La Clase del 89' (Mycroft y t...

By MSCordoba

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Mycroft Holmes es el mejor promedio del instituto Dallington. Los valores de amistad y afecto no resultan rel... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 61,5
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Cartas
Epílogo
Nota de autora
Anuncio importante

Capítulo 25

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By MSCordoba

— ¡Feliz cumpleaños, Eri! —exclamó la más baja, rodeando el sofá para darle un caluroso abrazo a la homenajeada.

Anabeth observó cómo Dalia sostuvo el abrazo por más tiempo del estrictamente necesario. Era como si, indirectamente, intentara demostrar quién era la que demostraba más afecto por sus amigas.

La castaña mantuvo su expresión relajada en todo momento. No iba a permitir que la presencia de Dalia le arruinara la noche. Después de todo, Erika tenía el derecho de invitar a quien quisiera.

Mientras la azabache abrazaba fuertemente a su amiga, Anabeth recordó su conversación con Clara meses atrás en las gradas del instituto. La rubia le había revelado los problemas que debió enfrentar junto a Erika a causa de la poca, por no decir nula, participación de Dalia en los trabajos grupales.

Anabeth sabía que era solo cuestión de tiempo para que ese equipo se disolviera. Pero ella no fue la única en darse cuenta de la tensa situación. Dalia podía ser una niña caprichosa y manipuladora, pero no era estúpida. Pudo anticipar la inminente separación, por lo que decidió bajarse del barco antes de que este se hundiera.

Contra todo pronóstico había sido Dalia quien, esa misma semana, dio el anuncio de que trabajaría con otro compañero de clase. Se había disculpado por su mal comportamiento, reconociendo que no servía para trabajar en grupo y alegaba que a partir de ahora ya nos las molestaría. 

"Mentirosa." Pensó la ojimiel cuando escuchó ese patético discurso de arrepentimiento que, con total seguridad, había sido ensayado.

A pesar de todo, Anabeth reconoció que esa había sido una movida inteligente. Dalia ni siquiera les había dado la oportunidad de discutir sobre su partida o su comportamiento. Había logrado salirse con la suya, impune. Y por supuesto, Clara y Erika vieron esa decisión con buenos ojos. Sus problemas estaban resueltos sin necesidad de una incómoda conversación.

Solo Anabeth podía ver las verdaderas intenciones de la más bajita. Para Dalia, dejar el equipo era un pequeño precio, en comparación con la recompensa de seguir en buenos términos con las dos únicas amigas que le quedaban.

¿Y qué podía hacer o decir Anabeth al respecto? Absolutamente nada. Después de todo, ella trabajaba con Mycroft. Su opinión no tendría ninguna validez en ese asunto.

Desde ese entonces, para la ojimiel, Dalia se había convertido en una mosca molesta. La veía en el almuerzo, o en clase al girarse sobre su asiento. Ambas pretendían llevarse bien. No se molestaban o insultaban en público. Dalia no era tan tonta como para hacer eso. Sus enfrentamientos eran sutiles: una mirada iracunda, una sonrisa forzada, un comentario afilado. Era como un aura de tensión que se presentaba cada vez que compartían una habitación. Era imperceptible, pero allí estaba y solo ellas dos podían verlo.

Anabeth parpadeó un par de veces, regresando a la realidad. Cuando finalmente Dalia se separó de Erika, dirigió su visión a las otras dos ocupantes del sofá. Saludó con la misma efusividad, manteniendo su papel a la perfección.

Pasaron un par de minutos en lo que las cuatro comenzaron a hablar de todo y nada. La conversación se desenvolvió dentro de una atmósfera confortable. Anabeth y Dalia cruzaron miradas. No hicieron falta palabras para entenderse.

"Tregua." Pensaron las dos al unísono. "Por ahora."

Solo por esas horas. Por Erika y su fiesta de cumpleaños.

Anabeth rompió el contacto visual con Dalia y dirigió su atención de nuevo a la conversación. Esos breves momentos de paz eran como un charco en medio del desierto. Escasos, pero refrescantes.

***

— Voy por un trago, ahora regreso. —anunció la ojimiel poniéndose de pie.

Las chicas asintieron y reanudaron su plática. Anabeth las dejó atrás y se dirigió a la cocina a por un poco de jugo.

A su regreso, se detuvo en seco. Apretó los labios en una fina línea con disgusto al ver que Dalia, aprovechando su ausencia, le robó su lugar en el sofá. Ahora se hallaba sentada entre medio de Erika y Clara.

"Solo me fui por 30 segundos." Bufó con fastidio.

