Los días continúan pasando, sigo sin novedades acerca de las entrevistas de trabajo y un nuevo mes se acerca significando que nuevas boletas llegarán para ser pagadas.
Mi ánimo este tiempo fue disminuyendo poco a poco, el único que me mantiene en pie es Bruno, gracias a él sigo adelante sin bajar los brazos.
Llego el momento de inscribirlo en el jardín maternal, las clases comienzan dentro de una semana y ya debo tener todo solucionado.
—¿Crees que se adaptará?
—Espero que sí, sino no sé dónde lo podre dejar. —Le comento a mi compañera de trabajo.
—¿No pensaste en una niñera? —pregunta empujando el coche de mi hermano.
—Sí, pero no estoy seguro de dejar una desconocida en mi casa mientras yo no estoy —confieso algo nervioso.
—¿Y si no tiene que ser una desconocida?
—¿A qué te refieres? —pregunto extrañado.
—Mis padres quieren que estudie en la noche, así puedo trabajar por la mañana —habla. —Les plantee la idea de empezar a cuidar chicos y, extrañamente, aceptaron. Así que dices, ¿me das trabajo?
—Pero, ¿qué va a pasar con el bar?
—Seguiré trabajando ahí solo los fines de semanas. Tú sabes que mi carrera es cara, y no quiero seguir sumando gastos a mis padres, así que debo ponerme en campaña para trabajar y poder ayudar.
Ana es una chica encantadora con los pequeños, muchas veces a jugado con Bruno y no ha tenido problema, pero no es lo mismo estar con él varias horas. Me quedo pensando unos minutos, que me conviene más monetariamente hablando.
—Está bien, podrás ser la niñera de Bruno. —Noto su felicidad en su rostro. —Pero si llega a ocurrir algún problema me lo haces saber con anterioridad.
—No te preocupes, cuidaré a este chiquitín como si fuera mi hermano. —voz alegre.
—Mejor cuídalo como si fuera el mío —me burló.
Continuamos caminando por las calles de Avenida Rivadavia, en el barrio de Caballito. El día se encuentra ideal para nuestra actividad, algunas personas decidieron hacer lo mismo, pero, sobre todo, grupos de adolescentes aprovecharon el clima para reunirse.
—¿Te parece que tomemos algo ahí? —dice señalando la famosa cafetería Starbucks.
Entramos y la fila para ordenar era algo extensa, aunque nuestro turno llega rápido.
Pedidos listos, decidimos subir al segundo piso. Aquí está mucho más tranquilo, algunas parejas en el fondo del local se susurran cosas que solo ellos comprenden, mientras nosotros decidimos sentarnos en uno de los sillones del lugar.
—Entonces, ¿Cuándo me presentaras alguna chica? —Aquella me toma de sorpresa, tanto así, que escupo algo de café. —Hombre no era para que te lo tomes tan a la ligera. —dice riendo.
—No es eso, solo que no me esperaba esa pregunta. —Me seco con una servilleta. —Y, sinceramente, no hay ninguna chica por el momento.
—¿Cómo qué no? Yo creí que Melanie era algo más que una amiga. —Eleva los hombros.
—Oh no, claro que no, es mi mejor amiga, nunca podría verla como algo más. —Y es la pura verdad. Siempre me pareció una chica súper activa y dulce pero jamás pensé en pasar el límite de la amistad.
—Acabas de romperme la ilusión —ríe.
—Y tú, ¿Cuándo me presentarás una chica?
—Quien te dice que muy pronto. —Toma de su café. —Primero debería hablar con mis padres.
—¿Aún siguen negados con tu orientación?
—Algo así —confianza. —Les cuesta acepar que su niña prefiere a las niñas.
—Dales tiempo, estamos en el siglo XXI en algún momento lo aceptarán. —Desde que la conocí ha tenido problemas con ellos debido a que es lesbiana. Si bien, la quieren, pero algo en su interior la rechaza por ese simple hecho.
Me quedo observando el gran ventanal que lleva a la terraza. Lugar que solo es utilizado en verano, ya que en invierno sería imposible por el frío.
Mi atención es dirigida a mi hermano que, con sus manitos extendidas, me pide que lo alce.
