El mito de Daphne (libro II d...

By TammyTF

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Daphne es un torbellino, una catástrofe en búsqueda de víctimas distraídas. Una calamidad en potencia, aunque... More

Prólogo
¿Evan?
Los muertos no son el problema
Mentira, verdad
¡Arriba la psicología!
El mitológico Evan
Los psicólogos también son humanos
Evan
Magnetismo
Cabeza en alto, Daphne
La sorprendente sorpresa (parte I)
La sorprendente sorpresa (parte II)
Y las explicaciones después
Evan
Un huracán
Secreto oscuro
Los psicólogos también lo hacen rico
Fuera de jurisdicción
Evan
La honestidad no es parte del trato
Optimismo Cánovas
Palabras más palabras menos
¿Qué quieres?
Evan
Papá sabe
La retirada también es una estrategia
También puedo hacer historias enmarcadas
Consejo Stepanov
Planes
1º Algo personal
2º Necesitarla
3º Cercanía (relativamente)
La innecesaria enseñanza (parte I)
La innecesaria enseñanza (parte II)

Siempre puede ponerse peor

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By TammyTF

¡Hola! Tengo mucho sueño, pero no quería terminar el día sin pasar por acá. Y siempre muy agradecida de que estén del otro lado <3

Capítulo XI: Siempre puede ponerse peor

—Pelirroja, debemos hacer algo antes de que este barco naufrague. —Sentí la mano de Didi presionando mi espalda baja y al instante me volví para sonreírle.

— ¿A qué te refieres? —pregunté, mirando casi por inercia hacia la puerta que guiaba al ático, por la cual minutos atrás Erin y Dimitri habían desaparecido.

—Esto parece más un funeral que una fiesta —respondió él, alzando los brazos con frustración—. La gente no sabe si debe irse o quedarse.

—Bueno... —murmuré, reflexionando un instante en sus palabras—. Creo que es un tanto difícil seguir luego de lo que ocurrió.

— ¿Hablas de ese pequeño incidente? —Rió, tomando mi mano entre las suyas en un estrecho apretón—. El drama es inevitable, pelirroja, le agrega algo de emoción a las cosas, ¿no te parece?

—En todo caso... —interrumpió una voz a mis espaldas—. ¿Cómo pretendes continuar la fiesta si la invitada de honor ni siquiera está aquí?

Aun cuando no tenía ni intenciones de mirarlo, no podía negar que su observación fuera más que valida. Seguir la fiesta cuando Erin muy probablemente no estaba pasando por el mejor momento, me parecía injusto.

—Tonterías, Evan —lo acalló Didi, mirándolo un momento—. Ellos seguramente están teniendo sexo de reconciliación mientras hablamos, cuando bajen querrán ver que el espíritu de la fiesta no ha decaído.

Luego de lo que Dimitri había dicho, suponía que la cosa no iría exactamente como vaticinaba Didi. Pero claro, él no sabía de esa parte, ya que su hermano había usado señas para comentar el pequeño, diminuto y casi insignificante, detalle de la orden de restricción.

Fruncí el ceño, volviendo mi atención hacia la puerta. No comprendía nada. Me habría gustado interrogar a Nadia al respecto, pero Mel y Ani habían decidido acompañarla a su casa y dejar que las cosas se calmaran un poco antes de ir por los detalles. Era obvio que ellos habían estado en algún tipo de relación, pero eso difícilmente explicaba el porqué de la actitud tan belicosa entre ambos. Dimitri la había mirado con un odio más que evidente y Nadia, bueno, ella parecía en verdad afectada por las palabras de él.

—No entiendo nada —susurré más para mí que para ellos, pero noté como Didi arrastraba una mirada seria hacia mí.

—No hay nada que entender, ella sólo es malas noticias.

—Oye... —comencé a decir, pero él continuó como si nada.

—Y es mejor que ni se le ocurra poner un pie de nuevo en mi bar.

—Es mi amiga de la que hablas —repliqué por sobre su voz. Dado que no conocía los pormenores de esa historia, no me inclinaría a defender a nadie de forma apresurada. Sabía que Nadia podía ser una persona difícil, pero tampoco podía decir que Dimitri estaba a un paso de la beatificación—. Y no voy a juzgarla sin saber qué está pasando.

Didi frunció el ceño, inclinándose ligeramente hacia mí para equiparar nuestras alturas.

