El beso de Judas "Un rey sin...

By VelbethUchiha08

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Madara se enteró que Hashirama no es varón, sino hembra, tras una batalla, a sus 15 años de edad. Desde ese d... More

Nota de autor:
Capítulo 1 Te amo, Madara
Capítulo 2 La verdad al fin sale a la luz
Capítulo 3 El primer beso de Judas
Capítulo 4 Beso de saliva con sangre
Capítulo 5 Rumores
Capítulo 6 Joya de cristal
Capítulo 7 Traición
Capítulo 8 Hashirama, Sayuri y Sakumi
Capítulo 9 Los besos de Judas
Capítulo 10 Manipulación de sus palabras
Capítulo 11 No es correcto
Capítulo 12 Dos mentes distintas
Capítulo 13 Pelea de Reyes/ Sueños perversos
Capítulo 14 Ojos perversos
Capítulo 15 Celos y Chantaje parte 1
Capítulo 16 Chantaje
Capítulo 17 Tu pureza me pertenece
Capítulo 18Pureza tomada
Capítulo 19 Los planes en marcha
Capítulo 20 Celos y manipulación
Capítulo 21 Amar a Dios en tierra ajena
Capítulo 22 La tempestad se aproxima
Capítulo 23 Horas antes de la ceremonia
Capítulo 24 Sello y Pacto
Capítulo 26 El linaje
Capítulo 27 Otra vez justos
Capítulo 28 Imperio
Capítulo 29 El rumor afuera del Imperio
Capítulo 30 La venganza de la anciana
Capítulo 31 El castigo del rey
Capítulo 32 Uchiha Yuda
Capítulo 33 Trauma
Capítulo 34 Pasión demoniaca
Capítulo 35 Familia inestable
Última nota
Capítulo 36 El ángel de la muerte primera parte
Capítulo 37 El ángel de la muerte segunda parte
Capítulo 38 El ángel de la muerte tercera parte
Capítulo 39 La desaparición del príncipe
Capítulo penúltimo / Beso mortal
Capítulo 41 Final

Capítulo 25 La anciana del abrigo rojo

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By VelbethUchiha08


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Las manos le tiemblan de coraje que lo consume. Ya había leído cinco veces el pergamino del sellado. Madara se salió con la suya. No ganaría nada con romperlo y arrojarlo al fuego, un sello es un sello, no hay nadie que pueda remover uno de esos donde la sangre de dos personas se mezclan. "¿En que diablos pensaba?" Se preguntó Tobirama cada vez que leía la parte por donde decía: "Son un alma, si muera uno, se lleva a la otra..." Rechinaba los dientes, su chakra elevaba, se podía sentir hasta afuera del campamento que la misma Senju creó para que su hermano y hombres, se refugiaran por la helada. ¿Quién iba a creer que los Senju acamparian afuera de los dominios de los Uchiha? Nadie, absolutamente nadie en su sano juicio. Lo tomaría como un mal chiste. Los porteros que custodian los muros principal sentían el chakra poderoso del albino. Permanecían con la guardia en alto por si los Senju volvían atacar.

Hashirama solo caminaba de un lado a otro del reducido salón, ya vistiendo ropa de kunoichi; una falada marrón ajustada a sus piernas y llega por los tobillos, una malla térmica color negro que cubre las piernas, brazos, pecho, y una faja para no lastimar su espalda. Tenía que arreglarse con Tobirama antes de ir a revisar cómo seguía Izuna tras la operación que aplicó en la mañana, aún no dormía, se podían notar ojeras en su tez canale.

El albino cansado de leer la misma mierda arrojó los pergaminos lejos de sí mismo. La morena giró la cabeza para verle, y ahí lo vio sentado por el suelo de madera, aún con su calzado ninja, armadura y bolso de herramientas ajustado a la cintura. No lucía conforme.

—De una vez hablemos, saca todo lo que tengas dentro, porque terminando, tengo que ir a revisar a Izuna. —Hashirama se colocó frente de Tobirama, a un metro los distancia.

El albino comenzó a dialogar mientras lentamente alzaba la cabeza para ver a su hermana a la cara:

—Espero que todo esto no se convierta en el mismo infierno, y que él no siga lavando más tu cerebro, ¿acaso piensas que solo pudo haberse casado contigo por interés? ¡Por favor, Hashirama, no seas una ilusa, date cuenta que Madara es el mismo Judas en persona! ¡Todo el maldito sellado le conviene, porque sabe que tú lo sobrepasas, y a lo mejor quiere que tú peles sus peleas y así llevarse la victoria para los suyos!

