Peek a Boo

By wickedwitch_

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Un dos tres Coge al humano y conviértelo en pez Un dos tres Atrapa a la Bruja Un dos tres Antes de que te com... More

【●】
prólogo
● | uno
● | dos
● | tres
● | cuatro
● | cinco
● | seis
● | siete
● | ocho
● | nueve
● | once
● | doce
● | trece
● | catorce
● | quince
● | dieciséis
● | diecisiete
● | dieciocho
● | diecinueve
● | veinte
● | veintiuno

● | diez

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By wickedwitch_

Mi hermana no logró su propósito de alterarme. Sabía que, de las tres, era Wendy la que más cómoda se encontraba con su magia y la que más solía utilizarla en su propio beneficio, demostrando lo orgullosa que estaba de ser una Trevellant... y una bruja; sin embargo, Jocelyn y yo teníamos una visión distinta. Era posible que mi hermana mayor hubiera pasado a renegar de su magia, pero yo intentaba mantener un equilibrio: no había abandonado mi magia, pero me limitaba al hacer uso de ella.

Pese a ello, Wendy se negaba a intentar comprender nuestras respectivas posturas y disfrutaba haciéndonoslo pasar mal. Ella tenía la firme convicción de que estábamos negando nuestro legado, nuestra sangre. La herencia que las Trevellant nos habían dejado para que nosotras continuáramos con el linaje.

La agresividad que mostraba mi hermana respecto a ese tema me había hecho aprender a la fuerza que debía ir con sumo cuidado para no despertar aquella parte de Wendy que permanecía mejor dormida.

Mi hermana no había dejado que siguiéramos con la conversación, pues había dado media vuelta y había salido de mi habitación, seguramente con el objetivo de encontrar algo más interesante que repetirme —por milésima vez— que no estábamos honrando a nuestras antepasadas; que éramos una vergüenza para la familia por permitirnos vivir como si fuéramos simples humanos. Yo había optado por no seguirla, y me había sentido algo agradecida por aquel golpe de suerte.

Pero el agradecimiento y el alivio de la marcha de Wendy no me duraron mucho, no después de que las palabras de mi hermana volvieran a repetirse dentro de mi cabeza. En especial las que mencionaban a la abuela y su decreciente estado de ánimo; pocas eran las ocasiones en las que nain se reunía con nosotras, como antaño. Desde hacía mucho tiempo que las clases en la cocina habían quedado olvidadas, pues ahora era yo quien me intentaba enseñar a mí misma mediante el grimorio familiar que la abuela nos había mostrado en tantas ocasiones siendo niña.

Y eso se había traducido en muchos desastres y algunos éxitos que había decidido utilizar en la tienda online que mantenía.

«A veces creo que no debió sacrificarse por nosotras...Quizá tendría que haber cruzado.»

Las palabras de Wendy se repitieron en mis oídos mientras mordía mi labio inferior y dejaba que mis pies se movieran libremente por la habitación. El estado de la abuela había empeorado cuando pasó el tiempo sin que Babenne regresara... o intentara ponerse en contacto con nosotras; nuestra madre siempre había sido un alma libre que no había soportado las ataduras. Poco después de que naciéramos, nos había dejado a cargo de nain y había regresado a su itinerante rutina; nunca se había comportado como le correspondía, de no haber sido por las pacientes explicaciones de nain... hubiéramos creído que esa mujer que aparecía y desaparecía de la mansión a gusto era una más de nosotras. Otra hermana.

Una desconocida que disfrutaba fingiendo ser joven y sin responsabilidades porque otra persona había ocupado su lugar, encargándose de sus problemas. Porque eso éramos nosotras: problemas.

