Warrior | l. t. |

By NephilimGirl

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~Falling in love can be a dangerous game ~ ❝ En un pueblo donde los secretos, el pasado y la venganza son pro... More

Demons.
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 34
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71

Capítulo 52

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By NephilimGirl

Where there is anger, there is always pain underneath.

2016

Si la última vez que había visto a Louis me había sentido completamente paralizada, como si el peso del mundo cayese sobre mí y, por encima de todo, deseando que me tragase la tierra, en ese momento estaba sorprendentemente tranquila.

Porque de alguna forma... me había esperado que algo así ocurriría. A pesar de que mi primo me había asegurado que esta inesperada visita se debía única y exclusivamente a su preocupación por mi bienestar (y no lo cuestionaba), no se me había escapado el hecho de que su visita hubiese tenido lugar justamente una semana después de mi encontronazo con Louis en el hospital. Y no me había costado mucho imaginar que, de algún modo, mi examigo estaba involucrado en ello, y más cuando Harry había empezado a hablarme de Louis, tratando de convencerme de aquella bondad inherente que tenía.

Y en ese mismo instante, mis sospechas se hicieron realidad. Tal vez debería comenzar a confiar un poco más en mi sentido de la intuición... o puede que, simplemente, después de tantos batacazos con el resto de seres humanos, cada vez me costaba menos descubrir las verdaderas intenciones y motivaciones que movían a los demás.

Porque después de haberme dejado engañar de aquella forma tan descarada por Louis, me había prometido a sí misma que no iba a volver a dejar que nadie me pillase desprevenida.

Tragué saliva con fuerza y, por debajo de la mesa, apreté los puños con fuerza. Sin embargo, no permití a mi rostro cambiar ni un ápice, no le di a Louis la alegría de mostrarle, como si fuese un libro abierto, el huracán de emociones que estaba teniendo lugar dentro de mí.

Así que simplemente me lo quedé mirando y me obligué a mí misma a no apartar la mirada. Y, por mucho que me pese, sé que en parte lo hice porque, a pesar de todo, aún había una especie de chispa en mi pecho que parecía saltar al verle, porque mi corazón comenzó a latir con furia y el estómago me dio un vuelco, como si millones de mariposas estuviesen revoloteando en mi interior. Me obligué a mirarle mientras me repetía a mí misma: No te dejes engañar por él. Recuerda lo que te hizo. Recuerda cómo es en realidad.

Y precisamente me estaba diciendo eso cuando Louis, con los ojos llenos de lo que conseguía hacer parecer por una genuina angustia, dijo, probablemente recordando mi reacción en nuestro último encuentro:

-Por favor, Callie... no te vayas.

Apreté las mandíbulas con fuerza y le observé con toda la determinación que pude, convirtiendo mi rostro en una máscara de piedra, una que, en ese momento, creía que era imposible resquebrajar. Negué con la cabeza y no me molesté en ocultar aquel desagrado en mi mirada al responder, con una frialdad que ni si quiera sabía que era capaz de expresar:

-No voy a huir, si eso es lo que te preocupa. Esta vez no. Ya estoy harta de huir de ti. En realidad, creo que realmente es hora de que hablemos las cosas.

A diferencia de mí, el rostro de Louis era un libro abierto en ese momento. Aunque estaba segura de que cualquier emoción que expresase, cada sentimiento que se filtrase en esos ojos azules que una vez había sentido que me atrapaban, no era más que parte de su retorcido juego por tratar de seguir engañándome, por lo que, de nuevo, me dije que no debía dejarme engatusar por aquella pantomima.

Porque lo cierto era que, durante un instante, el discurso de mi primo sobre la bondad de Louis, sobre que en realidad no era más que un alma atormentada que, como yo, llevaba mucho tiempo suplicando que la salvasen, había calado de verdad en mí. Durante un segundo, había dejado que la imagen de Louis desamparado y roto, que era tal y como yo llevaba sintiéndome tantos años, me hiciese empatizar con él y se clavase en mi corazón. Porque yo sabía lo que era sentirse así, porque seguía esperando una muestra de redención por su parte... porque, durante ese efímero momento, había vuelto a dejarme embargar por la creencia de que, por fin, había encontrado a alguien que se sentía exactamente igual que yo.

Pero ahora que le tenía frente a mí, todos aquellos nuevos sentimientos que habían ido creciendo en mi interior durante las últimas tres semanas volvieron a mí con la fuerza de una ola en un día tormentoso. Y fue entonces cuando me recordé a mí misma lo que era realmente Louis, la oscuridad que siempre había estado en su interior y que siempre me había tratado de ocultar.

A pesar de estar claramente apabullado por mi actitud defensiva y claramente brusca, un obvio alivio subió hasta sus mentirosos ojos y un suspiró se escapó de sus labios. Entonces, repuso:

-Necesitaba hablar contigo... pero sabía que, si te llamaba, me colgarías, y que era prácticamente imposible tratar de verte en persona...