—Tus palabras me suenan a que nadie me puede amar, que nadie se puede fijar en mí por quien soy, solo mi fuerza brilla ante mi persona... ¿Por qué eres tan cruel conmigo..., Tobirama? —Hashirama estaba deprimente, su hermano lo podía saber.

—¿Cruel yo? —cuestionó con sorna —. ¡Cruel, Madara, por hacerte creer que te ama!

—Váyanse... —se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la salida del salón —, le das la copia del trato a nuestro padre, él es quien tiene la última palabra..., si lo acepta o lo deja.

Tobirama se levantó de golpe y exclamó furioso:

—¡Ahora nos das la esplada, ahora que has cambiado nuestro prestigioso clan por el del bastardo —rio con sorna —, abre los ojos, él nunca te amará por tu persona, sino por lo que puede obtener a cambio de sus sucias caricias!

El poderoso chakra de la Senju elevó como un volcán a punto de explotar. Su cabello tonó chocolate se alzó con su aurora color púrpura. Ella estaba tan molesta que su propio campamento comenzó a colapsar.

—Lo amo tan puramente que por tal de no dar lástima cada vez que me traicione... me lamentaré sola. Gracias por decirme la verdad, hermano, yo ya me daba esa idea —su voz sonó diferente a lo que transmitía su chakra, habló decepcionada.

—¡Te ha colocado en Genjutsu, y debe ser uno más poderoso de lo usual de su asqueroso clan! —Tobirama quería tomar a su hermana a la fuerza y llevársela a rastras, si él fuera más poderoso que ella, lo hubiera hecho desde que apareció con el kimono de bodas en ella.

Hashirama no le siguió la corriente a su hermano menor, salió del salón, y una vez más, ordenó al élite que acompañaba a los Senju, sobre el pergaminos del trato. El élite solo asintió con la cabeza, y entró al salón en busca de Tobirama, el supuesto nuevo líder de los Senju. No obstante, el albino salió tras ella, y recalo:

—¡De seguro sabías sobre la criatura negra que nos atacó antes de llegar aquí!

La morena giró su cuerpo lo suficiente para verle, cuestionó:

—¿Cuál criatura negra?

—La que de seguro Madara envío, una masa negra que cambiaba de formas con ojos amarillentos, nos atacó a cinco kilómetros de aquí. Nunca en mi vida había visto algo como esa criatura negra con poderes de otro mundo —explicó Tobirama con ira en sus ojos.

—Tobirama-sama, dice la verdad —interrumpió el élite —. Esa criatura negra podía fusionarse con la superficie y todo la naturaleza que le rodeaba. No nos permitía avanzar, sino hasta que extrañamente se dieron las 6:00 de la mañana, desapareció sin dejar rastro.

Hashirama escruta a su hermano, élite, y los demás shinobis. Decían la verdad.

—¿Que volaba por los aires?

La pregunta de la morena no dejó en claro a qué se refería. Los shinobis se vieron a las caras, y Tobirama con el élite.

—¡Contesten, ¿qué volaba por los aires? —exigía saber si lo que volaba era el halcón con los ojos del camarada de Madara.

—Nada... ¿por qué preguntas eso? —Tobirama le daba mala espina.

—¿Cuantas bajas? —ignoró la pregunta de su hermano.

—Tres bajas. Contesta a mi pregunta —rechino los dientes, y en el momento sintió el chakra de Madara afuera del campamento —. El bastardo ha venido a matarme... —murmuró seriamente, llevando su mano al mango de su katana.

—¡Él no ha venido a matarte, no sobre mi cadáver! —Otra vez el chakra de Hashirama elevó fugazmente. —¡Te prohibió llamarlo así en mi presencia, no volveré a repetirlo!

Con pasos firmes Hashirama salió del campamento por colpasar. Afuera, enfrente de la puerta a dos metros de distancia, Madara permanecía quieto con su postura omnipotente; brazos cruzados sobre su pecho y mirada fría. La helada de esa tarde era acompañada con viento. Su melena rebelde oscura como las plumas de los cuervos vacila a su costado izquierdo y deja ver su rostro varonil y cuello. Su cuello es decorado con la joya de cristal color verde, su vestimenta negra de pies a cabeza hace resaltar el bello obsequió de la diosa de los shinobis.