Dalia la observó desde la distancia y elevó el mentón en señal de victoria.

"Predecible e infantil." Pensó la castaña, contemplando su bebida tentativamente. "¿Cuánto costaría sacar el jugo de arándano de un vestido?"

Desplazó el pensamiento de su cabeza. No caería en tontas provocaciones ni dejaría que esas molestas actitudes de la azabache le impidieran disfrutar la noche. Dio un largo trago a su bebida y caminó con paso decidido hacia la sala.

Rodeó el sofá, ubicándose a espaldas de sus amigas y apoyó los codos sobre el respaldo, inclinándose hacia delante. Su cabeza apareció por encima de la azabache.

— ¿Estás cómoda? —su sonrisa ladeada se mantuvo en todo momento.

— Bastante, sí. —contestó, cruzándose de piernas a modo de demostrar su punto.

— ¿Quieres mi lugar? —ofreció Clara, mirando a la ojimiel.

— Nah, no te preocupes. —se encogió de hombros—. Siempre es un placer cederles el asiento a las ancianas. —bromeó.

Erika y Clara rieron por lo bajo. Anabeth sonrió para sus adentros mientras observaba el rostro de Dalia. Siempre podía sacar ventaja de las actitudes infantiles de la azabache.

— ¿A quién le dices anciana? —cruzándose de brazos.

— Lo eres, si no puedes estarte en pie por más de 5 minutos. —afirmó, satisfecha con su pequeña broma.

Podía sentir la mirada de Dalia clavándose en su frente, pero no le importaba en lo más mínimo. Lo mejor de todo era que Erika y Clara, al estar tan acostumbradas a sus bromas, no podían ver las verdaderas intenciones de ese inocente comentario.

— Vete al infierno. —insultó la azabache en el mismo tono bromista, aunque sus palabras eran todo menos amistosas.

— Querida, ya tengo tierras ahí abajo. —elevó una ceja a la vez que ensanchaba su sonrisa—. Bueno, voy a recorrer el lugar. —anunció, cambiando abruptamente de tema—. Las veo después chicas.

Enderezó su postura y se dirigió al jardín. No tenía ganas de estar en el mismo sofá con la azabache.

"Un poco de aire fresco me sentará de maravilla."

En el patio se encontró con varias caras conocidas. Anabeth reconoció a una en particular. Era un joven de mediana estatura, usaba campera de jean y tenía el cabello peinado hacia atrás en un intento por imitar el estilo de John Travolta.

— Hola, Fran.

El chico elevó la cabeza al reconocer la voz.

— ¡Anne! ¿A qué hora llegaste?

El hermano de Erika, Francis, se giró para ver mejor a la chica. Ambos se conocían desde hace años. No eran muy cercanos, pero habían hecho buenas migas con el paso del tiempo.

— Hace un par de minutos. Perdón que no te viniera a saludar. Tu hermana me entretuvo un buen rato. Y me dijo que este año te dejó estar con los chicos grandes. —añadió con diversión.

Francis sonrió, conociendo el humor de la castaña.

— Así es. Es el primer año que no me encierra en el cuarto con los niños. —comentó—. Ven, te presento a mi grupo.

La tomó del brazo y la condujo hasta una zona apartada del jardín. Anabeth pudo ver a cuatro jóvenes y dos chicas conversando animadamente entre ellos.

— Chicos, les quiero presentar a una amiga de mi hermana. —anunció Fran capturando su atención—. Se llama Anabeth, pero no le digan así porque los asesinará.

— Qué bien me haces quedar, eh. —habló con sarcasmo mientras le daba un pequeño empujón, sacando un par de sonrisas en el acto—. Llámenme Anne.

La ojimiel sonrió con expresión despreocupada. Los jóvenes se presentaron uno a uno estrechándole la mano. 

Mientras los escuchaba, Anabeth prestó especial atención a sus rostros, la manera de hablar, el lenguaje corporal y todo lo que iban diciendo de sus personas. Era un pequeño hábito que tenía al conocer gente nueva. Le gustaba recabar esa clase de datos para formar un perfil inicial de las personas. 

De esa manera, ella era capaz de recordar dicho perfil y saber en el acto la identidad de alguien con quien interactuó solo una vez meses o incluso años atrás. 

Mientras realizaba este pequeño ejercicio mental, uno de los jóvenes llamó poderosamente su atención. Según dijo, se llamaba Dan. Era un joven de ojos verdes. Tenía el cabello rubio rizado que le daba una apariencia amigable y era el más alto del grupo.

