El mito de Daphne (libro II d...

By TammyTF

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Daphne es un torbellino, una catástrofe en búsqueda de víctimas distraídas. Una calamidad en potencia, aunque... More

Prólogo
¿Evan?
Los muertos no son el problema
Mentira, verdad
¡Arriba la psicología!
El mitológico Evan
Los psicólogos también son humanos
Evan
Magnetismo
Cabeza en alto, Daphne
La sorprendente sorpresa (parte I)
Siempre puede ponerse peor
Y las explicaciones después
Evan
Un huracán
Secreto oscuro
Los psicólogos también lo hacen rico
Fuera de jurisdicción
Evan
La honestidad no es parte del trato
Optimismo Cánovas
Palabras más palabras menos
¿Qué quieres?
Evan
Papá sabe
La retirada también es una estrategia
También puedo hacer historias enmarcadas
Consejo Stepanov
Planes
1º Algo personal
2º Necesitarla
3º Cercanía (relativamente)
La innecesaria enseñanza (parte I)
La innecesaria enseñanza (parte II)

La sorprendente sorpresa (parte II)

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By TammyTF

Yo sé, yo sé... qué mala escritora sos Tammy! Me leo todos sus reclamos, gracias por dejarlos en el buzón adecuado, en la central de reclamos trabajamos 24/7 para hacer que la escritora les cumpla. Pero es una vaga, que se justifica con su trabajo y sus estudios. Mi Scusi (diría Jace) Una foto de Evan a modo de disculpas xDD

Capítulo X: La sorprendente sorpresa (parte II)

Erin y Dimitri tardaron una media hora en llegar, pero eso no impidió que pudiéramos organizarnos correctamente para "gritar" la palabra sorpresa en lenguaje de señas, cuando ellos cruzaron la puerta. A mi prima se le llenaron los ojos de lágrimas al vernos, bien podría ser porque el embarazo la ponía sensible o bien porque a un sordo jamás dejaba de sorprender que un oyente hiciera el esfuerzo de comunicarse con su lenguaje. Fuera lo que fuese, Dimitri había tenido un acierto al decirme que les enseñara a todos cómo hacerlo.

En ese momento me encontraba en el centro de la improvisada pista, riendo del repertorio de movimientos estrambóticos que Mel me mostraba. Como condición general no se permitían tragos en ese sector, ya que habíamos acondicionado el suelo para que pudiéramos ir descalzos y no sería higiénico tener que andar sobre cerveza u otras cosas. Erin tenía una mejor percepción de las vibraciones de la música si iba sin zapatos, pero claro está que no íbamos a dejarla ir a ella sola de ese modo. Esa noche estaba destinada a ser que ella se sintiera cómoda, esa noche habíamos adaptado el bar a sus necesidades y no a las nuestras. Y la verdad es que estaba genial.

Mel sacudió tanto el trasero de forma escandalosa, que terminó por llamar la atención de un chico que la miraba desde su grupo de amigos hacía un largo rato. Finalmente el muchacho encontró sus cojones y tuvo el valor de invitarla a bailar, algo que ella aceptó con su típica amabilidad. Todavía no había tenido avistamientos de Ani o Nadia, ellas llevaban el concepto de "elegantemente tarde" al extremo y hasta donde supe, mis amigas habían entrado en conflicto al notar que ambas planeaban llevar la misma blusa.

Sacudí la cabeza y mi vista se trabó con la de Erin, la cual parecía no caber en sí misma de la dicha.

« ¿Te diviertes?» le pregunté, cuando con un giro primero de Dimo y luego de Didi, ella terminó cayendo en mis brazos. Agitó la cabeza en un vigoroso asentimiento, mientras me sonreía ampliamente.

«Dimitri sabe bailar» me informó, pareciendo verdaderamente sorprendida por esa noticia. «De las miles de veces que me acompañó al bar de Leo, ni una sola vez bailó» Se giró lo suficiente como para mirarlo por sobre su hombro. «Y ahora está bailando.»

