Mine

By hopelanzani

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Un trato. Eso era todo lo que se suponía que era. Un acuerdo entre dos personas. Sólo eso. More

Sinopsis "Always Mine"
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Sinopsis "Never Mine"
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26

Capítulo 14

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By hopelanzani

Perdón por la demora, ¡disfruten! x

Siento sus besos por toda mi cara hasta que bajan a mi cuello. Inspiro profundamente y su aroma me envuelve. El olor fresco de menta y pino es lo único que puedo oler, y me encanta.

Abro los ojos con lentitud, no queriendo que pare, pero cuando se percata de que estoy despierta, levanta la cabeza para mirarme. —Buen día, nena —me seduce. Acaba de salir de la ducha, ya que su pelo está todo mojado, y sólo lleva puesto los pantalones, dejándome admirar su pecho desnudo.

—Buen día —murmuro somnolienta.

Tiene sus brazos uno a cada lado de mi cabeza, y baja su boca a la mía. Su lengua danza al ritmo de la mía, y sus dientes ponen lo justo de presión en mis labios para consumirme.

Se separa del beso, y me sonríe plenamente, para después dejar un rastro de besos por todo mi cuerpo. Me saca la manta, y como estoy desnuda debajo de ella, no le supone ninguna dificultad lamer mi cuerpo como un pequeño león.

Cierro los ojos para sentir más la exquisitez de sus besos, y lo siento ahora en mis pechos. Se entretiene con ellos durante un buen rato, muy calmadamente, mientras succiona uno de mis pezones en su boca con delicadez. Miro hacia abajo, y sus ojos verdes mi miran directamente. La lujuria en ellos palpable.

Arrastra sus labios por mi estómago, y suelto un suspiro, incapaz de contenerlo porque su toque me está volviendo loca.

Su risa entrecortada hace cosquillas en la suave piel de mi barriga, lo que me hace retorcerme ligeramente.

Pongo mis manos en su cabello para sentirlo debajo de la punta de mis dedos. Es una tortura exquisita. —Por favor —murmuro inocentemente, incapaz de contener los latidos provenientes de mi feminidad cuando va bajando lentamente hasta ella. Dejo caer mi cabeza encima de la almohada otra vez, apartando mis manos de su pelo, esperando ansiosa para sentirlo ahí abajo.

—¿Qué mierda es esto? —escucho que brama Peter enfadado.

Su brusquedad me sorprende, y me levanto de inmediato, preocupada por lo que sea que le haya ocurrido en los segundos que tardó de ir desde mi ombligo hasta mi intimidad.

—¿Peter? —pregunto, preocupada. Miro hacia abajo pero no veo nada fuera de lo normal.

Peter no aparta los ojos de mí, y cojo la manta para intentar taparme, pero él no me lo permite. —¿Qué pasa? —vuelvo a preguntar, nerviosa.

—Estás sangrando —dice, su voz tensa—. ¿Por qué mierda estás sangrando? —cierra los ojos con fuerza para abrirlos inmediatamente—. Mierda —maldice, indignado—. ¡Joder! —se grita a sí mismo—. Te hice daño.

Me mira con culpabilidad, y me siento en la cama para ver la mancha de sangre en la cama. Es bastante grande, y entro en pánico en seguida. No tiene nada que ver con la regla. Es imposible que me haya bajado, considerando que estoy embarazada. La sangre sólo puede significar una cosa, pero no quiero ni pensar en ello. No forma parte de las mil explicaciones que puede haber por ello. No es ni siquiera una posibilidad.

—Joder, ven aquí —maldice él, y quiero decirle que no es su culpa, pero no me salen las palabras. Siento cómo los brazos de Peter me rodean, y me llevan al baño. Dentro, hay una bañera gigante, y me deposita ahí con cuidado. Abre el grifo y humedece una de las toallas del lugar, para empezar a limpiarme, cómo hizo anoche—. ¿Te duele? —pregunta entre dientes. Niego con la cabeza, porque no me duele en absoluto. Me siento un poco rara, especialmente después de haber estado más de tres meses sin tener relaciones, pero no me duele—. Lo siento —dice apenado.

—No es culpa tuya —le digo, porque es verdad.

Pero él niega con la cabeza, no aceptando mis palabras. Me limpia con delicadeza, pero con rapidez, y tira la toalla, ahora con manchas rojas, al suelo. —¿Puedes pararte? —asiento, y él procede a sacarme de la bañera para dejarme en el suelo. Mis pies tiemblan un poco ante el primer contacto, pero me recompongo en seguida. —Vístete rápido. Tenemos que irnos.

—¿Dónde? —pregunto, con nerviosismo. Su actitud me preocupa más de lo que ya estoy, y eso que él no sabe que estoy embarazada. ¿Y si lo he perdido? Sacudo la cabeza ante esos pensamientos. Necesito hablar con el doctor Kozlov. Ya. Ahora mismo.

Peter me mira y rueda los ojos. —Al hospital —bufa, incrédulo.

—Estoy bien, Peter —le digo, parada en mi posición. Pero él niega con la cabeza, y se apresura en ponerme la ropa interior con medias, y un vestido nuevo que no había visto antes, de un color turquesa claro.

Me da un repaso de arriba abajo una vez estoy vestida, y me agarra la mano. Nuestras cosas se quedan dentro de la habitación antes de que siquiera tenga tiempo a cogerlas, y entramos al ascensor a las apuradas.

—¿Tienes sanidad pública? —me pregunta, mientras pulsa el botón del vestíbulo del hotel.

—No —niego con la cabeza—. O sea, debo tener el número en alguna parte, pero no lo sé realmente —intento soltarme de su agarre, pero me resulta imposible—. Pero no quiero ir a ningún hospital, Peter, prefiero que me vea el doctor Kozlov. Él está al tanto de mi historial, y mi situación —tengo que cuidar las palabras que digo a su alrededor, no queriendo desvelar nada, pero a la vez queriendo gritar a los cuatros vientos que estoy embarazada. De él.

