El beso de Judas "Un rey sin...

By VelbethCastro08

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Madara se enteró que Hashirama no es varón, sino hembra, tras una batalla, a sus 15 años de edad. Desde ese d... More

Nota de autor:
Capítulo 1 Te amo, Madara
Capítulo 2 La verdad al fin sale a la luz
Capítulo 3 El primer beso de Judas
Capítulo 4 Beso de saliva con sangre
Capítulo 5 Rumores
Capítulo 6 Joya de cristal
Capítulo 7 Traición
Capítulo 8 Hashirama, Sayuri y Sakumi
Capítulo 9 Los besos de Judas
Capítulo 10 Manipulación de sus palabras
Capítulo 11 No es correcto
Capítulo 12 Dos mentes distintas
Capítulo 13 Pelea de Reyes/ Sueños perversos
Capítulo 14 Ojos perversos
Capítulo 15 Celos y Chantaje parte 1
Capítulo 16 Chantaje
Capítulo 17 Tu pureza me pertenece
Capítulo 18Pureza tomada
Capítulo 19 Los planes en marcha
Capítulo 20 Celos y manipulación
Capítulo 21 Amar a Dios en tierra ajena
Capítulo 22 La tempestad se aproxima
Capítulo 23 Horas antes de la ceremonia
Capítulo 24 Sello y Pacto
Capítulo 25 La anciana del abrigo rojo
Capítulo 26 El linaje
Capítulo 27 Otra vez justos
Capítulo 28 Imperio
Capítulo 29 El rumor afuera del Imperio
Capítulo 30 La venganza de la anciana
Capítulo 31 El castigo del rey
Capítulo 32 Uchiha Yuda
Capítulo 33 Trauma
Capítulo 35 Familia inestable
Última nota
Capítulo 36 El ángel de la muerte primera parte
Capítulo 37 El ángel de la muerte segunda parte
Capítulo 38 El ángel de la muerte tercera parte
Capítulo 39 La desaparición del príncipe
Capítulo penúltimo / Beso mortal
Capítulo 41 Final

Capítulo 34 Pasión demoniaca

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By VelbethCastro08


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Nueve años después.

Lady Hashirama, se encontraba sentada en su trono conversando con uno de sus mejores amigos de los últimos años. Vestía un hermoso kimono blanco con los bordes marrones, y lleva su larga cabellera color chocolate suelta. Los demás presentes, en total cinco personas, se mantenía retirados de los tronos llenando papeleo, mientras Uzumaki Mito a un lado de la reina tenía una mejor posición. El atrevimiento del pelirrojo se debía a que el rey Uchiha y el príncipe Yuda, no se encontraba en el imperio desde hace cuatro años.

—Cada día te notó más melancólica —dijo Mito en voz baja. El Uzumaki se encontraba parado a un lado del trono de la morena, viéndola desde arriba con cara de preocupación.

Antes de contestarle a su amigo, llevó su mirada de tono chocolate al trono de su rey a un lado de ella, encontrándose con un trono vacío con la corona de este en el centro, la misma que no se ha probado desde que se le entregó un año antes de irse a entrenar a su primogénito lejos del imperio.

—Sabes bien la razón del porqué estoy como estoy —su voz sonó deprimente y apagada —, no he tenido noticias sobre sus paraderos. Me preocupan...

—¿De qué puede usted, mi reina, estar preocupada? El rey no dejará que nada malo le pase a su primogénito. ¿O duda que pueda descuidar al príncipe?

La morena no contesto en breve, pensó antes de hacerlo, puesto que los presentes los miraban discretamente. La amistad del Uzumaki y la Senju, era un poco sospechosa, se rumora que llevaban una infidelidad desde que Madara se fue con su hijo.

—¡Salgan todos! —ordenó Hashirama —. Menos tú, Mito. —Levantó un poco la cabeza para verle desde el trono. El pelirrojo sonrió tenue y esperó que todos salieran del salón de tronos.

Una vez solos, la morena, se levantó de su trono y bajó tres escalones, luego fue hasta el centro del salón por donde comenzó a caminar de un lado a otro. Mito también bajó los escalones y la observó detalladamente.