Babenne no había tenido el debido cuidado y se había quedado embarazada. Por algún motivo que se me escapaba, o quizá por su absurdo deseo de perpetuar el linaje, había decidido seguir adelante con los tres embarazos; sin embargo, nunca había pasado mucho tiempo con nosotras. Aún recordaba, con un pellizco de dolor en el pecho, la esperanza infantil de ver volver a Babenne y esperar a que nos diera algo más que un par de palmaditas en la cabeza como si fuésemos unos cachorros de perro que estaban encantados de ver a su dueño regresar después de mucho tiempo; con el paso de los años, conforme íbamos madurando, mis hermanas y yo aprendimos que no le importábamos a Babenne lo suficiente. Que ella nunca nos había querido, no del mismo modo que lo hacía nain.

Dejamos de esperar a que regresara a casa.

Dejamos de esperar a que nos mostrara algo de amor maternal.

Wendy fue la primera de todas nosotras que aprendió la lección. Desde pequeña siempre había sido rencorosa y el hecho de que Babenne no se comportara de acuerdo a sus responsabilidades provocó que mi hermana empezara a guardarle odio a nuestra madre; por eso, mientras Jocelyn y yo continuábamos esperando a que Babenne regresara a casa, Wendy se limitaba a observarnos desde lo alto de las escaleras, con su tierno rostro contraído en un gesto sombrío. Cuando Babenne trataba de acercársele, ella esquivaba sus caricias y desaparecía de la habitación en la que se encontraba nuestra madre.

Nain se había sacrificado a sí misma, enlazando su espíritu a Ravenscroft Manor para no desvanecerse cuando muriera. Todavía recordaba la noche que anunció que su vida estaba llegando a su fin, el modo en que lo dijo; el sentimiento de impotencia que me embargó cuando negó que la magia pudiera hacer algo, por mínimo que fuera. Quizá se equivocó al tomar esa decisión.

Quizá fue eso, el no querer continuar adelante y quedarse atada a aquella mansión, lo que había dado inicio a aquella decadencia que había ido empeorando en los últimos meses.

Tuve que darle la razón a Wendy a regañadientes, maldiciendo a mi hermana por no haber sido capaz de verlo antes. Aceleré el paso de mi caminar, yendo de un rincón a otro, angustiada por haber estado tan ciega respecto a la situación en la que se encontraba la abuela; parte de la responsabilidad recaía en Babenne, en su absurda visión de la vida. En su continuada ausencia y el modo en que se había marchado de Ravenscroft Manor, después de haber pasado mucho tiempo encerrada en la habitación de nain junto a ella, discutiendo tras la reaparición en nuestras vidas de Fantine, la hermana de nuestra madre.

La Trevellant que había conseguido marcharse para no volver.

La Trevellant a la que había acudido la abuela porque sabía que Babenne no se responsabilizaría de nosotras... y mis hermanas estaban cerca de cumplir con la edad requerida para llevar a cabo sus respectivos sacrificios, pudiendo convertirse en brujas de pleno derecho.

Por eso mismo se había puesto en contacto con su hija perdida para decirle que estaba muriéndose y que, por ello, le suplicaba que regresara a Ravenscroft Manor para que pudiera vigilarnos, preparándonos para el gran momento en que tendríamos que escoger a alguien para llevar a cabo un antiguo ritual donde derramaríamos sangre inocente para ser consideradas y aceptadas dentro de la comunidad de brujas.

Una inconfundible voz femenina me dejó congelada en mitad de mi habitación. Sabía que el sonido provenía de la parcela de al lado, la que recientemente había sido ocupada por nuevos vecinos. De manera inconsciente me vi atraída hasta el asiento que había debajo de la ventana abierta; desde el segundo piso de la mansión podíamos ver con cierta facilidad parte del patio trasero de la propiedad de los Pembroke-Diggory. No me costó mucho divisar a una atractiva mujer con un lustroso cabello negro recogido en una coleta saliendo desde la casa, con un inconfundible Cedric pegado a sus talones y una bandeja en las manos.

Escuché risas desde la zona que la copa de los cipreses me tapaban la vista. Debían ser los hermanos de Amos, que disfrutaban de la piscina que habían construido los anteriores dueños un par de años antes de que decidieran poner la finca en venta y marcharse del pueblo; me arrodillé sobre el asiento de la ventana, apoyando las manos sobre el alféizar, intentando ver algo más de lo que sucedía en el patio de mis vecinos. Oí los ladridos de Cedric y las voces superpuestas de dos chicos, que parecían estar bromeando.