Pero debo esperar.

Tengo que hacerlo.

Nada es seguro. No puedo comunicarle una noticia que le va a revolucionar su vida patas para arriba sin saber si va a poder sobrevivir mi hijo. Tengo que afrontar esto sola. Es la única forma. Pero otra parte de mí se siente extremadamente culpable ante mi decisión.

—¿Qué no me estás diciendo, Lali? —me fulmina Peter con la mirada. Intento soltarme nuevamente, y esta vez él no opone resistencia alguna.

Salimos al exterior, y el aire, algo gélido, me golpea la cara.

—Nada —miento, pero no suena en absoluto convincente.

—Lali, mierda, necesito saber que coño te pasa para poder ayudarte. ¿Acaso te hicieron algo los Gallico? —le cuesta pronunciar las palabras, pero las suelta al fin. Su mirada me mira intensamente, y aunque intente avanzar, sus brazos rodean mi cintura, deteniéndome en el acto.

—No me hicieron nada.

Peter suelta una carcajada sin sinceridad. —¿Por qué me mientes? —escupe—. No es normal sangrar porque sí, Lali. Me cago en la puta.

Me separo de él de un salto, y me cruzo de brazos encarándolo. —No me grites —le digo, enfadada.

—Entonces no me mientas —es su respuesta.

—Te voy a llevar a un hospital ahora mismo te guste o no.

—No me vas a decir qué voy a hacer —lo fulmino con la mirada, no dando el brazo a torcer.

—Joder, Lali. ¿Por qué eres tan terca? —tiene el nervio a preguntarme—. Te sometieron a Dios sabe qué. Kozlov no me dice una puta mierda. Ahora estás sangrando. No sé que coño está mal contigo, pero necesito que alguien me confirme que estás bien. ¿Es eso tanto pedir?

Sus palabras me afectan de sobremanera, y soy incapaz de contener una sonrisa que aparece en mis labios. —¿Estás preocupado? —pregunto, intentando contener mi risita.

—No le encuentro la gracia a todo esto —dice, sinceramente.

—Peter, estoy bien. Sólo necesito que Kozlov me haga algunas revisiones y ya está. Me dijo que era común que sangrara después de la operación —miento, para intentar aliviarlo.

—¿Operación? ¿Qué operación? —Mierda. La sonrisa desaparece de mi cara en un santiamén ante mi error. Mierda. Mierda. Mierda. —¡Joder, Lali! Eso es exactamente a lo que me refiero. Te operaron, ¿y ni siquiera puedes decírmelo? ¿Por qué mierda me ocultarías algo así? —no sé qué decir, así que cierro la boca y no digo nada.

—Lo digo en serio, te voy a llevar hasta un hospital y ahí me van a decir la mierda que está pasando. Te guste a ti o no. Fin de la historia —escupe las palabras, mientras apresura su paso por los campos hasta llegar al coche mal aparcado en el estacionamiento de arena.

Se detiene frente a el y abre la puerta del lado del pasajero, esperando a que yo entre, pero me quedo firme parada en mi lugar. —¿Qué vas a forzarme a ir? —pregunto, enfadada. No por él. Sino por la situación que estoy viviendo. Necesito ir al doctor Kozlov ya, y él haciendo todo esto solo pierde más el tiempo.

—¿Por qué eres tan cabezota? —me mira expectante—. Hablo en serio, Lali, métete en el coche —me cruzo de brazos otra vez, nerviosa, mientras jugueteo con mi chaqueta—. O te metes tú, o lo hago yo, tú eliges.

Frunzo el ceño ante su demanda, pero entro en el coche de mala gana sabiendo que va a cumplir su palabra.

Sube él dos segundos después, pero no me giro para mirarlo. Mi mirada se enfoca en los prados y acantilados del lugar, y cuando arranca el coche y empezamos a subir la enorme calle, contemplo las diferentes casas.

En medio del viaje, su mano se pone en mi muslo, pero la aparto de un golpe. Y sé que quizás no debería pagarlo con él, pero él es el que está aquí ahora, y estoy muerta de miedo.

—Increíble —siento como resopla en un bufido a mi lado, pero sigo sin girarme.

Doblamos una esquina, y Peter detiene el coche bruscamente delante de un enorme edificio de la época victoriana.

No lo maldigo por haber frenado tan de repente, simplemente me quedo callada y quieta.

Oigo como Peter sale del coche, y de repente lo veo delante de mí. Abre la puerta, y me desabrocha el cinturón sin dificultad. —Puedo hacerlo sola —le espeto, mientras me levanto por mi cuenta, rechazando la mano que tiene tendida para mí.

—¿Qué mierda te pasa? —gruñe Peter.

Y la verdad es que no lo sé. Sólo sé que necesito cuanto antes ir con el doctor Kozlov, y asegurarme de que mi, nuestro, hijo, está bien. —Nada —le resto importancia—. ¿Qué es este lugar? —digo con algo de amargura.

Peter no me contesta, pero entrelaza su mano con la mía, y me guía dentro del edificio. En el momento que entramos sé dónde estamos: en un hospital.

Intento salirme de su agarre, pero él es un hombre en una misión, y no me suelta, y se dirige hacia un cuarto al final del pasillo, prácticamente arrastrándome en el proceso.

—Te dije que no quería venir —le digo, intentando sonar convincente, pero él hace oídos sordos.

Abre la puerta sin golpear, y entramos en un cuarto de un azul tan claro que parece blanco prácticamente, aunque tenga algunos toques aquí y allá que le dan ese color especial.

—Buenos días, Peter —una mujer extremadamente atractiva nos da la bienvenida. Su pelo castaño está recogido en una coleta en la cima de su cabeza, y sus ojos verdes escondidos detrás de unas gafas de color rojo, son grandes y ovalados. No puede tener más de veinticinco años seguro. Y no se me pasa desapercibido que está en términos del primer nombre, así que tiene que ser alguien conocida para Peter. Tampoco ayuda que la mujer esté inquieta en su lugar, y parece que en cualquier momento se va a abalanzar sobre mi hombre—. Ya está todo listo —dice, y nos ofrece una sonrisa encantadora.