«Y lo hace bastante bien» añadí, feliz de saber que algo tan tonto como su psicópata bailando le causaba esa alegría. Erin se merecía volver a sonreír por trivialidades, no se me ocurría nadie en el mundo que pudiera merecerlo como ella. «Anda» La empujé hacia el grupo conformado por Dimitri, su hermano y una muchacha que parecía determinada a acaparar toda la atención de Didi esa noche. «Reclama a tu príncipe de la locura»

«Ven conmigo»

Miré hacia ese sector, pero luego sacudí la cabeza en una negación. Realmente no se me daba bien eso de ser el mal tercio y últimamente era el lugar al que siempre era empujada casi sin darme cuenta. En un principio había estado bailando con Didi, nos divertíamos, reíamos y bromeábamos entre nosotros, hasta que su actual compañera de baile llegó. Ella sin duda no se tomaba bien eso de ser el mal tercio, porque se apoderó de Didi con una envidiable pericia y en un momento dado, me encontré bailando con Mel completamente apartada del grupo. ¿Cómo había pasado? Pues sinceramente no tenía idea, pero la cita de Didi sin duda resultó ser bastante hábil para captar la atención del hombre que deseaba. Una parte de mí incluso sentía curiosidad por preguntarle cómo lo hacía y ver si su técnica funcionaría con cierto psicólogo al que estaba decidida a ignorar, por mucho trabajo que eso estaba tomando.

«No, voy a buscarme algo de tomar. Ve tú, te alcanzo»

Mi prima me observó con notoria desconfianza, pero sólo necesitó de un jalón de su mano por parte de su psicópata para dejar correr cualquier vacilación. Se volvió hacia él con una sonrisa, dejando que la apretara en un firme abrazo y comenzaron a bailar. Los miré por un largo segundo, antes de darme cuenta que estaba de pie completamente sola, mientras una canción que invitaba a bailar de a dos sonaba alto en los parlantes. Me sacudí a mí misma la estupidez y me fui deslizando por entre las personas, hasta que logré alcanzar la barra casi vacía. Pero en vista de que tanto Didi como el resto de su personal se encontraban bastante ocupados en la pista, no supe exactamente cómo proceder una vez allí. ¿Me servía y ya?

—Sólo pasa hacia el otro lado y sírvete lo que quieras. —Volví el rostro hacia la parte más alejada de luz que emanaba de la caja, notando que Evan se encontraba sentado en un taburete casi en la penumbra—. Levanta la madera del lateral, ahí está la puerta. —Hizo un ademan con su mano, indicándome dónde estaba la susodicha pero yo no me moví.

— ¿Qué haces ahí? —le espeté, siendo consciente de que mis pies se desplazaron en su dirección incluso antes de que yo se los pidiera. Esa autonomía de algunas partes de mi cuerpo en ocasiones me asustaba.

Evan me enseñó una botella de cerveza que sostenía en su mano derecha.

—Doy direcciones para llegar al alcohol.

—Bien podrías ir del otro lado y servirle a la gente.

—Ese es el dominio de Vladimir, no el mío. —Asentí, al tiempo que me detenía frente a él y le quitaba la botella de cerveza para darle un profundo y muy necesario trago—. ¿Sedienta?

—No te imaginas el calor que hace allí —dije, volviendo a darle otro trago a su cerveza. Él sonrió, mirándome de un modo que no supe comprender—. ¿Por qué no bailas?

Se encogió de hombros.

—Soy más del tipo que observa.

—Ah, comprendo. —Le di un ligero golpecito en los labios con la boquilla húmeda de la botella—. Juntas todas las imágenes visuales ahora y luego te diviertes en la soledad de tu cuarto.

—Y en el cuarto de baño —añadió, haciéndome reír con su tono cómplice.

—Eres el clásico caso del médico fetichista que fantasea aún más que sus pacientes, ¿no?

—No soy médico.

—Lo que sea —murmuré, agitando una mano en el aire—. Seguramente estás más chalado que todos los aquí presente.

—Muy probablemente.

— ¡Y no lo niegas! —Coloqué mi cabeza de lado para enfrentar su mirada, la coqueta Daphne se había desatado sin importar con cuantas cadenas la amarré esa noche—. Me gusta este Evan honesto.

—Creo que no hay un Evan deshonesto.

— ¿Lo juras? —le espeté, repentinamente seria. Él se irguió lo suficiente como para que su respiración se sintiera muy cercana a la mía, al parecer él también le había soltado amarras al coqueto Evan.

—Puede que a veces omita cosas, pero si haces las preguntas adecuadas... —Sentí como su mano rozaba la mía, mientras me quitaba la botella con un movimiento sutil—. Yo nunca voy a responderte con una mentira.

