablemente, se apoyó del vidrio empañado del auto, observando la ciudad que la había visto crecer y que ahora le daba un adiós bastante agridulce.

Sintió la mano de su hermano sobre la suya, cálida y firme, recordándole que siempre estaría ahí para mantenerla en pie. Le quiso sonreír debido al gesto, sin embargo, la melancolía le ganaba. Aquello ante sus ojos era irreal, se estaba marchando del país, para no volver en mucho tiempo. Si quiera quiso pasar a decirle adiós a su madre, aunque Haknyeon insistió que lo hiciese.

El camino al aeropuerto había sido lo suficientemente cansón para deprimirla un poco, pero se obligó a sonreír, porque tendría un buen porvenir. Sin soltarle la mano a Cristopher, se dirigieron a la sala exclusiva de espera, permitiendo que la seguridad que había contratado Bang Haknyeon hiciese todo el trámite del vuelo correspondiente.

Entrando a la sala de espera, se llevó la sorpresa de encontrar a todos sus amigos, quienes la esperaban para despedirla. Observó a su hermano un instante, y él le sonrió cómplice. Por supuesto que todo aquello había sido idea de Bang Chan.

—¿Pensaste qué no vendríamos a despedirnos? —Jugó Lee Felix, abrazándola con demasiada fuerza.

Contuvo un par de lágrimas, haciéndose la fuerte. Los tres chicos la abrazaron de vuelta, esperando hacerla sentir más cómoda.

—¿Dónde está Minho? —Dijo, percatándose de la ausencia del castaño.

Los tres se rotaron sus miradas ansiosas entre ellos, y una risita extraña salió de la boca del menor. Estaban más raros de lo común.

—Se le ha pasado la hora. —Se excusó pobremente su mejor amigo.

Aquella sonrisa que le obsequió no fue tranquilizadora, no del todo. Quería poder despedirse de Lee Minho, porque después de todo, era una persona importante para ella. Para esperar el vuelo, optaron por jugar cartas sobre el piso de madera. Habían reservado la sala de espera sólo para los Bang, así que no existía ningún problema con aquello.

Jugaron a las cartas, una ronda tras otra. Les había pasado el tiempo volando, entre risas, golpes amistoso y anécdotas que compartían juntos. El molesto anuncio tras los autoparlantes causó un efecto inmediato en ellos, deteniendo la partida por la mitad y haciendo que se observaran en un semblante triste.

"Vuelo con destino Sidney-Australia abordar por la puerta número 23"

La mujer lo repitió una vez más, el hecho era contundente, y les había caído como una piedra en el estómago. Se colocaron de pie, uno a uno, dispuestos a darle la despedida final a la chica, sumergidos en un terrible silencio que a cualquier lo llevaría a las lágrimas. Yang Jeongin fue el primero en abrazarla, el más pequeño contenía un sollozo bajito que escondió en su cuello. Hani le calmó, acariciando su cabello, prometiéndole que pronto volvierían a encontrarse.

—No sé qué hubiese hecho sin ti si no me hubieses salvado en la cafetería. —Murmuró el recuerdo Felix, cubriéndola entre sus brazos.

Cerró los ojos que ya le ardían, y con todas sus fuerzas, besó sonoramente la mejilla pecosa de su amigo.

—Hubieses estado bien, sé que sí. —Le sonrió apagada.

Felix se hizo a un lado, abrazando a un desconsolado Jeongin que no podía retener el llanto. Finalmente, Hani vio a Jisung, que esperaba su turno para despedirse mientras se cruzaba de brazos. Ella fue quien los unió en un formidable abrazo, repleto de promesas y temores que habían compartido prácticamente desde el inicio de su vida. No contuvo más sus lágrimas, al sentir a su amigo sorber las suyas propias en su hombro. Han y ella nunca se habían separado, a excepción de vacaciones, esta sería la primera vez que estarían tan lejos el uno del otro.

—Promete que cuidarás de todos. —Secó las mejillas del chico con uno de sus dedos.

Él asintió una vez tras otra, sin poder detener sus gruesas lágrimas. Le susurró un te quiero en el oído, que el mayor le contestó entre respiraciones obstruidas. Ya era hora de irse, y por ello, tomó su equipaje de mano para ir camino a la puerta de embarcación. El corazón le pesaba, a pesar que el ir con su hermano mayor aligeraba las cosas. Viendo a sus amigos por sobre su hombro, tenía en cuenta como su pasado se iba alejando a medida que atravesaba la estancia hacia la puerta. Cada vez más lejos de todos, perdiéndose entre el montón de personas que embarcaban.

