—Eso me imaginaba —contestó Donghae con la misma indiferencia—. El amor lo único que haría sería complicar una situación ya de por sí complicada. Tenemos una hija en común y mucho deseo, pero ese deseo irá desapareciendo con el tiempo.
—¿Y qué haremos entonces?
—Ya lo veremos cuando llegue el momento.
—¿Estamos hablando de semanas, meses o años?
—En mi caso, confieso que voy a tardar mucho tiempo en conseguir sobreponerme a ti —admitió Donghae—. Vendré dentro de un rato a ver qué tal estás.
—No hace falta que te molestes.
—No es molestia. Además, no quiero que mi madre sospeche nada. Está encantada de que estemos juntos y cree que estamos realmente enamorados.
—¿Y eso? ¿Es que acaso ya no cree que yo robara esa estatuilla hace cuatro años?
—Esto te va a sorprender, pero creo que es mejor que lo sepas. Mi madre nunca creyó que fueras tú.
Melissa lo miró, efectivamente, sorprendida y buscó en su rostro una señal que le dijera que él también había dudado en algún momento, pero no la halló.
—Qué pena que no pudiera convencerte a ti de lo mismo.
—Sí, la verdad es que es una pena... bueno, ya está bien de hablar del pasado —sonrió Donghae inclinándose sobre ella y besándola en la boca.
A continuación, se acercó a la puerta. Mientras lo hacía, Melissa tuvo que morderse la lengua para no gritarle que lo amaba. ¿Qué ganaría con ello? Donghae no quería su amor.