—Mito, sabes lo mal que está mi matrimonio y mi relación con mi hijo —comenzó a desahogarse —desde aquella vez, que me atreví a golpear a mi niño de cinco años, las cosas empeoraron —su voz comenzaba a quebrarse al recordar a su pequeño niño llorando por la brutal bofetada. —Yuda no volvió a llamarme madre o aceptar mi cariño, de hecho nació en el miedo. Madara volvió a la misma personas antipática que conocía cuando adolescentes.

La morena se rompió en llanto sin dejar de caminar al centro del salón. Mito sufría ver el sufrimiento de su primer y único amor, que no pudo mantenerse en la misma posición sin abrazarla y brindarle calor, aunque empeorará la imagen de Lady Hashirama.

—Mito, si nos vieran —murmuró ella en el hombro de ese hombre que tanto la ama —pensaran que somos amantes.

El pelirrojo abrazó fuerte a la morena, con su cabeza apoyada sobre la cabeza de ella.

—Me puede en el alma verte así, Hashi —murmuró, apretando más sus brazos—. Sabes cuánto te amo, daría lo que sea por tal de verte feliz, pero debo decirte que no debes preocuparte por ellos, porque ellos no lo hacen por ti.

Demasiado sincero fue Mito, pero tenía que hablar con la verdad. Por otro lado, Hashirama le pudo tanto escuchar la crueldad de la verdad, que siguió lamentándose sobre el hombro de aquel hombre cariñoso, comprensivo, amable y respetuoso.

—Tengo miedo que nunca regresen, o cuando lo hagan, sean más fríos conmigo. Pero lo que más me preocupa, que ambos se conviertan en enemigos de este imperio.

La última confesión, Mio no lo vio venir, fue tanto la impresión que dejó de abrazar para verla a los ojos con una mueca de preocupación en él.

—¿Los crees capaz convertirse en enemigos del imperio al cual pertenecen?

—Puede que sí. Madara y Yuda son una mente, me perturba saber quién manipula a quién. Cuando se aburran de los mismo de todos los días buscaran otro cosa con que entretenerse.

Mito capturó el rostro de la morena, suavemente y después dijo:

—Todo el imperio protegerá a la reina, de ello no cabe duda. Eras una mujer honrada, humilde, amable, que existe en fas de la tierra, como para no darnos cuenta que gracias a ti, próspero el imperio de Fuego. Nosotros primero obedecemos a usted, después a ellos.

Lady Hashirama colocó las manos sobre su cintura y dijo:

—No lo entiendes, mi preocupación va más allá de lo que has de pensar...

Se quedaron viéndose silenciosamente hasta que tocaron la puesta del salón de tronos. Se separaron inmediatamente. La reina dejó pasar a quién sea que tocaba. Niko en sus veinte apareció preciosa de pies a cabeza, sosteniendo un pergamino enrollado.

—Tía, traigo el pergamino que acaba de llegar de mi tío Madara. —La azabache de cabello recogido en una coleta alta y unos cuantos mechones rebeldes cayendo por su rostro, estaba por dar una reverencia, pero su tía la detuvo conforme caminaba hacia ella.

—No querida, no debes hacerlo —dijo Hashirama, posicionándose enfrente.

Niko sonrió dulcemente y entregó el pergamino a su tía, quien con las manos temblando tomó el pergamino de res.

—Antes que te retires, quiero que me hagas un favor.

—Claro que sí, tía.

—Dile a tu padre que venga a verme cuando termine de entrenar a su equipo de estudiantes.

—Claro tía, para mi es un placer hacer lo que me pida.

Miko abandonó el salón de tronos con una bella sonrisa dirigida a Mito, quien respondió igualmente. Otra vez solos, Hashirama desenrolló el pergamino de Madara, rápidamente enfrente de su enamorado, leyó en voz alta:

"Hashirama, regresamos en unos días. Quiero que prepares un banquete para mi hijo, por sino recuerdas hace dos días fue su cumpleaños número quince".

Seco como él en persona, sonaron sus mínimas palabras escritas. Lady Hashirama, no pudo evitar no sentirse triste y despreciada, no por la falta de amor en esas pocas palabras, sino como Madara trasmitía que no le importaba su hijo. Lentamente se fue caminando a su trono dejando caer el pergamino al suelo. Mito, la siguió con la vista hasta que tomó asiento con su rostro transmitiendo inmenso dolor.

