Tiempo y Existencia. Enterrad...

By DulceNada

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Savanna ni se imaginaba que salir a bailar una noche con su mejor amiga y socia, Mika, sería el fin de su vid... More

1. IMPREVISTOS
2. SUEÑO DE VERANO
3. ¿PRESENTIMIENTO, DUDA O CONFUSIÓN?
4. NADIE ESTA SOLO
5. CHARLA DE CHICAS
6. ENCUENTRO
7. SÍ...NO...TAL VEZ
8. PRIMERAS IMPRESIONES
9. CUESTIONES DE OPINION
10. INESPERADO
11. VISITANTES NOCTURNOS
12. SONRIE Y MIENTE...OTRA VEZ
13. EL DIABLO BAILA A NUESTRO ALREDEDOR
14. PASADO, PRESENTE Y FUTURO
15. DOBLE CITA
16. EL CRIMEN DE UN NIÑO
17. VERDADES
18. ELECCIONES
19. PREPARATIVOS
20. MASCARADA
21. DESEOS PECAMINOSOS
22. SOMBRAS DE LO INCORRECTO
23. ENREDADERA DE ESPINAS
24. A VECES REALMENTE TERRIBLES COSAS SUCEDEN A REALMENTE INCREIBLES PERSONAS
25. SORPRESAS, SORPRESAS
26. ESCAPADA
27. DOS SON COMPAÑÍA, TRES MULTITUD
28. ALQUIMIA DE EMOCIONES
29. EN COMPAÑÍA PELIGROSA
30. VISITAS DE ÚLTIMO MOMENTO
31. DOS GOTAS DE AGUA
32. CAMINO DE NO RETORNO
33. CONFLICTOS Y DILEMAS
34. IDEAS Y SENTIMIENTOS
35. ¿NUDOS O PALPITACIONES?
36. CERCA
37. CARENCIA CONTRA DESEO
38. LANA
39. CAMINOS CRUZADOS
40. LA PRUEBA DE FUEGO
41. AHORA Y SIEMPRE
42. CAFÉ CON SAL
43. AVIONES DE PAPEL
45. VERDAD O PESADILLAS
46. REGRESO
47. MOSAICO DE CORAZONES ROTOS
48. REALIDADES
49. CADENA DE EVENTOS
50. ARBOL GENEALOGICO
51. HASTA EL FINAL
52. PUNTO CIEGO
53. ALTA TRAICION
54. ECLIPSE

44. TERCERO INVISIBLE

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By DulceNada

- ¿Cuándo es tu cumpleaños? -

-21 de marzo. ¿Por qué? -respondí.

-Me gustaría festejarlo contigo.-

- ¿De veras? -exclamé entusiasmada, y asintió. Mi corazón desbordó de felicidad. - ¿Recuerdas el tuyo? -

-No, sólo sé que es en octubre.-su voz sonó algo triste.

-Un chico escorpiano, me gusta. - se rió. - Bueno, podemos festejarlo todos los días hasta que lo recuerdes. ¿Qué te gustaría hacer? Mamá solía llevarme a mis lugares favoritos de niña, el parque de diversiones, pasada esa edad, hacíamos una gira por el centro comercial, nos abarrotábamos de comida chatarra y películas. ¿Qué es lo que más deseas tener en ese día? -

-Tú. -su rápida respuesta me dejó sin palabras. Me detuve, y me impulsé en mis pies, uniendo nuestros labios.

Lo besé, lo besé y lo besé de las siete millonésimas maneras más dulces que existían. Su brazo se curvó alrededor de mi cintura apretándome contra su cuerpo mientras su boca se movía suavemente sobre la mía.

Me deleite con la manera en que nuestros cuerpos encajaban a la perfección. Su amplio pecho acobijándome, sus brazos conteniéndome dentro, sus angostas caderas rozando las mías.

El mundo alrededor nuestro parecía moverse rápidamente hasta desaparecer. Absorbidos por nuestra burbuja, alzándonos sobre la realidad. Sólo podía sentirlo a él, su cuerpo, nuestros labios fundiéndose en un beso tierno y cargado de emociones.

Nos separamos para recuperar el aire, y con delicadeza apartó un mechón que el viento continuaba arrastrando a mi rostro. Lo colocó detrás de mi oreja, y algo en mi corazón brotó.

Estaba completa e incondicionalmente enamorada de él, cayendo tan profundo en el abismo de su corazón. Yo le...El aliento quedó trabado en mi boca ante lo que mi corazón sentía en cada latido.

-Vamos. -susurró sin aliento. Me abrazó, y retomamos el camino mientras yo aún no me recomponía de mis nuevas emociones descubiertas.

Nos detuvimos frente a la puerta de Sergio, y tocó el timbre.

Unos minutos más tarde apareció de la esquina derecha de la casa, vistiendo un pulóver maíz y unos jeans grises sucios con tierra. De hecho, sus manos y parte de su rostro también lucían manchones de tierra. - ¡Chicos, hola! Me alegro de que vinieran.-dijo corriendo hasta detenerse en el pórtico.

- Espero que no estemos interrumpiéndote el trabajo. ¿Tienes mucho? -dije.

