𝐻𝓊𝓇𝓉 𝑀𝑒 [𝐻𝓌𝒶𝓃𝑔 𝐻�...

By Lxvelyh

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« ¿Quieres escucharme decirte que te quiero? -Su bonita sonrisa se impregnó con la sorna más vil-, pues bien... More

◾Prólogo◾
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◾ Agradecimientos ◾
▪️REVIVAL: RE-EDICIÓN Y PUBLICACIÓN▪️

◾19◾

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By Lxvelyh

Capítulo 19, Parte I.
Heridas sin culpa.

•Hyunjin•

El verano no era de sus épocas preferidas del año. No podía usar sus chaquetas costosas mientras hacía calor, de igual manera sus bellos abrigos colgaban abandonados en el vestier, suplicando que los sacara. Estaba pegajoso todo el día gracias al sofocante clima, sin embargo, el sol inclemente de aquél momento sólo significaba algo importante: las vacaciones se aproximaban.

Aquellas serían sus últimas vacaciones de verano antes de decidir qué hacer con su vida. Eso se escuchaba como algo difícil, y en realidad, lo era. Quedaba una semana antes de la graduación, y Hwang Hyunjin aún estaba indeciso por si debía asistir a la universidad en Hong Kong o quedarse en Seúl. Su sueño siempre había sido estudiar arquitectura fuera de Corea, pero lo único que lo detenía se trataba de la sonrisa más cándida que aguardaba en el fondo de su corazón, y que tenía miedo de dejar ir así como así.

El sólo hecho de pensar en la sonrisa de Hani, le recordaba al verano cálido que ahora lo abrazaba. Era abrasiva, y se hacía espacio dentro de él hasta robarle egoístamente el sueño por las noches. En uno de sus desvelos de primavera, se dio cuenta de algo que no quería aceptar. Amaba a la chica como nunca amó antes, y aquello le aterraba más de lo que tenía la capacidad de aceptar.

Una idea le rondó en su cabeza durante largas semanas. Finalmente, decretó que aquello que tenía en mente era una locura, pero valía la pena arriesgarse si quería conseguir todo el afecto ella. Ya no bastaban las citas, tampoco pasar la tarde escondidos pretendiendo estudiar mientras veían el atardecer juntos, mucho menos el echar de menos cada noche que dormían separados. Ya no bastaba tenerla a medias, porque lo cierto era que Hwang Hyunjin estaba tirando a suertes su destino con la chica de su vida.

Se puso a gatas, descubriendo la compuerta de madera pulida que cubría discretamente la caja fuerte. Teniendo los dígitos frente a él, tuvo un leve tirón de arrepentimiento ante su plan principal. Dándole un vistazo rápido al despacho desolado que solía ser de su padre, buscó un poco de calma, y se terminó de convencer un par de minutos después que aquello era lo correcto. Tecleó adiestrado la clave de seguridad, esperando por el pitido de desbloqueo que tantas veces había escuchado ya.

¡Click!

Giró la perilla metálica en la puerta y la abrió, exponiendo el fondo oscuro de la caja no muy grande. En una esquina solitaria vislumbró la caja aterciopelada por la que iba, y sin darle mucha más vueltas al asunto la agarró para llevarla con él. Se desinfló como un globo al cerrar una vez más la compuerta escondida, sintiendo la presión sobre él deshacerse hasta volverse una sonrisa de autosuficiencia para sí mismo.

Esa mañana de domingo estaba particularmente calurosa, aún así, accedió a ir por un buen desayuno con sus dos mejores amigos. Permitió que el chofer lo llevase hasta el privado bistró de la madre de Lee Minho, donde los chicos lo estuvieron esperaron por más de una hora. Hyunjin no era de llegar tarde a algunos lugares, sin embargo, esa día tenía una excusa válida para su retraso.

El mal semblante del mayor lo recibió, mientras hacía un sonido molesto contra la mesa impacientemente. Estaba de mal humor por haberle hecho esperar, lo supo incluso a la distancia. Evitando exasperarse por aquello tan mínimo, sostuvo la sonrisa que no pudo borrar de su rostro desde que salió de su casa. De esa misma manera, y sintiéndose genial, tomó asiento frente a sus dos amigos.

—¿No te disculparás por llegar tarde? —La insolencia en la voz de Lee Minho no logró crisparle la paciencia, la cual parecía infinita ese día.

Ojeó el menú como si no lo hubiese visto millones de veces antes, y fingió no escuchar al molesto del castaño, ganándose una risilla de Kim Seungmin que no se había atrevido a hablar.

