Te Encontré [ 2°T de TLA]

By MiteScart

2.2M 187K 65.7K

Todo ocultamos un secreto. Que nos define. Que nos atrapa. Que nos encuentra. Dicen que el primer amor siemp... More

Prólogo
Capítulo 1 - ¿Verdad o Mentira?
Capítulo 2 - La verdades duelen más que la mentira.
Capítulo 3 - El Demonio regresa y para siempre.
Capítulo 4 - ¿Obsesión? Eso es algo que no tengo claro.
Capítulo 5 - Nunca mentí al decirte que te necesitaba.
Capítulo 6 - Evitame de nuevo, pero no grites cuando veas las represalias.
Capítulo 7 - Verdades que saldrán a la luz.
Capítulo 8 - Nueva Amenaza.
Capítulo 9 - Apariciones sorpresivas en la oscuridad.
Capítulo 10 - Tú eliges, Laila, y elige bien porque no habrá vuelta atrás.
Capítulo 11 - La seducción es como una trampa...Te induce al mal camino.
Capítulo 12 - Esta noche es buena para nuevas revelaciones.
Capítulo 13 - El demonio seguirá siéndolo sin importar que traten de cambiarlo.
Capítulo 14 - Toda cicatriz tiene un pasado oscuro.
Capítulo 15 - El deseo es como la sangre...fluye por nuestros cuerpos.
Capítulo 16 - Los dos lados de la historia.
Capítulo 17 - La locura me condena y tú no podrás detenerlo.
Capítulo 18 - Esconde, Esconde antes de que lo atrape.
Capítulo 19 - A veces el amor no es suficiente cuando escuchas las verdades.
Capítulo 20 - Ya no somos Dos sino Tres.
Capítulo 21 - No olvides de que lado estás, amor. En las Sombras o en la Luz.
Capítulo 22 - Toda historia tiene un principio y un final...¿Te atreves a oirla?
Capítulo 23 - Todos encuentran sus castigos.
Capítulo 24 - SEGUNDA PARTE
Capítulo 25 - Duelen las palabras, ¿no?
Capítulo 26 - Y entonces como el ave Fénix...la esperanza renace de las cenizas
Capítulo 27 - Hasta el más Oscuro puede redimirse...¿Pero cuál es el costo?
Capítulo 28 - Y al final vuelvo a fallar.
Capítulo 29 - Y entonces la bestia se desató.
Capítulo 30 - Los Fantasmas de las Muertes Pasadas
Capítulo 31 - Al momento en que retomas tu vida...
Capítulo 32 - Buscando maneras, pero nunca encontrando solución
Capítulo 33 - En oscuridad anduve y en oscuridad me convertí.
Capítulo 34 - ¿Qué tanto harías por él, Laila Jenner?
Capítulo 35 - Descubierta y castigada por el Demonio
Capítulo 36 - La Única Solución es la Muerte.
Capítulo 37 - Hasta que la muerte o algo más los separe.
Capítulo 38 - Seamos honestos...Ellos no están destinados a estar juntos.
Capítulo 39 -Criminal Silencioso.
CAPÍTULO 40 - ¿Regresamos A La Acción?
CAPÍTULO 41 - SANGRE POR SANGRE
CAPÍTULO 42 - ¿Y Esperas Que Acabe Bien?
Capítulo 43 - Por Obtener Una Vida Deberás Pagar Con Otra
Capítulo 44 - Cada ANGEL Necesita A Su DEMONIO
Capítulo 45 - Debiste Decir Las Palabras Correctas En El Momento Correcto
Capítulo 46 - Golpes De Muerte
Capítulo 47 - La Cena De Los Demonios
Capítulo 48 - Un Paso Para Un Final
Capítulo 50 - Una locura final.
Capítulo 51 - ¿Preparados?
FINAL
Agradecimientos
ANUNCIO PEQUEÑO
EXTRA

Capítulo 49 - Somos Monstruos.

15K 1.1K 318
By MiteScart

LAILA





No digo una palabra. Escucho impasible el sonido de la lluvia golpeando el techo del vehículo. Aparté los ojos del sólido techo para mirar por la ventanilla. El cielo se tornó oscuro y las primeras grandes gotas de lluvia caen frente a mí. Extendí la mano hacia esta, mi dedo índice sigue el recorrido de la gota por el vidrio hasta que desaparece al mezclarse con las demás. Todo esto pasa mientras miro la lluvia por la ventana, permitiendo que las hermosas emociones de esta mañana se tomaron vacaciones dejando mi cuerpo igual a un cascarón vacío. Ahora estoy vacía. La sensación debería ser preocupante, pero...pero....

Mi vista se arrastró más allá de la lluvia, al hombre de ojos verdes y labios arrebatadores: Jace White. Él se encontraba fumando a unos metros en compañía de Rech. Me lo quedé contemplando. Sus rasgos tan estoicos y crueles, tan diferentes a los míos...tan antes, antes de que mi mente pensara que los papeles se intercambiaron entre nosotros.

Jace le dio una última calada a su cigarro y lo tiró al suelo para apagarlo con la punta de la bota. Al levantar la cabeza sus ojos dieron en dirección al vehículo donde me encuentro.

Lo miré fijamente.

Él me devolvió la mirada desde la distancia.

Y su mirar es cálido.

Mis uñas se enterraron en mis piernas, amenazando con hacer agujeros en las medias. Años atrás Jace me consideraba suya, de su posesión, dos palabras mencionadas siempre con un énfasis que proyectaba una terrorífica y placentera sensación en el cuerpo. Pero ahora que estoy viéndole, la cruda posesión ha sido reemplazado por dulce ternura, su proyección se igualan a los movimientos que sus grandes manos hacen en mi cuerpo; caricias lentísimas, susurros llenos de adoración, tomando su tiempo para explorar cada rincón y descubrir cada secreto que ocultase mi piel.

Quiero seguir manteniendo la atención en él, pero tengo que alejar la cabeza cuando la puerta junto a mí se abrió y Hamilton se sentó a mi lado izquierdo.

—Ten. Querrás tenerlo contigo. —dice, coloca en mis piernas una caja color negro.

—¿Qué es? —consulto mientras desato el lazo que envuelve la caja.

Una vez abierta, sacó de ahí un hermoso sombrero con un velo oscuro adherido a sus bordes anchos. Acarició la suavidad de la tela. Hamilton lo quitó de mis manos y con amabilidad lo pone en mi cabeza, sus dedos dejan caer el velo oscuro por sobre mi cara. 

—No debemos permitir que te vean. —murmura él.

Su presencia es difícil de observar a través de esto.

—Una mujer que se oculta tras esto llamará más la atención. —dije. La sensación parecida a la amargura viene, o tal vez es enojo, no lo sé—. No quiero usarlo.

—Llamará la atención, puede ser, pero el sombrero no permitirá que vengan hacia ti con un arsenal de armas, sus mentes creerán  en una pequeña ciudadana que ha venido a mostrar respeto a lo lejos o también pueden pensar que eres alguna amante del detective.

Miré hacia otro lado, curvando los dedos sobre mi regazo. Amante. Joseph nunca comentó si tenía amantes o alguien de interés permanente guardado en su mente. El hombre se limitaba a permanecer dentro de la estación de detectives durante el día y por la noche cuidaba de mí ante cualquier problema que causara. Quiero reírme de mi misma y golpear mi cabeza contra un muro. Todo porque debí al menos dejar mi malditos problemas a un lado e incentivarle a Joseph a que buscara el amor, hacer planes de tener familia en algún futuro, pero ahora...¡MIERDA!

El velo es levantado y me encuentro con los ojos brillantes de Hamilton.

—El duelo suprimido no es bueno. Forzar a tu pecho a aguantar esas lágrimas hará estragos al final y será más doloroso cuando explotes. —murmuró, su dedo rozó la piel seca de mi mejilla.

—No busco suprimirlo, creo que ya no me quedan lágrimas que derramar.

—¿Estás segura?

—No lo sé —contesté en voz baja. Cayendo contra el cuero del asiento, moví mi cabeza en dirección en donde Jace.

—¿Laila? ¿Estás bien? ¿Quieres ir al baño?

Aclarando mi garganta, acomodé el cabello detrás de las orejas y asentí.

—¿Hamilton, puedo preguntarte algo? 

—Es libre de hacerlo, Laila.

Humedecí mis labios resecos.

—¿De verdad piensas que soy mala? —pregunté y veo su reacción en el reflejo de la ventanilla.

—Yo jamás dije que eras mala. —responde Hamilton.

—¿No? Solo una hora atrás me dijiste que la locura se veía en mis ojos y si apretaba los botones correctos podía llegar a ser peor que Jace.

—Te lo dije para que abrieras tus ojos, tomaras consciencia ante lo que estaba apunto de pasar —dice Hamilton y dio un suspiro largo—. Tenemos una parte buena y mala residiendo dentro de nosotros, una será más dominante que otra, y por desgracia tú has estado a milímetros de dejarte dominar por la equivocada.

—Si, el ser humano puede guardar la bondad y la crueldad en sí mismo. —coincidí en voz baja mientras un acontecimiento aparece en mi cabeza. La noche anterior había presenciado la satisfacción en los ojos verdes de Jace cuando confesó el haber matado violentamente a un hombre. Una imagen cruda de ver. Y a la vez, Jace se transformó en otro hombre, uno que me llevó a la habitación y me hizo sentir amada. Crueldad y bondad en un parpadeo.

Volví a ver a Hamilton. Se veía inmaculado con ese traje de tres piezas.

—Has pasado por un infierno siendo tan joven, Laila, y son esas cosas lo que llegan a cambiar a una persona, no obstante, se puede elegir evitar la maldad que anide en el interior mediante la bondad. —dice él.

—¿Entonces no crees que sea una mujer cruel?

Hamilton sacudió su cabeza.

—Ojalá nunca ocurra eso, Laila, pero si te toca interpretar ese papel, espero que sea cuando tu vida o de los que amas se vea amenazado y no por un maldito arrebato de ira.

—No puedo quitarme de la cabeza el pensamiento de querer matar a Evans, pero no fui capaz de disparar cuando tenía el arma en mis mano y comienzo a pensar que tampoco seré capaz de hacerlo cuando lo tenga enfrente mío.

—Es porque eres buena, Laila, así que deja de pensar en esas tonterías—responde y levantó sus ojos por encima de mis hombros—. Aquí viene Jace. Usa el sombrero como te dije y mantén distancia de las demás personas.

—Hamilton —con mi mano le impido salir del vehículo—. ¿Qué parte es dominante en ti?

Hamilton esbozó una sonrisa.

—La buena...aunque siempre se invierte.

Hamilton sale tan pronto Jace llegó a nosotros, los dos hombres compartieron unas palabras en tanto yo guardaba el sombrero nuevamente a su caja.















Miré a los árboles mientras pasaban rápidamente, los edificios de la ciudad son un destello gris cuando Jace conduce por las calles. El silencio un poco incómodo se había instalado con nosotros durante el viaje y se aquello se hizo más evidente ante el nulo ruido del motor cuando Jace se estacionó a una buena distancia y apagó el vehículo.

De reojo lo observo, preparándome internamente por si él intenta establecer una conversación, pero Jace sigue sumido en su letargo y yo tampoco tengo las palabras para iniciar una conversación donde el principal problema sería mi decisión de venir al cementerio sin pensar en los riesgos que traía.

Jace se coloca una gorra y lentes oscuros. Su rostro no revelada nada.

—Vamos. —dice saliendo del vehículo.

Si, está enojado, pensé abatida. Aguardo unos minutos antes de seguirle el paso a Jace, verificando primero si el sombrero y el velo estén bien puesto. El helado clima me recibe con sorpresa cuando salgo del vehículo, el frío viento me recuerda que mi abrigo negro lo tengo desabrochado.

