Kimi ga suki | Tú me gustas

Od Maii_y_Miri

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Son escasas las cosas que le gustan a Sasuke, y al contrario son muchas las que le desagradan. Tiene un sueño... Více

Book-Trailer.
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capitulo 3
Capítulo 4
Capitulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10.
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 24
Capítulo 25
Especial Navideño I
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Epílogo
Agradecimientos
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Capítulo 23

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Od Maii_y_Miri

A pesar de todo su pesimismo, no había ido mal. O eso creía. No podía saberlo con total seguridad hasta que la fiebre le baje al sujeto. 

A sus pies, en un saco, huesos de un desconocido descansaban y a su derecha, sobre la aparatosa y rústica cama que habían construido para uno de los heridos, un frasco con un extraño líquido en él. Parte de su contenido había sido removido de ahí y ahora se encontraba en un cuerpo muerto. 

Karin observó a la Hikari más joven descansar en el suelo a unos metros del lecho de Sasuke e hizo una mueca inconscientemente. Había dado su máximo esfuerzo y exhausta, se había echado a dormir. Tanto ahínco la hacía preguntarse si no sentía nada por Sasuke como le había asegurado hace tiempo. 

—¿En serio tengo el camino libre? —inquirió a la nada. 

A pesar de eso, la pelirroja sabía que no era un camino carente de obstáculos, siendo el mayor la indiferencia que mostraba el chico de sus sueños. En más de una ocasión, se había preguntado si él era heterosexual o si tenía otra preferencia, o acaso ninguna. Creía difícil que no se interese por nadie teniendo a tantas mujeres a su disposición y sabiendo —porque estaba segura que así era—, lo atractivo que era. 

Pensando en eso y en otras tantas cosas, recordó lo que había tenido que pasar para obtener ese mal oliente conjunto de huesos y todo por él. Karin estaba más que segura que daría su vida por él.

El recorrido para adquirir esos ojos y ese saco había sido exhausto. Primero, habían tenido que correr como nunca, pues cada segundo era uno menos, uno perdido, uno que podía ser la diferencia entre la vida y la muerte de su amor platónico. Segundo, había soportado por unas cuantas horas a Suigetsu y sus bromas pesadas, además de la falta de agua. Por último, hallar la zona que estaba escondida entre un mar de plantas, una montaña rocosa y una caída de agua de corta distancia había sido un reto y una vez la hallaron, adentrarse por el orificio que se escondía tras la cascada y a dar un paseo subterráneo era incluso más agotador. 

—Todo esto por la felicidad de mi familia —se repetía Suigetsu para sí. 

—Calla y concéntrate en bajar —le había indicado entre susurros. 

Abajo, la fosa se extendía sin fin o tal apariencia daba debido a la oscuridad que los esperaba. Luego de minutos enteros, pisaron tierra firme y entonces percibieron el olor a muerto, polvo y helechos mojados. Le sorprendió ver un lago bajo tierra que tal vez era producto de la cascada o de quién sabe qué, pero más sería su asombro unos metros más allá.

Conforme avanzaron, sus párpados se fueron acostumbrando a la poca luz y con la ayuda de una antorcha que hicieron con fuego y un palo de madera, guiaron su camino pedregoso. Fue así que vieron las tumbas, y los mármoles o construcciones de piedra que hacían las veces de criptas familiares. Eran decenas y decenas de lápidas sobrias, sin grandes o conmovedoras descripciones, solo el nombre del difunto y su fecha de nacimiento y muerte; incluso en algunas solo estaba la de deceso.

—Existe uno con un enorme símbolo Uchiha y en los lados un sol y una luna. Cuando lo vean, sabrán que es el indicado —les había dicho Yumi antes de marchar. 

Creyó por sus palabras que sería fácil de encontrar, pero entre tantas lápidas medio derrumbadas, polvo cubriendo las piedras, barro en otras, fue como buscar una aguja en un pajar. Con cada minuto que pasaba, su desesperación así como su urgencia aumentaba a un punto que la respiración se le aceleró y le faltó el aire.

—Oye, respira —indicó Suigetsu como si fuera algo sencillo, lo cual en esos momentos no era así—. Anda, Karin, respira. No te mueras ahora, si se te ocurre desmayarte te dejaré aquí.    