- El trabajo siempre es una bendición. Sólo estábamos acicalando el césped un poco. No importunan en absoluto. ¿Todo bien con ustedes? -parecía realmente animado. Toda una figura diferente de ayer.

Subió los escalones hacia la puerta.

-Mejor que nunca.-respondió Sebastián y me mordí el labio.

-Magnífico, genial.- Sergio posó la mirada detrás nuestro mientras la mía se encontraba con la de Sebastian. Sus labios estaban imperceptiblemente curvados en una sonrisa por su sutil insinuación.- ¡Aston, tomémonos un descanso, ven a comer! - gritó a lo lejos, y nos volvimos.

Aston caminaba por el lateral de la casa con dos enormes bolsas negras repletas.

-Estoy bien, arrojaré esto a la basura...- dijo, y sus ojos se posaron en Sebastián y luego en mí antes de volver la vista frente suyo.- y seguiré con el trabajo. -

-Muy bien. ¿Tienen hambre? Voy a preparar el desayuno...o mejor dicho, el almuerzo tardío. - se rió, y con su brazo hacia la puerta, nos guió.

-No es necesario.-dije mientras entrabamos. La casa estaba en penumbras con la escasa luz de los veladores y el brillante resplandor gris que entraba por las ventanas. La calefacción quemaba mis mejillas, pero se sentía bien.

-Sí, no te molestes.-añadió Sebastián mientras doblábamos a la derecha, internándonos en la cocina.

- ¡Tonterías! Son jóvenes, gastan más energías. Tienen que comer.- espetó rodeando rápidamente la isla rectangular de madera, y abrió el grifo para lavarse las manos.

-Oh, en eso tiene razón.- habló por lo bajo Sebastian para que sólo yo lo escuchara. Su aliento cosquilló en mi oído enviando pequeños temblores a todas las células de mi cuerpo. Nuestras miradas se encontraron y la travesura se declaraba en sus ojos. -Hemos quemado muchas calorías.-

Calor subió por mi cuello haciendo que sus labios se abrieran en una sonrisa gatuna. Sólo Sebastian sabía lograr meterse debajo de mi piel y ponerme de cabeza en sólo un segundo.

Con el pulso acelerado me alejé de su lado poniendo distancia entre sus flechazos de feromonas y mi cuerpo candente.

-Déjame ayudarte.- me ofrecí a Sergio que estaba poniendo cuatro rebanadas de pan en la tostadora. Mi cuerpo no podía calmarse sintiendo sus ojos hambrientos en mí todavía.

Sergio se volteó a la isla, y se agachó tomando de los estantes de debajo una sartén.

-No es necesario, siéntense, tengo...-su voz salió con esfuerzo.- todo bajo control. Me alegra tenerlos...de verdad.- dijo incorporándose. Posó su mano en mi hombro izquierdo y con una sonrisa triste miró de mí a Sebastián. Su toque era como el de un papá cariñoso. Mis ojos se humedecieron. Se volvió hacia la estufa, y mordiéndome el labio tomé asiento en la banqueta junto a Sebastian. Su cálida mano acarició mi espalda reconfortándome. - Puede sonar patético, pero hace mucho tiempo que nadie viene por aquí a visitarme. Sólo Aston, y no es muy hablador.- agregó riendo mientras tomaba los huevos de una cajita de cartón gris y los cascaba sobre la sartén. Los removió y cuando las tostadas saltaron, bajó el mechero. Las fue sacando con las puntas de sus dedos, colocándolas sobre un plato de vidrio trasparente. Tomó cubiertos del cajón a su derecha, y arrancó tres servilletas del servilletero vertical de madera. Depositó todo sobre la mesa acomodando cada par de cubierto en el lugar para cada uno antes de volverse a la heladera.

Era extraño lo cómoda que me sentía aquí, como si fuéramos familia. Jamás había experimentado esa sensación de cariño y calidez en una casa llena de parientes, rodeada de amor. Pero en este momento, junto a Sebastian y Sergio, podía estar cerca de lo que era ese sentimiento. Me enjuagué la gota redonda de una lágrima que tentaba por caer de mi párpado.

-Para nada, y me alegra haber venido...me hace sentir más cerca de mamá.-dije en voz baja.

Sergio se volvió con un frasco de cristal con mermelada de ciruela en una mano, una mantequera en la otra y un galón de plástico con jugo de naranja abrazado contra sus costillas. Dejando las cosas sobre la mesa, dijo:

-Lo entiendo, desde que todo esto comenzó, bueno...es difícil llevar una vida ordinaria estando al tanto de lo que realmente sucede. Cuando me enteré de lo de tu mamá...- respiró por la nariz apretando los labios en una mueca triste. Sus ojos se pusieron vidriosos, y se volteó tomando vasos de la alacena sobre la estufa, y los fue dejando en la mesa. -...fue demasiado rápido, después de todo lo que tuvo que pasar...- suspiró tristemente y regresó a atender los huevos.

Tomé la pila de vasos de vidrio, y la desarmé. Sebastian los fue tomando y colocándolos frente al lugar de cada uno. Sergio nos depositó un plato delante con huevos humeantes con un delicioso aroma a queso y jamón, y tomó asiento frente nuestro.

-Pregúntame lo que quieras, trataré de decirte todo lo que sé.-dijo desenroscando la tapa naranja del galón de jugo.