¡Han-Han! —Bramaron a sus espaldas.

Le fue inevitable no reconocer esa voz, y deshaciendo el agarre de Bang Chan corrió hacia el castaño que la perseguía en su encuentro. Al encontrarse, se unieron en un abrazo emotivo, revuelto en lágrimas. Hani temblaba de todas las emociones fugaces que corrían en su cuerpo, aún así, pudo sentir calma al estar entre los brazos contrarios. Esa misma calma que siempre le dio.

—Pensé que no llegarías. —Minho la abrazaba de tal manera que si quiera podía respirar bien.

—¿Y no despedirme de la única chica qué me ha hecho sentir algo? —Bromeó burlón, besando cariñosamente su frente como siempre hacía—. Además, te he traído a alguien más que quería decirte adiós.

Se separó un tanto de él, sin soltarlo de sus brazos, y fijó su vista en el pasillo lleno de personas que iban de aquí para allá. Su corazón se detuvo sin avisarle, al notar al chico de cabellos oscuros que estaba a unos metros de ellos. Sus ojos se conectaron incluso en la distancia, desviando la atención de todos los que los rodeaban, encerrándose en sólo ellos. Quiso correr, quiso huir muy lejos gracias a aquellos orbes profundos que le perseguían en sueños, y aún le hacían llorar.

Su rostro se descompuso en lágrimas calientes que solía soltar en soledad, recalcándole en los pasos que lo dividían que, estaba profundamente herida y que nunca le perdonaría las palabras dichas. Se ahogó en palabras, atragantándolas en su garganta con un nudo molesto que le provocaba una asfiexie sofocante. Quería gritarle lo mucho que le detestaba, lo lejos que lo quería de su vida, pero simplemente, su voz no salía.

El semblante de él parecía tranquilo, justo como en sus sueños. Creyó que le sonreía, pero no pudo ver más que lágrimas surcando sus mejillas pálidas. No sintió pena por él, tampoco le dio credibilidad a lo que veía, porque para Hani, Hwang Hyunjin no la quería ni tan mínimamente como ella pudo hacerlo con él.

—Adiós, Lee Minho. —Besó su mejilla castamente, lista para dar la vuelta e irse.

Sin detenerla, ella comenzó a caminar devuelta a la puerta de embarque. Buscando desesperadamente con la mirada a Christopher, queriendo que toda esa ilusión se fuese una vez más junto con su pasado. Caminó entre personas, algo ida debido al torrente de lágrimas incapaces de contenerse.

—¡Bang Hani! —La voz exasperada paró sus pies en seco, dejándola en una pieza.

Viró sobre sus pies, aunque su cerebro le pedía que se marchara. En cuanto menos se lo esperó, unos brazos la tomaron firme por la cintura. Forcejeó contra el agarre, decidida a irse y no tener que lidiar más con ello. Sin embargo, se inmovilizó cuando el dorso de la mano helada del chico acarició su pómulo con demasiada delicadeza. No respiró, perdida en la mirada de él, quien la estudiaba bajo una capa de lágrimas que le hacían parecer los ojos cual dos lagunas.

Acercó sus labios peligrosamente a ella, permitiendo que sus respiraciones aceleradas se mezclaran. Ambos pechos sin un espacio de separación, los dejaban en evidencia, con los corazones estallando en pulsaciones veloces que eran tan audibles como las voces que los engullían. Hani venciéndose, se dejó hacer, cerrando sus párpados y esperando porque el chico cerrase lo que los alejaba.

Ten una buena vida, amor. —Un beso húmedo fue lo único que le regaló, antes de abrazarla por última vez y separarse de ella para siempre.

Un grito se dispersó en el pasillo sumido en palabras, un grito que nunca sería escuchado. Ella había llamado a Hwang Hyunjin para que volviese, pero éste, no la escuchó justo como otras veces en su pasado.


                      ◾◾◾◾◾
Dedicado a _Dodoelgay_ y blue2theworld

Hola. No, no quiero hacer llorar a nadie.

Sí, esta es la parte final de este tomo. Aún no me decido si seguirlo aquí, o en otro librito.

Vengo a darle las gracias a cada unx, por su apoyo, por su paciencia y por absolutamente todo. Estoy muy agradecida.

Nos leemos pronto, Helena xx.

Publicado 30/06/20

Editado: 22/02/22

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