El mito de Daphne (libro II d...

By TammyTF

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Daphne es un torbellino, una catástrofe en búsqueda de víctimas distraídas. Una calamidad en potencia, aunque... More

Prólogo
¿Evan?
Los muertos no son el problema
Mentira, verdad
¡Arriba la psicología!
El mitológico Evan
Los psicólogos también son humanos
Evan
Magnetismo
Cabeza en alto, Daphne
La sorprendente sorpresa (parte I)
La sorprendente sorpresa (parte II)
Siempre puede ponerse peor
Y las explicaciones después
Evan
Un huracán
Secreto oscuro
Los psicólogos también lo hacen rico
Evan
La honestidad no es parte del trato
Optimismo Cánovas
Palabras más palabras menos
¿Qué quieres?
Evan
Papá sabe
La retirada también es una estrategia
También puedo hacer historias enmarcadas
Consejo Stepanov
Planes
1º Algo personal
2º Necesitarla
3º Cercanía (relativamente)
La innecesaria enseñanza (parte I)
La innecesaria enseñanza (parte II)

Fuera de jurisdicción

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By TammyTF

Casi casi es año nuevo, sólo queda un día y pensé que sería bueno dejar el último capítulo del año de esta historia. Ya seguiremos el año que viene, no se preocupen. Así que vamos con algo tranqui... o bueno, relativamente tranqui.

Espero lo terminen genial con toda la gente que los quiere y nada, me encanta saber que a pesar de tenerlos un poco abandonados sigo contando con todos ustedes. Son mi motivo para seguir año tras año compartiendo lo que me cuentan las voces en mi cabeza XD Feliz inicio del 2018, gente, los quiero! 

Capítulo XVI: Fuera de jurisdicción

A pesar de su inicial intención de dormir, Evan no se durmió al instante. Por espacio de una hora quizá, hablamos de tonterías inofensivas, de su trabajo y el mío, de sus ganas de ir de viaje a las montañas —le gustaban las montañas—, del inminente nacimiento de los bebés de Mc y de su temor a que las cosas pudieran complicarse durante el parto. No quería admitirlo abiertamente pero se notaba que estaba muy encariñado con el animal y le hacía ilusión ver a los bebés.

— ¿Qué harás con ellos cuando nazcan?

Él se quedó pensativo un rato al tiempo que delineaba mis uñas con la punta de sus dedos, abstraído en algún tipo de juego silencioso.

—Didi está buscándoles hogar.

— ¿Por qué Didi les busca hogar?

Una sonrisa tímida tiró de sus labios.

—Porque fue su idea darme a la gata, la encontró una noche de lluvia escarbando unas bolsas de basura. —Hizo una pausa, arrastrando sus ojos grises hacia los míos—. Esa misma noche llegó a mi casa todo mojado, protegiendo a una bebé Mc dentro de su chaqueta. —Reí entre dientes al armar esa imagen en mi cabeza—. Me dijo que finalmente había encontrado a mi complemento ideal.

— ¿Tu qué?

Volvió a sonreír, enigmático, bajando la mirada nuevamente a mi mano.

—Vladimir tiene esta idea de que cada ser humano tiene a un animal con el que se complementa a la perfección. —Me observó por entre las pestañas—. Cualquier animal que encuentra en la calle lo recoge y luego... no sé, simplemente le busca a su complemento humano. Él me dijo que los ojos de Mc me estaban buscando, que sólo yo podía darle un hogar.

—Y lo aceptaste —deduje, incapaz de no sonreír ante las rarezas de Didi. Era un hombre o muy espiritual o muy loco, todavía no lo decidía del todo. Pero suponía que Evan tenía una opinión profesional armada al respecto.

—Ese argumento fue bastante difícil de rebatir. Y Mc resultó ser una excelente compañía.

— ¿Piensas que Didi está loco? —Al final de cuentas no pude aguantar la tentación de saberlo. Era psicólogo después de todo, no había mejor fuente de saber para ese tema.

Evan rió por lo bajo.

—Ya te dije que todos estamos un poco locos.

—Qué salida más elegante —me burlé, él se limitó a encogerse de hombros—. ¿Nunca haces juicios sobre las personalidades de los demás?

—Analizo, estudio e incluso quizá realizo algunas deducciones... —Sentí la presión de su pulgar en el centro de mi palma y mis ojos volaron a ese punto casi de forma inmediata—. Pero no hago juicios al respecto, no es mi trabajo juzgar a nadie por cómo es.

Abrí la boca sin saber muy bien qué iba a decir, mientras sentía como su pulgar subía por la cara interna de mi muñeca marcando una caricia ligera y sutil. Su gesto era tan casual que ni siquiera podía decir que intentaba seducirme, pero diablos si no lo estaba logrando con eso.

—Y... —Tomé una necesaria bocanada de oxígeno, ganándome una rápida mirada de soslayo por su parte. La caricia se detuvo, mas no liberó mi muñeca—. ¿Y qué haces entonces?

—Intento ayudar a las personas —dijo sin más, dejando en claro que el camino de su profesión no era algo que le interesa compartir con el grupo. Una verdadera pena, la verdad.

—Entonces todos estamos locos —sentencié al tiempo que desplegaba una de mis sonrisas rápidas. Era eso o protestar como una cría que no había obtenido lo que quería.

—Aja —musitó él en respuesta.

—Pero algunos más que otros, por eso tienes empleo.

—Agradecemos a Dios por eso —dijo burlón y yo reí siguiéndole el juego.

En realidad tenía ganas de agradecerle a Dios por otros motivos más que evidentes, pero para variar mi gran bocaza decidió permanecer cerrada. Y démosle algo de crédito a la pobrecilla, no la ha estado haciendo tan mal últimamente. Bien... este último día, ¿felices?

—Descansa, Evan.

Su mano liberó la mía y tras una breve caricia en mi mejilla, él se dio la vuelta para finalmente ponerse a dormir. Por espacio de varios minutos me quedé con la mirada fija en el cielo raso, algo reacia a cerrar los ojos. Una parte de mí todavía temía despertar y descubrir que todo había sido uno de esos geniales, pero poco satisfactorios, sueños calientes. Y no quería que fuese un sueño, por primera vez en mucho tiempo me dejé arrastrar por el inconsciente, deseando algo más. No sabía exactamente qué pero... más.

***

Probablemente llevaba una o dos horas dormida cuando me desperté de sopetón y me tomó al menos un largo minuto situarme en espacio y tiempo. Evan, dormido a mi lado, se removió con un poco de brusquedad y yo lo observé por un momento estática, esperando. Al cabo de un largo silencio volvió a moverse y en esa ocasión lo escuché claramente decir algo, aunque no tuve ni idea qué rayos de idioma estaba usando. Ni siquiera podía decir que había escuchado a un croata hablar alguna vez, porque francamente ni siquiera tenía una idea de dónde se localizaba ese país, mucho menos sabía qué idioma hablaban. Pero todo indicaba que él estaba hablando algo que yo no entendía, susurraba y no les voy a negar que tenía un tinte algo macabro el modo en que lo hacía.

— ¿Evan? —lo llamé y él automáticamente volvió en rostro en mi dirección. Di un respingo al notar que sus ojos permanecían cerrados, pero su cuerpo y toda su postura parecía estar en completa alerta. Estaba exaltado y su respiración era rápida y brusca. ¿Qué demonios? ¿Estaba poseído? ¡Genial! Al final terminaría dándole la razón a Nadia, nadie podía estar así de bueno y no cargarse un gran defecto. El de Evan era que al parecer lo poseía el espíritu de alguno de sus antepasados que hablaba en susurros tétricos—. Joder, Evan... —susurré, extendiendo tímidamente una mano hacia su frente.

En el momento en que lo rocé él retrocedió y dijo claramente la palabra "no", deteniéndome de forma instantánea. No había sido un grito ni nada por el estilo, sino más bien un gemido lastimero que salió apenas de sus labios apretados en una tensa línea. Creo que en ese instante hasta habría preferido que gritara, eso me habría evitado la pena de verlo quejarse de algo que evidentemente lo estaba atormentando. O peor aún, asustando.

—Evan... —Casi sin proponérmelo recordé algo que solía hacer mi madre cuando Erin tenía pesadillas, el método infalible para calmarla y no causarle un susto mayor al despertarla. Volví a extender la mano, pero no hice amague de tocarle el rostro o de acariciarlo, sino que lo obligué a abrir el puño con que aferraba la manta y entrelacé nuestras manos en una estrecho apretón. Evan no me soltó, murmuró algo más, algo en ese idioma extraño y al cabo de unos minutos su respiración comenzó a estabilizarse. No despertó y fue mejor así, porque sabía que de haberlo hecho no habría sido capaz de no interrogarlo al respecto.

Y ese tema no era mi jurisdicción, lo sabía.

***

Decidí aventurarme por mi cuenta a través de su departamento, me di una ducha en el baño de la puerta camuflada —afortunadamente sin encontrarme con la casa de ningún gato allí— y luego fui a la cocina por algo de comer. Evan, dicho sea de paso, no tenía nada en la nevera o en las alacenas. Al parecer no estaba muy habituado a hacer la compra, lo que volvía imposible imaginar cómo rayos hacía para mantener su escultural cuerpecito. ¡Este hombre no comía! Seguramente era alienígeno, al menos eso explicaría su exagerada belleza que sólo lo hacía destacar en un mundo de mediocres humanos.

Tuve que conformar mi apetito con algo de café y un trozo de queso que hallé en buenas condiciones al fondo de la nevera. Me había estado pidiendo a gritos que lo hiciera parte de mi improvisada merienda, y ya saben cómo soy yo, no puedo negarle nada a la comida. Mucho menos cuando se ve tan solitaria y necesitada de una buena mordida.

Una vez que acabé con eso, algo que no me tomó mucho tiempo obviamente, me dispuse a revisar un poco aquí y allá, hojeé uno de los libros que tenía sobre la mesa de café y luego fui a visitar a Mc en la bañera del baño principal. Pasaban los minutos y Evan no parecía que estuviese en la etapa previa a levantarse, no iba a molestarlo por ello. Claramente había estado cansado al llegar a mi casa y se lo veía tan dulce acostado en su cama, abrazando la almohada y con el rostro apenas ladeado para darse espacio para respirar que sólo un alma insensible lo molestaría. Mi dulce hombre unicornio, extraordinario e imposible de odiar.

Llevaba observándolo dormir desde los últimos diez minutos. ¿Qué esperaban de mí? Al menos no le había hecho fotos y créanme, ganas no me faltaban. Su culito perfecto se perfilaba por debajo de las sábanas como una sabrosa manzanita y mis ojos simplemente se sentían incapaces de abandonar aquella obra maestra. Era tan lindo. Y no sólo físicamente hablando, no, él era lindo en todos los sentidos aplicables. Y yo estaba dejando que me gustara demasiado rápido, maldición.

Suspiré, parpadeé varias veces y saqué mi móvil de mi bolsillo, necesitando dejar dormir en paz a ese pobre hombre. Necesitando darle un tiempo fuera a mi cerebro.

Necesito un favor

Tecleé a toda velocidad y la respuesta no demoró en llegar.

Limpia la escena, yo me encargo del cuerpo.

Sacudí la cabeza, ahogando una carcajada y me deslicé hacia el pasillo, cerrando la puerta de la habitación a mis espaldas.

¡No es nada de eso, Dimitri! Necesito transporte.

Supe de este genial invento donde se intercambia algo de dinero por transporte. Lo puedes encontrar en cualquier estación cercana, se llama: tren.

No agradecía en lo absoluto que él hubiese comenzado a copiar mi sarcasmo, se le estaba comenzando a dar bastante bien.

Por favor, Dimitri... apiádate de mí.

¿Por qué no te trae Evan?

Está durmiendo y realmente no quiero molestarlo, anda! Yo siempre te sumé porotos con Erin.

Nunca supe qué rayos significaba eso de todas formas.

Y detrás de ese mensaje me llegó otro al instante.

Bien, pero me deberás algo. Y créeme que no me olvido de las deudas.

Vale, vale, te haré de niñera del crío cuando quieras tirar con mi prima. ¿Te parece?

Es un trato justo, estaré allí en doce minutos.

Y sabía que doce minutos de Dimitri, serían doce minutos exactos. Incluso podría cronometrarlo, pero claramente no iba a hacerlo porque prefería mirar a Evan un momento más y sonreírle como estúpida a su cuerpo dormido. Terminaría por grabarlo en mi retina, porque evidentemente ya estaba fundido como chocolate a mi mente.

Iba a escribirle una nota, pero luego opté por mandarle un mensaje cuando ya estuviera en mi casa. Me acerqué a él, suspiré de forma audible —demasiado conforme con el modo en que mi suerte había recapacitado y decidido ponerse de mi lado—, y luego me incliné para dejar un pequeño beso en su hombro. Mi error.

Ni bien acababa de tocarlo, Evan cogió aire bruscamente y se incorporó de forma automática, casi golpeándome con lo repentino de su movimiento. Retrocedí y él volvió el rostro, clavando sus enrojecidos ojos en mí. Me observó fijo por un corto lapso de tiempo, para luego pasarse la mano por el rostro y dejarse caer contra las almohadas.

—Lo siento —murmuró con voz ronca.

—No, tú discúlpame a mí, sólo quería despedirme... —Evan cerró los ojos un instante—. No fue mi intención despertarte, en serio.

—No pasa nada. —Me miró, lanzándome una sonrisa que en ningún momento me creí—. Es sólo que... —Agitó una mano como si no supiera como terminar la frase—. Tengo el sueño ligero. —No le respondí, mayormente porque había estado alrededor de él durante todo el rato que había dormido y no había reaccionado a ningún sonido, ni siquiera cuando me atreví a hablarle mientras me vestía—. ¿Ya...? —Me observó de arriba abajo—. ¿Ya te vas?

También me observé.

—Sí, ya van a ser las siete.

— ¿Las siete? —Él parecía genuinamente sorprendido por ello. Sonreí.

—Sí, dormiste un poco más de lo planeado... creo.

—Dios... —Se volvió para mirar el reloj en su mesa de luz y abrió sus bellos ojos de forma desmesurada—. Dios. Lo siento.

—No pasa nada, estabas cansado. —Y había disfrutado cada segundo de él durmiendo como para en realidad quejarme—. Pero mañana tengo que trabajar, así que... —Dejé la frase en el aire, esperando que él tomara la posta a partir de allí.

—Claro... —Sacudió la cabeza, espabilándose—. Claro, déjame que me vista y te llevo a tu casa.

Evan salió de la cama antes de que pudiera pensar en responderle y si hasta ese instante me había estado costando pensar, en el segundo en que las sábanas ya no fueron un impedimento visual mi mente simplemente abandonó el edificio.

Repitan después de mí: Querido Dios te damos gracias por poner a este hombre desnudo en mi mesa. Amén.

Él me miró y yo ni siquiera pestañé, creo que sólo eso hizo falta para que se diera cuenta que estaba dándome material para cada una de mis fantasías de aquí hasta mis años de vieja. Evan bajó la mirada un instante, al tiempo que ese adorable sonrojo cubría sus mejillas.

—Eres increíble —le dije con una sonrisa zalamera—. Me pregunto qué clase de hombre es capaz de sonrojarse y darle azotes a una mujer en una misma noche.

