El mito de Daphne (libro II d...

By TammyTF

284K 38.6K 11.8K

Daphne es un torbellino, una catástrofe en búsqueda de víctimas distraídas. Una calamidad en potencia, aunque... More

Prólogo
¿Evan?
Los muertos no son el problema
Mentira, verdad
¡Arriba la psicología!
El mitológico Evan
Los psicólogos también son humanos
Evan
Magnetismo
Cabeza en alto, Daphne
La sorprendente sorpresa (parte I)
La sorprendente sorpresa (parte II)
Siempre puede ponerse peor
Y las explicaciones después
Evan
Un huracán
Los psicólogos también lo hacen rico
Fuera de jurisdicción
Evan
La honestidad no es parte del trato
Optimismo Cánovas
Palabras más palabras menos
¿Qué quieres?
Evan
Papá sabe
La retirada también es una estrategia
También puedo hacer historias enmarcadas
Consejo Stepanov
Planes
1º Algo personal
2º Necesitarla
3º Cercanía (relativamente)
La innecesaria enseñanza (parte I)
La innecesaria enseñanza (parte II)

Secreto oscuro

8.2K 1.1K 489
By TammyTF

Después de miles de años, volví. Les expliqué a algunos que estaba como muy ocupada y a la vez un tanto bloqueada, por eso paré por un tiempo para leer la historia y ver los detalles. Así que sin más dilataciones, les dejo un nuevo cap que espero les guste. ¡Mil millones de gracias por la paciencia! Y sobre todo por preguntar por mí, me hacen sentir querida... es nuevo para mí xDDD

Capítulo XIV: Secreto oscuro

No, esto no era un sueño. Repito, no era un sueño.

La mano que apretaba la mía definitivamente pertenecía al sexy psicólogo que me había dejado con la boca abierta, mientras estaba a una acera de distancia y se mostraba todo caballeroso al no mirar mi pijama revelador. Ese hombre, quien había competido cabeza a cabeza con el modelo de Invictus para protagonizar mis fantasías, estaba caminando detrás de mí. Y lo más importante de todo, ¡no había tenido que secuestrarlo!

¡Lo sé! Hasta a mí me cuesta creerlo.

— ¿Qué es tan gracioso?

Presioné mis labios juntos, sacudiendo la cabeza para dejar pasar el tema. Había cosas que mi cerebro aún colocaba en la columna de lo indecible en voz alta y ese pensamiento sin duda entraba en la categoría.

—Por aquí. —Vacilé un instante al pasar frente a la habitación de Erin, pero luego cogí el valor para seguir hasta la mía. ¡Vamos! Había tenido sexo antes, esto no debería ser raro, ¿cierto?

Es una pregunta hipotética, no me respondan. Mejor enfoquen su mente en lo que sigue a continuación.

Empujé la puerta de mi cuarto, dando primero un paso adelante y luego otro hacia el costado para invitarlo a pasar. Evan no dijo nada, pero pude notar como sus ojos se ajustaban a la semipenumbra que reinaba allí y hacían un breve recorrido del sitio. Mi cuarto, para que sepan desde ya, no tiene nada que ver conmigo. Es soso (claramente yo no lo soy), es oscuro (por supuesto que tampoco soy eso), impersonal (ni necesito aclararlo ¿cierto?), pequeño (algo que ni de bebé fui) y muy pero muy básico (quizá sí tengo algo de eso). El punto es que no decía nada sobre mi persona, podría pertenecerme tanto a mí como al carnicero de la esquina. Y estaba así porque esa habitación había tenido como propósito sólo ser un lugar de paso para mí, algo que evidentemente se convirtió en un paso mucho más largo del que había anticipado.

—Helo aquí. —Hice un gesto tonto para señalar la nada y Evan abandonó su inspección para observarme.

—Es...

—Lo sé, aburrido y vacío —lo corté, tomándolo de la mano para arrastrarlo más hacia el centro—. Pero tiene una cama y es lo que vale.

— ¿Qué pasa con esa costumbre de no dejarme acabar una frase? —inquirió, pasándome de largo para tomar asiento en la parte izquierda de la cama.