Ante el miedo en la voz siempre tediosa de su compañero de equipo, no le quedó otra alternativa que obedecer.    

—Idiota. No me moriré. Debo salvar a Sasuke. 

Después de lo que fue una eternidad, y mientras ella descansaba sobre una tumba, el ninja de Kiri gritó victoria. Cuando la kunoichi fue a asomarse donde él estaba, vio que el lugar que señalaba había sido recorrido por ambos en más de tres ocasiones; sin embargo, parte de la cripta había sido cubierta de helechos y por ello no había visto los símbolos. Era una cripta grande, como una casa con un solo piso. Debía ser una familiar.

—¿Qué esperas? —recordaba haber apurado a su compañero para que deslizara la puerta de piedra a un lado y entraran.

La putrefacción y olor a muerto invadió sus fosas nasales, obligándola a retroceder por unos segundos antes de armarse de valor y ayudarlo. Dentro, estantes con ataúdes descansaban pacíficamente, o así era hasta que llegaron a irrumpir su siesta eterna.

Karin apurada, sacó un ataúd tras otro, vació tumbas en vano y llenó el suelo rocoso de huesos y tapas de madera apolillada. En ninguno encontró lo que Yumi había mencionado. 

—Si esa chica nos mintió, juro que la mataré —amenazó a uno de los cadáveres. 

—¿Por qué no leemos las lápidas antes de desempolvar a los tíos muertos? —inquirió el ninja apartando sus mechones blancos de su cara pálida.

Ella estuvo de acuerdo. Estaba cansada de hundir las narices en vano. Decidieron entonces limpiar las inscripciones y leer detenidamente las tumbas antes de saquearlas. Aquellas que no pasaban de treinta años de muerto y tenían en su interior hombres en sus veinte fueron las elegidas. Se quedó con una que conservaba mejor los huesos y ordenó a Suigetsu colocar los restos en un saco. 

—Ahora los ojos  —se quejó con las manos en su cintura. Pasó sus ojos por cada estante y rincón de la cripta unas dos veces hasta que en lo alto de los nichos de pared de la derecha halló jarrones empolvados. 

Contra la voluntad del chico de Kiri, Karin subió en sus hombros y logró alcanzar aquello que luego descubrió no eran jarrones sino frascos empolvados por el paso del tiempo y líquido ámbar, espeso y con un olor similar al desinfectante que encerraba algo que la hizo contener la respiración. 

—Podemos marcharnos —murmuró mientras metía el frasco con los ojos en su morral.

Al cabo de más segundos de los que quisiera, Suigetsu cargaba al hombro un saco mal oliente en tanto ella se hacía cargo del frasco extraño y con contenido aterrador.

Llegar había sido más sencillo que la ida, incluso el clima fresco y con nubes cubriendo el cielo, pero sin lluvia cayendo al suelo, había sido de gran ayuda. Era como si los cielos quisieran que lleguen a tiempo para salvar a Sasuke y tal vez así era, tal vez le esperaba a Sasuke un final mucho mejor que ese. Karin creía eso. 

—Tiene mejor color —comentó Suigetsu despertando a la Uzumaki de sus pensamientos y recuerdos, llevándola al presente, a su posición incómoda en el suelo y su mirada atenta al pelinegro que descansaba bajo la tutela de su compañera de equipo. 

Metros más allá, la Hikari extraña devoraba unos vegetales que no tenía idea de dónde los había conseguido. Meiri captó la mirada de Karin y le sonrió de lado. 

—Si quieres un poco, acércate y come. No muerdo. 

La aludida se ruborizó y desvió la vista, en tanto Meiri sonreía divertida y seguía comiendo en silencio. Sabía que la única aliada que tenía si se echaban en su contra era Yumi, pero al mismo tiempo tenía pleno conocimiento que ella no le ayudaría a matarlos si así lo requería, lo que haría sin dudar si ellos intentaban poner en peligro la vida de Itachi. 