—De acuerdo. —Evan elevó la cerveza para beber un poco, haciendo una evidente pausa cuando ésta tocó sus labios. Entonces me observó y bebió. Bebió sin apartar sus ojos de los míos, hasta que hubo acabado el contenido con tragos profundos que me dieron una idea de lo que esa boca podía hacer cuando algo le gustaba.

Sin siquiera darme cuenta, noté como mi cuerpo fue inclinándose hacia él con cada sorbo que tomaba y para cuando Evan dejó la botella vacía en la barra, una de mis manos descansaba tranquilamente sobre su muslo enfundado en jeans. Una vez más la autonomía de las partes de mi cuerpo haciendo de las suyas, me tomaba por sorpresa. De todos modos él no hizo intento por apartar mi mano, ni tampoco se mostró incomodo con las libertades que esa descarada —mi mano, claro está— se estaba tomando. A la distancia escuché las primeras notas de Girl on fire de Alicia Keys, y no pude evitar sonreír por la ironía. Evan elevó una ceja de modo interrogante, pero yo sacudí la cabeza restándole importancia.

— ¿Cómo está McDonald? ¿Ya ha dado a luz?

—Mc está bien y no, todavía tiene unos días por delante antes de que lleguen los bebés.

Asentí, tratando de ignorar el hecho que mi mano se había deslizado ligeramente unos centímetros más arriba por su muslo. Era bastante difícil intentar hablar sobre gatos, cuando una parte de mí estaba decidida a toquetear a ese hombre siempre y cuando él se dejara. ¡Y se estaba dejando! Lo sé, incluso a mí me cuesta creerlo. Sin duda debía de estar ebrio, la fiesta no tenía mucho de haber empezado, pero él bien podría haber tomado algo antes de llegar. O quizá tenía poca tolerancia, ¿acaso esa no había sido su tercera cerveza?

Oh, sí, lo he estado observando. Sé que dije que no le pondría atención, pero no mirar a Evan era igual a pasar junto a un accidente de tráfico y cubrirse los ojos.

—Evan, ¿estás ebrio? —Es evidente que no soy el tipo de personas que le gusta vivir en la incertidumbre, ¿no?

—No, ¿por qué?

Tomé una profunda bocanada de oxígeno y lo miré, decidida. Quizá, yo sí estaba un poco ebria. Aunque sólo había tomado dos cervezas, quizá sólo estaba ebria de su presencia, quizá sólo estaba malditamente intoxicada por su belleza. ¿Quién sabe? Porque sin duda yo era lanzada, pero en presencia de este hombre había algo más. No era simple desvergüenza, era como si una parte de mi cerebro dejara de funcionar y sólo me moviera por algo muy similar al primitivo deseo.

Primitivo deseo de hacer el ridículo, claro.

—Porque voy a meter mi mano por debajo de tu camisa, creo que es pertinente que te avise.

Él soltó una risa grave, baja y mucho más masculina de lo que me hubiese esperado. Él había reído, reído en verdad. Cristo, esto era para el puto Guinness, se los digo.

—Entonces... —Evan se inclinó hasta que su nariz rozó con la mía—. Creo que es pertinente que te avise, que probablemente yo también vaya a hacerlo.

— ¿A meter tu mano dentro de tu camisa? —bromeé, ganándome una vaga mirada de censura. Dios, él mirando de ese modo podría causar un orgasmo a cualquier mujer cuerda.

—Daphne... —Él se silenció, contrayendo levemente los músculos de su abdomen cuando mi piel entró sorpresivamente en contacto con la suya. Sonrió, mordiéndose el labio por el lateral—. Tienes la mano fría.

—Diablos, con esa estaba sosteniendo la cerveza —dije apenada, comenzando a alejar mi mano de su cuerpo. Pero él fue más rápido que yo y me tomó por la muñeca frustrando así mi retirada, y haciéndome saber que estaba bien incluso con el frío que había puesto su piel de gallina.

Estiré mis dedos sobre la parte baja de su ombligo, sintiendo la dureza de sus abdominales y la pequeña depresión que se adivinaba camino hacia su cintura, justo donde comenzaba su pantalón. No podía verlo, pero todo lo que tocaba se sentía perfecto, Evan era toda piel liza y tirante. No importaba hacia dónde moviera mis dedos, sólo me topaba con sus músculos perfectamente trabajados.