Lo observé por espacio de un minuto sin parpadear. Ustedes deberían entenderme, había un jodido dios griego en mi cama y tenía miedo de pellizcarme para descubrir que no había sido más que una fantasía muy realista.

—Lo siento... —Sacudí la cabeza, recordando que acababa de preguntarme algo—. Me cuesta un poco sacarte de tu rol de psicólogo, no quiero que descubras mis secretos más oscuros.

Evan enarcó una ceja, graciosamente.

— ¿Uno de tus secretos más oscuros es que no te gusta decorar?

—No... —alargué la palabra, mientras daba unos tímidos pero decididos pasos hacia mi cama—. Podría decírtelo, pero no quiero quedar en desventaja.

Él extendió una mano hacia mí, atrapándome por el pasador de mi cinturón hasta detenerme de pie exactamente frente a su rostro y entre medio de sus piernas. Sentí como su mano subía y bajaba lentamente por mi lateral izquierdo, causándome leves escalofríos con la sensación de su piel contra la mía.

—Bueno... —Elevó su mirada hacia mi rostro—. Quizá podamos negociar.

Sonreí.

—Me gusta la idea —dije, al tiempo que llevaba mis manos hasta su cabeza para hundir mis dedos en su cabello—. No te lo cortes al menos que sea muy necesario, ¿bien?

— ¿Eso quieres a cambio de tu secreto oscuro?

Reí, negando.

—Ni de broma, esa sólo fue una observación. —Hice una pausa, llevándome el índice a la boca en gesto de profunda reflexión—. Yo creo que lo justo es que un secreto oscuro debe ser pagado por otro secreto oscuro.

—Hm...

—Anda, hasta puedes mentirme... no es como si alguna vez vaya a descubrirlo.

—Mentir no es lo mío —respondió al instante. Asentí, recordaba muy bien el día que me hizo saber aquello.

Aunque de todos modos lo había hecho ¿no? De acuerdo, quizá no había sido una mentira en toda regla, pero sí había sido un pequeño ajuste de la verdad.

—Sí, lo recuerdo... —Antes de que pudiera acabar la frase Evan tiró de mí, con tanta fuerza que no supe cómo acabé de espaldas en mi cama con él a escasos centímetros de mi cuerpo—. ¡Wou! —Fui lo bastante rápida como para agarrarme de sus hombros y no comenzar a rebotar como una morsa sobre el colchón.

¿A poco las morsas rebotan? En fin...

—Estoy seguro de que puedo sacarte ese secreto...

— ¡No! —Intenté, juro que intenté negarme a él.

¡Ja! Sí, claro, cómo si eso fuera remotamente posible. ¿Realmente se lo creyeron?

La verdad es que cuando se inclinó hacia mí, mis labios ya estaban en posición de beso, listos para recibirlo. Y mis manos, las muy atrevidas, se enredaron en su cabello para jalarlo más cerca, tanto como les (me) fue posible. Lo besé como si no hubiera un mañana, mayormente porque seguía pensando que todo el asunto era un sueño. Así que le hice un baile erótico a su lengua, disfrutando demasiado el momento en que soltó un pequeño gruñido antes de apartarse y mirarme con evidente hambre. ¡Virgen querida! En realidad yo le gustaba, le gustaba a un hombre que se partía de sexy.

— ¿Dijiste no?

— ¿Yo? —pregunté, tratando de recordar cómo respirar después de ese ataque—. La verdad es que no lo recuerdo... ¿me refrescas la memoria?

Evan rió con suavidad, colocando un brazo por encima de mi cabeza para quedar casi recostado sobre mí.

—Me estabas contando —dijo, rozando mis labios en un rápido beso—. Algo sobre un secreto. —Otro beso demasiado corto—. ¿Te acuerdas?

Fui a recibir mi beso, pero él se apartó justo en el momento en que lo alcanzaba.

—No hagas eso —protesté con un mohín.

—Secreto —musitó como toda respuesta, elevándose lo suficiente como para enfrentarme con esa mirada ilegal—. ¿Entonces?

Suspiré.

—Tú primero.

Evan presionó los ojos con suspicacia, para luego tomar distraídamente mi mano y apretarla con suavidad contra el colchón. Había algo en esa simple acción, algo que no supe ver del todo pero que pareció relajarlo.

