Oigo sus pasos silenciosos a medida que se va acercando, para después sentir como la cama se hunde a mi lado.
Abro los ojos lentamente para mirarlo, pero exclamo un grito ahogado al ver su cara.
—¿Qué te ha pasado? —mi voz preocupante mientras lo observo.
Parte de su rostro está bañado en la oscuridad, pero la parte que, si puedo ver, está llena de arañazos y golpes. Y la sangre chorrea de ella—. Oh, Dios mío... ¡Peter!
—Estoy bien, Lali. Sigue durmiendo.
—Te estaba esperando a ti —susurro.
Me enjaula con un brazo y se estira a un lado, pero me escabullo de su agarre. Me levanto, ignorando su declaración. Tengo que ayudarlo de alguna manera.
Regreso con un poco de algodón mojado en agua, y papel seco, lo único que podía encontrar en el baño.
Peter al verme llegar con ello en la mano, se sienta en el borde de la cama. Cuando ve que me paro a una adecuada distancia de él, me agarra por la cintura y me atrae haca sí. Una de sus piernas entre las dos mías, su muslo debajo de mí.
—¿Qué ha pasado, Peter? —pregunto con preocupación, mientras intento curarle las heridas lo mejor posible. Intentando que no me tiemblen las manos por la cercanía.
—No es nada importante —respira pesadamente contra mi cara, tan nervioso de estar así de cerca como lo estoy yo.
—Para mí es importante —susurro, mientras termino de curarle sus heridas. Pero Peter no retira su mano, sino que la tensa ahí. Su agarre firme en mi espalda.
—Estaba muy preocupado por ti —declara, sus ojos verdes más brillantes en la oscuridad—. No sabía que te pasaba ayer. Como podía ayudarte.
—No es tú culpa —sonrío—. No debería haberte seguido.
—¿Y por qué lo hiciste? —suelta una risa falsa antes de continuar—. He intentado lucharlo. De verdad que lo he intentado. Te he estado tratando como una puta mierda para que te alejaras de mí, incluso cambié el contrato para que hubiera una clausura estricta de que no podemos estar juntos. Cualquier cosa antes de que pasara. Pero sigues aquí, y no te puedo alejar más. No quiero seguir luchándolo —su mano traza círculos suavemente en mi espalda—. Después de ese beso... —respira profundamente—. Aunque tengamos los días contados.
—Estoy dispuesto a arriesgarme —las palabras salen solas de mi boca.
Me tira en la cama para después posicionarse encima de mí, con sus manos apoyados a mi lado. Sus ojos no dejan los míos mientras acerca su cara lentamente hacia la mía. El momento que sus labios se ponen en los míos, algo dentro de mí explota en mil pedazos, y cierro los ojos para aferrarme a esa sensación.
Siento su boca gentil moverse al ritmo de la mía, su lengua explorando cada rincón posible, mientras yo también lo intento.
Abro mis piernas para él, y siento su dureza contra mí. Me muevo para buscar mas fricción, y él hace lo mismo.
Y me pierdo en esa sensación.
***
Cuando me despierto la mañana siguiente Peter no está aquí.
Me llevo una de mis manos a mis labios, y sonrío ante el recuerdo de lo que pasó anoche. ¿Qué mierda pasó anoche?, una vocecita grita en mi interior, pero no dejo que arruine mi felicidad. Estuvimos hasta las altas horas de la noche besándonos sin parar, pero nada más. Sólo eso. No fuimos más allá, y aunque tendría que aliviarme eso, no puedo ayudar sentirme un poco decepcionada con el hecho. Lo quería.
Suspirando, me levanto de la cama, y voy hacia mi bolso donde tengo guardado el contrato. Le echo un vistazo rápidamente, pero un apartado llama mi atención. Una parte que se diferencia del resto del contrato, ya que está escrito en azul, a diferencia de lo demás que está impreso y en negro. Obviamente una clara señal de que quería que viera que es lo que había añadido luego. "Número treinta y cinco: el sujeto no podrá estar con su superior en ninguna base que indique estrictamente profesional. No es permitido..."
