Atraccion Intensa

By DeamLove

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Pensaron que seria solo una noche, pero ni a eso llego. El encuentro entre ellos dejo una intensa Atraccion y... More

Prologo
Cap 1
cap 2: Demasiado sola
Cap 3: Reencuentro
cap 4: ¿Has encontrado otro hombre?
5: Sabe la verdad
6: Lorenzo
7: Madam Myra
8: El hombre al que habia estado esperando
9: le quitaria la inocencia
10: Esto me esta empezando a gustar
11: Siempre que quieras
12: Como todo un ladron profesional
13: Hospital
14: ¿Me miras a mi y la ves a ella?
15: No puedo soportar la idea de perderte a ti tambien
16: Resultados de la Biopsia
17: Tres veces Si
18: Quiero decirle la verdad
19: A Ti
20: Quiero Todo
21: Celestinos
22: Lo siento
23: Te quiero a pesar de todo
24: No queria que lo perdone
26: Le habia robado el alma
AVISO IMPORTANTE

25: No valgo la pena

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By DeamLove


Julian sabía lo que estaba sucediendo.

A pesar de lo que había hecho, Rosana lo seguía queriendo, pero su lealtad y su
amor no hacían más que demostrarle lo egoísta que era con ella.

—No me apartes de ti —le suplicó ella.

—¿Cómo puedes seguir queriéndome?

—¿Quieres que te castigue? ¿Quieres que te juzgue? Ya has pagado por tus errores, ya has cumplido tu condena en la cárcel y has testificado contra la mafia.

—¿Te haces una idea de la vida que te espera a mi lado?

—Estoy deseando averiguarlo —contestó Rosana mirándolo a los ojos.

—Deberías pensártelo —dijo Julián sentándose, pues le temblaban las piernas—. Mi vida está llena de mentiras. La última vez que vi a mi hermana, cuando nos despedimos, no le dije que tenía que ingresar en prisión sino que le dejé creer que el programa de protección de testigos me iba a llevar a un lugar seguro inmediatamente.

—¿Para que no se preocupara por ti? ¿Y qué hay de malo en eso?

—Tampoco le conté a mi esposa que me vi involucrado en un asesinato. Gabriela sabía que quería dejar la organización de su padre, pero no tuve el valor de admitir lo que me había abierto los ojos.

—Lo hiciste para protegerla.

—Lo hice para protegerme a mí mismo porque me daba miedo que dejara de
quererme si sabía la verdad.

—Pero entre nosotros es diferente. Estás siendo sincero conmigo.

—Sí, pero he estado a punto de irme. Si no hubiera sido por el policía que cuida de mí, ahora mismo estaría en otro lugar.

Sorprendida, Rosana dio un paso atrás.

—¿Cómo sé te ha pasado eso por la cabeza?

—Tenía miedo de que dejaras de quererme, tenía miedo de perderte.

—No me has perdido. Estoy aquí.

Julian la miró y la vio más vulnerable que nunca.

—Piénsalo, Rosana. Si te conviertes en mi esposa y la mafia me encuentra, el programa tendrá que sacarnos de aquí a toda velocidad y tú, al igual que yo, tendrás que cambiar de nombre y convertirte en otra persona.

Rosana se estremeció.

—No volverías a ver a Daiana, Lorenzo no volvería a ver a Jorge y ni siquiera podrías volver a visitar las tumbas de tus padres. Tendrías que destruir incluso las fotografías de tu infancia, adiós a tu vida.

—¿Y si nunca te encuentran? Entonces, podríamos vivir aquí tranquilamente
y…

—No vale la pena que te arriesgues por mí -la interrumpió Julián—. No valgo la pena.

—No digas eso —dijo Rosana cruzándose de brazos—. ¿No esperarás que te deje de querer y que te deje ir?

—Lo que quiero es que consideres la situación y que pienses en lo que es mejor para tu hermano.

—¿Por qué me haces esto?

—Porque mi vida puede terminar haciéndote sufrir. Hasta ahora, lo único que me importaba era que me quisieras y que me perdonaras por los delitos que he cometido, pero también tenemos que tener en cuenta tu futuro y el bienestar de Lorenzo.

—Me dijiste que nunca le harían daño, que estaba a salvo.

—Y lo está, pero, ¿cómo se sentiría si un día llega alguien y me pega un tiro en la nuca?
Rosana se estremeció.

—No digas eso.

—¿Por qué no? Sabes que puede pasar -dijo Julian poniéndose en pie—. ¿Por qué no has dormido bien esta noche?

—Porque estaba preocupada —reconoció Rosana mirando por la ventana.

—¿Por qué?

—Por ti.

—¿Porque me quieren matar?

—Sí, pero creo que es normal. Me acababa de enterar. No pretenderías que durmiera como si nada, ¿verdad? —dijo secándose el sudor de las manos en la falda.

—No, claro que no —contestó Julian deseando abrazarla—. Tenemos que dejar de vernos durante un tiempo.