Noto algo de molestia en su expresión. Hace varios días que ese malestar lo persigue, al punto de hacerlo llorar. La pediatra me explico que sus dientes están comenzando a salir, eso provoca dolor por eso está algo sensible.
—¿Otra vez con dolor hermanito? —pregunto observando sus encías.
—Será mejor que regresemos, debe estar molesto y querrá algo de tranquilidad.
Nos disponemos a salir, cuando un grupo de amigas me llama la atención. Son las mismas chicas que estuvieron en el bar y, al igual que aquella noche, me están observando, pero esta vez ninguna se ríe. Al contrario, miran a Bruno y luego a mí, me imagino que deben estar pensando que se trata de mi hijo, por primera vez, deseo que así sea para que no vuelvan a hacer el papelón de aquella noche.
Las calles siguen llenas de gente, y nosotros nos encontramos en la parada del bus.
Deje que Ana, con mi hermano, tomarán asiento y yo me quedo a un lado con su carrito desarmado para que no moleste a nadie.
Observo a los pasajeros y distingo una cara familiar, es la entrevistadora del empleo en el banco. Por unos segundos, dudo si es buena idea preguntarle si no quede, ya que las esperanzas de quedar desaparecieron, pero luego, me doy cuenta que no vale la pena, en algún momento se deberían comunicar conmigo.
Nuestra parada llega, tomo a Bruno y saludo a mi compañera, ella debe seguir un poco más.
Entro y noto un sobre marrón con mi nombre, igual al de la otra vez. Antes de abrirlo, debo cambiar a mi hermano y preparar su biberón.
Una vez terminado todo, me siento en la alfombra del living y, a mi lado Bruno.
Abro el sobre y comienzo a leer.
Como me imaginé, es una carta de la aseguradora que contrataron mis padres. Me explican que deben tener una reunión conmigo, y si poseo un abogado, en caso contrario ellos me asignarían uno. Un punto a mi favor es saber que la mujer de mi tío es abogada.
La fecha de la reunión es mañana a las 8:30 am.
Lo más rápido que pude me comunico con mi tío, explicándole lo sucedido y, para mi suerte, su mujer estará libre a esa hora y no tendrá problema en acompañarme.
Ahora el problema es, ¿dónde dejo a mi hermano? En ese instante recordé a Ana, le mande un mensaje y le pregunto si mañana quiere tener su primer día con el pequeñín, y acepto sin ningún problema. Como si fuera que nos comunicamos, entra una llamada de mi amiga.
—Chiquilla, ¿Acaso te llame con la mente? —río.
—Te llamo para preguntarte sino me olvide mi cargador del móvil en tu cuarto.
—Espera que me fijo. —Con el celular en la oreja, voy a mi cuarto y, efectivamente, ahí está su cargador. —Al parecer vas a tener que venir a buscarlo.
—¡Que bueno! —La escucho más aliviada. —Entonces abrí que estoy en la puerta. —Cuelga.
Camine hacia la puerta, y ella no mentía, está parada frente mío.
—¿Qué haces aquí a esta hora?
—Vine por mi cargador. —Finge una sonrisa.
—Hagamos como que te creo, pasa.
Noto sus ojos algo rojos, su mirada triste, sé que algo le pasa, pero también sé, que me lo contará cuando esté lista. Nunca fue una chica en decirme las cosas si yo se lo preguntaba.
—Ven, siéntate con nosotros. —Se coloca a mi lado y note algunos moretones en su brazo. Mi preocupación nace y no puedo seguir con la intriga. —¿Qué paso?
—No sé a qué te referís.
—Vamos Meli, yo sé que no te gusta que te pregunten qué te pasa cuando estás mal, pero no puedo fingir que no vi esos moretones. Y la excusa del cargador es muy mala.
—Tienes razón. —Sus ojos se llenan de lágrimas, y sin decir nada, la abrazo. Pocas veces la vi a mi amiga en ese estado, sin embargo, sé que en este momento lo necesita.
—Mi padre —trata de empezar a hablar. —Descubrimos que tiene otra familia.
Me quede sin poder decir nada. Comprendo porque se encuentra en este estado, y lo doloroso que debe ser descubrir que, aquel hombre, que te crío por años, posee otra familia.