A unos metros Jace está dándome la espalda, parece lejano, el viento azota sus cabellos desordenados.

—¿Jace? —intento atraer su atención. Tenía el aspecto de una fiera ante un posible ataque de un rival—. ¿Jace?

Él extiende su mano sin mirarme.

—La vida es una maldita mierda, ¿no lo crees? —dice de la nada, la mirada puesta en los alrededores del cementerio, como si estuviera buscando algo. Se ve despiadado. El frío del día lo acompaña siendo fiel compañera.

Alcancé su mano y la apreté con fuerza. No se ve molesto ahora ¿En verdad no está enojado conmigo?

—No te preocupes, todo estará bien. —le dije a Jace y él asintió. Soltó mi mano y se dirigió abrir el compartimiento que hay en el asiento de copiloto, sacó un arma. Mis ojos se agrandaron—. ¿Es necesario usar eso? —le pregunté.

—Te quiero segura, Laila. —respondió revisando el cargador y lo metió al asegurarse que estaba correcto. Levantó su camisa y puso el arma en su cintura.

—Ten cuidado, Jace.

Me miró fijo por unos segundos. Él envolvió con su brazo mi cintura y me apretó a su gran cuerpo. Con la mano libre levantó el velo que cubre mi cara.

—Nada me va a lastimar, amor. La única que le permitiré ese privilegio será a ti. —responde y bajo la cabeza para sellar mis labios con los suyos en un suave beso.

La calidez de su cuerpo me llama, me siento aliviada de no verlo molesto.

—¿No estás enojado conmigo? —pregunto.

—Lo estuve por un rato. Se me pasó el malestar cuando me di cuenta que mereces despedir a ese detective y que yo no puedo prohibirte ese derecho —Jace me abrazó con fuerza—. No me culpes por querer encerrarte en una torre lejos del mundo donde solo yo pueda verte.

Me aferro a Jace como una lapa y sonrió contra su pecho: —Tampoco me molesta la idea, a veces también lo quiero hacerlo contigo.

Jace rió un poco.

—Bueno, con la hermosura que traigo y mi forma de ser puedo traer incluso la tercera guerra mundial. Muchos me desean.

Mi puño golpeó su pecho en plan broma: —Gracioso.

—¿Gracioso yo? Eso acaba de destruir mi autoestima. ¡Ja! Ven aquí conmigo, Mi Bella Noche.

No hizo falta que dijera dos veces, mis brazos envolvieron su cintura en un apretado abrazo. Puede que no vea su cara directamente, sin embargo, la sonrisa de Jace la pude sentir.

Después de estar fundidos por algunos minutos, Jace me llevó entre las tumbas en dirección a la ceremonia que se da en memoria de Joseph, aunque tan sólo avancé unos cuantos pasos porque él de pronto tira de mi brazo para detenerme.

Nos oculta tras un mausoleo familiar.

—Hasta ahí, Laila. —dice, estableciéndose en un lugar y obligándome también a hacerlo.

—¿Por qué? Tengo el rostro cubierto, está bien. —dije señalando el velo. Quiero ir un poquito más cerca por lo que intento dar otro paso, pero Jace lo impide de nuevo.

—Aún así no quiero que te acerques tanto, es riesgoso para los dos. Nos veremos envuelto en otra caza de nuestras cabeza si alguien nos ve. —Dice, observando cada lugar del cementerio buscando peligros.

Sigo su mirada. Efectivamente, la gente continúa llegando y van acumulándose en alrededor del ataúd de Joseph; algunos son oficiales de policía con sus familias, otros que pasan por nuestro lado son totales extraños para mí e incluso entre ellos logró ver el reconocido rostro del alcalde sobresaliendo en ese mar de desconocidos. Dejé escapar un suspiro y asentí. El agarre de Jace se alivió cuando me dejé caer contra su pecho, aceptando no continuar insistiendo.

Más allá, una mujer se corrió un poco de mi línea de visión, ese pequeño movimiento hizo que mis ojos oscuros dieran con el cuadro de madera negra que yace encima del ataúd. Se trata de una fotografía donde Joseph brilla con una hermosa sonrisa, en su mano derecha sosteniendo una caña de pescar y con la otra un pequeño pez. La reconocí. Esa foto fue sacada desde mi cámara fotográfica por mi propia mano en una tarde donde Joseph me llevó al pequeño río que había junto a su casa de infancia.

El aire dejó mis pulmones.

Y supe que había mentido. Me mentí a misma al decir que soy un cascarón vacío porque la tan horrible y conocida sensación emergió dentro y no supe como hacerlo explotar fuera de mí. Me di la vuelta y abracé a Jace con fervor. Respiraba con dificultad, quería llorar, gritar, arrancar ese cuerpo frío de ese cajón...y no lo hice, no hice ninguna de esas cosas. ¿Por qué? ¿Por qué no lograba desahogaba esta pena como las otras oportunidades?

—...que Dios lo tenga en gloria. ¿Señor Evans, desea dar unas palabras ante de dar sepultura?

Mi oreja ponen atención al escuchar hablar al sacerdote. Me quedé inmóvil. Los dedos de Jace se paralizaron en mi nuca.

—¿Quieres mirar? —Jace dijo, en voz baja.

Dudé.

—Si. —al final contesté, balanceándome ligeramente sobre mis pies.

Mi mirada son dagas afiladas cuando distingo entre la multitud al hombre en cuestión, el atuendo negro lo hace ver tan frío y imperturbable. Deseo escuchar lo que dirá, quiero saber lo escrito en esa hoja que tan apretada tiene en su mano. ¿Irá a confesar que él disparó? ¿Me señalará ante todo el público y nos veremos envuelto en policías? Porque sí, Evans sabe que estoy aquí. Se dio cuenta de nuestra presencia cuando se paró delante de todos y sus ojos recorrieron a cada uno de los presentes hasta dar con las dos figuras apoyadas en solitario en sucio mausoleo.

