—Volver a casa siempre será una de las mejores sensaciones, ¿no crees? —Dijo mi suegro mientras caminábamos por las calles en pleno otoño. Las hojas eran completamente rojas y una que otro naranja o café. Me gustaba esta estación.
—En realidad, creo que no del todo. Si la ciudad te trae buenos recuerdos, será bueno regresar, pero si te trae malos recuerdos sentirás cierta incomodidad estando ahí.
—¿Y tú? ¿cómo te sientes?
Miré a Garret, quien iba en silencio en mis brazos. —De las dos maneras. Me trae buenos recuerdos, pero a la vez malos.
—¿Por qué?
—No es necesario recordarlos en lo absoluto, al menos han quedado en el pasado y lo que importa ahora es el presente.
—Así te quería escuchar hablar. —Sonreí.
Nos detuvimos en una banca a admirar el bello atardecer. Me gustaban los atardeceres. Tenían esa chispa que le daba color a todo en ese instante.
—¿Se molestaría si regresa a casa solo? Debo hacer unas cosas antes de marcharnos.
—Por supuesto que no, ve. ¿Quieres que me lleve al niño?
—No. Lo cuidaré yo. Váyase tranquilo.
—De acuerdo. Nos vemos allá entonces.
—Está bien.
Después de ver que mi suegro se alejaba empezamos a caminar hasta mi antigua casa. Saqué las llaves de mi bolsillo y abrí la puerta prendiendo la luz de la sala. Garret empezó a aplaudir. Creo que le gustaba el lugar. Me dirigí a la que era mi habitación. Todo estaba intacto tal y como la última vez que estuve aquí, cada cosa en su lugar.
Agarré mi maleta grande y toda mi ropa la metí en ella, incluyendo ropa que le había comprado a Garret hace ya algo de tiempo, pero que jamás se había puesto. Espero que aún le quede.
Mi celular sonó. Era Alejandra.
—Hola Ale. —Contesté dejando a Garret en la cama junto a un juguete.
—¡Patrick! Que alegría escuchar nuevamente tu voz. ¿Cómo está todo por allá?
—Todo es bueno. Es como si nada hubiera cambiado.
—Me alegra escuchar eso. —Su voz sonó angustiada.
—¿Te encuentras bien? ¿Pasa algo?
—Mmm, pasa algo.
—Dime.
—Te lo digo mañana, esto no se puede decir por teléfono.
—Dímelo Ale, no podré dormir, por favor.
—Es sobre Amelie.
—¿Le pasó algo? ¿está bien? —Dije preocupándome un poco.
—Esta perfecta, pero ocurrió un percance. —Se quedó en silencio un momento. —¿Recuerdas que una vez me preguntaste por el padre de Amelie? Pues, él apareció ayer. Patrick, Jack quiere quitarme la custodia de mi hija.
—¿Jack? —Fruncí el ceño.
—Sí, él es de dónde tú eres. —Suspiró. Lograba escuchar su respiración agitada. —Hace cinco años tuvimos una relación, pero en una fiesta se emborrachó y abusó de mí. —Su voz se entrecortó. —Meses después supe que estaba embarazada. Él pudo rehacer su vida junto a otra chica, incluso se comprometieron, pero terminaron por una razón que desconozco y tiempo después nuevamente estuvieron comprometidos. Ahora están casados. No quiero que me quite a mi hija.
¿Hace cinco años y quedó embarazada? Amelie apenas cumplirá un año, al igual que Garret.
No entiendo. Hablaré con ella después.
De cualquier manera; ¿Jack tenía una hija? Amy no sabe nada de esto. Apuesto lo que sea.
¿Cómo pudo jugar con ella? Es un sínico. Sólo usa a las mujeres para después abandonarlas junto a un nuevo ser. No puedo dejar que haga lo mismo con Amy.
—¿Patrick, sigues ahí?
—Sí. Aquí estoy. ¿Mañana podemos hablar de esto? Ahora estoy arreglando mis cosas para el regreso.
—De acuerdo. Buen viaje. Nos vemos. —Colgó.
Agarré mi maleta y a Garret en mis brazos. Afortunadamente bajé a salvo sin tirar nada ni a nadie. Le di un último vistazo a la casa y abrí la puerta asombrándome, pero a la vez sintiéndome nervioso por quien tenía frente a mí.
—¿Patrick? ¿Qué haces aquí?
—Esta es mi casa. ¿Tú qué haces aquí?
—Jack salió de viaje por negocios y decidí venir. —En un viaje de negocios. Si tan sólo supieras.
—¿Qué haces aquí? —Repetí.
—Mmm, tengo llaves de tu casa. Me las diste hace tiempo.
—No lo recuerdo. Pero ¿qué haces aquí? —Dije por tercera vez.
—Garret, mi amor, te extraño tanto. —Lo abrazó. Garret sólo la miraba sin gestos en su rostro. —¿También me extrañaste? —Dijo mirándolo. El pequeño recostó su cabeza en el hombro de su madre.
