Princess

By cigarettesmoke15

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Pequeñas historias inspiradas en la pareja larry stylinson ✷ ⊹   . ✵     * *  . ⋆   +   ✫ . * ✦... More

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♡ིུ. Princess
♡ིུ Princess
♡ིུ Princess
♡ིུthe star above the sea
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♡ིུ Million reasons
♡ིུ Million reasons
♡ིུ If i had a heart
♡ིུ If i had a heart
♡ིུ If i had a heart
♡ིུ Friends
♡ིུ Blue
♡ིུ The prince
♡ིུ little liars
♡ིུ little liars
♡ིུ Poison

♡ིུ 1960

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By cigarettesmoke15


19

«Durante la década de 1960, cuando la energía creativa contenida durante la posguerra se liberó de forma espectacular, Londres pasó a ser un buen lugar para vivir. La ciudad se convirtió en el epicentro de la moda y la música. Las calles se llenaron de color y vitalidad donde en la radio sonaban los Beatles y los Rolling Stones. Esos años 60 donde Londres era la capital mundial de la cultura y la moda juvenil, la cuna del hedonismo y el carpe diem. Donde dominaba lo hippie y lo psicodélico, donde se creó la minifalda. Donde era totalmente aceptable que una jóven se pasease por las calles de Londres luciendo abrigo de piel y paseando su leopardo».

Londres, Inglaterra.
Marzo de 1960.

En la vida de colores y felicidad que acompañaba al verano de Londres en aquella temporada de alegria, apareció un hombre cubierto con un elegante traje de sastre color negro, con llameantes esmeraldas en sus fanales ardientes y unos labios sátiros decorados de un infame color rosado como las flores silvestres que adornaban los parques esa temporada.

La mirada enigmática de aquel hombre se paseaba por los pasillos, observando a los adolescentes ruidosos que lo rodeaban en el pasillo del edifico elegante, ignorando el escándalo y esas miradas coquetas y las risas ligeras de las adolescentes que se reunían para cotillar acerca del nuevo profesor de literatura y su atractivo porte.

Dejo de observar su alrededor cuando el director de la preparatoria llamado Liam Payne, llamó su atención cuando lo presentó ante el joven profesor Louis Tomlinson de historia, que lo observaba con cierto recelo en su cincelado rostro tallado por las finas manos de la diosa Afrodita, con una cierta incomodidad en sus delicados ademanes al extender su mano caliente para saludar correctamente al hombre de brillante mirada que le regaló una media sonrisa, mostrando dos coquetos hoyuelos en aquellas mejillas blancas como las nubes de esa gloriosa mañana.

—Mucho gusto, soy Louis Tomlinson—su voz se escuchaba firme en medio de aquellos ruidos mientras un suave apretón sobre su mano lo hizo entender que aquel hombre Neoyorkino de sonrisa sincera había estrechado su mano con la suya en un saludo cordial. Podía sentir en aquel apretón de manos la firmeza de esa poderosa mano decorada con deslumbrantes anillos fríos que le provocaron un cosquilleo a sus dedos vacíos.

—El gusto es mío—su ronca voz se escucho como miles de violines en una perfecta sinfonía para sus oídos alertas como un par de conejillos, anhelando en sus más profundos pecados volver escuchar aquella melodiosa voz desafiante para sus sentidos—. Harry Styles.

Asintió, retirando su mano temblorosa de ese toque que quemaba sobre su piel sensible de forma repentina, y la poderosa mirada esmeralda de aquel hombre desconocido se posó sobre sus ojos oceánicos, observándolo con aquella sonrisa con un tinte de rebeldía al sentir que traspasaba todos sus sucias secretos, revelando que con ese simple toque, podía hacerlo perder la poca cordura que le quedaba a sus tormentosos veinticinco años.

—Me tengo que ir, tengo clase en cinco minutos. Hasta luego—murmuro, acomodando los lentes negros que se deslizaban por su respingada nariz, despidiéndose de ambos hombres con un asentimiento de cabeza, comenzando a caminar de manera rápida por los pasillos que comenzaron a quedarse abandonados por la hora próxima de clases. Apretó con su mano izquierda el maletín negro para que no resbalara de sus torpes manos, pero es tan descuidado que aquellos dos libros que usaría para la clase de ese mañana se deslizaron de su manos de mantequilla.