Evans se toma su tiempo antes de abrir su boca.

—Un héroe. Joseph Murray fue un héroe para muchos de los que están aquí presente, es lo que era y lo que será por siempre. Alguien digno de admiración que cayó ante las injusticias que le deparó la vida. —dijo, su pecho bajaba y subía rápido—. Al momento en que aceptamos esta labor de proteger al indefenso...también aceptamos el hecho de saber que nuestra vida debe ser dada para hacer prevelecer la justicia.

Mi cuerpo tiembla. El frío me atraviesa a pesar de estar cubierta por el abrigo y los brazos de Jace.

La voz de Evans se mete en mi piel.

Lo siento. Me cuesta encontrar las palabras exactas para expresar lo que siento debido a su partida temprana, pero lo que sí puedo decir con mucha claridad es —Evans tomó un respiró y continuó—. Joseph Murray no hubiera querido vernos sufrir por su causa. Él hubiera dicho: "continúa con tu vida y no dejes que..."

—"...algo natural de la vida te detenga por siempre" —dije al compás de Evans.

Entonces, el Evans dijo lo siguiente y lo hizo mirándome directamente: —Joseph Murray dejó amigos, compañeros de trabajo, y a una hermosa hija atrás. Una familia merecedora de su amor. Por favor, les pido a todos recordar a este hombre como el hombre honorable que fue y continúen sus vidas como él quiere que sea. Gracias.

Mi silencio rotundo y mi tristeza están retorciéndose dentro mío, pero por fuera estoy tranquila. Mi expresión demuestra lo que años de familiaridad con nombres grabados en lapidas hacen una persona, agotamiento tanto mental y físico. Es como haber perdido la batalla con mi cuerpo que se niega a derramar más lagrimas, la insensibilidad física por fin ha tomado su lugar...Ese razonamiento me da miedo, me da miedo porque se supone que mi rostro debía estar desecho; la nariz roja, ojos húmedos y labios agrietados, esperando ver la lastima en Jace, y no sentir esta frialdad que contrarresta la tristeza que debo sentir por la muerte de Joseph.

Y son los dedos de Jace los que se acercan sigilosos y toman los míos. Pestañeando, volví la cabeza y lo miré sin parpadear. Extraño. Por primera vez el frío de sus dedos han sido reemplazado por la calidez. 

—¿Este es el momento en donde me volveré cruel? ¿Así fue como tú dejaste de sentir este sentimiento, Jace? —mis preguntas parece sorprender a Jace—. Tengo la pena dentro de mi pecho, pero parece ser tan insuficiente que no puedo ni siquiera derramar una sola lagrima. Él fue importante para mí, cómo es que no puedo llorarle.

—Tú no eres cruel, Laila. Jamás lo has sido.

—¿Entonces, qué...?

Él mueve su cabeza deteniendo mi continuar  y tras el velo oscuro sentí sus ojos penetrantes.

Dice: —Tu desconsuelo llegara cuando tenga que llegar, Laila, no lo fuerces. El que no derrames lágrimas ahora no te hace hipócrita como esas personas que lloran falsamente en frente de la imagen de Murray. Y respondiendo a tu pregunta, nunca dejé de sentir ese el dolor maldito, pero yo decido dominarle o dejar que me domine.

Sus palabras fueron acompañados con un semblante que se alejaba de la lástima, lo que encontré es un hombre que conocía en carne propia la sensación de perder parte de su vida.

—¿Quién fue? —pregunté otra vez. 

Jace tomó aire profundo y contestó: —Todos.

—¿Los lloraste?

Él pareció meditarlo por unos minutos.

—Ya no lo recuerdo. —respondió finalmente, su tono es llano—, y si lo intentara solo recordaría el terror.

—¿Terror?

—Fui destrozado de niño y usado como una basura por la persona que debió protegerme de la vida —dice, sosteniendo mi mirada—. Ese día perdí más que a mí mismo, también a mi padre amado y a la mujer que idolatraba.

Parecía como si sus palabras lo lastimaran.

—Te refieres a tu madre —dije, lentamente. Jace asintió.

—Ella me hizo pedazos.

Espero a que diga otros detalles, pero Jace se niega.

—¿Por qué? —dije finalmente. No entraba en mi cabeza como una madre podría lastimar a un hijo inocente. El verde de sus ojos, el dolor que había en ellos, quemaron como hierro ardiente en mi alma.

—Me odiaba. No lo sé —dice, su voz apretada y tensa—. Jamás sabré la verdad de lo que ocurría en su cabeza en ese momento y tampoco quiero saberlo.

Ahora mismo me pareció que la confortación no merecía ser dirigida a mí. Su mano tiene envuelta en la mía. Cambié ese hecho cuando me sacudí de su agarre y tomé su manos bajo la mía, apretando lo caliente de su piel.

—Siento tanto lo que te hicieron, Jace. Desearía tenerla frente a mí y lastimar la maldita cara por cada acción que hizo contra ti. Un hijo no merece vivir un infierno a manos de su madre.

Una pequeña risa brotó de los labios de Jace y el verde de sus ojos se llenaron de calidez.

—No cabe duda que lo harías.

Miré su labios gruesos y la sensación de querer besarle apareció. Y así lo hice. Enterrando los dedos en el cabello de Jace, lo hice inclinar su cabeza y pegar su boca con la mía. Jace inhaló bruscamente ante la sorpresa pero se recuperó de inmediato tomando el ritmo profundo. Ambos caímos en una mar de suspiros y gemidos desesperados. Cristo.

De repente, Jace apartó la boca y enfocó la mirada. Mis dedos seguían enganchados en sus cabellos.

—Le hice daño. —dijo con la respiración agitada. 

Enfoqué la vista en su hermoso rostro.

—¿Ah? —dije aturdida.