-Así que por eso utilizaste a mi primo, ¿no? – Le interrumpí, con ira. – Para que te consiguiese esta encerrona conmigo. – Dejé que una risita sarcástica se escapase de mis labios, y durante unos instantes aparté la mirada. – Supongo que no se puede esperar mejor de ti.

El dolor alcanzó su mirada con la fuerza de un rayo, pero, como el buen actor que era, lo consiguió ocultar prácticamente al instante. Se aclaró la garganta y, con la misma actitud conciliadora, añadió:

-Fue él quien me llamó. De hecho... fue su idea. – Puse los ojos en blanco y, ante ello, continuó: - Lo hizo porque está preocupado por ti...

-Sí, sí, lo sé. Todo el mundo está preocupado por la pobre y frágil Callie. – Dije, con un sarcasmo mordaz. – Todo el mundo tiene miedo de que vuelva a tener una crisis como cuando murió mi padre o como hace tres semanas. Pero a nadie se le ha ocurrido que, tal vez, lo que realmente necesito es borrarte de mi vida de una maldita vez por todas.

Si antes el dolor se había reflejado en su rostro, en aquel momento fue como si le hubiesen clavado una espada en la espalda y el golpe le hubiese pillado tan desprevenido que lo único que podía hacer era quedarse mirando cómo se desangraba sin poder hacer nada al respecto. De nuevo, estuve a punto de dejar que la culpabilidad por la dureza de mis palabras y la compasión se abriesen paso hasta mi corazón, por lo que coloqué aquellos muros incluso más altos. No te dejes engañar. No te dejes engañar, me repetí una vez más.

Louis inspiró profundamente y bajó la mirada unos instantes con lo que me pareció discernir como vergüenza. Entonces, volvió a alzar la mirada y dijo:

-Sé que no tienes por qué escucharme, y entiendo perfectamente que estés dolida por...

-¿Dolida? – Repetí, impidiéndole terminar la frase una vez más. Solté una risita sarcástica entre dientes y, con una mirada ponzoñosa, añadí: - Ojalá hubiese estado tan solo dolida. Si estar dolida es sentir como si te hubiesen arrancado el corazón de cuajo y lo hubiesen pisoteado delante de tus narices, entonces, sí, estaba dolida.

Arrepentimiento. Culpabilidad. Y... puede que incluso odio hacia sí mismo. Esas tres emociones se dibujaron en su expresión con la claridad del agua. Pero en esta ocasión no sentí ningún tipo de empatía. Me sentía vacía. Completamente vacía.

-Lo siento. – Fue lo único que dijo.

Estuve a punto de replicarle que un simple lo siento no era suficiente, pero incluso con la ira que parecía hervir dentro de mí en ese momento, era consciente de que yo, por mi parte, también debía tratar de guardar las formas. Enfurecerme más de lo que ya lo estaba no era más que una muestra más de lo que él me había importado, de lo que nuestra amistad lo había hecho... y, de alguna forma, aún lo hacía. Así que simplemente permanecí callada, observándole con una mezcla de imperturbabilidad y prudencia, esperando a que siguiera hablando.

-Lo siento, Callie, yo... sé que un lo siento jamás podría reparar todo el daño que te he hecho, y sé que jamás, jamás, tendría que haber actuado como lo hice aquella noche, pero hay una razón, de veras que la hay.

En esa ocasión, y por mucho que traté de no hacerlo, no pude evitar poner los ojos en blanco. Más tarde, teniendo en cuenta el inesperado giro que darían los acontecimientos, aquella arisca y brusca actitud que mantuve con Louis me perseguiría y me haría sentir una culpabilidad tan amarga que sentía como si mi garganta fuese de hierro. Sin embargo, en aquel momento tan solo podía sentir hacia él una fiera y afilada hostilidad.

-Excusas, excusas. Siempre son excusas contigo, ¿no? – Negué con la cabeza y me masajeé las sienes. – Sé que yo tampoco he sido justa contigo en más de una ocasión, y sé que sacar el tema de Marion estuvo muy mal por mi parte, pero nunca... nunca he llegado al extremo de humillarte de la forma en que tú lo hiciste conmigo. Sé que me vas a decir que es todo por los demonios contra los que luchas cada día, por esa oscuridad que sientes que te aplasta el corazón y te impide respirar. Pero no eres el único que tiene que lidiar con ello cada día. No trato de hacerme la víctima... ya no. Pero, ¿utilizar contra mí mi mayor miedo? ¿Sabiendo el pavor que tengo a... confiar y abrir mi corazón a una persona solo para que después lo utilice contra mí? Eso fue un golpe muy bajo.

-Callie, yo no pretendía... - Trató de decir, con voz ahogada.