—Lo único que deberías saber es que no es de fiar.

— ¿Y Dimitri si? —insté, alzando el mentón. El hecho de que fuera al menos quince centímetros más alto que yo, no iba a hacer que me amilanara. Nadia era mi amiga y la conocía mucho más de lo que podía fingir conocer a Dimitri.

—Muy bien. —Sentí una mano en mi cintura, tirando de mí hacia atrás y a regañadientes le permití moverme. Evan se colocó entre los dos, mirándonos de hito en hito—. Esta discusión es completamente inconveniente, ninguno de los dos sabe lo que está pasando así que no comiencen a sacar conclusiones... retrocedan.

Didi suspiró, yo lo imité.

—Evan tiene razón. —Por mucho que me desagradara admitirlo, era verdad—. ¿Amigos? —preguntó Didi, tendiéndome una mano de forma conciliadora. Yo la tomé sin vacilar, incapaz de no sonreír divertida ante su mirada de perrito apaleado.

De acuerdo, había algo en los genes de ese par de hermanos rusos que hacía imposible que una se molestara por mucho tiempo con ellos. ¿Qué podía hacer al respecto? ¿Ir en contra de la naturaleza?

—Claro —murmuré, cuando él llevó mi mano hacia sus labios y me plantó un sonoro, y supongo que caballeroso, beso en el dorso.

Olviden lo anterior dicho, no era genético, ellos simplemente exudaban sex appeal y hormonas cachondas.

— ¡Genial! Ahora vamos a ponerle vida a esto. —Sin darme tiempo de aceptar o negarme, Didi tiró de mí guiándome de regreso a la pista. Con su mano libre le hizo señas al DJ y al instante las luces bajaron, la música comenzó a retumbar en los parlantes y la mirada de todos los hasta entonces confusos invitados, se plantaron curiosas en nosotros—. ¡Es barra libre, maldita sea! ¡Disfrútenlo! —exclamó él de forma repentina. Y fue como si esas palabras activaran algo en los presentes, automáticamente empezaron a moverse y en cuestión de minutos la pista de baile volvió a vibrar.

Didi era muy divertido, locuaz y seductor de un modo completamente natural. Tenía ese tipo de personalidad que hacía que uno buscara complacerlo, por lo que no sorprendía tanto que los invitados siguieran sus pedidos como corderitos bien entrenados. Y yo, por supuesto, no era inmune a su encanto ruso. En menos tiempo de lo que una dama correcta podría admitir, lo tuve pegado a mi espalda, mientras le enseñaba mi gran habilidad de llegar hasta el piso en pleno giro. No muchas pueden hacerlo, dicho sea de paso, así que en verdad me sentía muy orgullosa de ser capaz de ejecutarlo con el estilo y la gracia de una profesional.

Dios, si Erin me viera en ese instante, sin duda estaría orgullosa de mí.

— ¡Wau! —exclamó Didi, cuando me hube incorporado. Sus ojos verdes destellaron con admiración y algo más, algo mucho más primitivo y oscuro—. ¡Me acabas de plantear un reto, pelirroja!

Dejé que me tomara en sus brazos, siendo bastante consciente del modo en que su pierna separaba ligeramente las mías para acomodarnos mejor en la posición de salsa, de cómo su mano acariciaba la parte baja de mi espalda donde el escote pronunciado de mi vestido no me cubría, del sutil jadeo en su respiración mientras acercaba su boca a mi cuello. Pasé mis manos por detrás de su nuca y él me sostuvo por debajo de los brazos, adivinando mi movimiento sin la necesidad de que se lo comunicara. Separé las piernas, dejando que la fuerza de sus músculos me sostuviera e hice un pequeño viaje hacia abajo, rozando cada parte de su perfecto cuerpo en el proceso. Didi volvió a levantarme, para luego pasarme por entre medio de sus piernas y con un giro volvió a colocarme en mi lugar. Solté un pequeño grito mezclado con una risa, al tiempo que él tomaba mi mano y me hacía ejecutar tres giros sobre mi eje para luego inclinarme hacia atrás, al punto en que su cabeza quedó a escasos centímetros de mi pecho.