Peter murmura algo intangible, y sólo soy capaz de devolverle la sonrisa, antes de que mis pies dejen de tocar el suelo, y Peter me lleve en brazos a alguna parte.

—Suéltame —protesto, pero no me escucha.

Segundos más tardes, me deja encima de la camilla en medio de la habitación, que, es sorprendentemente cómoda.

La mujer vuelve a aparecer de la nada, y se posiciona al lado de Peter, pero mirándome a mí. —Hola, soy... —empieza a decir, pero es interrumpida por Peter.

—No hay tiempo de presentaciones, revísala, y dime que tiene —su mal genio sale a dar la cara, pero la mujer no pierde la sonrisa de la cara.

Arquea una ceja, y fulmina a Peter con la mirada, antes de volver a dirigirse a mí. —Soy Cleo...

—Basta, Cleo —vuelve a interrumpir Peter.

Y ahora somos las dos que lo fulminamos con la mirada. ¿Cuál es su problema? Cleo obviamente piensa lo mismo que yo, pero lo dice en voz alta: —¿Cuál es tu problema?

—Sabes que no quiero que sepan quién eres.

Cleo suelta una risa, y mira a Peter con ternura. Le sonríe, y se pone de puntillas para darle un beso en la mejilla. Por fin dando paso a sus ganas anteriores. Ese acto me deja perpleja, y me enfurezco por dentro, aunque por fuera sólo pueda mirarlos a los dos boquiabierta, pero sin dejar de estar dolida. ¿Quién es esta mujer de Peter? La sensación de dolor me invade el cuerpo nuevamente. —Es bueno verte —le dice ella cariñosamente. Y suelto un bufido para mí porque esto parece un encuentro entre amantes—. Hace, al menos, un año que no te veía —su voz se va apagando mientras pronuncia las palabras.

—Eso es porque ha estado conmigo —me sorprendo incluso yo ante las palabras que salen de mi boca, pero ya no las puedo retirar. Sus cabezas se giran para mirarme, pero no retrocedo.

Cleo arquea una ceja y me mira. Su sonrisa intacta en la cara. —Es bueno saber eso —dice, y parece genuina, pero yo no me lo trago.

La miro con curiosidad, porque no tengo ni idea de quien es, ni qué significa para Peter, pero sin embargo él me ha traído aquí por una razón. —¿Quién eres? —soy incapaz de contener la pregunta.

Cleo mira a Peter, y vuelve a mirarme a mí, sus ojos resplandeciendo a la luz. —No es importante —pero es la voz de Peter la que contesta. Las dos nos cruzamos de brazos ante su declaración, obviamente queriendo una introducción apropiada. Peter suelta un suspiro exagerado, y cierra los ojos fuertemente para volver a abrirlos. —Cleo, ella es Lali. Lali, ella es Cleo. ¿Podemos por favor empezar con la revisión? La razón por la cual vinimos aquí.

Pero Cleo ignora sus últimas palabras, demasiado colgada en las primeras. —¿Así que tú eres Lali? —me mira, su sonrisa intensificándose si eso es posible, y mira a Peter, que está echando humo, impaciente, para después mirarme a mí con un brillo en su cara—. ¿La famosa Lali? —vuelve a preguntar, y me tiende la mano. Se la estrecho sin saber que más hacer—. Es un placer —dice, sorprendiéndome—. He oído tantas cosas sobre ti.

—Qué raro, porque yo no he escuchado nada sobre ti —digo, con tono aburrido, porque sé que resulta muy antipático, pero sigo sin saber quién es esta mujer, y aunque ella sea muy amistosa y amigable, por la forma tan cariñosa que tiene de tratar con Peter, no sé si me acaba de agradar.

La sonrisa decae de la cara de Cleo, y quiero retirar mis palabras de inmediato. No gustándome verla sin esa luz que nos recibió el momento en que llegamos aquí. —Oh, bueno, no me sorprende —dice, algo apenada—. Pero sé que lo hace porque le preocupo —vuelve a aparecer una pequeña sonrisa en sus labios—. ¿Verdad, Peter?

Él rueda los ojos. —Sí —confirma, y abro los ojos como platos, sin entender nada—. Ahora, podemos empezar de una maldita vez. Esto es serio, Cleo, estaba sangrando esta mañana.

La cara de Cleo se transforma en una de seria de repente. —¿Cómo sangrando? —pregunta ella, inspeccionándome de arriba abajo—. ¿Dónde?

Se acera a mí, para empezar a revisarme, pero no puedo permitir que una total desconocida para mí, que ni siquiera sé quien es, y obviamente tiene buen rollo con Peter, me ponga las manos encima, y encima descubra mi secreto. Peter bufa enfadado, y camina hasta el otro lado de la camilla, para agarrarme entre sus brazos. —Lali, por favor, necesito saber que está mal —suplica en mi oído.

Pero no doy el brazo a torcer. —Perdón, pero, necesito saber quién es —le susurro, apenada.

—Es tú enfermera.

—¿Y qué es tuyo? —salto ante su evasiva.

Cleo obviamente escuchando nuestra conversación, intercepta. —Soy su hermana. Cleo Lanzani. Somos mellizos.

Me giro para encararla, mis ojos mirándolo completamente diferente que hace apenas unos segundos, y me doy cuenta de los rasgos tan parecidos que tiene con Peter. Los dos el pelo oscuro, y grueso, aunque ella lo tenga más clarito por el tinte, la raíz sigue siendo el mismo color. Los dos tiene los ojos profundamente verdes. Y sus sonrisas son exactamente iguales.

Me entra la vergüenza de repente ante mi primera impresión sobre ella, y mi reacción ante eso. —Yo, no sabía... Hay tantas que... —balbuceo, sin saber cómo excusarme—. Pensé qué...