-Me da igual si no fue tu intención. Me da igual qué era lo que realmente planeabas hacer en ese instante, lo que querías o no querías hacer. No quiero saberlo. – Dije, tajante. Me encogí de hombros y añadí: - Lo único que sé es que lo hiciste. Y me sentí... ni si quiera tengo palabras para expresarlo. Pero estuve toda la noche llorando, y por más que lo intenté no podía parar. – Los ojos de Louis se llenaron de lágrimas, pero mantuvo una postura estoica. Por mi parte, también noté cómo aquellas lágrimas me quemaban en los ojos, pero hice todo lo posible por retenerlas. – ¿Pero sabes qué? Estoy harta de llorar por ti. Estoy harta de permitir que los demás determinen mi vida. No pienso volver a soltar ni una sola lágrima más por ti ni por nadie. – Inspiré profundamente, y me preparé para dar el golpe final. Soy plenamente consciente de lo casi infantil que pudo ser mi actitud en ese momento. Sé que no debía haber actuado de aquella forma, y de que debería haber tratado de morderme la lengua y escucharle, porque de esa forma probablemente nos habríamos ahorrado bastantes de los problemas que vinieron después. Pero simplemente no pude. Porque lo único que tenía hueco en mi mente era hacerle tanto daño como él me lo había hecho a mí, devolverle tan solo una parte de todo aquel dolor que me había hecho sentir. Y por eso, finalmente, dije: - En el fondo, me das pena. Pensaba que bastante carga era vivir con el pozo con el que he estado viviendo yo durante diez años, pero tú tienes que vivir con una oscuridad que ni si quiera tú te atreves a afrontar, tal es su magnitud. No te mereces todas las buenas personas que siguen junto a ti. No te mereces que una persona tan maravillosa como Harry haya decidido permanecer a tu lado a pesar de que probablemente has tratado de apartarle de tu vida en más de una ocasión. Puede que algún día toda esta oscuridad contra la que he estado luchando me hunda, pero tendré el consuelo de saber que tú también caerás. Y puede que algún día yo consiga volver a salir, pero estoy segura de que tú nunca lo harás. Porque un día pagarás por todo lo que seguro que has hecho y seguirás haciendo. Pagarás por todo el dolor que has infringido a los demás.

La última imagen que tuve de Louis antes de levantarme y marcharme fue la de un muchacho frágil y desvalido con el rostro retorcido por el dolor. El rostro de la verdadera desesperanza. De la verdadera angustia.

Por mi parte, me puse rápidamente la chaqueta, me colgué el bolso del hombro y, sin mirar ni una sola vez hacia atrás, salí prácticamente corriendo del restaurante.

Y aunque me había dicho que no iba a llorar más por él, una solitaria lágrima se deslizó por mi mejilla en cuanto salí a la fresca tarde de mayo.

***

En cuanto Harry, que hasta ese momento había permanecido apartado en una mesa al otro lado del restaurante, vio a Callie salir corriendo del local con la cabeza gacha y las manos aferrando con fuerza su bolso, supo, con un nudo en el estómago, que aquel encuentro que había preparado había sido catastrófico.

Con un suspiro, volvió a donde se encontraba Louis y se sentó en la silla en la que hasta hace un instante Callie había estado. Apretó las mandíbulas con fuerza al ver la expresión de su amigo: a pesar de que había estado junto a él en los que habían sido probablemente los peores momentos de su vida, pocas veces le había visto aquella expresión en el rostro: como si estuviese completamente perdido, o como si directamente le hubiesen arrancado el corazón y le hubiesen dejado completamente paralizado, sin poder reaccionar por lo inesperado del gesto.

-¿Qué ha pasado? – Preguntó Harry, apresuradamente y con un tinte de ansiedad en su voz.

Durante unos segundos más, lo único que hizo Louis fue permanecer igual de quieto, como si ni si quiera hubiese visto a Harry. Pero entonces su mirada se centró en él y, finalmente, con voz ronca y sin vida, dijo:

-Ha pasado lo que tenía que pasar. – Negó levemente con la cabeza y añadió: - Fui un imbécil por pensar que podría conseguir que me perdonase tan fácilmente.

-Dale tiempo. – Repuso Harry, con suavidad. – En realidad, no puedo evitar sentirme un poco culpable: si no llega a ser por mí y por... ya sabes, ninguno de los dos os veríais en esta situación desde el principio. Tal vez habría sido mejor dejar las cosas tal y como estaban.

Aquello captó toda la atención de Louis: sabía perfectamente a qué se estaba refiriendo su mejor amigo sin necesidad de que lo dijese de forma explícita. Siempre habían sabido entenderse a la perfección, muchas veces sin necesidad de palabras.

-No fue tu culpa, Harry. Desde un primer momento, tú tan solo trataste de ayudarla. Aunque supongo que te equivocaste al acudir a mí para tratar de hacerlo. – Un suspiro se escapó de sus labios y, con una mirada atormentada, continuó: - Callie tenía razón en todo lo que ha dicho. No he hecho más que hacerla sufrir. En el fondo siempre he sabido que no merecía todo lo bueno que sorprendentemente parecía estar pasándome desde que murió Marion, pero... supongo que ha hecho falta que me lo dijese una de las personas que más me importaban para darme cuenta realmente de ello.