— ¿Qué quieres que te diga? —preguntó, sin apartar su mirada de nuestras manos enlazadas.

—No sé, lo que tú quieras. —Lo tomé por la barbilla para que me observara—. Y a cambio te diré por qué no decoré mi cuarto.

—Me parece justo. —Pero antes de agregar nada, se inclinó una vez más para tomar mis labios en un lento, lánguido y profundo beso. Suspiré de forma audible, logrando que sonriera contra mi boca antes de que volviera a apartarse—. La verdad es que... me asusta hacer algo que más adelante pueda lastimarte.

Fruncí el ceño sin comprenderlo del todo. Ese era un secreto para el que no me había preparado, casi y hasta esperaba que me dijera que gustaba de coleccionar sus uñas o morder las tapas de los lapiceros, ya saben, algo grotesco y molesto.

— ¿Algo como qué? —me obligué a preguntar. Él se encogió de hombros, al tiempo que sacudía la cabeza en una suave negación—. ¿Lo dices por todo eso de no querer estar en una relación? —Asintió y algo en mi pecho se apretó tenuemente. ¿Por qué el único hombre que realmente me gustaba ni siquiera quería considerarme para un futuro juntos? ¿Por qué?—. Ya te dije que estoy bien con eso.

Supongo que si me repetía eso a diario, terminaría por creerlo.

—Lo sé... —Una enigmática sonrisa tiró de sus labios—. Pero... yo no.

—No te entiendo.

—Daphne... —murmuró, sacudiendo la cabeza—. No es que yo sea reacio a toda la idea, ¿sabes? Me gustaría conocerte mejor y otras cosas...

—Pero. —Preveía que había un pero apunto de asomar su horrible cara, siempre lo había.

—Pero estoy como bloqueado.

— ¿Es por mí?

Negó rápidamente.

—No, claro que no es por ti. —Sonrió, pareciendo en parte divertido y en parte preocupado por mi pregunta. Repentinamente rodó hacia un costado, sentándose a mi lado y yo lo imité—. El tema es bastante complicado de por sí.

Me alarmé, siempre los lindos y casi perfectos tenían un defecto. Obviamente él no iba a ser la excepción.

—Ay... —Mordí mi labio—. No me digas que estás en esa onda del sadomasoquismo, sumisas y correas hasta para ir al baño. —Evan fue a responder, pero lo detuve alzando una mano—. Mira que no soy negada a la exploración sexual, pero si me quieres golpear ten por seguro que vas a obtener una respuesta de mi parte. Nunca se me dio bien eso de obedecer, te lo pueden decir mis padres... les discutía incluso cuando estaban de acuerdo conmigo. No sé si me hago entender, me gustas y hombre... —suspiré—. Serías por lejos lo mejor que pescaría en mi vida, pero ya te voy diciendo que la traes negra conmigo si tu plan es...

—Daphne...

—No voy a hacer un maldito refrito de las Sombras de Grey, ¿sabes? —Elevé mi índice para enfatizar aquel punto—. Está muy de moda, lo sé. Pero yo no dejaré que está historia sea catalogada como poco original, ésta gente quiere leer algo bueno.

— ¿Qué gente? —inquirió, confuso.

—Y Dios sabe que ya hay muchas copias baratas dando vueltas por ahí ya.

— ¡Daphne!

— ¡¿Qué?! —Le espeté en el mismo tono que él había utilizado.

—No... —rió a mitad de la frase, para luego llevarse una mano al rostro y cubrirse los ojos mientras reía aún más fuerte. Bueno, ¿qué bicho le había picado?—. Dios mío, eres única en tu especie... —musitó sin dejar de reír. Era sin lugar a dudas, la primera vez que lo escuchaba reír con verdaderas ganas. Había reído antes, por supuesto, pero siempre pequeñas risillas, algunas sonrisas temblorosas o cosas por el estilo, nunca nada como esto. Nunca una verdadera carcajada de diversión.

Era tanto el modo en que se estaba riendo que no pude evitar comenzar a reír con él. Aunque, por muy estúpido que parezca, yo no tenía idea de qué nos estábamos riendo.

