La hermana de mi novio [Dispo...

By Luisebm7

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Tras superar mi etapa de rebeldía, mi vida de adolescente se convirtió en un sueño hecho realidad. Mis padres... More

Notas
La Alumna Nueva
Adiós Privilegios
Intenciones
Cuñadas
Intimidad Violada
Insatisfecha (I)
Insatisfecha (II)
Preámbulo de la Fiesta
La Fiesta (I)
La Fiesta (II)
La Fiesta (III)
*Intermedio*
¿Y ahora?
Domingo de Cine
Pena y Rabia
¿Cuánto dolor puedes aguantar?
Consuelo (I)
Consuelo (II)
¿Quién fue? (I)
*Intermedio II*
¿Quién fue? II
Daño Colateral
Paseo en patines (I)
Paseo en patines (II)
Noche de exilio
De citas y misterios (I)
De citas y misterios (II)
Cita de Amigas (I)
Cita de Amigas (II)
Cita de Amigas III
Postcita
Epílogo de Postcita
Pasión Confundida (I)
Pasión Confundida (II)
Pasión Confundida (III)
Pasión Traicionada
Epílogo de Pasión Traicionada
Distanciamiento... ¿o no? (I)
Distanciamiento... ¿o no? (II)
Distanciamiento... ¿o no? (III)
Masaje con final... ¿feliz?
Amarga Distancia
Estaca en el Corazón
Agresividad
Violencia vs. Pasión
Solo una vez...
Bye, exámenes
Entrenamiento Peligroso
Cita Encubierta
Semana Trascendental (I)
Semana Trascendental (II)
Semana Trascendental (III)
Descontrol
Disgusto Férreo
Enferma de Amor
Recuperación
El Pacto
Confesión Carnal
Corazones Abiertos
*Intermedio III*
Encuentros, travesuras y tormentos
Sometida
Pasado y Presente
Pelea y Castigo
Juego Sucio
Ante todo, placer
Tarde con Víctor
A solas con el demonio
Pre-Halloween
Halloween (I)
Halloween (II)
Halloween (III)
Planes Inesperados
Descubiertas
Regalo de Cumpleaños
Una Verdad
Cumpleaños Travieso
*Intermedio IV*
Dominada
Liberación
Cicatriz del Alma
La verdad tras el dolor
Entrenamiento... ¿en el vestuario?
Travesuras
Partido de Vóley
Paseos Memorables
Amistad Rota
Alivio para la ira
Paseo de Amigas
*Intermedio V*
Personaje Asignado
Conflicto de Intereses
Año Nuevo
Acoso y Amor
Infieles
Ruptura
Venganza
Disculpas
Disculpas (II)
Monstruo
Homofobia
Perdonada
La Obra
Tras el telón
Legado de rencor
Justicia
Culpable
Vuelta a la Normalidad
Vuelta a la Normalidad (II)
Feria del Amor
Feria del Amor (II)
La cara oculta de la luna
Adiós
Aceptación
Por ti
Puñalada
Eric
Eric (II)
Un San Valentín inolvidable
Corazones Rotos
Epílogo: 9 de junio
Agradecimientos
Q&A
Gala de Nominaciones
¡Feliz Halloween!
¡Noticias frescas!
¡Especial 3M de lecturas y San Valentín!
¡Concurso de memes!
¡Concurso 2!
¡Lanzamiento final de LHDMN!

Fin de Trimestre

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By Luisebm7

La directora entra en la Sala de Actos. Su presencia imponente provoca un silencio cósmico. Si esto fuera un cine, las ganas de comer palomitas de maíz también habrían desaparecido como nuestras voces. Una mujer con gafas y de expresión amable marcha detrás de ella. Como corderos, varios adolescentes forman una fila mientras las siguen. El último eslabón de esa cadena es Patricia.

—Mira, Ana, es Patri. Por fin le vemos el pelo. La he echado tanto de menos. Creo que ya sé cuál es el motivo de esta reunión —me comenta Roberto, que está sentado a mi izquierda. Estoy deseando conocer su reacción cuando sepa la verdad sobre Patricia, si es que ella tiene el valor de confesarla.

