father - donghae

By dleedonghae-oficial

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Quizá Donghae no confiara en ella, pero tampoco podía resistirse a sus encantos. More

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CAPITULO 36
CAPITULO 37
CAPITULO 38
FINAL
EPILOGO

CAPITULO 1

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By dleedonghae-oficial


En cuanto Melissa entró en la sala de juntas supuso que él ya estaba allí, porque sintió un escalofrío por la columna vertebral que le erizó el vello de la nuca, y lo buscó con la mirada.

Como si él también hubiera sentido su presencia, giró la cabeza y sus miradas se encontraron después de casi cuatro años sin verse.

Melissa se quedó mirándolo mientras Donghae se excusaba educadamente ante los miembros del museo con los que estaba hablando y avanzaba hacia ella, y sintió que se le cerraba la garganta hasta que apenas le era posible respirar.

Llevaba meses temiendo aquel momento, desde que se había enterado de que Lee Donghae, el padre de su hija, Emily, era el patrocinador principal de la exposición sobre Grecia que estaba organizando junto con el conservador del museo.

—Hola, Melissa —la saludó Donghae poniéndose ante ella.

Melissa intentó mantener la calma, pero lo cierto era que estaba nerviosa.

—Ho... Hola, Donghae.

Donghae la observó lentamente, desde su pelo castaño a su boca. A continuación, deslizó la mirada hasta su escote, que quedaba al descubierto con el vestido de noche de terciopelo que lucía y, por último, se posó de nuevo en sus ojos.

Melissa se sentía como si la hubiera acariciado en todos aquellos lugares, sentía la electricidad pasando del cuerpo de Donghae al suyo, sentía la piel tirante y el aire que los rodeaba, cargado.

—Te veo muy bien —comentó Donghae en un tono que hacía sospechar que no lo hubiera esperado así—. Por lo que me han dicho, eres la ayudante del conservador, ¿no? Has llegado muy alto, ladronzuela. Claro que supongo que, al igual que me hiciste a mí, los tendrás a todos engañados. Supongo que no sabrán cómo eres de verdad.

Melissa sintió un inmenso rencor en el bajo vientre, exactamente en el mismo lugar en el que se había formado el bebé que Donghae había rechazado como suyo.

—Yo siempre he sido de verdad —contestó con frialdad.

Donghae sonrió con desdén.

—Ah, ¿sí? Vaya, será que estaba demasiado cegado por la pasión como para darme cuenta.

Al oír que Donghae se refería a la pasión que había desbordado lo que había habido entre ellos, Melissa sintió que se sonrojaba al instante, pues los tórridos recuerdos se apoderaron de su mente.

Al recordar sus cuerpos entrelazados, sintió que se estremecía de pies a cabeza y que le temblaban los muslos. Donghae la había hecho conocer el placer una y otra vez durante los dos meses de vacaciones que había pasado en Seúl.

Así que Donghae sólo había sentido pasión por ella, mientras que ella lo había amado sin reservas.

—Perdón por interrumpirlos, señor Lee —intervino Diane Perry, un miembro del personal del museo—, pero tengo que hablar un momento con Melissa.

Donghae sonrió con desprecio.

—No pasa nada, ya habíamos terminado.

Melissa se quedó mirándolo mientras se alejaba, sintiendo que le dolía el estómago como si alguien le hubiera dado una patada con una bota de puntera de hierro.

—¿Qué pasa? —le preguntó Diane frunciendo el ceño.

—Nada —contestó Melissa intentando mostrar indiferencia—, ya sabes cómo son los millonarios. Unos arrogantes.

—Ya. Bueno, pues ten cuidado con Lee Donghae —le advirtió Diane—. Me acaba de llamar Gaye, la mujer de Julián. Julián ha tenido un infarto y está en el hospital.

—¡Oh, no!

—Se va a poner bien —le aseguró Diane—, pero quiere que mantengas al señor Lee contento porque él va a tardar unas cuantas semanas en poder reincorporarse al trabajo.

—¿Unas cuantas semanas? —se asustó Melissa.

—Sí, por lo visto lo van a operar dentro de un par de días. Te va a llamar para decirte lo que quiere que hagas exactamente, pero, mientras tanto, vas a tener que tomar tú las riendas.

—¿Yo?