A diferencia del resto de los allí presentes, él no lucía de 15 años. Sus rasgos le daban una apariencia de joven adulto, presentaba algo de musculatura bajo su camisa y tenía una voz suave pero varonil. Su edad bien podría rondar entre los 18 o19 años. Anabeth le dio una mirada apreciativa y sonrió de lado. Sin lugar a dudas era un chico guapo.

***

— ...Y entonces sacudimos los borradores sobre la silla del escritorio. Esperamos a que Crane viniera y tomara asiento. No se dio cuenta de nuestra broma sino hasta la hora del recreo, cuando uno de los preceptores le avisó que tenía el trasero blanco.

Los jóvenes escucharon entretenidos mientras Anabeth les contaba su anécdota escolar.

— Y ahí la mujer calló en cuenta de por qué todos nos reíamos cada vez que volteaba a escribir algo en la pizarra.

El grupo estalló en carcajadas. Anabeth sonrió para sus adentros. Esa era una excelente forma de romper el hielo.

— Como pagaría por ver eso. —dijo una de las chicas—. Esa bruja me hizo reprobar química por dos años seguidos.

— Se lo tiene merecido. Es una pésima profesora. —agregó Francis.

Todos asintieron en acuerdo, con excepción de Dan. Anabeth no pasó por alto este pequeño detalle.

— Tú no tuviste a Crane, ¿cierto? —aventuró, dirigiéndose al rubio.

El comentario lo tomó por sorpresa.

— No tuve el placer. Por suerte, voy a al instituto Wetherby al otro lado del Támesis.

La chica asintió con interés.

— ¿Preparatoria?

— Así es. Este es mi último año.

"Eso quiere decir que debes estar cerca de los 18. Lo sabía."

— ¿Ansioso por terminar la escuela?

— No tanto como de saber que el año siguiente empiezo la universidad.

— Te deseo suerte. Yo aún no sé qué hacer luego de la graduación. ¿Qué seguirás?

— De momento arquitectura, aun no sé en qué especialidad.

Anabeth asintió con interés e insinuó que su padre trabajaba para una constructora. Así que tenía algo de idea del tema. Dan lució complacido con esa información. De un momento a otro, ambos se encontraron hablando de la universidad.

La castaña escuchaba con atención. Ya había investigado previamente sobre el proceso de inscripción y demás aspectos sobre el nivel terciario, por lo que no tuvo inconvenientes en seguir el hilo de la conversación. Además, ella entraría a su último año de preparatoria en menos de tres meses, por lo que comprendía perfectamente los nervios y expectativas del rubio.

Los jóvenes quedaron tan enfrascados en la conversación, que no se percataron en qué momento se habían separado del grupo. Caminaron por el jardín, pasando de los estudios a otros temas más cotidianos.

Anabeth vio dos sillas libres y le señaló con la mano para que tomaran asiento.

— No es por ofender, pero tengo que preguntar. —Anabeth se reclinó sobre su asiento, mirándolo directamente a los ojos—. ¿Qué hace un joven casi egresado de preparatoria junto a un grupo de quinceañeros?

Dan sonrió por lo bajo ante la inesperada pregunta.

— Francis y yo jugamos Basketball en el mismo club. Nos conocemos desde niños.

— Ya, amigos de barrio entonces. —asintió—. ¿En qué posición juegas?

— Base. Y también soy capitán. —añadió esto último con algo de timidez, como si no quisiera sonar presuntuoso.

Anabeth esbozó una sonrisa. Si quería dar una imagen modesta, lo había logrado.

— Esto es increíble... —murmuró.

— ¿Qué? ¿Te gusta el Basketball?

— No exactamente. Soy capitana del equipo de vóley del instituto Dallington. —dijo con orgullo.

Las cejas de Dan se elevaron, luciendo impresionado.

— Wow. No creí que fueras de las que hicieran deporte. Quiero decir... —relamió sus labios algo cohibido.

Anabeth entrecerró los ojos con suspicacia. El rubio se veía muy tierno mientras hablaba de manera atropellada.

— ¡No me mal interpretes! Tienes buen físico... No es que me fije en el físico, solo que tus brazos y piernas no luces musculosas. Emm... No, eso sonó aún peor. —desvió la mirada hacia sus pies, apenado—. Agh, perdón. Mejor me callo.

Dan maldijo internamente. Su boca, siempre más rápida que su cerebro, lo hacía quedar como un tonto cuando estaba nervioso.

"Guapo, tierno e inseguro. Por favor dime que eres soltero."

— ¿Tienes novia, Dan?