-Louis, no digas eso. – Le reprochó Harry, dejando entrever una cierta dureza en su voz.

Conocía perfectamente a Louis, y sabía perfectamente que, cuando comenzaba a culparse por todos los males que parecía haber en la tierra, aquello no podría más que llevarle a caer de cabeza en ese oscuro lago de aguas negras en el que, de una forma u otra, siempre conseguía volver a sumergirse. No podía dejar que ocurriese esta vez, no después de todos los progresos que había ido haciendo desde la muerte de Marion, desde las consecuencias de aquel evento.

-Tan solo dale tiempo... - Repitió Harry. – Callie es una persona bastante orgullosa y a la que le cuesta perdonar... pero en cuanto vea que tus intenciones son genuinas, estoy seguro de que...

No pudo terminar la frase, porque en ese mismo instante Louis le interrumpió:

-No, Harry, ¿es que no lo ves? Ya no hay esperanza para Callie y para mí... he roto cualquier puente que habíamos conseguido construir, toda la confianza que ella había depositado en mí... - Una expresión de profunda angustia cruzó su rostro. – Ella confiaba en mí, Harry, confiaba en mí para ayudarla y tratar de salvarla de sí misma. Y yo he acabado con eso. No hay forma de arreglar un daño así.

Harry se mordió el interior de la mejilla y supo que, tal vez, para tratar de hacer a Louis recapacitar, tenía que arriesgarse con aquellas sospechas que llevaban ya un tiempo creciendo en su interior. Por eso, se atrevió a decir:

-Tal vez, si le confesases lo que sientes realmente por ella...

Louis abrió los ojos como platos ante aquellas palabras, y por un instante dejó entreverlo que realmente se escondía en su interior. Sin embargo, consiguió ocultarlo a la perfección, y repuso:

-Sabes que no siento eso por ella. Tan solo es... era mi amiga. Y por eso estuvo tan mal besarla y, después, decirle lo que le dije. – Negó con la cabeza y terminó: - Me merezco todo lo que me ha dicho. Y me merezco que se vaya de mi vida. Yo mismo lo he provocado.

Sin decir ni una sola palabra más, se levantó de la mesa y se giró, y aunque Harry le llamó a su espalda y le pidió que esperase, Louis no le hizo caso y, cabizbajo, salió del local.

***

Al salir de la cafetería, la tarde me pareció mucho más fría, las calles más grises y desoladas y la gente más sombría. Por más que me cubría con la chaqueta, aquel frío no me abandonaba, hasta que finalmente llegué a la conclusión de que probablemente aquel frío no tenía nada que ver con la temperatura ambiente, sino que emanaba de mí misma, como si repentinamente mi interior se hubiese vuelto de hielo.

Me sentía tan abrumada por todo lo que acababa de ocurrir que mi mente parecía completamente desconectada del resto de mi cuerpo. Simplemente, no podía pensar en nada: era como si me hubiese quedado completamente en blanco. Lo único que parecía tener cabida en mi cerebro era seguir caminando hasta que finalmente llegase a mi casa. Probablemente, cuando me encontrase en la seguridad de mi habitación, todos aquellos sentimientos que en ese momento estaba reprimiendo se alzarían contra mí y me acuchillarían todas al mismo tiempo. Pero en ese momento me seguía sintiendo igual de vacía que cuando, finalmente, le había dicho a Louis todo aquello que había estado guardándome durante tres semanas.

Tan solo deseaba enterrar el rostro en la almohada y dormir tres días seguidos...

El hijo de aquel pensamiento se rompió cuando me choqué contra alguien en medio de la calle, por lo que, sin ni si quiera alzar la mirada, mascullé un simple "lo siento". Hice ademán de continuar por mi camino cuando, repentinamente, noté cómo una mano me aferraba del brazo con un agarre de hierro. Y la sangre pareció helarse incluso más en mis venas cuando una odiosa voz que conocía demasiado bien dijo:

-¿Acaso no vas a saludar a un viejo amigo?

Alcé la mirada y el estómago se me revolvió cuando vi a Kellan tan solo a unos escasos metros de mí. Como siempre, tenía el pelo rubio perfectamente peinado, y sus fríos ojos mostraban la misma arrogancia de siempre.

Genial, lo que me faltaba. Pensé, con frustración. Desde aquella última vez en que habíamos ido a cenar a casa de los Robinson, había conseguido evitar cualquier inesperado y desagradable encuentro con él... hasta ese momento.

Me sacudí con brusquedad de su agarre y le devolví la mirada, tratando de poner todo el énfasis posible en aquella ira que bullía en mi interior.

-¿Dónde has estado metida todo este tiempo?

-No estoy de humor, así que será mejor que me dejes en paz. – Repuse, apretando los dientes.

