ANOREXIC ||L.T|| (PAUSADA TEM...

By BrokeMirror

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❝... Todas tenemos el estereotipo de chica perfecta, pero cuidado, tu camino a la perfección podría pasarte l... More

CAPÍTULO ✖ 1
CAPÍTULO ✖ 2
CAPÍTULO ✖ 3
CAPÍTULO ✖4
CAPÍTULO ✖ 5
CAPÍTULO ✖ 6
CAPÍTULO ✖ 7
CAPÍTULO ✖ 8
CAPÍTULO ✖ 9
CAPÍTULO ✖ 10
CAPÍTULO ✖ 11
CAPÍTULO ✖12
CAPÍTULO ✖ 13
CAPÍTULO✖15

CAPÍTULO ✖ 14

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By BrokeMirror

El trayecto desde el hospital hasta la casa del chico transcurrió con el pasar de entre veinte y treinta minutos.

El silencio nos abundó por completo en aquel lugar hasta que después de un rato ya no pude soportar ver un minuto más  como Louis cambiaba frenéticamente de estación de radio, escuchando con detención cada uno de los noticieros que en ellas se transmitían. Esperando que nosotros no fueramos parte de ninguno.

Fue tanta su insistencia por presionar ese maldito botón en la radio que hasta logró sublevar mis nervios.

Tomé su mano y la dirigí de vuelta al volante con intranquilidad, luego cambié de estación hasta dar con una en la que sonaba la canción ' Man in the box ' de una de mis bandas favoritas.

Recosté mi rostro sobre la cabecera del asiento con rapidéz y comenzé a tararear la letra de la canción inconcientemente producto de la inquietud.

Louis pareció comprender el ataque de nervios que estaba ocurriéndome y a partir de ese momento dejó de presionar el botón, continuando su conducción con serenidad, o al menos eso fue lo que intentó transmitirme.

Permanecí calmada y sin problemas durante la mayor parte del  recorrido. No así cuando estuvimos por llegar a destino y leí un pequeño cartel de color negro y letras blancas que indicaba la entrada a "Bijlmermeer", o como casi toda la gente le llama "El Bijlmer".

El Bijlmer es uno de los barrios con peor reputación en Amsterdam debido a que posee una de las tasas más altas de delincuencia en la ciudad. La mayoría de las personas que allí residen corresponden a familias de menores ingresos, traficantes, o simples individuos que no pudieron escoger un lugar mejor.

Pero eso no era lo que me perturvaba específicamente. Lo que me asustaba en realidad eran los robos y pleitos que se podrían producir en mi presencia. Lo que pudiese pasarme estando allí.

Nos adentramos en el barrio y yo solo me dediqué a apreciar las gigantescas construcciones que se presentaban reluciéntes frente a mis ojos: grandes edificios grises, calipsos y algunas casas de las que no me podría quejar, edificaciones que según me habían explicado, fueron creadas con el motivo de captar la atención de la clase media, al igual que la mayor parte de las obras que se construyen al ser éste volumen de personas (la clase media) más de la mitad del total de habitantes en Holanda.

El problema aquí fue que la zona no llamó la atención de la manera esperada, y ahí fue cuando el lugar comenzó a albergar personas de bajo rango social, llegaron algunas con trabajos ilegales y aumentó la delincuencia.

Cuando por fin llegamos, y después de  bajar del auto por mi cuenta sin haberle dado la oportunidad al chico de abrir la puerta con la simple excusa de que no me gusta ser tratada como una puta princesa. Me encontré con una casa color amarillo crema y tejas cafés que parecía no haber sido repintada hace ya décadas.

Una pequeña caja de acero perfectamente reforzada en los extremos con una cadena de alguna otra especie de metal y sostenida por un grueso tablón de madera pintado negro resaltaba  la humilde y sencilla vista de la casa e indicaba que aquella curiosa caja podía pertenecer a su importante y delicada correspondencia.

- ¿Qué mierda estás haciendo? -pregunté de inmediato cuando Louis tapó mis ojos con sus manos antes de que pudiera entrar a la casa. Adentrándome en ella y conduciéndome entre habitaciones sin que yo pudiese ver nada- ¿Es ésta es una maldita sorpresa? Quizás no lo sepas, pero odio las sorpresas. Así que quita tus manos de mi cara ahora mismo. -alegué mientras el chico por su lado hacía caso omiso a mis palabras.