—No me he sonrojado —masculló, dándose la vuelta para recoger un pantalón de su sillón.

—Evan... —Me acerqué a él mientras se metía dentro de los pantalones, sin tomarse la molestia de ponerse ropa interior antes—. Tú te sonrojas todo el tiempo, eres adorable.

—No lo hago —replicó, enviándome una mirada de soslayo. Yo sólo sonreí, logrando que él gruñera y me esquivara para pasar al cuarto de baño, reí y al instante sentí sus dedos conectando con mi trasero en un azote rápido.

— ¡Idiota!

—No lo hago —respondió él antes de perderse por la puerta camuflada.

Al cabo de unos minutos, cuando supuse que estábamos cercanos a cumplir el plazo de Dimitri, ambos nos dirigimos hacia el elevador. A Evan no le hizo mucha gracia que no le permitiera llevarme, pero es que hacer venir al psicópata y luego no darle utilidad tendría repercusiones, y la verdad es que no quería lidiar con un Dimitri molesto.

—No quería despertarte, por eso le pedí que viniera —le expliqué, extendiendo mi mano en su dirección para pasar mis dedos suavemente por los vellitos claros de su antebrazo. Evan observó mi mano y luego a mí—. No te enfades.

—No estoy enfadado.

—No eres bueno mintiendo —agregué, al tiempo que bajaba caminando con mis dedos por la cara externa de su mano, siguiendo el recorrido de sus venas. Él no perdió detalle de mis caricias y después de una pobre resistencia por su parte, dio vuelta la mano atrapando mis dedos entre los suyos.

Elevó la mirada.

—Tú...—vaciló, posando su atención en nuestras manos enlazadas—. Tomaste mi mano, ¿no es así?

— ¿Cómo? —inquirí sin comprenderlo. Evan sacudió la cabeza al parecer queriendo dejar el tema, algo que claramente yo no estaba dispuesta a dejarlo hacer—. No, dime.

Por un instante pensé que no diría nada, pues enfocó su vista en los números del panel del ascensor, alejándose metafóricamente de allí.

—Mientras dormía —comenzó, luego de una larga pausa—. Tomaste mi mano mientras dormía.

— ¿Cómo lo sabes?

Él se giró lo suficiente como para enfrentarme.

—Porque ese sueño nunca había terminado bien antes. —Sonrió, tomándome por la barbilla para alzar mi rostro y arrástrame hacia su boca para un suave beso.

Bueno al menos fue suave por alrededor de dos segundos, que básicamente fue el tiempo que me tomó reaccionar, echarle los brazos al cuello y hacer de ese beso una verdadera intro para peli porno. Sólo que sin la parte cutre donde fingíamos alguna estúpida situación que nos dejara sin ropa y sin más alternativas que follarnos como conejos en celo en cada superficie de la casa. Algo tan típico en las pelis porno, ¿no es cierto?

Las campanitas del elevador tintinearon y a regañadientes dejé que Evan se deslizara fuera de mi amarre. Me guiñó un ojo de forma juguetona, para luego enlazar una vez más nuestras manos y guiarnos hacia la salida. El auto de Dimitri ya estaba allí aguardándome, aunque mis ganas de soltar a mi psicólogo cada vez se reducían más y más. Quería quedarme con él esa noche, quería decirle que le tomaría la mano cuantas veces quisiera, quería saber qué había soñado y cómo lo había ayudado. Simplemente quería que me pidiera quedarme... pero no lo hizo.

Le di un besito rápido al tiempo que comenzaba a soltar su mano, pero Evan atrapó mis dedos en el último segundo y me lo impidió. Lo miré.

—Gracias...

— ¿Por qué? —pregunté en un susurro, pero en ese instante Dimitri hizo sonar su claxon y Evan despegó sus ojos de los míos para dirigirlos a su amigo.

