Kimi ga suki | Tú me gustas

By Maii_y_Miri

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Son escasas las cosas que le gustan a Sasuke, y al contrario son muchas las que le desagradan. Tiene un sueño... More

Book-Trailer.
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capitulo 3
Capítulo 4
Capitulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10.
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Especial Navideño I
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Epílogo
Agradecimientos
Anuncio

Capítulo 41

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By Maii_y_Miri


Un psicópata no se veía así. Al menos no los que él había tenido la desgracia de conocer. Solían aparentar confianza incluso al estar rodeado de enemigos y por sobretodo, no se veían como si estuvieran castigándose en un rincón de su mente.  

No obstante, Ren insistía en que sí lo era. Sus palabras exactas habían sido: "es el asesino de todo su clan, te lo aseguro", a lo que su respuesta fue: "Uchiha Itachi murió en manos de su hermano" y él había finalizado con: "¿y quién crees que lo trajo? Atendí al menor de los Uchiha cuando tuvo una pelea en el Hospital de Konoha, hace ya muchos años, pero no he olvidado la cara de ese niño abandonado".

Resopló, incrédulo. Aunque tenía claro que el adulto lo miraba desde su lado de la zona médica con cara de pocos amigos, optaba por ignorarlo y proseguir con su tarea. Se consideraba un buen juez de personas. Había carecido de fallos durante los días en los que trabajó con Ibiki, así que confiaba en su sexto sentido que le indicaba no temer al paciente que era atendido por su compañera. 

—Listo, Itachi-san —Sonrió ofreciéndole un poco de té y pan de arroz—. Debe estar hambriento.

—No... —Su negativa perdió fuerza con las quejas de su estómago que gracias al cielo, nadie escuchó—. Gracias —Tomó el alimento que le ofrecía.

Meiri solía decirle que en el comer estaba el vivir. Solía asegurarle que tragar con miles de preocupaciones, cambiaba el sabor de la comida. Solía también adornar sus huevos fritos con tajadas de pan en forma de sonrisas triangulares... Suspiró con amargura. ¿Yumi sabría algo de la chica que no salía de sus pensamientos? ¿Le querría dar información? ¿Merecía siquiera preguntar? Lo dudaba. Además, lo primordial ahí distaba de su confundida cabeza y se acercaba a salvar al mundo. 

Leyó con cierto esfuerzo —debido al único ojo bueno que le quedaba— las palabras que los dos hombres susurraban. No quería espiarlos, pero dada la situación en la que se hallaba, no le quedaba opción. Necesitaba un último favor de ese equipo médico, antes de que se vayan a la guerra, lo cual por lo que había logrado entender, harían pronto. 

—Yumi-chan —interrumpió la conversación bajando del lecho mullido—, hay un favor que deseo pedirte.

La aludida les indicó a sus camaradas que la esperasen y se acercó a donde Itachi, con vendas en el torso, coleta algo revuelta y la ropa envuelta en una capa de tierra, lucía calmado y esbozaba una tímida sonrisa que predecía su pena por hacer una petición. 

—¿Se siente mareado, Itach...? —Tras su negativa, detuvo su oración y ladeó el rostro, exteriorizando su curiosidad—. ¿Entonces quisiera pastillas para el dolor? 

En esa ocasión, el gesto se extendió hasta elevar las comisuras de sus labios. El hermano mayor de Sasuke, aunque legendario y poderoso, le provocaba querer cuidarlo como a un niño de siete años. 

—Necesito que me ayudes con mi ojo.

—Temo que mi nivel no llega a tal punto —manifestó apenada por decepcionarlo—. No puedo sanar su retina. 

—Nadie podría restaurar mi visión tal y como está —Volvió a hacer gala de su sonrisa—. Lo que pido es que me ayudes a colocar otra luz distinta en su lugar —Y antes que ella le de una negativa, sacó su kunai.

Al inicio no supo a qué se refería hasta que acercó la punta filosa al pulgar de su dedo y un hilillo de sangre se deslizó por la pálida piel. Una idea fugaz se balanceó en su cabeza como una pluma que flota en el aire y va cayendo de a pocos a tierra firme. ¿Una invocación? ¿Qué sería tan importante que no podía esperar? Solo se le ocurría una cosa y tenía nombre: Sasuke. 

