Ciudad de niebla© |TERMINADA|...

By Sarah_Mey

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HISTORIA COMPLETA. Primera parte de la saga ciudades. #1 en amar desde el 19/01/2019 hasta el 18/12/2019 #1... More

Saga Ciudades. Parte 1
Preámbulo
Capitulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capitulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capitulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Aviso
Capítulo 38
Capítulo 39
Capitulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Ejem
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capitulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo final
Nota de la autora
NOTA DE AUTORA 2
MIS REDES SOCIALES/ CONTACTO

Capítulo 63

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By Sarah_Mey


 David aparcó su moto justo en mitad de la calle número nueve. Podría llamar a sus compañeros por teléfono para explicarles lo ocurrido y averiguar si sabían algo, pero aquello era algo que no le hacía la menor gracia. Sería más fácil, pero no controlaría si tenían algún águila cerca y sus expresiones no verbales. No tendría modo alguno de saber que le mentían más allá de su timbre de voz. Tampoco sabía si le mentirían, y a cada hora que pasaba, creía mas en la frase de no confíes en nadie. Y de todas formas, Maek controlaba todas sus llamadas. Eran un conjunto de circunstancias que evitaban que hablase de aquello con nadie sin tener todo el cuidado posible en tratar el tema.

Miró hacia el cielo, y cualquier persona que lo hubiese visto en aquel momento podría darse cuenta de que se alegraba de aquello. Por fin había dejado de llover, pero hacía bastante frío y el viento seguía rugiendo con fuerza. A lo lejos, una farola parpadeaba cada pocos segundos, probablemente por culpa de la tormenta. Recordaba que el clima de Italia no tenía nada que ver con ese, casi siempre hacía buen tiempo en su ciudad. Respiró aquella añoranza antes de gruñir al reconocer uno de los coches de Baref en la puerta del prostíbulo. Debía de actuar con aún más naturalidad y aún más precaución.

Con un poco de suerte, Alex también estaría allí.

David se acercó poco a poco, con paso decidido mientras su mente tejía un plan. Debía de preguntar sin mostrar interés. En un sitio como aquel, todo era mucho mas complicado de lo que parecía.

La entrada de la casa número trece de la calle número nueve. Esa era la entrada a todo. A pesar de tener el aspecto exterior de una casa humilde, era como una puerta a otro lugar. Tal vez al mismo infierno.

Tras mirar de reojo la farola parpadeante, llamó con cinco golpes en la puerta. Esperó dos segundos y dio otros cuatro. Esa era la señal para que le abriesen. Nadie que no conociese esa señal podía entrar.

Un hombre moreno de ojos negros le abrió la puerta. Su mirada era sería y su expresión imponente. David comprobó que para variar, el no llevaba ningún arma encima. Era Robert, y era el mayordomo de la señora La Rua, y por mayordomo, no se refería bajo ningún concepto a alguien que se encargase de labores del hogar o a simplemente servir el té y recoger llamadas. Robert era mucho mas que eso, y a pesar de su apariencia, seria pero formal, como la de un hombre hecho a si mismo que siempre vestía en traje negro y camisa blanca, era probablemente casi tan peligroso como Maek y Baref. Algunas lenguas rumoreaban que era el amante favorito de la señora La Rua, y que por eso tenía muy en cuenta cada una de sus indicaciones, consejos y deseos. Bastaba con que ese hombre desease tener a una jovencita con la que se había cruzado en la calle para que su jefa mandase a varios de sus hombres a por ella y luego eliminase a varias personas para mantenerlas calladas. Robert era un hombre inteligente, sabía elegir bando y sabía mover fichas, tal vez por eso, David le respetase tanto.

-Buenas tardes, señor Robert.-le saludó con un cruce de miradas.

Robert se hizo a un lado, dejándolo pasar y cerrando tras de si la puerta en color ocre. David se paró, esperando que el señor Robert fuese quien comenzase a avanzar. Si había aprendido algo en todo aquel tiempo al servicio de Maek era a no dar la espalda a hombres como Robert. Las paredes estaban pintadas en un amarillo suave, que iba tomando fuerza a lo largo de un pasillo largo, y por el que cabían perfectamente tres personas de ancho, hasta que las paredes se volvían de color rojo y desembocada en un gran salón en el sótano, como si fuese una mansión dentro de la fachada de una casa pequeña. Había una gran lampara de araña en el techo, y una balaustrada en color negro junto con una escalera doble de dos lados, por la cual podía bajar hacia el centro de la habitación por dos lados diferentes.