- ¿Es que no puedes cerrar la boca un minuto? Hay mejores momentos para hacerlo. -pronunció en tono molesto y callé- Y porfavor no te emociones. Esto no es una sorpresa ni nada parecido cariño, tú solo camina. -ordenó entre protestas y algunos tropiesos torpes de mi parte.

¿Por qué tenía que cambiar tan rápidamente de actitud? Se me hacía confuso comprenderlo todo el tiempo, saber si estaba feliz o triste, si estaba enojado o simplemente era así su actitud. De todas formas no podía hacer nada al respecto.

Sentí el cerrar de una puerta e instantáneamente el chico quitó sus manos de mis ojos. Dejándome ver la amplia  habitación en la que nos encontrábamos.

Una sola ventana con las cortinas totalmente cerradas. Paredes altas cuyo color no pude distinguir debido a la oscuridad que existía en el lugar. Dos puertas. Una para salir de la habitación, la cuál había sido cerrada por Louis hace algunos momentos, y otra que se encontraba abierta, y daba paso a un pequeño baño personal.

- ¡¿Por qué me has traído hasta tu habitación?! ¡Eres un maldito pervertido! -exclamé hecha una furia sin  dejarlo siquiera gesticular una palabra.

- Hey tranquila... No pienso violarte-me calmó, mientras dejaba sus manos reposar sobre mis hombros-  Mas bien, no voy a violarte. -añadió destacando el "voy", y cuando me dí cuenta de qué quería decir con su sucia añadición preferí cerrar la boca y no causar más problemas, después de todo, me había hecho un gigantesco favor al sacarme de ese miserable hospital...

- ...Es solo que... -continuó- ¿Podrías quedarte aquí un minuto? -dijo indicando con su dedo índice- Solo uno porfavor. -me pidió mientras abría la puerta de la habitación para salir, impidiéndome observar más allá de su figura.

- ¿Cual es tu problema? -me quejé con disgusto- ¿Qué es lo que no debo ver? -insistí quitándo su pesado cuerpo-almenos para mí-de aquella puerta, pudiéndo ver qué era lo que me ocultaba.

- Vamos, no es necesario... -me sugirió en un susurro cuando cayó en la cuenta de que ya no había nada que esconder.

La sala principal de la casa estaba hecha un completo desastre. Comida y ropa desparramadas sobre las sillas y sofás. Un platillo blanco con restos de frituras y una caja de pizza reposaban sobre una mesa cuadrada en el rincón de la sala.

"¿Esto es una broma, no?" le cuestioné para mis adentros junto con una corta risa. Pero ya era demasiado tarde para pedir disculpas por lo grosero que sonó cuando me dí cuenta de que lo había pensado en voz alta.

Él condujo su mano derecha lentamente hasta sus labios esbozándo una pequeña y atractiva sonrisa avergonzada hacia el suelo,  no respondió durante largos segundos.

- ¿Quieres, que te ayude a ordenar todo esto? -le ofrecí algo dudosa, rompiendo el hielo que había creado de una vez.

- Si eso es lo que quieres... Anda, no insistas más. -contestó, sentándose en un sillón de cuero desgastado que se encontraba a su derecha.

- Eres un maldito... Idiota... Bipolar... -susurré mientras me dirigía a recoger un par de prendas tiradas en el suelo, procurando que el sonido de mis palabras no llegaran hasta su sistema auditivo.

- Vamos, era solo una broma... -rió el muchacho levantándose de su posición en el sofá y caminando en mi dirección.

- Pues que broma más chistosa.- dije sonriéndole cínicamente- ¿Se supone que debo reírme ahora? -pregunté con sarcasmo una vez que el chico se encontró cara a cara  frente a mí.

- No... -susurró en un tono grave y amenazante- Debes besarme. -contestó finalmente, alzando bruscamente uno de sus brazos hasta la pared por sobre mis hombros con un aire demandante.

Parecía una orden, una maldita orden que luego de analizar por un segundo no dudé un momento en realizar.

Conduje mi mano izquierda hasta su cabello y jalé de él con prisa hasta mi rostro eliminando totalmente la distancia entre nuestros cuerpos.

Louis respondió de forma rápida tomándome entre sus labios.

Repentinamente tomó de mi cintura y me condujo un paso hacia atrás  hasta mantener un fuerte contacto con la pared del salón, presionando mi cuerpo levemente contra ésta y haciéndome soltar un corto gemido que al haber intentado evitar soltar juntando mis labios, salió como un quejido ahogado desde adentro de mi boca.

