Tiempo y Existencia. Enterrad...

By DulceNada

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Savanna ni se imaginaba que salir a bailar una noche con su mejor amiga y socia, Mika, sería el fin de su vid... More

1. IMPREVISTOS
2. SUEÑO DE VERANO
3. ¿PRESENTIMIENTO, DUDA O CONFUSIÓN?
4. NADIE ESTA SOLO
5. CHARLA DE CHICAS
6. ENCUENTRO
7. SÍ...NO...TAL VEZ
8. PRIMERAS IMPRESIONES
9. CUESTIONES DE OPINION
10. INESPERADO
11. VISITANTES NOCTURNOS
12. SONRIE Y MIENTE...OTRA VEZ
13. EL DIABLO BAILA A NUESTRO ALREDEDOR
14. PASADO, PRESENTE Y FUTURO
15. DOBLE CITA
16. EL CRIMEN DE UN NIÑO
17. VERDADES
18. ELECCIONES
19. PREPARATIVOS
20. MASCARADA
21. DESEOS PECAMINOSOS
22. SOMBRAS DE LO INCORRECTO
23. ENREDADERA DE ESPINAS
24. A VECES REALMENTE TERRIBLES COSAS SUCEDEN A REALMENTE INCREIBLES PERSONAS
25. SORPRESAS, SORPRESAS
26. ESCAPADA
28. ALQUIMIA DE EMOCIONES
29. EN COMPAÑÍA PELIGROSA
30. VISITAS DE ÚLTIMO MOMENTO
31. DOS GOTAS DE AGUA
32. CAMINO DE NO RETORNO
33. CONFLICTOS Y DILEMAS
34. IDEAS Y SENTIMIENTOS
35. ¿NUDOS O PALPITACIONES?
36. CERCA
37. CARENCIA CONTRA DESEO
38. LANA
39. CAMINOS CRUZADOS
40. LA PRUEBA DE FUEGO
41. AHORA Y SIEMPRE
42. CAFÉ CON SAL
43. AVIONES DE PAPEL
44. TERCERO INVISIBLE
45. VERDAD O PESADILLAS
46. REGRESO
47. MOSAICO DE CORAZONES ROTOS
48. REALIDADES
49. CADENA DE EVENTOS
50. ARBOL GENEALOGICO
51. HASTA EL FINAL
52. PUNTO CIEGO
53. ALTA TRAICION
54. ECLIPSE

27. DOS SON COMPAÑÍA, TRES MULTITUD

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By DulceNada

Cuchillas rasgaban mi piel, cortando dolorosamente mis brazos mientras volaba sobre las piedras sagradas. Un momento después fui soltada a veinte metros sobre el suelo cerca del muro donde mi cabeza golpeó con un horrible sonido sordo. Mis ojos se cerraron del impacto y mis dientes castañearon. El dolor en la parte de atrás de la cabeza fue seguido por un punzante e intenso dolor en mi espalda. La punta de una piedra se incrustó en mi pulmón robándome todo el aire. -Ohhh-

Parpadeé viendo turbio. Mi visión mejoró en el segundo que un enorme cuerpo me cubría absorbiendo toda la luz del sol. Sus garras se cerraron alrededor de mis brazos hundiéndome aún más en la tierra, y un olor amargo, agrio, rancio y a...a...sangre, picó mi nariz.

Me retorcí, pero su agarre de hierro junto con la tonelada del peso de su cobrizo cuerpo me mantenía en el lugar apresándome contra el pasto. Refregaba su nariz contra mi cuello tomando profundas inhalaciones. Un escalofrío de asco me recorrió.

Su lengua me tocó, y lo sentí como ácido corroyendo mi piel. Solté un gemido repugnada, y su burbujeante risa retumbó en su pecho resonando en el mío.

-Mnnn...Oh, mnnn...qué delicia, qué aroma inocente...mnnn.- su voz gruesa y diabólica hizo eco en mi oído. Lágrimas se formaron en mis ojos derramándose por mis mejillas.

Esta criatura era igual de escalofriante que la que nos atacó en casa, su toque no quemaba como el de los espectros, pero podía sentirlo muy real. Cada movimiento que hacía tratando de liberarme, sus garras cortaban más profundo en mi piel.

-Es una lástima que no vayas a llegar. -bramó seguido de otra risa tenebrosa, y posó su rostro sobre el mío dejándome tener un buen vistazo de su cara.

Su rostro alargado y afilado se estiraba en una sonrisa de labios delgados y negros abierta mostrando una línea de puntiagudos dientes de agujas amarillentos saliendo de encías negras. Dos huecos negros con una ligera inclinación hacia arriba como fosas de la perdición miraban a mí haciendo que me clavara todavía más en el suelo.

