Evan

8K 1.1K 273
                                    

Sé que me demoré bastante, pero es que estoy súper cubierta de cosas. Pienso con cariño aquellos días en donde me tiraba horas y horas delante de la compu. En fin... mis disculpas. Este no es un capítulo, sino más bien un apartado. Como hacía con la historia de Dimo. Acá vamos a conocer un poco mejo a Evan, pero sólo un poco. ¡Gracias a todos los que se pasan! Y perdón por no responder los comentarios, mi tiempo está cada vez más reducido. ¡Se los quiere!

Evan

El estúpido armatoste se había averiado, ¡genial! Quería dar mi cabeza contra el manillar o mejor aún conducir la condenada motocicleta directo a un acantilado, de ese modo al menos tendría una excusa válida para poder recuperar mi auto. ¿En qué estaba pensando al aceptar esta locura?

Solté un gruñido, dándole una patada a la curiosamente denominada "patada" de arranque. Pero nada ocurrió, la muy bastarda —si es que tal cosa podría aplicarse a una motocicleta— ni siquiera emitió un sonido para dejarme saber qué podría estar fallando. Suspiré quitándome el casco y de un jalón saqué mi móvil del bolsillo de mis pantalones, había cosas para las que simplemente no estaba cualificado.

— ¿Evan? —respondió la voz del otro lado, casi sin dejar que sonara el tono.

—Necesito que me des una rápida clase de motocicletas, mi basura no funciona.

Mi interlocutor soltó una carcajada ante mi tono de fastidio. No estaba de humor para intentar enmascarar lo mucho que me contrariaba la repentina rebeldía de mi transporte.

— ¿Qué ocurre?

—Pues no arranca.

— ¿Probaste con el automático?

—Sí —mascullé, esa había sido mi primera opción.

— ¿Y la patada?

—Le he dado a la patada también, Didi, simplemente no funciona. —Él se aclaró la garganta, desde su lado llegaba el murmullo suave de alguna melodía hindú, quizá, y al oír eso se me ocurrió que podría estar interrumpiéndolo en alguna clase—. ¿Estás en clase?

— ¿Qué? —Hizo una pausa—. No, no, sólo estaba practicando una nueva postura.

—De yoga, ¿cierto? —inquirí, en verdad sin querer saberlo.

Didi rió por lo bajo.

—Sí, Evan, una postura de yoga. —Preferí creerle, porque indagar más de la cuenta, lo llevaría a ampliar una explicación a la que francamente no me sentía con ánimos de oír. El asunto de la moto sacaba lo peor de mí—. ¿Te has fijado las bujías?

— ¿Las qué?

— ¿No te da vergüenza conducir una Ducati y no tener idea de qué es una bujía?

Pasé por alto el insulto, porque en realidad no me apenaba no saber nada sobre motos. Mi vida había ido bastante bien todo este tiempo, sin tener que saber algo al respecto de ellas.

— ¿Puedes ayudarme con esto, Vlad?

Él volvió a reír, probablemente ante el hecho de que lo llamara como al famoso Vlad Tepes. No era precisamente un gran homónimo por el cual estar orgulloso, pero Didi jamás me había pedido que no lo hiciera. Él era bastante relajado sobre casi todo.

—Bien, pero estarás en deuda conmigo y tendrás que aceptar una de mis camisetas.

— ¿Otra? —Al menos tenía tres de ellas y ninguna era de mi total agrado. A Didi le parecía gracioso hacer bromas sobre mi profesión, así que me había condecorado con camisetas con frases del estilo: "Tranquilo. Mi don de lectura de mentes, lo reservo para gente interesante." O "Mi psicólogo y yo estamos de acuerdo en que eres un idiota."

El mito de Daphne (libro II de la serie)Where stories live. Discover now