—Por supuesto. Tú eres la que más experiencia tiene en miniaturas griegas. Además, fue idea tuya mezclar piezas contemporáneas y antiguas. Ésta es la oportunidad que llevas tiempo esperando. Normalmente, un ayudante tiene que esperar años para comisionar una exposición. Ahora podrás demostrarle a todo el mundo el gran talento que tienes para organizar exposiciones.

—No sé si voy a poder hacerlo yo sola —dudó Melissa. Julián era el que se encargaba de estar en contacto con los patrocinadores. Yo no he tenido ningún contacto con ellos.

—Da igual. Lo vas a hacer fenomenal. Deja de subestimarte. Eres una de las empleadas con más talento del museo.

—Gracias por tu voto de confianza, pero me parece que te estás olvidando de algo muy importante. Soy madre soltera y no voy a poder trabajar todas las horas que trabajaba Julián.

—Casi todo el trabajo está hecho ya. De momento, lo único que tienes que hacer es dar el discurso de bienvenida de esta noche. Es importante que impresiones a los patrocinadores. De lo contrario, la exposición podría irse abajo. Ya sabes lo competitivo que es este negocio.

—Se me da fatal hablar en público... —se lamentó. Melissa mordiéndose el labio inferior—. ¿Y si me quedo en blanco? Es lo que me suele pasar cuando me pongo nerviosa.

—Lo vas a hacer fenomenal —le aseguró Diane—. Tómate una copa de champán antes de empezar para calmar los nervios y, por favor, sé especialmente amable con Lee Donghae porque es el patrocinador principal como presidente de la Fundación Eleni. Sin su dinero y sin las piezas de la colección que va a prestar, esta exposición no se podría hacer.

—No te preocupes, Diane, sé cómo manejar a los hombres como Lee Donghae —le aseguró Melissa.

—Bien, tienes diez minutos, así que te sugiero que te vayas a tu despacho, lejos de todo este barullo, para estar tranquila antes del discurso.

Melissa abrió la puerta de su oficina y se encontró a su hermana pequeña preparando una cama en el suelo con un abrigo viejo.

—Pero ¿qué haces? —se sorprendió.

—Hola, Melissa, me disponía a descansar un poco entre cliente y cliente.

Melissa apretó los dientes.

—Ya te dije que no vinieras aquí cuando estuvieras así.

—No estoy borracha —le aseguró Stacey—. Deberías divertirte un poco de vez en cuando, hermanita.

Melissa sintió que la desesperación se apoderaba de ella mientras observaba cómo su hermana se tambaleaba al ir a sentarse.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó.

—La verdad es que había venido a pedirte dinero, pero ya lo he solucionado por mi cuenta —contestó Stacey mirándola con los ojos enrojecidos.

—¿Cómo?

Su hermana se encogió de hombros.

—Hace un rato me he encontrado con un tipo asiático a la salida de los baños. Le he ofrecido un polvo rápido, pero me ha mirado con desprecio. Me ha parecido tan arrogante, el muy canalla, que le he robado la cartera para darle una lección.

Melissa tragó saliva.

—¿La sigues teniendo?

—¿El qué?

—La cartera. ¿La sigues teniendo o la has tirado después de quedarte con el dinero?

Stacey se metió la mano en el bolsillo trasero de los pantalones ajustados de tela de leopardo y se sacó la cartera.

—Se la iba a regalar a Brian por su cumpleaños porque parece buena —comentó entregándosela.

Melissa acarició el suave cuero, tomó aire y la abrió, horrorizándose al ver la fotografía del carné de identidad.

—¡Oh, no! —exclamó con el corazón desbocado.

—¿Qué pasa? ¿Le conoces o qué?

Melissa cerró los ojos.

No podía ser. Le ocurría constantemente. Cada dos por tres le parecía ver la cara de Lee Donghae cuando abría el periódico o alguna revista. Siempre que veía a un hombre de ojos negros y rasgos bellos, se le disparaba el corazón.

Sí, eso era lo que le debía de haber pasado en ese momento.

Había sido porque lo acababa de ver y tenía sus rasgos todavía en la retina.

Melissa abrió los ojos y volvió a mirar.

Era él.

Melissa cerró la cartera y, temblando, se la metió en el bolso.

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