Capítulo 7

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—Peter —lo riño, mientras me río de su descaro manoseo.

—¿Sí? —pregunta inocentemente, mientras siento su mano nuevamente en mi muslo, por debajo de mi vestido. Sé que si estirara los dedos me tocaría de pleno, y aunque lo quiera con todas mis fuerzas, no puedo dejarme llevar por mi deseo irrefrenable.

—No puedes hacer esto aquí —le digo, intentando alejarme de su toque—. Hay gente presente —le recuerdo.

—Te dije que ese vestido me volvía loco —es su excusa, pero sus manos se quedan en mi cintura y me la acaricia con sutileza, mientras apoya su barbilla en mi hombro.

Él está apoyado contra la barandilla del bar, y mi espalda está contra su pecho, envuelta en sus brazos. —Recuérdame otra vez porque estamos en este bar de mierda —se queja Peter.

Miro alrededor, a las otras personas aquí, mientras ríen, beben, bailan y se besan sin preocupación. —Es una discoteca —lo corrijo. Las luces del recinto van cambiando cada dos segundos de color. La música también resuena fuertemente por el lugar, y Peter me susurra en el oído cada vez que habla, lo que provoca que un escalofrío recorra todo mi ser.

—Es lo mismo —se queja—. Todo es una mierda.

—Estamos aquí por tu hermano —le recuerdo. Mis ojos se dirigen a donde está Gas, y su grupo de amigos, que están celebrando por lo alto, y sonrío sin poder contenerlo. Se lo está pasando en grande—. Es su cumpleaños, deberías ir con él.

Han pasado tres días desde lo que pasó en el bosque. Tres días de tener a Peter nuevamente. Tres días sin saber nada de Liam. Tres días preparándonos para la misión de mañana. Tres días a flor de piel por lo que iba a suceder cuando fuéramos al rescate de Lucy. Tres días de nervios irrefrenables. Tres días de sospecha, de curiosidad, pero también tres días de felicidad.

—Paso —siento su cabeza sacudirse contra mí, negando—. Estoy muy a gusto aquí —mueve sus caderas contra mí, y siento como está duro debajo de sus pantalones. Oh, Dios. Me dejo caer más sobre él, queriendo sentirlo más de cerca.

Aunque hayamos estado tres días juntos a la mínima que teníamos tiempo libre, no lo hemos llevado más allá, ha habido algún que otro toqueteo, pero hasta ahí, y es que cada vez que estamos en ello, alguien siempre interrumpe, y ese alguien siempre suele ser Britney. Aunque no haya dicho nada al respecto, sé que Peter sospecha sobre ello. Cuando me voy a dormir, lo hago sola, pero siempre despierto con Peter a mi lado. No sé a qué hora de la noche llega, pero un día me quedé hasta las tres de la mañana despierta esperándolo, y no apareció. No quiero preguntarle porque no quiero saberlo. No porque no me fíe de él, sino porque sé que significa algún problema. Y me di hasta mañana para no pensar en cosas malas. Para tener cuatro días para disfrutar de los pequeños placeres de la vida.

—Cumple treinta años, Peter —me enfoco nuevamente a la razón por la cual estamos aquí esta noche—. Tenemos que celebrarlo —intento persuadirlo. Sé que la única razón por la cual está aquí ahora es porque yo le empujé a hacerlo.

Me separo de su agarre, y él protesta, así que inmediatamente me giro para mirarlo, y rodeo mis brazos en su cuello. —Es importante celebrarlo. Hazlo por mí —me pongo de puntillas y dejo un beso en su mandíbula con esa barba de dos días que me vuelve loca. Me encanta cuando lo tiene así.

Peter frunce el ceño. —No celebramos el tuyo —dice, tras unos segundos de pausa, aún con la arruga en su frente.

—No me gusta celebrarlo —confieso. Y es la verdad. Me hace acordar al poco tiempo que me queda hasta que venga David Espósito y se apodere de mi vida—. Tampoco celebramos el tuyo —y después de decirlo me doy cuenta de algo—. No sé cuándo es el tuyo —ahora soy yo la que frunce el ceño. ¿Cómo no puedo saber cuándo es su cumpleaños?

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