—Tranquila. Puede haber habido muchas, pero para él sólo existes tú —me dice dulcemente. Peter deja un beso en la cima de mi cabeza, pero no niega sus palabras, y una sensación de calor se apodera de mi cuerpo—. A mi hermano no le gusta hablar de mí porque si la gente supiera que tiene una hermana, bueno, ya sabes como funcionan ellos. Vienen a por ti sólo por ese hecho. Aunque no hayas hecho absolutamente nada al respecto —dice, en modo de explicación la razón por la cual la ha ocultado durante todo este tiempo.

—A mí me lo dirás —digo, entre dientes.

Peter me da un beso en la mejilla, antes de separarse de mí, y posicionarse al lado de su hermana. —¿Podrías, por favor, revisarla ahora?

—Por supuesto —dice Cleo, poniéndose unos guantes blancos de látex—. Lali, ¿estás lista?

Ahora viene la hora de la verdad. No puedo ocultarlo más. Sólo espero que cuando Peter se entere, no se desate todo el caos. Pero mirando el fuego arder en sus ojos, sé que va a explotar todo en el momento de la verdad.

Suspiro apartando la mirada, y niego con la cabeza. No puedo hacerlo. —¿Podrías dejarnos solas? —le pregunto a Peter en un intento de sonar dulce, aunque siento como me tiembla la voz al hablar.

Peter frunce el ceño, y me mira como si hubiera perdido la cabeza. —No —es su negativa.

—Peter...

—Lali...

—Hay algo... Hay algo q-que —tartamudeo, incapaz de formar las palabras coherentemente—. Que no te he dicho.

Peter se cruza de brazos. —No me digas —dice irónicamente.

—Ellos... —inspiro hondo, antes de poder continuar—. Ellos me hicieron algo —le digo parte de la verdad, la otra me resulta imposible en estos momentos—. Y el doctor Kozlov me hizo pruebas y está todo bien, realmente. Yo estoy bien —agarro su mano y la acaricio con la punta de mis dedos delicadamente—. Pero no estoy preparada ahora mismo para contarte qué sucedió. Y quiero contártelo yo. Que venga de mí —intento hacerle entender—. Voy a dejar que me reviste tú hermana, para que te quedes tranquilo y puedas sentir de la boca de alguien en quién confías que estoy bien. Pero, por favor, no me hagas esto —digo, temblando.

Peter me mira con propensión, pero no me empuja más allá. Se inclina en la camilla, tapándome con su gran cuerpo, y baja la cabeza para juntar sus labios con los míos. —Voy a confiar en ti, nena —susurra contra mi oído. Y asiento, incapaz de pronunciar nada más.

—Pero, si algo está mal contigo, entonces voy a ser el primero en enterarme. ¿Estamos? —asiento, y él se va. Mira una última vez hacia atrás, para después cerrar la puerta detrás de él.

Cleo me mira sonriente. —Nunca había visto a mi hermano tan enamorado. Sois tan monos —dice, entusiasmada con nuestra relación.

—G... Gracias —balbuceo, y me sonrojo a más no poder.

—Y por el color rosado en tus mejillas, deduzco que tú estás igual de ena...

La interrumpo tosiendo, pero ella capta la indirecta, ya que cierra la boca al instante, mirándome expectante. —Entonces, hablando en serio —su voz es seria de repente al hablar, y ha entrado en modo trabajo—. Peter dijo algo de sangrar... —deja ir a la ligera, para que yo continúe con la explicación.

Pero no sé cómo explicarle el por qué sin mencionar mi estado. Me quedo callada.

—Lo podemos hacer como tú quieras, Lali —dice, dulcemente—. Me puedes contar qué pasa para poder enfocarme más en ello, o puedo hacerte una revisión de todo el cuerpo si no te animas a hablar. No te juzgo. No me conoces, y sé que es un secreto grande para que ni tan solo quieras contárselo a Peter marcharse. Y confesárselo a una completa desconocida no es lo que tu preferirías. Pero, tú eliges.

—Es... —respiro un par de veces—. Yo también estoy involucrada en el mundo de tu hermano —empiezo por aquí, para poder intentarle explicar lo que sucedió, y sin que me juzgue la razón por la cual lo oculto. Razón que sigo sin tener muy clara yo. Cleo asiente, y me mira sin forzarme, dándome mi tiempo—. Me secuestraron, y me hicieron algo —trago duro—. Me sometieron a un aborto —la boca de Cleo se abre de par en par, y sé que la he dejado perpleja, no esperándose en absoluto mi confesión. Me mira tristemente, empatizando conmigo, y niego con la cabeza—. Pero no lo lograron.

—Espera —dice Cleo—. Eso quiere decir que, ¿estás embarazada? —asiento con una débil sonrisa en mi cara. Y me animo a mirarla a los ojos—. Oh, joder —suelta una risilla nerviosa, y soy incapaz de contener la carcajada que sale de mi boca ante la semejanza que tiene con Peter. Es la primera persona a qué se lo he dicho y me encuentro perfectamente. Aunque sea una situación medio forzosa, se siente bien sacarlo de mi cuerpo. Su boca se vuelve en una línea recta, y yo también paro de reírme al instante—. ¿Pero Peter no lo sabe? —y ahí viene la parte complicada—. ¿Por qué no? —me cuestiona—. Si es una maravillosa noticia. Ay, joder. ¡Voy a ser tía!

—Shhh, baja la voz —digo, intentando ocultar mi emoción.

—Lali, yo no te conozco —ella declara con naturalidad—. Pero conozco a Peter, y sé como es, y cómo puede llegar a ser. Y francamente, no sé como reaccionaría con una noticia así —dice, procurando sus palabras, intentando no juzgarme—. Pero —siempre hay un pero—. Lo que si sé es que está muy preocupado por ti, y un bebé es algo increíble, incluso para su corazón de hielo.

—No es sólo eso —digo, encontrando mi voz. Estando algo de acuerdo con ella, y sabiendo que me aterroriza su reacción el momento en qué le dé la noticia—. ¿Y si nos deja?

