Mine

Par hopelanzani

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Un trato. Eso era todo lo que se suponía que era. Un acuerdo entre dos personas. Sólo eso. Plus

Sinopsis "Always Mine"
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Sinopsis "Never Mine"
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26

Capítulo 23

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Par hopelanzani

Mis ojos se abren lentamente, mientras siento el pecho de Peter subir y bajar a cada respiro que da. Me quedo unos minutos admirándolo. Está calmado, no alterado a causa de todo el estrés en el cual lo he sometido estos últimos días. Y aunque me dolería sin cesar, no lo culparía si decidiera abrirse. Él no tiene porqué luchar una batalla que no es suya. Lo contemplo con todo el amor que siento por él. Como si en esa mirada se lo estuviera dando todo.

Sus brazos me rodean fuertemente cuando intento moverme, y me muerdo el labio inferior ante lo que provoca él en mí. Intento escaquearme, pero Peter no me suelta. Su pecho vibra a causa de una pequeña risa que no logra contener, y sé que se ha despertado.

Le doy un beso casto en sus pectorales, mientras con mi boca voy bajando hacia el sur. Me suelta sin protestar, y me deja hacer. Pero me detengo en su abdomen. Hay un moratón que le cubre toda la parte inferior. Frunzo el ceño ante lo que veo. No puede ser el mismo.

—¿Peter? —pregunto en un hilo de voz.

—¿Hmm? —pregunta, soñoliento.

—¿Qué es esto? —lo toco ligeramente, y él se encoge ante el contacto. Señal de que le duele. De que es reciente. Abre la boca para hablar, pero lo interrumpo—. Y no me digas que no es nada —lo reprimo, ya sabiendo a donde se dirigen sus argumentos.

Peter bufa y se pone de pie, saliendo de la cama y de su habitación. Desaparece por la puerta, y mi confusión aumenta cada vez más. ¿Cuál es su problema?

Se viste de camino al comedor y se detiene ahí. Lo empujo con todas mis fuerzas contra la puerta, pero, aunque se tambalea un poco, no se mueve del lugar. —¿Qué mierda te pasa? —le grito, enfadada.

—No me pasa nada, Lali, simplemente llego tarde a trabajar —señala el reloj de la pared—. Y tú también por lo visto. No me des un motivo para despedirte.

—Te encantaría —le espeto.

Arquea una ceja. —¿El que? —pregunta, cauteloso.

—Despedirme. Que me vaya. No verme nunca más —gruño—. Dímelo. Si eso es lo que quieres, ¿por qué no me eres sincero por una vez y me lo dices a la cara? —veo que respira hondo un par de veces, pero yo no puedo calmarme. Me saca de mis casillas—. ¿Quieres dejarme? Hazlo entonces —escupo.

—¿Es eso lo que quieres?

Niego un par de veces. —No. Eso es lo que tú quieres —digo, haciendo énfasis en el "", mientras lo señalo—. Ayer estabas igual de frío —le suelto—. Desde que te conté mi historia, estás hecho un hielo —le confieso—. Estás raro.

—No tiene nada que ver contigo —es lo único que me dice, y se dispone a marchar, así que, nuevamente, lo empujo contra la puerta.

—¿Entonces qué mierda pasa, Peter? —me sale un sollozo, e intento esconderlo antes de que él se dé cuenta. Pero por su mirada, me doy cuenta de que ha sido en vano.

—Me pasa que no sé cómo controlarlo —me da vuelta él, y ahora soy yo la que estoy contra la puerta, con el cuerpo de Peter pegado al mío—. No sé cómo hacer para que no te pase nada.

—¿Y te piensas que tratándome mal e ignorándome vas a conseguir que esté bien?

—Estarías bien lejos de mí.

—¿Para ti o para mí? —lo desafío.

—Para ti —suelta de una—. Todo lo que hago es por ti.

—¿Y no has parado a preguntarte que es lo que yo quiero? —suelto en un susurro. Su proximidad a empezado a afectarme, y no puedo pensar con claridad.

—¿Y qué es lo que quieres? —me roza el oído al hablar, y puedo notar su aliento cálido contra mi oreja.

—A ti —susurro.

Gruñe, mientras me consume con la boca. Abro la mía, para darle mejor acceso mientras me besa apasionadamente. Lo aparto de mala gana, porqué aún hay algo que me ronda la cabeza. —¿Cómo te lo hiciste? —le digo, mientras le subo la camiseta y se la quito. La tiro lejos, y con mis dedos lo toco delicadamente.

Se muerde el labio inferior un par de veces, y parece... ¿nervioso? —Ayer —confiesa—. Fue cuando te estaba buscando a ti —murmura entre dientes. Está claro que no le gusta hablar del tema.