—Lo hace cada día. No evadas mi pregunta Amy, ¿qué haces aquí?
Bajó la mirada avergonzada. —Vengo aquí cuando me siento sola, cuando estoy triste, cuando los extraño.
—Vaya respuesta, sólo vienes cuando nos extrañas.
—Patrick, basta.
—¿Por qué? Dices amar y extrañar tanto a tu hijo cuando sólo vienes al lugar en donde empezó todo. ¿Cuántas veces vienes? —La miré frunciendo el ceño. —¿Una o dos veces por semana?
—Por favor Patrick.
—No, no, contéstame. ¿O sólo es para 'quedar bien'?
—Duermo aquí, ¿de acuerdo? —Gritó espantando a Garret provocando su llanto. Su rostro se enrojeció. —He dormido aquí cada día desde que se fueron. Me siento una estúpida por tener que hacerlo porque ustedes están bien en dónde quiera que estén, pero en cambio yo, cada vez estoy peor. ¿Estás contento ahora? —Me miró enojada. Demasiado enojada.
Me quedé en silencio. No esperaba esa respuesta.
—Lo lamento yo no sabía...
—Cállate ¿sí? Me harías un gran favor. Ya Garret, perdón mi niño, pero este hombre me saca de quicio.
Amy no había cambiado, su carácter era el mismo. Su forma de ser igual. Nada era diferente.
—Amanda falleció.
Me miró abriendo los ojos. —¿Qué dijiste?
—Ayer me encontré con James y me lo dijo. Tenía un tumor en la cabeza, pero ella no lo pudo soportar ya que no se podía hacer nada y se suicidó.
—No, no es verdad. Amanda no lo haría, ella lucharía hasta el final. —Sus ojos se pusieron rojos y llenos de lágrimas las cuales derramaba una por una.
—Fue unas semanas después de su viaje.
—¿Y hasta hora me entero? ¿Por qué la vida es así de cruel?
—Esta en un lugar mejor.
—Lo creo, pero ella era tan joven y llena de alegría. Es impresionante como nos arrebata la vida una cosa que empieza por ser insignificante y termina siéndolo todo.
—Lo sé.
Era hora de darle la noticia, aunque no sé cómo lo vaya a tomar. Sería la primera persona en saberlo.
—Amy. Debo decirte algo importante.
—Ya debo irme. —Dijo entregándome a Garret dándole un beso en su cabeza.
—Nos iremos.
—¿Quiénes?
—Garret y yo. —Me miró.
—Lo sé, mañana regresan ¿no?
—Estoy hablando de otra cosa. Tengo una oferta de trabajo, es muy buena y la aceptaré. En realidad, eres la primera a la que se lo hago saber.
—Ah, pues, felicidades.
—Nos iremos a Copenhague.
—¿Qué? Patrick, Dinamarca está demasiado lejos. ¿A caso ya no veré a mi hijo?
—No está "demasiado lejos". A parte, ¿cuántas veces lo has buscado? —Amy se quedó en silencio. Reí. —Sabía que es sería tu respuesta. En tres días saldrá nuestro vuelo y tu padre regresará a su casa.
—¿Cuándo regresarán ustedes?
Suspiré. —No creo que haya algún retorno.
—Entonces, ¿este es el final? ¿no los volveré a ver?
—No lo sé.
—¿Estás seguro de hacerlo?
—Fue difícil tomar una decisión, pero ahora lo estoy.
—Bien. Tú al igual que yo queremos lo mejor para Garret. Sé que contigo tendrá una vida mejor. Así que, adelante.
—No pienso dejar a mi hijo en manos de Jack, Amy. Lo lamento.
—No, no te disculpes. Yo tampoco quiero que este cerca de él.
—Bien. —Cerré la puerta y le puse llave. —Aquí es nuestra despedida.
—Eso creo. —Se acercó a Garret. —Hijo, te mandaré postales cada día. Por favor no me olvides, ¿sí? —Sus ojos se pusieron llorosos. Rió. —¿Cómo se supone que una madre se despide de su hijo? Garret, te amo. Nunca lo olvides. Con tu padre todo será mejor para ti. Los dos queremos lo mejor para ti y eso será irte con él a Dinamarca. Espero que esta no sea la última vez que nos veamos. Pronto nos rencontraremos hijo. Te amo. —Lo cargó abrazándolo delicadamente. Maldición, ver esto me hacía sentir muy mal. No podría soportar alejarme de mi hijo. —Cuídalo muy bien Patrick.
—Lo haré con mi vida. —Lo cargué nuevamente. —Entonces, es un adiós.
—Al parecer sí.
—Mucha suerte en todo.
—Igual.
—Adiós Amy. —La miré serio.
—Adiós Patrick. —Hizo lo mismo.
—Garret, dile adiós a mamá. —Mi pequeño movió su mano en el aire riendo.
—Hasta pronto, mi pequeño Garret. —Le dio un último beso antes de partir. Ahora nuestras vidas sí cambiarían y darían un gran giro completamente de trescientos sesenta grados.