Los psicólogos también son humanos

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¡Feliz día del trabajador, gente! Sea lo que sea que hagan, si les cuesta un poco ya cuenta como trabajo. Así que espero hayan descansado. Y sin más, porque la verdad mi elocuencia cada vez es más pobre, los dejo con un el nuevo cap xDD 

Capítulo VI: Los psicólogos también son humanos

Así que llevaba los últimos cinco minutos sentada, con una taza de chocolate caliente entre mis manos y con una de las mejores vistas de Evan cargando cajas con esos musculosos brazos que —¡uf!— tendrían que venir con una etiqueta de advertencia. Luego de mi pobre intento de ayuda, donde accidentalmente una caja llena de libros aterrizó estrepitosamente sobre uno de sus pies —eran mucho más pesadas de lo que se veían—, él me había encomendado la laboriosa tarea de ocupar el escritorio de la recepción. Dicho escritorio estaba ubicado casi inmediatamente al lado de la puerta que daba al sótano, así que cada cierta cantidad de minutos podía verlo subir o bajar con una de las cajas, mientras me enviaba una sonrisa y yo le sonreía en respuesta.

Era una actitud muy adolescente, lo sé, no es necesario que lo señalen. Hasta puedo decirles que sentía las mariposas esas que suelen mencionarse en los libros. Y hasta la fecha puedo jurar que pensaba que todo eso de las mariposas era una farsa inventada por los escritores, pero al parecer no. En realidad sentía una estúpida sensación de anticipación cada vez que pasaba, alzaba su vista hacia a mí e (inserte sonido de máquina al acertar) sonreía. O eran mariposas, o mi lombriz solitaria estaba reclamando mi atención.

En fin, en algún momento entre la primera y la tercera caja se había sacado el suéter, quedándose en nada más que una camiseta de mangas cortas azul. Así que ahí estaba yo, taza en mano, fingiendo que bebía el contenido mientras mis ojos no podían dejar de beber cada parte de él.

Di-a-blos. Yo en verdad necesitaba follar, o un jodido día de compras. Preferentemente con chocolate involucrado.

Suspiré cuando lo perdí de vista y traté con todas mis fuerzas de ser una persona normal, y no la maldita acosadora que ya ni intentaba disimularlo. Pero no acababa de voltearme para dejar la taza en el escritorio, cuando el objeto de mi acosadoración se materializó justo frente a mí. Más precisamente en el computador de su madre, mirándome fijamente con sus hermosos ojos grises, el cabello alborotado y una sonrisa atrapada en medio de una mueca. Parpadeé, azorada por la sorpresa, y la imagen cambió automáticamente, haciendo que parpadear de allí en adelante fuese una completa pérdida de tiempo.

—Oh mi... —jadeé, arrimando mi rostro tan cerca de la pantalla que casi aplaste mi nariz allí. Él estaba sin camisa con unos pantalones de gimnasia que apenas se sostenían por encima de su glorioso trasero, mientras se apoyaba ligeramente sobre un cartel y observaba la cámara tras unas gafas de sol. El nombre de ese hombre estaba completamente mal, sin duda su madre tendría que haberlo llamado Pecado, porque lo tenía escrito en cada parte de su deliciosa piel bronceada.

Antes de que pudiera recrearme como Dios manda con su cuerpo a medio vestir, la foto cambió nuevamente. Y aunque la visión en su mayoría siguió siendo perfecta, no toda la fotografía estaba tan genial. Sobre todo la mitad que ocupaba una muchacha rubia, la cual le cruzaba un brazo por la cintura a Evan de forma casual, mientras que con su otra mano sostenía un perro dentro de su chaqueta. Parecían bastante cómodos el uno con el otro, mi parte racional —esa que estoy segura debía estar oculta tras grandes cantidades de insensatez— intentaba creer que sólo se trataba de una amiga o quizá su prima, o su hermana. ¿Tenía Evan una hermana? Dimitri nunca había mencionada nada sobre una, tampoco lo había mencionado su Instragram, en caso de que éste pudiese hablar. Lo cual no podía, por supuesto. Pero sé que ustedes consiguieron seguir el significado metafórico de aquella frase.

El mito de Daphne (libro II de la serie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora