Heavy Dirty Soul |Frerard|

By FrankIsMyHero

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Frank está roto, y no hay pegamento en el mundo que pueda volver a juntarlo. ... More

Prólogo
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV
NOTA FINAL

XXV

187 25 13
By FrankIsMyHero

La noche ha sido larga y no puede dormir con todo el ruido que inunda la habitación, pero sin duda alguna el peor de todos debe ser el tik tok del reloj que sigue y sigue y no se detiene, parece que solo alarga su agonía y le mantiene consiente de que el tiempo pasa muy deprisa y por más que lo desea no lo puede detener, no puede tomarse un descanso de su horrible vida.

Oh, como quisiera detener el tiempo.

Con dificultad se levanta de la cama, pues sus piernas duelen como el infierno y sus manos parecen no querer responder; ha sido una noche difícil tratando de complacer a Thomas.

Camina por la habitación dejando atrás a su amante y cuando entra a la cocina le cuesta un poco recordar que hace ahí.

Oh, si, un poco de café.

Llena la tetera con agua de la llave y pronto prende la hornilla a su máxima capacidad, mientras el líquido se calienta él se queda de pie observando cómo todo parece írsele de las manos.

Desde que ha llegado a esta nueva casa no ha hecho más que ser infeliz, odia el clima, odia su nueva habitación y odia al nuevo chofer de Thomas, sin embargo lo que más parece odiar es el hecho de estar a cientos de kilómetros de aquel pelinegro adicto.

Ojalá pudiera dejar de pensar él, pues no tiene caso, no tiene remedio pensar en alguien que ya no es parte de tu vida. ¡Y diablos! Eso dolía más que cualquier golpe recibido antes en su cuerpo... esto era diferente, era como una puñalada directo en el corazón, y a diferencia de heridas anteriores está parecía no sanar nunca y solo doler más y más con el tiempo.

Lo extrañaba y no habría nada en el mundo que deseara más que saber cómo está, saber que está bien y que pudo superar sus demonios, saber que su partida no le afectó en lo más mínimo, pero ¿a quien trata de engañar? Probablemente al no verlo regresar tuvo una recaída.

La tetera suena indicando que el agua está lista, pero a él no le importa, es como si se hubiera quedado hipnotizado viendo cómo la cocina de pronto se llena de humo.

Sigue pensando en Gerard, se pregunta si algún día podrían volverse a encontrar y amar y el mayor podría perdonar su abandono.

Oh, Dios.

De pronto siente sus mejillas arder y no es por el humo caliente que sale de la tetera, es por la ira que tiene acumulada hacia el horrible ser que duerme en la habitación de arriba; lo odia muchísimo por haberle arrebatado lo único que lo hizo levemente feliz en la vida; por haberle dado la oportunidad de huir solo para después volverlo a enjaular.

Viéndole desde lejos parecería alguien normal parado frente a la estufa preparando un café, pero dentro de él algo se había quebrado, su cordura y sensatez lo habían abandonado de a poco y eventualmente solo dejaron el esqueleto de lo que solía ser un joven lleno de sueños y aspiraciones, alguien que a pesar de estar atrapado veía una luz al final del túnel... ahora solo estaba la carcaza, sin alma, lleno de ira.

Toma la tetera hirviendo y sube por las escaleras completamente inexpresivo, entra a la habitación y se acerca al viejo Thomas; sonríe antes de hacerlo y como si su rostro fuera una taza vierte el líquido hirviendo sobre el.

Le toma unos segundos reaccionar al mayor, pero para cuando lo hace ya toda el agua ha sido esparcida sobre él; grita de dolor pues su cara está roja y puede sentir su piel quemar como el mismísimo infierno. Apenas puede abrir los ojos pero cuando lo hace divisa a un sonriente Frank parado a un lado de la cama; tiene una sonrisa juguetona en los labios y los ojos le brillan con inocencia; antes de poder moverse y atrapar al pequeño travieso que le ha quemado la cara, este reacciona con mayor rapidez y golpea su ya adolorido rostro con la pesada tetera de metal.

No bastó una ni dos, fueron cinco las veces que la tetera impactó su cara hasta dejarla desfigurada completamente.