-Mnn...tal vez me quede contigo...sí...eso me gusta, te haré mía. -dijo con placer, y su aliento fétido bañó mi rostro. Contuve las ganas de vomitar.

-No...-susurré.

-Oh...Sí. Tengo gran curiosidad por saber qué es lo que hace que todos vayan detrás de esta inocente chiquilla, bueno...ya no tendrás algún rastro de inocencia cuando acabe contigo.-volvió a aplastar su rostro, bajando por mi cuello moviéndose a mi pecho. Apreté los labios mientras trataba en vano de liberar mis brazos.

De repente, soltó un corto pero desgarrante grito en mi cuello. Su enorme boca se volvió a abrir y otro alarido furioso salió. Apartó su rostro del mío, y pude ver el dolor arrugando su cara. Una larga y gruesa vena cortaba la mitad de su rostro desde su amplia frente hasta su entrecejo. Frunció los labios en una mueca de rabia, y volteó su cabeza sobre su hombro.

Dando un último apretón mortal a mis brazos se impulsó hacia arriba enterrándome aún más contra la piedra en mi espalda. En un movimiento se alzó en sus dos piernas musculosas de fisicoculturista. Era igual de gigante y bestial que el demonio que nos persiguió en casa. Piel de látex rojiza, músculos inflados como un globo aerostático.

De su cabeza calva brotaban dos enormes humeantes cuernos negros en constante movimiento como el pabilo de una vela apagada. Una baja y espesa niebla cubría sus gruesos talones. Mi mente fue de regreso a la primera vez que experimente esto en el parque.

Me incorporé lentamente con mucho dolor, y me arrastré hacia atrás alejándome, hasta chocar con la pared. Estaba de espaldas a mí, haciéndole frente a alguien que no estaba en mi ángulo de visión.

En su espalda baja había incrustada una cuchilla. El mango negro de quince centímetros terminando en una cola curvada sobresalía de su cuerpo.

De nuevo volvió a soltar un aullido estridente alzando su cabeza a los cielos, resonando dentro de mi cuerpo. Mi mirada bajó a su pierna. La sacudía violentamente intentado soltarse de la fuente de dolor. Me quedé petrificada por lo que veía.

La mandíbula de Leyla se aferraba a la pantorrilla de la bestia con mucha fuerza. Sus dientes tan tiernos, ahora eran una mordida feroz y salvaje intentando sacarle un pedazo.

Sus ojos brillaban en un rojo cuando la luz del sol se proyectaba en ellos, dando la impresión de que era un mastín del inframundo y no la cariñosa Leyla que conocía. Usando de apoyo la pared me puse de pie, y en ese momento vi a Damrik frente a la criatura. Su rostro observaba la escena, tan pasmado y perturbado como yo.

La bestia cerró sus garras en la espalda de Leyla forzándola a soltarle. La boca de Leyla se abrió soltando un aullido de dolor. La criatura estaba libre pero no era suficiente. Aún con sus garras enterradas en su pelaje se agazapó sobre ella amenazante.

El enfado me dominó. Arrastrando mis pies me acerqué a su espalda. Tomé del mango, y lo jalé fuera con fuerza. La larga cuchilla de unos veinte centímetros de un material opaco y granuloso salió de su cuerpo seguido por un humo gris oscuro.

Su grito agudo y penetrante impregnado de dolor me dejó sorda. Sus garras soltaron a Leyla quien cayó ladrándole y girando en círculos a su alrededor. Se volvió ferozmente hacia mí. Retrocedí apuntándole la cuchilla, que ahora mismo parecía un alfiler en comparación con la enormidad de su cuerpo.

Con paso lento y pesado avanzó. A centímetros de donde me encontraba, se detuvo y su boca se abrió en otra mueca de dolor. El grito rabioso desgarró desde las profundidades de su garganta. Se giró rápidamente resoplando.

Su espalda tenía otra ranura por donde también salía humo. La piel alrededor estaba comenzando a ampollarse y a derretirse como si le hubieran arrojado ácido. Comenzaron a moverse en círculos, Damrik acercándose a mí, empuñando en su mano derecha un puñal idéntico al que yo sostenía.

-¡Tú!- bramó con repudio, y se lanzó a Damrik con todo. Sus brazos expandidos al aire con sus garras abiertas listas parar desgarrar. A medio paso soltó otro alarido de dolor mezclado con el rugido de furia. Leyla había ido de nuevo tras su otra pantorrilla. Clavando con fuerza sus colmillos en la criatura. Su cabeza no paraba de sacudirse.

De pronto, se detuvo y su boca se separó con un trozo de carne roja.

Sofoqué un grito espantada y anodada, mirando el pedazo del músculo de la pantorrilla entre los dientes de Leyla. Vomito subió por mi garganta.

