Mi Último Año

By Julie18_08

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Muchas cosas pueden suceder en un año, cosas esperadas e inesperadas; cosas afortunadas y desafortunadas; cos... More

- Una romántica -
- Entre madre e hija -
- Misiones imposibles -
- Media naranja -
- Disciplina formativa -
- Charlas con adultos -
- El falso concurso -
- Buenos amigos -
- La primera vez -
- Conversaciones familiares -
- Caídas -
- El drama de las citas -
- Dos besos -
- Esperando y dando noticias -
- Deja vu -
- Algunas conclusiones -
- Verdad a medias -
- La noche -
- Realidades paralelas -
- Más de un corazón roto -
- Cuentas claras -
-Ideales y expectativas -
- Suerte -
- Nuevos amores -
- Predicciones -
- Todas las parejas -
- No hay compromisos -
- El próximo año -
- Veladas -
- Segunda primera vez -
- Sorpresas -
- Todo acorde al plan -
- No es el final -

- Una primera cita -

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By Julie18_08


Miré por la ventanilla del automóvil hacia el parque. Los vidrios polarizados hacían que el exterior se viera más oscuro de lo que era en realidad, pero aún así podía adivinar que se trataba de un día gris y frío. Algunas personas que caminaban por las veredas llevaban las manos escondidas dentro de sus bolsillos, otros tenían la cabeza cubierta con gorros de lana.

Me ceñí la bufanda alrededor del cuello cuando creí reconocer a Leo atravesando la calle y casi al instante sentí que mi teléfono móvil vibraba dentro del bolsillo de mi abrigo. Lo saqué y leí su mensaje, el cual simplemente me confirmaba que había llegado. Sonreí, luego inspiré hondo y le toqué la ventanilla al chófer.

-¿Me veo decente?- le pregunté.

-Se ve muy bien, Srta. Maya.- me dijo Rob, dándome una mirada de animo.

-Genial.- reí.-Te llamaré en unas horas para que me recojas, ¿sí?-

-Estaré atento.- asintió.

-¡Adiós!- me despedí.

Esta no era la primera vez que me reunía con algún chico que había conocido durante una noche de festejo, esas relaciones solían ser muy cortas y amistosas más que nada; pues los que querían llevar las cosas más allá se llevaban un disgusto cuando descubrían que no estaba muy dispuesta a acostarme con ellos. Entendía que quizás les había dado la impresión de que algo así podría pasar, pero estaba lejos de la verdad... Aún no me sentía cómoda haciendo eso con alguien más además de Val.

Suspiré escondiendo mi boca y nariz dentro de la bufanda mientras iba al encuentro de Leo, esperando que por favor no fuera de esos y simplemente quisiera conocerme un poco más. Digo, no me iba a quejar si trataba de besarme... pero no quería que me viera como una conquista cualquiera.

-Hola.- lo saludé.

Él me sonrió animado y estiró un brazo en mi dirección, el cual me rodeó los hombros y me atrajo hacia él. Dejó un beso en mi mejilla, sus labios estaban fríos al igual que su nariz. Lo miré de reojo, pues esta era la primera vez que lo veía a la luz del día; tenía unos ojos pardos que resaltaban en su tez morena y su sonrisa era realmente amistosa.

-Es bueno verte.- dijo cerca de mi oído.

-Me alegra que llamaras.- le dije, distanciándome un poco.

-¿No creerás que te había olvidado?- preguntó alzando una ceja.-No pido números sólo porque sí.- aseguró.

-Eso no lo sé.- sonreí.

Leo pareció morderse el interior de la mejilla, tenía una expresión divertida en el rostro que lo hacía verse despreocupado. No se veía nervioso ni ansioso, por lo que decidí seguir su ejemplo y simplemente disfrutar de su compañía sin pensar demasiado en ello.

-Supongo que tendré que demostrártelo.- comentó echándose a andar.-Pero antes necesito preguntarte algo, ¿quieres que me encargue de esta cita o prefieres hacerlo tu?- quiso saber.

-Tu querías que nos reuniéramos aquí.- dije mirando hacia el parque.-Supuse que tenías algo en mente.-

-La verdad es que no.- rió.-Pero es un lugar muy central, prácticamente podemos ir adonde se nos ocurra.- dijo alzando los hombros.

Tenía razón. El parque cubría varias cuadras en medio de la ciudad, era perfecto para caminar y pasar el rato; pero también tenía a ventaja de estar cerca de estaciones de metro que podían llevarnos a cualquier otro punto de interés.

-¿Por qué no nos quedamos aquí un rato?- sugerí.

-Perfecto.- sonrió.