David se mantuvo callado, aún en la puerta, a sabiondas de que el señor Robert lo estaba observando. Hacía menos de unos segundos que había entrado y que había saludado, pero ninguno de los dos se había movido de la entrada.

-Pensaba que ya solo querías estar con tu puta.

Aquella frase fue fría, y cargada de reproche. Cat. Ella antes trabajaba ahí. Por su maldita culpa. Aunque fue él quien convenció a Maek para que se la comprase para trabajar en su calle, arriesgándose a que se cansase de ella y la vendiese a algún postor extranjero como esclava sexual, pero con una gran diferencia. Si eso pasaba, David se enteraría y podría actuar. En un lugar como el bulevar de la señora La Rua, aquello era mucho mas improbable. David volvió a ver ese cuadro detrás del señor Robert, y como la primera vez que lo vio cuando él tenía trece años, siguió impactándole. Se trataba de una chica completamente desnuda, a cuatro patas y con un collar de hierro puesto en el cuello. Era una fotografía de las muchas desgracias que ocurrían en aquel lugar. David tragó saliva y le dirigió una sonrisa tranquila y aviesa al señor Robert, esa clase de sonrisa que dominan cualquier situación, al igual que él trataba de hacerlo.

-De todo se cansa uno, ¿no cree señor Robert?

Al hombre pareció gustarle aquella respuesta, y con una mirada maliciosa elevó un poco las cejas.

-¿Quieres carne nueva?

David intentó aparentar que estaba despreocupado.

-Puede, ¿que otro asunto iba a traerme aquí?

El señor Robert se le quedó mirando. Bajo ningún concepto podía saber el auténtico motivo por el que David estaba ahí.

-Tenemos chicas nuevas. Algunas vírgenes y menores de edad.

David intentó aparentar calma.

-Tengo tiempo.-dijo tan sólo.- Aunque antes me apetece emborracharme un poco.

Robert le mantuvo la mirada, sin devolverle en ningún momento la sonrisa, pero luego pareció ceder y comenzó a andar por el pasillo. El tramo del pasillo a las escaleras y a la sala roja, como ellos la llamaban, se le hizo un poco largo. Cada vez había mas cuadros de personas desnudas y siendo humilladas en aquel lugar, como si las expusiesen como trofeos para los hombres que frecuentaban aquel lugar. Había alguno de ellos que nunca repetían chicas, y otros que volvían a la misma una y otra vez. David llegó por fin a las escaleras, con el señor Robert un poco más hacia delante. Era prudente dejarle una cierta distancia a aquel hombre, y mucho mas cuando nada mas llegar a las escaleras descendentes, habían cuatro hombres armados con metralletas. David ya los esperaba ahí, no obstante, le extrañó que Robert fuese el único hombre que viese al entrar en aquel lugar. Generalmente, siempre había otros dos hombres armados tras la puerta, franqueando la entrada. Eso tan sólo podía significar que dentro había una amenaza mayor a cualquiera que pudiese entrar de fuera.

David vio también a hombres armados y muy quietos abajo en el salón rojo. Reparó en ellos incluso antes de empezar a buscar caras conocidas en aquel lugar. Sabía que Baref estaba ahí, pero eso no significaba nada. Ese hombre solía frecuentar aquel lugar, era fácil encontrarlo, mucho mas fácil que a su propio jefe. Dale una puta y el muy bastardo acudirá él solito hasta ella, pensó David, aunque por una fracción de segundo se preguntó si aquellas chicas merecían ser llamadas así, sin haber tenido la opción de decidir.

Algo mas gordo se movía en aquel lugar, aunque intentó disimular al ver que el señor Robert se había detenido al ver que él no lo seguía. Le miraba algo inquisitivo, pero David sabía como evitar sus preguntas.

-Ese traje es del diseñador Valentine, ¿cierto?

El hombre se irguió orgulloso de que hubiese reconocido al diseñador del caro traje que llevaba.

-Así es.

-Cada día supera usted sus gustos, señor Robert.-y tras darle una leve distracción en la que pensar, se despidió de él, despreocupado aparentemente, pero sumamente cauto en su fuero interno.- Puedo bajar yo solo, no se preocupe señor, me conozco este lugar como la palma de mi mano.-le sonrió, para luego bajar intentando relajar sus hombros para no darle un aspecto tenso.

Algo se cocía en aquel lugar. Y él iba a averiguar que era.

¿Os ha gustado? Mil gracias por leer. En cuanto tenga tiempo libre subo mas. Besos.

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