La magia cosquilleó en mis palmas. Podía usarla para ver qué estaba pasando en casa de los forasteros, una parte de mí se moría de ganas por averiguarlo; los anteriores dueños de la propiedad habían sido un matrimonio mayor y sin hijos que no habían dudado un segundo en poner tierra de por medio cuando mis hermanas y yo crecimos; cuando Wendy creyó divertido probar sus conjuros contra el matrimonio, burlándose especialmente de la señora Paci.

Espié por encima del hombro para comprobar que Wendy o Cerridwen no se encontraban pululando cerca de mi dormitorio. Sabía que mi hermana estaría encantada de verme hacer uso de la magia y que eso haría que redoblara sus esfuerzos en hacernos a Jocelyn y a mí que continuáramos ese camino, en el que nos servíamos de nuestros poderes para todo; nain nos había educado en los ambos aspectos de nuestra vida: tanto en nuestra naturaleza de bruja, como el hecho de que también éramos humanas.

Sabíamos que existían brujas que negaban su naturaleza humana a favor de su condición, apoyándose en su magia. Y el uso indiscriminado de la magia tenía consecuencias; la abuela nos había advertido sobre ello, sobre la adicción que suponía conseguirlo todo con un simple chasquido de dedos. La sensación de euforia de ser capaz de cualquier cosa.

El ansia de más.

Por eso mismo nain nos había inculcado que debíamos mantener un equilibrio y nunca inclinar la balanza a uno u otro lado.

Me humedecí el labio inferior, calibrando qué hacer. Un pequeño conjuro no sería perjudicial para mí; siempre que había tenido que recurrir a la magia, habían sido pequeños conjuros... inofensivos conjuros que solamente habían despertado en mí un ligero cosquilleo, nada preocupante.

Tomé una bocanada de aire antes de recolocarme sobre el asiento y unir mis manos. El conjuro se formó dentro de mi mente con una facilidad insultante: una burbuja que me mostraría lo que sucedía en el patio trasero de los vecinos. La magia vibró dentro de mis venas, recorriendo mis brazos hasta concentrarse en las palmas de mis manos; solté el aire que había estado conteniendo poco a poco y me fijé en la esfera que se había formado en el espacio de mis manos. Parecía estar hecha de agua y se retorcía sobre sí misma; con un simple pensamiento por mi parte, el interior de la esfera se iluminó, empezando a mostrar una imagen...

Una imagen que correspondía al patio trasero que quería ver. Parpadeé de asombro al ver el cambio que había tenido en aquellos meses antes de que la nueva familia optara por instalarse; los viejos trastos de los Paci se habían desvanecido, las hierbas altas habían sido recortadas y la piscina estaba limpia y cristalina.

Vi hamacas distribuidas alrededor de ella, con una enorme sombrilla que proporcionaba sombra a una chica que estaba tumbada sobre una. Observé a la desconocida... la familiaridad que despertaba en mí, su cabello castaño estaba recogido desordenadamente sobre su cabeza y sus ojos de color verde alternaban entre la revista que tenía abierta en su regazo y la piscina; era unos años más joven que yo, pero supe que debía ser la hermana de Amos. Wendy había afirmado que se trataban de tres hermanos, por lo que aquella chica debía ser una de ellos.

La vista me cambió cuando la esfera me mostró la piscina: Amos y otro chico, éste con el cabello castaño y ojos de un tono más oscuro que los de su hermana, estaban luchando entre ellos con unas pistolas de agua. El estómago me dio un vuelco al ver al chico que se había colado en mi jardín vestido únicamente con un bañador; las camisetas de películas y series, los pantalones anchos y las pulseras que le había visto vestir habían desaparecido.