¿Cómo había llegado a eso de asesinar por un hombre? No tenía idea. Solía matar si una misión lo requería, por su apellido, por su clan, por una orden o capricho de su jefe; pero no por cuenta propia, jamás por placer y menos para proteger a un único individuo sin que alguien mayor se lo ordene. Proteger a Uchiha Itachi era lo único que había sido decisión propia en su vida, o al menos había sido el inicio de la toma de sus propias decisiones. Ese hombre había sido el primer paso para su liberación, para elegir vivir sola, lejos de su clan y velar desde lejos por el bien de sus seres queridos, o los que le quedaban. 

Meiri no recordaba el rostro de su madre, menos el de su padre, no sabía si había tenido hermanos o hermanas. Lo único que su mente dibujaba cuando se permitía pensar en familia era en su abuelo, quien si bien no solía hablarle de ellos o demostrarle mucho afecto, le cocinaba, la arropaba en las noches, la enviaba a entrenar y le decía sin falta cuando salía de casa que obedezca ante todo, sin importar el precio.   

Quizá por esa razón, no le afectaba tanto haberse alejado de todo eso del clan Hikari, su legado, el orgullo de ser una de las portadores del dojutsu, etc. A diferencia de Yumi, ella no tenía razones importantes para volver a ese lugar. Desde la muerte de su abuelo, no había nadie que la esperaba en casa. Su único lazo ahí además del anciano había sido Yumi y los chicos con los que se había criado a lo largo de los años, y que con el tiempo y misiones exigentes e inapropiadas para niños, los había perdido. 

El una vez famoso clan Hikari tenía una población de casi doscientas personas; sin embargo, luego de la masacre a manos de Yumi y eventuales accidentes, debían quedar unos ciento sesenta. De ese número, poco más de una treintena eran ninjas y de ellos, solo la mitad había despertado el nisshokugan. En total, debían haber una veintena con el kekkei genkai, contando ancianos que no podían luchar. Ya no eran una amenaza en número, pero los pocos que daban pelea, podían causar destrucción en masa. Ella sabía lo que podían hacer y por eso mismo, necesitaba que Sasuke Uchiha despertaba de inmediato y se largue de ahí junto a los demás.       

—Estás preocupada —susurró esa voz profunda a la que empezaba a acostumbrarse. 

Meiri ladeó el rostro y miró al hombre que echado en la desprolija cama la miraba atento. 

—Tu hermano no abre los benditos ojos y necesita irse junto al resto. 

Él asintió como si comprendiese lo que intentaba decir, cuando ella estaba segura no lo hacía; pero no dijo nada, le hacía sentir mejor creer que alguien realmente entendía lo que pensaba.

—Lo hará. Es fuerte. 

—No tanto como tú —halagó sin pensarlo, porque así era ella, decía lo que se le cruzaba por la mente. Al no recibir respuesta, miró a Itachi que no le devolvía la mirada y tenía un extraño color en las mejillas—. Come algo. Di "ah". 

Él enarcó una ceja intentando sentarse para ver a lo que ella se refería y al hacerlo, sintió que se estaba burlando. Meiri sostenía una cuchara a la altura de su boca y un babero debajo como si fuera una clase de bebé. 

—Nos están observando —susurró con la esperanza que la kunoichi dejara de avergonzarlo, mas no fue así.      

—¿Y? Di "ah". ¿O quieres quedarte sin comer? 

En respuesta, le quitó la cuchara y tomó la sopa de verduras que le ofrecía. Fue bueno para su estómago y su garganta seca. Con algo de pena, se apoderó del plato de madera y comió y bebió todo el caldo hasta no dejar ni una gota.       

—¿Ese es el invencible Uchiha Itachi? —cuestionó Suigetsu a Juugo, quien en respuesta solo asintió y miró sus manos grandes y llena de raspones.    

Itachi no podía recordar la última vez que había descansado tanto. Se sentía vivo, joven, fresco, radiante y todos los adjetivos similares. Por supuesto, no lo demostró en su rostro, sino que mantuvo la máscara de seriedad que tanto lo caracterizaba, incluso cuando era un niño. Debía salvar algo de dignidad, lo poco que le quedaba gracias a las atenciones de Meiri. 