Le di un vistazo a Sebastian, quien me dio una sonrisa de apoyo.

- ¿Eran amigos desde pequeños? -pregunté mirándole servir en cada vaso.

-Sí, éramos vecinos, y luego comenzamos en la misma escuela, y...yo no era de hacer amigos fáciles. Se burlaban porque tenía un poco de sobrepeso. Tu mamá apareció un día y con su...-se rió sacudiendo su cabeza ante el recuerdo. - apareció de la nada vistiendo un solerito amarillo pastel con lunares blancos. Todavía lo recuerdo como si fuera ayer...y corrió detrás de ellos revoleando su pequeña bandolera rosa por los aires. Los chicos corrieron gritando asustados. Nunca más volvieron a molestarme. Desde entonces hemos sido amigos inseparables. Y, no, para que sepas nunca fue más que una amistad, bueno, era más que eso. Era mi hermana y mi mejor amiga, pero nada más. Por eso cuando me pidió ayuda, no se me cruzó negarme, ella era...es lo mejor que me pasó. Siempre estuvo para mí, desde el divorcio desastroso de mis padres y la muerte de mi hermano pequeño. Ella siempre estuvo allí para mí, sin pedírselo. Era mi roca. Mi torre de marfil.-

El silencio se hizo en el cuarto. Apreté los labios conteniendo las lágrimas.

Poniendo una sonrisa feliz, Sergio empujó el plato de tostadas hacia nosotros. -Coman, coman.-

Bajé la mirada a mi plato. El revuelto olía muy bien pero no podía tragar nada. El efecto totalmente contrario en Sebastian. Había terminado su huevo y ahora seguía con las tostadas. Le untó una capa fina de manteca a una enorme rebanada, y luego tomó una cucharada gigante de mermelada. Esparció la bocha brillosa y acaramelada morada sobre la tostada, pero aun así, era de 2cm de grosor.

Me sonreí. Mi mirada subió a su rostro enfocado en la tostada y en su misión de llevársela a la boca. Masticando volteó su rostro con los cachetes hinchados, migas en la comisura de su boca y una sonrisa destinada sólo para mí. Era deliciosamente mono.

Aparté la mirada conteniendo las ganas de alzar mi pulgar y limpiar sus labios.

Cuando miré hacia delante, Sergio me observaba fijamente. Mi sonrisa decayó. Sus ojos escrutadores se movieron a Sebastian mientras masticaba lentamente su tostada con una notable capa de manteca.

Ruborizándome agarré el tenedor, y tomé un poco del huevo. Me lo llevé a la boca y pasó como ladrillo por mi garganta.

-Está muy rico.-murmuré.

-Aja...-se sumó Sebastián con la boca llena. Con Sergio nos miramos, y reímos.

-Me alegra oír eso.- dijo llevándose el vaso a los labios sin despegar los ojos de nosotros, y volví a moverme nerviosa en el asiento. Dejando el vaso en la mesa de nuevo, preguntó: - ¿Y...cómo se conocieron? - y me atraganté con...nada. Hizo una pausa pasando la mirada de avispa de uno a otro. - ¿Por qué tú no sabías quién era ella? -

-Exacto, me enteré cuando nos lo dijiste. Todavía es difícil de creer.- respondió Sebastian, y sus ojos se posaron en mi dirección.

Durante ese breve segundo que nuestras miradas se tocaron, en que sólo éramos él y yo, compartimos un mundo de emociones y verdades que sólo nosotros dos sabíamos.

Mis mejillas se calentaron y un brillo destelló en sus ojos. Una pequeña lenta sonrisa curvó sus labios, y sin estar afectado volvió su atención a Sergio mientras yo trataba de no hiperventilar.

-Comprendo. ¿Sabes por qué tu familia murió, el motivo por el que...? -dejó sin terminar. Mis manos se cerraron en puños, incrustando el tenedor en mi palma. Cada vez que el tema salía me hacía hervir la sangre.

-No, sólo lo que me han dicho esta gente, Martiel, quien me rescató ese día. Suponían que era porque le resultábamos un obstáculo, y ahora con todo lo que nos has contado. Estoy más que seguro que tendría algo de relación con lo que Frankfruzzel quería obtener. -

- ¿Ahora qué harán? -preguntó de repente cambiando de tema, y mis ojos volaron a Sebastian esperando su respuesta, pero sus ojos bajaron a su plato vacío, ateniéndose a su voto de silencio.

Sin apartar los ojos de él, contesté: -No lo sé...- ¿Qué-estás-pensado? Pensé con tanta fuerza que tal vez le podía llegar mi mensaje. - Quizás buscar a Frankfruzzel, y enfrentarlo cara a cara.-

-¡No, no puedes! -la voz aterrada de Sergio me hizo apartar la mirada del rostro inalterable de Sebastian. -Van, debes entenderlo, él no dudara sólo por el hecho de que seas de su sangre. Tomará provecho de eso. Te entregará al demonio, no lo dudes. Ese es su objetivo en todo esto. -

- ¿En-entregarme al demonio? -tartamudeé. El miedo corrió dentro de mí como una niña asustada. Bajé mis manos temblorosas a mi regazo, cerrándolas en un puño intentado controlarme.