El demonio gritaba en agonía. De reojo vi un movimiento. El brazo de Damrik se sacudía desesperadamente haciéndome señas para que corriera, pero no podía moverme. Mis ojos fueron de regreso al trozo de pantorrilla de la bestia que ahora alzaba sus garras sobre su cabeza bajándolas a velocidad en Leyla.

Lo siguiente, ocurrió a cámara lenta y no tuve ocasión de detenerme. Me lancé hacia delante y la cuchilla se insertó por completo en su espalda. Su rugido resonó haciendo vibrar el suelo, pero no me detuve, retorcí el filo provocándole tanto dolor como fuera posible.

Saliendo de mi estupor, solté el mango. Jamás había acuchillado a nada, y menos para infringir dolor deliberadamente. Me quedé paralizada, sorprendida por lo que había hecho.

La mano de Damrik se cerró alrededor de mi muñeca, jalando de mí. Corrimos pasándole de lado al demonio.

Los tres atravesamos la reja a la velocidad de la luz en dirección al coche. Nuestros jadeantes alientos resonaban en la silenciosa calle. Todo parecía tan...muerto, paralizado, como si creara un domo sobre nosotros. Su rugido lleno de ira se alzó haciendo eco en la desolada calle. Nos detuvimos, y volteamos a ver.

Alas de al menos tres metros de largo brotaban de su cuerpo, elevándolo quince metro del suelo. Las dos fosas de sus ojos apuntaban a nosotros con el rostro arrugado en enfado. Una latiente aura negra lo rodeaba. Si se podía enfadar al máximo un demonio nosotros lo habíamos logrado. Era la viva imagen del puro terror.

La mano de Damrik apretó la mía, y volvió a correr.

Llegamos al coche, pero le pasamos de largo. - ¡Allí! ¡Vamos! -gritó apuntando con su brazo unos metros delante nuestro hacia la pequeña capilla que antes habíamos visto.

Impulsándose con su cuerpo abrió las dos alas de las puertas. Los rugidos nos seguían cada vez más cerca. Cerró las puertas, pero no había nada para trabarlas.

-¿Cómo vamos a hacer que no entre?- mi voz salió aguda y temerosa.

-No podemos...- retrocedió de espaldas hasta mí. Me tomó del brazo arrastrándome por el pasillo entre los bancos de madera. A medio camino, las puertas se abrieron abruptamente estrellándose contra las paredes.

El corazón se me paralizó. Muy tranquilamente el demonio ingresó volando. Sus majestuosas y horripilantes alas extendidas creaban fuertes ráfagas mandando a volar los bancos contra las paredes. Una sonrisa maliciosa se dibujaba en su rostro. Los gruñidos de Leyla parecían el motor de un todoterreno.

Retrocedimos, pero estábamos en un callejón sin salida, sin escapatoria. Estamos entre el altar y el demonio.

Damrik me empujó detrás de su cuerpo escudándome. Era nuestro fin, lo sabía, podía sentirlo. Tenía tanto miedo, mi cuerpo temblaba sin cesar mirando nuestra muerte acercarse. Mi mano buscó la suya, aferrándose a su dedo pequeño y su mano se cerró sobre la mía instantáneamente.

El demonio abrió su boca tan grande soltando otro rugido rabioso que hizo temblar los cristales de las ventanas. Baba resbaló de su labio golpeando el suelo. De repente, se escuchó otra puerta abrirse a nuestra derecha. - ¡¿Qué sucede aquí?! Este es un santuario. No es un lugar para sus juegos.- exclamó una voz clara y masculina.

La cabeza del demonio se giró en un movimiento seco y bruto siguiendo la voz. Sus labios se extendieron en una larga sonrisa malvada luciendo sus afilados dientes. Los pasos del hombre retumbaban sobre el mármol mientras se aproximaba a nosotros. -¿Qué hacen aquí? No pueden ingresar aquí de esa manera y con un animal. Fuera de aquí.- sus ojos enfadados se movieron de nosotros.- ¿Qué están miran...?- su voz se apagó sabiendo muy certeramente que veía lo mismo que nosotros.- Santísima...-

-Siempre es un placer encontrarme con un ignorante.-proclamó con voz gruesa y gustosa.

- ¡Oh, santísimo Dios! -exclamó el cura.

-No, no, no, su Dios no puede ayudarlos en este momento.-se burló. Entretanto Damrik había liberado su mano de mi apretón estrangulador, y con movimientos quietos la llevó a su espalda. Tomó una cuchilla oculta bajo su remera. La sacó del cinturón de su jean y con dedos ágiles la hizo girar en su mano hasta que el filo apuntó hacia delante. El demonio continuaba fanfarroneando: -No se preocupe, hijo de los infames. Ya tendré tiempo para usted en cuanto termine con estos mocosos. - torció de cabeza hacia nosotros sonriéndonos.