Lo miro nuevamente a él, que me observa con sus profundos ojos verdes. De golpe, me pongo de rodillas, dejando un beso en su moretón. Respira profundamente, por el dolor que le causa la herida, o los recuerdos a causa de ella, no lo sé. Pero no me dice nada.

Mis manos actúan por si solas, y sin saber por qué, le bajo los pantalones junto a sus calzoncillos. Necesito que se sienta bien. Es mío. Y tengo que cuidarlo. Una pequeña sonrisa se escapa de mi boca, mientras Peter me mira expectante. Se quita la ropa rápidamente, mientras empiezo a acariciar su miembro masivo.

Es largo y grueso, y no tengo idea de qué hacer con el, así que subo y bajo mi mano por toda su longitud. Peter me mira, respirando con dificultad, y aprovecho para lamer la punta, pasando mi lengua por todo el.

—Joder —gruñe él.

Esa es mi invitación para llevarlo un poco más profundamente, y parece que lo pierde cuando miro hacia arriba, y lo veo mirándome intensamente. De la nada, agarra mi pelo, y lo gira en una coleta alrededor de su mano mientras mueve sus caderas dentro y fuera de mi boca. Es un bestia, pero me encanta. Gimo yo también, ese acto produciéndome un cosquilleo, especialmente entre mis piernas, dónde puedo empezar a sentir mi humedad.

—Mierda, Lali, eso es, nena —respira con dificultad, mientras sigo.

Saco la lengua, mientras lo lamo, y me penetra la boca aún más rápido. Sus embestidas son fuertes y precisas, y lo siento palpitar. Se retira de dentro de mi boca, y de una sola estocada, se detiene de golpe sin previo aviso. Respira pesadamente, mientras me levanta del suelo, y me lleva consigo de nuevo a la cama.


—Eso fue increíble —dice con la voz ronca, una vez se ha recuperado—. Tú eres increíble. Pero necesito estar dentro de ti. Ahora.


Llego al menos una hora tarde a trabajar, pero la verdad es que hoy no podría importarme menos. No después de saber qué es lo que hubiera perdido si hubiera llegado a tiempo. Juro que aún puedo sentirlo entre mis piernas. Me sale un suspiro, mientras busco los productos de limpieza.

—Lo tienen Megan y Euge —Adam dice a mi lado, y salto del susto.

¿De dónde salió? Me giro para reñirlo, pero su cara es apenas reconocible. —¡Oh Dios mío! —exclamo un grito. Su cara parece como si alguien hubiera estado golpeándola sin parar, y no parece que vaya a recuperarse pronto. ¿Qué le pasó? La última vez que lo vi iba en dirección a las oficinas de la compañía de yates, y después de eso... ¿Y sí lo secuestraron a él también? —¿Qué te pasó? —pregunto. Decir que me siento culpable es quedarse corto.

—Digamos que tuve un mal entendido —se ríe, pero a mí no me parece gracioso.

—¿Con quién? —le toco la cara, pero al ver que se tensa, dejo caer mis manos a mi lado—. Dios, si estás fatal.

Sonríe dulcemente. —Digamos que a alguien no le gustó que fuera la última en verte.

Empiezo a atar cabos, y me cara de asombro es imposible de ocultar. —¿Peter te hizo esto? —pregunto, demasiado nerviosa.

—No exactamente, pero me lo merecía —intenta defender a Peter.

—No te lo merecías —niego con la cabeza—. ¿Y tú uniforme? ¿No trabajas hoy? —decido que cambiar es lo mejor que puedo hacer. Cuando vea a Peter se va a enterar... Y ahí es cuando caigo en algo, el moratón quizás fue producto de la pelea. ¿O soy yo que me estoy imaginando demasiadas cosas?

Adam niega. —Ni hoy, ni nunca más en el hotel. Estoy fuera —dice, aún con una sonrisa intacta en su cara.

¿Pero qué le pasa? ¿A él y a Peter? ¿Qué mierda están haciendo? —No puede echarte —farfullo, enfadada.

Adam se encoge de hombros.

La puerta se abre, y entran Megan y Eugenia hablando tranquilamente. Pero de solo ver a Megan entro en ebullición. Megan cierra la puerta detrás de sí, y no tiene tiempo a registrar lo que está sucediendo porque mi puño choca contra su cara.

Todos se asombran ante mi explosión, incluso yo, pero la vi y no me pude contener. Estoy por darle otro golpe, pero Adam me agarra, y no me suelta. —¿Qué te pasa perra loca? —grita Megan, mientras se lleva la mano a la boca, e intenta limpiarse la sangre que cae de ella.

