En cuanto Melissa abrió la puerta de su casa, supo que su hermana estaba allí.
—Stacey, ven aquí inmediatamente —gritó dando un portazo—. Esta vez, la has hecho buena. No me tienes contenta.
Stacey salió del baño y Melissa se asustó al ver su aspecto, pues estaba pálida y con muchas ojeras.
—Estoy metida en un buen lío —le dijo su hermana.
—Ya te digo —dijo Melissa intentando mantenerse enfadada con ella—. ¿Cómo has podido hacerme una cosa así? ¿Cómo has podido hacerle eso a tu propia hermana después de lo que nos hizo papá? ¡Mamá quedó destrozada y ahora me estás haciendo tú a mí lo mismo! —se indignó.
—Me están buscando.
—¿La policía?
—No —contestó Stacey—. Les debo dinero a ciertas personas... mucho dinero. Les he devuelto lo que he podido. Por eso transferí tu dinero de tu cuenta a la mía. Lo siento, pero no tenía elección. Tengo miedo, Melissa. Si no les pago, vendrán a por mí.
Melissa tragó saliva.
—No tengo más dinero. Quiero ayudarte, pero no confío en ti. Podría ser que todo esto que me estás contando fuera otra trampa para sacarme más dinero para comprar más droga.
—No te voy a pedir más dinero —le aseguró Stacey—. Lo que necesito es pasar desapercibida unos cuantos días. Por favor, deja que me quede en tu casa. Por favor.
Melissa suspiró. Era consciente de que se iba a arrepentir de aquella decisión, pero ¿qué otra cosa podía hacer?
—Está bien, pero ya sabes cuáles son las normas. Nada de picos ni de hombres ni de cigarrillos en esta casa. ¿Entendido?
—Lo siento, Melissa. Siento mucho lo de la clínica. De verdad que quería ingresar, pero el camello me estaba amenazando...
—No me interesan tus historias. No te voy a insistir para que ingreses en la clínica porque ya ni siquiera tengo dinero para pagártela.
—Te prometo que volveré al programa de metadona.
—Me encantaría creerte, pero no tengo tiempo de escuchar tus promesas vacías. He quedado con un amigo a las siete y sólo tengo un cuarto de hora para arreglarme.
—Lo siento —dijo su hermana sentándose en el sofá con aire derrotado.
Melissa sintió que su enfado se evaporaba.
—Descansa. Ya hablaremos mañana por la mañana —le dijo con cariño—. Emily va a dormir en casa de Caroline. Puede que yo llegue tarde, así que no me esperes despierta.
—¿Vas a salir con el mismo tío del otro día?
—Sí, pero sólo somos amigos.
—Eso es lo que dicen todos —sonrió Stacey.