El cura comenzó a retroceder rezando en voz alta sin cesar. Sus palabras salían tan rápido de su boca que apenas podía entender lo que decía. El demonio alzó su cabeza hacia atrás soltando una risotada espeluznante. Damrik en un movimiento veloz, lanzó la cuchilla a los aires. El largo filo se enterró justo encima de donde, asumo, estaría su corazón, de tener uno.

Volvió a aullar de dolor. Nos lanzó una mirada colérica, y cerró sus dedos alrededor del mango sobresaliente. Despacio la deslizó, y la dejó caer causando un fuerte estruendo sobre el suelo.

Arremetió contra nosotros para aniquilarnos. Los ladridos de Leyla era feroces, manteniéndose frente nuestro en guardia. Damrik adoptó una pose de pelea cerrando sus manos en puños, listos para dar batalla. Inesperadamente, como si chocara contra una valla invisible se detuvo. Su rostro se torció en una mueca de dolor, llevándose una mano a su pecho. Sus alas cedieron un poco y bajó unos metros.

Ninguno comprendía, ni el demonio mismo. Su rostro se volteó bruscamente. Sus ojos vacíos estaban puestos sobre el cura. La boca del hombre continuaba moviéndose diciendo sus plegarias como si fueran su salvavidas. Sus manos estaban unidas frente a su rostro sosteniendo un rosario de cuencas negras.

Rugiendo se lanzó sobre el cura. El hombre abrió los ojos, y trastabilló aterrado, cayendo al suelo.

Damrik tomó mi mano de nuevo, y rodeamos el altar. Agarró uno de los platos y se lo lanzó al demonio. El disco de metal dorado rodó en el aire tan velozmente que se volvió invisible. Golpeó el pecho de la bestia atrayendo su atención hacia nosotros.

-¡Siga con el sermón, padre!- le gritó Damrik. Tomó un cuchillo corto que parecía ser de manteca sin filo, y mientras la voz del cura resonaba en latín, lanzó a través del altar el pequeño cubierto al demonio.

La precisión había sido perfecta. Se le incrustó en medio de su frente como un dardo.

Sus garras se cerraron alrededor del mango, y se lo arrancó. Humo salió del pequeño orificio. Con un movimiento perezoso de su muñeca, lo mandó a volar a una velocidad sobrehumana. Atravesó el ventanal de su izquierda con un estallido estridente.

Carcajeándose con un eco rasposo, dijo: - ¿Eso es lo único que puedes hacer, Damrik? - me sorprendí al oírle usar su nombre. ¿Cómo podía saber de él?

Su risa se fue acallando, en paralelo a la cantidad desorbitante de humo gris que brotaba de la herida en su cabeza. Su boca se abrió en un grito altamente de dolor mientras el humo se convertía en negro.

Lanzándonos una última mirada y rugido, se volteó en el aire. Tambaleándose atravesó el marco de la puerta alejándose.

Todos permanecimos en silencio mirando hacia la puerta, esperando a que se lo pensara mejor y retornara.

Cuando no lo hizo, exhalé aliviada. Damrik dio un suave apretón a mi mano, y encontré su mirada. Su rostro estaba empapado en preocupación y había...miedo en sus ojos. Le di mi mejor sonrisa, sin poder formular palabra alguna todavía.

Desvié la mirada hacia el hombre vestido con sotana negra y collar blanco poniéndose de pie.

¿Qué decir en un momento como este? Algo que no se suponía que existiera había sacudido los cimientos de las creencias de un hombre de religión.

Salimos de detrás del altar, y el hombre finalmente habló: -No digan nada. Váyanse. Una palabra de esto, y sería el fin nuestro. -su voz sonaba molesta.

Miré hacia Damrik quien le devolvía una mirada seria. En silencio hicimos nuestro camino de regreso por el corredor.

El chasquido de las uñas de Leyla era el único sonido. A mitad del camino Damrik recogió la cuchilla del suelo con su mano libre, y la guardó de regreso en la parte de atrás de su pantalón.

Cuando salimos, el cielo estaba anocheciendo. A lo lejos, el resplandor naranja se desvanecía dando paso a la oscuridad.

Llegamos al coche, y abrí la puerta trasera para que Leyla entre. Al cerrarla vi los raspones de uñas del lado interno, indicios de su ruta de escape. No podía recriminarle el daño cuando vino a defendernos. Damrik puso en marcha el motor, y nos llevó lejos de allí.

-Es tarde para conducir de regreso.-dijo con voz suave. Mi oído estaba encendido, pero no le prestaba atención. Asentí distraídamente, mirando las luces de los coches pasar a nuestro lado.