Kellan se echó a reír de aquella forma en que siempre lo hacía cuando trataba de humillarme y sus crueles ojos me observaron con humor, como si acabase de contarle el chiste más gracioso del mundo.

-Tranquila, Caledonia. – Dijo, como si le estuviese hablando a una niña pequeña. Esbozó una sonrisa torcida y añadió: - ¿A qué viene esa cara tan tristona? Oh, tal vez tiene algo que ver con tu desengaño respecto a Tomlinson. – Por más que lo intenté, no conseguí esconder la estupefacción cuando le escuché decir aquello, y supe que se me había reflejado perfectamente en el rostro cuando Kellan rió entre dientes (una risa que no tenía nada de divertida). – Claro que sé lo que te ha ocurrido con él. – Continuó, como si me hubiese leído el pensamiento. – De hecho, todo el pueblo sabe exactamente lo que ha ocurrido: te sorprendería la de gente que fue testigo del espectáculo que montasteis aquella noche en el bosque. No sabes lo divertido que fue saber que, inevitablemente, aquello de lo que te advertí hace unos meses se hizo realidad. – Se inclinó hacia mí y su sonrisa torcida se ensanchó. En ese momento quise darle un puñetazo mucho más de lo que lo había querido nunca antes. – Pobre Caledonia; por fin pensabas que tenías un amigo y, vaya, resulta que, como todo el mundo, no quería tener nada que ver contigo. Tan solo utilizarte. Deberías haberlo previsto.

-Tú no sabes nada sobre mí. Nada sobre lo que realmente ha ocurrido. – Mascullé, con un odio que tan solo él era capaz de hacerme sentir. – Así que te aconsejo que no vayas dando por hecho cosas de las que en realidad no sabes nada.

Kellan me mantuvo la mirada durante unos instantes, hasta que finalmente se echó para atrás y dijo, con tono burlón:

-Oh, pero sí sé cosas sobre ti. De hecho, lo sé todo. Sé que no eres más que una niña insegura y con una falta de cariño increíble, que confía en la primera persona con una cara bonita y que parece hacerle caso. Incluso estoy seguro de que empezaste a sentir algo por ese capullo más allá de la mera amistad, ¿me equivoco? Y justo cuando te preguntabas si tal vez él sentía lo mismo por ti, justo cuando te besó y pensaste que por fin habías encontrado a alguien lo suficientemente imbécil como para quererte en su vida, la realidad cayó sobre ti, y ocurrió lo que inevitablemente tenía que ocurrir... ¿Acaso piensas volver a caer a los pies de la siguiente persona que finja hacerte caso, como hizo Tomlinson? Aunque, claro, a él le has dado algo que ya no podrás recuperar: ya no podrá devolverte aquello que llevabas tanto deseando: tu primer beso...

Fue en ese preciso instante cuando toda la rabia que había estado reteniendo en mi interior explotó como una ola gigante chocando contra una roca: apenas había dicho la última palabra, rodeé su muñeca con mi mano, haciendo uso de toda la fuerza que había adquiriendo tras tantos meses de entrenamiento, y apreté sin molestarme en preocuparme por el daño que obviamente le estaba haciendo.

La sorpresa, la incredulidad y el dolor cruzaron el rostro de Kellan con la rapidez de un rayo, y aunque prácticamente al instante consiguió ocultarlos, aquel efímero instante de vulnerabilidad fue todo lo que necesitaba para apretar incluso con más fuerza, para recuperar parte de la dignidad que él me había arrebatado, y para volver a insuflarme de esa fuerza que había estado abandonándome a lo largo de la tarde.

-¿En serio creías que no me iba a defender? – Dije, con una sonrisa victoriosa. – Ya no soy aquella niña que no sabía defenderse, Kellan. Puedo contraatacar, y pienso hacerlo si no me queda más remedio. Así que tan solo te voy a decir esto una vez: - Me acerqué a él y, con un susurro amenazador, continué: - Aléjate todo lo posible de mí. Porque la próxima vez que trates de humillarme, haré mucho más que apretarte la muñeca.

Di un último apretón y, finalmente, le solté. Entonces, le lancé una última mirada y, sin decir ni una palabra más, pasé junto a él y continué con mi camino, tratando de ignorar el temblor que se había apoderado de mis piernas.

***

Con la muñeca palpitándole de dolor, hasta el punto de que, durante un minuto, la sentía casi insensibilizada, Kellan se quedó mirando a Caledonia mientras ésta se alejaba. Una aversión que nunca antes había sentido hacia ella se apoderó de él, y lo único en lo que pudo pensar en ese momento fue en tratar de hacerle todo el daño posible. Más del que nunca antes había sentido.

Por ello, con los dientes apretados sacó su iPhone del bolsillo de su chaqueta con su otra mano y buscó en la agenda aquel conocido número. Esperó unos instantes hasta que una burlona y familiar voz respondió:

-¿Ya me echas de menos? No sabía que era tan imprescindible en tu vida...