—A mi madre, le hice daño a ella.

—Lo supuse. —contesté y tiré de sus cabellos para acercarlo de nuevo a mí.

Él se retira, diciendo: —¿Por qué no me condenas?

—¿Debo hacerlo?

—Acabo de decir que lastimé a mi madre.

—Y ella te destrozó a ti. Desconozco la razón del porqué lo hizo y también el modo en que te trató a ti, pero ni por lo más sencillo que fuese no le da derecho de lastimar un pequeño. Si buscas perdón en mí, ya lo tienes. Te perdono. —dije y observo sus ojos verdes ampliándose por la consternación.

—No lo digas a la ligera. Te he confesado algo terrible y me has perdonado esas dos veces, ¿por qué lo haces? —se veía frustrado consigo mismo. 

Dirigí la mano de él a mi cara, de modo que tocara mi rostro mientras veía la respuesta en mis ojos: —Porque tú y yo hemos sentido la tortura y la maldita amargura juntos. Y estamos luchando por tener algo mejor.

La sombra desconocida en medio de nosotros se ha vuelto más clara que nunca y nos dejó por fin acercarnos como deseábamos. 

Jace sonrió como un pequeño niño feliz.

—Adoro el no sentirme hecho pedazos cuando me miras —dice. Y está por bajar sus labios sobre los míos cuando su cuerpo entero se pone en alerta y una grosería propia del diablo salió de su boca—. No des otro paso más. —pronunció con voz cargada de ira.

Su expresión asesina de Jace me dio miedo. Volteo para ver el objeto de tal odio y veo a Evans de pie detrás de nosotros.

Jace dirigió la mano a su cintura donde el arma tiene oculta.

—Jace, no. —le detuve colocando mi mano por sobre la suya.

—Esta es una de la razones de las cuales no quería que vinieras. —escupió enojado.

Evans dio un paso atrás ante la feroz intimidación de Jace.

—Vine hablar —le dice a Jace y aparta un poco su abrigo oscuro para dejar a la vista la ausencia de su arma policial en su cinturón. Evans me miró: —. Laila me gustaría tener unas palabras contigo.

Jace dio un paso amenazante.

—No.

—Ella lo consintió. —Evans señaló.

Diablos.

Jace volteó y la acusación brilló en él. No dejé que la máscara imperturbable desapareciera por la culpabilidad que sentí por no contarle sobre Evans.

—No me mires así, Jace. Esto tendría que pasar algún día y es mejor que ocurra ahora. Por favor, te lo pido, déjanos hablar a solas.

Jace cerró los ojos por dos segundos y cuando los abrió, sus ojos se suavizaron un poco. Me sentí aliviada. Él extendió una mano, pasándola por mí mejilla, reconocí el sentimiento de protección que quería expresar a través de ese toque. Si fuera por Jace, él me encerraría en una torre lejos de todo el mundo excepto de él.

—Estaré bien. —dije en voz baja.

—¿Podrás estar sola por unos momentos? —murmuró cerca. Asentí—. No me iré lejos.

—Descuida. Vete.

Jace se vio reacio aceptar, pero de igual forma sacudió la cabeza en gesto de asentimiento. Sus puños se apretaron firme y pasó de Evans al irse, sin antes advertirle con voz profunda.

—Tócala y tus dedos serán cortados. —amenazó con sus ojos verdes cuando tuvo a Evans a pocos centímetros.

—Nadie se atrevería a amenazar a un miembro de la policía. —le responde Evans.

—Yo estoy lejos de ser nadie —los labios de Jace se curva peligrosamente—. Mi advertencia quedó dicha, lo rompes y verás las consecuencias.

Ignoré la sensación que me produjo el tono de voz de Jace. Él desaparecio de nuestro alrededor, no sin antes rosar sus dedos con la piel de mi muñeca.

Tiene que pasar un largo lapso de tiempo para que uno de los dos hablara, fue él quien dio el primer paso.

—Pensé que no vendrías. —dice Evans volviéndose abotonar el abrigo. El clima se estaba frío como para andar con el abrigo abierto.

Yo tampoco, respondí en el silencio de mi mente.

—¿Cómo te encuentras? —intenta otra vez cuando vio que seguía sin decir nada.

Lo fulminé con la mirada.

—¿En serio me lo preguntas? Lo que menos quieres saber es como estoy, Evans, no se te olvide que me apúntate con un arma y lastimaste mi tobillo.

—Aunque no lo creas me interesa tu bienestar. —dice Evans.

Quise reír por la hipocresía.

—Basta de mentir —le digo secamente y me cruzo de brazos—. Mejor dime de una buena vez que lo quieres de mí para largarme para siempre y no vernos las caras nunca más.

—Nunca deseé que las cosas fueran así.

Ahora dejo brotar una risa y esta es desprovista de emoción: —No me lo digas a mí, Evans, díselo a él...¡Oh,espera! ¡Está muerto!

—Detente. Él se cruzó donde no debía, yo iba por la cabeza de otra persona.

—Debiste. Evans. Debiste dejarnos en paz.

—Concedido. —dice y con su rostro cuidadosamente neutral, Evans procedió: —Quiero que sepas que no renunciaré a mi cargo. Por mucho que me pese la consciencia, no dejaré de ser detective y velar por la personas buenas que quedan en esta ciudad.

Su postura firme me dio ganas de vomitar.

Aparté las náuseas a un lado, respondí: —Ya lo esperaba de ti, Evans. Llevo conociéndote pocos años y son los suficientes para demostrarme que no dejarías tu cargo en la policía por la muerte de un cercano.

—La institución nos preparó para todo y eso incluye la pérdida de un compañero de trabajo. —contesta.

Algo asqueroso y feo explotó en la boca de mi estómago. Me sentí mal, furiosa, enojada y todo por la frialdad de su maldito tono.