Ren había estado atento al intercambio de palabras de los dos jóvenes. No los había perdido de vista ni siquiera después de las acusaciones de Kumo, en las que sugería lo paranoico que se había vuelto. Lamentablemente, no era un ninja experto en batalla; por lo cual tuvo que correr como cualquier civil lo haría, para enfrentar al asesino de masas. 

—¡¿Que diablos crees que haces, escoria humana?! —gritó, para sorpresa de los presentes, especialmente de Kumo, quien había seguido sus pasos apenas vio a su amigo cruzar la carpa a trote sin razón aparente—. ¡Te dije que era un asesino! —eso último dirigido a su colega. 

El robusto joven rascó su nuca, nervioso. 

—Ren, cálmate. ¿Qué pasó?

—¡Amenaza a Yumi con un kunai! —Señaló lo que para él era evidente.  

La recién mencionada abrió los ojos como platos y meneó las manos reiteradas veces para descartar la idea, lo cual obtuvo el resultado opuesto. La Hikari lucía asustada, como si Itachi la hubiera amenazado hace instantes con degollarla.  

—¡Ren-san, no es lo que cree! ¡Él solo iba a hacer una invocación!

El Uchiha mayor estaba confundido por el alboroto. En un segundo estaba a punto de llamar al cuervo que poseía el ojo de Shisui y al otro, estaba siendo apresado. 

—¿Realmente la ibas a atacar, maldito? ¡Luego de que te curó! —Recibió un golpe en su hombro. 

Apenas alcanzó a decir que no, ellos se enojaron más. ¿Acaso debía fingir que sí para que se sintieran mejor? No lo comprendió. Si la violencia generaba más violencia, ¿por qué era atacado cuando no había hecho nada? 

—¡Por favor, no le hagan daño! ¡Es mi amigo y necesita mi ayuda!

—¡No debes temerle! —exhortó Ren. Había escuchado terribles historias sobre esa criatura sin corazón que bajo otras circunstancias, lo habrían hecho temblar. Sin embargo, ese desalmado estaba lastimado, había perdido uno de sus ojos y le resultaba menos tenebroso de lo que había pensado—. ¡Arrepiéntete, basura! 

Solo cuando Kumo notó el terror de Yumi, aflojó el agarre que mantenía firme sobre el hombro del Uchiha. La niña no derramaría lágrimas por un genocida despiadado, ¿cierto? Además, si el hombre era quien Ren aseguraba que era, no tendría problemas en acabar con ellos. En cambio, ahí se hallaba, manteniendo la compostura, algo confundido pero sin los deseos de ver su sangre derramada. 

—Espera, Ren —Levantó la palma—.  ¿Es en serio lo que dices, Hikari? 

Ella asintió, acercándose al adulto y rogándole con su mirar que lo libere. 

—Pe-pero...

—Por favor, Ren-san. Confíe en mí. Si ayudo a Itachi-san, puede que ganemos la guerra —balbuceó poniendo sus manos sobre el brazo del mayor—. Por favor. 

Luego de lo que pudo haber sido la eternidad, el semblante de su superior cambió a una mueca incómoda. Se apoyó contra la camilla vacía que se hallaba frente a la de Itachi, y sin apartar la vista, restregó sus manos en su rostro.    

—Debemos irnos ya —indicó presa del cansancio, o quizá la exasperación. 

Kumo asintió, intentando mantener su emoción a raya. Era obvio que hace mucho no participaba de una batalla y esta le llamaba la atención. Tal vez era esa clase de guerrero que amaba ponerse a prueba constantemente, o un justiciero que no soportaba estar apartado de la acción. A diferencia de ella, Kumo tenía toda la pinta de querer marcharse pronto. 

—Hay algo que debo hacer antes, Ren-san —Señaló a Itachi, quien en silencio, volvía a pasar desapercibido. No estaba segura si debía explicar el motivo. Tenía la ligera impresión que no comprenderían, por lo cual prefirió no entrar en detalles. 

Los dos hombres intercambiaron una mirada significativa antes de desearle suerte y marcharse, dejándola con los pacientes que dormitaban y la leyenda Uchiha. 