Nos adentramos en el parque a paso lento y perezoso, sin estar apresurados por llegar a ningún lugar. A nuestro alrededor se extendían áreas de pasto húmedo y arbustos silvestres; los arboles no tenían mucha vegetación debido a la época y no escuchaba el sonido de los pájaros que se disfrutaba durante la primavera. Hacía frío, pero aún así habían unas cuantas personas paseando y charlando en las bancas mientras sostenían vasos de café.

-Hace mucho que no pasaba por aquí, digo, que no paseaba por aquí... en general debo tomar esa calle para llegar al hotel de mamá.- apunté enseñándole la dirección.

-Oh, sí, escuché que tus padres estaban en la industria hotelera.- dijo.

-Primero, eso es correcto.- dije alzando un dedo.-Segundo, ¿dónde escuchaste eso?- inquirí.

-Bueno...- rió, viéndose algo avergonzado.-Digamos que Lara ha hablado un poco de ti, muy vagamente... pero algo he escuchado.- confesó.

-Claro.- asentí entrecerrando los ojos.-Ya me imagino qué ha dicho, sólo te pido que trates de olvidarlo, sino esto no funcionará.- le dije.

-Ya lo olvidé.- asintió.-Entonces... ¿qué hoteles?- preguntó, siguiéndome la corriente.

-Mamá tiene algunos hoteles, papá es hombre de negocios; seguiré esa ruta el año que viene.- le conté mientras él me observaba con atención.-Probablemente vaya a la escuela de negocios, aún no lo decido bien, pero definitivamente será algo que me ayude a hacerme cargo de los hoteles.-

-¿Sabes?- dijo echándome un vistazo de pies a cabeza.-No veo a una mujer de negocios en ti, pero quizás en algunos años...- dijo dejando la frase en el aire.

-Oh, ya la verás.- sonreí.-¿Qué hay de ti? ¿qué haces?-

Leo se detuvo cerca de la fuente de piedra que adornaba la esquina noreste del parque y miró a través de ella, la rodeó mientras la examinaba con ojo crítico y se detuvo en varios ángulos. Finalmente asintió satisfechos y me tomó de los hombros, haciendo que me parara frente a él.

-¿Qué te parece?- me preguntó asomándose por sobre mi rostro.

Miré lo que me estaba enseñando, es decir, la fuente desde una de sus esquinas mientras que tras ella se lograban vislumbrar las ramas desnudas de los arboles y unos faroles que aún no se encendían a pesar de que estaba atardeciendo.

-Lindo.- dije sin más, buscando su mirada.

-Soy fotógrafo.- dijo yendo a pararse junto a mi y quitándose la mochila que llevaba cruzada en la espalda.

-Espera, espera... ¿vas a trabajar ahora?- pregunté burlona.

-Más o menos.- sonrió alzando la comisura de sus labios.-Si me encuentro con una oportunidad sería tonto no aprovecharla, ¿no crees?- dijo encendiendo su cámara.

No sabía de cámaras, pero esa se veía pesada y profesional; probablemente muy costosa y útil para alguien que literalmente la usaba como herramienta de trabajo. Leo acomodó la cámara con manos seguras y luego acercó uno de sus ojos a ella, supuse que se tomó su tiempo enfocando hasta que de pronto vi una seguidilla de flashes.

-¿Hace cuánto que haces esto?- curioseé.

-Tres o cuatro años, supongo que comencé con una cámara desechable en una de nuestras vacaciones familiares.- me contó.-Cuando dejé el internado tomé una pasantía con un fotógrafo paisajista, ya sabes, naturaleza en su mayoría; encontré unos cuantos trabajos y luego descubrí que me gustaba más la composición de escenarios.- dijo bajando la cámara a la altura de su pecho.-He sido ayudante de cualquier fotógrafo que necesite de alguien y así he hecho algunos contactos, eso hace que sea más fácil que vean tu trabajo.-

-Leo, ¿qué edad tienes?- pregunté al darme cuenta de que no tenía idea.

-Veintiuno.- dijo.-Y me alegra mucho que tengas dieciocho, sino...- chistó, haciéndome rodar los ojos.

-¿Haz pensado en estudiar?- continué.

-Definitivamente cuando lo haga será fotografía profesional, quizás en un año o dos.- pensó.-Por ahora me gusta esto de ser autodidacta, de encontrar gente dispuesta a enseñarme; no es lo normal, pero es emocionante.- aseguró.

Asentí mientras reflexionaba un poco acerca de mis propios planes. Siempre me había parecido que ir a la universidad era importante, obtener un título que respaldara mis conocimientos y aprender lo que más pudiera dentro de un salón de clases; pero podía entender que algunas cosas podían aprenderse fuera de una institución... Si lo pensaba bien ni siquiera era necesario que entrara a la universidad, ya tenía un puesto asegurado en la mesa directiva del hotel y ya había aprendido mucho sólo asistiendo a reuniones con mamá y viendo a su equipo trabajar.