Eso es lo que ha escrito, y hace cuestionarme el por qué. ¿Por qué es tan frío todo el tiempo? ¿Por qué siempre está intentando que lo odie? Pero incluso con esa pieza nueva de información, no voy a dejar que arruine mi felicidad. Siento que ayer avanzamos más de lo que quiera admitir, así que, sin firmarlo, escribo en la parte superior de la hoja que no estoy de acuerdo, y se lo dejo en uno de sus bolsillos.
Salgo de la habitación una vez me he vestido y preparado, y voy en busca de Peter. Lo encuentro en la cocina solo, mirando las noticias.
—Buen día —digo alegremente.
Peter se gira en sorpresa al oír mi voz, probablemente no esperando que me hiciera presente, pero una sonrisilla juguetona aparece en su cara, y me doy cuenta de que él también está de buen humor.
—Buen día a ti —salta de encima del taburete y se acerca a mí. Se inclina hacia adelante hasta que su cara está a centímetros de la mía. Me deja un beso caliente en la mejilla, y sonrío. Definitivamente esta no era la respuesta que me esperaba viniendo de él, pero no me quejo, voy a tomar lo que pueda. Acerco mi boca a la suya, y siento sus labios en los míos, pero justo cuando está por profundizar el beso una tos nos interrumpe, y me alejo rápidamente de él.
—Buen día parejita —dice Gas entrando por la puerta, con una sonrisa orgullosa en su cara. Y es seguido por Ada.
—Me encanta verlos juntos —dice ella, felizmente.
—Nos vamos a casar, madre —responde Peter, su faceta controlada apareciendo de nuevo. Y ante las palabras, la verdad de lo que realmente sucede me golpea fuerte. Esto es sólo un trabajo, por llamarlo de alguna forma. Un contrato donde dice estrictamente que nada entre nosotros puede ir más allá. Y también me hace pensar en el porqué de esta mentira.
—Esta tarde volvemos a Londres —le explica Peter a su madre—. Gastón, ¿te vienes con nosotros o?
—Nos vamos al centro comercial ahora con Britney, ¿si queréis venir y después nos vamos a Londres? —pregunta Gas, sin darse cuenta de lo que me molesta ese nombre.
—¿Britney vuelve a Londres? —pregunta Peter sorprendido, y frunzo el ceño ante su curiosidad.
—Si, me dijo que tenía cosas que hacer por ahí, ni idea —Gas se vuelve para mirarme—. ¿Lali?
Sonrío y asiento. Lo que menos me apetece ahora es ir con ella.
***
Britney se ríe ante algo que ha dicho Peter, y aunque me moleste mucho ese hecho, mirándolo a él me percato de lo relajado que está, contento incluso, con ella, así que lo dejo estar. Estamos ya en el centro comercial y ellos dos están más adelante que Gas y yo.
—¿Sabes si estuvieron juntos? —le pregunto, señalando a Peter y a Britney.
Gas se encoge de hombros, nervioso. —Yo... No creo que es el más adecuado para hablar de ello.
Asiento, dándole la razón, aunque por dentro me muera por saber quién coño es Britney. —¿Qué estás buscando aquí? —le pregunto, intentando no entrar a ninguna de las tiendas que hay en este centro comercial. Son todas demasiado caras para mi gusto.
—Un regalo de Navidad. Es para una amiga —intenta explicarse—. Una amiga muy especial para mí, pero... O sea, somos amigos hace más de diez años, y hay algo en ella que me pierde —Sonrío tontamente—. ¿Qué te parece esto? —me muestra una selección de anillos con mucha decoración.
—Pero esta amiga, es amiga y ya está, ¿o...?
—Le voy a pedir que se case conmigo. Ha pasado demasiado tiempo, y tengo miedo de que si no lo hago ahora no lo haga nunca.