—Estoy listo —Lo oyó decir desde la camilla. Su voz era suave, sonaba segura. Sus iris la enfocaban, pero solo uno era capaz de distinguir colores y formas. Su bendita calidez no dejaba de sorprenderla. 

Se colocó un par de guantes, tomó los instrumentos esterilizados y se acercó hasta él. Ayudaría a Itachi a ayudar al mundo. ¿Quién sabe? Tal vez esa era su misión en la vida. 

***

Muchos no creían la suerte que tenían, mientras que otros maldecían los frecuentes sustos que pasaban a cada minuto, pero con una sonrisa aliviada en los rostros llenos de polvo. ¡Seguían vivos! ¡Se habían salvado! ¡Sus pulmones continuaban llenándose de aire! La gran barrera roja los había protegido de las gigantescas muestras de poder de la bestia de Diez Colas. Los antiguos Kages habían llegado —como enviados del cielo— para cuidar el legado de las naciones. 

Si cerraban los párpados, cada uno de los soldados podía imaginar a sus personas especiales, las razones por las que estaban ahí peleando, para que sean ellos los que consigan un futuro mejor; o simplemente un futuro. Al fin y al cabo, eran escudo y espada de su gente. 

Como ninjas, estaban dispuestos a sacrificarse porque el pueblo sobreviva. Como personas, tenían miedo y anhelaban seguir existiendo. 

Entre la masa de  guerreros exhaustos que saboreaban un minuto más en ese mundo, una muchacha de brillantes orbes jade acababa de descubrir que una de las leyendas de su aldea era progenitor de su rubio amigo, el mismo que no paraba de sorprenderla gratamente con su increíble fortaleza y poder. ¿Cuándo había crecido tanto? Había estado frente a sus narices y no se había percatado de ello. Había roto los esquemas y sobrepasado a cuantos se le parasen en frente. Había cumplido su sueño de ser reconocido y dudaba que lo supiera. 

Sin darse cuenta, la nostalgia hizo estragos en ella, logrando que lágrimas inunden sus ojos por unos segundos. Se había esforzado demasiado en llegar hasta ahí. Había tenido obstáculos difíciles que sobrepasar, pero eso no lo había detenido porque él no se rendía ni se retractaba de sus palabras. ¡Ese era su camino ninja! 

"Nunca nos has fallado, Naruto", pensó con ternura, al comparar al infantil y bulloso chiquillo que conoció en la academia con el shinobi de élite, vivaz y noble en el que se había convertido. Sí, seguía siendo inmaduro y bastante ruidoso, pero eso ya no importaba. Se había acostumbrado a ese ambiente y admitía que le gustaba. La hacía sentir bien, capaz de enfrentar lo que fuera, y vencer. Esa era la magia del Uzumaki. 

—Quédate quieto, Naruto —le reclamó cuando este se removió aburrido—. Mientras menos te muevas, más rápido terminaré de curarte —indicó inyectando más chakra en su cuerpo.

—Lo que digas, Sakura-chan —Agradeció con una sonrisa extraña que no reconoció, pero que no tardó en saber su significado.  

Primero vio un borrón saltar unos metros más adelante y luego el suelo tembló bajo sus pies, pero no por ataques gigantescos; no. Esto era distinto. Era su corazón agitándose y golpetear sus costillas con fuerza. Era olvidarse que había gente a su alrededor y que abrir la boca, mientras lo observaba de arriba a abajo, no la dejaba bien parada. Era gritarse internamente que lo importante ahí era sanar a Naruto y no fijarse en las cortinas de cabello negro que cubrían parte de ese rostro y lo fuerte que lucía esa espalda al envararse. 

—Llegas tarde, Sasuke —murmuró el rubio, con el mismo matiz confiado que solía dedicarle en sus riñas constantes, cuando eran rivales de equipo. 

Estaba segura que sus labios pronunciaron un vergonzoso "Sasuke-kun" y que él le dedicó una mirada en respuesta, como si esperara algo más. Quería decirle tantas cosas, pero no hubo tiempo. Sus compañeros habían opacado el momento con sus gritos. Shikamaru y Chouji habían detenido a Ino de dar un paso cerca del azabache, quien a su vez se quejó del escándalo.  