Sentí su lengua rozar mis labios, siendo esto suficiente para que le diera paso, abrí lenta y perezosamente mis labios.

Y como mi vida no era un cuento de hadas y yo, naturalmente, no era la protagonista de aquellas estúpidas narraciones, el momento perfecto fue interrumpido por un torpe movimiento  de mi parte.

Habían pasado ya un par de segundos jugando débilmente con nuestras lenguas y sus gruesos, y dulces pero ya profesionales labios, cuando tomé la torpe decisión de trasladar una de mis manos hasta su tibia y perfectamente trabajada espalda. Quería poder sentirlo, tenerlo cada vez más cerca de mí.

Pero cuando estiré mi brazo derecho, que se encontraba tras mi espalda ocultándose apoyado en la pared, por un pequeño movimiento en falso y sin la más mínima intención, derramé un vaso de vidrio que contenía gaseosa sobre la alfombra y parte de nuestras vestimentas.

El estruendoso sonar del  vaso chocar contra el suelo y quebrarse en decenas de pedazos que caían sobre distintas baldosas, me hizo separarme precipitadamente de la anatomía de aquel muchacho. Quién también se alarmó alejándose unos pasos hacia atrás.

Sentí como me iba convirtiéndo en un puto tomate, no pude mirarlo a los ojos, estaba por completo avergonzada, mis manos temblaban y sudaban incesantemente, no podía controlarlo.

- Lo... siento... -me excusé con la vista pegada en el suelo- Lo limpiaré enseguida. -concluí agachándome fugázmente para tomar los trozos de vidrio repartidos por el suelo con mucho cuidado. Una vez recogidos todos, me levanté y caminé con suma rápidez hacia la cocina.

Perfecto.

No había un bote de basura por ninguna parte.

 ¿Qué haría ahora? ¿Volver con el chico y pedirle ayuda después de lo ocurrido...?

Simplemente mierda.

Por alguna extraña razón mi suerte se estaba viendo constantemente destrozada en los últimos meses.

Avancé a paso rápido en dirección a la salida de la cocina con la vista baja en busca de alguna caja o bote para depositar los trozos de vidrio, hasta que me sentí chocar con un cuerpo que se encontraba frente a mí.

Desvié la vista momentáneamente del piso para encontrarme con los intensos ojos azul agua del chico con el que desde ahora conviviría.

- ¿En dónde está el bote de basura? -pregunté fingiéndo naturalidad aunque aún podía sentir leves temblores en mi cuerpo con cada movimiento que hacía.

- Al fondo del pasillo. -respondió tranquilamente indicándo con su dedo hacia un pasillo que se extendía por uno de los costados de la cocina, su rostro permanecía sin expresión.

¿Qué diablos le ocurría ahora?

- Déjame llevarlos. -pronunció tomando los vidrios quebrados de mis manos antes de que pudiera llevarlos yo mísma- Puedes cortarte. -dijo finalmente, perdiéndose de mi vista una vez que entró en el ya dicho pasillo.

Caminé de vuelta a la sala principal para continuar con la labor que tenía en mente antes de que mi trabajo se viera irrumpido por Louis.

Recogí  un par de poleras del suelo y las deposité en un canasto que parecía ser el lugar en donde se dejaba la ropa sucia.

Fuí por algo de papel a la cocina y limpié todo el desastre que había producido.

Una vez que deje toda el área del suelo algo más decente me dirigí a limpiar las mesas, parecía una verdadera empleada de hogar. Durante todo ese tiempo no vi al chico por ningún lado, tampoco me interesé en buscarlo.

Cuando abrí la caja de pizza para ver si quedaban algunos restos de ella un fuerte impulso y ganas de vomitar recorrieron mi estómago, haciéndo presión en él y llevandolo todo hasta mi garganta.

"No debí olfatear esa mierda", pensaba con arrepentimiento mientras me dirigía velozmente hacia un baño.

Cerré de casi un portazo la puerta y le puse cerradura , quité mis manos de mi boca ya que  instintívamente las había llevado a ese lugar cuando sentí las náuseas y creo que está de más decir con detalles lo que ocurrió posteriormente.

Una vez que terminé, la poca tranquilidad que me quedaba se me fué despojada al sentir los gritos del chico al otro lado de la puerta, el portazo que lanzé debió haberlo alarmado.