—Shh tranquila. —Acaricio su hombro. —Será mejor que te quedes esta noche, no creo que el clima en tu casa sea el ideal para vos.
De adolescente sufrió depresión aguda, por culpa de la exigencia de ellos, y ahora, no quiero que vuelva a vivir lo mismo.
Como si él supiera lo que pasa, comienza a gatear hacia nosotros y se apoya en las piernas de mi amiga.
—Son tan lindos ustedes, lo mejor de estudiar arquitectura fue conocerlos. —Sonríe entre las lágrimas.
Deje que llorara un poco más, necesita descargar. Mi hermano, al contrario, no quiere que llore, e hizo todo lo que podía para hacerla reír, y le funciono.
—Necesito darme una ducha, ¿puedo?
—Claro que sí, te presto algo de ropa, te quedará algo grande, pero...
—Tengo mi mochila en el auto —interrumpe. —Ahí tengo ropa y otras cosas.
Me sorprende que ella esté lista para irse a cualquier lado, eso me aclara que sus intenciones eran no volver a su casa.
Le acondicione el baño para que se sienta cómoda y pueda relajarse. Mientras ella se baña, puse a mi hermano en su mini corral con sus juguetes para que pudiera hacer algo de comer.
Abro la heladera y me doy cuenta que solo hay pollo y verduras. Debo hacer las compras, o nos moriremos de hambre, al menos yo, porque Bruno tiene papilla de sobra. Pienso.
Con los pocos ingredientes que poseo me pongo a cocinar.
Meli llega con su pelo húmedo y un pijama de unicornio.
—Creí que tenía una amiga humana, pero veo que me equivoque —río.
—No te burles, ya te regalaré uno a ti. —Se sienta en la mesa y observa el sobre. —¿Y esto?
—Oh, es una carta de la aseguradora, tengo una entrevista mañana.
—¡¿Y no pensabas decirme?! —ofendida. —¿A qué hora?
—Ocho y media de la mañana.
—Yo te llevo.
—Meli, aprecio mucho lo que haces por mí, pero será mejor que descanses. —Me quedo observándola.
—Nada de eso, yo iré es lo menos que puedo hacer por dejarme quedar esta noche.
—Y presiento que serán más. —susurro.
Al final, la cena estuvo mejor de lo que imagine.
Bruno feliz con su papilla, y nosotros con la panza llena.
—Seba avísale a tu tía que la pasamos a buscar mañana con mi auto —dice mi amiga yendo a la habitación.
—Si ya le avisé, anda a dormir o no te levantaras.
—Mejor ve a dormir tú, yo soy una chica que siempre madruga.
—¿Y Dios te ayuda? —voz burlona.
—No seas tonto. —Se acerca a mí. —Gracias por todo, en serio aprecio demasiado todo lo que haces por mí, eres el mejor amigo que podría tener.
—No es nada. —Sonrío. —Vamos a dormir, que se hace tarde y mi hermano no se dormirá hasta que yo no esté a su lado.
Nos dirigimos al pasillo, pero cada uno entra a una puerta distinta.
Como le dije, Bruno está acostado en la cama, con sus almohadas de seguridad, despierto y, al notar mi presencia, una risita anuncia que me está esperando.
—Será mejor que durmamos, mañana te dejaré con Ana, ella te cuidará mientras yo hago unos trámites, ¿sí? —Su contestación es un largo bostezo, no sé si lo aburrí o ya está cansado. Me quedaré con la segunda opción.
Comienzo a cantar su canción de cuna, a los minutos no solo él se queda dormido, sino que yo también.
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¡Volví! Primero que nada PERDÓN por no subir capítulo, es que en Argentina está haciendo mucho calor y me bajo la presión. No tenía fuerzas física ni mentalmente, pero ya estoy bien y pude traerles un nuevo capítulo.
Espero que lo disfruten tanto como yo lo hago escribiendo. Gracias por todo el apoyo que estoy recibiendo, sin duda son geniales ♥
Como siempre digo, no olvides comentar y votos, si realmente te gusto.
Nos vemos pronto, un beso desde Argentina ♥
PD: En imagen coloque una foto del Starbucks que nombro en el capítulo, me hubiese encantado poner más, pero solo se puede colocar una. T.T