—¿No hace un día precioso? —Soltó el comentario al azar, divagando hacia el ventanal que daba a la calle.

En verdad estaba embelesado, suavizado por la idea que tenía armada dentro de sí.

—Dios mío... —Murmuró Seungmin ensanchando sus ojos—. Se ha golpeado la cabeza de nuevo.

Rió contento por el comentario, aunque en otro momento aquello le hubiese molestado. Consiguió desconcertar a sus amigos una vez más.

—¿Qué bicho te ha picado? —Espetó cansado Minho, masajeando sus sienes con demasiada fuerza.

Iba a responder, sin embargo, fue callado por la mesera que les tomó la orden de una manera rápida. El silencio reinó en la mesa esperando el desayuno, con el par de chicos desconcertados observando como a un experimento fallido al pelinegro que lucía perdido en las nubes.

—¡He tenido la mejor de las ideas! —Comentó emocionado a borbotones, casi saltando en su asiento.

Hyunjin perdido en sí mismo y su frenesí incompresible, quería que sus amigos entendieran lo que tenía para decirles. Deseaba muy en el fondo que se alegraran por él, y le dieran el visto bueno.

—Ha perdido la cordura. —Se mofó Kim, comiendo de su tostada Francesa, deleitándose de lo raro que se comportaba el chico.

—No, no, no. —Lo acalló con su boca llena, olvidando por completo sus modales.

Fue rápido al sacar la caja que guardaba en su bolso de cuero, y robándole las palabras de queja de sus amigos, los tres se quedaron estudiando el objetivo en perspectivas diferentes. Era imposible que su sonrisa se borrase, y por ello, intentó contagiar a los chicos que lucían algo lúgubres a pesar del lindo día.
Minho captó más rápido que el más bajito, ensanchando sus ojos desmesuradamente al leer bien la inscripción troquelada sobre el terciopelo del obsequio. Le dio una mirada acusadora a Hyunjin, casi fulminándolo injustamente.

—Se lo obsequiaré por nuestra graduación a Hani —Comentó ligeramente, evadiendo la desaprobación de su mejor amigo—. ¿Creen qué le guste? —No pudo dejar de sonar emocionado.

Seungmin en un trance de silencio lo observó con una expresión neutra, en cambio el mayor no ocultaba su descontento ante todo lo que había dicho. Se removió algo incómodo por lo inflexible que se estaba comportando Minho, sin poder entender de dónde venía el repudio porque regale algo a la chica que siempre le había gustado.

—Tu padre le ha diseñado esa joya especialmente a tu madre —Le interrumpió Minho antes que él pudiese seguir dando explicaciones—. Se la ha regalado porque es el amor de su vida. —Hizo un hincapié socarrón aquello último, arrastrando las palabras amargamente.

El pulso de Hyunjin se descarriló de a poco, no obstante, intentó controlarse a pesar que la situación se había tornado densa repentinamente. Conocía más que bien el significado del brazalete que escondía la caja, lo sabía y por ello había tomado la decisión de dárselo a la única persona que en verdad se lo merecía, y esa era en lo absoluto Kang Hani. No tuvo ni la menor duda en cuanto la idea cruzó su mente, aquello se sentía correcto, tan correcto como el sentimiento enternecedor que le provocaba la chica desde que tenía memoria.

—Kang Hani es...

El golpe desmedido sobre la mesa le robó el habla, dejando las palabras a la mitad. Sus ojos se alzaron hasta su mejor amigo, quién contenía su rabieta frente a todos los comensales que ahora los veían atentamente.

—¡Kang Hani no es nadie, Hwang Hyunjin! —Alzó su tono extremadamente colérico, sin importarle comenzar un escena delante de los clientes respingados de su madre—. No es  n-a-d-i-e. —Separó en sílabas queriendo que entendiese. Hyunjin arrugó el mantel fino bajo sus manos, a punto de estallar.

—Ella... E-Ellla. —Tartamudeaba, pero las palabras se atascaban a medio camino.

Quería decirlo, quería decir que Kang Hani era la única chica de su vida. No obstante, no podía, y eso le causaba un picor inexplicable en la cuenca de sus ojos, una terrible molestia que no entendía.

—Pronto estarás formalmente comprometido con Young Eunhye. —Intervino por primera vez Seungmin.

No levantó sus ojos de la caja, perdiéndose en las ilusiones que tenía al inicio, dónde creía que aquella sorpresa sería lo mejor que podía hacer en mucho tiempo. La vergüenza propia lo atrapó, y sin ser capaz de encarar a sus amigos, escondió sus lágrimas de impotencia.