Sentí un calor sobre mis manos, y bajé la mirada. La mano de Sebastian cubría la mía, acobijándome. Una sonrisa amarga delineaba sus labios.

Sergio volvió a tomar la palabra: -No es en sí un demonio como lo hemos visto en las bíblicas. Es diferente. Es humano, o una vez lo fue. Se trata de un alma tan antigua y vil, que se alimentó de otros en vida y lo continuó en muerte. Es un parásito que se nutre engendrando miseria. Ha existido desde hace largas décadas. Durmiendo ansioso, esperando oportunidad para salir de nuevo y desatar esa hambre voraz, latente e insaciable sobre todos nosotros. Dándose un banquete a lo grande que le brinde la suficiente energía para manipular los espectros, y para Frankfruzzel contenerlo dentro del receptáculo y con él hacerse con el mundo a su antojo. No obstante, para eso necesita una carnada...no es sencillamente derramar sangre. Es más complejo.-

¿Receptáculo? ¿Carnada? La cabeza me daba vueltas. No me había dado cuenta de que estaba estrangulando la mano de Sebastian. Le miré en disculpa, y él sólo acarició el dorso de mi mano dándome una sonrisa suave.

- ¿Qué necesita? -musitó Sebastian serio, posando los ojos en Sergio.

-Un alma impura siempre es atraída por otra llena de bondad, un alma intacta y benevolente, de las que hay muchas, pero no todas pueden cometer un acto tan desinteresado, puro que complazca a la criatura. Eso es lo que busca Frankfruzzel. Él tiene una reliquia. Una joya cuyo valor no se limita a lo metal, sino por lo que es capaz de hacer.-

- ¿Qué puede hacer? - me atreví a preguntar.

- La piedra en sí no tiene fuerza para nada, pero en manos adecuadas se convierte en un talismán de gran poderío, cuya completa capacidad todavía permanece en misterio. Sin embargo, no cualquiera puede utilizarlo. No puede ser portado por cualquiera. Ése es el porqué te necesita y desea fervientemente poner sus manos en ti. Razón por la que tu mamá huyo contigo. La combinación de tu esencia y la fuerza que posee la joya, impulsará a los espectros hasta aquí, y al hacerlo empujarán por atravesar el Velo rompiéndolo. No obstante, una vez abierto necesita que esa alma digna cometa el tipo de acto al cien por ciento falto de intención, capaz de tentar al demonio para que se acerque a la superficie. La carnada. Como lazar sangre al mar de tiburones. Lo que no sé es cómo lo conseguirá. Lo que siempre especulamos era que con el receptáculo encerraría al demonio y lo tendrá bajo su poder como un perro guardián.-

El silencio y la tensión eran tan palpable que se convirtió en un elefante en la habitación. Cómo era posible que algo tan malvado, tan horrible tuviera lugar y forma aquí. Era una de las cosas más maquiavélicas que había oído.

-Eso es indiferente. -la voz dura de Sebastián resonó en el sofocante silencio, sacándome de mi pesadilla mental. Su rostro ceñudo miraba a Sergio. - Si logramos detenerlo antes de llegar a ese punto, no será necesario. Si logramos poner en nuestras manos ese receptáculo...-

-Eso es como cometer suicidio. No será fácil y será sin sentido. Un sacrificio sin sentido, y al final lograrán lo que desean. Frankfruzzel lo tiene todo planeado, te daría escalofrío hasta qué punto. No me sorprendería que tuviera incluso bajo sus ojos esta conversación. -

- ¿Estás diciendo que no importa lo que hagamos...nos encontramos acorralados frente a su arma humeante? -espeté indignada.

-Ellos han estado esperándolo durante casi dos milenios por tan sólo dos minutos, si no lo hacen ahora deberán esperar otros dos mil años de nuevo. No están dispuestos a eso.-

- ¿A qué te refieres? -pregunté.

-El eclipse sólo dura dos minutos y diez segundos, durante el cual se produce una pausa. Una laguna temporal. Como si el tiempo se detuviera a las 12 y comienza otra hora. La hora 13, momento en que ninguna prohibición existe. Los límites se vuelven maleable, se expanden como una cinta elástica. El mediodía es el comienzo y el final del todo. La partida y el declive. Por eso debe hacerlo cuando el sol está en la cúspide. Y en esos exactos instantes, el Velo con intervención de Marte en su trayectoria, en conjunto con la vasija puede atraer con más fuerza a los espectros hacia aquí, jalándolos como con una cadena invisible. Pero todo tiene que ocurrir de manera muy rápida, porque una vez que pasen los dos minutos será el final y la aguja retomará su ciclo normal. Y si todo resulta como desean...todos nos sucumbiremos en plena oscuridad. - terminó de decir con voz sombría, poniéndome la piel aún más de gallina. Inclinándose sobre la mesa, mirándome con ojos impregnado de tristeza e impotencia, continuó. - Por eso, es mejor que huyas...escóndete hasta el día del levantamiento.-

Parpadeé con miedo a lo que me pedía. Huir no era una opción. No con ellos.

- ¿No hay nada...nada en absoluto que podamos hacer para detenerlo? -espeté, y suspiró.