No podía dejar de pensar en el hecho de que esa criatura que casi nos hace fetas ahora se encontraba suelta por nuestras calles. Si el Velo lograba abrirse por completo, todos y cada uno de ellos estarían igualmente de libres, y si tan sólo uno causó este desastre, lo que todos lo demás juntos serían capaces, no quería imaginar, sería...catastrófico. El fin de nuestro mundo como lo conocemos, pacifico, aun con nuestras propias formas de ser violentos y autodestructivos.

- ¿Van? -la voz de Damrik me extrajo de mis pensamientos decadentes.

- ¿Mnn? -

- ¿Estás bien? ¿Qué sucede?- posé mis ojos en él. Los suyos continuaban yendo de mí al camino. Su ceño arrugado en preocupación no le había abandonado.

-Sí, sí.- le calmé.

- ¿Segura? -insistió, y asentí. Odiaba que me preguntaran si estaba segura. Porque no estaba segura de nada, me sentía muy confundida, temerosa, cansada e inestable. La adrenalina estaba en su camino descendiente dejándome sin fuerzas.

-Van...- oír mi nombre en su boca hizo sacudir mi estómago, y no sé por qué. Su preocupación era anormal y lo anormal era extraño, y eso no sabía cómo me hacía sentir. Lo cual, se había convertido en un tópico en mi vida.

-Estoy bien.- mi voz salió con más firmeza de lo que pretendía. Tomé el mapa de la guantera, y fingiendo que no podía sentir sus ojos en mí, busqué en la lista de hospedajes.

-Coronel Moreno 3789- dije.

- ¿Qué? -

Levanté la vista a él. -Es la dirección de unas cabañas. Es la más cerca. Allí podemos quedarnos.- se me quedó mirando un rato antes de asentir.

Para cuando llegamos el cielo estaba completamente oscuro. Había una larga línea de treinta cabañas pequeñas, por lo que pude contar, en el centro de un terreno de tierra rubia. Todas eran una réplica de la otra. Paredes blancas, puertas marrón , techos de tejas oscuras.

Damrik aparcó de trompa junto a un Citroën plateado.

Delante nuestro estaba la casa de campo de tejados verdes oscuro con un cartel encima de la puerta de entrada que decía "CAMPOS DE PAZ" donde supuse que deberíamos registrarnos. Tomé mi bolso del suelo a mis pies, y busqué mi billetera. Abrí la puerta del coche cuando me sujetó del brazo.

- ¿Qué haces? -espetó.

-Registrarnos.- sus ojos no me soltaron. Luego, lentamente, su mano me dejó ir, y salí del coche.

Me dirigí a la casa, y pedí una cabaña básica. Después de que me explicaran la diferencia entre los mobiliarios de cada habitación y el costo del plus perruno, le entregué mi tarjeta a una muy sonriente chica.

Unos momentos después, abandonaba la caseta en dirección al coche con la tarjeta electrónica. Damrik me esperaba apoyado contra el baúl con la correa de Leyla en una mano y mi bolso en la otra mano sobre su hombro.

Esa pose relajada, ese mirar intenso, con los ojos puestos en mí, observándome acercarme, era muy...Aparté la mirada sintiendo calor subir por mis mejillas y teniendo problemas para mantener calmo mi corazón.

Hicimos nuestro camino a la cabaña ubicada entre las dos primeras. Abrí la puerta, y dando un paso dentro encendí la luz. Damrik soltó a Leyla, quien no perdió tiempo llevando su nariz a explorar por todo el nuevo lugar.

Era un mono ambiente agradable. Todo el mobiliario tenía el mismo estilo campestre, hecho con madera de cerezos. En frente, a través de un juego de puertas corredizas de cristal teníamos una agradable vista de los pastizales dorados bailando suavemente con la brisa cálida. Era hermoso y calmante.

A la izquierda una cama bastante cómoda con respaldo de madera oscura amplia para dos cubierta con una manta roja de hilos gruesos rústicos bordada con llamas bajo un sol frente a las sierras; del lado derecho había una puerta que conducía al baño, y la cocina era una diminuta mesada con dos hornallas y una heladera negra pequeña junto a un recipiente para la basura.

-¿No había camas separadas?- la voz de Damrik me hizo voltear. Me miraba con esa cara inocentona e ingenua de niño, pero no quitó que me sintiera insultada. Ni que fuera la depravada y él quien tuviera que preocuparse de que le hiciera algo.