* * *

Lejos del imperio de Fuego, dentro de un bosque repleto de vegetación y un clima caluroso y lluvioso, se encontraba un joven en sus quince cubierto con la capucha de su capa negra que llega por arriba de las pantorrillas. Aquel joven era la procreación de Uchiha y Senju, de sangre azul. La complexión de Yuda para este entonces era la de un muchacho hermoso con mirada turbia como la agua más negra de un pantano. Cualquier persona que tenía el privilegio de toparse con él o su padre, lejos del imperio al cual pertenecen, podían ver al primer príncipe con su postura rígida y hermosa complexión confirmando porque muchos decían ser un deidad porvenir del mismo infierno disfrazado de humano. Madara estaba orgullosamente de su primogénito, que no podía pedir más por lo que se había convertido en los últimos cuatro años de entrenamientos exagerados: en un experto en el campo de batalla. Todo iba tan bien con sus entrenamientos, pero no por ello despertó otra vez Rinnegan. Los métodos para ver otra vez esos ojos en sus hijos se hacían escasos, que se veía obligado a tratar con el método más vil que un padre puede hacerle a sus hijos...

—¿Qué tanto ves? —preguntó Madara colocándose detrás de su hijo. El rey en sus cuarenta poseía una apariencia más madura y ancho por los duros años de entrenamiento y batallas. Vestía igual que su hijo, uno que otro detalle distinto.

Yuda, escuchó a su padre, sin embargo, estaba concentrado en los que sus negros ojos captaron a diez metros, un búho negro con ojos pintos como aquella gata callejera que abandonó cuatro años atrás en el imperio. La ave nocturna lo acechaba con frialdad desde la rama de un árbol. Lo extraño de todo, es que era de día, aunque por la llovizna hacía ver nublado, llovía a cántaros como para que estuviera ahí mojando sus plumas. El muchacho ignoró al ave antes que su padre lo viera y ordenará que lo matase, giró su cabeza para quedar de frente con su padre y le contestó en voz respetable:

—Nada, oto-san, solo me distrajo el sonido de la lluvia.

—No vuelvas a hacerlo —regañó Madara levemente —, tus enemigos pueden aprovechar la distracción para asesinarte. ¿No escuchas lo melancólico que se oye?

Yuda asistió con la cabeza.

—Es el sonido de las almas perdidas que rondan por este bosque. Sigamos con nuestro camino. —Madara comenzó a caminar dejando atrás a su hijo.

—Cuando termine con eso... —dijo el muchacho caminando detrás de su padre —, ¿regresamos con okaa-san?

—Sí, si lo haces bien. Recuerda —se detuvo y giró un poco la cabeza hacia atrás —, él es igual de astuto que tú, no puedes bajar la guarida o tener un poco de piedad. Tú, mi querido hijo, saldrás victorioso.

—Pero si me gana... —sonó serio —, ¿qué pasará con él?

Madara volteó su cabeza y dijo:

—No se permite perder, porque tú eres mi todo, él no, él es solo un peón —zanjó el rey, echándose a correr entre el bosque.

Dos días de viajes al fin se detuvieron a descansar un poco. Lo que estaba por pasar pondría los lazos familiares por los suelos y la traición de un padre en descubierto. Yuda esperaba escondido a la persona que se presentarían en cualquier momento, que de tan solo pensar quien era esa persona hacía al muchacho ponerse nervioso y ahogarse con su propia saliva, puesto que no era una persona corriente o un ninja que merecía morir solo por diversión, no, esto era otro nivel de crueldad para alcanzar el eterno. Tras saber sobre él, confirmó porque su padre pasaba mucho tiempo fuera del imperio, y como en el comienzo de su viaje lo dejaba solo en largos períodos a su suerte. De primero lo juzgo mal en mente, pero tras ser lavado de cerebro por su padre lo perdonó por lo que le hacía pasar a su madre y a él, en la soledad de aquel castillo cuando niño.

La noche se llegó, el invitado no llegaba. Madara permanecía recargado contra un árbol con los ojos cerrados peleando contra su conciencia lo que estaba por presenciar, cuando oyó los pasos de Mayura aproximándose con cautela.