— ¿De qué ríes? —pregunté cuando comenzó a calmarse. Me miró y estalló en una nueva ola de risas. ¡Por favor! El desgraciado se reía de mí—. ¡Oh, basta ya!

—Lo... —Pero ni siquiera pudo acabar su frase, frente a su ataque de risas.

Rodé los ojos, tratando y fallando en no parecer ofendida por esa falta de respeto. Era un invitado en mi cuarto, estaba en mi cama ni más ni menos y yo estaba medio desnuda para él, ¿cómo se le ocurría burlarse de mí?

—Eres un estúpido... —Le estampé un cojín en el rostro y él se dejó caer sobre el colchón todavía sonriendo—. Ya para.

—Lo siento... —No reía, pero se veía el brillo del humor en sus ojos.

— ¿Qué fue tan gracioso? —bufé a modo de pregunta. Evan estiró una mano para acariciar mi mejilla y la parte boba en mí quiso quedarse a disfrutar de aquello como una gata en celo, pero la otra parte —la inteligente, por supuesto— hizo que me apartara con mala cara—. ¿Qué fue tan gracioso? —enfaticé cada una de las palabras, mientras lo observaba con los ojos en rendijas.

El muy desgraciado no borró su sonrisa, al parecer no valoraba mucho su vida. Una Daphne enfadada no es algo para tomar a la ligera, créanme.

—Oh, vamos, no me mires así... —Hizo un nuevo intento de acariciarme mientras se sentaba y le aparté la mano al instante—. Me rompes el corazón con ese rechazo —musitó colocando la cabeza de lado, como un niño regañado.

Y hasta allí llegó mi enfado, es decir, sólo había que mirarlo haciendo un pequeño puchero como para querer comerlo a besos.

—Dios... ¡¿por qué eres tan guapo?! —Lo tomé por el cuello de la camisa y estampé mi boca contra la suya. No había forma en el mundo de decirle que no, yo no tenía esa fuerza de voluntad, ¿para qué intentar engañarme?

—No me reía de ti... —susurró, hundiendo su nariz en el hueco de mi cuello—. Me ha parecido simpática tu idea de que pudiese ser sadomasoquista, nada más.

—Entonces, ¿no lo eres? —Le pregunté, acariciando su cabello con suma lentitud. Yo estaba enloquecida con su pelo, no se fijen.

—No, claro que no. —Depositó un beso debajo de mi oreja, para luego emerger y observarme—. Sólo que las relaciones nunca me funcionan bien.

— ¿Por qué?

—Hm... —Sentía sus manos paseando por mi espalda, marcando patrones por mi piel, pero intenté no darle importancia con el objetivo de que terminara lo que estaba diciendo—. A veces creo que no merezco nada de eso.

— ¿Ya pensaste en ir al psicólogo?

Una sonrisa divertida tiró de sus labios, mientras me regalaba una falsa mirada de regaño.

—Fui al psicólogo por mucho tiempo a decir verdad, siempre he intentado trabajar sobre ello pero... siempre hay algo que no funciona. No lo puedo hacer funcionar.

— ¿Y qué te dijo tu psicólogo al respecto?

La sonrisa sutil se borró, al tiempo que adquiría una expresión distante.

—Pienso mucho en mis hermanos —dijo de repente, mirando a un punto indefinido por encima de mi hombro—. En cómo murieron y en todo lo que nunca van a tener por ello, pienso que... muchas veces pensé que... —Se detuvo como si las palabras simplemente se negaran a salir de su boca—. Ellos tendrían que haberse salvado, no yo.

—Evan...

—Es un pensamiento bastante pesimista... —Elevó sus ojos grises para encontrarse con los míos—. Eran tan pequeños, Daphne, no merecían... lo que les pasó.

Me quedé sin palabras, y no exagero cuando les digo que eso es casi imposible para mí. Pero aquella confesión hecha con una parte tan lastimada de Evan, hizo que me doliera hasta el alma.

— ¿Cómo...? —Normalmente nunca me media a la hora de hacer preguntas, pero esa sólo no pude formularla en voz alta. No pude.

—Fueron asesinados —susurró él, sin necesidad de oír más—. Al igual que mis padres. —Sonrió con ligereza—. ¿Qué tal ese como secreto oscuro?