Sentí un extraño ardor en las mejillas cuando bajé la mirada hacia su delgado pecho desnudo. Firme, pero nada que ver con los músculos que lucía el muchacho que estaba con él dentro de la piscina; el desconocido trabajaba su cuerpo y era evidente que Amos no parecía sentir el mismo interés, lo que me hizo sentir absurdamente ilusionada por aquella dejadez que mostraba Amos. Por el hecho de no seguir los mismos moldes que otros chicos.

Vi cómo apuntaba con su pistola al rostro de su compañero, quien supuse debía ser el tercero de los hermanos, y acertarle en los ojos. Su hermano retrocedió escupiendo agua y ambos se echaron a reír; la chica de la hamaca dijo algo que hizo que sus cabezas giraran en su dirección. En mis oídos registré el ladrido lejano de Cedric y el perro apareció en la imagen que me mostraba aquella esfera que flotaba sobre mis manos; la mujer que antes había visto salir de la casa lo hacía de nuevo, en aquella ocasión portando sobre la bandeja tres vasos con refresco.

Sentí un nudo en el pecho al contemplar cómo la madre de Amos se acercaba a sus hijos para repartir las bebidas. La chica de la hamaca le dedicó una amplia sonrisa a su madre; el hermano de Amos se sentó sobre el borde de la piscina para hidratarse y el propio Amos se inclinó hacia la mejilla de la mujer para depositar un beso de agradecimiento mientras ella pasaba sus dedos sobre el pelo mojado de su hijo.

Babenne nunca se había mostrado así de cariñosa con nosotras. Nunca se había quedado en Ravenscroft Manor por el simple placer de pasar un rato con sus hijas; tampoco había tenido un gesto de ese tipo con mis hermanas y conmigo.

Traté de imaginar a Babenne comportándose así, criándonos con ayuda de nain; haciéndose cargo de sus responsabilidades como madre. Fruncí el ceño al no ser capaz de ver a Babenne así, pues hacía demasiado tiempo que había dejado de desear fervientemente que mi madre despertara de su utopía, que nos viera a mis hermanas y a mí.

Hacía mucho tiempo que no soñaba con ello, hacía mucho tiempo que había desterrado a Babenne de mi maltrecho corazón.

Quizá por ello me permití seguir espiando a nuestros vecinos, mostrando la misma curiosidad que si se tratara de uno de los apasionantes documentales que a Jocelyn a veces le gustaba ver en la televisión; contemplé a Amos y a sus hermanos jugar en la piscina mientras su madre se encargaba de llevarles cualquier cosa que pudieran necesitar para soportar las altas temperaturas del exterior. Vi cómo la chica abandonaba la hamaca donde había estado sentada para lanzarse a la piscina, intentando caer sobre el hermano mayor y obligando a Amos a retroceder para apartarse de su camino.

Un nudo de culpabilidad se me enroscó en la boca del estómago. La abuela nos había avisado que no debíamos usar nuestra magia para caprichos... y aquello que estaba haciendo podía encajar perfectamente. ¿Qué derecho tenía yo a espiar a mis vecinos, a ver lo diferente que eran nuestras vidas?

Felicidad, diversión, despreocupación.

Hacía tiempo que no sentía nada de ello. Aparté la mirada de la esfera espía que había conjurado y observé el enorme patio trasero de la propiedad; conocía cada rincón como la palma de mi mano... y todos ellos despertaban en mí viejos recuerdos. Cada metro de aquella enorme extensión descuidada había formado parte de mi infancia, de polvorientas imágenes que salían de sus cajones para pasearse con burlona libertad dentro de mi cabeza. Atrapándome en ellas, haciéndome recordar... y anhelar.

En el tronco del árbol en el que me había emboscado Cedric nos vi a mis hermanas y a mí bailando alrededor, con las manos entrelazadas mientras dejábamos que nuestra magia emergiera y las hojas que caían se convirtieran en copos de nieve; cerca de las viejas verjas de hierro que conectaban con el pequeño cementerio que poseíamos en Ravenscroft Manor y donde se encontraban nuestras antepasadas. Las mismas a las que Wendy había dicho que estábamos avergonzando.