-Si quieres atacar, hazlo ahora. – Interrumpió Kellan a Naya, con brusquedad. – Decías que querías destruir a Caledonia y a Louis. Pues bien, ahora es el momento perfecto: no creo que vayan a estar más vulnerables que ahora. Pero date prisa: parece ser que a la gatita le han salido zarpas. Quiero que acabes con ella hasta que no quede nada. Es hora de que reciba lo que se merece.

Aunque no la estaba viendo en ese instante, Kellan pudo imaginarse perfectamente a Naya esbozando su sonrisa felina al otro lado del teléfono, casi ronroneando ante sus palabras.

-No te preocupes, cariño. – Respondió Naya, con su tono meloso. – Ya estoy en ello. Tan solo tienes que confiar en mí.

***

Con la última luz del día, Louis caminaba cabizbajo por la parte más antigua del pueblo, aquella que estaba llena de callejones sin salida y calles que aún no tenían el nuevo adoquinado. Si ya de por sí aquella parte de Hollyville permanecía por lo general bastante desolada, en aquel momento, cuando la noche estaba a punto de romper en el horizonte, estaba completamente desierta.

Y puede que precisamente por ello sus pasos le hubiesen llevado hasta ahí: tras estar toda la tarde sentado a la orilla del límite de la playa, ahí donde sabía que era prácticamente imposible encontrarse con alguien conocido, Louis había sentido una necesidad casi imperiosa de moverse, pensando que tal vez así sería capaz de apagar esos pensamientos que le llenaban la mente y que le hacían sentirse cada vez más culpable, cada vez más en guerra consigo mismo.

Así que por eso en ese instante caminaba con las manos en los bolsillos por aquella calle desierta, sin ningún destino concreto y sin saber qué hacer a continuación.

Todo lo que había ocurrido aquella tarde no dejaba de martillearle las paredes del cráneo, y los recuerdos de las palabras de Callie, de su expresión de profundo dolor y de la forma en que sus ojos le habían observado con aquel aborrecimiento no paraban de reproducirse una y otra vez tras sus ojos, y por más que lo intentaba, no conseguía apagarlo.

Era como si, de forma inconsciente, se estuviese obligando a sí mismo a repetir una y otra vez aquella imagen para seguir torturándose y castigándose.

Se sentía completamente solo y vacío, y sentía que no podría haber nada que pudiese llenarle aquel hueco que parecían haber cincelado en su pecho.

Entonces, giró en la siguiente calle para meterse en un callejón que le serviría de atajo y una voz le hizo detenerse:

-Vaya, vaya, pero mira a quién tenemos aquí.

Con un escalofrío que le recorrió de parte a parte (no de miedo, sino simplemente de desagradable sorpresa), Louis alzó la mirada, solo para encontrarse a tan solo unos metros de él a Michael y a sus dos amigos – o, mejor dicho, sus matones particulares –.

Desde aquella noche en la que les había amenazado manifiestamente a él y a Callie, por suerte Louis no se había vuelto a cruzar en su camino... hasta ese momento.

Y no podía haber sido un momento peor.

-Tienes una cara muy larga, Tomlinson. – Añadió, dando unos desafiantes pasos hacia él. - ¿Dónde está tu preciosa chica? En el pueblo se dice que hay problemas en el paraíso... ¿me equivoco? – Añadió, con una letal sonrisa felina.

-No busco pelea, Michael. – Fue lo único que dijo Louis, a la defensiva pero con un tono tranquilo.

La sonrisa de Michael se ensanchó, dándole un aspecto incluso más peligroso, y dio un paso más hacia delante.

-Es una pena, Tomlinson, porque yo que la busco.

Antes de que a Louis le diese tiempo a reaccionar, Michael le hizo un gesto a sus dos amigos y, en un abrir y cerrar de ojos, corrieron hasta donde estaba Louis y le tomaron cada uno de un brazo en un agarre de hierro, impidiéndole moverse. Aunque, en realidad, Louis tampoco habría puesto resistencia: en ese momento se sentía tan vacío que todo le daba exactamente igual.

-No me gustó nada que trataras de ponerme en ridículo delante de tu chica. – Continuó Michael, dando vueltas a su alrededor como un buitre rodeando a su presa. – Y ya sabes que yo no dejo pasar algo así sin vengarme. Estaba esperando el momento perfecto para ello, pero – se echó a reír, como si realmente aquella situación le hiciese gracia –, vaya, finalmente has sido tú el que ha venido hasta mí, en este callejón en el que no hay ni un alma que pueda ayudarte. Supongo que hoy es mi día de suerte.

De repente, Louis recuperó parte de aquel descaro soberbio y temerario que tanto le había caracterizado de adolescente, y el que en tantos problemas le había metido, y repuso:

-¿Tu venganza es darme el coñazo con tu discursito hasta dormirme? Porque lo estás consiguiendo.