- Van...no creo que haya otra manera más que mantenerte alejada de él. Fuera de vista. Estás dentro de un avispero. Cómo te dije, no son gente para bromear. Lo llevarán a cabo de igual manera. No hay forma de evitar si los enfrentas. Lo único que harás es facilitarles las cosas. -

- ¿Crees que será suficiente? ¿Huir sin más? ¿Dejar todo en manos de ellos y sólo...desaparecer? -espeté, y no hubo respuesta de nadie. - No creo que pueda...¿tú podrías? Después de tanta vigilancia sólo para...nada.-

-No es tan fácil. Tu madre no habría querido...- poniéndome de pie, haciendo que ambos me miraran, vociferé con énfasis: -Mi madre...no habría querido que dejara que el mundo prenda en llamas sólo por el "tal vez" de vivir unos días más. Lo conoces...sabes que no se detendrán. ¿Pueden confiar suficiente en que una vez que pase la fecha todo volverá a la normalidad y todos estaremos a salvo? -

Exhalando frustrado, Sergio se puso de pie y comenzó a recoger los platos en silencio, con las trágicas palabras retumbando dentro de nuestros cerebros. Su ir y venir me recordaba a mamá.

Por un largo rato la habitación quedó nuevamente en completo silencio. Un momento después, retomé la palabra: -Creo que hay una manera.- la cabeza de Sebastian se alzó a mí con violencia, y me puse nerviosa ante su taladrante mirada.

- ¿De qué hablas? -exclamó con el ceño fruncido. Sergio dejó de nuevo el tarro de mermelada, enfocándose también en mí.

-Tengo una idea de qué hacer para detenerlo.-repetí, aunque no me sentía muy a gusto con la idea, dado que jamás terminaban bien.

- ¿Cuál? -preguntó Sergio.

-La caja.-dije, y el ceño de Sebastian se profundizó hasta partirle la frente.

-¿Qué caja? -preguntó Sergio confundido.

-Encontré una caja de madera con una franja de entramados tallados a su alrededor. Estaba sellado por donde la mires.- los ojos de Sergio se abrieron como platos. Desvié la mirada a Sebastian que no parecía conforme de a donde me estaba dirigiendo, pero continúe: -Dijiste que podía ser magia negra...-

-Espera...¿estás diciendo que tienes una caja antigua con trazados en símbolos antiguos desconocidos?- Sergio preguntó pasmado, y asentí lento. Su rostro se iluminó. -¡Oh, por dios! ¿Tú la tienes? Todo este tiempo Catalina la tenía. No lo puedo creer. - soltó una carcajada que me dejó estupefacta.

- ¿Por qué? -habló por fin Sebastian.

-Porque esa caja es el receptáculo. Todo este tiempo creí que estaba en manos de Frankfruzzel, pero la tenía ella. ¿Por qué no me sorprende? -

- ¿Qué "no te sorprende"? -volvió a espetar Sebastian con ansiedad.

- Que la tuviera. Siempre fue lista. Verás, la caja...bueno, no es una caja, es el receptáculo que contendrá al demonio. Es una "Capere". Una trampa tentadora a la que cualquier ser que no esté vivo quedará atrapado allí dentro.-

- ¿Qué? ¿Cómo...la aspiradora de los cazas fantasmas? -dije añadiendo mi grano de sabiduría.

-No tal cual, es como si ellos se vieran atraídos por ella, no pueden resistirse, entran por su propia voluntad. Los símbolos tallados son un antiguo en escritura tartésica, encantamientos podrías llamarlos, con el objetivo de bloquear lo que desea salir. Una vez dentro sólo pueden salir por voluntad. Difícilmente es el caso, porque se ven atraídos. - se frotó el mentón alzando la mirada, pensando cómo explicárnoslo mejor. - Es como una planta carnívora, se acercan por su belleza exótica y finalmente al darse cuenta de que es su muerte, desean alejarse, pero no pueden. Quedan atrapado en este círculo vicioso contradictorio entre el deseo de escapar y de quedarse. Y, tú la tienes.-exhaló asombrado.

-Sí, y sólo reaccionó con mi sangre. -dije, y asintió.

-Asumo que será por la misma razón por la que tú eres capaz de portar el objeto. Ese elemento que se encuentra en tu sangre que te hace inmune y apta para acercarte a él. No hay mucha información al respecto, pero ahora podemos usarla para atrapar el demonio antes que Frankfruzzel, y enterrarla donde no podrá intentarlo jamás.-exclamó animado.

-Lo sé, por eso quiero encontrarlo.-dije, y me ganó una ola de reproches:

- ¡No! -exclamó Sergio.

- ¡Ni hablar! -se rehusó Sebastian poniéndose de pie.

- ¡¿Por qué?! Es a mí a quien quieren, y me encontrarán eventualmente. Adelantémonos un paso.- espeté observándolo deambular hacia el corredor entre ambos salones, con rostro de mala muerte.

Trabando sus ojos enfurecidos en mí, contestó: -No. Jamás. No dejaré que entres en la boca del lobo.-

-Tiene razón...es demasiado peligroso, y no sabemos cómo resultarán las cosas. -dijo Sergio poniendo su voto en Sebastian.

