Thinking Underage [Mature Sty...

Da singtomestyles

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Harry Styles, un importante inversionista financiero de California, sabe que perder es parte del trabajo. Sin... Altro

Thinking Underage
Aclaraciones
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Epílogo
Agradecimientos

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Da singtomestyles

Siento los ojos pesados cuando los abro por la mañana tras escuchar el pitido de mi despertador, el sol se cuela por las cortinas, dejándome disfrutar el suave calor de los rayos filtrados por la ventana. Me siento al borde de la cama y suspiro, buscando la fuerza interior para levantarme e ir a desayunar.

Pronto me encuentro en la cocina, preparando un plato de cereal mientras navego por las redes sociales, mirando las fotos que mis amigos y conocidos publican en sus paradisíacos paisajes vacacionales, me deslizo por la aplicación hasta que me obligan a detenerme unos ojos verdes: Harry Styles es una sugerencia de amistad que brota de entre tantos amigos que podría o no agregar. Intento ignorarlo, pero termino entrando a su perfil para echar ojo de las fotos que pueda encontrar.

No hay muchas.

Harry vestido de blanco con un campo de golf a sus espaldas. Sonríe amablemente mientras sujeta una pequeña pelota blanca entre sus dedos.

Harry vestido de traje, con una mujer muy parecida a él a su lado, atrás se dibuja un salón de eventos muy elegante. Ambos se miran con adoración mientras intentan verse serios para la foto.

Harry con una camisa y un pantalón casual, en tonos grises, no sonríe, a sus espaldas distingo un edificio muy alto y se me dificulta un poco leer el nombre de la empresa, cuyas letras se ven diminutas dada la lejanía de la cámara al letrero. "Styles & Company Inversions", resuelvo segundos después.

No hay más.

Tampoco tiene muchas publicaciones disponibles, la mayoría de ellas son relacionadas a la bolsa de New York y sobre eventos de golf.

En algún punto me siento sonreír por no encontrar ninguna foto con alguna despampanante mujer que lo mire con adoración. Sin embargo, segundos después de pensar en eso, me regaño por andarme con estupideces. Entonces cierro la aplicación y me concentro en mi comida.

Mis abuelos están cargando la camioneta con las rosas del pequeño invernadero, hay más de una docena de florecillas rojas y amarillas que adornan la acera mientras Margaret se toma su tiempo acomodando todo en la parte trasera. Ron se da cuenta de mi presencia y me saluda con un beso en la mejilla, entonces ambos nos quedamos a mirar a mi abuela, quien sigue metidísima en su actividad florística.

Me es imposible no mirar a la casa de enfrente, buscar entre las sombras de las ventanas algún movimiento que me indique que Harry está ahí y que puedo aprovechar la ausencia de mis abuelos para cruzar la calle y hacerle una visita. Pero no veo nada. Y vuelvo a regañarme por hacerme ideas estúpidas.

Ron y Maggy suben a la camioneta y se despiden sonrientes, avisándome que hay comida para calentar en el horno. Les sonrío de vuelta y me dispongo a encerrarme miserablemente cuando los veo desaparecer al girar la esquina. La puerta de casa está a escasos centímetros cuando escucho una voz masculina pronunciar mi nombre completo, provocando que se me erice la piel. Volteo lentamente y distingo a Harry en su auto, parqueado en la acera de mis abuelos, mirándome con el gesto muy serio.

–¿Sí, Harry? —digo sin moverme ni un poquito de donde estoy parada.

—¿Están tus abuelos? —pregunta.

—No —contesto, intentando sonar cortante —. Se han ido hace poco. A la feria a vender sus rosas.

—Ya veo —dice él, y entonces baja del auto y se acerca con pasos firmes. Mi corazón late a una velocidad extraordinaria y siento el impulso de lanzarme a sus brazos, sin embargo me mantengo firme, intentando enterrar mis pies en la acera para no moverme ni un centímetro en búsqueda de cercanía con Harry.

—No podré tomar tu oferta de aprender a conducir hoy, Harry —digo cuando lo tengo en frente. Él me mira muy molesto, sin embargo asiente.

—Está bien, Evangeline, no era por eso que venía. Tenía un asunto con Margaret, pero me alegra haberte encontrado. El rojo te sienta bien —comenta, y yo sonrío suavemente.

—Gracias —contesto e intento alejarme y entrar en la casa, pero Harry me toma de la mano y me detiene, su mirada ahora es suave y, sin miedo de que nos vean los entrometido vecinos, me acerca a su pecho y me abraza a la vez que susurra al oído:

—Vamos a comer, Evangeline.

—Tengo la comida preparada en la cocina —respondo.

—Te invito un helado después —agrega, aun sin alejarse. Yo me río suavemente y me alejo un poco para mirarlo a los ojos.

—¿El de yogurt con fresas?

—El que tú quieras —me dice.

***********

El auto de Harry huele diferente, la esencia de vainilla ya no flota por entre los asientos, el olor se asemeja, más bien, a la flor de naranja. El camino no es largo, realmente ninguna ruta lo es en el pueblo, pero a ambos nos toma unos segundos de más abrir nuestras puertas y bajarnos para entrar al pequeño local de pastas italianas al que Harry me invitó aquella vez de la reunión vecinal. El dueño, un americano gordo con bigote que no tiene nada de italiano, nos recibe con una amigable sonrisa: al parecer somos los primeros clientes de la tarde, y luego de acomodarnos en una mesa nos ofrece el especial del día, un platillo de Spaghetti con crema de hongos frescos; plato por el que Harry y yo optamos para no perder el tiempo de buscar en el menú.