Por casi un día, fue obligado a moverse solo para ir al baño y a tener una sesión de ninjutsu médico, tomar y mascar unas plantas medicinales que sabían asqueroso (sobre todo para alguien amante de lo dulce como él) y quedarse quieto cuando lo desnudaba ante la mirada nada inocente de una pelirroja y dos chicos y le aplicaba ungüento en la zona de su estómago.   

—No entiendo. ¿Por qué haces esto?

—Con un "gracias" sería suficiente, ¿sabes? 

—Gracias. 

—De nada.   

El mayor de los Uchiha se dio cuenta que con todos esos cuidados no solo fue recobrando más rápido las fuerzas, sino que el dolor perenne del estómago, la tos que no lo dejaba en paz y la sangre que solía brotar de sus labios se había detenido.

—Tu estómago no estaba tan mal como creías —le explicó, cuando le preguntó la razón por la que ya no tosía sangre—. Las pastillas que tomabas no hacían más que frenar la tos, pero no sanaban el estómago; al contrario, lo hacían más frágil. Una buena alimentación y el cuidado necesario era lo que necesitaba este pobre amigo —le sonrió palmeando su abdomen como si no fuera nada del otro mundo tocar a un hombre.      

Esa misma tarde, Sasuke había dado señales de vida y él en consecuencia, se había sentido aliviado y al mismo tiempo, asustado. ¿Qué pasaría cuando se levantara? ¿Hablarían? ¿Debían de hablar? ¿Intentaría asesinarlo? Aunque Meiri le había asegurado que no sería así, él no estaba del todo seguro. Ella le había contado que su hermano pequeño había visto lo que sucedió esa noche a través de la mente de Yumi, pero dudaba que creyera y tendría todos los motivos del mundo. Si Sasuke todavía deseaba su muerte, no tendría problemas en cumplirle su deseo. 

—Itachi-san, ¿se siente bien?        

El aludido asintió mirando a la pequeña Hikari sonreírle educada y marcharse por el corredor rocoso que la cueva tenía hacia donde seguro su hermano descansaba. A continuación, le dio una ojeada rápida a su compañera y constante guardaespaldas. Ella era más alta, tenía las pestañas que competían en longitud con las suyas y un rostro pequeño, pero elegante. Carecía de torpeza en sus movimientos, y se caracterizaba por la agilidad de un felino o una gacela. La diversión era constante en sus cejas definidas y en el brillo de sus oscuros ojos, pero la sonrisa siempre era sincera. No se asemejaba mucho a Yumi en personalidad, pero a veces, cuando no le daba su espacio al bañarse o vestirse, desearía que así fuera. 

La amiga de su hermano tenía todo listo para irse. No podía quedarse pasados tres días. Izomu-kun podía estar cerca y no debía arriesgar a un malherido Sasuke, a sus compañeros de equipo o a los Hikari que vendrían a buscarla. Debían irse. Por ello, cuando despertó a Juugo contándole lo que debían hacer, este la ayudó de inmediato a hacer las cosas. 

—¿Itachi vendrá? —inquirió Karin desconfiada. 

Yumi le dedicó una mirada seria. No iban a dejar a nadie atrás. 

—Eso quiere decir que la sexy y guapa y caliente y... ¿ya dije sexy? Bueno... ¿Meiri vendrá también? —Relamió los labios Suigetsu haciendo que Karin esboce una máscara llena de asco. 

—Sí... Meiri vendrá también, pero te aconsejo no llamarla así. 

—¡Es que es tan sexy!     

Fue entonces que Sasuke, con el abdomen vendado, débil y confundido, y los ojos cubiertos por un trapo oscuro, apretó la mano que tenía más cerca, la de Karin, y se volvió el foco de la atención de sus compañeros. 

—¿A dónde nos vamos y dónde estoy? 

—Iremos a un lugar seguro —contestó Juugo acercándose a levantar a Sasuke quien todavía no soltaba su agarre de una Karin roja como su propio cabello. 

—¿Yumi? —inquirió Sasuke buscando en vano a la Hikari—. ¿Qué tienen mis ojos? ¿Por qué están vendados? Quiero sacarme esto. Sácame esto. 

—No puedo. Tus ojos están débiles y apenas resisten la luz. Has usado mucho de su poder y necesitan reposar. 