Me volví mirando de nuevo a Sebastian. Se había detenido, permaneciendo desconcertantemente inmóvil, sin pestañar. Su rostro continuaba con esa expresión imperturbable y feroz, encubriendo el miedo en sus ojos, pero no podía ser una excusa para entregarle el mundo a Frankfruzzel. Caminé a él y tomé su mano.

-No lo hagas. No me pidas que te entregue. No lo haré.-dijo bajando su rostro al mío, y con suavidad tomó mi otra mano dentro de la suya.

- Lo quiero tan poco como tú.-respondí, y de pronto la luz se fue.

- ¡Mierda! ¿De nuevo? ¿Cuántas veces más? Muy bien, enseguida regreso.-masculló Sergio pasando como una ráfaga detrás nuestro, y la puerta se cerró de un golpazo.

-No lo vale. -susurró. Su pulgar había comenzado a trazar círculos en el dorso de mi mano.

-Todo lo vale si sirve para conservar la paz en un mundo donde podamos estar los dos. - aun en la penumbra con la nula luz entrando por las ventanas, podía distinguir su rostro claramente y no cedía. -No podemos.- suspiré vencida, y jaló de nuestras manos unidas a su espalda y me rodeó con sus brazos enterrando su rostro en mi cuello. -Sebastian, no...-

-Lo sé, lo sé...pero no quiero. -su voz salió sin fuerza, como si le faltara el aire. Acaricié su mejilla, y me estrechó más fuerte.

-Lo sé...-susurré, y alcé mi rostro encontrando su mirada. Mis labios se separaron listos para decir...decir esas palabras que tanto quería que supiera, cuando un estallido bajo y suave nos hizo sobresaltar.

Había sonado como un estruendo de presión contenida. Volvió a repetirse, pero esta vez se escuchó mucho más de cerca nuestro. Sebastian se volteó conmigo en sus brazos, y nos tumbó al suelo. Mis dedos se cerraron en puños en su pecho.

Con sus manos acunó mi cabeza amortiguando el golpe contra el suelo, y un quejido de dolor escapó de sus labios.

El impacto contra el suelo de madera expulsó aire fuera de mis pulmones. Abrí los ojos, y lo primero que vi fue oscuridad. Parpadeé acostumbrándome a la oscura penumbra, y vislumbré su pecho. Su rostro estaba desviado hacia el costado. Su cuerpo se mantenía sobre el mío, apoyando todo su peso en sus antebrazos.

- ¿Sebas...?-empecé, pero su rostro se volvió hacia mí, y posó su pulgar en mis labios silenciándome. Su semblante estaba arrugada, totalmente alerta y enfocado. Algo estaba mal, muy mal. Permanecí en silencio mientras él escuchaba algo que yo no.

Pasado un eterno segundo, se incorporó y me ayudó a sentarme.

-Algo está pasando...alguien está aquí.- susurró, y me tensé.

De pronto, otra explosión resonó , impactando contra el posabrazos del sillón a nuestra izquierda cerca de nuestras cabezas. Sebastian me cubrió de nuevo, golpeando con su pecho mi mentón en el desesperado movimiento.

-Lo siento, bebé, lo siento.-susurró con apremio.

No había sido ninguna fuga, era un proyectil, y para ser aterradoramente exacta, un disparo. Un disparo dirigido a nosotros. A matar.

El silbido volvió a resonar, pero esta vez fuera de la casa, y luego otro, seguido de un quejido de dolor lejano, y no hubo más. Total e inquietante calma.

Se incorporó, y se detuvo al oír la puerta abrirse lentamente. La luz del sol entró por el corredor creando la silueta alta del sujeto. Tomó mi mano con fuerza y agachas sin hacer ruido, rodeamos el sillón escudándonos detrás de el.

Nos mirábamos en silencio mientras escuchábamos los pasos lentos de esta persona acercarse. Se detuvo a unos metros, y le oímos voltearse buscándonos. Sebastian asomó su cabeza por encima del respaldo, y lentamente comenzó a ponerse de pie. Soltó mi mano, pero se la apreté negándome a que saliera de la protección. Me dio una sonrisa tranquilizadora, y con su otra mano se liberó. Me hizo seña con la palma para que me quedara donde estaba, y se alejó del sillón.

Moviéndose sigilosamente como un fantasma, se acercó a la espalda del sujeto, en medio del corredor.

Le rodeó el cuello con su brazo tomándolo por sorpresa. El sujeto enredó su pie con el tobillo de Sebastian y lo empujó con su cuerpo, cayendo ambos al suelo.

Sebastian exhaló un quejido de dolor mientras el sujeto se ponía de pie nuevamente. Levantó el arma a la cabeza de Sebastian que estaba incorporándose sin ser consciente de la larga boquilla del silenciador apuntándole a quema ropa.

Antes de que me diera cuenta, estaba corriendo. Me lancé sobre el sujeto, y el silbido fuerte del disparo salió. Solté un grito asustada, y el proyectil se impactó en algún lado de la chimenea. Con mis manos sudorosas y frías forcejeé por arrebatarle el arma, pero me dio un puñetazo en el rostro, y la fuerza me hizo volar contra la pared.

De alguna manera había logrado hacerme con el arma, y se abalanzó sobre mí. Sentándose a horcadas en mi pecho, trató de arrebatármela. Forcejeamos, y cerrando su mano alrededor de mi muñeca, la torció. El dolor como si me rompiera el hueso fue insoportable.