—Eunhye y yo no tenemos nada —Susurró quedito, apenas audible—. No me hace sentir nada.

—Pero será tu prometida —Recalcó impaciente Minho—. Ese brazalete deberá ser para ella, no para Kang Hani.

[...]

Su cabello azabache ya largo le hacía ver bien en al espejo, como de costumbre, el reflejo era más que amable con él. Sin dudas, Hwang Hyunjin conocía su belleza, pero esa mañana en particular, no se sentía especialmente atractivo. Peinó sus hebras oscuras hacia atrás, despejando un poco su frente pálida y se dio un último vistazo antes de comenzar a cerrar uno a uno los botones de su camisa blanca inmaculada.

Se tardó el tiempo necesario en hacerlo, y cuando llegó el momento de hacer el nudo de su corbata, se detuvo. Se detuvo porque en el fondo quería que fuesen otras manos las que hicieran el trabajo, deseaba que fuese la chica de brillante sonrisa que seguramente estaría preparándose en ese mismo momento. Después de un par de intentos, hizo su corbata con poca habilidad y le dio una pobre sonrisa al chico frente a él.

Sonríe, joder. Sonríe.

Luego de toda la discusión con Lee Minho había deshechado la idea del brazalete. Lo pensó bien, y quizás el chico tenía un poco de razón al advertirle que no debía entregárselo a Kang Hani sin meditarlo antes. Pero lo cierto era que ya había pensado al respecto demasiado, y no encajaba en su cabeza el creer que ella no fuese la chica correcta para obsequiarle aquello. Observó la caja aterciopelada sobre su cama, y tomó un largo respiro antes de guardarla sin arrepentimientos en el bolsillo de su blazer beige.

Una hora más tarde sus manos aún sudaban sin tener remedio. Las abría y las cerraba en acto nervioso, esperando porque la puerta del gimnasio se abriese en algún momento. La toga azul oscuro que llevaba encima le acaloraba sin piedad, y el agarre de su corbata comenzaba a asfixiarlo tras correr los segundos. Hacía quince minutos que aguardaba por una respuesta, echándole miradas furtivas a su teléfono, el cual no se encendía con un mensaje.

No tendía a ser pesimista, sin embargo, al faltar menos de quince minutos para que comenzara la ceremonia de graduación, no tenía positivismo alguno para que la chica llegase. Se reprochó por última vez el mensaje que le envió, algo escueto, pero lo suficientemente específico para que viniese a él. Ella no podría ser tan tonto para no entenderlo, quería creer eso.

Marcó un zapateo angustiante sobre el pulido parqué, y al noveno repiqueteo, la pesada puerta del espacio se abrió. Achicó sus ojos esperanzado al notarla correr apurada hacia él, llevando en sus manos sus sandalias de tacón e intentando no resbalar gracias a sus pies descalzos. Llegó hiperventilando, ruborizada hasta la nariz y apoyándose en él dio una gran bocanada de aire.

—¿Estoy hecha un desastre? —Preguntó atropelladamente por la falta de aire.

Hyunjin casi quiso reírse irónico, porque la verdad era que Kang Hani estaba lejos de parecer un desastre. Su melena larga y castaña hoy tenía sutiles ondas que lo hacían parecer más frondoso, y aunque la muchacha prefirió tener puestas sus gafas de pasta-metal, se veía mejor que con las lentillas de contacto. Ella se colocó cada tacón, tomando balance en uno de los hombros de él, sin preguntarle si le llegaba a molestar.

—Siempre estás hecha un desastre —Mintió bromeando, mantuvo su semblante impasible y vio como ella abrió su boca para reprocharle, pero la calló de inmediato—. Aunque tus posibilidades para estar hecha un desastre son muy altas, debo decir esta vez que es imposible que te veas mal —Habló sin pensar, ruborizándola aún más—. Hoy estás más hermosa que nunca, Hani-yah.

Y lo estaba, a sus ojos estaba completamente preciosa con el birrete desalineado y la toga mal puesta. Se rió por darse cuenta de lo más mínimo, y  la ayudó a arreglar todo sin que ella se lo impidiese antes. Al terminar, le regaló una sonrisa ladina, satisfecho por el resultado.

—¿Qué harías sin mí? —Suspiró sonoro, porque dentro de sí era un: ¿Qué haría yo sin tí?

—¿Para qué me has pedido venir? —Preguntó ignorando lo anterior, y tomando en cuenta algo en su vestuario—. ¡Eres tú quien está hecho un desastre, Hwang Hyunjin! —Se quejó refunfuñando, dirigiendo sus manos al nudo de corbata hecho a medias para terminarlo con sus hábiles manos.