Michael apretó las mandíbulas con fuerza, pero una risa entre dientes escapó de sus labios. Señaló a Louis con el dedo índice y dijo:

-Ese es el Louis que yo recordaba. El que amenazaba con partirme la boca cada vez que su querida Marion venía a hacerme una visita, desesperada y...

Por primera vez, Louis opuso resistencia, y se retorció entre brazos de los matones de Michael como si así pudiese conseguir realmente soltarse.

Michael se echó a reír de forma estridente y sus amigos se hicieron eco de él como unos verdaderos perritos falderos. Entonces, rompió la distancia y, tan solo a unos centímetros de distancia de Louis, masculló, con aquella sonrisa torcida:

-Esto va a ser mucho más divertido de lo que en un primer momento pensaba.

Y antes de que lo viese venir, Michael le lanzó un puñetazo en toda la mandíbula que pareció partirle el cráneo y que aturdió a Louis durante unos instantes. La vista se le quedó negra unos segundos, pero hizo todo lo posible por volver a centrarla.

-Llevo mucho tiempo queriendo hacer esto, Tomlinson. No sabes cuánto. Creo que es hora de que salde contigo esa cuenta que tengo desde hace seis años.

De nuevo, hizo chocar su puño contra él, en este caso contra su boca. La sangre comenzó a manar a borbotones, y Louis la escupió en el suelo para no atragantarse con ella.

Aquella noche iba a ser muy larga. Y Louis no tenía ninguna intención de defenderse, ni de protegerse ante los ataques, pues seguía convencido de que aquello era lo que realmente merecía.



Treinta minutos más tarde, apenas podía mantenerse consciente. La cabeza le pesaba tanto que no podía mantenerla erguida, y si no hubiese sido porque los matones de Michael le aferraban de los brazos, se habría derrumbado en el suelo. El dolor le cegaba tanto que ni si quiera podía pensar con claridad. Sangraba de tantos sitios a la vez que hacía tiempo que había perdido cuenta de las heridas que había recibido.

Después de haberse ensañado con su rostro, Michael había desviado sus golpes a su estómago y costado, y Louis, con la poca consciencia que le quedaba, estaba seguro de que el dolor lacerante que sentía era porque tenía al menos dos costillas rotas.

A continuación, Michael había sacado una pequeña navaja del bolsillo de los pantalones y le había hecho un corte en la mejilla, otro en la clavícula y el estómago y otro en el brazo izquierdo. Lo sorprendente era que aún no se hubiese desangrado, comentó Michael en tono burlón.

Pero la cosa no había quedado ahí, porque entonces Michael le había roto dos dedos de la mano, y el dolor que le recorrió a Louis en ese instante fue tal que, por mucho que intentó no hacerlo, no pudo evitar soltar un grito de agonía.

Y en ese instante apenas podía mantener los ojos abiertos. Michael le aferró con fuerza la mandíbula, a pesar de que la tenía rota – lo que le mandó por todo el rostro un latigazo del dolor más agónico – y le obligó a mirarle. Pero Louis apenas podía enfocar la vista, mucho menos mantenerse consciente.

-Mientras veía toda la sangre que te cubre la cara, Tomlinson, he estado pensando... ¿qué pensaría tu chica si te viese ahora mismo en estas condiciones? Así que se me ha ocurrido que podríamos averiguarlo. Tan solo hace falta que venga. - Michael alzó la mano derecha, que tenía los nudillos hinchados y ensangrentados tras todos los golpes que había infringido, en la que tenía el móvil de Louis. Probablemente se lo había quitado cuando había comenzado a perder el conocimiento por ratos. – Por eso se me ha ocurrido una idea brillante: creo que vamos a hacerle una llamadita. ¿Acaso no quieres saber si le importas lo suficiente como para venir o si te va a dejar aquí, solo, para que terminemos el trabajo?

-No. – Masculló Louis, con la voz increíblemente ronca, utilizando las pocas fuerzas que le quedaban. La angustia y el terror que le recorrieron al escuchar la sugerencia de Michael fue tal que llegó incluso a eclipsar el lacerante dolor que sentía por todo el cuerpo. – No, por favor. No... no la-la involucres en-en esto. Por-por favor. Hacedme lo que queráis a mí... pero a ella no...

Michael esbozó una sonrisa victoriosa y, fue en ese mismo instante en el que Louis se dio cuenta de que haber mostrado aquella preocupación no había sido más que lo que necesitaba su atacante para tomar la decisión de implicar a Callie.

-No está bien tomar decisiones por las mujeres, Tomlinson, creo que a estas alturas deberías saberlo... sobre todo teniendo en cuenta lo que ocurrió con Marion precisamente porque trataste de cortarle las alas. Dejemos que sea tu chica la que decida si realmente quiere venir o no. – Volvió a reír y añadió: - Tranquilo, hombre. Tan solo queremos mantener una conversación amistosa con ella... cara a cara.