Murmuro un par de groserías cuando se agacho a recogerlos, pero su suerte era tan sátira que sus lentes de contacto negros cayeron al suelo pulcro de la institución. Cuando sus dedos lo iban a recoger, una mano decorada con anillos los tomó entre sus dedos largos, tomando por sorpresa al profesor de historia que abrió sus labios cuando se enderezó y se encontró con aquel hombre de cabellos caobas mirando sus lentes mientras jugaba con ellos entre sus expertos dedos.

—El señor Payne mencionó que usted puede llevarme al aula de literatura ya que le surgió un inconveniente con un joven hace unos segundos—le dijo, levantando sus fanales esmeraldas mientras extendía los lentes hacia su rostro cincelado, acomodándolos sobre sus ojos anonadados que siguieron cuidadosamente sus acciones atrevidas hacia su espacio personal—. Debe tener más cuidado con sus cosas, señor Tomlinson.

—Lo tendré—murmuro avergonzado, apretando entre sus dedos aquellos dos libros sobre su pecho, mirando hacia aquel hombre que ahora poseía un rostro serio, tan opuesta a la anterior sonrisa que le regaló cuando se encontraban con el director Liam Payne.

—¿Puede llevarme?—volvió a preguntar, acomodando sus cabellos rizados hacia un lado. Fijando su descarada mirada sobre su rostro sonrosado.

—Si, por supuesto.

El nervioso profesor lo guió hacia el aula que le correspondía al nuevo hombre, que por azares del destino se encontraría en frente del suyo, más sus delgados labios retraídos se negaban a comentarlo, a pesar de que sus instintos indecorosos anhelaban volver escuchar aquella sinfonía de violines melodiosos tocada por las ninfas codiciosas.

A medida que seguían caminando por los largos pasillos el silencio prevalecía entre ambos hombres; incómodo, pero aún así los imprudentes fanales celestes observaban con sigilo el perfil del hombre más alto, deleitándose con aquella segadora hermosura retocado por las manos de la diosa Alfrodita que no tuvo compasión al crear aquel dios del Olimpo nacido para ser venerado por los simples mortales como él, que amenazaba por terminar de desterrarlo al inframundo al lado del cruel Hades que esperaba por su desviada presencia por aquellos peligros pensamientos.

Miro esos exquisitos labios que poseía aquel dios, escuchando a su desorbitado corazón latir con más veracidad sobre su pecho cubierto por un elegante traje oscuro. Entre sus oscuros deseos, se imaginaba tocando con las gemas de sus castos dedos esos labios lujurios como el néctar de la fruta más dulce, hipnotizándolo hasta embriagarse y caer de rodillas sin voluntad. Eran sus carnosos labios que no paraban de hacerlo pecar con su insolente imaginación; una imaginación en donde siempre estaba deseoso de probar mas y mas. Con todos esos pecados que con él quería disfrutar sin importar arder en el infierno, para satisfacer aquellos deseos más ocultos de su intimidad.

A su alrededor seguía escuchando sus pasos retumbar sobre el suelo blanco, con sus zapatos lustrados deteniéndose en su destino final. Evadió sus alborotados pensamientos que lo perseguían sin compasión y miro al hombre que ahora lo observaba con una ligera y delatadora sonrisa sobre su rostro.

—Aquí será su nueva aula, Señor Styles—señaló hacia la puerta cerrada de color caoba con el número veintiocho grabado sobre la madera fina—. Si necesita algo más no dude en decírmelo, mi aula es la veintisiete—le menciono mientras volvía a acomodar aquellos molestos anteojos que se deslizaban por su nariz por una tercera vez.

—Muchas gracias—le agradeció con esa deleitosa voz que poseía, llevando su mano cubierta de anillos sobre la puerta, abriéndola ligeramente, decidido a entrar al aula con aquellos alumnos que guardaron silencio al percatarse que la puerta fue abierta, más observó como aquella ligera sonrisa se transformaba en una más pícara, acusadora y habló en un suave susurro que solo fue escuchando por sus atentos oídos—. Espero que disfrutara la vista, profesor Tomlinson.

Entro al aula, dejando a un pasmado profesor que sintió su mundo caer en picada con aquella confesión. Inconscientemente camino hacia su aula con sus pies arrastrando sobre el piso, recibiendo los cordiales saludos de los tranquilos alumnos de ese nuevo año. Les sonrió forzosamente y se sentó en la cómoda silla negra, dejando su maletín y libros sobre la mesa con la palidez en su delicado rostro.

Era tan imprudente, tan insensato.

—¿Se encuentra bien, profesor?

—Si... estoy bien, no se preocupen.