Se quedó quieto, observando la concentración que aplicaba en todo lo que hacía. En menos de dos minutos acabó a la perfección el trabajo que él comenzó. Hani se sonrió con autosuficiencia, y le miró por debajo de sus frondosas pestañas como si esperase porque él hablase.

—Te he traído un regalo.

Las facciones de ella se contrajeron en confusión, y sus dedos juguetearon curiosa con la corbata del uniforme que había dejado de sostener. No tardó mucho en rebuscar bajo la toga, y luego, dentro de su blazer para luego descubrir la caja que le daría. Extendiéndola hacia ella, la miró  extraviarse más al caer en cuenta de lo que se trataba.

—El brazalete de tu madre. —Dijo en un pobre murmullo, sin si quiera abrir la caja aún.

Abrió el obsequio por ella, permitiendo que luciese el brillante brazalete de oro blanco e incrustaciones de zafiros. Era delicado, pequeño y tan sobrio que en cada aspecto le recordaba sólo a Kang Hani. Era justamente precioso, y tenía la certeza que no podría competir con la belleza de la chica, aunque fuese una joya tan llamativa. Ella se quedó tiesa, mientras guiaba su delicada muñeca para ahora adornarla con la elegante pulsera. Con un clic cerró el prendedor, y ambos se quedaron perdidos, detallando los brillantes azulados que destellaban sobre la piel de la chica.

—¿Est-tás s-seguro? —Trastabilló cada palabra, con sus ojos oscuros titilando cual dos luceros a causa de las lágrimas.

Él hipnotizado por el par de ojos, apenas acarició el pómulo rosáceo de Hani, asintiendo a la pregunta. El roce de los labios de la chica en forma de agradecimiento, lo paralizó y le robó el aliento. No se habían besado desde la vez que estuvieron en el salón de baile, y ella ni lo pensó para sellar la cercanía de aquella manera. Había sido un contacto corto, puede que efímero, pero suficiente para que las mejillas de Hyunjin ardieran avergonzadas por ello.

—Ya deberíamos irnos. —Dijo ella, arreglando algunos mechones escurridizos de su cabello.

Te amo, Kang Hani. Eso quería decirle, sin embargo, las palabras no abandonaron su cabeza repleta de pensamientos.

Le dio la razón, faltaban unos pocos minutos para dar inicio a la ceremonia y de seguro ya todos debían haber estado formándose. Hani apuró su paso dirigiéndose a la puerta, sin embargo, consiguió detenerla al tener el impulso de atrapar su mano. Ambos pararon en seco, observándose en detalle por aquél mínimo gesto, y sin analizarlo por mucho más, Hyunjin entrelazó las dos manos en una sola.

El contacto era fuerte, y le proporcionaba una seguridad que hacía mucho no sentía. La miró atónito por sus propias acciones, haciéndosele imposible guardar para él la sonrisa que le provocaba el cosquilleo de la piel tersa de ella chocando cálidamente contra la suya. Aquello era correcto, en el fondo lo sabía. Caminaron el pasillo entero tomados de la mano, sin querer soltarse, escondiendo cual un par de niños la unión bajo las mangas de sus togas. Se reían de vez en cuando, entregándose miradas cómplices que a Hyunjin le parecían de lo más adorable.

Acercándose donde los graduandos se enfilaban, Hyunjin afirmó el enlace, sin deseos de soltar la mano que quería que todos los presentes viesen. Se miraron cortamente y en silencio, siendo tratados por el griterío de sus compañeros que se preparaban para dar inicio a la ceremonia. Hyunjin no se puso en duda al perfilar el rostro de la chica con su mano libre, dándole una caricia superficial que ansiaba guardar dentro de sí.

—¡Kang Hani! —La voz masculina algo forzada los sacó de la íntima burbuja que los protegía de los demás. En unísono, voltearon a ver al chico que corría hacia ellos y que paró en seco al darse cuenta lo que tenía frente a él—, ¿dónde demonios has estado? —Le reprochó tajante, frunciendo su ceño—. Ya comenzará la graduación.

Ella lista para contestar quedó con la palabra en la boca, debido a que Lee Minho la separó bruscamente de la mano que Hyunjin le tomaba. No impidió que su mejor amigo la tomase por la muñeca, aunque le enfurecía ver lo poco sutil que fue. Hani le observó por un momento, pidiéndole en mute que volviese a tomarla de la mano, que no rompiese aquél enlace. Pero él no podía, no podía.