—Esas palabras no las dijiste en ese emotivo discurso, claro que no, hablaste del heroísmo y del gran significado que Joseph fue para ti. ¿Cuántas veces lo ensayaste? ¿Cinco? ¿Diez veces? —apunté la hoja doblada en su mano. La mandíbula dolía por la fuerza en que apretaba los dientes para no saltar sobre él.

—Mis palabras no fueron ensayadas. La hoja está en blanco. —responde mostrando la verdad de su respuesta. La hoja no mostraba ninguna marca de tinta.

—No merecías dar ese discurso —en mi voz se detonaba mi desconforme—. Él pereció bajo tu arma. Y todo los que están ahí ni siquiera pueden pueden llegar a imaginarlo...

—Créeme, lo tendré en mi consciencia por el resto de mi vida.

—Es lo mínimo que puedes hacer.

Él no dijo nada, pero sostuvo mi mirada por varios segundo.

—Tú también ten presente eso, Laila. Este es final para nosotros, no volveremos a vernos. —dice Evans.

—Dejarás de buscarnos. —afirmé.

—Ya no hay caso atrapar a Jace White. Hemos perdido los dos en esta persecución...hemos de dejar de buscar un ganador.

—Habla por ti. Yo nunca busqué un ganador.

Siento la intensidad de sus ojos.

—Has cambiado.

Lo miro. ¿He cambiado?

Él continuó: —El miedo que una vez brilló en tus ojos a la hora de nombrar a Jace White se ha esfumado para ser reemplazado por la aceptación. Una bestia brutal sin miedo de empuñar su arma y una bella mujer aceptando lo que no puede ser cambiado. ¿No tienes miedo a que te haga algo?

—Siempre existirá el miedo, lo que cambia es la persona que te la inflige. —le digo. Abrumada, puse una mano en mi vientre. Fue algo inconsciente, o tal vez no, puede que necesitaba algo en que aferrarme para darle sosiego a mi corazón.

Él me miró a los ojos y después desvió su atención a mi estómago:

—Cuida de tu bebé, Laila.

—Lo dice el hombre que no dudó en apuntarle con el arma.

Las gruesas cejas de Evans se unieron.

—Por favor, no vuelvas a mencionarlo.

Durante un largo momento, no dijimos nada.

—Entonces, este es el final para nosotros —dije, pero mi tono de voz no parecía estar segura. ¿Por qué? —. Adiós, Evans. —dije, más firme.

Evans asintió con la cabeza lentamente.

Me puse en guardia cuando se coloca delante de mí y sus manos abarcan mi cabeza. Estoy completamente tensa mientras los labios de Evans bajan y dan un pequeño beso en mi mejilla cubierta por el velo.

Aguanto la respiración.

—Adiós, Laila. —Evans susurró.

Lo miro sin parpadear.

Cuando estuve a cuidados de Joseph jamás tuve tan cercanía con Evans en comparación a la que tuve ahora. El hombre era demasiado frío, demasiado correcto en todo los sentidos, al mínimo contacto de cariño te ganabas por ley una mirada tenebrosa. Esta muestra de afecto ha sido lo más amable que ha hecho por mí en años.

Se tarda en apartarse, y cuando lo hace se da la vuelta y emprende camino por el sendero que señala la salida.

—¡Evans! —lo llamé y él se detuvo en medio caminar—. ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué ahora?!

Él no se da vuelta, pero si observa por sobre su hombro y dice: —Porque es lo único que puedo ofrecer como una disculpa. Cuida de tu bebé, Laila, y no dejes que crezca en un entorno donde la sangre sea el pan de cada día.

Y se pierde entre las tumbas grises.













El pequeño encuentro con Evans aún sigue en mi mente mientras camino a la deriva por el cementerio. Mis manos se ensucian con el musgo que cubre los nichos cuando pierdo el equilibrio más de una vez debido a mis zapatos y el malestar en mi tobillo. Termino por quitarme el sombrero para limpiar la tierra de mis manos. Estoy buscando a Jace. Ha desaparecido. Veo a mi alrededor en su búsqueda e intento recordar el camino en que lo vi desaparecer. Tengo éxito cuando mis ojos dieron con la incomparable figura de Jace que espera más allá.

Apresuré mis pasos teniendo las incontrolables ansias de tomar su mano e irnos inmediatamente de aquí.

—¿Jace, podemos ir...? —mi labio inferior temblaba debido al frío y ni siquiera pude terminar la frase. Extiendo mi mano queriendo su contacto. Él se da vuelta, pero no es amor lo que encuentro en su rostro si no el mismísimo pánico. ¿Qué pasa?

—¡Oh, por los mil demonios, eres Laila Jenner! —dijo una voz masculina no perteneciente a Jace.

Estuve tan enfocada en el hombre de ojos verdes que no me percaté de la presencia de un tercero. Aparté la vista de Jace y miré con una desconfianza automática al joven que está apoyado en la estatua de un ángel desconsolado. El muchacho debía tener unos años menos que nosotros, muy guapo a la vista y la blanca sonrisa se veía tan sincera y tranquilizadora. Sus vestimentas se notaba a leguas que provenían de las extravagantes tiendas. Todo un ángel si lo miras con superficialidad, porque después, al observarlo con más detenimiento tomas nota de los calculadores ojos y la engañosa expresión de amabilidad que carga.

—Eres Laila Jenner. —la emoción efusiva que proyectó al decir mi nombre me desconcertó. ¿Me conocía él?

Vuelvo a mirar al hombre a mi lado, este tenía los ojos fijos en el chico.

—¿Nos hemos visto en alguna parte? —mi pregunta se dirigió al muchacho. Busco en alguna parte de mi cerebro la imagen de ese rostro.

Él no deja de sonreír en ningún momento y su mano hace un movimiento con la clara intención tocarme, pero es Jace quien se mueve rápido al tomar de mí y ocultarme tras su espalda, impidiéndole al extraño individuo alcanzarme.

—Ella está lejos de tu límites. —lanzó las palabras entre dientes. La tensión de su cuerpo bajo la palma de mi mano y la avivada ira en su rostro es suficiente para advertir la presencia de un peligro.