— ¿Ya elegiste un destino para mañana? —le espetó con una de esas sonrisas suyas, tranquilas y eternamente pacientes.

—Te enviaré un mensaje para que sepas el punto de reunión.

—Se agradece.

Dimitri sonrió de mala gana.

—No lo agradecerás mañana —murmuró, llevando entonces su atención a mí—. Sube, ninfa, hazlo que te desee un poco.

Evan rió por lo bajo, abriéndome la puerta del carro y yo tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no darme la vuelta y reclamar sus labios una última vez.

—Luego te llamo —musitó al tiempo que posaba su boca en mi cien, dejando la estela de un beso allí.

Mientras Dimitri ponía el auto en marcha y dejábamos a Evan atrás, posé mi mirada en la ventanilla, repasando los sucesos de ese peculiar fin de semana. Empezando por la fiesta de Erin, el beso caliente con Evan, la batalla de Dimitri y Nadia, el baile con Didi, mi encuentro con los bombones de licor y aquella llamada telefónica donde perdimos los papeles por completo. ¿Quién iba a decir que podían ocurrir tantas cosas en tan poco tiempo? ¿Quién iba a decir que descubriría que a mi lindo psicólogo le gustaba dar azotes o que le tomara la mano durante una pesadilla? Todo parecía tan surrealista y etéreo aún.

— ¿Dónde está tu mente? —Parpadeé, echándole una mirada a Dimitri, el cual me observaba con interés—. Estás demasiado callada, tú nunca te callas.

—No voy a tomarme eso como un insulto.

—Bueno, la ignorancia es una decisión voluntaria.

Rodé los ojos ante su provocación, definitivamente el psicópata no iba a echar a perder el que podía ser mi primer gran domingo.

—Sólo estoy pensando.

—Hay una primera vez para todo.

En esa ocasión no pude hacer de cuenta que no lo había oído y automáticamente le di un golpe de puño en el brazo. Dimitri rió claramente sin haber sufrido nada por mi arrebato y eso sólo me enfurruñó más. Debía dejarlo correr, no iba a permitirle arruinar mi día, no iba a permitírselo.

— ¿Hace cuánto que conoces a Evan? —Así que decidí darle un giro al tema de conversación, esperando que el enfoque del psicópata me ayudara a comprender mejor al hombre que había dejado medio dormido en la puerta de su edificio.

—Tres años, ¿por qué? —No sabía cómo responder aquello, ni siquiera sabía qué intentaba averiguar de él. Había entrado en ese estadio donde apreciaba cualquier tipo de información de mi objeto de obsesión y no me importaba mucho cuál era la fuente.

—Sólo... me preguntaba qué tanto lo conocías, nada más.

—No mucho —musitó él, sin apartar los ojos de la carretera—. Evan no habla de sí mismo con nadie.

— ¿Por qué?

— ¿Yo cómo voy a saberlo? —Claro, olvidaba que estaba hablando con Dimitri, el rey del egocentrismo—. De todos modos, ¿qué te interesa saber de él?

—No lo sé... —Arrastré mis ojos a la ventanilla, sintiéndome estúpida por siquiera estar indagando en su vida de este modo. Sabía que si le preguntaba cualquier cosa a Evan, él me las respondería a su modo. Sólo que no sabía hasta qué punto tenía permitido indagar dentro de nuestra relación/desahogo sexual—. Imagino que no ha tenido una vida simple y no me gustaría inmiscuirme o decir algo inapropiado. —Como cuando le pregunté por los niños de la foto en su recibidor, por ejemplo—. Ni siquiera sé de dónde rayos es específicamente.

—Croacia —me informó Dimitri.

—Sí, eso lo sé. —Buscaría Croacia ni bien llegara a la casa, no podía ser que mi conocimiento de geografía fuera tan triste—. Dijo algo de Yugoslavia.