—Young Eunhye te ha estado buscando. —Murmuró Lee Minho claramente hastiado, procurando que Hani lo escuchase.

La chica compuso una mueca de desagrado y pasó a conservar un semblante de mínima decepción que sólo estaba dedicada a él.

Yo también estoy decepcionado de mí, Kang Hani.

Porque quería que ella fuese la chica de la que se tomase de la mano y fuese felizmente a recibir su diploma, la realidad era otra.

•Hani•

Por mucho que deseó hacerse la desentendida, el constante recordatorio de que aún existía algo entre Hyunjin y Young Eunhye le comprimía el estómago lo suficiente como para quitarle el apetito. Aquello ocurrió el día de su graduación, dónde observaba su plato de filete en vino, dándole vueltas al asunto de llevarse un bocado a la boca. Comió un poco más de la mitad, y dejando el plato desolado y sin intercambiar ni una sencilla palabra, no le importó que su madre terminase la cena sola.

Su muñeca brillaba incluso entre la penumbra de su habitación, con aquél delicado brazalete que ahora no se quitaba, deseaba que la realidad que la envolvía fuese distinta. Desde muy pequeños tenían claro que Hwang Hyunjin sería comprometido tarde o temprano con una señorita que tuviese la misma jerarquía social que su familia, y por ello fue forzado a sobrellevar un noviazgo que en un principio confesó repudiar pero que con el tiempo comenzó a soportar. No se debía engañar, le calaba hasta lo más profundo de sí misma ver al chico con Young Eunhye, le aplastaba el corazón la terrible certeza de que esa no podría ser ella.

Se invitó una vez más a ser optimista, porque aunque sus inseguridades le traicionaban la mayoría de las veces, no ponía en duda el evidente cariño que el pelinegro le demostraba. Quizás ella no sería la mujer a su lado legalmente, pero podría ser la única que reinaría en sus sentimientos, y eso le era suficiente para calmar alguna cosa que le molestara. Aquél pensamiento era deplorable y casi daba vergüenza exteriorizarlo, sin embargo, los sentimientos por el chico eran mayores a toda la pena propia que sentía sobre sí misma.

—¿Te has terminado de vestir? —Su madre asomó su cabeza en el umbral de la habitación, mientras ella todavía peinaba su cabello castaño en una trenza holandesa.

Le dio un vistazo tras el reflejo de su espejo de cuerpo entero, y asintió leve. Al levantarse del suelo sacudió su vaporoso vestido corto, y se forzó a sonreír ante lo que veía frente a sí misma. Esa tarde tomarían el té junto con la Sra. Hwang, algo fuera de lo común, ya que en la normalidad, era únicamente su madre quien le hacía compañía.

Iban camino a la casa sin decirse ni una palabra, porque a pesar que ya su relación no se hallaba tan rota, Hani no sentía la misma confianza con ella. La madre de Hyunjin las esperaba en uno de los estar, sentada en un largo sillón victoriano donde supervisaba que las criadas colocaran todos los implementos de la merienda de una manera correcta.

—¡Mira qué hermosa estás hoy, Hani! —Le halagó tan alegremente como siempre.

Hwang Jisoo era una entusiasta por excelencia, y bajo esa máscara de mujer estirada, se encontraba una mujer muy dócil y cariñosa. Le correspondió con una sonrisa avergonzado, aunque había estado acostumbrada a escuchar comentarios como esos desde que era una pequeña niña. Tomaron asiento a un lado de la mujer pelinegra, esperando porque pudiese comenzar a tomar el té.

—Muchas gracias, Sra. Hwang —Contestó educadamente con una venia—. Su vestido está fabuloso. —Comentó alegre, a sabiendas que era un diseño de la madre Han Jisung.

Ella le sonrió sonrojándose, logrando que sus ojos se perdieran de vista, de la misma manera que le sucedía a su hijo. Luego que todo estuvo en su lugar, su madre le dio un asentimiento ligero de cabeza, dándole a entender que debía servir el té como un gesto de agradecimiento a sus mayores. Lo hizo sin ningún problema, hincándose sobre sus rodillas para ordenar la fina porcelana China. Las mujeres de sumieron en una conversación de la que no tomó cuidado, mientras ella vertía el líquido perfumado olor a duraznos con cuidado en cada taza.