- ¿¡Estás bien!? -oí a Louis gritar mientras golpeaba incesantemente la puerta.

- ¡SÍ!!! , ¡LO ESTOY!!! ¡¿AHORA PODRÍAS DEJARME EN PAZ DE UNA VEZ, PORFAVOR?!!!

Él suspiró con un aire de frustración pero no oí sus pasos alejándose del lugar, al parecer permanecía ahí.

- Hey, lo siento ¿sí? No debí decirlo de esa manera... -me disculpé encaminandome a la puerta y apoyándo el peso de mi cuerpo sobre ella- Se que estás ahí, no te quedes callado.

- Si, si, lo que sea... -respondió pareciéndo restarle importancia- Solo dime que no estás embarazada Rachell. -finalizó volviéndo a su maldito lado bromista.

- No Louis, no lo estoy. Sé que estoy algo gorda, pero nunca pensé que para tanto, gracias de todos modos por hacérmelo saber. -concluí en un simpático tono de agradecimiento.

- Entiendes que era una broma ¿no?

- Ya sé como terminan las cosas cuando dices que algo que acabas de decir es una broma -dije recordándo nuestra escena anterior- , así que prefiero actuar como si no lo hubieras dicho, ¿está bien?

- Ambos sabemos que te gustó cariño. Así que no me pondré a discutir contigo acerca de algo obvio, y si no te importa iré a preparar algo para que cenar.

- ¿Sabes cocinar? -le pregunté confundida.

- Debes comer algo, tendré que aprender.

- ¡¿Qué?! -dije sorprendida- No porque yo esté aquí vas a tener que experimentar con la comida. Saldré enseguida, ¿sí? No hagas nada.

- ¿Qué piensas hacer Rachell?

- Solo... No hagas nada. -dije por último mientras lavaba mis dientes con mis dedos ya que no tenía cepillo y limpiaba el WC al mismo tiempo.

No tardé demasiado, de hecho lo hice tan rápido que llegué justo a tiempo para detener a Louis quien estaba a punto de encender la cocina y hacer una extraña mezcla de ingredientes que había dejado sobre un mueble junto a él.

Me parecía jodidamente tierno el  verlo ahí, intentando cocinar algo solo por mí, pero de todas maneras eso no servía para hacerme comer.

Me ha ayudado demasiado, ahora soy yo la que debe hacer algo. Creo que lo mínimo sería prepararle una cena. Si no probablemente ordenará comida chatarra o incendiará la cocina.

- Creo que ya has hecho demasiado por hoy... -dije acercándome al chico y tocando uno de sus hombros tímidamente para que se volteara-  ¿Por qué no mejor te vas a descansar y yo preparo la cena?

- ¿Qué? ¿Estás loca? Estas de invitada aquí, no podría dejarte de cocinera.

- Has hecho mucho por mí, debo agradecertelo de alguna manera Louis. -repliqué.

- ¿...Y esa manera será... ? -susurró inclinándose levemente hacia mí y dejando sus labores de cocina de lado para intentar extender sus brazos lentamente hacia mi cintura.

Lo detuve.

- Cocinandote una deliciosa cena. -respondí sonriénte mientras tomaba sus hombros para poder voltear su cuerpo y guiarlo en dirección a su habitación.

Lo conduje hasta ella y lo senté en su recámara.

Estaba claro que le había agradado la idea de que yo cocináse por él. De otra forma nada le hubiese costado detener mi empuje hasta su habitación.

- Correcto. Ahora solo...  Descansa o vé televisión o has lo que se te dé la gana para pasar el rato, yo vuelvo enseguida con la comida.

Una vez dicho esto, y después de recibir un asentimiento algo confundido por parte de Louis me encaminé animosa a la cocina en busca de implementos que me fueran útiles para preparar la cena.

A decir verdad no fué mucho lo que logré reunir, solo alimentos básicos, y el hecho de que el muchacho no cocinara y se alimentara de comida chatarra por lo general se veía reflejado en ello.

Advertí una espontánea desilución para mis adentros. En realidad deseaba preparle una cena "admirable" a Louis, quería poder dejarlo boquiabierto. Pero una vez que aprecié el resultado final, la motivación se esfumó.