Acabo de confesar mi mayor temor a una completa desconocida, que para colmo es la hermana melliza de Peter. No podría haber elegido mejor momento para soltar mis inseguridades. —Entonces él no es para ti —cierro los ojos ante su frase—. Y ya sé que duele oír eso, y es lo que dicen todos, pero es la realidad. Si no quiere ser parte de tu familia, de vuestra familia, entonces no te merece. Y sabes, quiero muchísimo a mi hermano, pero si hace eso, vuelvo a repetirlo: no te merece.

—Pero tú no me conoces —digo, intentando defender de cierto modo a Peter, aunque no lo haya estado atacando.

—Exactamente mi punto. Conozco a mi hermano y como es. Pero nunca lo había visto así con alguien.

No sé qué decir ante eso, no quiero discutir ese tema ahora mismo, y menos con su hermana, por el amor de Dios. ¿En qué estaba pensando? Pero Cleo me mira sin juzgamiento en sus ojos, con comprensión.

—Igual, esa es una parte de la razón solamente... —arquea una ceja, pero no dice nada, esperando a que termine mi frase—. Ellos no lograron su objetivo, pero si me hicieron algo. El doctor que me miró, me dijo que no había nada que él pudiera hacer, simplemente tenía que descansar. Pero exageradamente. Sin moverme prácticamente. Y recuperar las energías para que el embarazo continuara su curso.

Cleo se aclara la garganta, algo nerviosa. —¿De cuantas semanas estás?

—Creo que unos tres meses.

Cleo suelta un jadeo que es incapaz de disimular, y me entra el pánico. —No es bueno que sangres —vacila a la hora de confesarlo, pero se atreve a hacerle.

—Tengo miedo —reconozco.

—Está bien —dice ella, y me sonríe dulcemente—. Voy a examinarte, y hacerte algunas pruebas, y vamos a ver que es lo que realmente sucede. Yo soy enfermera, no doctora, pero el tema de embarazos es algo que realmente me apasiona, así que quédate tranquila, estás en buenas manos.

Le sonrío ante el confort, y ella prepara sus utensilios.

—¿Tienes alguno de los síntomas? ¿Mareos? ¿Malestar? ¿Vómitos?

Le cuento todas las veces que recuerdo haber tenido algo fuera de lo normal, y ella sigue la conversación fluyente, mientras va examinándome. Me explica que no tiene el aparato para poder hacerme una radiografía así que no vamos a poder determinar realmente de cuantas semanas estoy, y también me aconseja que tenga un ginecólogo cuanto antes mejor.

—No puedo ir —le digo, después de darle vueltas, y vueltas al asunto.

—¿Por qué no? —pregunta Cleo, y siento algo en mi panza y como ella le pone una leve presión ahí.

No la miro, sino que mantengo mis ojos en el techo de arriba. —Porque creo que los Gallico piensan que han terminado con el embarazo. Me da terror pedir cita algún lado y que sean ellos esperando para intentar terminarlo nuevamente.

—Pero no es bueno no estar atendida correctamente, Lali —intenta explicarme Cleo.

Siento un frío en mi abdomen y siseo. —El doctor Kozlov me dijo que él se iba a encargar.

—Esto ya está —dice ella, amablemente, y retira sus manos. Me pongo el vestido nuevamente, y me siento recta en la camilla, y la miro esperando—. Te he hecho varias pruebas, te voy a mandar el informe con el resultado de todas ellas, y también el resultado de los análisis de sangre. Pero tu doctor tiene razón, tienes que hacer reposo absoluto. Hoy sangraste por exceso de energía y movimiento. ¿Hiciste algo que requería mucho ejercicio? —me pregunta.

Me pongo a pensar, pero termino en blanco. Niego con la cabeza. —No.

—¿Y ayer? ¿Por qué estáis los dos aquí si Peter vive en Londres? Y supongo que tú también...

—Queríamos un tiempo para nosotros —digo, intentando no sonrojarme, pero fracasando miserablemente.

Le acabo de decir prácticamente a su hermana lo que hicimos anoche. Que vergüenza. Y aunque las dos sepamos que un bebé no aparece por arte de magia, me sigue dando algo de pudor. —¿Tuvisteis relaciones sexuales ayer? —pregunta, ella inafectada por hablar del estatus sexual de su hermano, al contrario de mí que estoy mortificada.

—No sé que tiene que ver una cosa con la otra.

—Lali, reposo absoluto significa reposo absoluto —declara lo obvio—. Que quiere decir nada de ejercicio físico de ningún tipo. Relaciones sexuales incluidas. Al menos hasta que el feto ya no esté en zona de peligro.

Asiento. —¿Él está bien? —pregunto preocupada. Cleo me ofrece una sonrisa encantadora, y asiente alegremente—. ¿Entonces porque sangré?

—Justamente, por el esfuerzo físico. Y no es bueno que viajes tampoco, en absoluto. Lo que tienes que hacer es una vez de vuelta a Londres, te quedas en la cama, y solo te levantas para ir al baño. Nada más. ¿Está bien?

—¿No puedo ni caminar? —pregunto, sorprendida.

—Tienes que moverte un poco para tu salud, no es bueno tampoco estar en la misma posición durante mucho tiempo, pero sin esforzarte. Reposo absoluto.

Asiento. —Está bien.

—¡Buenísimo! —canturrea ella.

—Y sobre Peter...

—Técnicamente, no puedo revelar nada que tú no quieras, pero, lo que tampoco puedo hacer es mentir.

—No quiero que le mientas —me justifico, porque es verdad. No sería justo pedirle algo así, y menos a su hermana que se ve claramente lo mucho que lo quiere—. Pero necesito que omites algunos detalles.

—Haré lo que tú quieras, Lali, pero, ¿te puedo dar un consejo? —no espera mi respuesta y prosigue—. Siempre es mejor ir con la verdad por delante. A pesar de las consecuencias que eso pueda llevar. Y mi hermano tiene tanto derecho como tú de saber que va a ser papá.