Jadeé, sintiendo su mano posándose en mi abdomen para ayudarme a incorporarme. La música retumbaba en mis oídos, pero ya no se trataba de salsa y en mi fuero interno lo agradecí. Había olvidado lo mucho que exigía físicamente ese baile. Uno de los pocos que había conseguido aprender, cuando Erin comenzó a practicarlo.

— ¡Eres magnifico! —grité, abrazándolo brevemente. Era en verdad difícil encontrar buenos bailarines de salsa, sobre todo hombres con la fuerza suficiente como para realizar algunos trucos. Y Didi tenía tanto la habilidad como la fuerza.

—Gracias, preciosa, pero tú hiciste todo el trabajo —respondió, colocando sus manos en mis caderas para movernos más suavemente al son de la nueva canción.

Todavía ambos estábamos agitados, por lo que no estábamos prestándole mucha atención a lo que hacíamos. Mis manos colgaban con garbo de su cuello, mi cabeza casi rozaba su hombro y podía sentir como nuestros cuerpos se tocaban en partes que el tipo de música no exigía.

— ¿Dónde aprendiste a bailar salsa?

Él se apartó para regalarme una miradita juguetona.

—Un hombre debe mantener algunos secretos, ¿no crees?

— ¿Y una mujer?

—Tal vez —musitó, dándome una vuelta rápida para luego cogerme de un modo más estrecho—. Así que tengo dos preguntas para ti.

—Dispara.

—Muy bien, "a" ¿de dónde conoces a Evan? Y "b", ¿por qué fingiste no hacerlo antes?

Abrí la boca dispuesta a negarlo, pero una sola mirada a sus ojos me hizo saber que no iba a poder engañarlo por mucho que lo intentara. Por algún motivo desconocido, Didi sabía que Evan y yo habíamos tenido trato antes de esta noche. Y no era algo que me costara mucho trabajo admitir.

—Bien... —dije, claudicando. Él sonrió, mordiendo de forma inconsciente el arete en la esquina de su labio. Parpadeé varias veces, obligando a mi atención a tener algo de decencia y no posarse allí descaradamente. Le costó dos intentos —a mi atención, claro está—, pero finalmente pude verlo a los ojos con algo parecido a la calma—.Él fue contratado temporalmente en la empresa en que yo trabajo.

— ¿Y por qué no mencionarlo antes? —Me encogí de hombros, Didi estrechó sus bellos ojos verdes con suspicacia—. Si sólo fuera una relación laboral, no habría motivos para ocultarlo ¿no?

—Yo apenas te conocí esta noche, pregúntaselo a él.

—Pero tampoco se lo mencionaste a Dimitri.

—Vale, ¿acaso eres del F.B.I? —insté, robándole una fugaz sonrisa—. No es nada del otro mundo, trabajamos en el mismo edificio. Somos compañeros, fin.

—De acuerdo... —murmuró, dejando a su vista vagar más allá de mí. Alcé la cabeza con la intención de seguir su mirada, pero él me detuvo presionando suavemente mi cadera en advertencia—. No te vuelvas.

— ¿Por qué?

—Porque tu "compañero" de trabajo, nos lleva mirando desde que te invité a bailar si no es que desde antes. —Dirigió sus ojos hacia mí—. Es curioso que cuando llegaste llevabas este increíble labial rojo y sin embargo... —Volvió a mirar por sobre mi hombro—. Sin embargo ahora parece que una buena parte de él estaba en la boca de Evan, curioso ¿no te parece?

Puse los ojos en blanco, tomándolo por la barbilla para que me enfrentara.

— ¿A dónde quieres llegar? —le espeté, seria.

Didi desplegó una sonrisa digna de un chiquillo revoltoso y sin mediar explicaciones, se inclinó para rozar muy suavemente sus labios contra los míos. Di un instintivo paso hacia atrás, mirándolo con los ojos como platos. ¿Qué carajos...?

— ¡Lo sabía! —exclamó, triunfante. Yo aún lo miraba anonadada—. Pelirroja estás completamente enganchada de Evan.

—Claro que...

—No intentes negarlo —me interrumpió, apretando mi boca con su índice—. Sólo dime una cosa, ¿estamos intentando darle celos?

—Por supuesto que... —hice una pausa, observando atentamente al hombre que tenía a escasos centímetros. Un hombre ardiente que en verdad me estaba prestando atención y que no parecía para nada disgustado con la idea de darle celos a su amigo. Enarqué una ceja, miré brevemente hacia la barra, donde él se encontraba sentado y luego una vez más a Didi—. ¿Por qué no?