Un sandwich con atún, tomate, aceitunas, palta y unas cuantas espinacas que encontré en una caja sobre un empinado mueble, junto con un vaso de jugo concentrado de piña para finalizar y eso fué lo máximo que logré armar con todo lo que encontré luego de buscar y rebuscar en el freezer y los cajones de la cocina.

Deposité todo sobre una bandeja blanca de madera y caminé de vuelta a la habitación de Louis.

Golpeé seguidamente la puerta para asegurarme de no entrar en un momento poco indicado, a lo que ésta se abrió rápidamente frente a mí como respuesta.

- Oh, nunca pensé que realmente lo harías.  Muchas gracias, princesa, no tenías por qué...

- ¡¿Princesa?! -alcé la voz instintívamente apenas oí la palabra y lo seguí de una corta carcajada- ¿Acaso ese será mi nuevo apodo ahora?

- ¿Tiene algo de malo? ¿No te gusta, acaso? -dijo acomodándose sobre su alcoba mientras yo hacía lo mismo sin despegar mi vista de su rostro, no aguantaba esperar un minuto más  para ver su reacción al probar en sandwich.

Comencé a repasar mentalmente la lista de condimentos de debí utilizar: adereso, sí. Un poco de sal al concluir, también...

- Pues fíjate que no. -repliqué finalmente al recordar la pregunta por la cual el chico aún aguardaba respuesta.

- Pues fíjate que tendrás que acostumbrarte a él, princesa. -dijo en tono de burla.

No contesté y en lugar de ello permanecí quieta observándo con suma atención sus dulces labios una vez que me dí cuenta que estaba por probar mi obra maestra.

El sandwich estaba ya entre sus dientes y su boca permanecía entreabierta, un pequeño movimiento juntando sus labios bastaba para poder verle saborear el alimento.

"Hazlo de una vez" pensaba impaciente al observar que no se movía de su posición cuando percibí una mirada sobre mí y conducí mi vista hasta sus ojos, los cuales se encontraban observándome con diversión.

Sentí que me enrojecía por completo. Debía parecer una idiota literalmente babeando mientras lo observaba, sí, seguramente eso era lo que él pensaba de mí en esos instantes.

- Está delicioso, Rachell. Realmente delicioso. Y esto si que no es una broma... -pronunció haciendo desaparecer el fugáz momento incómodo que me había causado- Podría hasta besarte.

Y la incomodidad volvió, pero para mi conveniencia,  esta vez fue sin cambios de color en mi rostro.

- Podrías, pero no lo harás. -repuse tragándome la verguenza con gran agilidad.

- Al menos prueba. -me ofreció extendiéndo su mano con el sandwich hasta mi boca- Está delicioso, házlo. -repitió al verme alejar el rostro instantánente.

- No, gracias. Ya he comido. No tengo hambre la verdad. -insistí haciéndo muecas de desagrado cada vez que acercaba la comida hacia mí.

- Oh, claro que sí, ya te creo Rachell. -replicó con sarcasmo- Anda, prueba, no vengas con rodeos, es solo un trozo. -dijo repitiendo la acción anterior.

- De verdad que no, gracias.

- Oh, vamos, ¡porfavor...!

- ¡¡¡QUE NO, LOUIS!!! ¡¡¡YA BASTA!!!-exclamé con una severidad irreconocible, incluso por mí.

Él se mantuvo inmóvil y en silencio observandome algo perturvado, como esperando que dijiera o hiciera algo más, probablemente no se lo esperaba.

Me sentí fatal y enfadada conmigo misma al apreciar su propia reacción, él no tenía la culpa, solo quería ayudar...

Pero pronto el enfado se expandió causando una extraña sensación de furia con el exterior y con todo lo que éste implicara.

- ¡¿Por qué siempre tienes que arruinar las cosas?!!! ¡Yo vengo hasta aquí con la mejor de las malditas intenciones y tú siempre me jodes de una u otra manera!!! ¡¿Por qué, Louis, qué tienes en mi contra?!!!

- Lo siento. -fué lo único que respondió.

Salí apresuradamente de la habitación y al llegar a la sala común me percaté de una gran maleta gris sobre un sillón de una esquina.

Enjuagué unas cuantas lágrimas que nisiquiera sabía en que momento habían comenzado a brotar de mis ojos  y me acerqué con curiosidad hasta el sillón. Me senté en él y procurando no causar el menor ruido en mi posterior acción abrí la maleta.

Todo lo que encontré en ella fue ropa y más ropa, abrigos, toallas, cepillos, desodorante, zapatos, entre otros vestuarios.