Me escuece la mano, pero no le voy a dar el gusto de verme herida.

—Lali, tranquilízate —susurra Adam a mi lado.

—Si tu novio es...

—Futuro marido —le escupo a Megan, interrumpiendo lo que fuera a decir. Estoy echando humo, y la sala está llena de tensión.

—Si tu futuro marido —Megan empieza a decir, mientras se ríe sarcásticamente, pero no hace comentarios sobre ello—. Es un mujeriego que se lo hace con todas no es mi problema, loca.

Salto a atacar nuevamente, pero Adam sigue reteniéndome. —¡Suéltame Adam! —pero me ignora.

—Déjalo estar —Euge intenta sacar a Megan del lugar, pero ella también la ignora.

—¿Y tú eres mi mejor amiga? —le grito.

—¿Y tú eres la mía? —se burla—. Date cuenta, nena, que él no te quiere a ti. Sólo lo hace por compromiso. Por... contrato digamos, ¿no? —muestra sus dientes perfectamente blancos mientras sonríe de satisfacción. ¿Cómo sabe eso? —Tú sabías que me había acostado con él, que seguía gustándome, y que volvería a hacerlo. Arréglatelas con él si te es infiel, yo a ti no te hecho nada, al contrario —aplaude secamente—. Tú deberías pedirme perdón a mí. Si me acosté con él la otra noche fue porque él no paraba de insistir.

¡La mato! —¡Adam, suéltame, joder! —intento escaquearme, pero sigue reteniéndome.

—Me estuvo persiguiendo todos estos meses, desde que llegó nuevamente al hotel creo recordar. Uy, ¡vaya! —finge sorpresa—. Si es cuando empezasteis vosotros dos también, ¿no? Pero no había forma de que tú firmaras —escupe. Y ahí está otra vez lo del contrato. ¿Cómo sabe eso? Estoy cien por cien segura de que yo no se lo he contado.

—Me das asco —le escupo, mientras sigo intentando ir a por ella.

—Entonces tu futuro marido y tú no tenéis nada en común —sigue luciendo esa sonrisa blanca de superioridad, y quiero ir a atacarla de nuevo. ¿Siempre ha sido así? ¿Cómo es que nunca antes había visto este lado de ella? —Digo, él quiere metérmela cada vez que me ve, así que mucho asco no debo darle.

—Eso es mentira —la voz de Eugenia, hace que las dos la miramos confusas—. Yo estaba ahí, Megan —dice tranquilamente—. Las cosas no pasaron como tú dices.

—¿Pero qué mierda sabrás tú? ¡Si también te acostaste con él! —le gruñe Megan, su sonrisa desaparecida de su rostro.

—Otra mentira —me vuelve al alma al cuerpo al escuchar eso—. Estuviste tirándote encima de él durante toda la noche, Megan, y él te rechazó todas las veces.

Ahora aparece una sonrisa en mi cara, y no la puedo evitar. Megan vacila un par de veces hasta que se recompone. —Acéptalo como es, busca fuera lo que tú no le das. Eres poca cosa, Lali.

Intento ir hacia ella. Se está pasando tres pueblos, y no sé cómo tranquilizarme. —¡Joder, suéltame Adam! —vuelvo a gritarle, pero sigue sin dejarme ir.

El fuerte portazo detiene todos nuestros movimientos por un par de segundos, y ahí aparece él. —Suéltala —le exige a Adam, y él lo hace sin cuestionarlo. Me burlo por lo fácil que ha sido, pero no olvido mi misión, así que avanzo hacia Megan. Estoy a punto de saltarle encima, pero Peter se interpone en mi camino, y me sujeta. —¡Apártate! —le grito, pero no hace tal cosa. Me abraza hacia sí, y deja un beso en mi sien.

Peter se gira hacia ellos, parece que solamente con la mirada sepan que tienen que hacer, porque sin decir nada se van todos de ahí.

Me aparto de él, y me suelta sin resistencia. —Mi chica es agresiva —ríe.

—La voy a matar —lo fulmino con la mirada—. Y a ti también. ¿Cómo sabe lo de nuestro trato? —Peter se encoge de hombros—. La única forma en la que puede saberlo es si uno de los dos se lo ha contado, y yo no he sido. ¿Y Adam qué? No tienes ningún derecho a dejarlo sin trabajo.

—Soy el jefe, nena, tengo ese derecho —sonríe.

—Le has partido la cara —lo acuso. No dice nada, solamente si limita a mirarme—. Si él se va, yo también.

—No te quiero trabajando así que...

—Si no trabajo aquí, tendré que buscarme otro trabajo.