—¡Idiota! ¡¿A qué viniste, desgraciado?! —inquirió Kiba, dando un paso adelante. 

Esa era la gran cuestión. ¿Era enemigo o aliado? Ya nada era seguro con el Uchiha.

—¿Por qué viniste, Sasuke-kun? —Su voz trémula le dio pena. ¡No podía ser más obvia! ¡Había querido matarla y aun así su cerebro no dejaba de generar serotonina cuando lo veía!

Otra vez, esos iris fríos la enfocaron y con aburrimiento, respondió: 

—Pasaron muchas cosas, pero decidí proteger Konoha... —Hizo una pausa y en seguida, agregó—: Al menos por ahora.

Una corriente de alivio llenó sus pulmones.

—Además, voy a convertirme en Hokage.

El aire tan pronto como llegó, escapó de su pecho. Definitivamente nada bueno saldría de esa premisa. Después de todo, esos pensamientos siempre habían estado protegidos por muros gigantescos de recelo y sequedad, a los cuales nadie tenía derecho de ingreso. ¿Qué ocultaba esa declaración? ¿Qué nuevo caos traería? Por lo que vislumbró, no fue la única en quedar impactada por esas palabras. El shock estaba presente en cada uno de sus compañeros, tanto como el malestar. 

—¡Sí, claro! ¡El tipo que lleva escapando tanto tiempo, de repente llega y dice tonterías como esa! —exclamó indignado el Inuzuka—. ¡¿Siquiera sabes lo que significa ser Hokage?! 

—No sé qué te sucedió, pero eso es imposible —También estaba Shikamaru, denotando su diplomacia lo mejor de lo que era capaz. 

—¿Crees que puedes borrar todo lo que has hecho? —Hasta Shino mostraba cierta incredulidad que se filtró en su pasiva voz. 

El Uchiha apenas se giró. 

—Sé que no puedo borrar el pasado, pero no me importa lo que piensen de mí —Sakura bajó levemente la cabeza, reconociendo que esa actitud era propia del que hablaba y notando que todavía sentado sobre sus rodillas, Naruto escuchaba la discusión lo más calmado posible—. Los Kages provocaron esta situación, así que me convertiré en uno y cambiaré la aldea. 

La ninja médico no tenía idea que en la mente del Uzumaki, las palabras de cierto ninja renegado se repetían como disco rayado. "No se trata de que todo el mundo acepte al que se convierta en Hokage, sino que se convierta en Hokage aquel al que todos aceptan", le había confiado y en el fondo de su corazón, sabía que estaba en lo cierto.  

—El Hokage seré yo —manifestó poniéndose de pie con una sonrisa triste—. Gracias por curarme, Sakura-chan. Ahora descansa tú —Caminó hasta donde su eterno rival lo esperaba con cara de pocos amigos y golpeó su puño en su palma—. ¡Vamos, Sasuke!

No necesitó repetirlo dos veces. Pronto, los dos estuvieron al frente, hombro a hombro, preparados para luchar como en los viejos tiempos en los que eran niños inocentes que creían en un mundo lleno de paz. 

—¿Estás listo?

Su asentimiento bastó. Desde el inicio se habían entendido mejor con acciones. Desde su primera misión se había dado cuenta del buen trabajo en equipo que hacían. A pesar de las circunstancias que los había sacudido a lo largo de esos años, estaba listo —y deseoso— de formar el dúo que tanto había echado de menos. No le interesaba los comentarios malintencionados y argumentados de sus amigos, no juzgaba las acciones de Sasuke, no desconfiaba de sus intenciones. Eran camaradas. Si algo había aprendido era que aquel que abandona a sus amigos es peor que escoria, y no quería ser considerado jamás de esa manera. 

—¿Me toman por una mujer débil que no puede competir con ustedes? 

La kunoichi de cabello rosa, que se unió a la formación con una seguridad que resultaba intimidante, les dirigió una amarga mirada. 

—Tsunade-sama entrena a sus discípulos tan bien como cualquier otro Sannin —Acomodó su cabello tras su bandana ninja—. Aparte, ya casi termino. Ya casi acumulé todo el chakra necesario —Por su tono entendió que eso que decía era de gran importancia—. Muy pronto podré utilizar todo mi poder. ¡Yo también soy miembro del Equipo 7 y discípula de un Sannin!

