Capítulo 18: Buenas noches. Muy buenas.
Por lo general, en el lugar donde vivo siempre hay movimiento, por lo que cuando salgo y cierro la residencia con tres correas en mano, no me sorprende encontrarme con varios chicos dando la vuelta con bebidas o helados en sus manos.
Me encanta sentir esa sensación de qué aún y cuando no compartimos palabras y somos todos solo un montón de extraños, sincronizamos con la vida y con la rutina de una manera un tanto singular.
Boby, uno de los cachorros se tropieza con mi pie, me detengo y sostengo con fuerza las correas de Kiki y Roko para después cargar al pequeño y pesado labrador.
Damos una vuelta completa, —muy a mi pesar y a mí falta de condición física— alrededor del parque que compartimos todas las residencias y casas cercanas de alrededor y me detengo, arrastró los pies hasta la banqueta, dejo a Boby en el suelo y salta para que lo cargue de vuelta.
— ¿No ves que estoy muriendo, Bob? —respiro aire con dificultad, apoyo la mano libre en la pared a mi lado y vuelvo a llenar una vez más mis pulmones de aire.
Kiki mira a un gatito trepar por la pared hacia una ventana y corre a alcanzarlo. Tira de mi brazo con fuerza y casi siento el hueso botar de su lugar, corro para alcanzarlos y maldigo mentalmente a Violeta por su estúpido trabajo a medio tiempo. Detesto correr, detesto el deporte, detesto el sudor.
Los tres perros desvían su atención drásticamente hacía una pastelería, el estómago me ruge y los imitó, parándome enfrente del local, con la lengua casi de fuera añorando con entrar y probar uno.
Me quejó cuando me doy cuenta de que no los puedo dejar afuera solos sin que se escapen y vuelvo a mirar hacia los pastelillos que acaparan mi atención. Achicó los ojos cuando miro más a fondo hacia dentro de la tienda desde el cristal y salto a cubrirme con el muro de la pared de al lado cuando descubro quién se encuentra adentro.
Santo Dios.
¿Todavía estoy a tiempo para volver a mi vida aburrida y rutinaria?
Jalo la correa de los cachorros con suavidad.
Vamos chicos, tenemos que salir de aquí.
Se quedan plantados en su lugar, con las cabezas aún fijas en el aparador y con sus narices empañando el vidrio.
Una persona sale del lugar y alcanzó a ver una bolsa de papel en sus manos, como es obvio, Kiki y Roko se adelantan a sus movimientos y atrapan la bolsa con sus hocicos. Boby se mete entre ellos y entre los tres comienzan a devorar los panecillos.
Ninguno me comparte ni un solo bocado, esto me gano por salir a pasear perros gratis.
Alzó la vista de los tres perros y miró a Jax apenada. ¿Cómo no le iban a saltar a tremendo bombón?
—Lo siento, te los pagaré. —me disculpo, haciendo una mueca hacia el desastre.
Jax, quién no me había notado sino hasta que hablé, levanta la vista de los cachorros con una sonrisa y niega.
—No te preocupes, está bien. —cuando Boby deja de comer, se arrodilla delante de él y acaricia su cabeza.
—Hola amigo, ¿Te gustó la rosquilla? —se burla y acaricia detrás de sus orejas. — ¿Cómo se llama? —pregunta mirándome.
—Bob, Boby. —me corrijo.
— ¿Son todos tuyos? —inquiere con una ceja alzada y sin desaparecer su sonrisa de dientes completos que me causa escalofríos. Nunca lo había visto sonreír tan naturalmente.
—Solo los estoy cuidando, mi amiga es quién sale a pasearlos, es su trabajo temporal. —explico, dando explicaciones de más.
Jax se levanta del suelo y se sacude el polvo.
—Ya veo. —asiente. — ¿Ya es tarde, no lo crees, no deberías llevarlos a descansar?
Alzó una ceja y me burló.
—Creo que la que necesita descansar soy yo. —bufo.
— ¿Quieres que te acompañe? —niego inmediatamente y se detiene antes de dar un paso.
—No, ve a casa. —miro alrededor, comenzaba a anochecer, pero aún había gente en la calle. —Estaré bien.
—Vamos, te acompaño. —me ignora. — ¿En dónde vives?
—A tres calles de aquí, está cerca. —señalo. —De verás Jax, no tienes por qué...
—No te voy a dejar sola, Lane.
—Pero no estoy sola, tengo a Kiki, a Roko y a Boby.
Ríe cuando terminó de nombrar a todos los perros, quienes de inmediato saltan al escuchar sus nombres.
—Igual, te acompañó. —me quita las correas de las manos y es él quien pasea a los perros ahora.
— ¿No será qué lo que de verdad querías era pasearlos? —inquiero y suelta una risilla. Sonrió y dejó que camine a mi lado. — ¿Cómo va tu nueva residencia?
—No es lo que esperaba. —se encoje. —Nolan ya comenzó a buscar un departamento, Nolan es el hermano de Adler. —explica.
—Lo sé. —asiento, y pateó una piedrita del piso con la punta del pie. — ¿Por qué no es lo que esperabas?
—Bueno, vine aquí con la idea de terminar la universidad, pero también por qué Yahir y Nolan habían firmado un acuerdo con una agencia que nos quería contratar saliendo de estudiar.
—Eso es genial. —me sorprendo y luego recuerdo las palabras de Vi. — ¿Qué es lo que no te parece? —por su expresión debatida, podría decir que muchas cosas.
—Una de ellas es que aún sigo sin ser independiente, vivimos con Yahir, pero es la casa de su familia. —chasquea. —La otra es que...—duda. — ¿Eres amiga de Dave?
Cambia totalmente de tema.
Frunzo el ceño.
— ¿Eso a qué viene?
—Uhm. —duda y rasca su nuca con la mano libre. Me mira y suspira para después dejarlo salir. —Creí que salías con él, pero después de ver que Elizabeth había estado también con él la noche de la fiesta, no supe que creer.
—No salgo con él. —afirmo. — ¿Hay algún problema con Dave?
Niega.
—No, con él no.
Oh.
Odio que Elle tenga tanta razón.
— ¿Con Elizabeth? —llegamos al patio e introduzco las llaves cuando no responde, por lo que decido suponer que es así. Dejó pasar a los cachorros y cierro a mis espaldas. — ¿Qué ocurre con ella?
Jax me mira con intensidad una vez que nos encontramos solos y me tenso cuando notó cuan bonitos son sus ojos, lo dura que se encuentra su barbilla, sus facciones definidas y sus labios, que prometen ser dulces y suaves.
¡Aterriza!
—Bueno ella... —hace una mueca y me enteró de que muy a su pesar, no quiere hablar mal de la hermana de su amigo.
—Sí, puede ser complicada. —estoy de acuerdo.
Asiente, como ya he llegado a casa y ya no hay nada más que decir, muevo mi pie con incomodidad y pasó mi cabello detrás de la oreja. Hago amago de despedirme y me detiene.
—Lane.
Le miró y notó el debate interno que está teniendo ahora mismo. Carajo, conozco está sensación, sé lo que va a decir.
—Buenas noches.
O no.
—Buenas noches Jax.