Peter frunce el ceño, no gustándole la idea. —Mi chica es chantajista.

—Aprendí del mejor —le contesto. No puedo dejar que eche a Adam.

Peter luce una sonrisa orgullosa ante mi declaración. —Está bien —dice, su voz seria.

—Y quiero que eches a Megan —me sale la cría de dentro, pero la necesito fuera.

—Ahora ya te estás pasando —declara, y avanza hacia mí. Una vez delante de mí, sus manos agarran posesivamente mis caderas.

Su mirada busca la mía, y se la acepto encantada. —No me gusta.

—Hasta hace apenas unos minutos era tu mejor amiga.

—Hace mucho tiempo no lo es.

Peter duda unos instantes. —No la puedo echar porque sí.

—No dudaste en echar a Adam a la primera de cambio —sus manos han empezado a acariciarme sutilmente, pero no dejo que me afecten sus caricias—. ¿Por qué la defiendes a ella?

No me contesta, sino que baja su cabeza, y sus labios se juntan con los míos. El beso es gentil al principio, pero se vuelve desesperado cuando echa sus caderas hacia arriba, y choca su pelvis contra la mía. Gimo en su boca. Sus manos desaparecen por debajo de mi camiseta, pero me aparto antes de que pueda llegar más lejos.

—Puede entrar alguien en cualquier momento —susurro contra su boca.

Se aparta de mala gana, pero asiente. Sabe que tengo razón. Y aún sigo enfadada. Los demás trabajadores aparecen por la puerta, pero se quedan ahí, inseguros de si entrar o no. Su jefe está aquí, y una de las cosas en las cuales nos insistieron a todos, fue el hecho de que al señor Lanzani no le gusta ser molestado, y más específicamente, no le gusta ver a nadie.

—Vamos —me coge la mano, y esquiva a todos, que tienen su mirada fija en mí.

Una vez en el pasillo me salgo de su agarre. —¿Dónde? —pregunto—. Peter, aún no he terminado de trabajar —sacudo la cabeza—. Ni siquiera he empezado —musito.

Peter refunfuña, pero sorprendentemente me deja hacer. —Está bien —murmura de mal humor—. Pero cuando termines, eres todo mía.

—Ya soy tuya —le susurro, mientras me pongo de puntillas para darle un beso.


Cómo no llegué a tiempo para trabajar por la mañana, me toca hacer el turno de tarde. Hay menos para hacer, y solamente me quedan tres horas para terminar. Canturreo Fields of Gold de Sting mientras limpio el gran comedor del hotel, preparándolo y dejándolo listo para la hora de cenar.

—¿Cómo estás señorita Espósito? —la voz grave de un hombre a mis espaldas detiene lo que estaba haciendo, y vuelvo a colocar la silla en su lugar antes de mirarlo—. ¿O debería decir señorita Lanzani? —en su voz detecto una pizca de amargura, pero cuando me enseña sus dientes en una sonrisa potente, me hace cuestionar si lo he imaginado.

—¿Cómo está usted señor Lanzani? —le sonrío de vuelta, es lo única que se me ocurre hacer.

—Por favor, llámame Fabian. Y, se podría decir que he estado mejor —inspecciona el lugar, antes de volver a fijar su mirada en mí—. ¿Y mi hijo? Hace mucho no sé nada de él. ¿Cómo le va la vida de novio?

Me encojo de hombros ante su pregunta, sin saber muy bien que contestar. No es ningún secreto que Peter y su padre no se llevan bien, y eso me hace cuestionar mi posición. Me siento muy fuera de lugar hablando con él, y más sin Peter presente. —Estamos bien —digo, nerviosa.

—Sé que debe ser duro para ti, teniendo en cuenta la vida que tiene mi hijo. Nunca lo hubiera imaginado —dice, en forma pensativa—. Justamente tú. Es muy loco, ¿no crees?

—No sé a qué se refiere, señor.

—¿Conoces a Jackson Slyer?

Intento hacer memoria, pero la verdad es que el nombre no me resulta en absoluto familiar. —No lo creo —respondo algo dubitativa.

—Ah, entonces no es tan serio como pensaba —es su simple respuesta.

—¿Quién es? —pregunto en un hilo de voz. ¿A qué está jugando?

—Eso no me corresponde a mí contarlo.

—Ah, vale —asiento, no sé que más decir respecto eso, así que me aclaro la garganta e intento cambiar de tema—. ¿Su mujer? ¿Su familia? ¿Usted todo bien?

Se echa a reír, y me encojo, ¿qué he dicho que resulte tan gracioso? —Trátame de tú, por favor, señorita Espósito.