La nostalgia que lo embargó al verse rodeado de sus compañeros, relegó un poco a la tristeza que no lo dejaba desde la explosión de la Central de Inteligencia y la mu... Neji. Un poco, mas no lo suficiente. La preocupación seguía perenne y el pánico acechaba los rincones más negros de su mente, llamándolo a las profundidades. La característica sonrisa zorruna se había ido, siendo reemplazada por la inseguridad.  ¿Y si los perdía? ¿Y si veía caer a Sakura, Shikamaru, o al mismo Sasuke? ¿Y si Obito tenía razón y no podía salvar a nadie? ¿Y si no era lo suficientemente fuerte? ¿Cómo podría vivir consigo mismo? No lo soportaría.  

—No me hagas esperar, tonto —Sasuke no se había girado a verlo, pero le daba la impresión que su semblante había dejado la máscara irrompible de frialdad. 

Su tono era ligeramente distinto; era el de alguien que se prepara para lo que se viene, de un hombre que también duda de su siguiente paso, de una persona que quiere seguir viva porque tiene a personas importantes a las que quiere proteger.

—El mundo no necesita más cobardes —afirmó, haciéndolo sentir pequeño otra vez y trayendo a su memoria, la primera misión juntos. 

La diferencia era que ya no era pequeño, menos miedoso. No era momento para arrepentimientos. Además, ¿cuál era su camino ninja? ¡No retroceder en sus palabras! Si le había dicho a ese tal Obito que vencería y evitaría que la desgracia caiga en la Alianza, lo lograría.  

—¡Bien! —Se animó más para sí, empezando a reunir cada centímetro de coraje para correr como nunca, luchar como siempre y salvar a todos. Su eterno rival tenía razón: El mundo no necesitaba más cobardes—. ¡El equipo 7 renace aquí y ahora! ¡Vamos, Sakura-chan, Sasuke! 

No hubo doble invitación. Con el grito de ánimo del rubio había bastado. Sin más, el trío partió hacia la criatura que se debatía entre las famosas Puertas del exorcismo que habían caído del cielo, cruzaron la gran barrera que los Hokages habían formado y llegaron donde clones pequeños protegían al cuerpo principal. Su trayecto fue imitado por los ninjas de la Alianza que todavía tenían energías para continuar, incluidos sus viejos compañeros de academia y exceptuando a un curioso cuarteto que observaba el panorama con cierta renuencia a unirse.  

—¡No, no y no! ¡Si me meto ahí, moriré y no, gracias, no quiero morir todavía! 

Jūgo lanzó un vistazo al horizonte, siendo específicos, al lugar donde Sasuke estaba peleando. 

—¿No crees que deberíamos ayudar? —preguntó en esta ocasión a la mujer pelirroja que habían encontrado unos diez kilómetros atrás. 

Karin, con pijama, cadenas en los tobillos y el cabello enredado, desistía de aparecer frente a Sasuke por dos razones igual de importantes. La primera, casi había sido muerto debido a él; la segunda, no era su mejor aspecto. 

El musculoso lanzó un suspiro a la nada. Era fácil identificar las pocas ganas de sus amigos por formar parte de ese escuadrón gigantesco y no los culpaba. Ellos eran marginados. No formaban parte de la gran Alianza como los de la Niebla, la Arena, la Hoja y demás. 

Era comprensible sentirse fuera de lugar, en mitad de esas formaciones increíbles. Uno de los shinobis era capaz de crecer como un gigante y convertirse en un yoyo humano controlado por una sombra larga y capaz de deformarse, dirigido a su vez por una rubia invasora de mentes. Estaba una especie de cancerbero, dibujos de tinta que luchaban con una fuerza real, una mujer con un abanico gigantesco, otra que luchaba con sus palmas y también había una que sacaba armas por doquier. 

Samuráis con sus espadas atravesaban a los clones del Diez Colas, un grupo de personas con los ojos dorados con un patrón similar a una estrella congelaban a las bestias y los asesinaban como parcas de la muerte, silenciosas.   