—No es gracioso —dije con un nudo en mi garganta.

—Lo sé... —Me arrastró a sus brazos como si yo fuera la que necesitaba un abrazo en ese momento, como si fuera yo la que hubiese perdido a toda mi familia de un modo tan desgarrador—. No quería sonar tan trágico en la primera vez que me invitas a tu casa.

Reí contra su hombro, apartándome para mirarlo.

—Bueno tú sí que sabes cómo poner a una chica a punto. —Fue su turno de reír, mientras yo estiraba mi mano para sostener la suya—. Gracias por contármelo, ahora siento que debo decirte algo importante para poder equiparar.

—No tienes que...

—La mentira que dije sobre ti a mis compañeras —lo corté, antes de perder el valor—. Bueno... lo hice porque no quería que supieran que había roto mi dieta.

— ¿Por tu dieta? —La incredulidad era fácilmente detectable en su voz, sonreí, así que me apresuré a explicarme. No quería que pensara que era una mujer completamente desabrida. Lo era un poco, pero no completamente.

—Mi ex había llamado para pedirme el anillo de compromiso. —Evan frunció el ceño, mas no me interrumpió—. Me sentí tonta y algo despreciada mientras me acordaba de todos los años que perdí con él, sobre todo porque pensaba que en verdad me quería. Así que tomé todas las cosas dulces que pude conseguir y me di un atracón de comida... —Me encogí de hombros—. Es lo único que se mantiene constante en mi vida.

—Bueno... —Evan me empujó otra vez sobre mi espalda, sin mediar ni una palabra de advertencia—. Creo que ya tuvimos más que suficiente de secretos oscuros. —Sus manos se trasladaron a mi cadera, donde con rápidos movimientos se deshizo de mi pantalón de jean. Lo miré sin poder creer lo fácil que pasaba de cero a cien este hombre, no que me estuviera quejando... dicho sea de paso.

— ¿Al asunto? —pregunté, incapaz de refrenarme. Él se detuvo a medio camino de desabrocharse la camisa, me miró.

— ¿Quieres ir más despacio? —instó elevando las cejas de un modo gracioso.

Sacudí la cabeza.

—No, no. —Y con mis propias manos terminé de sacarle la estúpida prenda—. Rápido está más que bien conmigo.

Hice un barrido completo de su cuerpo descamisado en cuanto él la hubo tirado al piso y mi cerebro se relamió ante la visión que se nos presentaba. Alguien en algún lugar del mundo elevó una plegaria para que este hombre fuera así de perfecto, porque lo suyo de otro modo no tendría explicación.

— ¿Qué? —me espetó al verme congelada.

—Nada... —Estiré una mano para tocar su pecho y luego dejarla deslizarse lentamente por su tórax, hasta alcanzar ese abdomen tallado por los ángeles.

— ¿Todo en orden?

Asentí como boba.

—Aja, al parecer eres real.

—Lo soy, ¿tú lo eres? —preguntó al tiempo que se tendía sobre mí para comenzar a dejar pequeños besos en mis hombros, clavícula y tórax—. Hm... al parecer esta parte sí... ¿y esta? —Sus labios se trasladaron a la cima de mi seno, haciéndome soltar un siseo irregular.

—Oh... —Apreté su cabeza con fuerza, mientras Evan comenzaba a correr la fina tela de mi sostén y accedía a la punta de mi por entonces demasiado sensible pezón. Gemí y entonces pasó lo inevitable.

Es decir, lo inevitable para Daphne Desgracia Cánovas, por supuesto.

—Ninfa, Erin pregunta si quieres he... —La voz de Dimitri quedó sostenida en el aire por unos dos segundos, justo cuando la luz que llegaba desde el pasillo nos golpeó a los dos en la cama. Evan masculló una maldición, cubriéndome convenientemente con su cuerpo y yo no pude más que soltar una risilla nerviosa frente a lo ridículo de la situación—. Oh, mierda... ¿por qué diablos no echan llave?

— ¿Te quieres largar? —le gruñó Evan, mirándolo por encima de su hombro.

—Por supuesto, ni creas que tengo intención de ver tu feo culo, Evan. Pero alguien debería explicarle a Erin lo que está pasando aquí arriba y no seré yo.