—Lali —le corrijo—. Lo mismo le digo entonces.

Asiente un par de veces. —Estoy buscando a mi hijo —declara, ignorando mis preguntas triviales—. ¿Serías tan amable de hacerme el favor de dejarle a saber a mi hijo que estoy aquí contigo?

—Claro —susurro—. ¿Me deja su teléfono?

Niega con la cabeza. —No lo tengo, de ser así ya estaría hablando con Peter —su voz pasa de la diversión al enfado en un santiamén, y no sé como salir de esta situación.

Lo único en que puedo pensar es en avisarlo con la línea del hotel, así que me dirijo al fondo, donde está ubicado el teléfono central, mientras marco su número. Tarda un par de segundos en cogerlo. —¿Qué? —espeta, al contestar.

—Peter, soy yo —susurro, no queriendo que su padre escuche, pero sabiendo que lo contrario va a resultar imposible.

—Hmm, nena, ¿ya me echas de menos? Yo también te extraño, dime que tú también —sonrío al oírlo, pero la tos de Fabian, me recuerda del porqué lo estoy llamando.

—Peter...

—Dímelo —me exige.

—Yo también —me rindo, sabiendo que no vale la pena discutir con él en esto.

—Tú también, ¿qué? —se mofa—. Vamos, dilo, nena.

Suelto una risita silenciosa, mientras susurro. —Que sí, que te extraño.

—¿Qué pasa? —exhala él.

Otra vez, la presencia de Fabian me saca de mi trance—. Te llamo porqué tu padre está aquí.

—¿Dónde estás? —el tono de Peter se vuelve en uno de preocupación ante la mención de su padre—. Lali, dime dónde mierda estás. No has hablado con él, ¿verdad?

—¿Qué pasa? Estoy en el comedor, después hablamos —corto antes de que me pueda volver a gritar, y me giro para encarar a Fabian—. Ahora viene dice —le digo con tranquilidad, mientras intento recoger las cosas.

—Dime, Lali, ¿por qué sigues trabajando?

La pregunta me pilla por sorpresa, pero no puedo contestarla porque Peter ya está aquí, y parece que en cualquier momento vaya a explotar. —Lali, nena, ¿estás bien? —Peter se posiciona delante de mí, bloqueándome de la mirada de Fabian.

Miro alrededor, alarmada. Quizás hay algún peligro del que no me haya dado cuenta... Pero no, todo está tranquilo, en su lugar. —Sí —susurro, extraña por su actitud. ¿Qué le pasa con su padre?

—¿Te ha dicho algo? ¿Estuvisteis hablando? —suelta, y me encojo ante sus gritos. Furioso no empieza ni a describir como está. Parece sacado. Y nos miramos mutuamente por lo que parece ser una eternidad.

—Tranquilízate, hijo —Fabian interrumpe, y me había olvidado por completo que estaba aquí presente—. Fue solamente una conversación entre nuera y suegro, por qué eso es lo que somos, ¿no es así? —sonríe—. Simplemente una charla amistosa sobre Slyer, ya sabes cómo es... —Otra vez, ese nombre, y ante la mención de ese apellido, Peter lo pierde, y salta a por su padre, que, esperando el golpe de su hijo, lo esquiva con facilidad—. Eres demasiado evidente.

La vena en el cuello de Peter sobresale de mala manera, y su mandíbula tensa indica que está listo para volver a atacar. Le agarro la mano cariñosamente, mientras le susurro dulcemente una y otra vez que no vale la pena. Intento calmarlo como puedo, pero es un trabajo muy difícil, especialmente ante el comentario de Fabian.

—Lárgate —gruñe Peter, mientras me rodea con uno de sus brazos, manteniéndome detrás de él, oculta ante la mirada de su padre.

Extrañamente, Fabian decide hacerle caso, pero no se va sin antes decir: —Hoy hay reunión, te vamos a estar esperando —es lo último que dice, para después desaparecer.

—¡MIERDA! —el grito de Peter me sobresalta, y me aparto a un lado mientras él destruye todo lo que encuentra en su camino. Desde las vajillas, hasta las sillas, y alguna que otra mesa—. ¡Mierda, mierda, mierda!

—Cariño, ¿estás bien? —una de mis manos se dirige a su hombro, para hacerle saber que estoy aquí, que estoy con él, pero se aparta de un salto.

—¡JODER! —grita a pleno pulmón, mientras se lleva las manos al pelo, y lo agarra con fuerza. Lamentándose de algo.

Mis pies se mueven solos, y se dirigen hacia su posición, pero no le gusta mi acto, y se va furioso del lugar.

¿Qué mierda acaba de pasar?

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