Rosana lo miró furiosa.

—¿Para que te vayas sin despedirte de mí?

—No me voy a ir —le prometió Julian sinceramente—. Si seguimos juntos, sé
que aportará cosas buenas a mi vida, pero yo no creo que tú puedas decir lo mismo de mí.

—Julián…

—Ve a casa, Rosana, ve a tus amigos, habla con tus compañeros de trabajo, mira tus álbumes de fotos y ve a poner flores en las tumbas de tus padres —hizo una pausa buscando efecto—. Y, luego, imagínate tu vida sin todo eso.

—¿Quieres que también me imagine poniendo flores en tu tumba?

—Yo creo que eso ya lo has hecho —contestó Julián mientras Rosana se alejaba.



Lorenzo siguió a Rosana con un ramo de flores en cada mano. No entendía muy
bien por qué su hermana estaba tan nostálgica aquella semana, pero aun así había visto los álbumes de fotos con ella y se había reído con las imágenes de sí mismo siendo más pequeño, y ahora estaba en el cementerio visitando las tumbas de sus padres.

Hacía siete días que Rosana no veía a Julian y no dormía bien desde entonces. Se decía una y otra vez que no tenía dudas, que podría irse del Hoyo si fuera necesario, pero no era cierto.

Saber que la mafia quería ver muerto al hombre al que amaba la llenaba de
terror.

—Es aquí —dijo el niño dejando las flores sobre las lápidas—. ¿Nos ven?

—¿Quién? ¿Papá y mamá? —dijo Rosana arrodillándose ante las tumbas de sus
padres—. Sí, claro que sí, nos ven desde el Cielo —añadió preguntándose qué estarían pensando sus padres de su relación con un expresidiario.

Estuvieron unos minutos en silencio.
Transcurrido aquel tiempo, Rosana se puso en pie, arrancó una margarita de uno de los ramos y jugueteó con ella mientras pensaba en Julián.

—¿Nos vamos? —le preguntó su hermano.
Rosana asintió.

—¿Para quél arrancaste esa flor? —quiso saber el niño mientras salían el cementerio.

—Para dársela a Dalila.

—¿La jefa de Julian?

—Sí.

—¿Vas a ir a verlo hoy?

—No, hoy no voy a ver a Julian. He quedado
con Dalila para ir de picnic.

—Ten cuidado con el sol.

Rosana le acarició el pelo a su hermano, emocionada por su preocupación.

—Yo he quedado con Jorge para hacer galletas con su mamá —le informó Lorenzo—. La madre de Jorge dice que deberías casarte con Julian, y Jorge y yo creemos lo mismo. Queremos ponernos esos trajes con corbata y comer tarta y esas cosas.

Rosana sintió que el corazón se le subía a la garganta.

—¿Es ésa la única razón por la que crees que Julián y yo nos deberíamos casar?

—No, me gustaría que Julián fuera mi padre o mi hermano o… ¿qué sería si te casaras con él?

«Mi marido, mi compañero, el hombre al que la mafia quiere matar. Dios mío»,
pensó Rosana.

¿Sería capaz de seguir con él?
¿Sería capaz de vivir con aquel miedo y aquel dolor?

Ignorando la pregunta de su hermano, lo llevó a casa de Jorge y ella se dirigió a casa de Dalila, que la estaba esperando en el porche con un vaso de limonada.

Rosana le dio la margarita, que la mujer se colocó en la oreja.

—¿Nos vamos? —sonrió.

—Vamos —contestó Rosana.

No tardaron mucho en encontrar un bonito lugar en el campo de Dalila y se sentaron a comer.

—Esto es maravilloso —comentó Rosana mirando a su alrededor—. Echo mucho
de menos estar al aire libre.

—Sí, la naturaleza nos hace sentir bien —contestó Dalila—. Por cierto, te sienta bien ese sombrero de paja.

Rosana sonrió encantada y le pasó un plato de pollo con ensalada de patatas.

—¿No me vas a preguntar por él?

—¿Por quién?

—Por Julián.

Rosana sintió que el estómago le daba un vuelco. Llevaba una semana pensando en él a todas horas, pensando en aquel hombre cuya vida pendía de un hilo.

—¿Qué tal está?

—Trabajando sin parar para mantenerse ocupado, pero no está de buen humor.
Sospecho que tiene algun problema.

Rosana no podía contarle la verdad, como no había podido contársela a Daiana.
Eso era precisamente lo que Julián le había advertido. Estar con él significaba tener secretos.

—Prefiero que hablemos de Harold.

—¿De Harold? ¿Por qué íbamos hablar de ese viejo?

—Porque bailaste con él en mi fiesta.

—Sólo fue un baile, no significó nada.

—¿De verdad? Me dijeron que también dieron un paseo esa noche.

—Un paseo muy corto.

—Julian cree que Harold y tú estuvieron enamorados en el pasado.