A pesar de todo, la barrera roja no temblaba y a lo lejos, veía personas tumbadas en el suelo, algunos médicos con ellos, impidiendo pérdidas. 

—Me pone nervioso esa barrera. Creo que podría ser usada en nuestra contra —susurró un ninja de Kirigakure, presionando ligeramente el hombro de la chica que tomaba sus energías para pasarlas a un cuerpo moribundo. 

—Podría. El enemigo ha visto que puede verse atrapado con esa técnica y querrá tener la oportunidad de atrapar a la Alianza también —analizó deprisa haciendo caso omiso a su cansancio—. Esta debe ser la última astilla —dijo sacando con unas pinzas, un pedazo de madera de la espalda abierta del herido—. Shota, ¿hay algún otro rastro de las estacas en el cuerpo?

El mencionado activó su dojutsu y tras comprobar que no había nada extraño en el sistema de circulación, negó. 

—Todo está limpio. 

—Bien... ¡No dobles tu brazo! —espetó con un toque de amenaza en su voz que lo hizo obedecer de inmediato—. Estíralo bien para que la sangre fluya rápido —pidió más calmada, volviendo a su tarea de inyectar chakra. 

—¿Cómo aprendiste ninjutsu médico? —"¿Cómo puedes limpiar el torrente sanguíneo, mientras transfieres chakra?", fue lo que realmente quiso preguntar el Hyūga. 

La chica en cuestión sonrió de lado sin descuidar su tarea. 

—No sé si a esto se pueda llamar ninjutsu médico —El chakra verde agua se hizo más potente conforme fruncía el ceño y no dejaba de taladrar con la mirada la herida abierta de Neji, como si estuviese esperando cerrarla con el poder de su mente—. De niña iba a misiones que eran más apropiadas para adultos, así que salía lastimada frecuentemente.  Aprendí que tenía más oportunidades de llegar a casa, si llevaba un botiquín de emergencias conmigo. Los humanos sangramos fácilmente, así que si hay alguien que pueda darnos un poco de su vitalidad, en hora buena —Señaló la botella que sostenía una manguerita delgada por la cual transcurría su sangre.

—¿Y eso de que te pasen energía? 

—Lo llamo desesperación —contestó sin rodeos—. Cuando estás desesperado por seguir respirando, te rompes la cabeza pensando en una solución. Comprendes que no es difícil hallarlas, si sabes el procedimiento correcto y por eso, te encargas de practicar hasta el cansancio para no fallar, porque sabes que si no lo logras, podría ser el fin. 

Ninguno podía comprender cuánta historia había tras esas palabras. Lo único que ellos veían era a una pobre mujer que la había pasado mal y se había visto obligada a lidiar con cosas terribles. Meiri sin embargo, no dejaba de pensar en su pasado que aunque desagradable y doloroso, le había permitido tenderle la mano a más de uno. Gracias a los entrenamientos duros, era resistente. Gracias a que no conoció una madre o un padre que sane sus heridas, ahora podía luchar por la vida de un chico que era valioso para alguien. Gracias a que en varias ocasiones sus compañeros mayores la habían dejado atrás creyendo que moriría, no se rendía cuando otros ya habrían declarado muerto al shinobi de Konoha. 

A sus espaldas, Takeshi sonrió orgulloso, en tanto deslizaba los dedos de la mano libre por las cortinas de cabello negro de la muchacha. 

—Deja de aprovecharte, pervertido —masculló causando que su compañero se riera débilmente. 

—Aprendiste todo tu sola... —susurró Shota, más para sí. 

—No es la gran cosa, solo no quiero que alguien valioso para otra persona muera, no si puedo evitarlo —resolvió.

Concentró sus esfuerzos en las energías de Takeshi que recorrían su cuerpo. El principio de transferencia de chakra en el que se basaba era el mismo que se usaba para sacar a un compañero de un genjutsu, solo que debía ser constante y de parte de ambos lados, como un tira y afloja. 

—Neji es llamado el genio del clan —dijo Shota sin apartar la vista del frasco que estaba a punto de llegar a su tope—. Pertenece al lado de la familia que no cuenta con los mismos privilegios que el otro, pero aun así, aprendió por su cuenta las técnicas que incluso para los que contamos con un maestro, se nos hace difíciles.  