De repente, voló lejos de mi cuerpo, y vi a Sebastian de pie frente al sujeto. Le estampó una patada en medio del pecho, y la exhalación de dolor por el golpe resonó en el silencioso cuarto. Cayó al suelo impactando fuertemente contra la dura madera, y Sebastian se abalanzó sobre él llenándolo de golpes. Sus miembros se mezclaban en una bola indistinta y con la penumbra no podía ver bien quién era quién.

Nuevamente tronó otro disparo en la oscuridad, y todo se paralizó. El grito quedó atrapado en mi garganta. Mi corazón palpitaba fuertemente en mi pecho mientras los segundos ensordecedores pasaban.

Sebastian rodó sobre su espalda inmóvil, y dejé de respirar. El sujeto se puso de pie, y no me importó más nada. Las lágrimas se amontonaron en mis ojos.

Expuesta y sin importarme menos, observé como mi razón de vivir se había desvanecido. Quién sabía lo que le sucedería si volvía a morir dentro del cuerpo de una persona, podía desaparecer por siempre esta vez. Temblado sin parar, los pensamientos agobiaron mi mente.

El sujeto se dobló hacia delante sacándole el arma de sus dedos, cuando súbitamente el brazo de Sebastian se alzó y en un movimiento ágil impactó su puño debajo de la mandíbula mandándolo a volar dos metro detrás del respaldo del sillón que usamos de refugio.

Sebastian se puso de pie de inmediato, y despegué mis pies corriendo a él aliviada. Su mano se cerró en mi muñeca con fuerza, y me arrastró a la puerta. Mis piernas no reaccionaron a tiempo y tropecé con mis pies, pero logré mantener su ritmo mientras nos abríamos paso hacia la luz del día.

El viento helado cortaba nuestros rostros como navajas afiladas, nuestros jadeos hacían ecos en nuestros oídos mientras corríamos sin parar, esquivando gentes, tomando cada esquina, callejón, lo que fuera que pusiera distancia con la casa.

No sé cuánto tiempo pasó, ya no estábamos cerca de su barrio, perdidos por la ciudad quizás, pero no importaba. Nos internamos en un espacio entre dos casas residenciales. Me llevó hasta un sobresaliente de pared de ladrillo que hacía de chimenea a la casa, y me arrinconó dentro de ella, cubriéndome con su cuerpo. Su rostro serio apuntaba en dirección hacia el camino por donde vinimos, manteniendo vigilancia.

-No creo que sea el momento para eso.-dijo de repente volviendo su rostro, y mis manos se detuvieron de examinar su cuerpo por heridas de balas.

-¿Estás herido?-susurré desesperada, pero sólo se me quedó observando con esa sonrisa traviesa congelada en la cara. - Estás herido, ¿sí o no?- mi voz salió con violencia.

Recorrí su rostro con la mirada. Toqué suavemente su mejilla colorada y su ojo se frunció de dolor. También tenía un moratón feo. Acaricié sus labios con mi pulgar donde tenía sangre en la esquina de su boca, y sus manos sujetaron las mías acunándolas contra su pecho.

-Estoy bien. ¿Tú? Esa basura se atrevió a golpearte.- espetó con ira, acunando mi mejilla lastimada.- ¿Duele mucho?-

-Estoy bien, estoy bien...-dije sin aliento, y me lancé a sus brazos. Lo abracé con fuerza contra mi cuerpo. Escondí mi rostro en su cuello rozando mi nariz con su piel, tomando una buena inhalación de su esencia.

-Lo haré pagar por cada herida que te hizo.-dijo contra mi oído, conteniéndome dentro de su calor.

-Pensé...Pensé que estabas muerto...Creí que no volvería a...-susurré apenas audible. Una lágrima rodó fuera, y las demás le siguieron sintiendo el cataclismo de nuestras vidas sobre nosotros.

-Lo sé, yo también pensé que tú...-dejó sin terminar, y alcé el rostro buscando su mirada. La oscuridad de la pequeña cueva nos consumía, pero aun así podía ver el dolor y el miedo brillar en sus ojos. -No voy a perderte.-dijo con fuerza.

Inclinó su rostro lentamente, y me besó. Nuestras lenguas se tocaron, probando mis lágrimas y su sangre en un beso lento e intenso impregnado de miedo, dolor y alegría.

Su mano acunó mi nuca inclinando mi cabeza, profundizando el beso, tratando de satisfacer una urgencia y una necesidad. Su boca caliente me reclamaba, dejándome sin aliento.

Cuando finalmente nos separamos, estábamos jadeantes. Miré dentro sus ojos encontrándome con fuego líquido.

Apoyó su frente sobre la mía mirándome a los ojos en la intimidad del momento, y con voz áspera, dijo: -Más tarde seguiremos...primero salgamos de aquí, necesitamos un lugar más seguro.- viendo la duda en mis ojos, con voz firme, agregó:- Lo prometo, saldremos de esta. Sabes que no rompo mis promesas.-

Asentí, y limpió con suavidad una lágrima que había vuelto a deslizarse por mi mejilla. Sentía miedo, mucho miedo, ahora todo se había tornado mortal.