—Croacia formaba parte de la ex Yugoslavia, se independizó durante las guerras yugoslavas. —Lo observé con extrañeza, pero él continuó ajeno a mi escrutinio como si acabara de darle un tópico que en verdad valía la pena tratar. Él era raro, para qué negarlo—: Evidentemente Evan vivió allí en ese entonces, o de lo contrario no mencionaría Yugoslavia en lo absoluto.

— ¿Durante la guerra? ¿Cuándo pasó eso?

Debía añadir a mi lista de deficiencias, mi nulo conocimiento de historia. Afortunadamente tenía a Dimitri cerca, mi Wikipedia parlante.

—Desde 1991 hasta el 2001. — ¿Dónde diablos había estado yo entonces? ¿Y cómo es que nunca había oído hablar de dicha guerra?

Oh, aguarden, acaso... ¿acaso Evan había vivido allí durante la guerra? No, por favor, no permitas que sea eso.

—Crees que él...

Dimitri se giró para mirarme cuando no fui capaz de continuar la frase. Había imaginado un accidente, un incendio o alguna tragedia vial, pero no una guerra. Jamás una guerra.

— ¿Si creo que él...? —me apremió mi cuñado, impaciente.

— ¿Piensas que vivió allí en ese tiempo?

—Evidentemente —respondió él sin alteraciones y mi corazón se apretó dentro de mi pecho. Dios del cielo, era un niño nada más—. No es tan difícil deducirlo, ninfa. —Colocó los intermitentes para aparcar el auto frente a mi entrada y me observó de forma breve—. Su familia está toda muerta, su madre adoptiva es una fotógrafa de catástrofes, su clave de móvil remite a una fecha durante el año 93 que casualmente coincide con uno de los ataques Bosnios más fuertes contra la población civil Croata y tiene la cicatriz de un disparo en la espalda. —Se encogió de hombros, yo estaba sin palabras—. Es claro que estuvo allí durante aquel momento y también es claro que allí es donde su familia perdió la vida.

Y él su deseo de vivirla.   

_____________________________________________________________

Lucas: ¿No hay dedicatoria?

Didi: No, ya hicimos un excelente regalo de Navidad para nuestras fans (lo siento, tíos, nada personal) y lo pueden ver tanto en twitter como en el grupo de FB. 

Neil: ¿Por qué no admiten que perdieron la lista de dedicatorias?

Lucas: No la perdí, Didi lo tenía que actualizar y nunca la devolvió. 

Didi: Claro, culpen al que no tiene historia propia. No me jodan, las listas son los tuyo, Lucas. 

Jace: Bueno y qué hacemos.

Neil: Desearles un buen fin de año a todos, tanto hombres como mujeres...

Lucas: Todavía no me creo que hayan hombres por allí.

Neil: Claro que sí, Lucas, vienen por ti. Dicen que saben que lo de Keila es puro circo y solo estás esperando a tu chico ideal.

Lucas: Tú ya encontraste el tuyo, ¿no?

Neil: ¿Quieres preguntarle a Sussy lo que encontré?

Jace: Ok... tranquilos, no vamos a ir allí. Mejor deja la imagen, Didi. 

Didi: Sí, claro. Pues hace mucho que vienen pidiendo una imagen de Daphne y sepan que ella es una chica bastante tímida...

Dimo: Uh sí, desborda timidez. 

Didi: En fin... para que los tíos no digan que no pensamos en ellos.

Neil: Evan va a matarte cuando vea la imagen que subiste.

Didi: Para ese entonces ya estaré muy lejos de aquí, ¿cuál de mis dulces fanáticas me da alojamiento en su hogar? Soy de poco comer, pero de mucho amar... <3

Jace: Bueno, tengan un feliz año y esperamos que hayan disfrutado del capítulo. Como Tammy dice, las imágenes son de ayuda visual. 

Neil: ¡Hasta el año que viene! No me extrañen mucho, bellezas! 

Iker: Mira si van a extrañarlo a usted, Joyce, cuando pueden extrañarme a mí. 

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