Mi hermana solía desafiarnos a que usáramos nuestra magia para atravesar las puertas y ver hasta dónde llegábamos antes de que los viejos espíritus que vagaban entre las tumbas nos hicieran gritar de terror y diéramos media vuelta para huir de ellos; Jocelyn siempre había sido la que más lejos llegaba, sin tan siquiera molestarse en correr. La recordaba caminando entre nuestras antepasadas, con los brazos extendidos y sus dedos rozando las piedras de las lápidas grabadas.

Yo nunca había llegado tan lejos, pues había podido sentir el fantasmal contacto de todos aquellos que habitaban en aquel tétrico lugar. Sus miradas siguiéndome desde sus escondites. Sus atrayentes susurros que me llamaban para que me uniera a ellos.

Un sonoro maullido me sacó de golpe de mis viejos recuerdos. Pestañeé para despejarme y giré el cuello para toparme con Cerridwen, que me observaba desde cerca de mi pie izquierdo, con su larga cola agitándose de un lado a otro.

Sus ojos gatunos estaban fijos en mí con una lucidez y claridad impropia de un animal. Había una chispa de raciocinio en el fondo de su mirada que me puso el vello de punta, como si mi magia sintiera que había algo en Cerridwen que no terminaba de encajar con su aspecto de gata. Ella había pasado a formar parte de mis recuerdos desde que tenía memoria; nain solía bromear diciendo que Cerridwen había estado con las Trevellant tanto tiempo que era una de nosotras...

Entorné los ojos mientras le devolvía la mirada a la gata, que dejó escapar un sonoro maullido que sonó como si estuviera regañándome por haberme descubierto haciendo magia para... eso; para espiar la vida de los vecinos y, una pequeña parte de mí que me esforzaba por ignorar y silenciar, les envidiaba en silencio.

Yo también anhelaba saber cómo era una vida sin el peso de los secretos que rodeaba a la familia. Una vida sin las preocupaciones que nos asolaban a mis hermanas y a mí, que se habían visto incrementadas desde que la abuela murió y Babenne decidió desaparecer.

El silencio se extendió entre Cerridwen y yo hasta envolvernos. Ya no era capaz de escuchar los gritos y exclamaciones de los hermanos, tampoco los chapoteos de la piscina o los ladridos de Cedric, queriendo unirse a la diversión; era como si se hubiera creado una burbuja alrededor de nosotras, encerrándonos en su interior.

Y me sentí avergonzada de que me hubiera descubierto haciendo algo tan impropio como egoísta. Algo que Wendy habría hecho encantada, negándose a tomarse en serio las directrices que debíamos seguir si queríamos continuar estando a salvo.

Las manos donde sostenía aquella esfera espía me temblaron ante la intensa mirada de la gata, que parecía estar juzgándome. De manera inconsciente, siguiendo un impulso, golpeé las palmas, dando una palmada y atrapando la esfera espía, que se desintegró en humo cuando mi magia la obligó a desaparecer.

Una risa cantarina me hizo dar un sobresalto sobre el asiento que ocupaba. Aquel ensordecedor silencio que nos había rodeado se desvaneció en aquel preciso instante, haciendo que todo volviera a su lugar; mis ojos se dirigieron con ansiedad hacia la dirección desde donde había provenido aquel inquietante sonido que había roto el hechizo que nos había rodeado a Cerridwen y a mí.

Wendy me contemplaba con una mueca de perversa diversión curvando sus labios.

Mi hermana me había visto. Eso era lo único que podía pensar en aquellos instantes: en cuánto habría visto de lo que había estado haciendo hasta que Cerridwen me había interrumpido con su presencia. El humo con inconfundible olor a magia flotaba alrededor de mi cabeza, delatándome.