Escuchar aquello le quitó la tensión que empezaba a albergarse en sus hombros por seguir en esa incómoda postura. Si ese tal genio era tan fuerte como Shota contaba, de seguro que pasaría de esa noche;  y si así era, la chica de facciones tiernas como una princesita, volvería a ver a quien seguro era un ser amado. 

Limpió su frente perlada de sudor con su antebrazo y siguió focalizada en dar puntadas al tejido de piel con el único propósito de estabilizar al joven que en un inicio, había creído era de alta cuna.  

—De todas formas necesitará a un experto —dijo en voz alta—. No soy la mejor cosiendo —pero eso no la detuvo de dejar la aguja y retirarse. ¡No, señor!—. Shota, con cuidado, saca la aguja, toma un poco de algodón del botiquín, colócalo sobre el piquete y dobla tu brazo —indicó sin verificar si el chico obedecía al pie de la letra.

—Listo. 

Asintió, aprobando su accionar.

—Bien, Shota. Muy bien. Ahora quédate quieto por unos minutos. Takeshi, pásame la sangre.

El que se había convertido en su ayudante, hizo lo que pedía y una vez con el frasco, sacó otra aguja del botiquín abierto que estaba cerca a sus rodillas, la insertó en el orificio libre y la inyectó hábilmente en el brazo del paciente.

—Eres genial, Meiri —felicitó Takeshi con verdadera alegría en la voz—. ¿A que es genial, Shota?

El aludido atinó a murmurar que sí, mas no tuvo el gusto de ver su expresión. En esos instantes se fijaba en los párpados arrugados y en el ceño que empezaba a fruncirse, conforme la sangre entraban al sistema del "genio". Había sido una suerte que Shota le comente que en una ocasión, Neji había sido obligado a donarle sangre. No por el lado del herido y su rara situación familiar, sino porque eso significaba que eran compatibles para una transfusión.

—Na... Na...

Se inclinó hacia delante. Sus palmas continuaban manteniéndose a una distancia prudente de la herida cosida, pero era capaz de percibir el calor emanar del Hyūga.

—¿Sucede algo?

Takeshi se asomó por sobre su hombro. Sin embargo, lo ignoró para escuchar mejor lo que Neji intentaba decir.

—¿Que hable significa que está mejorando, cierto?

Esa era Shota rogando por una contestación. No obstante, ni ella misma estaba segura.

—¿Neji... kun? —intentó llamar. Lo más probable era que la fiebre de la infección baje deprisa o por el contrario, ascienda hasta no poder hacer nada.

Eso último la alarmó. Si bien mantenerlo respirando había sido una tarea difícil, no se imaginaba lo mucho que él había luchado por mantenerse en ese mundo. Debía tener asuntos sin resolver, una fuerza de voluntad increíble o el deseo sobrehumano de ver a alguien por última vez. Quizá una combinación de esos tres elementos.

—Hi... na... ta...

Una sonrisita iluminó su rostro, dando la ligera impresión que sus fuerzas eran renovadas por un simple nombre.

—Hin... Hina... ta... No... llo... re...

"No llore". Estaba con fiebre, desangrado, apenas estable y lo único que pedía era que esa tal Hinata no llore. No le rogaba que lo salve, o lo deje morir, tampoco gritaba de dolor. Solo atinaba a murmurar ese nombre seguido de tiernas peticiones. 

Una nueva corriente la recorrió al percatarse de la fortaleza que ese muchacho poseía y de lo afortunada que era Hinata, pues tenía a alguien capaz de retar a la muerte y aun así, seguir pensando en ella. ¿Cuántas personas lucharían contra el infierno y el cielo por volver a ver a sus seres queridos? Seguro todos. ¿Cuántos de ellos lograban unos puntos de victoria? Pocos. ¿Cuántos lograban dedicarle sus últimos esfuerzos a su ser amado? Tal vez solo el que tenía al frente.

—Hinata-sama es la protegida de Neji —acotó Shota con una mirada orgullosa en sus iris opalinos—. Son muy cercanos. Él... está en este estado por protegerla a ella y al héroe de la Alianza. 