El joven elevó las cejas y volvió su vista hacia la ojimiel. Se sintió aliviado. Al menos eso significaba que la chica no se había enfadado con sus tontos comentarios.

— No, no tengo. ¿Por qué?

"¡Sí!"

— Porque pareces un joven decente, no hiciste ningún comentario obsceno sobre mi aspecto corporal y, en mi opinión, eres muy guapo. —habló con tranquilidad mientras enumeraba con los dedos.

— Tú no eres de las que pierden el tiempo, ¿eh?

— Prefiero ser directa. —se inclinó hacia adelante—. E invertir mi tiempo en cosas más... productivas. —una sonrisa juguetona se asomó por sus labios.

— Y yo que creí que te interesaba nuestra charla... —suspiró con fingida decepción.

— No me malinterpretes. Disfruté hablar contigo. Pero ahora que puse las cartas sobre la mesa, quisiera saber tu opinión al respecto.

— Mira, Anne, eres una chica muy linda. —hizo una pausa breve—. Pero acabo de salir de una relación y no estoy listo para iniciar otra.

— Yo no dije nada sobre relación. —aclaró—. Solo busco un contacto casual sin compromisos. —mantuvo un tono firme mientras hablaba.

Anabeth jamás usaba el término "besar" cuando coqueteaba. A la palabra siempre le atribuyó un significado más simbólico, sentimental y romántico. Ella, por el contrario, quería algo más distante, frío y carnal. Algo puramente físico alejado de cualquier carga emocional.

— ¿Qué te hace pensar que soy esa clase de chico? —preguntó con diversión, inclinándose hacia delante, quedando a escasos centímetros de la castaña.

Dan la observó atentamente. Nada le costaba admitir que Anne le parecía atractiva. A diferencia de otras chicas con las que había coqueteado, ella se mostraba segura de sí misma y no tenía miedo de que decir sus verdaderas intenciones. Eso le gustó.

— Puedo verlo en cómo miras mis piernas cada tres minutos, y en cómo te relames los labios inconscientemente mientras hablo en este mismo momento.

— Diablos... Pues, me disculpo por ser tan obvio.

"No eres obvio. Solo te presto atención."

Quedaron a escasos centímetros el uno del otro. Sus miradas se cruzaron. Anabeth contempló esos ojos verdes esmeralda. Hacía tiempo que no tenía ese tipo de contacto con un chico. No le vendría mal un poco de diversión para variar. En especial si podía divertirse con un joven rubio apuesto que la observaba con la misma mirada de deseo.

Estaban a punto de cerrar la distancia, cuando la voz de Clara los interrumpió, rompiendo esa pequeña burbuja en la que se hallaba.

"Maldita sea."

— ¡Anne! —volvió a llamarla, saliendo al jardín.

La mencionada dejó caer su cabeza hacia delante con frustración.

— ¿Con amigos como estos para qué necesito enemigos? —habló en voz baja solo para que Dan la oyera.

El joven sonrió a sabiendas. Clara giró su cabeza a un lado y al otro. Al ver a la castaña, se acercó y se paró frente a la misma.

— Ahí estas. Te busqué por toda la casa. —se detuvo en seco al ver a Dan y lo próximos que estaban el uno del otro—. Lo siento, ¿interrumpo algo?

— En lo absoluto. —dijo el chico con amabilidad mientras enderezaba su postura, tomando distancia entre él y la ojimiel.

"Te quiero Clara, ¿pero no pudiste esperar dos minutos más?" Pensó la castaña con resignación. Su amiga tenía un don excepcional para aparecerse en los momentos más inoportunos.

— ¿Qué sucede, Clary? —procuró sonar lo más casual posible.

— Erika quería presentarte a unos amigos... —una sonrisa pícara se formó en sus labios—. Pero creo que ya estás bien acompañada.

Anabeth suspiró con cansancio. De pronto, recordó que no los había presentado.

— Dan, ella es Clara. Clara, Dan. —señaló con su mano a uno y al otro—. Un amigo de Francis.

— Un placer.

— Hola. —Clara agitó su mano en el aire— No te he visto en el colegio.

— Va al Wetherby. —contestó Anabeth por él, al tiempo que desviaba su mirada hacia el joven—. Como dije, sí me interesó nuestra charla.

Dan asintió en acuerdo. No es que necesitara pruebas realmente, pero le agradó saber que no le estuvo hablando a la pared en todo ese tiempo.