Pero ese no era cualquier vestuario. Toda esa ropa, era mí ropa y mis cepillos y mí desodorante... ¿Quién los habría traído, y cuándo? Eso no lo sé.

Louis si debía saberlo, obviamente él pensaba que mi estadía allí duraría un largo rato, y obviamente no iría a consultarselo. Tampoco quería decepcionarlo, habíamos peleado, o más bien, la idiota de mí había peleado. Pero no por esa razón me iría.

Tomé de la maleta una toalla, jabón, los implementos necesarios para una ducha, y un largo camison blanco que usaba como pijama.

Caminé al baño y me pregunté si al chico le molestaría que utilice su ducha y el gas de su casa para bañarme, pero llegué a la conclusión de que, de todas maneras, no impediría que me bañara.

Entré a la ducha, abrí la llave del agua y la dejé a una temperatura agradablemente tibia.

Dejé que el agua callera sobre mí, relajándome durante un poco más de un minuto y comencé a enjabonarme.

Cuando finalicé la ducha y cerré la llave de agua ya me sentía mucho mejor, había vuelto a la tranquilidad, me sentía limpia y a pesar del sueño había vuelto a la paz dentro de mí. Ya no quería golpear a nada ni a nadie.

Me sequé. Puse pijama y lavé los dientes. Una vez concluído todo tomé un sorbo de agua del mismo baño al no querer ir a la cocina a reencontrarme con el muchacho y sentirme mal nuevamente.

Salí del baño y guardé mi ropa sucia en un bolsillo desocupado de la maleta, luego me las idearía para lavarla cuando el tiempo lo dispusiera. Pero no estaba dispuesta a que Louis descubriera mis prendas interiores. Claro que no.

Saqué por último un pequeño covertor que por suerte iba incluído en la maleta, cerré cortinas, apagué interruptores y finalmente me dispuse a descansar sobre un largo y cómodo sofá de la sala común.

No sé cuándo fué que me dormí exactamente. Pero era tanto el cansancio que retenía, que debió ser a los segundos de haberme lanzado sobre aquel sillón.

A la mañana siguiente sentí algo diferente al abrir pesadamente mis párpados, quizás era la mayor comodidad que había ahora, o las sábanas bajo mi cuerpo. Era como si el lugar en donde me había dormido anoche hubiese sido cambiado o desvanecido por arte de magia. O quizás fuí yo la que cambió de lugar.

Cuando por fín me ubiqué y relacioné por completo los hechos ocurridos la tarde y noche anterior fué que pude verificar que ya no estaba en la sala principal, sino que en una habitación, y más específicamente en la de Louis, en la cama de Louis, bajo las blancas sábanas Louis.

- ¿Qué diablos hago aquí? -mencioné mirándo en todas direcciones y asegurándome de que era la única persona dentro de la habitación.

Instantáneamente una horrible sensación me inundó y me llevé las manos con desesperación a la cabeza.

- ¡Oh no, no y no!!! ¡Ese maldito bastardo no pudo hacerme algo así!!! -grité levantándome en un dos por tres de la cama sintiéndo que mi cabeza iba a explotar.

- ¡Una nota! -exclamé con intranquilidad al advertír un diminuto trozo de papel que parecía ser una carta a los pies de la alcoba con la etiqueta: Para Rachell.

Corrí hasta los pies de la cama con una rapidez increíble, y tomé aquel curioso papel.

"No te asustes. Puedes tener por seguro que no pasó nada anoche. Es solo que tienes el sueño bastante pesado y no te diste cuenta de la pena que me diste en aquel sillón para compadecerme de llevarte a mi cama anoche, obviamente dormí en sofá por tí.

Debí salir a hacer unas  cosas esta mañana pero llegaré antes de las doce.

Te ves tierna durmiendo.

Louis xx. "

No sé cómo fué que tal mensaje pudo caver en un trozo de papel tan pequeño, ni cómo fué que no pude percibir cuando me levantó del sillón anoche.

Me observé de pies a cabeza, el camisón blanco alcanzaba a cubrirme hasta el trasero. Bien hecho Rachell, por no tener un jodido pijama descente.

Entré al baño después de ir por mi cepillo de dientes y me dirigí rápidamente al lavabo para lavar mis dientes, rostro y manos.

Transcurrieron almenos diéz minutos tratando de quitar el terrible hambre que sentía.

