『 capítulo ii: TRADICIÓN, HONOR, DISCIPLINA, EXCELENCIA. 』
SEPTIEMBRE DE 1959.
—VÍSTETE BIEN, IREMOS AL SANTUARIO PRONTO.—John le dijo a Eliza mientras le entregaba su maleta y los dos se iban a sus propias habitaciones.
Eliza cruzó la habitación hasta la espaciosa cama que usaría en lugar del director. Ella sonrió, nunca había tenido una cama tan espaciosa, ya que la mayor parte de su vida durmió en un colchón pequeño en la esquina de una habitación o una cuna hecha de mantas.
Nunca se quejó, pero era algo agradable de tener. Incluso si iba a ser por un poco tiempo.
Después de imaginar la buena noche de sueño que tendría, Eliza levantó su maleta y la dejó sobre la cama para poder buscar en ella un atuendo sin hacer mucho desastre. Sacó un vestido sencillo; la parte de arriba era blanca y la falda era de color esmeralda.
Eliza se volvió hacia el largo espejo que estaba en la esquina de la habitación para observar cómo lucia. Su madre le había comprado ese vestido justo antes de morir. Luego, Eliza se puso su collar favorito de oro y se peinó.
Justo cuando terminó, John llamó a su puerta. Ella se levantó y abrió la puerta.
—Dios, te ves idéntica a ella.—John susurró mientras la observaba.
Para Eliza fue difícil perder a su madre. Fue devastador. ¿Cómo podría alguien tan joven pasar toda una vida sin su madre? Había estado junto a ella desde siempre y ahora simplemente se había ido.
Y entonces ella recordaba que lo mismo le pasó a su tío. Perdió a su hermana mayor, alguien que también había estado junto a él toda su vida y se acostumbró a que siempre fuera así. ¿Cómo demonios le hizo para no llorar cuando levantaba el teléfono para llamar a su hermana? ¿Continuó llamando una y otra vez para ver si por fin ella contestaba?
Todas esas preguntas rondaban su cabeza hasta e hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas que cayeron por sus mejillas. Él le sonrió con tristeza y le limpió las lágrimas.
Con ese silencio, John tomó el brazo de Eliza y la condujo hacia el santuario, en donde unos pocos estudiantes y sus padres comenzaban a entrar.
—Estaré por allá si me necesitas.—John le dijo a Eliza señalando las mesas de los profesores en medio de ese gran salón.—Siéntate donde quieras.
Los dos se separaron y Eliza caminó hacia uno de los bancos y se sentó sola.
No pasó mucho tiempo para que el santuario fuera abarrotado por padres e hijos. Eliza estaba agradecida de haber llegado temprano, o de lo contrario se sentiría como una intrusa en medio de todas las personas que los rodeaban.
Una vez que los últimos padres tomaron asiento, las puertas de atrás se abrieron y el sonido de las gaitas llenó la habitación. Todos se giraron para observar un grupo de niños se abría paso por el pasillo.
Tres niños tomaron la delantera, probablemente eran los más nuevos de Welton. El gaitero apareció detrás de ellos y un maestro también, con una vela encendida en la mano. Luego, después de ellos entraron cuatro chicos mayores con estandartes con los cuatro pilares de la escuela de los que John le había hablado. Eliza apenas podía recordar esa conversación con él. Hablar sobre la escuela se le hacía muy aburrido y esperaba a que su tío pudiera traer algo de vida a ella.
Eliza leyó los estandartes mientras los chicos pasaban. El de Tradición lo llevaba un chico de cabello pelirrojo con un ceño fruncido. El de Honor era llevado por un chico de aspecto simple, luego el de Disciplina por un chico con cara larga y el de Excelencia era llevado por un chico que parecía tener mucha confianza y suaves rasgos en su rostro.
Llegaron al final en donde se dividieron y el señor Nolan subió al centro del escenario.
—Damas y caballeros.—saludó amablemente mientras miraba a la multitud, en donde con su ojos buscó a los estudiantes que conoció hace años. su tono se volvió degradante cuando continuó.—Muchachos. La luz del conocimiento.
El hombre de la vela avanzó hacia los estudiantes de primer año y encendió la vela del primer niño mientras la multitud aplaudía.
Los chicos que estaban al frente volvieron a la multitud con sus familias. Disciplina caminó por el pasillo hacia su banco, donde una pareja estaba sentada a su lado sonriendo con orgullo por su hijo. Él sonrió y se sentó al lado de su madre y Eliza mientras el señor Nolan continuaba hablando sobre la historia de Welton.
Eliza no pudo evitar notar que el chico de cara larga y amable la miraba constantemente, sus dedos temblaban como si quisiera decir algo, pero no pronunció nada.