-Eres...realmente quisquilloso, ¿sabías? ¿Qué? ¿Temes que te haga algo?-me dio esa mirada que no expresaba nada pero a la vez decía un millón de cosas. La esquina de su boca se inclinó ligeramente hacia arriba en una mueca divertida, desquiciándome. -Tuve que elegir una cama matrimonial porque a pesar de que las camas individuales serían lo ideal para nuestro caso, son más caras. Aparentemente más cantidad de cualquier objeto equivale a más dinero, además, tenía el agregado de nuestro invitado especial. Así que, sí, elegí la más grande para que mi bolsillo no se funda.-

-¿Invitado especial?-

-Ella.- señalé a Leyla, quien se pavoneaba fuera del baño después de su exhaustiva y profunda investigación de terreno, y ahora continuaba por los recodos del cuarto. -No es como si quisiera obligarte a dormir sobre la misma cama conmigo...sólo es conveniente. Si te molesta, si te incómodo, puedo dormir en...mnn - miré alrededor buscando un buen reemplazo. -...el suelo.-

Negó con la cabeza muy solemne.- Si dejo que duermas en el suelo, luego me reprocharás que estás contracturada por mi culpa, pero...-dio un paso cerca.- si sucede algo...no me hago responsable.- su voz había adquirido un tono más bajo y grave, poniendo a prueba mi capacidad de respirar.

-Muy bien...trataré de mantener mis manos atadas.- espeté, y sus labios se abrieron en una completa sonrisa de oreja a oreja. Exhalando, fastidiada le di la espalda.

-¿Estás bien?- volvió a preguntar en tono fuera de broma.

-Es la centésima vez que lo preguntas.- gruñí crispada.

-No, no lo es.- lo ojos, no era el punto. Me volví de nuevo, y me lo encontré pegado a mi cara.

-Sí, estoy bien.-dije con la respiración de nuevo desbocada. Tenerlo tan cerca...no era nada bueno. Su mano apartó un mechón de mi frente con suavidad.

-Déjame ver.-

-No es necesario.- le esquivé pasándole de largo. No quería que me examinara, su cercanía...todavía no podía descifrar qué era lo que me hacía sentir, pero revolvía mi estómago.

Su mano se curvó sobre mi hombro haciéndome voltear.- Déjame examinarte.- miré dentro de esos ojos castaños intensos, contemplándome con una suavidad y una genuina preocupación. Y esos retorcijones volvieron a inundar mi vientre. ¿Hambre, nervios? ¿Qué sentía?

-¿Por qué? ¿Para qué?- disparé nerviosa alejándome de nuevo en dirección a la puerta corrediza, pero como si se hubiera materializado, apareció frente a mí haciéndome detener abruptamente.

-No es para espantarte tanto. No voy a hacerte una lobotomía, sólo quiero comprobar si te has lastimado. Te has golpeado fuerte cuando te lanzó el demonio.-

Ese no era el tema, a este punto sabía que podía confiar en él, mis instintos me daban el pase, pero no quería su cuerpo sobre mí.

-¿Ése también era un demonio?-

-No cambies de tema.-espetó, y alzó su mano a mi rostro. Retrocedí poniendo mi mano entre nosotros en señal de "stop" pero continuó avanzando.

-Estoy bien, en serio. No pasa nada, pareció más de lo que era. Sólo unos rasguños aquí y allá. Más tarde.-dije, y rápidamente traté de pasarle de largo de nuevo, pero su brazo apareció cortándome el paso.

-¿Por qué no quieres que te examine la herida? Podrías tener una conmoción.-

-¿Eres doctor?- me dio una mirada cansada.- No, no lo eres. Además estoy perfecta y absurdamente bien. Ya te lo dije, que mejor testimonio hecho por la misma persona. Pareció peor de lo que en realidad es.- me lancé a mi derecha, y él dio un paso impidiéndomelo. Le fulminé con la mirada, pero él continuaba avanzando sin ceder.

Solté un grito sofocado cuando mi espalda chocó contra el cristal de la puerta. Posó ambas manos a cada lado de mi cabeza, acercando su rostro al mío. Su mirada penetrante me tenía clavada en el lugar. El aire parecía cargado de electricidad. Cada respiro que tomaba era tan difícil como luchar con el demonio.

-No es necesario tener un doctorado para saber si tienes la cabeza abierta.- dijo con voz gruesa, y un escalofrío me recorrió de pies a cabeza. La sangre golpeaba mis oídos como tambores. Tragando saliva nerviosamente, dije:

-Si...si...así fuera, ¿no crees que ya estaría muerta?- hicimos una competencia de miradas. La suya impenetrable como el acero y la mía queriendo mantenerse firme, pero finalmente cedí. - Bien.- mascullé de mala gana, y su rostro se iluminó en una sonrisa triunfal.

-Muy buena niña. Ahora, siéntate.-ordenó señalando con su brazo a la cama. Apretando los dientes caminé a ella.