—Me gustan las mujeres que saben lo que quieren. —Elevó las manos, ofreciéndose en toda su gloria—. Aquí me tienes.

Y como lo tenía, obviamente, no desperdicié mi oportunidad. ¿Es que alguna mujer cuerda lo haría? Llevé ambas manos a sus abdominales sintiéndolo palmo a palmo, mientras subía lentamente por su caja torácica hasta acabar mi viaje sobre sus pectorales marcados por el ejercicio. Alguien que nos viera pensaría que sólo éramos algo osados con el baile, no es como si las parejas no se acariciaran un poco ¿cierto?

Didi se dejó tocar, inclinándose hacia mí para ronronear palabras tontas a mi oído y cuando llevé mis manos hacia su espalda, no hizo más que sostenerme cerca para darme mayor alcance. Y cuando continué bajando, palpando su perfecto trasero por encima de la tela de sus jeans, lo único que hizo en respuesta fue reír de forma ronca.

—Oh eres cruel... —musitó, pegando un beso debajo de mi oreja. Reí—. ¿Me permites devolver el favor?

Retrocedí lo suficiente como para mirarlo, lista para decirle que tenía pase VIP a mi cuerpo cuando quisiera, pero en ese instante un pequeño carraspeo nos distrajo a ambos y nos sacó abruptamente de la burbuja en la que estábamos metidos.

—Didi, dijiste que hoy no iba a tener que atender la barra —masculló la muchacha que antes me lo había robado, la muy descarada. En ese momento, sin embargo, no parecía tan segura como se me había hecho antes. A decir verdad parecía estar a un paso de ponerse verde, ya sea por la envidia o por la ingesta desmedida de alcohol.

Didi suspiró, tirando de mí hacia su costado como si no me quisiera muy cerca de ella.

—Lo sé, cariño, pero no queremos posibles clientes mal atendidos ¿no? ¿Qué diría eso del negocio? —La chica parpadeó, observándome un segundo para luego volver a mirarlo a él.

—Pero quiero bailar... lo prometiste —insistió, frunciendo los labios en un diminuto puchero.

— ¿Lo hice? —inquirió Didi y por el modo en que había pronunciado aquello, pareció como si la posibilidad se le hiciera ridícula—. No lo recuerdo.

—Por favor —dijo la muchacha, tomándolo del brazo. Él hizo una muy imperceptible mueca, antes de mirarme y esbozar una sonrisa.

—Supongo que es todo para mí. —Entonces miró a la muchacha—. Vuelve a la barra un momento, Aby, yo voy en un instante y luego eres libre.

— ¿Pero no vas a bailar conmigo? —le espetó Aby, aún sin soltarle el brazo. Didi sacudió la cabeza.

—El bar antes que nada, ¿entendido?

La chica presionó los labios como si se esforzara por no replicar y tras un largo segundo de silencio, asintió para luego darse la vuelta y huir hacia la barra.

—Ve a emborrachar a todos —le dije, dando un paso hacia atrás. Una parte de mí quería preguntar cuál era su asunto con Aby, porque sin duda los había visto antes bastante cariñosos en la pista. Pero este había sido un giro interesante de los acontecimientos, ¿a qué no?—. Anda.

Didi soltó un profundo suspiro, pasándose una mano por la cabeza. Me miró.

—Nunca contrates a tu ligue de una noche en tu local, créeme, malo para el negocio.

— ¿Y por qué le hiciste?

Se encogió de hombros, esbozando una sutil sonrisa.

—Soy algo sensible a las historias tristes. —Sin agregar más, me arrastró de la mano detrás de él. Y no fui consciente de hacia dónde me llevaba, hasta que no se hubo detenido—. Aquí la tienes, amigo, prometo que sólo toqué dónde ella me dejaba... —Mordió su arete, echándome una rápida mirada y luego se giró hacia Evan—. Bastardo afortunado. —Con un, no muy delicado, golpe de puño en su hombro, Didi depositó mi mano dentro de la Evan y se marchó haciendo un ridículo moonwalk hacia el otro extremo de la barra.

Sacudí la cabeza, notando que Evan aferraba mis dedos en un gesto inconsciente y con un sacudón me liberé. Él apartó su atención de Didi, para luego posarla en mí.