Los ojos verdes de Wendy relucían con una mezcla de regocijo y excitación, haciéndome intuir que había sido testigo de mi número de magia... y que lo aprobaba. Nos sostuvimos la mirada y creí ver más allá del regocijo y excitación una sombra de rabia contenida; Cerridwen se frotó contra mis piernas, llamando mi atención y obligándome a apartar la mirada del rostro de Wendy.

—Así que ahora te dedicas a hacer magia a escondidas —la irritante voz de mi hermana llenó el espacio de mi dormitorio, haciéndome apretar los dientes—. ¿De qué tienes miedo, Devin?

Me obligué a erguirme sobre el asiento de la ventana. Me obligué a alzar de nuevo mis ojos para clavarla en Wendy, que ahora se encontraba apoyada en el quicio de la puerta, todavía sonriéndome de ese modo tan exasperante.

—De nada —contesté, tajante.

Mi hermana dio un paso hacia delante, introduciéndose en mi habitación de forma desafiante. Nos sostuvimos la mirada de nuevo desde la distancia que nos separaba; recordé la imprevisibilidad de Wendy, el hecho de que no sabía adelantarme a sus movimientos... a anticiparme a su humor.

Ella ladeó la cabeza, acercándose más a mí.

Los sonidos procedentes de la casa de al lado resonaron con fuerza por todos lados, como si quisieran delatarme. Hacerle saber a Wendy en qué había estado empleando mi magia de aquel modo tan furtivo, buscando que nadie descubriera lo que había estado haciendo. Mi cuerpo sufrió un cosquilleo cuando las voces de los hermanos se sobrepusieron las unas a las otras.

La sonrisa de Wendy se tornó peligrosa.

—Demasiado ruidosos, ¿no es cierto? —ronroneó.

Cerridwen se apartó de su camino cuando los pasos de mi hermana se dirigieron hacia el hueco desocupado que había a mi lado. No moví un solo músculo mientras observaba a mi hermana sentarse y dirigir su inquisitiva mirada hacia la hilera de cipreses que tapaban el patio de nuestros vecinos; recordé que Amos me había explicado que Wendy no era una desconocida para ninguno de ellos, que había estado compartiendo parte de su tiempo libre con la familia que vivía justo al lado.

Tenía la réplica perfecta quemándome en la punta de la lengua, pero eso supondría ponerme a mí misma en evidencia. Opté por responder otra cosa que no tuviera que ver con lo que Amos me había dicho, lo que suponía que no debía saber porque no debía entremezclarme con los vecinos.

—¿Vas a encargarte personalmente de atemorizarlos como con los Paci? —le pregunté con fingida dulzura.

Las comisuras de los labios de mi hermana temblaron, quizá por los recuerdos de aquellas travesuras en las que se había visto involucrada... junto con su magia. Al principio habían sido pequeños actos infantiles, pero la oscuridad que ocultaba Wendy en su interior pronto se hizo más patente y sus travesuras... actos mucho más crueles, llegando a ser casi peligroso.

—Aún no lo sé —contestó con calma, incluso pensativa—. No son tan aburridos y hoscos como los Paci, lo que es un punto a favor. Por no hacer mención del atractivo con el que cuentan los hijos —añadió, dirigiéndome una mirada llena de picardía.

La boca se me llenó de un sabor amargo mientras mi traicionera mente rescataba de su polvoriento rincón las imágenes de mi hermana, unos meses atrás. Había visto a Wendy en el callejón trasero del supermercado, acompañada por un muchacho con un uniforme que delataba que trabajaba en el establecimiento; volví a ver la falda que llevaba subida sobre su muslo, mostrando la piel sin darle la más mínima importancia. Sus ojos verdes habían resplandecido, haciéndome saber que estaba usando su magia contra aquel chico, que parecía hipnotizado.

Luego me aparté de mi escondite y me marché sin querer saber nada de lo que sucedería.

Miré a Wendy con los ojos entrecerrados. Cerca de cumplir la mayoría de edad, mi hermana aún conservaba un aire inocentemente adolescente; llevaba su largo cabello negro recogido en una descuidada trenza que caía por su hombro derecho. En aquella ocasión no iba maquillada.