Me desplomé junto al bolso en el borde, y me quedé mirando fijamente al exterior donde chicos jóvenes parecían estar tramando algo más allá de los pastizales. Iban en grupos cargando barriles de cervezas, riendo, gritando, hablando, en fin, divirtiéndose.

Se colocó a mi espalda, y gentilmente sus dedos separaron las hebras de mi cabello. Mi cuerpo comenzó a soltarse, toda la tensión, el miedo, se fue con los suaves movimientos de sus manos sobre mi cabeza. Cerré los ojos disfrutando de sus masajes haciéndome sentir como una sopa de sémola. Suave y blanda.

-Mnn...-gemí de placer. Su mano se detuvo en el lugar, y abrí los ojos dándome cuenta de lo que había hecho.

Alejando sus manos de mi cabello, dijo: - Estarás bien, pero te saldrá un chichón.-

Con las mejillas rojas y el pulso desbocado, contesté: -Gracias.- y me puse de pie.

-Pero lo de tus brazos, deberías ponerle algo de...-

-Lo sé, lo sé, no es la primera herida de ellos.- sus labios se torcieron en una mueca de disgusto. Mi mirada quedó pegada a su boca un largo segundo y todas las emociones volvieron a salir. Desvié rápidamente la mirada, y me dirigí hacia la puerta corrediza. Necesitaba aire.

La deslicé, y pisé fuera en el pórtico de madera, cerrando la puerta a mi espalda. La cálida brisa soplaba suavemente acariciando mis mejillas acaloradas, trayendo los aromas terrosos y salados de los minerales de la tierra.

Me apoyé sobre la baranda de tronco de madera natural rodeando el pedestal de balcón.

Observando la lejanía, tomé una honda respiración llenando del aire seco y limpio mis pulmones.

Era tan diferente de la bulliciosa ciudad, tan...tranquilo y espacioso. Esto era paz y tranquilidad absoluta. Las sierras doradas subían y bajaban como suaves olas paralizadas. Las estrellas brillaban como pequeños diamantes en el oscuro cielo azul.

Las chicas y muchachos continuaban llegando, saliendo de una de las cabañas tres casas a la distancia, uniéndose a la fiesta. Habían encendido una fogata dentro de tachos de metal y la luz naranja amarillenta creaba un aura dorado alrededor resplandeciendo en el cielo oscuro y en sus rostros carcajeantes.

La puerta corrediza suavemente se deslizó a mi espalda, y pasos le siguieron.

-¿Qué haces?- preguntó acercándose a mi lado.

-Nada sólo...observo a los chicos - suspiré. Como no hubo más palabras de su boca, le di una mirada rápida. Me miraba con una ceja arqueada y una sonrisa divertida. Enderezándome, dije:-...y las chicas. El plural.-

-¿Qué pasa con ellos?-dijo riendo, y su hombro rozó con el mío.

Cerré mis manos con fuerza sobre la gruesa baranda. -Nada sólo...es una estupidez.- negué con la cabeza. ¿Qué podía importarle mis problemas existenciales?

-Me divierten las estupideces.-

Busqué su mirada, y me decía que tenía toda su completa y honesta atención. La suave brisa revolvía su cabello castaño rizado enviando mechones a sus ojos.

Volviendo la mirada a la fogata, exhalé: - Envidio a esos chicos, no tienen nada más de qué preocuparse. Se divierten sin saber lo que está realmente pasando y, eso está bien, no es que fuera algo malo, yo también haría lo mismo, pero ahora mismo...me siento...celosa y, eso que jamás he sido de las fiesteras pero supongo que cuando no puedes tener algo, aún más lo quieres. Lo sé...soy una estúpida.- No sé por qué abrirme a él era tan...fácil y cómodo.

-No, no lo eres. Todo esto...sé que tu vida está patas para arriba, y...es mi culpa...lo sé. Tú tienes la oportunidad de vivir. Hazlo...Ve, diviértete.- me quedé mirando su rostro apenado.

Su frente estaba arrugada, realmente consternado por mí. Una tristeza y vergüenza me invadió. Estaba quejándome como una caprichosa porque no podía tener mi vida normal de regreso, cuando él no tenía una vida a la que regresar una vez que todo terminara, porque estaba...muerto. Él no lo hacía para salvar a los suyos, a su familia, lo hacía por los demás, total y completa desinteresadamente. Tragué saliva pero el nudo en mi garganta me lo impidió.

-No me interesa.- susurré bajando la mirada.

-¿No te gusta divertirte...bailar? Según yo recuerdo, sí.-

¿Cómo podía saber eso? Jamás me había visto bailar. Alcé la mirada, y sus labios contenían una sonrisa.

-No es que no me guste. Yo...no soy de esas.-

-¿Esas...? ¿Cuáles?- preguntó volviéndose hacia mí, apoyando su cadera en el barandal.