Dándome una sonrisa tranquilizadora, tomó mi mano y salimos del improvisado refugio. Podía sentir la tensión en su mano. Sus ojos escudriñaban por cualquier señal de peligro.

-¿Crees que vendrán a por nosotros?-pregunté mientras nos adentrábamos por el callejón. Una ráfaga de viento nos traspasó haciéndome temblar violentamente.

-No lo creo, pero no estoy seguro, por si acaso, conservaremos esto.-dijo, y me mostró el arma enfundada dentro de su cinturón. Mi repertorio de series policiales me dejó identificarla. Una 9mm. Asentí, a pesar de que no me gustara.

-¿Crees que Sergio estará bien o...?- mi voz se fue apagando, no queriendo pensarlo. Su brazo se curvó alrededor de mi cuerpo apretándome contra él.

-No lo sé, bebé, esperemos que no le haya pasado nada...pero no podemos comprobarlo, volver sería demasiado arriesgado y, tampoco creo que Sergio lo quisiera. ¿Ponerte en riesgo por él? No lo creo.- su voz sonaba igual de amarga y triste como yo me sentía. Sabía que tenía razón, pero igual quería volver.

Un escalofrío recorrió mi piel. El cielo se había tornado gris, sin nada de la brillante y cálida luz. La ventisca gélida me hizo pegarme aún más a su cuerpo.

-Te estás congelando.-dijo, y deteniéndose comenzó a sacarse el pulóver.

-No, estoy bien, te helarás.-

-Bebé, tú me das suficiente calor.-me dio una sonrisa arrogante, y terminó de sacárselo por completo. Sacudí la cabeza sonriéndome. Hasta en estos momentos podía hacer comentarios así.

Pasó el pulóver por mi cabeza, y alcé la mirada sobre nuestras cabezas. Una sombra sobrevoló los cielos, y me tensé. Luego una parvada de pájaros le siguió, y exhalé aliviada. Mi mente me jugaba trucos a todas horas.

-Aunque...me preocupa.- su voz me trajo de regreso a él. Su rostro estaba enfocado mientras terminaba de acomodar el pulóver en mis caderas, llegando a la mitad de mis muslos. - Siempre de alguna manera termino desnudo frente a ti.- encontró mi mirada, y la broma estaba instalada en ella. Me regaló una sonrisa torcida y rodé los ojos haciéndolo reír todavía más. Abrazó mi cintura apretándome contra él, y retomamos nuestro camino.

A pesar de estar abrigada dentro de su calor y aroma, el escalofrío no se iba. La sensación de hormigas caminando por mi espalda no me la podía sacar.

De la nada, fuimos golpeados por la espalda.

-¡Ayyy!-grité, y mis manos golpearon el duro suelo. El dolor retumbó por mi muñeca todo a lo largo de mi esqueleto.

-¿Estás...?-su pregunta fue cortada al ser expulsado sobre los aires lejos de mí.

-¡Sebastian!-grité aterrada. Golpeó su espalda contra la pared de ladrillos, y cayó al suelo impactando su cabeza con fuerza contra la losa.

Estaba de rodillas, poniéndome de pie, cuando sentí un fuego alrededor de mi garganta paralizándome.

Vestía una toga fantasmal negra con contornos difumados como si fuera una mala conexión del cable. Su brazo extendido a mí apresaba mi cuello. Podía sentir sus dedos esqueléticos apretando con fuerza mi piel. Por un momento pensé que era la muerte delante de mis ojos, pero lamentablemente, sabía mejor.

Era un ser diferente a los que habían aparecido hasta ahora y el dolor era muchísimo más intolerable. Podía sentir mi garganta hinchándose y cerrándose, asfixiándome.

La negra capucha cubría su rostro manteniendo en la oscuridad su identidad.

El grito de dolor de Sebastian me hizo apartar la mirada del ser frente a mí. A través de las lágrimas lo vi en el suelo intentado incorporarse, pero el espectro encima de él mantenía su tentáculo enterrado dentro de su pecho inmovilizándolo.

-...o sale herido...- como alambres de púas la voz del ser habló desde dentro de mi cabeza, atravesando la niebla de mi desesperación. Las lágrimas desbordaron con más fuerzas calentando mis mejillas mientras miraba impotente a Sebastian sufriendo de dolor.

-No...-su susurro ahogado cortó en mí. El espectro soltó una risita estridente y aguda, disfrutando del momento.

-Arriba.-bramó el ser, y lentamente obedecí. Observando a la nada de su rostro, sabiendo que me observaba de igual manera.

-¡No...déjala...!- le escuché decir a Sebastian.

Un frío mucho más intenso y helado arañó mi piel. Volví la mirada a mi derecha, y vi la pared de ladrillos moverse. El aire se ondeaba formando un círculo alargado suspendido a medio metro del suelo. Su mano me estranguló más fuerte haciéndome toser, y con una rapidez sobrenatural, me impulsó hacia la extraña zona.

-¡Ayyyy!- -¡Nooo!- El miedo burlaba mis labios.El grito desesperado de Sebastian desgarraba mis oídos. La risa chirriante ygruesa del espectro serruchaba el aire. Todo mezclándose en una bola de terror.

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