Con aquello en mente, el pelinegro se resignó. Soltó la mano que aferraba y se dejó ayudar por Juugo. Yumi podía percibir por cómo fruncía los labios y el ceño que no estaba contento con el papel que desempeñaba, pero debía contentarse.               

—¿Yumi? ¿No estás herida? 

Ante eso, Suigetsu vio cómo Karin rodó los ojos. Sasuke se iba acordando poco a poco lo ocurrido hace unos días, la pelea con su hermano, la historia tras la matanza de su clan o lo que Yumi le había asegurado era la verdadera historia... 

—No, estoy bien.     

—Me alegro —pero no hizo amago de una sonrisa. 

Sasuke cayó inconsciente minutos después mientras hacían los últimos preparativos para seguir su camino y borraban las pruebas de su estadía allí. Juugo era muy bueno borrando huellas y sosteniendo el cuerpo de Sasuke al mismo tiempo. Por su parte, Suigetsu y Yumi cargaron las mochilas, y Karin se encargó de estudiar el perímetro. Todo estaba listo, solo faltaban sus dos nuevos compañeros.  

—¿Estás lista para acompañarnos? —preguntó Suigetsu atreviéndose a hablarle a Meiri como pocas veces esos días. Desde que habían decidido no matarse, apenas podía sostenerle la mirada o dirigirle la palabra sin tartamudear y es que el ninja de Kiri no recordaba haber visto a una chica más sensual que aquella, con su cabello negro y fino y sus facciones delicadas, sus pechos grandes y las caderas torneadas, las piernas largas y el cuello largo y digno de una princesa guerrera.

—¿Irnos? El niño bonito y yo nos quedamos.      

El pobre Suigetsu casi grita ante eso. ¿Por qué seguía llamando al hermano de Sasuke así? ¿Y qué era eso de no irse? 

—Yumi dijo que nos acompañarías y vine a escoltarte.

La chica le sonrió mostrando sus blancos dientes, causando en él un notable sonrojo bajo su piel blanquecina. 

—Lo lamento, Suigetsu; pero no los acompañaré. Necesito que Itachi se recupere primero y además, dos Uchiha llamarían la atención si están juntos, no puedo arriesgarme a que le pase algo a este individuo. ¿Cómo podría permitir que lastimen a este lindo hombre? Sería un error imperdonable que mataran tanta belleza junta, ¿no crees? —Enarcó una ceja, buscando la aceptación de un mudo Suigetsu. 

La forma cómo hablaba, los gestos y las sonrisas lo dejaban mudo.  

—¿Belleza? —musitó Itachi a un lado, preguntándose porqué Meiri decía tales cosas de él, frente a él. ¿No conocía la vergüenza? 

—¿Cómo es eso que no vienes? 

Yumi, a unos metros de ahí y con una mochila a la espalda, la miraba entre enfadada, incrédula y temerosa. 

—Dijiste que Izomu-kun venía y que los nuestros venían... Akatsuki y Konoha también están buscando rastros de alguno de los Uchiha, no puedes estar sola. Es peligroso. No... no permitiré que algo te pase, no quiero que algo te pase —insistió la menor aterrada con la sola idea de su amiga muerta.     

—No me pasará nada. Dos monedas de oro juntas brillan más que separadas, nos encontrarán más rápido si vamos juntos en un grupo grande y dos heridos. ¿No son esos principios que nos enseñan, Yumi?             

La aludida bajó la cabeza sintiéndose regañada. Meiri siempre había tenido la cabeza fría para este tipo de decisiones. Debía admitir que tenía razón y que por más que le doliera, debía dejarla y confiar que sabía cuidarse. 

—Te prometo que nada me va a pasar, Yumi —la tranquilizó tomando su mano y dándole un ligero apretón—. Tengo un motivo importante para vivir ahora.       

—¿Cuál? —inquirió con los ojos cristalinos.  

Sin necesidad de palabras, Yumi entendió cuando Meiri le dedicó una mirada a Itachi que distraído miraba las hojas verdes de los árboles de afuera caer. 

—Alguien a quien proteger.    