—Debes matarte en el gimnasio —susurré, sin saber qué otra cosa podía decir. ¡Lo estaba tocando! Con mi mente había recorrido mil veces este camino y en ninguno de esos escenarios, le había hecho justicia al verdadero Evan.

Diablos, Nadia tenía razón, tanta perfección debía de venir con una fuerte dosis de problemas.

—En realidad sólo salgo a correr y hago yoga.

—Pues sin duda voy a pensar en anotarme en esas clases.

Él hizo una mueca, apartando la vista hacia un punto más allá de mí. Giré el rostro tratando de seguir su mirada, pero Evan me tomó por la barbilla trayéndome de regreso y cualquier idea de mirar hacia otra parte, simplemente se esfumó de mi mente. Era mucho más lindo a esa distancia, por increíble que eso pueda sonarles. Me incliné hacia él con la intención más que evidente, pero para mi continua consternación y completa desazón, Evan hizo la cabeza hacia atrás justo cuando mis labios iban a encontrarse con los suyos. ¡¿Era en serio?!

Quité mi mano de debajo de su camisa con rabia, sintiendo como mi ira comenzaba a construirse cada vez con más fuerza en mi interior. Esto era el límite de la humillación, nadie tenía derecho a maltratar así a otra persona, ¡por Dios!

Abrí la boca lista para soltarle una retahíla de insultos, cuando él apretó mis labios con su índice y sonrió, enigmático.

—No aquí —murmuró, al tiempo que se bajaba de un brinco de su taburete y enlazaba su mano a la mía con firmeza. Lo seguí, verdaderamente confusa, siendo demasiado consciente de que mis traicioneros pies iban detrás de él como un patito tras su mamá pato.

Cuando esa noche terminara, sin duda me haría revisar la estupidez. Mis niveles de masoquismo no debían de ser saludables. Pero sería tarea para el hogar.

— ¿Evan? —Él no me hizo caso, guiándonos hacia la parte trasera del escenario, donde había una habitación llena de sillas y mesas apiladas junto a algunos instrumentos. Todo estaba completamente en penumbras, lo bastante alejado del centro de la fiesta como para que la música nos llegara como un leve retumbe—. ¿Qué hacemos aquí? —pregunté, ni bien él se volvió hacia mí.

—Ahora es mi turno.

— ¿Tu turno de qué? —le espeté, haciéndome la desentendida. Evan avanzó en mi dirección, no dejándome más alternativa que apretar mi espalda contra la puerta cerrada.

—De ver qué traes debajo de ese vestido.

Sonreí, elevando la barbilla.

— ¿Y quién dijo que traigo algo? —Por un momento pensé que iba a decir algo, incluso lo vi moviendo sus labios, justo antes de que posara una de sus manos en mi cintura y tirara de mí fuertemente hacia él.

Su boca no fue suave al momento en que tocó la mía, su beso provocaba al mismo tiempo que exigía e hizo que cualquier duda sobre lo que estaba pasando allí, se derritiera al instante. Con su mano libre me tomó por la nuca, guiándome a su antojo y necesidad. Sentí como sus dientes apretaban y mordían, como su lengua jugaba a saborear la mía, y no pude evitar lanzar un gemido dentro de su boca al tiempo que enlazaba mis brazos alrededor de su cuello. Evan me apretó a consciencia, empujando sus caderas contra las mías para terminar de robarme la cordura. Deslizó una de sus manos hacia la parte baja de mi espalda, para un segundo después tomar mi trasero y presionarlo con suavidad entre sus largos dedos, jadeé. Evan se apartó, mirándome con sus ojos grises casi completamente negros por la pasión y volvió a besarme, esta vez con más calma incluso me atrevería a decir con más dulzura. Como si quisiera mostrarme las dos caras de sí mismo, la parte más salvaje y sexual, y la parte más tierna y sensual.

—Evan... —susurré, mientras él dejaba un camino de besos a lo largo de mi cuello—. Evan... —repetí como idiota, hundiendo mi mano en su cabello para anclarlo en ese punto que estaba logrando hacer que mis rodillas cedieran—. Oh mierda... —Él mordió con suavidad la piel delicada de mi clavícula y yo volví a soltar un murmullo irregular—. Evan...