Prosiguió con la clase de esa mañana, con voz quebradiza y dedos temblorosos, ignorando que aquel dueño de infinitas esmeraldas estaba más que gustoso de recibir aquellas miradas de su persona imprudente.


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Mayo de 1960.
"Dos meses después"

Habían transcurrido dos largos meses de aquel acontecimiento que no abandonaba su peligrosa mente, alterándose cuando miradas se posaban sobre él y sus traicioneros pensamientos llegaban a asegurar que sabían su desgraciado secreto; aquel secreto que mantenía oculto como el más preciado tesoro bajo llave, sin embargo, aquel nuevo profesor estadunidense traspasaba todas sus barreras de hierro, volviéndolo imprudente a la hora de mirarlo con fanales brillantes o cruzar palabras, así que había optado por ignorar aquella imponente presencia cuando se encontraba cerca.

Con el transcurso de las semanas observó que todos querían llamar la atención del profesor Harry Styles, sin saber cómo se originaba tal sentimiento: algunos lograban deducir que era el color verde jade de sus deslumbrantes ojos, que al obtener una sola mirada lo hacía sentir jubiloso de alegría, parecía penetrar el alma y llegar hasta el más íntimo secreto que ocultabas para ser revelado en multitudes de juzgadores en espera. O, tal vez era aquel porte tan elegante y dominante que hacia que todo el mundo a su alrededor enloquecieran por tenerlo a su lado; todos deseaban verlo, entablar una amena conversación con aquel perfecto hombre.

La hermosura de su rostro masculino y detallado, con un ligero rubor rosado en su rostro, cautivaba mucho más a las damas que iban detrás de su atención, tratando de ganarse algún gesto de afecto del profesor de literatura, pero muy pocas se ganaban una sonrisa de los labios rosados de aquel hombre que solo se dedicaba a sus clases matutinas.

Louis bebió de su café caliente, observando con ojos disimulados aquel hombre llamado Harry Styles, que se encontraba entablando una tranquila conversación con la Mtra. Margorie Dallas, una mujer de cabellos rojizos y cuerpo curvilíneo que se encontraba comprometida con un alegre hombre dueño de dos supermercados en la zona.

Observó como la mujer se despedía con una suave sonrisa entre sus labios decorados por un colorete escarlata, mientras tomaba el café frío que solía tomar durante la hora de descanso y se marchó con su bolso negro entre su hombro. Y cuando la soledad los invadió a ambos en el cuarto de descanso de los catedráticos, los nervios injustificados comenzaron a fluir por su cuerpo como la corriente de un río en picada. Sentía el escozor de la taza caliente entre sus dedos, más se negaba a compartir alguna palabra amable con aquel ángel caído del cielo que solo llegó a interferir a su mundana vida, invadiendo sus pensamientos indecorosos con aquella sublime belleza.

Bajo su mirada hacia su café humeante, escuchando como el hombre tarareaba una canción de los Rolling Stones mientras preparaba un café en la cafetera, evadiendo su presencia tímida. Mordió su labio inferior, perdiéndose en sus infinitos pensamientos como una profunda fosa del mar, suspirando con cansancio al recordar que tenía que revisar los ensayos de sus alumnos que estaban dentro de su maletín.

—Joder—un quejido de molestia se escuchó a su lado, distrayéndolo de sus pensamientos y fijando sus fanales sobre el atractivo estadounidense que tenía la taza de color azul con café derramado sobre sus largos dedos con anillos plateados.

Su cuerpo se levantó de la silla, caminando con rapidez hacia el profesor de literatura, tomando dos servilletas para limpiar los dedos enrojecidos por la temperatura del café. Los limpio despacio —más de lo que debería—, acariciando con descuido el dorso de la mano del dios griego, sintiendo la tersa piel que poseía y que envió estragos a su cuerpo. Una mano fuerte se posó sobre la suya, deteniendo sus movimientos. Aquella mano delicada como un lienzo de seda de exquisita piel blanca como la nieve lo hizo flaquear; se embriagó de las caricias silenciosas, del sabor de la ambrosía, tan dulce como la miel de un árbol. Sintió el calor recorrer sus venas con parsimonia cuando el pulgar tibio del adonis se posó sobre sus dedos fríos, comenzado a acariciarlos como el más delicado instrumento musical.

—Gracias—le susurró, posando su mano libre sobre su espalda baja, dejando el café sobre la mesa, deshaciendo el toque efímero de sus manos.