—¿Mostrará su cara también? —murmura Laurita, que está a mi derecha.

—A lo mejor escuchó mi consejo —digo.

—¿De qué habláis? —pregunta Roberto denotando su desconcierto.

—Nada, esperemos. —Prefiero que vea con sus propios ojos la clase de amiga que es Patricia.

La señora McCarthy y sus acompañantes se acomodan en las sillas que hay sobre el escenario. Ella presenta a la psicóloga Antonia y prosigue con los estudiantes procedentes de otros institutos y con Patricia. El tema de la charla se centra en el acoso escolar y en el ciberacoso, lo que muchos intuíamos y en lo que Patricia es una experta.

Antonia inicia el discurso con una voz tan agradable que es un placer escucharla. Sin perder ese tono amistoso, transmite la seriedad del asunto tan delicado. Nos define en palabras concisas y claras ambos términos para luego iluminar nuestro camino con formas de afrontar los tipos de acoso. Sin embargo, remarca el papel de la empatía para que no nos convirtamos en acosadores. Esa parte me afecta directamente porque yo hacía daño a los demás y estoy muy arrepentida de mis actos.

Cuando los adolescentes comienzan a contar sus experiencias como víctimas de acoso, una angustia se genera en mi interior. La golpeada en el baño cada día, el chico convertido en objeto de burlas por su sobrepeso, el humillado por su orientación sexual... Todos, de alguna manera, me recuerdan que era una maltratadora, con la diferencia de que no lo hacía por odio o hacia un colectivo en concreto, sino por mi estúpida rebeldía que era sufrida hasta por mis padres. No puedo cambiar el pasado, pero sí el presente y el futuro, esto es algo que aprendí de Eric y que me esfuerzo por aplicar desde que me abrió los ojos.

Es el turno de Patricia, la última y la que, según Antonia, se encuentra recibiendo ayuda por su parte para superar su desagradable situación. Ella es el ejemplo del ciberacoso por su vídeo viral. Habla como una cínica poniéndose en el papel de víctima y expresando su malestar a través de su rostro afligido. La mitad de lo que escupe por la boca lo lee en un papel que sujeta.

—Pobre Patri. Ojalá hubieras estado allí cuando eso ocurrió. Tú tienes más temperamento que cualquiera y habrías impedido que la grabaran —murmura Roberto.

—No sé... —Sí, lo habría hecho, pero habría sido otra engañada como él y como todos. Ahí está Patricia vendiendo su imagen de afectada y despertando pena en quienes la conocen. ¡Falsa!

La psicóloga intercambia una mirada con ella mientras asiente con la cabeza.

—Antonia me está ayudando mucho para hacer frente a esto y su apoyo me ha dado fuerzas para estar hoy aquí y contarlo todo —dice Patricia con lágrimas en los ojos.

—Puedes hacerlo —la anima la psicóloga.

—Sabéis que estoy sufriendo ciberacoso, pero... tenéis que saber que yo también he causado sufrimiento a otros compañeros. —¿Patricia confesará públicamente?

—¿De qué está hablando? —murmura Roberto.

—No he sido la mejor compañera ni la mejor amiga del mundo —continúa Patricia con su voz llorosa—. Mis complejos y mis problemas de autoestima me llevaron a grabar a una compañera de clase mientras vomitaba y colgué el vídeo en la plataforma de la revista del instituto para que se rieran de ella. Además, lo hice a través de la cuenta de otro compañero y él cargó con toda la culpa.

—¿Qué está diciendo? ¿Se refiere a Laura? ¿Fue Patri? —cuestiona Roberto tan alarmado como muchos otros que murmuran. Me alegra que sepan la verdad.