— ¿Qué fue eso? —preguntó, confuso.

—Él sabe que tú y yo nos conocemos.

Evan frunció el ceño.

— ¿Se lo dijiste?

Y yo a su vez, también lo hice.

— ¡Claro que no! —Por algún motivo, sentí la necesidad de defenderme ante lo que parecía una acusación directa—. Él lo descubrió solo y... —me detuve, tomando una bocanada de aire—. Y de todas formas olvídalo, voy a ir a aquella esquina del bar para que ninguno de tus conocidos pueda vernos juntos. ¡Dios nos asista!

—Daphne... —Su mano se cerró sobre mi antebrazo, justo cuando pretendía hacer mi elegante salida. Lo miré, aburrida—. No fue eso lo que quise decir, ¿te quieres calmar?

—Por supuesto. —Le sonreí ampliamente—. Discúlpame por dirigirme de forma tan paranoica y malhumorada hacia el hombre que sigue dándome salida, sin importarle un rábano cómo eso afecte mi confianza. ¡Oh pero tranquilo! Conozco un buen psicólogo que me arreglará.

Hice intento de soltarme, pero Evan simplemente apretó mi brazo con más fuerza. Fruncí el ceño, echándole una mirada de advertencia.

—El sarcasmo no te pega —dijo, dándome un tirón para girarme por completo. Gruñí en protesta, a lo que él simplemente sonrió—. Y si por un momento haces el esfuerzo de no pensar sólo en ti, quizás entenderías lo que intento decirte.

Asentí, acortando nuestras distancias hasta que sus ojos estuvieron perfectamente enfrentados a los míos.

—Trabajaré mi egoísmo en nuestra próxima sesión —mascullé, volviendo a tirar de mi mano en un claro pedido. En esa ocasión Evan bajó la mirada hacia mis labios en un rápido parpadeó, para luego abrir a regañadientes la mano con que me sostenía. Alcé la barbilla, retadora, al tiempo que con mi visión periférica veía abrirse de sopetón la puerta de comunicación del ático.

Ambos volvimos el rostro al instante, viendo a Dimitri salir con paso apresurado y dirigirse hacia el lado de la barra donde se encontraba su hermano. No supe qué se dijeron o por qué los ojos de Didi se veían tan serios mientras intercambiaban rápidas palabras, pero Dimitri no se detuvo a darnos explicaciones, pasó junto a nosotros como un rayo directo hacia la salida. Evan hizo amago de seguirlo pero como yo estaba parada delante de él, no fue capaz de bajarse de su taburete a tiempo.

Sacudí la cabeza sin comprender qué pasaba, mientras mis ojos se topaban con los de Erin que acababa de aparecer bajo el quicio de la puerta de comunicación. Alcé los hombros en un gesto interrogativo, ella negó de forma casi imperceptible y con un rápido movimiento de sus manos, me trasmitió un simple pero contundente mensaje: «Se lo dije»

Algo que sin duda, me dejó momentáneamente helada.

***

Didi fue el encargado de llevarnos de regreso a nuestra casa, eso era lo que le había pedido Dimitri antes de marcharse, dejándole las llaves de su carro. El viaje lo hicimos en un silencio sepulcral, sabía que Erin estaba esforzándose por mantenerse integra frente a Didi, así que decidí sabiamente no abrir mi boca ni mover mis manos, para el caso.

Al llegar, Didi bajó las bolsas de obsequio que habían llevado los invitados y luego se despidió efusivamente, tratando de alegrar un poco a Erin con su dulce sonrisa. Pero ni siquiera su camiseta que decía "Feliz cumple, Erin" con manos que graficaban las letras en su lenguaje, logró provocarle una sonrisa. Ella le dio un abrazo, las gracias y fue todo.

Cerca de las doce de la noche, ambas estábamos sentadas en el sofá de nuestra sala mirando alguna vieja repetición de Friends. Estaba tan acostumbrada a ver la tele sin sonido, que ya ni recordaba cómo debían de sonar las voces de los amigos, no que eso los hiciera menos graciosos. En algún momento entre las idas y venidas de Ross y Rachel, Erin soltó un sonoro suspiro, ganándose automáticamente mi atención.

Sin levantarse del sofá estiró su mano hacia una de las bolsas de obsequio y pescó una caja de lo que parecían ser chocolates en forma de botellitas, rellenos de licor. Me observó, haciendo un movimiento gracioso con sus cejas y yo reí entre dientes.