Cedió la primera taza a su madre como se le enseñó, y al terminar, se aproximó a la Sra. Hwang para entregarle la suya. La mujer le miró de reojo, aunque cortó su cháchara de repente al tomar la taza entre sus manos. Retuvo el agarre de Hani, asustándole un poco por la afilada mirada que le dio, paseándose despectivamente sobre su brazo y acabando en su muñeca, en el lugar que lucía el espectacular brazalete.
El mentón de la mujer se tensó con demasiada fuerza, y tan sólo con ese mínimo gesto, consiguió que el ambiente se sumiera en una densa nube tóxica y asfixiante. La porcelana tembló bajo el agarre excesivamente endurecido, y Hani sólo pudo suponer que algo malo estaba a punto de ocurrir.

—¿De dónde has sacado ese brazalete, Kang Hani? —Sus ojos se volvieron pétreos encima de la pulida pulsera que resaltaba en su muñeca.

Tragó en seco, evidentemente nerviosa por dar una respuesta errada. Esquivó la mirada inquisitiva de la mujer que comenzaba a ser recalcitrante, si quiera le daba espacio para poder procesar todo aquello.

—¿Qué va mal, Jisoo-yah? —Preguntó su madre, interviniendo debido a su falta de voz.

La mujer sin dejar de estudiar la joya, presionó con más consistencia sobre la taza y Hani tan sólo se atragantó un pobre jadeo asustado. Jamás había presenciado a Hwang Jisoo tan perturbada como en ese instante.

—¿De dónde ha sacado tu hija ésto, Kang Chaeyoung? —Su mano libre vagó con falso desinterés sobre lo que hablaba. La mirada indiferente de su madre fue directo a la muñeca, y aunque era una mujer poco sorpresiva, sus labios se abrieron ligeramente asombrados—. Es el brazalete que me ha diseñado Hwang Hyunjae.

—Me lo ha obsequiado Hwang Hyunjin. —Se atrevió a hablar, sin alzar su vista perdida en el suelo y dudando en si debía hablar o no.

Jisoo soltó un chillido absorto:—Eso es imposible.

—Lo ha hecho. —Reafirmó lo más segura que pudo, aunque había sonado como una pobre duda.

Después de ese encontronazo un tanto extraño, la hora del té continuó en un paso agobiante. Hani no veía la hora de irse a casa, y poder enterrarse bajo sus mantas para no tener que enfrentar más la fustigadora mirada que Hwang Jisoo. No tenía que decírselo, la mujer no se tragaba todo ese cuento de que su hijo le había obsequiado el preciado brazalete, pero aquella era la verdad, y por más que quería contrariarla, no tenía otra opción.

Tuvo el impulso de llamar al pelinegro para que respaldara la historia, pero sabía de más que el chico se hallaba con sus amigos jugando al fútbol y no contestaría sus mensajes ni por equivocación. Por ello, mantuvo una falsa calma hasta el momento que Hyunjin llegase a casa y así pudiesen aclarar todo el malentendido.

Su madre le observaba más de la cuenta mientras se dirigían a la casa de servicio, viendo con suma atención la dichosa joya que ahora sólo deseaba desaparecerla de una vez por todas. El chasquido seco del cerrar de la puerta la paralizó a la mitad del diminuto estar, aguardando de un momento a otro para que su madre desembocara todo lo que había tenido guardado desde hacía unas dos horas. Esperó paciente, porque no tenía otro remedio.

—¿Verdaderamente te lo ha dado Hwang Hyunjin? —La indecisión estaba coloreando la pregunta, y quizás una pizca de duda también, Hani no supo diferenciarlo por la carencia de emociones en su madre.

Deshaciéndose enfurecida su elaborada trenza en el cabello, levantó su mentón con ímpetu, dispuesta a enfrentarla. ¿Cómo era posible que le sorprendiera tanto el poco convencimiento de su madre?, Sin embargo, lo hacía y mucho.

—No has criado a una ladrona, madre —Respondió tajante—. Y si de alguna manera lo has hecho, entonces es tu culpa por haberme dado esas enseñanzas. —Sin un sólo escrúpulo lo dijo.

Ni un atisbo de remordimiento se pasó dentro de sí cuando los ojos de la mujer se entristecieron por aquello tan duro que había dicho. No obstante, no le importaba haberlo expresado, porque se sentía juzgada por su propia madre y estaba harta de que todo mundo la pusiese en duda.

•Hyunjin•

Secándose el sudor que empapaba las puntas de cabello, se despidió de los chicos en cuanto Han Jisung gritaba algo desde el auto de Lee Felix. Fue riendo camino a casa, sintiendo un desestrés sobre sí que no había sentido hacía mucho. Estar con sus amigos-que ahora eran más que antes-, le hacía creer que por mucho estuvo encerrado en una caja inexplicable de asocialidad.