—No... no se preocupe—tartamudo, dando un paso hacia atrás, con sus mejillas comenzando a tomar un color rojizo como las manzanas cuando sintió aquella mano atrevida en su espalda. Trago saliva y miro hacia el suelo, cohibido por esa mirada que ocultaba un bosque infinito.

—Algo me intriga...—le murmuro mientras lo iba acorralando sobre la mesa de madera, colocando ambas manos sobre la mesa, con sus rostros tan cerca que el ojiazul podía sentir la colonia varonil que el profesor de literatura usaba esa mañana—, en estos dos meses me he percatado de que me huye, profesor Tomlinson, puedo saber el por qué.

Se quedo mudo, con las mejillas encendías como un fósforo en la oscuridad, sintiéndose incapaz para responder aquella incógnita que el hombre tenía. Observo aquellos placenteros labios carnosos inconscientemente, comenzando a jugar nerviosamente con su corbata gris, lamiendo sus labios resecos por no sucumbir ante aquella sed de probar esos jugosos labios rosados. Una caricia inesperada sobre su pómulo izquierdo le hizo que su respiración comenzara alterarse.

Estaban frente a frente, después de tanto pensarlo se turba la mente del ojiazul. La ansiedad lo sofoca sin piedad, incitándolo a acercarse cada vez estamos más a aquellos labios que provocaban que su boca se hiciera agua.
Sus ojos celestes se cerraron cuando toco el cielo con los labios y de la fuente de esa boca sacio esta sed de amarlo como en sus sueños más clandestinos.

La mano de Harry Styles lo sujeto de la cintura con firmeza, pegándolo aun más a su cuerpo sin resistencia. Sus labios comenzando una deleitosa danza prohibida en medio del pecado, aumentando la desesperación del ojiazul que atrajo al hombre con un mano sobre su nuca, acariciando con sus dedos temerosos los cabellos sedosos del ojiverde, deseando más de esos labios hechizantes que lo devoraban con deseo oculto. El sabor de sus ardientes labios escarlatas sobre los suyos le provocaron un incendio en su vientre, que lo hizo jadear suavemente cuando su labio inferior fue mordido.

—La timidez es un gran pecado contra el amor—el dios se alejó de sus labios ansiosos, abandonándolo entre las penumbras de su mente acelerada por el pecado que cometieron en medio de aquellas cuatro paredes. Apretó sus labios temblorosos y alejó al pecado que sonreía con complicidad, mientras aquellas manos astutas le tomaron la barbilla, imponiéndose con aquellos fanales feroces cuando beso de manera rápida sus labios acaramelados, empujándolo con suavidad cuando tomó la taza de café y se retiraba del aula de descanso con un guiño coqueto—. Nos vemos luego, profesor.

Y cuando aquel dios salió de la habitación, se permitió respirar adecuadamente, llevando su mano cálida hacia su descontrolado corazón.

Lo haría perder la poca cordura que prevalecía en su mente.


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Julio de 1960.
"Dos meses después"

Trataba de respirar correctamente, más sus fosas nasales no podían inhalar el oxígeno del aula. Jadeo por aire y soltó una suave risita de sus húmedos labios rojizos cuando unos dedos cubiertos por anillos plateados y brillantes como el diamante de una corona se posaron sobre su nuca, ejerciendo cierta presión sobre la zona para mostrar el poder que tenía sobre su cuerpo con sus tentadores manos en las cuales había caído sin remedio.

Fueron palabras desafiantes sobre su oído que lo acorralaban en medio de pasillos abundantes de alumnos; fueron roces sobre su espalda cuando aquel cuerpo lo dirigía hacia algún lugar en particular para hablar en dulces susurros sobre su rostro abochornado por la altanera cercanía de aquel profesor de literatura; fueron acaramelados besos de corazón sobre sus pómulos filosos para hacerlo desear más de aquel contacto que era castigado por Dios, más su cuerpo no podía dejar de disfrutarlo, al igual que sus sentimientos que se comportaban como adolescentes.

Pensaba en él cada vez que observaba algún color verde; pensaba en él cuando observaba algún cabello en ondas coquetas; pensaba en él cuando observaba un par de hoyuelos que no superaban en hermosura a aquellos; pensaba en él cuando cerraba sus ojos en medio de su cama vacía, recordando los susurros indecorosos y los roces de sus cuerpos.

Oh, que afortunado se convirtió su mundana vida al conocer a Harry Styles, y ahora solo deseaba caer en las profundidades del pecado.

Y solo lo haría si aquel pecado se trataba de aquel hombre de enigmáticos fanales esmeraldas.