—¡Me siento muy mal por lo que hice! —El llanto de Patricia se agudiza. Antonia toma su mano—. No sabía que causaría tanto daño a mis compañeros y justo a buenos compañeros. Mi error me ha costado la amistad de buenas amigas y estoy segura de que perderé la de otros amigos. Pascual, lo siento muchísimo, debí dar la cara cuando fuiste culpado injustamente. —Mira hacia él en otra fila de asientos. Yo no lo había visto entre tantos alumnos; por lo visto, fue invitado para presenciar la charla—. Laura, Ana, espero que algún día podáis perdonarme. ¡Lo siento tanto! —Dirige su mirada hacia nosotras.

—Lo estás haciendo muy bien —la apoya Antonia.

—Siento haberos engañado y haber sido una mala compañera... —Patricia se desmorona llorando y pellizca su falda con nerviosismo—. Os pido que me deis una oportunidad igual que ha hecho la señora McCarthy al no echarme del insti, por favor. Esta experiencia me ha cambiado y quiero ser una persona diferente. Me he unido al grupo "Alumnos contra el bullying" para prevenir que más compañeros sufran situaciones de acoso.

—Patri se está convirtiendo en una de nuestras activistas más implicadas y nos está ayudando con una campaña contra el ciberacoso —habla Antonia a su favor y continúa cubriéndola de flores.

Desde luego, Patricia ha tenido más valor que yo por haberse disculpado ante todos. No obstante, no estoy lista para perdonarla.

Cuando la charla concluye, debato con Roberto sobre la verdad en un rincón de la Sala de Actos. Él está impactado porque, al igual que yo, nunca se habría imaginado que ella fuera capaz de hacerle eso a Laurita. Mientras dialogamos junto a mi chica, Patricia aparece.

—Hola —nos saluda con cierta inseguridad y le respondemos vagamente apretando los labios—. Entiendo... —Se seca las lágrimas que le brotan—. Antonia me aconsejó que no debía forzar esto, pero tenía la esperanza de que me dierais una oportunidad después de demostraros que estoy arrepentida. Veo que también he perdido un amigo muy querido. Siento haberos decepcionado.

—Al menos, hiciste lo correcto esta vez. —Es lo único que me atrevo a decirle.

Patricia asiente y se marcha.

—Ahora vengo —dice Laurita y, para mi sorpresa, va tras ella.

No consigo descifrar la conversación que mantienen en la distancia, pero parece profunda porque Patricia continúa limpiándose las mejillas y los ojos.

***

Laurita me contó que no confiaría en Patricia, pero que tendría un trato cordial con ella en clase, ese había sido el motivo de su charla en privado. Yo pienso adoptar la misma postura, ya que Patricia cumplió con mi recomendación, aunque estoy lejos de perdonarla. Quizás Roberto y Gerardo sean los primeros en darle una oportunidad con el pasar de los días porque ellos no sufrieron un daño directo como Laurita y Pascual. El tiempo hablará.

Mi chica y yo asistimos al primer ensayo de teatro en la Sala de Actos, el mismo sitio en el que Patricia se había desenmascarado y en el que yo me pondría la máscara de un personaje. Viviremos unas cuantas tardes de diciembre en este lugar, pero será entretenido con su compañía. Ella será mi distracción para olvidar el pánico escénico.

—¿Laura aquí? —dice Víctor extrañado después de saludarnos.

—Sí, quiere colaborar y ver los ensayos. Supongo que al profe no le moleste —respondo.

—Un corazón noble... —Víctor mira a Laurita con detenimiento. Si me sale con la historia de que le gusta igual que Flor, le calentaré la cara—. Presentémosla a Tomás.

—Gracias —dice Laurita sonriente.

Los tres nos acercamos al escenario, donde el profesor termina de dar unas recomendaciones a otro alumno. Mientras Víctor le presenta a Laurita, observo a Catalina. Ella nos espía con recelo.

—Estupendo. Ojalá hubiera más estudiantes como tú con ganas de ayudar, pero se te ve en la cara que eres una buena chica. Gracias por tu disposición. Te aseguro que no te aburrirás —dice Tomás y me siento orgullosa de mi Laurita.

