Thinking Underage [Mature Sty...

By singtomestyles

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Harry Styles, un importante inversionista financiero de California, sabe que perder es parte del trabajo. Sin... More

Thinking Underage
Aclaraciones
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Epílogo
Agradecimientos

1.

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By singtomestyles

Cuando papá estaciona el auto agradezco que las puertas no estuviesen aseguradas, no había estirado mis pies desde la última parada en la entrada de Apple Ville, hace casi dos horas; no dudo en bajarme y caminar en la acera mientras mis padres terminan de discutir aquello que los tenía preocupados: si se llevaban el carro con ellos al crucero o lo dejaban con mis abuelos.

Rápidamente una cálida sonrisa se acerca desde el pórtico y reconozco a mi abuela, a quien recibo en un abrazo. Hacía mucho tiempo que no la veía.

—Cariño, ayúdanos con tus cosas —dice la voz de mi madre, ahora veo que se ha bajado del auto e intenta abrir la maletera.

—Finalmente ¿van a dejarlo? —pregunto, acercándome a ayudarla, mientras papá saluda a sus padres que yacen ambos en la entrada —, no es como que yo pueda usarlo, si es lo que les preocupa.

—Sí, vamos a dejarlo, pero no tienes permitido conducirlo, Eva.

—No lo haré, mamá, solo tengo dieciséis años, no sé hacerlo —miento.

—Bien, vamos adentro, todavía faltan unas horas para que tu padre y yo partamos.

Ingresamos a la casa luego de saludarnos entre todos, mi abuela me indica que tendré que dormir en una de las habitaciones de la primera planta, pues ella ocupa la segunda habitación de la plata alta en su taller de costura. Lo primero que hago al enterarme de dónde queda tal dormitorio es llevar la pequeña caja que contiene uno cuantos libros, mismos que planeo leer estas nada divertidas vacaciones.

Escucho como mis padres ponen al día a mis abuelos sobre las cosas que han pasado en Sacramento, en donde nosotros vivimos por el reciente trabajo de mi padre, cosa que me recuerda a los amigos que dejé plantados todo el maldito verano porque mis padres habían podido costear, luego de años de ahorros, un crucero por el caribe, mismo que partiría en tan solo horas. Y no estaban dispuestos a dejarme en casas de amigos cuyos padres desconocían.

Luego de una o dos horas ellos se van, les ayudo a cargar sus maletas a un taxi y veo como mi padre deposita las llaves de su carro en las manos de su madre, luego se suben y saludan con las manos por la ventanilla mientras el taxi se aleja más cada vez.

Antes de entrar echo un ojo a lo que puedo ver del vecindario: cada casa es similar a la de su lado, todas de dos pisos con un patio delantero de algunos metros, un pórtico pequeño y techado y ventanas cuadradas y enormes; excepto la casa de enfrente, esa no tiene el pórtico y tiene ventanales rectangulares que no afectan demasiado la estética. Ignoro el asunto y me ingreso en la casa para empezar a acomodar mis cosas en mi dormitorio temporal.

******

Y ahora ¿qué demonios haré estas vacaciones?

No conozco a nadie, no sé realmente nada de Apple Ville, y no he visto ninguna persona tan joven como yo. Aparentemente tendré que pasar estas vacaciones encerrada en casa de mis abuelos mientras ellos se hacen cada vez más amargados y yo veo pasar mi dulce verano por la ventana.

He acomodado mi habitación lo mejor que he podido, colgando una parte de mi ropa en el armario, además de poner la foto con mis mejores amigos en mi mesita de noche, acomodando mis libros velozmente luego de escuchar el llamado de mi abuela para almorzar.

******

Me he movido de mil formas en el sillón, siento que con cada página que avanzo leyendo estoy más cerca de un final predecible y detestable, pero no tengo nada mejor que hacer y, con molestia, sigo leyendo.

La casa de mis abuelos es silenciosa, luego de almorzar ambos subieron a tomar una siesta y no he hecho nada productivo desde entonces, y ya han pasado dos horas. Ya no aguanto más el drama de la chiquilla en la novela, decido levantarme y dejar el libro de Jane Austen en la mesita de café de la sala, camino descalza sobre el piso frío de cerámica, agradecida, pues el calor es de casi treinta y seis grados. Los salones no son muy grandes, la sala se divide de la cocina con un mesón que sirve de desayunador, hay una pequeña pared en la entrada, donde cuelga un gancho para colgar cosas al ingresar, pero no hay nada en él ahora que los abrigos no son necesarios.

Observo la cocina y me dispongo a lavar los platos sucios, de todas formas no tengo nada mejor que hacer. Malditas vacaciones de verano. Sería mucho mejor estar sufriendo con las clases de matemáticas y el profesor de ciencias en el colegio que estar aquí.