Dejando sus zapatos cubiertos de lodo en el pórtico, se adentró al frío aire acondicionado que aclimataba la casa, pero ni aquello le refrescaba lo suficiente. Se quejó en silencio, recordando camino a su habitación que debía pasar por la correspondencia antes de poder ir tomar un baño. Un tanto desesperado se encaminó a la cocina, donde siempre dejaban el correo. Encontrándose con Taeha que trabajaba en la cena tranquilamente, se dirigió directamente a la pila de cartas y sobres apilados a la perfección sobre el granito de la isleta.

Rebuscó rápido su nombre en el asunto postal, y sonrió inevitablemente al notar las dos cartas con su apellido figurando en ellas. Sin haber reparado en él, notó luego de unos segundos a JinYoung, quien revisaba distraído alguna que otra revista de finanzas y empresas.

Uh, que aburrido.

Viró los ojos antipáticamente procurando que no se diese cuenta, y sin fijarse ni un segundo más en él, se marchó directo a su habitación. No le tomó importancia a su ropa de deporte toda sudada y apestosa cuando se dejó caer sobre su cama toda ordenada. Con más ansias que otra cosa, rasgó el filo del primer sobre, sacando el papel blanco que contenía para desplegarlo entre sus manos. Releyó muy por encima el primer párrafo de cordialidad y exceso de parafernalia innecesaria, adelantándose directamente a lo que le interesaba.

"El consejo estudiantil de la universidad Sungkyunkwan University (SKKU) le da la cordial notificación al Sr. Hwang Hyunjin que ha sido aceptado en las instalaciones para cumplir la licenciatura en arquitectura moderna y diseño"

Sus manos emocionadas arrugaron el delicado papel sin poder evitarlo, y una sonrisa orgullosa se posó en sus labios. La victoria hacía sí mismo no le cabía en el pecho, y deseaba muy en el fondo que aquello pudiese compartirlo con las personas más importantes de su vida: su madre y Kang Hani.

Se quedaría en Seúl para hacer una colegiatura, a pesar que su sueño era estudiar en Hong Kong, había desechado la idea hacía unos meses al pensar que sin dudas era mejor visto cursas una carrera en su país. Aunque eso era algo que poco le importaba, tan sólo se trataba de una excusa tonta para poder seguir a un lado de la chica que amaba y con la que en definitiva deseaba compartir cada logro de su vida.  Impulsivo se colocó de pie en un tirón, listo para darle la buena noticia a la chica. Sin embargo, se quedó en una pieza al toparse con su hermano mayor al pie del umbral de la habitación. En su rostro tranquilo se paseaba una sonrisa lobuna y soberbia que no le daba más que mala espina.

—¿Qué quieres? —Espetó hastiado, dispuesto a llevárselo por delante y así salir.

—Se te ha olvidado una carta. —Dijo paciente, extendiendo hacia él un sobre que desconocía.

Sin fiarse, lo tomó de mala gana, reconociendo de inmediato la pomposa insignia de Oxford la cual adornaba elegentamente el frente del papel blanco.

—Esto no es mío. —Aseguró tomando una larga respiración.

—Ah, ¿te has graduado pero aún no sabes leer? —Se burló socarrón, conteniendo una modesta carcajada que lo sacó de quicio.

Su agarre se hizo débil al leer su nombre bajo la insignia. Aquello no era verdad, no lo era. Dio una respiración más fuerte, absteniéndose a demostrar el efecto que una simple carta podía lograr en él. Más dudoso que otra cosa, rasgó el sobre y temiendo lo peor leyó el papel, saltándose una vez más las formalidades.

"Tenemos el honor de recibirlo en nuestra excepcional plantilla estudiantil, a usted: Sr. Hwang Hyunjin"

Fingió no saber leer inglés, pero eso fue una simple mentira que se hizo creer para no procesar de una vez lo que ese jodido papel decía. Enarcó sus cejas hacia JinYoung quien lo esperaba expectante.

—Debo felicitarte, Hyunjinnie —Aplaudió un par de veces sobreactuado—. Un Hwang más que estudiará en el extranjero —La diversión bailaba en sus ojos oscurecidos por la malicia—. Tu padre debe estar tan orgulloso de ti.

Cansado de escucharlo, arremetió contra él sin pensarlo, haciendo que el cuerpo flojo del mayor chocara con demasiada rabia contenida contra una de sus puertas dobles. El mayor siseó con dientes apretados, aunque no se tensó ni un poco, a pesar que Hyunjin ahorcaba su camiseta de manera violenta.