—También he apuntado unas sugerencias en los diálogos finales para que suenen más emotivos. ¿Se las puedo mostrar? —dice Laurita entusiasmada.

—Sí, enséñamelas en lo que esperamos a los que faltan —dice Tomás y le hago una seña a Víctor para que me acompañe.

—Supongo que la brillante idea de colaborar fue de Laura —comenta Víctor tras alejarnos.

—Sí, está muy interesada en la obra y me siento mejor con ella aquí, estas cosas me ponen nerviosa. Pero quiero hablarte de otra cosa. A ver, tenemos que eliminar esa escena del beso, no pensé que me tocaría actuar cuando la escribimos —planteo.

—Suponía que te incomodaría. Yo tampoco imaginé que bajarías a Catalina de su trono, pero eso tiene solución si se lo pides al profesor. —Víctor me comprende, bien.

Cuando nos disponemos a regresar con Tomás, Laurita se interpone en el camino de Víctor.

—Aún no te he felicitado como es debido... —dice mi chica con una sonrisa amistosa. Me alegra que socialice con un buen amigo como él.

Yo continúo hasta reunirme con el profesor. Por lo visto, las sugerencias de Laurita le han encantado porque asiente con alegría mientras contempla los apuntes de ella.

—Tomás, necesito hablar sobre algo —digo con tono amable.

—Tú dirás. —El profesor me atiende enseguida.

—No quiero perjudicar la obra, pero tengo una petición, ya que actuar no es lo mío y no estoy preparada para algunas cosas. Me gustaría que se eliminara la escena del beso —digo.

—La señorita escrupulosa. ¡Qué patética! —se burla Catalina. ¿Habrá faltado a la charla sobre el acoso?

—Catalina... —Sí, Tomás, conseguirá mucho con esa forma de regañar al estilo de caricia a un gato—. ¿Esa escena supone mucha incomodidad para ti? Recuerda que es un beso superficial.

—Sí lo supone, no hago esas cosas. Además —digo y miro a Laurita, que mantiene su conversación con un Víctor inexpresivo—, tengo novio y, por muy actuado que fuera el beso, no me sentiría bien.

—¡Qué penosa! La obra perderá fuerza si se elimina ese beso que le aporta naturalidad. ¿Cómo no se van a besar dos personas enamoradas? —opina la entrometida de Catalina—. Aún podemos intercambiar los papeles, yo estoy dispuesta al beso y lo que sea necesario.

—Algunas nacieron facilonas. Dispuestas, quiero decir. —Estaba deseando devolverle el golpe. Me satisface que la Scarlett resople.

—No pasa nada, es comprensible. Catalina tiene razón, pero tampoco es algo de vida o muerte. Sustituiremos el beso por un abrazo y listo. —¡Bravo, Tomás!

—Gracias por complacerme —agradezco.

—De nada, pero ya no tienes excusas para no darlo todo en el escenario —dice Tomás sonriente y me da unas palmadas en el hombro.

—En fin... —refunfuña Catalina.

—Voy a cerrar las puertas y empezaremos —dice Tomás y se marcha, momento que Catalina aprovecha para acercarse a mí.

—Tienes el papel de la protagonista, pero parecerás el bufón de la corte y harás que la obra romántica se confunda con una comedia. Estaré en primera fila aplaudiendo tu actuación ridícula. Además, mi presencia en el escenario eclipsará la tuya. Yo nací para esto. —¡Qué cabrona es esta Catalina! Sigue empeñada en incordiarme y su arrogancia me asquea.

—¡Hola! —interviene Laurita antes de que explote y le responda con una llamarada a la ricitos. Por lo visto, Víctor se ha quedado atrás esperando al profesor—. ¿Queréis un caramelo? —nos ofrece con el envase en la mano y yo niego con la cabeza.

—No, gracias —dice Catalina.

—¿Segura? Dejarán un agradable frescor frutal... —dice Laurita sonriendo con dulzura— en esa boca de aliento tan fétido que intoxicaría al público hasta matarlo.