Eso había sido lo que su amiga siempre había buscado. Alguien por quien dar la vida voluntariamente, alguien a quien cuidar, alguien que debía vivir por todo lo que había perdido; y ahora que al fin lo había hallado, no podía darse el derecho de arrebatárselo. Se lo debía. 

—Suigetsu, Karin, vámonos a poner las cosas en la escena de la batalla —ordenó refiriéndose al saco de huesos—. Sasuke y Juugo ya están afuera.

Los dos ninjas asintieron y siguieron su camino, mas antes que la tercera hiciera lo mismo, la voz aterciopelada de Uchiha Itachi la detuvo.

—Cuídalo. Por favor, quédate al lado de mi pequeño hermanito. Necesita a alguien que lo ilumine dentro de esa oscuridad en la que se ha hundido.     

Yumi sonrió al mayor de los hermanos y viendo cuán bondadoso y altruista era, le prometió desde el fondo de su corazón que así sería. No abandonaría a Sasuke y le cubriría la espalda cuantas veces sean necesarias, a cambio que se mantenga vivo hasta la próxima vez que se vean.   

O si es que se veían. 

***

El olfato era su mayor atributo. Siempre se había jactado de él y alardeado frente a los demás de cómo podía oler el miedo, o más específicamente, a sus víctimas. Esa era otra cacería. Quizá la más interesante de todas al tratarse de la que una vez fue su prometida y quien rompió cualquier compromiso al patear su nariz.  

—Izomu, ¿qué clase de bestia pasó por aquí? —preguntó uno de los leales soldados de su clan girando sobre su sitio y observando a lo lejos la destrucción de unos de los templos Uchiha conocidos entre esos parajes. 

—No se tratan de una bestia   —fue la respuesta de otro de sus reclutas, quien al igual que todos lucía una banda en su brazo dominante con el símbolo de un círculo blanco cubierto hasta la mitad por otro negro. Un eclipse. El símbolo del clan Hikari: la Luna y el Sol, pero unidos, tal y como se traducía su dojutsu.        

—Se trata de dos bestias —fue su resolución al notar los vestigios de la gran batalla que había tenido lugar ahí—. Solo dos Uchiha tendrían el derecho de pelear así en este lugar y sabemos de dos que se matarían a gusto en un templo representativo como ese.         

—Yumi debe estar cerca —murmuró uno que tenía el cabello atado en un moño, con una tristeza que a Izomu no le gustó. 

—Si es que Meiri no la mató —añadió el primero, el de ojos cafés, un ninja si bien fuerte y ágil, no contaba con el kekkei genkai.      

—No lo hizo —observó el que habló primero, el alto de espalda ancha de nombre Haruto—. Yumi nunca pudo vencer a Meiri en una batalla... así que si la segunda no ha vuelto quiere decir que o bien fue asesinada por todo el grupo de Yumi, o escapó y faltó a su misión.

—Tenemos testigos que dicen que vieron a Meiri sin heridas graves ni apuro alguno. No tenía apuro de volver con nosotros —añadió el que carecía del kekkei genkai.     

—Si hubo una batalla como esta, Yumi y su amante Uchiha no pudieron salir ilesos y no podemos correr el riesgo de ir a la escena y ser descubiertos por otra clase de enemigos, así que solo supongamos que uno murió y otro vivió, y en el mejor de los casos, Yumi solo salió herida... 

Señalando el camino oeste, Haruto comentó que cuevas abundaban por ahí. 

—Debe haber buscado refugio ahí —coincidió el de cabello atado en un moño—. Vayamos y acabemos con la traidora.  

—Y quizá y solo quizá... encontremos también a mi prometida —Sonrió cínico Izomu, acariciando el tabique roto de su nariz.  


Continuará...

Holaaaaaaaaaaaaaaa. Maii, Miri, Sasuke, Yumi, Meiri, Itachi y toda la gentita se pasa por aquí a saludarlos. ¡Muchas gracias por todo su apoyo y la paciencia que nos tienen! Sabemos que no somos las mejores actualizando, pero en serio nos esforzamos para poder seguir escribiendo esta historia. Ojalá les guste y ya saben que adoramos leer sus comentarios, así que sean libres de dejar aquí sus pensamientos más dulces o grises. 

¡Nos leemos!   

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