—Oto-san, lamento la demora, el mal clima me hizo retrasar.

Un muchacho de trece años cabello azabache corto y tez banquina, dio una reverencia a su padre. Sí, lector, eran ciertas las sospechas de Lady Hashirama sobre la infedilidad de su hombre. Mayura era procreación de la infedilidad de Madara con una joven aldeana cuyo nombre no importa, pues la morena no sabrá jamás cómo se llamaba su socia. El muchachito obediente a las órdenes de su padre fue a dar hasta él, listo para mostrarle sus avances desde la última vez que se vieron, dos año atrás.

—Veo que has cambiado mucho... —dijo Madara anodino, barriendo arriba abajo con la vista a su bastardo.

Mayura no tenía mucho parecido a su padre, puesto que el muchachito saco solo el color de cabello y piel, porque en todo su ser era como estar viendo a su madre, ojos grandes de color verdosos pero lo que más llamaba la atención en su fisonomía eran sus blancos colmillos que se notaban cada vez que sonreía.

—Sí, padre. Estará orgulloso de mí tras ver esto. —El pequeño azabache cerró los ojos y volvió abrirlos con el Mangekyo Sharigan activado (dejaré que ustedes imaginen su diseño). —Asesine a mi mejor amigo —confesó conteniendo el dolor de haber hecho cruel sacrificio por orden de su padre.

—Cada sacrificio tiene sus recompensas —dijo el padre, acercándose al menor. Un vez cerca acarició su cabeza mojada.

—¿Con quién me voy a enfrentar para mostrarle que soy digno de ser su hijo? —Mayura pedía gritos la aprobación de un padre que solo vio de vez en cuando cuya presencia le hizo falta en el funeral de su madre cinco meses atrás.

—Ya lo conocerás. Recuerda, debes pelear por tu vida. —En el rostro de Madara trasmitía frialdad y a la vez arrepentimiento.

—¿Quién es, oto-san?

Tras la pregunta del muchachito, su hermano mayor apareció con Shunshin no Jutsu por detrás a cinco metros de distancia. Para este momento Yuda sentía un inmenso dolor en su corazón, puesto que siempre anhelo un hermano con quien juega y compartir sus cosas, ahora que lo tenía enfrente debía matarlo.

—¡¿Quién es él, oto-san?! —otra vez preguntó Mayura, impresionado por lo que tenía enfrente, a un joven parecido a su padre con los mismos ojos carmesí, pero con cabello lacio sobrepasando sus codos.

—Él es tu hermano mayor y quiere tus ojos... —fue la fría respuesta de Madara.

—Quiero tus ojos, otôto-san —mascullo Yuda, activando el Magekyo Sharigan, dejando ver el brillo de una pasión demoniaca.

▬▬▬▬▬ஜ۩۞۩ஜ▬▬▬▬▬▬

Quiero desahogarme, ya que anteriormente dejaron varios comentarios acerca de la bofetada de recibió Yuda. Dicen que no fue para tanto como para causar un trauma, que se lo merecía. Quiero pensar que no les cayó bien el personaje de Yuda por el simple hecho que es hijo de Madara, siendo este el protagonista de esta historia. Entiendo que este Madara no es dulce o penoso como muchos lo describen en otros Fanfic's, que este es machista y un hijo de su puta madre, pero Yuda es un niño de 5 años mimado por ambos padres no solo Madara, que recibió una bofetada de su madre que es considerada "Dios de los Shinobis". La bofetada que recibió fue demasiado fuerte, provocando que su Dojutsu apagará, y por último sacando sangre de la nariz. Comentan que se lo mereció por lo que hace y dijo, pero yo creo que ni un niño a su edad merece ser golpeado. No trato de poner a Hashirama como la villana del cuento, sino que veo la doble moral de muchos cuando un personaje no les gusta, porque si Yuda fuera un niño amoroso y respetable, su madre hubiera recibido malos comentarios, pero lo dudo un poco porque el personaje de Hashirama se le quiere más que al de Madara.
Sorry, tuve que desahogarme, ya que muchos se quejan por el comportamiento de Madara y Yuda, no veo porqué no pudo hacerlo también. ☆

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