—¡Tsk! —Catalina alza el labio superior como gesto rabioso y nos deja en paz. Yo no paro de reír.

—Vale, más para mí —dice Laurita y la muy glotona consume los pocos caramelos que le quedan a la vez.

***

Estoy nerviosa porque pronto me tocará actuar en el escenario. Mi parte del guion está grabada en mi mente, dudo que me quede en blanco, pero temo hacer el ridículo delante de estas pirañas que ansían alimentarse con mis errores. Aunque el profesor me brindó unas nociones básicas para disminuir el miedo y enfocarme en la interpretación, no es tan fácil mantenerse concentrada. La parte positiva es que no hay público, salvo el propio Tomás y algunos alumnos. Sin embargo, la actuación sublime de Catalina echa por tierra mi escasa valentía. Esa niña se mete en el papel de la princesa y parece otra, separa de forma ejemplar la narración como espíritu y la representación de la hermana del rey, no puedo competir con ella.

Los que participamos hoy nos hemos puesto la ropa de la obra para identificarnos mejor con nuestros personajes. Catalina, Víctor, el antagonista y varios extras ocupan el escenario mientras me tiemblan las piernas en el bastidor. Laurita, la única en las sombras conmigo, toma mi mano.

—Tranquila, Ani. Puedes hacerlo —me anima.

—Ojalá. —Incluso mi voz tiembla.

La parte de los demás concluye, por lo que es mi turno. Laurita me entrega el azadón y me dispongo a salir. Visualizo el texto que debo pronunciar a la vez que me cruzo con los otros. Cuando estoy a punto de entrar en escena, tropiezo y aparezco brincando como un canguro.

—Isabel, la humilde campesina —anuncia Catalina mi entrada y enseguida libera la risa contenida que se une a las de los que observan en la sala. ¡Desgraciada! Ella provocó mi tropezón haciéndome la zancadilla.

—¿De qué vas? —No le pienso consentir que me ridiculice de esta manera, así que me dirijo a ella alzando la voz.

—De princesa. ¿Y tú? ¿De campesina salvaje? Creo que ese no es tu papel —dice Catalina burlona.

—No te hagas la tonta porque me pusiste el pie para que tropezara. —Se piensa que es graciosa y no recuerda con quién se está metiendo.

—No me cargues tu torpeza, no es mi culpa que no mires donde pisas. —¡Qué cabrona!

—Orden, por favor —implora el profesor—. Dejad los juegos, no nos sobra tiempo para tonterías. No importa, Ana, continúa. —¿Por qué la tiene tan consentida? ¿No piensa reñirla?

Aprieto el azadón de juguete como si estrangulara el cuello de Catalina. No consigo concentrarme como antes, pero me esfuerzo y me planto en el centro del escenario. Empleo el instrumento para actuar. Soy Isabel, una humilde campesina, y estoy labrando la tierra junto a mi choza en medio del campo.

—¡Qué duro es labrar bajo este sol abrasador! —digo y escucho las risitas de fondo. ¡Uf!

—Ana —me interrumpe Tomás—. Intenta dramatizarlo más, que tu voz suene más cansada y que tu cuerpo acompañe tus palabras. Ralentiza tus movimientos como si cargaras con una tonelada de piedras. ¿Sí?

—Vale... —Si estoy pensando en apalear a Catalina, es normal que no luzca cansada, pero intentaré concentrarme—. ¡Qué duro es labrar bajo este sol abrasador!

—Mucho mejor, Ana —interviene el profesor otra vez. ¿Podré pasar de la primera frase?—. Exagéralo un poco más y, cuando termines esa parte, recuerda pasarte la mano por la frente como si te limpiaras el sudor. Te faltó hablar más alto, no olvides que te tienen que escuchar en el fondo. Adelante, vas muy bien.

—Vale... —Cuando no es una cosa, es otra. Menudos días me esperan, y las risitas se siguen manifestando. Alguien se comerá el azadón—. ¡Qué duro es labrar bajo este sol abrasador!