—Hay muy pocas posibilidades de que eso ocurra —digo, encontrando mi voz al decir esas palabras, doliéndome en el proceso. Después de todo a lo que me sometieron, es un milagro que no hayan dañado ninguna parte de mi cuerpo, y el reposo es una manera de prevenir lo inevitable. Está fuera del alcance de mis manos, y lo único que podemos hacer es esperar. Y si resulta, sé que no va a ser un embarazo normal.

Cleo levanta la cabeza, para mirarme curiosamente. Su señor fruncido es lo único que puedo ver. —¿Cómo es eso?

Pienso las palabras, y las calculo con exactitud antes de responder, pero no tengo tiempo a que salga nada de mi boca, porque Peter entra por la puerta, sin golpear otra vez, y me mira de arriba abajo asegurándose de que estoy bien. —¿Suficiente tiempo? —pregunta él, y camina hasta estar a mi lado.

Miro hacia arriba, admirando todos sus rasgos, y sonrío débilmente. —Todo bien —susurro.

—¿Entonces? —se gira para encarar a su hermana.

Cleo se quita las gafas, dejándolas caer alrededor de su cuello. Cuida sus palabras a la hora de hablar, intentado no revelar ninguno de mis secretos, pero con la verdad para dejar tranquilo a su hermano, y le agradezco infinitamente por ello. —Ella no está en zona de peligro —niego con la cabeza. No, porque es tú hijo el que lo está, quiero decir, pero me quedo muda—. Pero necesita vitaminas. Está muy débil. Los Gallico —se asquea al pronunciar ese nombre, y caigo en la realización de que ella ha estado en ese mundo antes de empezar su vida aquí, o quizás siga estándolo, narra mi subconsciente—. Intentaron operarle parte del abdomen, y aunque no lograron el objetivo de la operación, si que lo dañaron un poco. No puedes jugar con algo así a la ligera sin haber efectos secundarios tras ello —intenta explicar, y Peter asiente. Su boca en una firme línea recta, no dejándome leerlo en absoluto. ¿Qué estará pensando? —Se lo dije a Lali, pero por lo visto el doctor Kozlov ya se lo había informado, y ella no siguió muy al pie de la letra sus instrucciones, así que quizás tu puedes hacer que te escuche —Peter me mira con el ceño fruncido, y me encojo de hombros—. Reposo absoluto. En serio. Está bien ahora, pero algún esfuerzo de más, y no quiero ni pensar lo que puede llegar a pasar. ¿Estamos? —se lo dice más a Peter que a mí, pero yo asiento de todos modos—. Genial entonces —sonríe orgullosa por su trabajo—. Le dije a Lali que le mandaría los resultados de los análisis, ¿los mando en el hotel?

—Si —oigo que murmura Peter, perdido en su mundo. Puedo ver como su cabeza está trabajando a mil por hora intentando descifrar que es lo que ocurre.

Pongo mi mano encima de la suya, y la acaricio sutilmente. —Estoy bien —puedo decir, y él me mira sin decir nada. Mi voz trayéndolo al mundo real.

—Muchas gracias, Cleo —le agradezco sinceramente. Tiene una actitud chispeante, y me agrada su forma de ser, ahora que sé que no tiene malas intenciones respecto a Peter.

—¿Para que estamos las cuñadas sino? —se ríe plenamente, y suelto una risilla tonta, porque, aunque no sepa exactamente que somos Peter y yo, me gustaría tenerla a ella como cuñada.

—En diez minutos tengo una visita de quince minutos, y después una de veinte, pero después de eso estoy libre el resto del día. ¿Podríamos ponernos al día? Tengo este...

—Nos vamos —me alarma el tono grave en la voz de Peter. Está serio de repente. Frío.

—Peter, creo que tú hermana tiene...

Me descarta con un gesto con la mano. —He dicho que nos vamos.

Miro a Cleo sin saber muy bien que decir, tanto ella como yo sabiendo que lo mejor es no alterarlo cuando se cierra en banda así. Veo la tristeza en los ojos de ella, y aunque entienda las razones por las cuales Peter la mantiene en secreto, también veo como Cleo lo necesita desesperadamente.

Me pongo de pie, lista para salir a defenderla. —¿Qué coño estás haciendo? —maldice en un gruñido, y en menos de un segundo, ya no toco al suelo, sino que estoy en los brazos de este ser maravilloso, y misterioso—. Reposo absoluto, Lali. Reposo —vuelve a repetir con énfasis como si no me hubiera quedado claro la primera vez.

—No estoy invalida, Peter —le discuto. Me pone de los nervios.

—Ya lo creo que lo estás —es su respuesta enfadada.

Lo fulmino con la mirada, pero no digo nada más. —Nos vamos —le informa nuevamente a Cleo—. Ya nos veremos.

Cleo se queda parada unos segundos, insegura de que decir, pero opta por lo más seguro. —Oh, vale —dice, algo apenada—. Bueno, aquí está mi número por si... —pero Peter pasa de largo ignorándola.

Agarro la tarjeta que está sosteniendo Cleo cuando paso por su lado con rapidez. —Fue un placer conocerte —le digo en un chillido, antes de que desaparezca de mi campo de visión.

Peter camina rápidamente hasta el coche, y me deja sumamente con cuidado en el asiento a su lado, para después entrar él al lado del conductor.

Me giro para mirarlo, antes de que pueda salir del aparcamiento del hospital. —Grosero —lo riño, cruzándome de brazos—. Tu hermana solo quería...

—Me parece que yo soy el que sabe que es lo mejor para mi hermana —me interrumpe, haciendo énfasis con sus palabras.

Me mira arqueando una ceja, pero no lo dejo vencer. —¿No te das cuenta de lo feliz que se puso cuando te vio? ¿Y de lo triste que estaba cuando te fuiste? —le pregunto—. Podrías intentar verla más seguido y...