La desilusión inundó en bello rostro del joven.

—Lo siento mucho, no es mi intención ponerlos nerviosos —su disculpa sonaba tan convincente—. Me emocioné mucho al verla de cerca de mí que no puede evitar el poder tocarla. Es tan hermosa y es tan...tan...no hay palabras para explicarlo. Ahora comprendo el porqué de su decisión de dejarla viva.

—Cállate. —una simple palabra proveniente de Jace intimidó hasta los huesos. Nunca había visto a Jace con tanta ganas de tirarse sobre una persona y destrozarlo a diestra y siniestra. Envuelvo mis dos brazos en su cintura y observo con cautela el intercambio de miradas entre los dos sujetos.

El muchacho bajó la mirada unos segundos para después alzar la cabeza con una sonrisa transformada llegando a ser perturbadora.

—Nunca creí encontrarlo. Mis amigos jamás creerán que yo tuve la oportunidad de verlo. ¡Wow! Nosotros somos fieles admiradores de su historia, por eso he venido hasta aquí, a esta tumba en particular —señaló a una muy descuidada lápida. El nombre de Elena Firtz apenas se logra ver con claridad debido al abandono —. ¿Es su primera víctima a que sí?

¿Primera víctima? Sin duda, el nombre me suena mucho. Elena Firtz. Jace White.

—¿Fieles admiradores? —Jace dio escalofrío al formular la pregunta.

El chico asintió: —Lo hemos idolatrado por años y seguimos sus pasos siempre. Al principio era solo yo, pero con el paso de tiempo conocí a otras personas con los mismos gustos. Es gratificante saber que existe personas que les divierte sacrificar animales.

Un jadeo tembloroso salió de mi boca al oírlo y el chico lo tomó como admiración hacia él porque su sonrisa se hizo más amplia. Jace dejó caer su mano sobre mía y sus dedos realizaron una inadvertida caricia para calmarme.

—¿Y crees que matar unos cuantos animales harás que sienta aprecio por ti? ¡Por favor! Merezco más que unos simples animales de la calle. —dice Jace con soberbia y la sonrisa que desprendió es sacada del mismísimo Diablo.

—Bueno, eso de matar animales era antes de conocerlo a usted y nos diera el impulso —murmuró el chico y agitó su brazo izquierdo causando un tintineo—. Verá...descubrimos que sacrificar personas a su nombre es muy satisfactorio y nos da diversión por más tiempo.

Otro movimiento de su muñeca y el sonido le secundó. Él se levantó la manga de su chaqueta, revelando una pulsera con dientes humanos colgando igual que accesorios baratos. Oh, santísimo Dios. Me llevé la mano a la boca cuando sentí las náuseas amenazar con subir por mi garganta.

—Esta pertenece una mujer que gustaba del dinero de mi padre —explicó, señalando un molar en específico—. Hablaba demasiado para mi gusto y odiaba su timbre de voz. Nos divertimos haciéndola gritar por piedad.

Tragué saliva.

Él estaba diciendo que junto a su grupo de amigos mataban por diversión a estas personas con solo el hecho de admirar a Jace. ¡Jesús!

—¿Todos ellos eran culpables de algún crimen?—habló Jace tras un silencio, su voz era extrañamente tranquila.

—No. Nunca tomamos en cuenta esos detalles, tampoco es que nos interese. Solo nos importa la diversión y sentir lo que siente usted cuando mata. —respondió el otro y miró hacia mí. Sentí el escalofrío venir.

Jace soltó una carcajada burlona.

—¡Y dices ser un seguidor mío! Si lo fueras en verdad sabrás que cada persona que he matado tiene algún pecado en su historial aunque sea algo pequeño.

—¡Lo siento! ¡Nunca quise ofenderle! ¡Prometo que desde mañana me fijare en que el sacrificio sea alguien malo! —exclamó apresuradamente el chico.

—¿Desde mañana? —preguntó Jace.

—Con mis amigos hemos estado jugando con unas personas muy molestas y hoy en la noche le daremos final, usted ya sabe a lo que me refiero.

—Oh, claro que sí. —dijo Jace, su mano deja la caricia que estuvo dándome y se alejó de mí lado para acercarse al chico.

Permanecí inquieta mientra lo veo tocar los cabellos del joven y dar unas cuantas palmadas en su cabeza, tal como un dueño lo haría con su mascota. Entonces, Jace se agachó hasta estar a su misma altura. La reacción que tuvo el muchacho me tomó desprevenida. Se veía complacido, demasiado para mí gusto y cuando sus ojos dieron con los míos la suficiencia descarada brilló.

Jace agarró un puñado de cabello y lo obligó a levantar la cabeza, y con una atrayente tono de voz, Jace dijo: —Dime, ¿a qué hora piensan llevar a cabo esa matanza? Me encantaría ser participe de ello, además, ustedes lo están haciendo para mí, es mi deber participar.

Los rasgos del joven se iluminaron de dicha.

—¡¿En serio?! —exclamó contento y Jace movió su cabeza afirmativo. Lo siguiente fue que él le contó la dirección y hora donde llevarían acabo el asesinato.

No podía creer lo que mis oídos escuchaban, apenas registré los ruidos de alegría del chico en tanto Jace lo suelta y regresa a mí. Por primera vez vi la inestabilidad de sus pasos.

—¿Jace, qué haces? —dije en tono super bajito. Jace sacudió la cabeza mientras pone su mano en mi cintura en un fierro agarre.

Junta su frente con la mía.

—Cierra los ojos y pon las manos en tus oídos. —ordena y le obedezco sin chistar.

Lo último que veo antes de cerrar los párpados y poner ambas manos en mis orejas es el rostro acongojado de Jace en el preciso instante en que su mano se desplaza por su ropa hasta dar con el arma de su cintura. Respiré profundo. Pasan cinco segundos. De pronto, el sonido estremecedor se dispara y mis manos no son suficiente para callarlo de mi comprensión.