A lo lejos se escuchó una mezcla de acorde de piano con sintetizador. Anabeth reconoció la canción al instante: Just can't get enough de Depech Mode. Clara soltó un chillido de alegría al escuchar la tonada pegadiza.

— ¡Esa es mi canción! —tomó las manos de la castaña y tiró de ella—. Lo siento Dan, te la robaré un momento. Necesito a mi compañera de baile.

La castaña rodó los ojos con diversión. A pesar de querer retomar esa conversación con Dan, no podía decirle que no a la rubia. El entusiasmo de Clara era muy contagioso.

— El deber llama. —dijo el chico con diversión mientras veía a Clara tironear a la castaña para sacarla de su asiento.

— ¡Bien! Ya voy, ya voy. —Anabeth elevó las manos en señal de rendición. Se puso de pie y se dejó arrastrar por su amiga hacia el interior de la casa—. ¡Reanudaremos nuestra charla más tarde! —gritó antes de perder de vista al muchacho.

Dan sonrió sin poder evitarlo. Sintió una punzada de decepción al saber que su pequeño coqueteo podía haber llegado a ser mucho más que... una simple charla. Pero no estaba molesto por la interrupción. En su lugar, decidió tomarle la palabra a la ojimiel.

"En otra ocasión será." Dijo para sus adentros, mientras regresaba con su grupo de amigos.

***

Anabeth se adentró a la sala donde la música sonaba con mayor fuerza. Habían corrido el sofá y los sillones, por lo que la habitación se había convertido en la pista de baile. Clara la condujo entre el tumulto de gente hasta el centro del lugar.

Ambas comenzaron a bailar. Anabeth tomó la mano de Clara y la hizo dar un par de vueltas. A pesar de haber arruinado sus oportunidades de ligue con Dan, no le recriminó nada. Cualquier ápice de enojo o decepción fueron olvidados en la pista de baile.

"Tienes suerte de que me guste esta canción. De lo contrario, la situación sería completamente distinta." Meditó la ojimiel, sacudiéndose al ritmo de la música.

Ellas movieron sus cuerpos, divirtiéndose y dejándose llevar por la melodía. Cantaron a todo pulmón el estribillo de la canción y culminaron con una pose, sin importarles si estaban haciendo el ridículo o no.

Entre canción y canción, fueron perdiendo la noción del tiempo. De repente, Anabeth comenzó a sentir los primeros vestigios de cansancio. Cuando la música comenzó a decaer a melodías más suaves y menos animadas, ambas supieron que era momento de tomarse un descanso.

Zigzaguearon entre la multitud, yendo por unas bebidas. Ya habría tiempo para una segunda tanda de baile.

Anabeth apoyó el vaso de plástico contra su mejilla, dejando que la bebida helada refrescara un poco su rostro acalorado. Sentía su corazón latir con fuerza, como consecuencia del esfuerzo físico. 

Mientras recuperaba el aliento, sus ojos recorrieron vagamente la sala hasta que, sin poder evitarlo, se detuvo al ver a Dalia en la lejanía. La azabache se encontraba en el otro extremo de la sala, charlando con algunos de sus compañeros de clase.

Anabeth observó que la más bajita estaba hablando de algo y todos se reían con ella. No le hubiera dado importancia al asunto si no fuera porque, inmediatamente después, algunos del grupo voltearon hacia su persona. 

Si uno solo lo hubiera hecho no sería relevante. Pero que todos lo hicieran solo podía significar una cosa: Dalia estaba burlándose de ella.

"¿Tan patética es tu vida que tienes que hacer mofa de otra persona para que los demás se rían?"

Dalia observó a la castaña desde la distancia. Sus miradas se cruzaron. Casi se regodeó al sentirse descubierta en su pequeña travesura.

"Ya estoy harta." Se dijo la ojimiel con determinación, dándole un último sorbo a su bebida.

La azabache observó como Anabeth intercambiaba un par de palabras con Clara, probablemente para excusarse, y comenzaba a caminar directo hacia ella.

— Daly, ¿tienes un minuto? —habló en un fingido tono amistoso, una vez que se encontraron cara a cara.

— ¡Anne! —saludó Mark en un tono alegre. La castaña pudo sentir al instante su aliento a alcohol—. Oye, justo hablábamos de ti.

"Gracias por la confirmación."

— ¿Es verdad que se te abrieron los shorts en un torneo de vóley? —su falta de tacto confirmaba que estaba a una cerveza de alcanzar el completo estado de ebriedad.

Anabeth tensó la mandíbula con incomodidad. Ese incidente había ocurrido en segundo año. Había sido sumamente bochornoso.