«Chocolate y licor, ese debió ser de alguna mujer» le dije, sonriendo.

«Me apetece el chocolate, ¿te bebes el licor?»

No me lo estaba preguntando realmente, pues al cabo de un minuto ella me pasó una de las botellitas de chocolate rellenas, sin su tapón de chocolate y yo me empiné el contenido, sintiendo el calor del alcohol viajando directo hacia mi estómago. Era deliciosa. Y fuerte.

«Mierda, ¡sí que quema!»

Erin sonrió, comiendo otro tapón de chocolate con renovada emoción y una vez más, me ofreció otra botellita para que la vaciara.

« ¿Cuántas crees poder aguantar?»

« ¿Cuántas trae la caja?» Mi prima observó los costados de la misma para luego alzar tres dedos y luego hacer un pequeño círculo. ¡Diablos, treinta! «Creo que puedo con la mitad»

Erin aplaudió, pareciendo eufórica con la idea de embriagarme con bombones rellenos. Y dado que esa expresión se había ido perdiendo a lo largo de la noche, decidí que valía la pena obtener una resaca por ella.

Comenzamos a beber y comer simultáneamente, casi sin hacer pausas. Yo bebía, Erin comía, yo bebía, Erin comía. Para la séptima botellita, comenzó a costarme un poco seguir el ritmo del "yo bebía", pero no quería fallarle a mi prima embarazada, así que hice mi mayor esfuerzo por no comenzar a reír como una lunática y obligarla a parar. Llegué a la decima botella.

La risa de lunática, finalmente apareció.

— ¡Para! —Alcé mis manos como si estuviera controlando el transito, cuando en realidad pretendía hacer señas que de repente me costaba mucho recordar. Mis manos se veían nubladas, ¿tendría algo mal en la vista? ¡Genial! No sólo estaba gorda, también debía ponerme gafas. ¿Qué era lo siguiente? ¿Cabello grasoso? Paulatinamente me convertiría en Betty La Fea—. Oh... diablos, ya olvidé como hablar.

Y sería fea, y no sólo Evan me rechazaría, ¡su gato gordo lo haría!

« ¿Ebria?»

Me detuve en aquella palabra, ¿estaba ebria? ¡Claro que estaba ebria! Fiu... no iba a tener que usar gafas.

—No... —Parpadeé y sentí como si el sofá se tambaleara bajo mi trasero. ¿No qué?—. Ok... tal vez un poco.

— ¿Paramos?

—No... —Tomé una bocanada de oxígeno, algunas neuronas parecieron unirse correctamente tras ello—. No, háblame, eso hace que me enfoque.

Siempre que yo no tuviera que hablar, o pensar, o gesticular.

« ¿Quieres que te diga lo que dijo Dimitri?» La miré de forma automática, la parte sana de mi cerebro sabía que esto era un tema serio y quería poder estar en todas mis facultades para escucharla. Abrí la boca, pensando que estaba diciendo algo, pero en realidad sólo estaba con la boca abierta como una idiota. Erin se echó para atrás en el sofá y el movimiento repentino me obligó a tomarme de los cojines en busca de algo firme. ¡Diablos! ¿Qué tenían esos bombones?«Ellos solían estar juntos»

— ¿Ellos? ¿Te-te refieres a Nadia y Dimitri? —Erin asintió, mi mente luchó por despejarse, el cojín se hundió bajo mis dedos. ¡Qué cojín tan suave teníamos! Creo que lo conseguimos en un mercado. Sacudía la cabeza, ¡concéntrate!—. No lo sabía, Er... —Me estiré para apretarle suavemente la mano, pero fallé y tuve que intentarlo una vez más. Ya—. En serio, perdóname... no quería arruinar tu noche.

—No... —Ella me abrazó un instante, para luego observarme con una ligera nota de tristeza en sus ojos azules—. No fui-fuiste tú.

— ¿Dimitri?

—N-n-no... —El hecho de que titubeara tanto, me hizo saber al segundo que mentía. Aun ebria conocía a Erin y sus modos—. No su culpa.

— ¿Er?

«Ya sabía que él tenía un pasado, Daphne. No esperaba encontrarme cara a cara con ella, pero tampoco soy tan inocente.»