Me levanté, recosté, y presioné con fuerzas el estómago haciéndo lo posible por acabar con el dolor pero se me hizo imposible.

Cualquiera a simple vista habría imaginado que era una chica durante su periodo, pero no era así... Era simplemente yo... yo y mi puta e infeliz vida.

No pude controlar más el dolor y pensé que ya era tiempo de comer un poco.

Me levanté con pocas fuerzas de la cama, estremeciéndome y perdiendo el equilibrio al haberlo hecho tan rápido.

Una vez que me sentí recuperada y algo más estabilizada seguí mi camino hasta la cocina.

Busqué dentro de una bolsa un poco de pan o cereal, el olor de estos se impregno espléndidamente sobre todos mis sentidos, el crujir del pequeño pedazo de pan que partí me impacientó aún más y sin aguantar lo conduje hasta mi boca como si no hubiese comido hace ya siglos.

Ésta vez lo ingerí menos presurosamente puesto que de otro modo podría hasta llegar a vomitarlo.

Busqué con la mirada otros alimentos más livianos hasta dar con un plato de vidrio sobre un microondas el cual parecía contener maníes, almendras y creales, rogué al cielo que no fueran falsos y una vez que los alcancé comprobé que efectivamente no lo eran.

Me llevé un prematuro puñado a la boca y me aseguré de saborear todo lo que me había dispuesto a comer.

Y como si me hubiese dividido perfectamente en cada uno de los tiempos, apenas tragué el último grano de cereal en mi boca. Se escucharon dos golpes en la puerta.

Inconcientemente se vió dibujada una torpe sonrisa en mi rostro, una vez que me percaté de ella la quité de inmediato.

Me detuvé de golpe al sentir como los sonidos contra  la puerta se tornaban cada vez mas fuertes, rápidos y agresivos.

- Louis ¿Eres tú? -pregunté sintiendo los primeros rastros de temor atravesando y corriendo por mis venas.

No respondió.

Los ruidosos golpes no cesaban creando un aire de violencia, miedo y pesadez.

¿Quién podía estar al otro lado? ¿Un ladrón, un asesino, alguien haciéndome una broma de mal gusto, quizás...? No pude evadir el imaginar cuantas cosas pudieron haber sido al recordar la gran peligrosidad del lugar en el cual me encontraba.

Pero...¿Debería averiguarlo? No lo sé, estaba inundada por el pánico y mis manos temblaban y sudaban sin parar, creía que me desmayaría en cualquier momento ya que siempre que presentaba esos síntomas significaba que perdería la conciencia. Quizás en ese momento exacto abría sido lo mejor perderla antes que nada.

Hasta que el desconocido se dignó a hablar.

- ¡Abre la puerta maldita sea!!!, ¡abrela de una vez si no quieres que muera!!! -finalizó para rematar una gruesa voz masculina.

- ¡¿Qué?! -grité alterada a más no poder.

¡¿Morir quién, joder, quién va a morir?!!!

Y fué ahí cuando me armé de valor y pense que era el momento de averiguarlo.

Estuve a punto de quitar la llave al cerrojo de la puerta cuando escuché un fuerte gemido de dolor al otro lado de ésta.

Esa voz, esa voz tan especial que reconocí en menos de un segundo...

Quería gritar o caer desmayada instantáneamente, quería que fuese una maldita pesadilla pero lamentablemente no lo era.

Y el chico que había oído quejarce de esa manera había sido Louis, sin duda.

Corrí a la cocina y con un valor que imaginé jamás tener tomé un cuchillo de metal gigantesco que al solo mirarlo me produjo un temor absoluto.

Lo apreté fuertemente y escondí con mi brazo tras mi espalda.

Volví a la sala de estar con los nervios de punta, podía sentir los golpes y empujones contra la puerta sin detenerse, estremeciéndo todo a su paso.

Un quejido de sufrimiento por parte de Louis se hizo presente otra vez en todo el lugar y ya no pude aguantar escucharlo así una vez más cuando casi había acabado de girar la llave en el cerrojo y abierto con temor la puerta.

Y para mi sorpresa y mayor miedo, mis ojos se abrieron como platos al ver aterrizar en el suelo, frente a mis pies el cuerpo de un chico cubierto de sangre el cual al intentar evitar la caída se aferró a mí haciéndome caer de rodillas junto a él.

Y me convertí en una verdadera presa del pánico en ese preciso instante.

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