"¿Esa maldita está ventilando mis momentos más vergonzosos como si nada?"

No permitió que su indignación se hiciera notoria, así como tampoco dejaría que Dalia la humillara frente a otras personas. En su lugar, sacó a relucir una sonrisa ladeada y contestó con toda soltura.

— Te equivocas, Mark. Todo fue parte de una estrategia. —la atención del grupo se centró en ella—. Mientras dejaba que las rivales me miraran el trasero a modo de distracción, mi equipo anotaba los puntos.

— ¡Anda ya, Anne! —una de las chicas le dio un pequeño empujón en el hombro, divertida con la historia.

— Y mira, quizá no fue algo planeado, pero el partido lo ganamos. —aseguró, ganándose las risas del grupo.

Anabeth sonrió con satisfacción al ver la mueca de la azabache. Quizá había salvado su dignidad, pero eso no había acabo.

— Disculpen chicos, los veré luego. Ven Daly, quiero que conozcas a alguien. —su tono alegre y sonrisa ladeada no abandonaron su rostro en ningún momento.

Sin esperar una contestación, tomó la muñeca de Dalia con fuerza y la alejó del grupo. Los demás ni se imaginaron en la verdadera connotación de esas palabras.

Su sonrisa desapareció tan pronto como le dio la espalda a la multitud. Sin aflojar su agarre, comenzó a arrastrar a Dalia por la sala.

— ¿A dónde me llevas?

— Tú y yo tenemos una conversación pendiente. —dijo en un tono contundente.

Anabeth condujo a Dalia hasta el dormitorio de los padres de Erika. El cuarto estaba vacío, como era de esperarse puesto que los anfitriones estaban muy ocupados atendiendo a los invitados.

Una vez que entraron, Anabeth cerró la puerta. La música se seguía oyendo, pero no con la misma intensidad. Ahora era solo un leve murmullo en el ambiente.

— Ya estoy harta, Dalia. —su semblante se había vuelto serio, al igual que sus palabras—. Harta de tus actitudes de niña. ¿Contando anécdotas vergonzosas mías? ¿Es en serio?

— No puedes enojarte por eso. Fue hace años. Ya, supéralo. —se cruzó de brazos adoptando esa actitud pedante que sacaba de quicio a la castaña.

— Vamos, ambas sabemos el verdadero motivo de mi enojo. Lo que quiero saber es: ¿qué mierda quieres de mí? Porque está claro que la tregua no funciona.

— ¿Qué es lo que quiero? Eso es sencillo. Deja al idiota de Holmes.

Anabeth rodó los ojos con fastidio.

— Ni pienses que volveré a hacer equipo contigo Dalia.

— ¿Qué? —la azabache hizo un ademán con la mano, descartando la idea—. No, no, no. Eso ya fue historia. No, lo que quiero es que termines tu relación con Holmes, definitivamente.

— En primer lugar, no somos pareja.

— Sí, claro.

— Y en segundo lugar... —siguió hablando, haciendo caso omiso al comentario—. ¿Qué más te da si lo somos o no? ¡A ti no te afecta en nada! —exclamó, indignada.

— Desde que te juntas con Holmes te volviste más fría. Comenzaste a actuar como una sabelotodo y a veces incluso te he visto hacer eso raro de la deducción. Te estás volviendo igual de rara que él. ¿No te das cuenta?

— Solo los ignorantes consideran el intelecto como una rareza. —espetó.

"Y si vamos al caso, he sido rara mucho antes de conocerlo. La única diferencia es que en compañía de Mycroft dejo de ocultarlo." Pensó.

— Entiéndelo de una vez. No me importa realmente tu opinión sobre Mycroft. Es mi amigo, y nada de lo que digas me hará cambiar de parecer. Lo único que pido... No. Que EXIJO es que dejes de molestarme.

"Esto no se trata de querer mi compañía de vuelta o no, porque claramente no quieres tenerme cerca. Simplemente no te gusta que sea amiga de Mycroft porque él te desagrada."

— Agh, eres igual de terca que ese nerd. Él tampoco quiso razonar.

Anabeth hizo una pausa al escuchar eso.

— ¿Qué quieres decir? —preguntó con cautela.

— Solo quería darle un escarmiento, pero él tampoco escuchó razones. —desvió la vista hacia a un lado como quien no quiere la cosa.

— ¡Habla ya, mujer! Te juro que si le hiciste o planeas hacerle alguna maldad...

— Oye, yo no hice nada. Ni siquiera le hablé. —levantó las manos en son de inocencia—. Sé desde principio de año que ustedes dos se encuentran bajo un árbol luego de clases.