Pero no podía negar que, incluso con ese aspecto, era hermosa.

Peligrosamente hermosa.

Una bonita trampa para los incautos que no eran capaces de ver más allá de sus dulces facciones de niña. Se me formó un nudo en el pecho al comprender que hacía tiempo que mi hermana no compartía conmigo nada, ni lo más mínimo; sus continuas salidas de la mansión y sus largas ausencias nos tenían a Jocelyn y a mí preocupadas, sin saber su paradero. Lo que estuviera haciendo.

¿En qué malgastaría Wendy aquellas horas en las que se ausentaba de Ravenscroft Manor, en un lugar tan pequeño como lo era el pueblo?

La vi retorcerse la punta de la trenza, de nuevo con sus ojos verdes oteando la hilera de cipreses, intentando ver algo de lo que sucedía en el patio de la familia que se había mudado. Por el rabillo vi que Cerridwen permanecía junto a mi pierna, insólitamente inmóvil y atenta a nuestra conversación.

—Son guapos —dijo entonces Wendy, sobresaltándome—. Los tres hermanos, quiero decir.

Mi mente formó la imagen de Amos y los otros dos. Negarlo sería absurdo, pero yo no pensaba decir ni una sola palabra; mi hermana no debía saber que también había incumplido la promesa que le habíamos hecho a Jocelyn sobre mezclarnos más de lo necesario con los vecinos. Especialmente si eran los recién llegados.

—No lo sé —contesté, forzando un tono aburrido—. Tampoco me he detenido mucho en observarlos con atención.

Wendy había hecho su insinuación sobre los hermanos la noche de la cena donde casi apuñaló en el ojo a Jocelyn cuando empezaron a discutir. Mi hermana me había descubierto aquel día intentando sacar cuanto antes a Amos de Ravenscroft Manor, tratando de evitar lo que había sucedido al final: que Wendy hubiera visto a Amos junto a mí; aquellas palabras que habían brotado de sus labios habían ido expresamente dirigidas a mi persona.

Mi hermana chasqueó los dedos casi con aburrimiento y a mí se me escapó una exclamación ahogada cuando entendí lo que estaba haciendo con su magia, con aquel conjuro: el humo en el que había convertido mi esfera espía empezó a retroceder como si alguien hubiera pulsado el botón de rebobinar, volviéndose a transformar en aquella burbuja que había utilizado para observar desde mi escondite lo que la familia de al lado estaba haciendo.

Sentí un molesto calor en mis mejillas cuando Wendy ahuecó sus manos para sostener la esfera espía, que empezó a mostrarle las mismas imágenes que yo le había pedido que me enseñara. Amos y sus hermanos habían decidido salir de la piscina y se encontraban en el borde, empapados de pies a cabeza; Cedric correteaba entre ellos mientras intentaba alcanzar los trozos de bizcocho si se mostraban desprevenidos.

Mi hermana enarcó una ceja al contemplar durante unos segundos a la familia Pembroke-Diggory. Ninguna de las dos dijo nada mientras yo continuaba mortificándome en silencio al verme al descubierto.

—Así que no te has detenido a observarlos, ¿eh? —dijo con sorna.

* * *

¡Bienvenides a otra actualización de PaB, y que, gracias a las diosas, no se me ha pasado por alto demostrando lo Dory que puedo llegar a ser la mayoría del tiempo!

Pongo esta notita para avisar que, lamentablemente, debo entrar en hiatus porque los exámenes, como el Norte, no olvidan... y tampoco perdonan. No sé cuánto tiempo se alargará pero, debido a ello, no habrá actualizaciones y mi presencia por aquí será casi fantasmal, como si fuera un espectro.

De igual modo, si necesitáis comunicaros conmigo, siempre podréis encontrarme -siempre que las benditas sesiones de estudios intensivos me lo permitan- por IG o por Twitter

(Ánimo a todes con los exámenes)

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