—Otto-sama, iba en camino para revisar a Izuna.

El líder Uchiha desvió rápidamente la mirada de su esposa a el hermano de esta, quien se atrevió a salir tras ella. Fue un momento tenso, pues Hashirama supuso que, Tobirama seguía desafiante y provocaría un fuerte encuentro con su rey que le faltaba poco para matarlo. Ella se volvió a girar para ver de reojo qué haría su hermano esta vez.

—Por eso viene a buscarte... —habló Madara, sin dejar de ver a Tobirama con rencor.

La morena no vio amenazante a Tobirama, solo permaneció erguido frente de la puerta del campamento de madera. Volvió a Madara.

—Vamos.., hace mucho frío. —Se cruzó de brazos y se encogió de hombros.

Madara llevó sus ojos a ella, esbozó una sonrisa ligera y dijo:

—Tú que estás afuera sin abrigo. —Con un fino movimiento removió su abrigo y se lo puso a su esposa, le acomodó el cabello para que saliera del abrigo hacia la parte trasera.

Tobirama vio el gesto del bastardo hacía su hermana. No perdía esos guantes de piel que ajustaba el abrigo en ella, estaba hipnotizado por el cariño que pensó que Madara no podía darle a otro ser que no fuera Izuna, Tajima, o a sí mismo. Comenzaba a creer que sí podía amarla, que en sí había hecho mal de decirle tanta crueldad a su hermana, sin embargo todo esos pensamientos positivos fueron efímeros al ver a su cuñado esbozar una sonrisa sardonica sobre el hombro de Hashirama. Esa sonrisa de Judas era dedicada a la piedra que le molestaría en su calzado de aquí en adelante, mientras el albino permanezca con vida...

Lo que resto del día, Hashirama no pudo sacarse de la cabeza la criatura negra que vieron los Senju en camino hacia la fortaleza Uchiha. Quizá fue coincidencia toparse con algo así. Lo que haya sido, se guardaría el extrañó encuentro, de su rey, si él tenía que ver en eso, él mismo le diría, si esque esa extraña criatura era otra de sus invocaciones.

Dos días pasaron, Hashirama e Madara velaron la agonía de Izuna. Eso evitó que ambos recién casados tuviera privacidad u otro momento íntimo. Como lucía el hermano menor del líder Uchiha, comenzaba a reponerse, su tonó de piel regresó a la normalidad, ya había pasado por el sendero de la muerta logrando escapar con una cicatriz de por vida como recuerdos de este turbio episodio. Cuando por fín tendrían un poco de privacidad, llegó una mala notícia. Butsuma no la libraba del sendero de la muerta, y mandaba a pedir la presencia de su hija cuanto antes. Madara no muy convencido no se opuso a que su mujer abandonará sus dominios por unos días.

A mitad de camino con dirección a la fortaleza Senju, los esperaban una tropa de diez shinobis Senju, más un élite. Madara tenía que despedirse de su musa, sino antes le daría un poco de sus afectos engañosos.

—¿Segura que no quieres que te acompañé? —Pasó su dedo pulgar por sus labios un poco secos por la heleda. Mientras hacía ello, ve en tiempos a los shinobis de los Senju a diez metros de distancia de ellos. —No me sentiré ofendido si tu hermano comienzas a insultarme.

Hashirama con los ojos entre cerrados contestó:

—Déjame primero hablar con mi padre, si él pide verte, mandaré a uno de mis sapos a avisarte. Ahora regresa con Izuna, y haz que sigan las instrucciones de las medicamentos y curaciones. Cuando regrese, yo personalmente lo revisare.

—Si así lo quieres, así será... —Apretó su mentón con los dedos y lentamente se inclinó para depositar un beso.

Los shinobis Senju quedaron estupefactos ante el gesto del líder Uchiha hacía la hija del líder Senju. Vieron aquella escena como algo insólito y perturbador.

Madara permaneció en donde mismo hasta que miró la tropa y a Hashirama perderse entre el busque invernal. Solo dos shinobis, lo acompañaban de regreso a la fortaleza Uchiha.

En camino comenzó a nevar y los suelos no tardaron en cubrirse de color blanco. La mayoría de los ríos que se cruzaban en su camino estaban congelados, y por como pintaba el clima a mitad de día, las temperatura bajaría aún más. Madara pudo sentir, mientras corría velozmente, a varios chakras a medio kilómetro, así que les dijo a sus dos hombres que tomaran diferentes caminos para rodear a quiénes sean que acampan, pues humo negro se comenzó a ver por el cielo.