Y sin decir ni una palabra más, desbloqueó el móvil de Louis (quien, en ese instante, se maldijo por no haberle puesto contraseña) y buscó el número de Callie. Después pulsó en la pantalla táctil y, finalmente, se llevó el aparato al oído.

Sintiendo como si su peor pesadilla se estuviese cumpliendo, lo único que pudo hacer Louis fue rezar porque Callie decidiese no responder a la llamada.

Porque aquello era lo único que podría salvarla.

***

Llevaba leyendo la misma frase desde hacía treinta minutos.

Por mucho que trataba de concentrarme en la lectura de ese libro que sinceramente me tenía fascinada, mi cerebro parecía tener otros planes. Todos los sucesos de la tarde no dejaban de bailar en mi mente, tanto mi conversación con Harry como lo que había ocurrido con Louis y más tarde con Kellan.

En cuanto había llegado a casa, me había tumbado en la cama y había permanecido con la mirada clavada en el techo y la respiración agitada. Por mucho que lo había intentado, no había conseguido relajarme ni deshacerme de aquella tensión que parecía pincharme como miles de agujas clavadas en mi piel. Por eso había decidido ponerme a leer, pensando que lo que siempre había conseguido hacerme desconectar del mundo podría hacerlo en ese momento.

Pero supongo que me equivocaba.

Solté un suspiro de frustración y comencé a jugar con la esquina de la página, hasta que, repentinamente, mi móvil comenzó a sonar con un estruendo. Solté un respingo de sorpresa con un vuelco del corazón y alcancé el pequeño aparato, que descansaba sobre mi mesilla de noche, para contestar.

Pero cuando vi que quien me estaba llamando era Louis tragué saliva con fuerza y colgué al instante. ¿Por qué demonios me llamaba? ¿Acaso no había sido clara esta tarde, cuando le había dicho que lo único que quería era que se marchase de mi vida?

Admítelo: que se vaya de tu vida es lo último que quieres. Si no, ya habrías borrado su número de tu agenda. Me dijo una voz en mi cabeza, la cual acallé al instante.

De repente, de nuevo el móvil volvió a sonar, y el nombre de Louis parpadeó en la pantalla una vez más. Chasqueé la lengua y colgué otra vez. Pero, a pesar de ello, él volvió a llamarme.

Y fue cuando, finalmente, decidí responder, furiosa:

-Te he dicho que no quiero saber nada más de ti. Quiero que me dejes en paz. ¿Qué es lo que no entiendes de esa simple frase?

-Lo siento, preciosa, pero Louis está demasiado ocupado en estos instantes como para llamarte.

Me incorporé de golpe y todo mi interior se congeló al escuchar aquella voz desconocida pero que, al mismo tiempo, me resultaba extrañamente familiar. Me quedé paralizada durante unos instantes, y mi estómago se revolvió. ¿Pero qué demonios...?

-¿Quién eres? – Pregunté, con voz ahogada.

La voz al otro lado del teléfono se echó a reír, y repuso:

-Oh, claro, no te acuerdas de mí, lógicamente. Nos conocimos hace tres semanas, en el bosque, por la noche...

Fue en ese mismo instante cuando todo cobró sentido. Ya sabía de qué me sonaba aquella voz: era aquel matón que nos había amenazado a Louis y a mí, la persona por la que había escuchado hablar de Marion por primera vez.

La mano que sujetaba el teléfono comenzó a temblarme violentamente, y durante un instante el terror que se apoderó de mí fue tal que estuve segura de que iba a vomitar.

-¿Dónde está Louis? – Pregunté, en un susurro amenazador. O al menos intenté que lo fuese.

El matón volvió a echarse a reír y dijo:

-Está aquí, cielo. Louis, ¿quieres decirle algo a tu novia?

Entonces, el corazón se me paró cuando, de lejos, escuché a Louis decir, con un pánico que no le había escuchado nunca antes:

-¡Callie, diga lo que diga no vengas...! – Se escuchó un golpe sordo y a Louis quedarse sin aliento, impidiéndole seguir hablando.

Oh, no. No, por favor... aquello no podía estar pasando.

-¿Qué le habéis hecho? – En esta ocasión no pude evitar que mi tono sonase genuinamente asustado.

-Tan solo le hemos recordado que a mí no se me puede humillar como lo hizo en nuestro último encuentro. Pero creo que la verdadera pregunta que debes hacerte, cariño, es qué le vamos a hacer si no vienes. Así es: nos hemos encontrado en la calle y he pensado: "Hey, ¿por qué no le decimos a su chica que se una a la fiesta?".

-No entiendo... - Dije.

-Tan solo tienes que entender esto, preciosa: si no vienes, le daré la paliza de su vida hasta que no quede nada de él. Nada, ¿me oyes? Pienso destrozarle, y él sabe perfectamente que yo siempre cumplo mis promesas. Está en tus manos el tomar la decisión. Así que... ¿qué piensas hacer?

_____________________

*FIN DE LA PRIMERA PARTE*

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Muchas gracias :)

-Alice. xx

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