Jaskier cantaba alegremente mientras todos aplaudían y sonreían frente a las historias del bardo, pero en la mesa real la reina no podía estar más aburrida, su buen humor se había acabado junto al vino y la comida.
Stark de hecho, jamás había estado en una presentación musical, por lo que disfrutaba mucho del espectáculo. Por otro lado, Pavetta repudiaba el momento y finalmente Geralt se sentía indiferente.
–¿Cuánto más de estas estupideces voy a tener que soportar?– se quejó la reina Calanthe –Todo solo por que lo demanda la tradición de los hombres–. Stark y Geralt la miraron.
–Si fuera hombre, les diría a todos que se pudrieran y declararía con quién voy a casar a Pavetta para acabar con esto–
Stark decidió por primera vez interferir en la plática.
–O mejor... dejar que la princesa decidiera su destino–. Pavetta miró a Stark con una sonrisa a lo que la guerrera le guiñó el ojo y la reina asintió, admitiendo que eso también sería bueno.
–Algo me dice que no es la primera vez que navegas los caprichos de los hombres tradicionales–habló Geralt a la reina y luego gira hacia Stark
–A diferencia de ti–.
–Apuesto que Stark jamás le ha hecho caso a un hombre– señaló la reina para luego suspirar. –Hablas como alguien que ha tenido su propia cuota de tontos–
Stark al escuchar el comentario de la reina algo se encendió en su cabeza.
Creyó haber recordado manos masculinas y una barba de candado en medio de la penumbra. Sacudió su cabeza y bebió más vino.
–Dime brujo, ¿por qué quedan tan pocos de los tuyos?–
Geralt no se sintió nada cómodo con esa pregunta. Se tomó el tiempo para elegir bien sus palabras y bajó la mirada
–Ya no es posible crear más de nosotros... dime majestad, ¿por qué arriesgas tu vida en la batalla cuando puedes descansar en tu trono?–
Stark y Pavetta escucharon con atención la respuesta de la reina.
–Por que hay simpleza en matar monstruos... ¿no es cierto Stark?–
Stark miró al frente
–No soy cazadora– negó
La reina sonrió
–Parece que los tres somos parecidos, Geralt de Rivia–
Geralt miró a Stark quien ya había perdido la paciencia y se concentraba en la voz del bardo para ignorarlos.
–Hmm– fue todo lo que Geralt emitió.
Lo que pasó frente a la mesa puede ser omitido por un corto tiempo; los Lordes se empeñaron en convencer a la reina de ser el mejor candidato para casarse con la princesa Pavetta, pero, uno a uno eran expuestos en vano, la reina tenía una facilidad innegable y una practica notoria en mandar al carajo a quien sea.
Era el turno del verdadero prometido de Pavetta, el pelirrojo se levantó de su mesa dispuesto a dar su mejor presentación, cuando la atención le fue arrebatada por un estruendo en la puerta principal.
Los guardias fueron tan inútiles de no poder evitar a un simple intruso de armadura completa. Sin embargo, aquel misterioso intruso habló de inmediato.
–Mi reina, por favor disculpe el mal entendido con sus guardias vengo en paz, solo necesito un momento de su tiempo– se puso en el centro y se arrodillo.
Stark reconoció esa voz de inmediato, así que giró hacia Pavetta quien había palidecido de los nervios.
La leona mantuvo un semblante serio y severo.
–Soy Lord Erizo de Erlenwald, he venido a reclamar la mano de su hija en matrimonio–
La reacción fue unánime. Todos abrieron los ojos como platos, murmuraron entre sí. Stark bajo la mirada. Por la expresión de la reina, era cuestión de tiempo para que le reclamara la cabeza del sujeto en un plato... Pavetta la odiaría si debiera obedecer.
–Un caballero sin renombre, de una aldea perdida, ¿se atreve a entrar a mi palacio sin mostrar el rostro?– preguntó la reina con cierto tono de indignación.
Geralt miró a Stark quien se notaba nerviosa. Sospechó de inmediato que la guerrera había estado ocultándole algo a la reina, y hoy saldría a la luz.
–Lo lamento su majestad, un juramento de caballero me impide revelar mi cara antes de la media noche–
El castaño cortejador de la reina se aproximó molesto y apartó el casco de Lord Erizo de un manotazo, revelando que el nombre en sí mostraba que era justamente eso... un Erizo.
Una vez más, la reacción fue unánime.
La reina se lleno de ira y miedo a la vez.
Stark suspiró rendida, una vez dada la orden, Stark debía elegir si obedecer a Calanthe u honrar su promesa a Pavetta.
Para su sorpresa, la reina no pronunció su nombre primero, si no el del mutante a su lado.