Dalia hizo una pausa para ver la reacción de Anabeth. Ella la miró fijamente manteniendo su mirada de acero. No iba a darle el placer.

— Continúa.

— Solo le mencioné a Peter de pasada esta información. Creí que unas cuantas notas amenazantes pondrían fin a su relación. —se encogió de hombros—. Pero no funcionó. El idiota Holmes resultó ser más leal de lo que creí.

Anabeth se quedó de piedra al escucharla. En ese instante su cabeza hizo un click ante la mención del nombre. A su mente vino el recuerdo de Peter Collins; el incidente en el baño; Mycroft siendo acorralado; Mycroft siendo herido por ese imbécil.

"Dalia sabía mis horarios y, conociéndola, seguramente me habrá estado espiando por algún tiempo. Solo así podría haberse enterado de nuestros encuentros bajo el roble. También sabía que Peter estaba interesado en mí. ¿Acaso se le ocurrió usar los celos de ese imbécil para separarnos? ¡¿Se ha vuelto loca?!"

En ese momento sintió la ira recorrer cada fibra de su cuerpo. Peter no pudo haberse enterado por su propia cuenta de sus encuentros. Era demasiado atolondrado para eso. Era más lógico suponer que alguien le había dado el chivatazo.

— ¡¿Tú le dijiste?! —le gritó, sacada de sus casillas—. ¡Sabes tan bien como yo lo violento que puede llegar a ser ese imbécil! ¿Y tú lo provocas? ¡¿Pero qué mierda tenías en la cabeza?!

— ¡Hey! Solo le dije que le escribiera un par de notas para asustarlo. No es para tanto.

Anabeth la observó, boquiabierta. Dalia lucía genuinamente desconcertada por su reacción. Solo podía haber una explicación posible.

"No sabe lo del baño."

Anabeth respiró agitadamente, sintiendo como su enojo aumentaba. Tiró de sus cabellos, reprimiendo el impulso de golpear a la azabache.

— ¡Pedazo de imbécil! ¡Mycroft casi recibe una paliza por tu culpa! —estalló.

Los ojos de Dalia se abrieron de par a par. Guardó silencio por unos instantes, procesando esa nueva información. La sonrisa pedante se había esfumado de su rostro.

— ¿De... de qué hablas? —su voz ya no mostraba la misma seguridad de hace unos momentos.

— Peter acorraló a Mycroft en el baño luego de clases. —explicó, respirando profundamente para intentar serenarse—. Logré interrumpir la pelea. Tuve suerte de estar en el lugar y momento adecuados.

"Si no lo hubiese ido a buscar, si hubiera tardado un minuto más... No quiero ni pensar en cómo hubieran terminado las cosas."

— ¿Qué pretendías? ¿Usar a Peter como tu matón personal? —masculló entre dientes, acercándose hacia la azabache—. ¡¿Y luego dices que Mycroft es el bastardo?! ¡Tan solo mírate al espejo!

— ¡No! Por Dios, no. —Dalia retrocedió, de repente sintiéndose intimidada por esos ojos color miel que la miraban con odio—. ¡Solo quería asustar a Holmes, no que lo golpearan!

— ¡¿Y se supone que ahora debo creerte?! —rugió, completamente indignada.

Dalia sintió un nudo en la garganta a causa de los nervios. Eran pocas las veces en las que había visto a Anabeth verdaderamente enojada. Esta era una de esas ocasiones. Pero no flaquearía en su postura. 

Tragó saliva, reprimiendo su miedo e inseguridad. Volvió a esbozar esa sonrisa socarrona y mirada de superioridad.

— ¿Sabes qué? —la desafió—. Que se joda. ¿Cuántas veces Holmes ha humillado a nuestros compañeros? Merece que lo golpeen.

— ¿Ahora lo consideras un motivo de burla? ¿Acaso quieres que te golpee a ti? —amenazó, acercándose peligrosamente a la azabache.

— Hazlo. —se encogió de hombros, siendo consciente del riesgo que corría al decir esas palabras—. Y todos en este lugar verán que no eres muy diferente a Peter.

"Solo te está provocando. Si la golpeas, le darás la excusa perfecta para desacreditarte. Cálmate. Sé inteligente. Sé racional." Se repitió así misma.

Anabeth respiró profundamente, relajando su pulso y su expresión. Enderezó su postura y dio un paso atrás antes de hablar.