—No —me interrumpe nuevamente, y mete la llave para encender el coche. Dándome cuenta de sus intenciones, pongo mi mano en las marchas, para que no pueda moverlas. Peter deja ir un suspiro exagerado—. Es lo más seguro para ella. Y no sé ni porqué te estoy dando explicaciones.

Sus palabras me llegan hasta lo más hondo de mi ser, pero hago caso omiso de ellas, no queriendo llevar mis sentimientos en medio de todo esto ahora. —Pero...

—Tú no tienes hermanos, ¿verdad? —me interrumpe nuevamente, pero ni siquiera me da tiempo a contestar—. No —responde por mí—. Así que cállate.

Suelto un bufido en sorpresa. —No me hables así —lo reprimo.

—Joder, es que me pones de los nervios —dice, fulminando mi mano en su vía de escape con la mirada. Sé que si quisiera la podría mover, pero de momento me da esa pequeña victoria—. Déjalo estar, Lali, en serio.

Pero, obviamente, hago lo contrario de lo que me pide. —¿Por qué nadie de tú familia habla de ella? —mi curiosidad sale a dar la cara—. Cuando hicisteis la cena esa vez que conocí a tú familia, ella no estaba, y ni tan solo la mencionasteis.

—Déjalo estar —repite.

—No —me planto firme—. Quiero una explicación, o... —Peter me mira sonriente ante mi vacilación—. O me voy —la sonrisa se le borra de la cara en un santiamén.

—¿Dónde te vas a ir? —pregunta directo.

—Lejos de ti —es mi respuesta. Y lo digo en serio.

Peter rueda los ojos ante mis palabras. —No seas infantil, Lali, y saca la mano de ahí.

Miro hacia abajo, donde mi mano está en las marchas, y como mis nudillos se vuelven blancos por la fuerza que estoy haciendo. Relajo un poco los dedos, pero sin mover la mano. —No hasta que me digas por qué.

—Porque la estoy protegiendo —dice sinceramente, y abro los ojos en sorpresa, creyendo que me costaría más sacarle la verdad—. Es mi hermana melliza. La única sangre que tengo. Y pude sacarla de nuestro mundo. Eso es lo que hago con las personas a las que quiero —suspira pesadamente, pero sin dejar de mirarme—. Y cuando tú estés bien, la vas a seguir.

¿Acaba de decirme muy indirectamente que me quiere? Creo, incluso, que no se ha dado cuenta de ello, pero sonrío sin poder contenerlo. —¿Y que se supone que significa eso? —pregunto, seria nuevamente.

Peter suelta un bufido. —Que cuando sepa al cien por cien como son las cosas, vas a empezar una nueva vida.

Su declaración me deja perpleja, y me echo un poco para atrás, sin soltar la palanca. —¿Qué?

—Nuestro trato era encontrar a Lucy. Lo logramos. Misión terminada —sus palabras me duelen más de lo que deberían, porque no se trata solo de nuestro pacto. Lo nuestro va mucho más allá de eso—. Ahora vas a quedarte conmigo porque no se que coño te pasa, pero una vez tenga el visto bueno de los médicos, vas a irte.

—¿Y si quiero quedarme? —pregunto con poca voz.

—Esa no es una opción.

—No puedes decidir que me quede, o deshacerte de mí, así como si nada, Peter. No es justo.

Peter me sonríe de lado. La arrogancia radiando de él. —Puedo, y lo haré por ti.

—¿Y tú?

—¿Yo qué?

—¿Tú quieres quedarte en este mundo en el que vives? —soy incapaz de no preguntarle algo que me ha estado atormentando desde que me enteré que pertenecía en el mundo de la mafia—. Puedes salir tú también, y venir conmigo.

Peter suelta una carcajada sin gracia. —Yo ya estoy enterrado en esto, nena. La única manera de salir de ello es estando muerto —dice muy seriamente, y un escalofrío recorre todo mi cuerpo.

—No digas eso —lo reprendo.

Pero a Peter no le afecta. —Es la verdad —dice como si nada—. Pero tú aún estás a tiempo, y yo voy a hacer hasta lo imposible para que puedas vivir una vida feliz.

—Nunca voy a ser feliz si tú no estás —le digo sinceramente.

Mis palabras lo sorprenden, pero no me echo hacia atrás. Hemos perdido demasiado el tiempo en el ritmo en el que vamos, y nadie sabe que va a ocurrir en el día de mañana. Me mira tan profundamente, que me pierdo en el verde intenso de sus ojos. Me sonríe, y acerca su mano a mi cara, acariciándome dulcemente. —Joder, nena —la próxima cosa que sé es que presiona suavemente sus labios contra los míos. Es tierno y dulce al principio, pero tan pronto como sus labios encuentra los míos, estoy perdida. Le devuelvo el beso con la misma pasión. Como si hubiera fuego en nuestras venas, y hambre en nuestros corazones. Mis manos se deslizan por su cabello, y suelto un gemido, mientras él mordisquea mi boca. Mis manos tienen mente propia, y la que estaba sujetando las marchas, de pronto se desliza por su camiseta, sobre su estómago tonificado, sintiendo sus músculos tensarse ahí donde los toco—. No me digas eso —me ruega.

Me separo de él lentamente. Mis manos siguiendo en contacto con su cuerpo. —Me dijiste que siempre estaríamos juntos —digo tímidamente, acordándome de ese día que hacíamos el amor y me confesó sus sentimientos, como si fuera ayer—. No me puedes dejar ahora —digo con convicción.

Peter acaricia mi mejilla dulcemente. —No te estoy dejando —susurra contra mis labios.

Pero he escuchado sus palabras perfectamente. Me aparto de él al instante, rompiendo cualquier tipo de contacto. —Si. Me estás apartando. Alejándome de ti, como lo hiciste con tu hermana.

—Sólo quiero lo que es mejor para ella —es su excusa—. Lo que es mejor para ti.

Resoplo ante su declaración. —Qué, ¿una vida sin ti?