–Brujo... mátalo–
Geralt, sin apartar la mirada de Lord Erizo, se negó rotundamente
–No importa el precio–
–Este no es un monstruo– se negó el peliblanco.
–Te lo ordeno–
–Solo tiene una maldición– señala.
La reina apretó los dientes con ira.
–Stark, hazlo–. Stark llevó su mano a su espada pero antes de levantarse la voz de Pavetta interfirió
–Quédate sentada, Stark– contradijo Pavetta.
La reina miró furiosa a su guerrera
–Stark, tu no puedes fallarme ahora–
–Stark, quédate ahí– insistió la princesa
La pobre mujer sintió su mente quebrarse en dos, si no iba a hacerlo por su cuenta, la poción de obediencia se encargaría de el resto.
–¡Ahora!– gritó Calanthe. Stark no tuvo control sobre si misma. Geralt la tomó de la muñeca pero ella se jaló de inmediato.
Su vestido tenía un corte medio en la falda que mostraba su pierna derecha al caminar. No era precisamente por un propósito estético si no para el perfecto acceso de su espada enfundada dentro de este.
Los lordes se unieron a ella cuando sacó la espada y se dirigió hacia su objetivo a paso firme. Pavetta gritó que "no", lo que hizo que Stark se detuviera unos segundos.
Los lordes comenzaron su lucha, demostrando gran habilidad en Lord Erizo para defenderse. Las miradas de la guerrera y la princesa se unieron una vez más.
Le partía el corazón fallarle a su aprendiz, sus ojos se humedecieron. Dio unos pasos hacia atrás y bajó su espada, pero de inmediato sintió un vuelco en el estómago, un impulso nacido en su mente que empujó todo su cuerpo a actuar en favor a las órdenes dadas que doblegaron sus lamentos y la obligaron a actuar.
–Es la poción de la obediencia, sabía que valdría la pena– sonrió la reina.
Stark, muy a su pesar, comenzó a acatar las ordenes de su dueña. Tomó de nuevo la espada, empujando cada lord a su paso hasta encontrarse con su objetivo.
Chocaron espadas, una, dos, tres veces en varios ángulos hasta que la fuerza de la guerrera fue suficiente para que él cayera al suelo. Stark pisó el brazo dominante del Erizo, alzó su espada y atacó hacia su cuello.
Pero una fuerza opuesta impidió que su acero llegara a su meta, una tercera espada, un segundo oponente: Geralt de Rivia.
Stark se alejó unos pasos mientras el brujo avanzaba hacia ella. Se miraban fijamente y las personas alrededor esperaban a que todo comenzara de nuevo.
En sus miradas estaba claro que ninguno de los dos quería luchar, pero tampoco había ningún indicio de miedo.
Comenzó la pelea cuando el resto de lordes reanudó el movimiento de sus espadas y sus gargantas gruñeron con furia. Stark giró hacia la izquierda para cortar el cuello de Geralt, pero él impuso su espada como guardia y atacó desde el lateral del mismo modo, pero solo dio contra la muñequera de la chica.
Un giro más y Stark llevó su espada por debajo y Geralt saltó cambiando de guardia. Él lanzó su ataque por la derecha, luego por su izquierda, ambos frenados por muñequeras. Stark iba avanzando, hasta que ambos cruzaron espadas frente al mismo ataque y se quedaron encrucijados uno frente al otro.
Fue cuando Geralt y Stark hicieron un movimiento muy parecido: Geralt le lanzó la señal Aard, para alejarla, pero Stark le había lanzado una ráfaga de luz solar.
La magia que chocó frente a frente entre ellos explotó enviando a los lordes a su alrededor al suelo de un solo empujón. Como una onda expansiva que no afectó ni a la guerrera ni al Brujo.
Se miraron sorprendidos por unos segundos antes de que el Lord Erizo se metiera a la pelea enterrando su espada en el brazo de Stark. Ella perdió fuerza y el dolor la hizo jadear.
De pronto, el sol ya no estaba para auxiliarla otra vez, así que dependió de sus reflejos. Pero Geralt le quitó la espada, golpeó su abdomen y apuntó a la garganta de Stark mientras ella caía de rodillas.
La reina se quedó sin palabras.
–¡Reina Calanthe, vengo a reclamar lo que es mío por derecho!– alzó la voz el Lord Erizo.
–A Pavetta, por el derecho de la sorpresa–
Geralt miró al lord, al igual que todos, esa información era sorprendente y reveladora.
Stark al oírlo sintió como la poción de la obediencia la soltaba de su control. No sabía el motivo hasta que miró por una ventana. El sol había salido otra vez...