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Septiembre de 1960.
"Dos meses después"

—Dios—jadeo bajito y con sorpresa cuando el profesor de literatura lo desprendió de su ropa interior sobre el escritorio del aula veintiocho. Sus mejillas se encontraban perleadas con un bello rubor rosa que se instaló en su avergonzado rostro como el sublime amanecer de aquella mañana. Su mirada cristalina se fijó sobre la puerta de madera que se mantenía cerrada y sin seguro, permitiendo que cualquier persona que deseara entrar en él aula lo sorprendieran en aquella situación sexual.

—No puedes hacer ruido, recuérdalo—le susurró aquel dios entre sus piernas temblorosas mientras depositaba dulces besos en sus muslos descubiertos. Totalmente abiertos para aquel hombre que lo adoraba con sonrisa cómplice y satisfecha que se fue evaporando cuando su peligrosa boca se dirigió hacia su excitación por primera vez.

Un escalofrío le pasó por todo el cuerpo cuando sintió la cavidad bucal rodear su miembro como un depredador hambriento. Se quejó en un murmullo y con sus dedos necesitados se dirigieron a los sedosos cabellos castaños que se enredaron en sus dedos como telarañas que impedían que los separara. Apretó su agarre en el escritorio con su otra mano libre y meció sus caderas ligeramente, a un ritmo más hambriento y pasional por tener esos labios creados por los dioses, dignos labios húmedos que fueron creador para provocar caos en aquel tiempo.

Sus lentes negros fueron deslizándose sobre su respingado nariz, mientras que de sus labios mordisqueados soltaban suaves gemidos que se amortiguaban cuando observaba la puerta. El ruido obsceno que provocaba la boca del rizado le hicieron sentir escalofríos por su cuerpo, mientras que esas manos acariciaban sus muslos, explorando su cuerpo por primera vez.

El delirio se hizo presente sobre su cuerpo, más aquella adrenalina al saber que cualquier persona podía atravesar la puerta lo hacía mecer la cabeza del rizado con más velocidad, sintiendo aquella lengua traviesa saborearlo con cuidado.

Se sentía tan bien sentirlo por primera vez al lado de aquel hombre que lo hizo subyugarse ante el pecado que siempre deseo cometer.

Mordió su labio para no gemir, más no pudo evitarlo cuando el rizado hizo algo particularmente con aquellas expertas manos sobre su cuerpo que le hizo cerrar sus fanales brillantes y levantar ligeramente sus muslos temblorosos de la superficie de madera del frío escritorio del profesor de historia que lo había persuadido con suaves besos sobre sus labios y hoyuelos coquetos.

—¡Ah!—gimió con fuerza cuando Harry apretó su miembro y comenzó a mover su mano al ritmo de sus labios que se mecían como un barco en el mar abundante.

—No hagas ruido—dijo el rizado con dificultad—, se callado.

Louis apretó sus delgados labios y se tensó por completo cuando la puerta del aula de Harry fue tocada tres veces. Su querido profesor no dejó de devorarlo aún aunque el lloriqueo al sentir aquel calor ardiente en su vientre que se esparcía sobre su débil cuerpo desnudó. Y ahora solo el silencio invadía el aula, acompañado por el sonido de los labios de su dios entre sus piernas cubiertas de fuego. Abrió sus fanales y trató de separar los labios, pero la mano fuerte del rizado que lo estaba masturbando se instaló en su pecho, impidiendo que se moviera de su lugar y dejarlo continuar con aquel acto satisfactorio para ambos.

Se quejó en un susurro pausado y cubrió su boca con manos temblorosas, aferrando sus ojos cubiertos por abundantes pensarlas castañas cuando llegó al tan esperado placer que el ojiverde deseó otorgarle con sus benditos labios. Lo sintió saborearlo con lentitud, aunque los llamados seguían sobre la puerta que no había sido abierta por aquella persona que mantenía modales.

Tomó abundante oxígeno y aquella boca se separó de su excitación, dejándolo abandonado en medio del placer que su cuerpo mantenía. Sintió aquel cuerpo levantarse de la silla de madera como una pantera peligrosa, acercándose clandestinamente a su oído, murmurando palabras que lo hicieron aferrarse a los hombros cubiertos por un traje negro.

—Eres mi perdición, preciosa flor de primavera.

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⚜️ Hola, regresé de nuevo con este libro de one shots y espero lo disfruten.
⚜️ Si hay alguna falta de ortografía no duden en mencionarlo.

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