—¡Beee, beeee! —Alguien imita el balido de una oveja y se disparan las risas. ¡Seguro que fue la zorra de Catalina!

—¿Cuál es tu problema, Catalina? ¿Vas a tocarme las narices todo el tiempo? —la acuso chillando.

—¿Cómo dices? Estás más loca que una cabra, yo no he hecho nada. De todas formas, estás en el campo y convives con animales de granja. Está en el guion, ¿recuerdas? —Me quiere convertir en el hazmerreír del grupo y se aprovecha de que estoy en su terreno.

—Nada de discutir —dice el profesor con su clásica calma, Catalina lo tiene bien bobo—. Fuera quien fuera, dejadlo ya, sabéis que no incluiremos elementos extras hoy. Tomáoslo en serio, nunca os habíais portado así. Si alguien que no sea yo interrumpe a Ana, me enfadaré de verdad. —Ya, ¿y qué hará? ¿Reñirá a Catalina pasándole la mano por la cabeza como si fuera una gatita buena?—. Continúa, Ana, lo estás haciendo bien.

Esta vez, nadie me molesta, salvo el propio profesor para aconsejarme, aunque las risitas no desaparecen. Concluyo mi parte introductoria con éxito y regreso al bastidor.

—Es verdad que te pega el papel de campesina por lo miserable que es tu interpretación —me dice Catalina como si me restregara un trapo sucio y apestoso en la cara y sale al escenario para narrar.

—No la escuches, lo hiciste de maravilla —dice Víctor mientras se arregla la capa real.

—Pero me está tocando mucho las narices y me está hartando —digo con rabia.

—Olvídate de ella, seguro que ella se olvidará de ti pronto —me aconseja Laurita.

Víctor y los demás vuelven a entrar en escena y me quedo a solas con mi chica y con esa odiosa de Catalina.

—El público se aburrirá en tus partes. No transmites, no te diferenciarías de una oveja; de hecho, una oveja llenaría el escenario más que tú. ¡Qué suerte que Tomás cuenta conmigo para suplir tus vacíos! —dice la Scarlett destilando su soberbia y su menosprecio.

—La estrella estrellada que quiso volar sin tener alas y se estampó en el suelo. La Ícaro que soñó con alcanzar el sol. Cuidado porque tú no vives millones de años como las estrellas y tu fantasía se puede acabar en un abrir y cerrar de ojos —le dice Laurita antes de que yo le responda.

—Nunca seré una fracasada como esta —dice Catalina señalándome.

—Eres una maldita creída —digo y sonríe orgullosa.

—Te veré pronto haciendo el ridículo, oveja. Llegó el turno de la estrella de la obra, o sea, yo. —Si fusionara a Catalina con Estefanía, tendrían que ampliar el diccionario de demonología.

—La princesa se olvida de su corona —dice Laurita y la muy bobita se la coloca en la cabeza.

—¡Ah! —se queja Catalina por un tirón en los cabellos al enganchársele la corona—. ¡Qué animal! En lugar de manos, tienes pezuñas de cerdo, bruta.

—Lo siento, no todas nacimos princesas —dice Laurita mientras le sonríe.

—¿Catalina? —la llama el profesor.

—¡Ya voy! —dice Catalina incordiada y sale a toda prisa.

—¡Qué chica tan detestable! —digo malhumorada al quedarme a solas con Laurita.

—Todo lo contrario a ti... —Laurita me agarra por la cintura y me arrastra hasta ocultarnos detrás de los percheros del vestuario.

—¡Laurita, no! —murmuro como síntoma de la tensión que se dispara en mi interior. Eso no es actuación, es muy real.

Mi chica posee mi boca con la suya. Su lengua juega con la mía como si fuera un chupachups, solo que ella es la que aporta ese sabor dulzón y fresco con aroma a frutas. El rastro de los caramelos provoca que su beso sea más tentador, incluso en esta situación tan arriesgada que expande y contrae mi corazón hasta alcanzar sus límites. Por si devorar mis labios no es suficiente, sus manos participan en el ataque. Una de ellas estimula mis pechos y la otra apretuja mis nalgas hasta deslizarse entre ellas.