« ¿Y qué fue eso... de la orden?»

Una sonrisa leve tiró de sus labios, ¿avergonzada quizá?

«Supuse que había visto eso» Asentí, no veía el caso de mentir allí. «Me dijo que Nadia y él...» Hizo una pausa. «Ellos eran distintos, la relación que tenía era más... alocada. »

« ¿Alocada?» pregunté, enarcando una ceja. Erin se encogió de hombros.

«Eso fue lo que dijo.» Volvió a detenerse, como si buscara las palabras adecuadas para trasmitir lo dicho por Dimitri. «Dijo que ella le pedía cosas, que le gustaban cosas arriesgadas y que... una vez el que es su esposo ahora, se cruzó con él y Dimitri le dijo que todo era parte del juego. El otro hombre lo acusó de algunas cosas y Nadia en vez de decirle que todo estaba convenido entre ambos, le dijo que Dimitri la acosaba.»

Quería poder decir algo, pero mi mente estaba en blanco. Ni siquiera era capaz de armar las imágenes en mi cabeza. ¡Tontos bombones con licor! ¡Tonto Evan!

El insulto no le sobra, ¿verdad?

—No... sé qué decir.

«Su historia me sonó verosímil, Daphne» Lo que podía suponer que Nadia no era exactamente quien yo pensaba. ¿Sería posible que ella hubiese acusado injustamente a Dimitri? Mis ojos daban vueltas, miré la caja de bombones un segundo, ¿tendrían algo más que licor?«Él no quería contarme, me costó mucho hacerlo hablar y se encontraba furioso, quería ir a buscarla y decirle todo lo que pasaba por su cabeza. Lo detuve y discutimos...» Soltó un fuerte suspiro, reenfocándome. «No sé por qué lo hice...» Erin parpadeó como si quisiera contener las lágrimas, le di un apretón de ánimo a su pierna. «No era el momento y aun así... le dije del bebé.»

« ¿Y qué dijo?»

Ella apartó la vista hacia la televisión, repentinamente distante.

—"No puedo...con esto, Erin...no pu-puedo"

_______________________________________________________

Neil: Auch...

Lucas: Hay hombres que no saben apreciar los regalos de la vida.

Jace: Dale tiempo, a Neil también le costó asumir la paternidad. 

Neil: Pero lo hice con más gracia y estilo que éste.

Evan: No empieces a buscar problemas, Neil. 

Neil: Doc cada vez que apareces aquí todos comienzan a actuar normales, Jace para de limpiar, Lucas empieza a hablar, Iker baja la espada... no sé, es raro. 

Evan: En realidad dejan de actuar normales. Pero ustedes tranquilos, sólo vine a dejar la nueva lista de dedicatorias. Actualizada. 

Didi: ¿Y quién es la afortunada de pasar esta noche con nosotros? 

Neil: Hombre lo haces sonar tan sexual, ¡me encanta! A ver saca un papel, Evan.

Evan: Muy bien, hoy el capítulo va para... Smilesnick quien ha prometido una cantidad de cosas si le dedicábamos un cap. Al parecer quiere que Iker la beba como el tequila de un golpe.

Iker: Nunca he probado tequila, así que será un honor beberlo de usted... o con usted. No entendí muy bien. 

Neil: Mejor hombre, no vaya a oírte Ailim. Pues verás, ella también pidió tener un irlandés con Dimo, aunque ella es dominicana. 

Dimo: Paso. No quiero bebés de ninguna nacionalidad.

Lucas: En una semana cambiarás de opinión. ¿Qué más dijo esta muchacha? 

Didi: Ella dijo que quiere que seas mariachi para que le toques la cucaracha, Neil.

Neil: ¡Hombre! Casi me sonrojo. Hecho, nena ;)

Evan: Jace, ella dijo que le gustaría ser el sol para darte todos los días.

Jace: O_O pues... ella es muy poética ¿no? Gracias, bella. ¿Dijo algo más?

Neil: Que quisiera desposar a Tammy en Las Vegas, yo creo que es una oferta tentadora.

Didi: No la descartaría sin más, ¿Tammy?

Yo: .... 

Neil: Es tan bello cuando la gente se quiere... Un beso, Smilesnick! Realmente nos divertiste con tus comentarios tan ocurrentes, espero hayas disfrutado de esto tanto como nosotros ;)

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