—¿Ah, sí? —dijo Dalila sorprendida—. Yo creía que nadie lo sabía —añadió con un suspiro.

—No creo que nadie más lo sepa, sólo Julian.
Dalila se quedó mirando los árboles.

—Yo venía de un entorno de mucho dinero y la familia de Harold era muy pobre. Aun así, cuando me sonreía en la ciudad, se me aceleraba el corazón.

Rosana asintió. Conocía ese sentimiento.

—Mis padres eran algo prejuiciosos  y querían que me casara con un pretendiente que ellos habían elegido —siguió Dalila.

—¿Y tú estabas de acuerdo?

—Sí. No tuve fuerzas para enfrentarme a mis padres, sobre todo a mi madre, que era una mujer muy exigente. Un mes antes de la boda, me fui al río. Era tarde, más de medianoche, y quería estar sola, pero Harold andaba por allí.

Rosana intentó imaginarse a Harold y a Dalila de jóvenes, pero se imaginaba
a Julian y a ella.

—¿Hicieron el amor?

—Sí, aquella noche y todas las demás. Nos veíamos en el río, pero no se lo dijimos a nadie.

—¿Y qué pasó?

—No tuve valor para contárselo a mis padres, así que me casé con el hombre que ellos habían elegido. Harold se quedó destrozado, se metio en el ejército y, luego, volvió al Hoyo y se puso a trabajar de cartero. Yo me divorcié y me casé con otro hombre. Me he casado tres veces.

—Pero nunca con él.

—No, nunca con Harold. Para cuando mi tercer matrimonio terminó, ya estaba harta de los hombres.

—¿Y ahora?

Dalila se sonrojó como una colegiala.

—Ahora me veo a escondidas con Harold. ¿Qué te parece? Dos viejos locos besándose a la luz de la luna.

—Me parece muy romántico —contestó Rosana sinceramente.

—¿De verdad? Nos avergüenza que la gente se entere de que estamos saliendo juntos.

—creo no debería ser así porque se ganaron el derecho a ser felices. ¿Te arrepientes de todos los años que han estado separados?

—Sí, más de lo que te puedas imaginar. No hay nada peor en el mundo que echar de menos al hombre al que amas —contestó Dalila con tristeza—. Nada.

Rosana apareció como en una nebulosa, con su sombrero de paja y su pelo rubio al viento.
Julian sintió unas inmensas ganas de tocarla, pero se contuvo. Sentía que el
corazón le latía aceleradamente y se moría por hacerle el amor. Cuánto la echaba de menos.

Se quedaron mirándose a los ojos.

—Vales la pena —dijo Rosana.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Julián nervioso.

—Porque he hecho todo lo que me dijiste que hiciera. He evaluado todos los aspectos de mi vida.

—¿Y Lorenzo?

—Mi hermano te adora.

—¿Y si un día nos tenemos que ir de aquí? Éste es tu hogar, has crecido aquí.

Rosana se acercó a él.

—El hogar de uno está dónde están sus seres queridos, Julián.

—¿Y tus recuerdos? ¿Y las fotografías de tus padres?

—Mis recuerdos no me los podrá robar nadie, pase lo que pase, y siempre
recordaría a mis padres, aunque no pueda mirar sus fotografías.

Julián quería estar realmente seguro.

—¿Y si me matan?

—Prefiero no pensarlo.

—Pero no podemos ignorarlo, es una posibilidad.

—Lo sé, pero tampoco nos podemos pasar todo el día hablando de ello.

—Tienes miedo —dijo Julián viéndoselo en los ojos.

—Por supuesto que tengo miedo, pero tengo que confiar en que el programa de protección de testigos te mantenga a salvo. Dalila me ha dicho que no hay nada peor en la vida que echar de menos al hombre al que amas, y tiene razón. Esta semana te he echado tanto de menos que casi me vuelvo loca —le dijo con voz trémula—. Quiero que formes parte de mi vida pase lo que pase.

—Oh, Dios mío —dijo Julián dando un paso al frente y abrazándola—. Me avergüenzo de mi pasado.

—Lo sé.

—Engañé a la sociedad.

—Yo confío en ti y siempre lo haré —le aseguró Rosana sinceramente.

—Te mereces a un hombre mejor que yo, te mereces a alguien que no haya estado en la cárcel.

—Deja eso ya.

Julián no era el príncipe azul con el que soñaba siendo una adolescente, pero era su protector, el hombre de carne y hueso que Dios le había puesto en su camino.

—¿Me sigues queriendo, Julián?

—Sabes que sí.

—Entonces, demuéstramelo.

—Cásate conmigo —le pidió Julián besándola.

—¿Cuándo? —preguntó Rosana besándolo también.

—Ahora.

—¿Ahora mismo?

—En cuanto lo arreglemos todo —sonrió Julián .













Cuando llega, llega y este final llego.
El epilogo lo subo en un rato.
Esta historia me encanto, otro funal distinto al de muchas persona que han muerto por cancer.
Un final feliz.

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