Con dirección hacia el Oeste, Madara aumentó su velocidad, sin embargo algo llamativo para esa temporada llamó su atención como nada en los últimos meses. Se detuvo de golpe, su abrigo y su capa negra vacilaron al igual que su cabellera oscura.

—¿Una rosa roja en invierno? ¿Cómo es eso posible? —se dijo a sí mismo incrédulo.

Entre dos árboles había una rosa roja en su punto. Su color escarlata resalta con el suelo blanquino y troncos marrones. La curiosidad del joven líder Uchiha fue más allá de lo que solía ser. Se acercó cauteloso para ver de cerca de qué se trataba la trampa, fue lo primero que vino a su mente, una trampa de los enemigos, sin embargo no había rastro de chakra de ninguna especie. Su ya borroso Dojutsu le dejó saber ello.

Tremenda sorpresa se llevó al ver al otro lado de uno de los árboles, un abrigo rojo al igual que la rosa, se asomó.

—Pensaste que caería en tu trampa, anciana... —la voz de Madara hizo eco, y en un abrir y cerrar de ojos se trasladó al otro lado del árbol frente de la anciana cubierta con un abrigo con capucha, su afilada katana amenazaba a la mujer indefensa a la yugular. El azabache quedó más atónito al ver cómo lucía la anciana y lo que arrulla entre sus brazos. —¡Pero que mierdas, estás demente!

La anciana de complexión en sus noventas, no tenía dientes y aún así esboza una sonrisa sardonica. Tenía ambos ojos negros, y lo que cargaba entre sus brazos era un aborto, pues la criatura de seis meses de gestación aún seguía atado al cordón umbilical que corrió por debajo del abrigo rojo que la cubría.

—¡Tiene que ser una ilusión! —otra vez Madara exclamó, incrédulo ante la extraña aparición.

—Ayúdame... —murmuró la anciana —. Llévame a las puertas del infierno y déjame ahí con mi aborto.

—¡Maldita, tú ve al infierno por tu cuenta!

Con un cóctel de sentimientos confusos, incredulidad, miedo, melancolía y ira, Madara con todas sus fuerza atravesó a la anciana, pero esta desapareció como humo. Eso le confirmo que había sido una aparición satánica.

Retomando el camino hacia sus dominios, pensaba en lo que había atravesado, supuso que solo había pasado por ese sendero en mal momento, que a lo mejor por allí hacían ritos satánicos, y que por ello no debía de preocuparse por algo insignificante. La aparición de la anciana con abrigo rojo le dio una idea para deshacerse de Sayuri.

Esa misma noche, Madara le dio a su padre un té para quedar profundamente dormido. Y tras revisar a Izuna, y dejar a un hombre a su cargo, salió en busca de Sayuri. La mestiza la encontró por el pasillo que da hacia el salón de pergaminos antiguo y la piedra sagrada de los Uchiha. Cinco metros los distancia, ella ya podía sentir su cuello prensar contra la pared. Le temía tanto que no pudo evitar no orinarse tal como estaba parada. Él solo bajó su vista para ver los orines por el suelo de madera.

—Te saco a ese bebé a golpes o tú lo haces.

Sayuri se cubrió la boca con ambas manos y soltó un sollozó ahogado de la crueldad de Madara. Lo que ella no sabia es cómo él la ponía a prueba, quería saber cómo mierdas salió embarazada, si la cuidó mucho para que ello no fuera a pasar.

—¡No te atreverías hacerlo, es tu hijo! —exclamó aterrada.

—Entonces tu respuesta es que yo lo saque a golpes...

—¡No me mates! —suplicó cayendo de rodillas.

Madara con su aterradora figura y sonrisa maliciosa, se acercó a Sayuri. Se colocó frente de ella, y esta al ver que no tenía escapatoria, se fue inclinando más para besarle los pies. Ruego por piedad.

—Tres días tienes para que te deshagas de lo que llevas dentro. Y tras ello, no quiero que vuelvas a dirigirte a Hashirama. Haz todo lo que puedas para que ella no te vuelva a hablar, a excepción de confesar que pasó con nuestro bastardo. Solo así te perdono la vida.

Con un movimiento violento con su pie derecho, Madara removió las manos de Sayuri de sus pies. Continuó caminando por el pasillo dejando atrás a la mestiza llorando con mucho resentimiento...

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