Por la ventana solo miro el patio trasero, algunos pajarillos revolotean por doquier, y cuando más concentrada estoy en ello, escucho el timbre y me sobresalto, haciendo caer el plato lleno de jabón que sostenía en mis manos, susurro una maldición y lo levanto, por suerte no se ha roto, y, luego, estallo en risas, retándome, porque debo dejar las malas palabras. Tras enjuagar mis manos camino hasta la puerta, que no tiene mirilla, así que la abro apoyándome en ella para poder cerrarla si resulta alguien sospechoso.

Afuera yace un hombre que apenas distingo por el sol que se posa detrás suyo, entrecierro mis ojos y reconozco su cabello castaño, mismo que peina con los dedos hacia atrás; sus labios rosas captan mi atención cuando persigo su mano bajando por su rostro, sigo observando, sin detenerme mucho, hasta que llego a sus ojos, entonces él se aclara la garganta y sonríe.

—¿Te gusta lo que ves? —dice en un tono jovial, su ronca voz impregna mis oídos con cosquillitas.

—Yo... eh —no sé qué responder —¿Bu-buscas a mis abuelos?

—Oh ¿eres la nieta de Margaret y Ron? —pregunta en un tono que me recuerda al gato sonriente de Alicia en el país de las Maravillas. Yo solo asiento, corta de palabras —¿Puedo pasar? —pide, su tono es casi como que me ordenara hacerlo entrar, no parece una pregunta.

—C-claro —respondo, haciéndome a un lado para que su cuerpo pase por la puerta. Rápidamente me siento intimidada, el luce tan bien, tan arreglado con un pantalón de vestir gris y una camisa celeste, y yo estoy descalza y con un short de chándal —, ¿quieres que despierte a mis abuelos? Están arriba.

—No, cariño, podemos hablar un rato, solo los dos —sonríe. ¿Hablar? ¿Solo los dos? ¿Quién es este sujeto?

—Uhmm, claro —afirmo, acompañándolo hasta la sala, donde tomamos asiento uno frente al otro. Siento que mis manos sudan y que mis piernas tiemblan. ¿Este sujeto es un vecino, o solo sabe el nombre de mis abuelos por coincidencia y va a matarme y dejarme aquí?

Por favor, Evangeline, deja de pensar estupideces.

—Y ¿cómo te llamas? —habla luego de que me mira con una sonrisa de satisfacción.

—Evangeline —respondo, por fin sin tartamudear ante su presencia —. ¿Y usted?

—Mi nombre es Harry. Harry Styles. Vivo al frente, soy amigo de tu abuela.

—Oh, bueno, como dije, ella duerme todavía. El calor la tiene agotada.

—Sí, no te preocupes, Evangeline —casi susurra, creo que escuchar su voz pronunciando mi nombre me altera más, estoy al borde de un colapso.

—¿Quiere algo, Harry? ¿Agua? ¿Jugo? Tenemos de durazno.

—Agua está bien, gracias –responde, entonces me levanto y camino veloz a la cocina, el aire retorna a mis pulmones, me permito tomar un poco del jugo desde la caja, cosa que enfurecería a mi abuelo, pero él no debe saberlo. Retorno con un vaso de agua para Harry y le veo tomando el libro que dejé sobre la mesita.

—¿Jane Austen? —pregunta.

—Sí. Me la recomendó mi profesora de literatura.

—¿Y vas a hacerle caso a tu profesora en pleno verano? —cuestiona.

—He optado por leer ya que no tengo nada mejor que hacer estas vacaciones —comento

—Podríamos hacer muchas cosas los dos, Evangeline —dice, mirándome directo a los ojos. Un escalofrío resbala por mi espalda, entonces respondo.

—¿Y qué podría hacer usted con una niña de dieciséis años, Harry? No creo que tengamos los mismos intereses –sonrío por fin. Harry aparenta tener más de 25 años, y dudo que tengamos intereses en común. Su rostro ha cambiado, y lo veo levantarse sin haberme respondido. Camina hasta la puerta susurrando algo que no llego a escuchar. Solo le sigo hasta tomar su mano, cuando ya ha abierto la puerta, y pregunto —. ¿Le pasa algo, Harry?

—Evangeline, debo irme, dejé algo en el horno. Dile a tu abuela que pasé para informarle sobre la reunión vecinal que harán los Montgomery el fin de semana —dice, seco, sin simpatía en la voz, suelta mi mano luego de dejar una pequeña caricia con su dedo y se va a pasos rápidos.

Cierro la puerta y me siento detrás de ella, dejando salir un suspiro. Harry Styles es un dios griego salido del mismísimo Olimpo. Y es mi vecino. Parece que las vacaciones no serán tan malas después de todo.

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