Mientras Harry bebe de una copa de vino tinto, yo me distraigo con mi vaso de gaseosa, mirando por la ventana a los autos que rara vez pasan. Entonces le escucho aclararse la garganta y me giro a mirarle. Sus ojos parecen distraídos, sus labios hacen un pequeño mohín, dándome a entender que quiere decirme algo importante, pero que posiblemente no sabe bien como formular sus palabras.

—El verano está por terminar —comenta luego de un silencio de varios segundos.

—Falta por lo menos una semana para que lleguen mis padres —afirmo, disimulando el miedo de no verlo más que inunda mis venas.

Ese miedo me hace mirarlo con detenimiento, intentando grabar en mi mente cada facción de él que me sea posible para hacer menos doloroso el no tenerlo más de vecino entrometido. Mi cabeza me ruega por probar una vez sus labios, para hacer menos pesada la carga de que no somos más los amantes que alguna vez fuimos, pero me mantengo firme al hecho de que las cosas entre nosotros llegaron a su final.

—¿Vas a volver para las vacaciones de invierno? —pregunta y yo niego con la cabeza, deseando poder decirle que sí.

—Mi mejor amiga me tiene reservada para una excursión a la nueve. Pensamos esquiar —le digo.

—Protege tus codos y rodillas, Evangeline —me dice, muy enserio —. Y aunque creas que no pasa nada, no te quites los lentes de sol mientras estés en la nieve, los rayos se reflejan mucho más fuerte y puedes hacerte daño.

—Supuse que todo eso nos lo indicarían allá —río. Él me mira con una tenue sonrisa y no dice más mientras nuestros platos son puestos frente a nosotros.

Hablamos de cosas que no vienen al caso para no comer tan en silencio, pero al final es inevitable callarnos y ocuparnos en nuestra comida.

De camino a casa, con un cono de helado de yogurt con fresas, Harry enciende la radio y la deja sonar con suavidad, la música parece servir de fondo para una escena dramática en alguna película de Hollywood, es triste, y la pequeña Eva en mi cabeza se burla de nosotros, tarareando la letra que habla sobre despedidas.

Así se siente estar con Harry ahora.

La inminente despedida de una relación que nunca debió ser.

Cuando me deja en casa murmura algunas palabras corteses sobre que cuento con él en cualquier momento, sobre todos los libros que puede prestarme y, finalmente, se acerca y me abraza para susurrar a mi oído lo mucho que va a extrañarme.

Es irreversible cuando cierro la puerta principal: lo nuestro se ha terminado y no hay nada que hacer. Lo sabe mi almohada, a la que abrazo con tristeza, lo sabe el vaso de agua que relleno dos veces, lo sabe el libro que por fin termino de leer, y lo sabe la brisa fría que corre anunciando que ya está por comenzar el otoño.

**********

Maggy se encarga de la cena mientras preparo los platos y cubiertos sobre la mesa, le cuento, sin mucho detalle, que Harry me ha invitado a comer cuando vio que me quedaba sola en casa, entonces ella promete llamarle y agradecerle por ser un caballero. Ron termina su cena pronto y se marcha, excusándose con que está muy cansado como para quedarse despierto más tiempo. Mi abuela promete ir a la cama pronto también, pero dos horas después ambas seguimos tumbadas en la sala, viendo programas de cocina que nos causan reír a carcajadas.

—Tus padres me han llamado -me dice cuando hay un corte comercial, la miro con interés, pidiéndole con la mirada que siga hablando —, dicen que llegan el fin de semana. Lo mejor será que laves toda la ropa que puedas y empieces a acomodar tus cosas.

—Eso haré desde mañana, abuela -le digo yo —. ¿Te han dicho como les ha ido?

—Nada fuera de lo común cuando me hablan de un crucero: agua y peces por todas partes —ríe suavemente —. He notado que has estado muy distraída hoy, Eva, ¿pasa algo?

—Estoy un poco cansada, nada más. Anoche me quedé leyendo hasta tarde —miento.

—Me recuerdas mucho a como era yo hace tantos años ya. Y pensar que perdí el hábito de lectura cuando conocí a Ron en la universidad —suspira con nostalgia y yo la aliento a contarme más de su historia. No quiero quedarme en silencio —. Yo había cumplido diesiocho años. Él estaba buscando la oficina de informaciones, porque deseaba una beca para un postgrado. Tu abuelo era un hombre muy guapo, Eva.

—¿Postgrado tan joven?

—Él tenía veintiséis —comenta —. Al inicio todos me dijeron que no era prudente que una jovencita que apenas conocía el mundo fuera de casa se metiera en una relación con un hombre mayor, pero no les hice caso. Y no me arrepiento, cariño. Ron me enseñó ese mundo fuera de casa de forma que jamás olvidaré. Fue siempre tan atento, tan amoroso, incluso cuando no teníamos nada más que nuestros zapatos puestos para caminar buscando un comienzo.

—Eso es hermoso, Maggy —sonrío con su relato. Ella asiente y retoma su mirada preocupada.

—Antes de tu abuelo yo tuve cuatro o cinco novios, Eva. Con cada uno creí que era el indicado, pero a tu edad una es muy joven para entender que no solo se trata de lo físico y de las risas. No sé qué te tiene tan cabizbajo últimamente, y entiendo que no le quieras contar a tu abuelita la metiche, pero si se trata de un muchacho, espero que comprendas que no es el fin del mundo. El mundo apenas de abre para ti, cariño —concluye, y deposita un beso en mi mejilla antes de marcharse a dormir.

Yo sonrío hasta que se marcha, entonces no evito sentirme triste y llorar un poco. Harry, para mí, no era solo lo físico y las risas, Harry se había sentido como una brisa fresca luego de un calor atosigante, una mirada fugaz a ese mundo fuera de casa que tanto se me prometía, había aprendido cosas maravillosas con él, y ahora solo me quedaba esperar el fin del verano para terminar de perderlo por completo.

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