— No voy a golpearte, por mucho que lo desee en estos momentos. —habló con una tranquilidad que ni ella misma supo que podía transmitir—. Hablaremos con Erika y Clara. Revelaré todas tus tretas y la verdadera persona que eres; les dirás toda la verdad con lujo de detalle y luego abandonarás el grupo. No volverás a molestar a las chicas, ni a Mycroft ni a mí.

— ¿Qué? ¡Ja! No me hagas reír. Ni creas que haré eso. —mantuvo la misma expresión prepotente.

— Deberás hacerlo. De hecho, es lo que más te conviene. Yo no pienso seguir guardando silencio.

— ¿Crees que me preocupa que Erika y Clara escuchen tu versión? Esas dos crédulas creerán lo que sea que yo les diga. Y si les dices algo, me aseguraré de hacerte la vida imposible. Así de simple.

— Así de simple, eh... —murmuró esbozando una sonrisa, lo cual confundió aún más a la azabache—. Bien, creo que eso ya es suficiente. ¡Chicas, ya pueden salir!

El semblante de Dalia se desmoronó, así como su confianza en sí misma. La puerta del pequeño baño privado se abrió. Erika y Clara se hicieron presentes en el dormitorio. Por sus miradas, era obvio que habían estado escuchando desde el inicio.

— ¿Cómo...? ¿En qué momento ustedes...? —titubeó la azabache, sintiéndose completamente acorralada.

El recuerdo vino a su mente como una epifanía.

Flashback

<< — Busca a Eri y ambas vayan al baño del dormitorio. Escóndanse ahí y no salgan hasta que se los indique. Hay algo que debo mostrarles.

Clara observó a la ojimiel con extrañeza. Anabeth la miró de lleno. Su semblante era serio, lo cual demostraba que no se trataba de una simple broma.

De acuerdo. —la rubia asintió con firmeza y se retiró.

Anabeth tomó el último sobro de su bebida.

"Ya estoy harta" Se dijo con determinación, comenzando a caminar directo hacia dónde se encontraba la azabache. >>

Fin del Flashback

— Fue una trampa. —murmuró la azabache, incapaz de decir otra cosa—. Me tendiste una trampa.

Retrocedió hasta que chocó contra el borde de la cama. Sintió que sus piernas le fallaban así que, sin más remedio, se sentó sobre el edredón.

— Te advertí que era mejor que confesaras. Pero creo que eso ya no hace falta. —dijo Anabeth tranquilamente, saboreando el momento.

— ¿Nos consideras unas crédulas? —esta vez fue Clara la que habló, sintiéndose traicionada. Sus ojos se habían cristalizado.

Anabeth sintió un pinchazo de culpa por la rubia. Ella era muy sentimental y consideraba a Dalia como una de sus mejores amigas, a pesar de todo. 

Fue por ese mismo motivo que la ojimiel necesitó que la azabache confesara y dejara al descubierto su verdadera naturaleza. Clara tenía que ver con sus propios ojos la clase de persona que era. 

— No, Clary. Perdón, no debí decir eso. —intentó disculparse.

— No la escuches. —advirtió Erika, pasando un brazo por sobre los hombros de Clara en son protector—. Dalia, vete de mí fiesta. No quiero verte. ­—dijo con severidad, adoptando la misma postura de Anabeth.

Dalia miró a Erika esperando ver un atisbo de piedad en sus ojos. Pero todo lo que halló fue enojo y decepción. Buscó los ojos de Clara, pero la rubia ni siquiera podía levantar la mirada. Finalmente fijó su visión en Anabeth, cuyos ojos color miel y sonrisa ladeada eran la definición misma de la victoria.

— ¡Bien! No las necesito. —gritó con enfado, poniéndose de pie.

Juntó el poco orgullo que le quedaba y salió de la habitación dando un portazo.

Entonces y solo entonces, Anabeth logró estar en paz.







-*-*-*-*-

Lamento la demora. Como habrán notado, este capítulo es más largo que los anteriores, pero bien que valió la pena, ¿eh? ;)

Pero dejando a un lado las excusas, la razón por la que les escribo es para anunciar que actualmente La Clase del 89' a superado 1K de vistas. Estoy muy feliz por el apoyo que me han dado, dejando sus estrellas y comentarios (que me encanta leerlos). Solo quiero decirles gracias, gracias por amar esta historia al igual que yo al escribirla. Y no os desesperen que aun quedan muchos capítulos por delante.

Nos leeremos luego.  

Atte: M




*-*-*-*-*-*

Solo vengo a hacer nueva actualización de que esta historia supero las 40mil vistas *-*

Los quierooooo.

Atte: M

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