—¿Quieres preguntarme algo?—Eliza preguntó, inclinándose hacia el chico para que nadie más pudiera escucharla.
El chico rió por lo bajo al ser atrapado y continuó mirando al director en caso de que lo sorprendieran hablando con ella mientras él daba el discurso.
—Uh, ¿qué haces aquí sola?—preguntó en un susurro mientras se hundía en su asiento para estar a la altura de los ojos de la chica.
Eliza le sonrió, imitando su postura. Se cruzó de brazos.—Mi tío es el nuevo profesor de inglés.—explicó señalándolo con su cabeza.
—¿Tú hermano o tu primo estudian aquí?—preguntó él, arqueando una ceja.
—No, solo estoy aquí por él.—ella explicó. El chico abrió la boca para hacer otra pregunta, pero ella lo hizo callar cuando el señor Nolan miró en su dirección.
El chico se calmó en el instante en el que el señor Nolan pidió que recitaran el nombre de los cuatro pilares. Los muchachos de Welton se pusieron de pie y recitaron:—Tradición, honor, disciplina, excelencia.—y después volvieron a sus asientos.
Eliza miró al chico reprimiendo una carcajada por eso. No podía creer que la escuela obligara a todos a hacer eso.
—¿Cuál es tu nombre?—él preguntó.
Eliza iba a responder pero la madre del chico los miró y los hizo callar, ya que cada vez eran más ruidosos.
—Como saben,—decía el señor Nolan.—Nuestro querido señor Portius, de la sección de inglés se retiró el semestre pasado. Más tarden tendrán la oportunidad de conocer a su sucesor, el señor Keating. Un graduado de esta escuela y quien en años anteriores ha enseñado en la admirada escuela Chester en Londres.
John se puso de pie ante la mención de su nombre y sonrió de forma agradable a la multitud que aplaudía al unísono.
Después de otros cuarenta y cinco minutos de un agonizante discurso del señor Nolan y una oración terriblemente larga, la sala de a poco fue quedando vacía.
—Finalmente se acabó.—el chico a su lado gruñó y le sonrió a Eliza. Sus padres se habían levantado para hablar con otra pareja.—Creo que los discursos del señor Nolan se vuelven más largos cada año.
—Eso es terrible.—suspiró Eliza volviéndose hacía él con una pequeña sonrisa en sus labios.—Y para responder a tu pregunta, soy Eliza. Eliza Keating.
—Knox.—él se presentó sacudiendo la mano de la chica.—Knox Overstreet.
—Es un placer conocerte, Knox. ¿Estás emocionado por este nuevo año escolar?—ella preguntó, sabiendo muy bien lo que él diría.
Knox gimió como si su pregunta fuera dolorosa.—No. Tengo horribles clases que tomar y luego cuando este año finalice, deberé ir a la universidad para sufrir más.
—Nunca se sabe, quizás las cosas puedan cambiar esta vez.—dijo Eliza encogiéndose de hombros con una sonrisa de complicidad que Knox aún no había notado.
—Nada cambia por aquí.—Knox le aseguró.—¿Qué hay de ti? ¿A qué escuela vas?
Eliza se echó a reír mientras miraba a su alrededor.—No le digas a nadie, pero...—Eliza se inclinó más cerca del chico y él hizo lo mismo.—Asistiré a esta escuela.
—¿Qué?—Knox preguntó, abriendo los ojos y enderezando su espalda.
—Bueno, no aquí, aquí.—ella trató de explicar.—No soy un chico, pero bajo circunstancias especiales me permitieron quedarme en el campus. Mi tío me educará.
—Pero, ¿podrás salir?—Knox preguntó mientras su madre gritaba su nombre.
—Si, así que te veré por ahí, Overstreet.—Eliza le sonrió y le guiñó un ojo mientras él se levantaba.
—Nos vemos, Keating.—él le devolvió la sonrisa y trotó hacia sus padres.
John todavía estaba atrapado en el escenario hablando con algunos padres que se habían acercado. Después de unos minutos, logró escapar y se acercó hacia su sobrina.
—Afortunadamente se acabó, pero todavía necesito hablar con algunos padres que quieren presentarse y evaluarme.—el hombre explicó, rodando los ojos dramáticamente, pero la emoción era evidente en sus palabras.—Ve a tu habitación y prepárate para la cena. No debería tardar más de una hora.
Eliza asintió con la cabeza, saliendo del santuario para dirigirse a la habitaciones de los maestros. En el camino, vio a Knox hablando con un par de otros chicos de Welton. Ella los miró a los ojos al pasar y lo saludó con la mano, los otros dos chicos notaron que Knox le devolvió el saludo. Los dos se quedaron boquiabiertos y después se volvieron hacia Knox para exigir saber quién era y qué estaba pasando.
Eliza rió y continuó su camino hacia su habitación.
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