—Volverás a ver a tu Hinata, Neji-kun. Estoy segura que ella también ruega porque estés bien.

Estaba en lo cierto. En medio de una batalla donde su adorado rubio se había lanzado junto a su mejor amigo, la primogénita de Hiashi se regañaba internamente.

"Debes concentrarte, Hinata. Si no te concentras, morirás y no verás a Neji-niisan", se autoconvencía en cada paso que daba. "Él se pondrá muy triste si te pasa algo y no debes permitir que eso suceda, ¿de acuerdo? Neji-niisan no debe estar triste nunca".

Limpió sus lágrimas que habían empezado a caer de un segundo a otro y mordió su labio inferior, desistiendo de sollozar.

"Neji-niisan está bien. Es valiente y fuerte. Nada malo le ocurrirá", se decía, en tanto trataba de divisar con su Byakugan, a su adorado primo. Fue en vano. No lo hallaba y eso solo originaba más desesperación que se vislumbraba en la forma cómo sus uñas se clavaban en sus palmas.

—Hinata, ¿cómo va la pelea?

Una vida sin Neji era igual a la nada... al vacío... a...

—¡Hinata!

Sus pestañas se batieron deprisa, despertando de su lapsus. Sakura le había preguntado algo... ¿pero qué?

—¿Cómo van Naruto y Sasuke-kun?

¡Oh, eso! "Naruto-kun y Sasuke-kun están luchando por todos nosotros", recordó.

Encontrarlos fue sencillo, gracias a lo increíblemente poderosos que eran juntos. Se habían compenetrado de tal forma, que ambos usaban senjutsu y dirigían majestuosos ataques al enemigo.

—Después de ver todo lo que ha tenido que pasar Naruto, todos han vuelto a creer en una posible victoria —decía Sakura con los ojos jade aguados en lágrimas.

Ella asintió, mostrando que pensaba lo mismo. No había atendido en su totalidad los recuerdos de su primer amor, pero entendía que habían sido suficientes para que todos se levanten, aplaudan y lancen gritos de guerra. 

—Están lanzando ataques combinados al Jinchuriki del Diez Colas —informó, desistiendo de seguir barriendo la zona con la mirada, en busca de su primo.

—¡Genial! Ellos dos lo lograrán. ¡No me caben dudas!

Habría anhelado compartir sus esperanzas, mas apenas conseguía enfocar su objetivo. Su corazón se hallaba dividido entre su deber de vigía y su deseo de encontrar a su guardián.

"Tienes que quedarte. Tienes que ser útil para la Guerra", se autoconvencía como disco rayado y estaba logrando con éxito su propósito, cuando exclamaciones distintas a las de ánimo que venía oyendo, sucumbieron su atención. Las cabezas giraban en dirección contraria a la que habían seguido por horas y los murmullos crecían conforme transcurrían los segundos.

—¿Qué pasa? —inquirió Ino, sin soltar el hombro de Shikamaru. El estratega había sido víctima del gran árbol, cuyas raíces habían matado a decenas de ninjas, pero a diferencia de tantos, él empezaba a recobrar el color.

—Hinata, ¿qué ocurre? —repitió Sakura sin dejar de atender al miembro del clan Nara.

Sintiéndose torpe, buscó con su dojutsu el origen del revuelo sin entenderlo al inicio. Se trataba de dos personas que se unían al cuerpo de la Alianza. Una de las siluetas tenía un extraño resplandor en sus iris y la otra... también.

.
Continuará...
¡Nuevo cap! No creí que fuera a publicarlo hoy. Pensaba dejarlo en otra parte, pero me terminé decidiendo por ese final. ¿Quiénes son esas misteriosas personas? 👀 ¿Qué les pareció la "desesperación" de Meiri? ¿Eh? ¿Eh? 👀🙌🏻 Estamos cerca del final, ¿lo sienten? ¿Cómo creen que acabará? 🥁

Para los que leen "El guardián y la doncella" deben estar preguntándose dónde está Yumi, ¿cierto? Pues... muy pronto sabrán qué sucederá. ¡Espero sus comentarios sobre el capítulo, teorías y más! ❤

¡Nos leemos pronto!

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