-De las que se integran fácilmente dentro de un grupo de desconocidos. Además, no es una de mis actividades favoritas, prefiero hacer otras cosas.-

-¿Cómo qué?-

Apunté con mi dedo hacia arriba, y me dio una mirada curiosa.

Levanté la mirada al cielo nocturno. -Mira...¿no es mejor que ir de fiesta?- susurré.

Bajé la mirada ante su silencio. Su rostro estaba inclinado hacia arriba contemplando cada pequeña luz parpadeante como un niño conociéndolas por primera vez.

Sonriéndome, dije:- Son hermosas, ¿verdad? Sabes, siempre me gustó creer que cuando las estrellas se alinean de determinada forma, las cosas pueden resultar de una u otra manera. Cambios en las pequeñas cosas que pueden alterar todo lo que el destino había prefijo. Eso era lo que mamá decía.- sus ojos encontraron los míos, y continúe.- Un día cuando era pequeña, no tenía más de 9 años, regresé de la escuela llorando, algo había pasado, no recuerdo el qué, sólo sus risas y burlas. Mamá me abrazó, tomó las llaves del auto y nos condujo lejos hasta que llegamos a la playa. El sol se estaba poniendo y no había ni un alma. Nos sentamos, y me contó de las cosas más absurdas que tuvo que afrontar en su trabajo limpiando oficinas, y lo contaba divertida como si no le afectara. Me dijo que aun en los peores momentos cuando crees que estás solo, sin nadie que te comprenda, sólo hay que alzar la mirada donde habrá una estrella mirándote, con alguien del otro lado en la misma posición que nosotros. Eso me hizo sentir que no era la única que le sucedían terribles cosas. Todos pasamos por algo. A todos nos dicen algo que nos lastima, pero lo que importa es lo que te dices a ti mismo. Las voces de los demás cortan sobre la piel pero se curan. Los ecos de nuestras propias voces son las que dejan las cicatrices más profundas e irreparables.- pestañé limpiando las lágrimas que se habían formado en mis ojos.

Todo estaba demasiado silencioso, a excepción de los grillos. Miré hacia Damrik que seguía con la mirada fija en cada estrella como si le contaran un secreto.

-Sí...nunca les había prestado atención...nunca así.-dijo meditabundo.

-Ah...yo podría quedarme mirándolas para siempre, en la tranquilidad...-música fuerte y retumbante sonó haciendo sangrar mis oídos. Damrik sofocó una risa.- Bueno, hasta aquí llegó el momento.- dije, y me volví para entrar. Realmente no soportaba la cumbia.

-Allí tienes una oportunidad. Ve, no te reprocharé nada.-dijo haciéndome detener.

Con una mano en la cadera, espeté:- ¿Desde cuándo quieres que evada mis responsabilidades?- se encogió de hombros inocentemente.- Ve tú si tantas ganas tienes.-

-Yo no quiero bailar.-

-Verdad. Además, probablemente no sepas.-

-Por supuesto que sé. Sólo que no quiero.-sonó ofendido.

-¿Sabes...Sabes bailar?-repliqué sin poder ocultar la sorpresa.

Soltó un bufido.

-Por supuesto que sí.-le di una mirada suspicaz no pudiendo creerlo.- Es cierto. Mi padre me enseñó antes de morir, cuando yo aún era joven.-dijo enorgullecido de tal recuerdo. Debe ser horrible no tener nada, ni nadie, ni siquiera un recuerdo de cuánto te amaron. De nuevo ese dolor apesumbró mi pecho.

De repente, su mano apareció delante de mis ojos, y pestañé confundida.

-¿Qué?-

-Déjame mostrarte.- se sonrió ante mi perpleja expresión.- ¿Qué? ¿Tienes miedo de divertirte conmigo?-

-¿Miedo? En tus sueños.-soné muy altanera, pero aun así no me moví un milímetro.

-Entonces...¿cuál es el problema?-insistió, y mi mirada bajó de nuevo a su mano.

El problema era que no sabía pasaría después. Después de que nos acercáramos, actuáramos como amigos, despertando...sentimientos, cuando luego todo podía desaparecer, él podía desaparecer. ¿Qué haría entonces?

Lentamente mi mirada volvió a su rostro. Sus ojos café captaban la luz de la luna mostrando motas terracota, y podía sentir mi cuerpo ceder.

¿Qué tenía de malo tener un pequeño desahogo? Después de todo casi morimos.

Con cautela levanté mi mano, y suavemente la posé dentro de la suya. Sus cálidos dedos se cerraron alrededor de la mía, y literalmente sentí una chispa saltar de donde nuestras pieles se tocaban.

Mis labios se expandieron en una sonrisa en respuesta a la suya, y en ese instante supe del grave error que estaba cometiendo.


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