Abre la boca, pero vuelve a cerrarla al instante, quedándose callado, y aparta la mirada sin decir nada.

Su mano se pone en las marchas, listo para empezar a conducir, y pongo mi mano encima de la suya para detener su próximo movimiento. —Peter... —susurro.

—Vamos a casa.

—Podemos empezar una vida tú y yo juntos —sonrío, y él levanta la cabeza para mirarme mejor—. Sin mafia involucrada. Solamente tú y yo —y nuestro hijo, susurra mi subconsciente, pero no pronuncio esas palabras—. Podemos ver a tú hermana también, y tus amigos son...

—¿Te pusiste a pensar que quizás a mi me gusta esta vida? —pregunta con aires de superioridad, sonriéndome al hacerlo, pero no me creo su faceta ni por un segundo.

—¿El qué? —pregunto irónicamente—. ¿La violencia? ¿La muerte?

—El poder —su afirmación me deja perpleja, y me quedo muda unos segundos, insegura de como continuar.

Me aclaro la garganta, y prosigo. —Yo no voy a poder vivir una vida así. Asustada todo el tiempo. Con miedo. No solamente por mí, sino por ti también —le digo sinceramente. Y ciertamente no quiero una vida así para nuestro hijo, vuelve a narrar mi subconsciente, esa información demasiado relevante en este momento.

Peter cambia la expresión en su cara de repente. Volviéndose frío. Calculador. Serio. Completamente la reacción opuesta que quería lograr. —Eso es exactamente lo que te estoy diciendo. Una vida lejos de aquí. Sin todo eso —su voz grave me produce un escalofrío que recorre mi cuerpo de arriba abajo. Tiemblo en mi asiento.

Ignoro lo mejor que puedo sus palabras, aunque me produzcan todo tipo de sentimientos innombrables, y sigo mi declaración anterior. —Pero tampoco voy a poder vivir una vida sin ti.

—Vas a poder.

Lo miro, observando cada uno de sus detalles, no dejando que la frialdad en su voz me venza. —No —digo convencida—. ¿Vas a poder tú? ¿Vivir sin mí? —sigo mirándolo, pero su cara no revela nada de lo que está pensando, o sintiendo. Y en el mismo instante se me ocurre una idea que sé que lo va a hacer cabrear. Demostrar cuales son sus verdaderos sentimientos, y pensamientos—. ¿Sabiendo que estoy viviendo una vida sola? ¿Con otro hombre? —suelto, y espero su reacción.

Como esperaba, eso lo hace reaccionar. La vena en su cuello está presente ahí, y su mandíbula se tensa de sobremanera. —Lali —me advierte.

Pero eso sólo me anima a continuar con mi tortura. —Casarme con otro —canturreo—. Tener hijos con otro. O varios. ¿Quién sabe? Sabes, ahora que lo dices, quizás si me gustaría esa vida nueva después de todo. Sentir que es estar con otro hom...

Está encima de mi en un santiamén. Mi espalda está contra el asiento, quedando yo tirada encima. Atrapa mis brazos con sus fuertes manos sobre mi cabeza, y siento que en cualquier momento el corazón se me va a salir por la boca. —Ni siquiera termines esa frase —me avisa nuevamente en un gruñido—. Eso nunca va a ocurrir. Jamás.

Sus ojos llenos de enfado y lujuria me dan un repaso de arriba abajo, vagando por todo mi cuerpo.

—¿No? —pregunto con maldad—. Si empiezo una vida desde cero sin ti, voy a tener que conocer otro hombre que me de lo que tú no...

La vena en su cuello parece que esté a punto de explotar. Mira hacia abajo con furia. —Lali —sabe que lo estoy haciendo a propósito, pero es la imagen que he creado en su cabeza de mi con otro que no lo deja pensar con claridad. Me mira con tanta intensidad, que apenas puedo respirar, jadeando debajo de él. Siento como mis pulmones están a punto de explotar por falta de oxígeno. Se palpa en el ambiente lo celoso que está. Lo posesivo que se siente. Y soy incapaz de contener mi sonrisa—. Nunca —susurra contra mi boca—. Sólo yo.

—Si, pero, ¿dónde estarás tú? —suelto en un hilo de voz, atormentándolo un poco más, solo para dejar en claro mi punto.

Peter mueve la cabeza para esconderla en mi cuello, e inspira profundamente. La posición es algo incómoda, pero no me movería de aquí por nada del mundo. —Lo digo en serio, Lali —murmura en mi oído, mientras planta besos a lo largo de mí cuello, mordisqueándolo en el proceso—. Nunca vas ni a tener la posibilidad de conocer a otro porque siempre voy a estar contigo —levanta su cabeza para mirarme, y para que vea que lo dice en serio. Y sonrío. Asiento impaciente, porque eso es exactamente lo que quiero.

Pero no se me pasa el malestar de que lo haya considerado por un momento. —¿Me lo prometes?

—La imagen de tu con otro hombre, no puedo ni siquiera... —balbucea, y cierra los ojos con fuerza, despejando esa imagen de su cabeza—. Me destrozaría por completo. Mi corazón dejaría de latir —dice tan sinceramente, que levanto mi boca para darle besos a lo largo de su mandíbula.

—Entonces es bueno que solamente te quiera a ti, ¿verdad? —pregunto. Sus manos acarician mi espalda mientras mis piernas se envuelven alrededor de su cintura, y en un movimiento rápido, está él sentado en el asiento del conductor, y yo a ahorcajadas sobre él. Gimo en voz alta mientras lame y succiona el punto débil en mi cuello, y soy incapaz de aguantar todos los sentimientos que tengo dentro de mí. Lo miro a los ojos. Sus ojos impresionantemente verdes que resplandecen con un ardor lleno de vehemencia —. Te amo —ya hemos perdido demasiado tiempo, y no quiero perder ni un segundo más con este hombre maravilloso del cual estoy completamente, irrevocablemente y perdidamente enamorada. 

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