Solo cuando el metal cae al suelo y el sonido invade la habitación se ha dado cuenta lo que hizo.

No, no se siente arrepentido, más bien aliviado.

Se mueve con tranquilidad por la habitación, todo casual, como si no hubiera un cadaver en la cama, y se pone sus viejos jeans que estaban tirados del otro lado de la habitación, se pone una camisa limpia que encuentra en el closet y se calza los zapatos; pronto se apresura a buscar de dentro de los armarios una mochila color rojo, mete en ella un poco más de ropa que sabe va a necesitar y toma todo el dinero que Thomas guarda en su mesa de noche y en su billetera.

No le preocupa en lo más mínimo dejar todas sus huellas por la casa, pues Thomas siempre fue muy obstinado en que Frank no tuviera identificaciones ni nada que pudieran comprobar su existencia, esto lo había hecho con el mero interés de que si algún día alguien (incluso el mismo Frank) le llegarán a denunciar, el podría salirse con la suya apelando al sentido común de que no existía ningún Frank Iero, no tenía ID , huellas digitales o ADN registrados dentro del sistema de datos, por lo tanto él no era una persona para el país, y jamás estuvo tan feliz como ahora de que así fuera.

El único problema ahora era salir de la gran casa sin ser visto por los dos gorilas que se encontraban afuera cuidando la propiedad, eso y las cámaras que estaban vigilando la fachada día y noche; así que hizo lo único sensato que pudo pensar en ese momento y bajó hasta la cochera, se montó en el auto de Thomas, el auto negro enorme que tenía los vidrios polarizados, y con su poco conocimiento lo logró encender. Recordaba muy poco de las clases que un día le dio Ray pero fue suficiente como para poder salir de la propiedad sin que los guardias sospecharan nada, como si hubiera sido Thomas el que ha salido en el auto a mitad de la noche.

Cagándose de miedo pudo llegar hasta el final de la calle, ahí donde ya no había nadie, ni cámaras, ni guardias, ni personas merodeando, entonces se baja del auto y huye corriendo lo más rápido que puede, como si su vida dependiera de ello, y en efecto, así era.

.

El sol ya ha salido por completo y como es de costumbre aquí en California desde muy temprano sus rayos empiezan a quemarte la cara.

Está más asustado que nervioso porque solo hasta ahora, que está ya bastante lejos, se da cuenta lo que ha hecho, y por mucho que odiara a Thomas jamás pensó que sería él quien terminara con su vida, tal vez ninguno de los dos lo pensó.

Cuando finalmente pudo controlar sus nervios y ansiedad se animó a entrar a la cabina telefónica que estaba dentro de la estación de gas; ahí, con el sudor perlando si frente y sus dedos temblorosos pudo marcar el número que se mostraba en aquel papel viejo que Ray le había dado hacía meses. Tal vez ahora comprendió lo que su amigo le había dicho el día que se lo dio.

"Llama cuando seas libre"

No se sentía del todo libre, pues ahí se hallaba atado a sus culpas y miedos, pero aún así necesitaba de ayuda, la que fuese.

.

Larry llevaba veinte años recorriendo todo el país en su camión rojo brillante, era un viejo barbón con un prominente vientre pero eso no lo detenía de usar camisetas dos tallas menos a la suya; sin embargo, era un buen sujeto, Frank llevaba ya un día entero viajando junto al tío político de Raymond, el viejo no paraba de hablar, pero para Frank eso estaba bien pues Larry no preguntaba, y eso le gustaba.

Tenía que esperar dos días más hasta llegar a New York, no se había molestado en llamar a nadie, ni siquiera a Raymond, pues después de dejar atrás el cuerpo sin vida de Thomas las cosas pudieron ponerse feas, tal vez la policía ya estaba investigando algo, tal vez sospechaban de él aún cuando no pudieran seguir su rastro.

Cuando hicieron una parada en una estación de gas a las afueras de Colorado, Frank tuvo que salir del camión corriendo en busca de un baño... tenía que vomitar, pues el rostro ensangrentado y rojo de Thomas le perseguía por todo el país.