—Ay me encanta —le sonrío plenamente—. Pero si quieres mi más sincera opinión, yo claro, no la conozco a ella —sonrío—. Pero para mí, los anillos más bonitos... —intento encontrar las palabras correctas—. Me gustan los simples. No sé —me sonrojo.
—¿Este dorado de aquí con el rubí? —me pregunta, realmente interesado por mi respuesta.
—Ése es perfecto.
Gas va a hablar con el dependiente y me quedo atrás, observando detenidamente los anillos. ¿Qué se debe sentir cuando alguien quiere pasar de verdad el resto de su vida contigo? ¿Cómo se debe sentir esa persona que se da cuenta de que quiere eso?
Un brazo me agarra de la cintura, y una boca posa un beso en mi cara. Peter está sonriente. —¿Qué haces? —le pregunto enfadada, buscando a Britney, pero no hay señales de ella.
—Besar a mi futura esposa. ¿Qué acaso no puedo?
—En el contrato dice claramente que está estrictamente prohibido actos de afección si no estamos en público. Y mira por donde no hay, así que...
—Siempre hay público —sonríe juguetonamente. Me abraza por detrás y deja un beso ligero en la cima de mi cabeza—. Así que anillos, ¿eh? Sabes, es una muy buena idea, escoge el que quieras...
Me giro a mirarlo. —¿Quieres que elija un anillo? —lo encaro.
—Te vas a casar con Peter Lanzani, nena, y todos tienen que saber eso.
Ruedo los ojos. —¿Este cambio de repente? —susurro, pero me ignora mientras observa atentamente cada uno de los anillos.
—¿Qué te parece este? —señala a uno que parece negro prácticamente—. ¿O este? —señala a otro, también de un color oscuro.
—Un anillo de compromiso significa que estás feliz por casarte con esa persona. Alegría, color, vida. El negro es quizás el peor color que existe para un anillo de boda —inspecciono los demás anillos, algo atrayéndome del plateado del final.
Peter se ríe a mi lado. —El negro es quizás el color que representa más la vida como es realmente. ¿Para qué pintarte un mundo lleno de luz cuando solo hay oscuridad?
—Pero tarde o temprano va a haber luz en esa oscuridad, Peter —le digo sinceramente—. Sabes lo que dicen, que la suma de todos los colores es igual a blanco. Así que estés del ánimo que estés, veas la vida de un color u otro, siempre va a existir esa luz, por más que no puedas verla —pasa uno de sus brazos por detrás de mí y lo posiciona encima de mis hombros, en un acto relajado.
—Son en los tiempos de oscuridad donde lo más bonito ocurre. Sin necesidad de colores.
Lo miro sin saber que decir. Sus palabras haciendo eco en mi cabeza. A veces no hace falta decir nada más para saber lo que realmente se siente, no hace falta buscarlo, simplemente dejarse llevar. ¿Es eso a lo que se refiere? ¿O con ello quiere decir exactamente lo contrario? Qué uno se deja llevar demasiado por lo que siente, sin pensar, y en realidad todo es uno. Se convierte en algo que no había imaginado nunca. Y es que los dos casos tienen algo de verdad. Esconden algo de luz en la oscuridad de ellos.
—Leí el contrato —mi voz sale en un chillido, así que toso para recomponer mi voz.
—¿Sí? —alza las cejas
—Sí —afirmo—. No lo firmé.
Siento a Peter reírse a mi lado, pero no me giro a mirarlo. —Así que no, ¿eh? —Niego con la cabeza—. ¿Se puede saber por qué?
—Creo que ya lo sabes.
Golpeteo nerviosamente con mis dedos, mientras Peter me mira curiosamente. Quiero aferrarme a este nuevo sentimiento, pero me da miedo que si lo sostengo por demasiado tiempo caiga rendida en él. Así que me alejo lentamente de él.
Sólo un trabajo. Sólo seis meses. Tengo que seguir recordándomelo, porque si me dejo llegar, quizás sea yo que no vuelva a ver la luz.