Yo me aferro a sus caderas como si fuera un pilar de apoyo junto a un precipicio con la intención de frenarla y por el miedo que me hace temblar, pero, a su vez, es mi forma de retenerla junto a mí para que dé rienda suelta a esta lujuriosa locura. Saboreo su lengua en mi boca y deseo someter su trasero con la misma libertad con la que ella me toma. Sin embargo, estoy paralizada por la descarga de adrenalina y cautivada por el beso tan atrevido.

—No estás nada sexy con ese vestido de campesina, pero todo lo que toco de ti recrea tu belleza en mi mente y me entran ganas de comerte —me susurra y su lengua se deleita con mi cuello y mi oreja.

—¡Laurita, para, para! No hagas eso aquí —le suplico doblegada y sin oponer resistencia.

—Ni te imaginas lo que te haría ahora... aquí. —Sus palabras insinuantes van acompañadas de su sorpresivo frote entre mis piernas.

—¡Ah! —Un gemido se me escapa cuando presiona sobre mi punto más sensible y empapo mis prendas de sudor. Miro a Laurita con mis ojos a punto de salir de las cuencas y ella, tan pícara, ríe. Enseguida regreso al espacio visible del bastidor, zona a la que todos los del escenario miran después de haberse silenciado—. ¡Ah! ¡Ah! —grito de forma improvisada.

—¿Qué pasa? —pregunta Tomás.

—La retrasada de Ana haciendo el imbécil —responde Catalina con su aguijonazo envenenado.

—Creía que había que simular una ejecución en la plaza, ya que la realeza está paseando por los alrededores del castillo. ¿No es lo que pone el guion igual que lo de la oveja en mi escena? —¡Bendita memoria!

—Sí, pero os dije que hoy no incluiremos elementos extras. Estad atentos, por favor —dice el profesor.

—Más tonta no se puede ser. —Catalina aprovecha para ofenderme.

—Tú no aprendes —le dice Víctor.

—Es una lástima que la ejecución no sea real porque la decapitación de Catalina haría honor a la de Catalina Howard, quinta esposa de Enrique VIII —comento con malicia y demuestro que no soy una lerda como ella intenta hacerme parecer.

—Silencio y a seguir —ordena el profesor y recuperamos el orden.

—Mmm... —Laurita aparece por detrás de mí y, discreta, me pellizca una nalga con suavidad—. Afinada y a punto para la siguiente actuación. Entonar no será un problema.

—¡Diablilla! —exclamo risueña. Aunque aún tengo el corazón en la boca, amo sus travesuras.

***

Aquella tarde de ensayo fue la primera de muchas, con la gran diferencia de que Catalina contuvo su hostilidad hacia mí a partir del segundo día y todos nos enfocamos en la obra. Supongo que influyó su aparición con un peinado diferente porque se cortó sus rizos a causa de un chicle que se había adherido a sus cabellos, muy cerca de las raíces. Se rumoreó que la espabilada empleó las tijeras como si fuera una experta y de ahí surgió su problema de cuero cabelludo al descubierto. Me habría gustado estar en su casa para presenciar su lloriqueo al estilo pija en el instante de su metedura de pata.

Laurita continuó poniéndome en aprietos durante los ensayos. Siempre que encontraba una oportunidad, me acosaba en los bastidores. Besos, toqueteos, susurros picantes. La diablilla aumentaba mis ganas de regresar a casa para terminar lo que iniciaba en mi imaginación, todo por el precio de una alta tensión promotora de infartos. Lo cierto es que a nuestra pasión no le faltó sazón.

Los días de diciembre se consumieron en una rutina orientada a los estudios y la obra principalmente, pero no faltaron los paseos reconstituyentes. Tras disculparme con Flor como era debido, mi chica y yo nos seguimos viendo con nuestras amigas del voleibol. Dediqué la otra parte de mi escaso tiempo libre a mi vieja amiga Claudia y a afrontar más situaciones dudosas entre nosotras. Ella reconoció que cultivaba su amistad con Aura fuera del instituto, pero siempre eligió estar conmigo durante los recreos. Eric, como era lógico, fue la otra gran persona con la que Laurita y yo compartimos momentos tan bellos como tensos.

Una tregua inesperada surgió entre Sandra y yo, pues no volvió a agredirme desde nuestro encuentro en el baño, aunque sí persistieron sus miradas desafiantes. Por otro lado, el regreso de Patricia a clase resultó extraño. Ella parecía un fantasma con el que nadie interactuaba, pero algunos compañeros empezaron a dirigirle la palabra para temas banales después de su primera semana. Por supuesto, el hostigamiento con el apodo de Shit Witch continuó entre los pitufos.

Así llegamos al último día de clase del trimestre, un día de vagos que lo único que hacemos en el instituto es dar vueltas y holgazanear en espera de nuestras notas. Por suerte, ese momento ha pasado y contemplo los resultados de mi esfuerzo en mis manos. Mi media académica ha subido notablemente gracias a Laurita, aunque el excelente que he conseguido en Lengua se debe también a mi implicación en la obra de teatro. Sin embargo, Ricardo me ha suspendido Filosofía tal y como predicó. ¡Cabrón!

Laurita, por su parte, tiene el mejor promedio de todo cuarto y le sigue Víctor por lo que tengo entendido. Ambos son listos, pero estoy orgullosa de mi chica.

Claudia, Roberto, Laurita y yo acordamos ir a una cafetería para celebrar nuestros aprobados. Eric se despide de sus compañeros y se une a nosotros. En un momento de alegría como este, una parte de mí siente pena por Patricia y por Aura, quienes se marchan del instituto por separado. Si no fuera por sus juegos sucios, podríamos haber mantenido el buen grupo de amigos que conformábamos.

—¡Qué notazas! —exclama Eric cuando comprueba nuestros boletines académicos mientras todos caminamos por la calle del instituto. Él nos muestra el suyo—. Sois las mejores. A mí no me fue tan mal, de hecho, subí notas, pero he perdido el hilo en Filosofía. Me ha pasado como a ti, mi amor, suspendí. Es una lástima porque me bajará mucho la media y necesito acumular lo máximo posible para facilitar el ingreso en la universidad.

—¿Y esto cómo pasó? Te iba muy bien. —¡Ese maldito Ricardo! Estoy segura de que tuvo algo que ver.

—Así es, me fue bien hasta que mi profe pidió una baja médica y Ricardo asumió mi grupo. Sus exámenes son muy raros y es estricto corrigiendo. Dice que así espabilaremos para la universidad. No sé, me esforzaré más para el siguiente trimestre. —Pobre Eric, él no sabe que no importa cuánto se esfuerce, no aprobará por culpa de ese depravado. Pero Ricardo lo va a lamentar. Si quiere guerra, guerra va a tener cuando regrese de las vacaciones.

Todos entramos en la cafetería más cercana y nos guarecemos del frío del invierno. Mi cuerpo agradece el calor dentro de aquellas paredes de madera oscura. No soy la única que ordena una bebida caliente para descongelar la sangre. El aroma del café con leche dibuja una sonrisa en mi cara tiesa. Brindamos por nosotros y charlamos mientras esperamos al novio de Roberto.

Pasados unos minutos, recibo un mensaje y lo abro pensando en las chicas del voleibol, pues me encantaría que se unieran a nosotros. Sin embargo, proviene de un número desconocido y el contenido no es precisamente amigable; de hecho, se me hiela el corazón hasta el punto de escuchar su crujido al agrietarse. Miedo, siento miedo. Hay una foto en la que Laurita y yo aparecemos besándonos en nuestra aula, creo recordar ese día.

Conozco tu secreto...

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NOTAS

¡Hola! 

Ya está aquí el fin de semana y espero que lo pasen genial. Sean felices.

Nos vemos el lunes.

¡Gracias! ¡Un fuerte abrazo! ^^

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