Mientras Larry estaba comiéndose unos panqueques en el restaurante de enfrente, Frank decidió entrar al mini supermercado que se encontraba en la estación, compró un tinte de cabello color rojo, muy parecido al que solía usar Gerard, unas tijeras y unas gafas de sol, después de pagarlo todo volvió al baño y no lo dudo dos veces antes de echarse todo el tinte sobre el cabello, corto muy bajo el cabello que tenía a cada lado y solo dejo un gran mechón en el medio, muy al estilo punk de los 70's.

Cuando entró nuevamente al camión junto a Larry este tuvo que parpadear un par de veces, pues no lo reconoció al instante, Frank sonrió triunfante viendo que logró su cometido; unos minutos después volvieron a la carretera, Larry no pregunto nada y empezó a hablar de su vida cuando estaba en el ejército.

.

Se despidió del viejo regordete y le dio las gracias una vez más, tomó su mochila y colgándoselas en el hombro se marchó hasta la estación de trenes que se encontraba a las afueras de Tarrytown, el regreso a casa sería largo pero tenia dentro de él la ilusión de volver a ver a Gerard y eso compensaba cualquier dolor en su trasero por los 3 días de viaje sin descanso.

Sentado en el asiento del fondo recostó su cabeza sobre el vidrio de la ventana, tantos años vivió en New York y jamás había conocido el lado noroeste de la ciudad, las pequeñas casas y grises edificios le hicieron sentir en casa aún cuando jamás estuvo ahí antes, tal vez era el simple hecho de saber que solo era cuestión de horas hasta volver a ver esos verdes ojos.

Mientras se imagina el reencuentro con Gerard empezó a escuchar el tik tok del reloj nuevamente, levantó la cabeza rápidamente en señal de alerta y la giró por todos lados, pero el vagón estaba vacío, era casi media noche y no había nadie junto a él; oh no, el incesante sonido del reloj le volvía a atormentar, tal vez ahora para decirle que es muy tarde, o solo que está perdiendo el tiempo.

Quería romper el maldito reloj y finalmente terminar con el sonido, pero cuando se dio cuenta que el tik tok venía de su cabeza sintió miedo.

Última parada.– Le informa el maquinista y Frank se levanta, con pasos torpes sale del tren y eventualmente de la estación, sabe que el edificio de Gerard no está lejos, su primer instinto es llegar caminando, pero al recordar el sonido del reloj prefiere tomar un taxi y no perder más tiempo.

Mientras más cerca estaba del edificio más nervioso se ponía, era una sensación extraña, familiar pero a la vez triste.

Cuando encajó las llaves en la cerradura de la puerta suspiró aliviado, pues no habían cambiado el seguro, eso significaba que el departamento aún pertenecía a Gerard.

Al dar unos pasos dentro de la sala se da cuenta que todo el departamento está vacío, en un principio no lo cree, pero después se da cuenta que aquel sillón donde alguna vez compartió la cena con Gerard ya no estaba, tampoco estaba su mesita de centro que guardaba su cenicero con las colillas del cigarro; faltaba su cama en mitad del dormitorio, aquella que jamás estaba tendida pero siempre olía a su perfume, en aquella cama donde Gerard lo convirtió en arte, en hombre y en amante, ahí donde fue tan feliz, donde vio a Gerard una y mil veces sonreír y llorar, donde le recitaba poemas y se inyectaba.

No, no faltaban las cosas dentro del departamento, lo que falta era Gerard, ahí, en ese momento, en su vida.

Abrió los armarios en busca de una respuesta y la encontró, probablemente hubiera sido más feliz si no hubiera encontrado nada; pero ahí en medio del closet se encontraba una carta con su nombre, como si Gerard supiera que él iba a volver, porque él jamás perdió la esperanza.

Abre la carta con manos temblorosas y cuando distingue la letra de Gerard grabada en el papel sonríe un poco, pues parece ser que agarró las fuerzas necesarias para escribir una carta con su puño y letra.

Sin embargo, poco a poco esa sonrisa se desvanece y las lágrimas empiezan a llenar sus ojos; su peor miedo se ha confirmado y parece que ya no tiene fuerzas para sobrellevar el dolor.

Ha luchado tanto ¿y todo para que?

Gerard se ha ido.

~Fin~

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