Un disparo.

Lentamente, abro los ojos y dejo caer los brazos a los costados. Ante mí, Jace sostiene en alto su arma y cuerpo caído y sin vida del muchacho yace en la tierra con un agujero sangriento en su frente. La expresión de terror impresa eternamente en ese rostro juvenil. Todo mi cuerpo se congeló, ni siquiera me atreví a tomar aire. Y podía jurar que las palpitaciones de nuestros corazones era lo único que se oía. Tan centrada en en el completo caos, que no me hubiera movido en absoluto si no fuera por Jace que tomó de mi mano y nos hizo correr. No es difícil inferir lo que sucedería a continuación, las altas exclamaciones y la sonara persecución pronto nos acechó tras los talones.

Maldición tras maldición salía por la boca de Jace durante la corrida por el cementerio. No me dio tiempo de ni siquiera abrochar el cinturón de seguridad cuando el vehículo partió bruscamente y todo mi cuerpo se apegó al asiento. Cuando estamos ya lejos me permito por primera vez buscar oxígeno, había aguantado la respiración todo este tiempo por el caos intenso y ahora mismo los pulmones gritaban desesperados por aire.

—Jodida mierda...ahora no. —oigo al hombre a mi lado mascullar entre dientes y el arma siendo lanzada a los asientos traseros.

Comienzo a preocuparme cuando Jace hizo una mueca, cerrando los ojos por un momento.

—¿Te duele algo? —pregunté, viendo sus manos apretar con fuerza el volante—. Jace, háblame por favor. ¿Qué puedo hacer para ayudar?

—Si —murmuró Jace, su mano libre masajeando su frente—. Laila, ven aquí y bésame.

Parpadeo.

—¿Ah? ¿Hablas en serio? Estás conduciendo, Jace. —dije. La concurrida ciudad pasa por nuestro lado siendo destellos acelerados.

—Lo sé, pero en verdad te necesito. Ella se queda callada cuando te tengo en mis brazos. 

—¿Ella? ¿A quién te refieres?

Jace cerró su boca.

Tal vez no está listo para confíe en ti.

El pensamiento hizo que un nudo se formara en mi garganta. Era algo que había estado intentando evitar pesar durante muchos años.

Jace me sorprende cuando dice: —Conoces en primera mano lo que sucede cuando la oscuridad toma de mí, en que me convierte. Se trata de una voz...dentro de mi cabeza, mezquina y horrible, diciéndome cuan necesitado está de sangre. Y esa voz tiene un nombre: Lena Firtz.

—El nombre de la lápida —dije, recordando los sucesos anteriores—. ¿Quién es ella, Jace?

Jace se remueve en su asiento cada vez más intranquilo.

—No...por favor...Laila...

Oh, Jesús.

No necesité nada más.

Me deslizo hacia él.

Jace echó el asiento hacia atrás sin dejar de conducir ni apartar la vista de las calles. Una vez cómoda en sus piernas, puso una mano en mi nuca y me besó. La cálida lengua de Jace inmediatamente se empujó dentro de mi cavidad bucal. Fue poderoso, posesivo, increíble y cegador, todo, lo que Jace representaba. Con nuestros ojos abiertos, nos miramos el uno al otro dejando libre las ansias. Suspiré bajo su demandante boca y mi cuerpo se movió en búsqueda de algo más que restregarnos con la ropa puesta.

Alejándome de su boca por culpa de la falta de aire, presioné mi frente en la suya, mis manos ahuecando sus mejillas. Los labios de Jace se veían hinchados y de un rojo brillante. El pensamiento de chupar y morder esos labios hasta sacarle sangre viene a mi cabeza y no me negué ante tal capricho. Una vez saciados de la violencia,  mi lengua disfrutaba del sabor metálico de la sangre de su labio y Jace parecía salvaje con esos cabellos desordenados.

—Quiero tenerte ahora. —susurró él, su respiración se escucha agitada.

—Deten el vehículo y me tendrás. —digo y mi boca baja a su cuello y dejo una marca con los dientes. Jace profirió un gemido ronco.

No importó el hecho de que nos seguía la policía, nos dio igual a los dos en este momento. Ahora mismo el único problema fue deshacerse de la incómoda ropa mientras nos besamos impacientes en un sucio callejón de la gran ciudad. Gemidos incontrolables, respiraciones agitadas, el calor envolvente, el sudor corriendo por cada rincón de nuestros cuerpos y la rudeza de Jace al querer eliminar cualquier brecha que nos separa. Pasaron horas, la saciedad se volvió un vicio para nosotros y nos dejó completamente exhaustos. Agotada, apoyé mi cabeza en su pecho y acaricié con las yemas de mis dedos el fuerte torso de Jace.

Supe que dormía cuando su respiración cambió.

Disfrutando la calidez de su cuerpo, un razonamiento vine a mi cabeza: He cambiado. Sí, lo hice. Muchos como Evans dijeron que ya no era la misma desde que Jace White se cruzó por mí camino. Y es verdad. Conocí al diablo, pensé que lo odiaría, por supuesto, pero sentí lo contrario.








Continue Reading

You'll Also Like

4.9K 1K 71
¿Creen que el orígen de una persona define lo que será? Jean de la Fontaine dijo "a menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos...
4.4M 285K 55
~1er libro de la trilogía "Sangre & Acero."~ Sophie Parker vive en Alaska una vida normal, junto con su hermano Aiden y su madre, aunque su tranquili...
2.1M 98.9K 66
La asesinaron un 23 de octubre, y desde entonces todos se preguntan: ¿Qué le pasó a Elizabeth Parker? Venus, la protagonista, tras el reciente asesi...
1.4M 113K 87
Kalena es vendida al oscuro líder del ejército, en medio de una guerra que podría acabar con todo. *** Kalena es una fórea, es decir, su vida fue ent...