—Enseguida voy —le dije, tratando de hablarle a través de la muralla que hacía Evan con su cuerpo.

—Muy bien —respondió Dimo de mala gana—. Y usen protección, lo que menos necesitamos en esta casa son más niños. —Cerró la puerta mientras continuaba murmurando cosas sin mucho sentido.

— ¿Evan? —Le rocé el brazo para que se moviera, él suspiró desganado.

— ¿Lo seguimos en mi casa?

¿Él siquiera necesitaba hacer esa pregunta? ¡Por favor! Ya estaba subiéndome a su motocicleta. 

_________________________________________________

Neil: ¡Volvimos!

Didi: ¡Wii! Ya me extrañaba... y también a ustedes, un poco.

Jace: Yo echaba de menos a las lectoras.

Dimo: Uff... típico de estos escupearcoíris. 

Iker: Lo sé, me dan nauseas y ganas de usar mi espada.

Lucas: Keila está embarazada.

Neil, Didi, Jace, Dimo, Iker, Cam, Will, Evan: O_O

Neil: Esto... amm... sin anestesia, ¿no?

Lucas: Lo dije antes de que comenzaran a interrumpirme con sus tonterías. 

Dimo: Pues... salud por la ruina en conjunto, amigo. 

Lucas: Yo sí quería un hijo, Dimitri.

Dimo: ¿Por qué? 

Jace: Lo entenderás cuando conozcas a tu pequeño.

Dimo: Yo quiero entenderlo ahora, no me gusta no entender algo. Díganmelo. 

Neil: Hombre sólo casos especiales como Jace o Lucas quieren hijos...

Cam: Yo también quería hijos.

Neil: Y Cam que más que especial es básicamente inexistente. EL punto es que no muchos quieren ser padres, pasa y cuando pasa, lo terminas aceptando. Además los pequeños diablillos se hacen querer, piénsalo así... es una mente joven y casi sin uso lista para que tú la moldees. 

Dimo: ¿Podré enseñarle lo que quiera?

Neil: Así es, como a insultar a tu hermano por ejemplo. Mi pequeña le dice tío puto a Lucas y créeme que ese día me sentí muy orgulloso de ella. 

Lucas: ¬¬

Jace: Mejor vamos a dedicar este capítulo. Aunque pasaron siglos de tu cumpleaños ana_guillu este capítulo es nuestro regalo para ti. Esperamos que lo hayas pasado genial!

Iker: Aunque tarde, nosotros siempre cumplimos.

Neil: ¡Qué mentiroso! Pero sepan que lo intentamos, un beso para Ana la cumpleañera y un beso para todas las demás lectoras. ¡En cuanto a los hombres que se chinguen esos wey!... ¿weyes?

Didi: Eso suena como animales, ¡pinche puto!

Neil: ¿Y cuál es el plural de wey? No mames, Didi. 

Didi: Wey si yo no estoy tomando nada...

Dimo: Lo hacen del asco, las/os mexicanos se van a sentir ofendidos. 

Neil: De acuerdo, ¿qué tal si lo seguimos practicando ahorita?

Didi: No puedo tengo que ir al bar.

Neil: Por eso te digo ahorita, pinche pendejo. Recuerda que eso significa después.

Didi: Ah... no pues... los mexicanos son bastante difíciles, ¿qué otra opción hay del otro lado? 

Continue Reading

You'll Also Like

95.4K 10K 36
Sylver, el príncipe desterrado, está cansado de las reglas del mundo mágico. La organización fue creada para que los demi-âme y hechiceros pudieran...
74.9K 4.3K 52
Las segundas oportunidades, son muy importantes y más en una relación. Una como la mía con Nico donde la confianza estará más que impresa en nuestra...
38.9K 2.8K 67
[Segunda novela y continuación de Quiero Salvarte] La vida corrompió a Cris, Evan la salvó de la mafia pero no de sus miedos, ella descubrió que era...
228K 10.5K 84
¿Qué hacer cuando se presenta ante ti la personificación de todas tus fantasías más oscuras? La respuesta debería ser fácil, ir a por ello ¿no?... ¿P...