—¡Cállate! —Bramó harto de escucharlo hablar de su padre como si nada. La ira desfiló por los ojos de ambos, enfrentándose una vez más—, ¡Yo no he aplicado para esta maldita universidad! —Retorciendo más la camiseta del mayor, consiguió arrebatarle un jadeo desesperado.

—Pues yo lo he hecho por ti —La sonrisa de dientes perfectos le hizo perder la cabeza, tan arrogante, tan falsa—. No es tan difícil hacer trámites como estos. —Le explicó encogiéndose raramente de hombros, fallando en el intento.

—Madre no está de acuerdo con eso —Quiso creer que sus palabras estaban seguras, pero sin dudas, no lo estaban—. Nuestra madre sabe que estudiaré arquitectura. —Volvía a sonar como un niño pequeño, y eso regocijaba a JinYoung quien ocultaba su sonrisa ganadora.

—Error, mi querido —Canturreó dramatizando—. Irás a Oxford a estudiar economía, porque mamá cree que es lo mejor para el negocio familiar.

Anonadado por la inminente noticia, soltó el enjaulado que presionaba sin medidas el cuello de JinYoung. El mayor dio un par de bocanadas fuertes, tosiendo en el proceso, para luego fijarse en la figura casi inexistente de Hyunjin que batallaba en no desplomarse contra el suelo.

—No iré. —Susurró en un pobre suspiro, sin más fuerzas.

Se dejó caer sobre sus rodillas, aún combatiendo con la imponencia de su hermano, que ahora lo veía con excesivo desdén desde toda su altura. Se había vuelto un pequeño vulnerable y pequeño, sin un respaldo que lo pudiese sacar del profundo ensimismamiento.

—Ah, claro que irás —Negó con su cabeza juguetón, disfrutaba de verlo débil.iempre lo había disfrutado—. No te queda otra opción. —La manera inocente en la que le hablaba le producía arcadas.

—¿Y qué si me rehuso a  ir? —Reprochó en un mísero intento de mantenerse fuerte.

—No hay otra manera, Hwang Hyunjin. ¿Aún no lo has entendido? —Masajeó el puente de su nariz hastiado—. ¿O quieres que la familia entera se decepcione más de ti? —Con un metafórico cuchillo, el muchacho lo apuñaló en una herida que si quiera sabía que aún seguía ahí. Se colocó de rodillas a su lado, alzando su rostro sin mucho esfuerzo—, sería una lástima que madre se entere de la fatídica noticia —Bajó su voz, como si contase un secreto. Hyunjin le miró atento, conteniendo el aire apenas—. Nuestro terrible secreto.

—¿De qué hablas? —Tartamudeó nervioso, tragando el nudo que le estorbaba en la garganta.

—Que has matado por error a nuestro padre —El susurro del mayor recorrió su columna vertebral, dándole escalofríos—. Heredero menor del grupo Hwang envenena a su padre por equivocación —Narró en juego—. Vaya... ¿No crees que sería un titular increíble para los periódicos? —Fingió asombro.

Los ojos se le inundaron de lágrimas impregnadas en miedo, tentándolo a soltar un sollozo lastimero que lo expusiera más. El triunfo brillaba por sí solo en el rostro tranquilo de JinYoung, a quien se le hinchaba el pecho con deleita al verle en un estado estupefaciente y deplorable.

Él no había matado a su padre. No.

—Tú lo has asesinado. —Aseguró conteniendo las lágrimas que le nublaban y escocían la vista.

—Es tu palabra conta la mía, Hwang Hyunjin —Hice una mueca que lucía como una sonrisa torcida—. Y es imposible que madre crea más en ti, que en mí.

◾◾◾◾◾◾◾

Dedicado a: minhoney

¡Ahhh, pensaron que dejaría peluca!, Pues nope, boo boo the fool🤡

Me vengo a disculpar públicamente porque ajá, me dio un mental breakdown y me puse un chin Britney. La ansiedad por no ser lo suficientemente buena, para mí (Estudiante de Periodismo), es sumamente importante el escribir, y ésto lo hago porque lo amo y me genera mucho causar algo en ustedes los que me leen. En serio, significa demasiado para mí comenten. Gracias una vez más por siempre estar.

Este capítulo lo dividiré en dos por lo extenso que es, so, la segunda parte la postearé en los días siguientes. También quise dedicárselo a alguien, pero jiji, pero por alguna cosa no puedo.

Nos leemos xox

Publicado: 07/06/20
Editado: 22/02/22

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