-Diría que es una decisión arriesgada.- comenté.

-Pero no puedes.- indicó yendo hacia mi, aún sosteniendo su cámara.-Porque literalmente ya tengo acciones en la empresa de mi familia.- rió restándole importancia.

No sé qué expresión hice en ese momento, pero sólo percibí el flash cegándome por un instante. Leo miró la pantalla de su cámara y asintió satisfecho, sin mostrarme la foto que acababa de tomarme.

-Puedes quedártela si quieres.- le dije.

-Te la enviaré, es buena.- comentó.

Guardó su cámara y se acomodó la mochila negra en el hombro. Se acercó a mi hasta que nuestros hombros chocaron y me lanzó una sonrisa expectante, como si necesitara que yo le dijera qué íbamos a hacer en ese momento. Tiré de la manga de su chaqueta e hice que me siguiera, pues ya había pasado suficiente tiempo en el parque.

-Necesitamos algo caliente.- le dije atravesando la calle.

-¿Tienes frío?- preguntó.

Me detuve a la entrada de un pequeño café, miré hacia el interior para ver si me convencía su atmósfera. Tenía piso de madera oscura y las mesas eran redondas, pude ver algunos sillones grises y un estante lleno de libros al fondo. Pero más allá de eso el aroma a café de grano recién hecho y su calidez me llamaron con fuerza.

-Aquí.- le anuncié.

Entramos y el tintineo de una campanilla anunció nuestra llegada. Nos sentamos cerca de una ventana empañada donde una suave melodía de jazz sonaba sobre nuestras cabezas. Me quité la bufanda y comencé a desabotonar mi abrigo, aprovechándome del hecho de que el interior estaba bien atemperado.

-Déjame ver.- me dijo Leo.

Miré en su dirección sin comprender qué era lo que quería, pero me lo encontré inclinándose ligeramente hacia mí. Me sostuvo el rostro con una mano y deslizó su pulgar con delicadeza sobre mi mejilla, creí que me besaría; pero en cambio dejó que sus labios rozaran mi mandíbula por un segundo. Se alejó con una sonrisa complacida.

-Supongo que no soy la única que necesita entrar en calor.- comenté mirando el menú.

-Creo que pediré un chocolate caliente.- lo escuché comentar.-Quiero algo dulce.- dijo cuando nuestros ojos se encontraron.

-Oh.- reí.-Deberías saber que soy intolerante a la lactosa, así que no se te ocurra pedir dos.-

-Oh, no.- negó fingiendo aflicción.-¿Eso quiere decir que no podré regalarte chocolates?- preguntó.

-Tendrás que ser más creativo.- dije despreocupada.

-Acepto.- asintió.-Dios, me gustan los retos.- suspiró aliviado.

En ese momento Leo alzó un dedo para indicarme que lo esperara un momento, se levantó de su silla y al seguirlo con la mirada vi que charlaba con un mesero cerca del estante de libros. Decidí esforzarme por no mirar en su dirección y en cambio dejé que mis ojos recorrieran el menú; incluso tuve tiempo de ordenar algo para los dos antes de que volviera.

-Bien.- dijo, escondiendo algo dentro de su chaqueta.-No quiero regalarte algo que pueda matarte, así que...- dijo.

Puso sobre la mesa un pequeño y grueso libro sin envoltorio, pero con una cinta de tela azul a su alrededor. Lo tomé aguantándome la sonrisa de "Oh, mi dios esto es ridículamente tierno y salido de película que alguien me despierte", y lo levanté para examinarlo. Se titulaba "El arte de saborear" y al abrirlo noté que era una especie de guía de cata de café, con una introducción histórica de su degustación.

-No te conozco demasiado, pero sé que fue tu cumpleaños... así que tuve que improvisar.- dijo.

Me cubrí la mitad del rostro con el librillo y cuando lo bajé dejé que simplemente viera la sonrisa tonta que me había sacado. Encontré su mano por sobre la mesa y le acaricié los nudillos, ambos nos acercamos. Fue un beso corto y tierno, su rostro ya no estaba tan frío como antes.

Cuando nos alejamos le agradecí por el regalo y le eché otro vistazo. Me gustaba cuando me regalan ese tipo de cosas, cosas que en sí no eran demasiado pero que escondían alguna clase de significado. Este libro sería perfecto para recordar los momento bonitos si esto terminaba bien, pero también podría quemarlo si se me rompía el corazón.







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