Siempre puede ponerse peor

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¡Hola! Tengo mucho sueño, pero no quería terminar el día sin pasar por acá. Y siempre muy agradecida de que estén del otro lado <3

Capítulo XI: Siempre puede ponerse peor

—Pelirroja, debemos hacer algo antes de que este barco naufrague. —Sentí la mano de Didi presionando mi espalda baja y al instante me volví para sonreírle.

— ¿A qué te refieres? —pregunté, mirando casi por inercia hacia la puerta que guiaba al ático, por la cual minutos atrás Erin y Dimitri habían desaparecido.

—Esto parece más un funeral que una fiesta —respondió él, alzando los brazos con frustración—. La gente no sabe si debe irse o quedarse.

—Bueno... —murmuré, reflexionando un instante en sus palabras—. Creo que es un tanto difícil seguir luego de lo que ocurrió.

— ¿Hablas de ese pequeño incidente? —Rió, tomando mi mano entre las suyas en un estrecho apretón—. El drama es inevitable, pelirroja, le agrega algo de emoción a las cosas, ¿no te parece?

—En todo caso... —interrumpió una voz a mis espaldas—. ¿Cómo pretendes continuar la fiesta si la invitada de honor ni siquiera está aquí?

Aun cuando no tenía ni intenciones de mirarlo, no podía negar que su observación fuera más que valida. Seguir la fiesta cuando Erin muy probablemente no estaba pasando por el mejor momento, me parecía injusto.

—Tonterías, Evan —lo acalló Didi, mirándolo un momento—. Ellos seguramente están teniendo sexo de reconciliación mientras hablamos, cuando bajen querrán ver que el espíritu de la fiesta no ha decaído.

Luego de lo que Dimitri había dicho, suponía que la cosa no iría exactamente como vaticinaba Didi. Pero claro, él no sabía de esa parte, ya que su hermano había usado señas para comentar el pequeño, diminuto y casi insignificante, detalle de la orden de restricción.

Fruncí el ceño, volviendo mi atención hacia la puerta. No comprendía nada. Me habría gustado interrogar a Nadia al respecto, pero Mel y Ani habían decidido acompañarla a su casa y dejar que las cosas se calmaran un poco antes de ir por los detalles. Era obvio que ellos habían estado en algún tipo de relación, pero eso difícilmente explicaba el porqué de la actitud tan belicosa entre ambos. Dimitri la había mirado con un odio más que evidente y Nadia, bueno, ella parecía en verdad afectada por las palabras de él.

—No entiendo nada —susurré más para mí que para ellos, pero noté como Didi arrastraba una mirada seria hacia mí.

—No hay nada que entender, ella sólo es malas noticias.

—Oye... —comencé a decir, pero él continuó como si nada.

—Y es mejor que ni se le ocurra poner un pie de nuevo en mi bar.

—Es mi amiga de la que hablas —repliqué por sobre su voz. Dado que no conocía los pormenores de esa historia, no me inclinaría a defender a nadie de forma apresurada. Sabía que Nadia podía ser una persona difícil, pero tampoco podía decir que Dimitri estaba a un paso de la beatificación—. Y no voy a juzgarla sin saber qué está pasando.

Didi frunció el ceño, inclinándose ligeramente hacia mí para equiparar nuestras alturas.

—Lo único que deberías saber es que no es de fiar.

— ¿Y Dimitri si? —insté, alzando el mentón. El hecho de que fuera al menos quince centímetros más alto que yo, no iba a hacer que me amilanara. Nadia era mi amiga y la conocía mucho más de lo que podía fingir conocer a Dimitri.

El mito de Daphne (libro II de la serie)Where stories live. Discover now