—Lo sé —musitó junto a mi piel húmeda, causándome cosquillas en cada parte del cuerpo—. Maldita sea, Daphne, ¿qué infiernos tienes en la piel? —Me besó el hombro, para luego alejarse y mirarme, consternado—. No puedo dejar de... —Se inclinó, trazando un camino con su lengua justo en el lugar antes besado—. Eres como droga... —Reí porque extrañamente yo pensaba algo similar de él—. No puedo resistirme.

—No te resistas —le dije, pasando una lenta caricia por su mandíbula. Evan suspiró, bajando la mirada un instante como si acabara de recordar algo. Algo no muy agradable, deduje, por el modo en que observó después.

—He estado haciendo mi mejor esfuerzo.

—Pues ya no lo hagas —musité con sencillez, acercándome para pasar mi lengua delicadamente por sus labios. Evan gruñó algo entre dientes, antes de apartarme un poco y poner una distancia completamente innecesaria entre nuestros cuerpos.

—Daphne... —murmuró con un ligero tono de censura. Allí íbamos de nuevo.

—Oh, ya vas a empezar con eso otra vez. —Él frunció el ceño al mirarme y en verdad quise tener la fuerza como para quitar sus manos de mi cintura, y alejarlo de un empellón—. ¿Sabes? No puedes simplemente encenderme y apagarme a tu gusto, si no vas a tomar la llamada, amigo, entonces no me sigas el juego. Di que no y no será, pero este histeriqueo de quiero pero no quiero, me está empezando a cansar.

Al final no fue necesario que yo lo apartara, porque él dio un paso hacia atrás de forma más que voluntaria. Y cualquier fuego que hubiese estado encendiéndose entre nosotros, se apagó de sopetón.

—Lo lamento... —comenzó a decir, robándome un bufido de indignación.

—No parece que lo hagas —repliqué a toda velocidad.

—Bien, ¿podrías intentar ponerte en mi lugar por un momento? —Me crucé de brazos, procurando no mostrarme tan afectada como me estaba comenzando a sentir. Evan rodó los ojos—. Eso no es ponerte en mi lugar, esa es una pose clásica de "me importa un cuerno lo que vayas a decir".

— ¿Cómo? —insté, confusa.

—Descruza los brazos. —Sin darme tiempo a hacerlo por mí misma, Evan tiró de uno de mis brazos hasta que ambos colgaron a cada lado de mi cuerpo—. Daphne se supone que fui contratado por tus jefes para brindar una ayuda a los empleados que la necesitaran, además de unas cuantas insinuaciones, no he logrado obtener mucho de nadie en ese sitio. —Soltó un suspiro como si estuviese frustrado—. No creo que entiendas lo mucho que significa para mí lo que hago y cada vez que pienso que eres uno de los motivos principales por el que me llamaron en la empresa, cada vez que pienso que no entras al baño o que te veo corriendo hacia la escalera, para poder llegar al del otro piso... cada vez que te veo detenerte abruptamente en el pasillo como si repentinamente lo recordaras, cada vez que tu cara me dice que ha sido otra noche de insomnio para ti... simplemente no... —hizo un pausa, enfrentando mis ojos con determinación—. No puedo, no te estoy ayudando, Daphne. Te estoy dejando evadir un problema que claramente te está afectando y yo no te estoy ayudando.

—Eso ni siquiera es un problema para mí.

Él presionó los labios, para luego esbozar una triste sonrisa.

—"Eso" ¿te has dado cuenta que ni siquiera la llamas por su nombre?

Bufé, sacudiendo la cabeza.

—Escucha, lamento mucho lo que le ha pasado pero sigo adelante.

— ¿En serio?

—Sí —le espeté, al verlo dudar de mi palabra.

— ¿Y las pesadillas?

Abrí la boca con sorpresa.

— ¿Cómo sabes...?

—Porque no soy estúpido —me cortó, elevando las cejas como retándome a contradecirlo—. Está claro que eres capaz de entretener tu mente durante el día, pero no es así cuando te duermes, ¿cierto? Ahí probablemente la escuchas, ¿o la vez? ¿Te habla?

—Cállate. —Lo empujé para que me dejara pasar, para él apenas si retrocedió un paso—. Apártate, quiero salir.

— ¿Por qué no quieres hablar de ello?

Lo miré con una falsa sonrisa.

—Porque no quiero, idiota, quiero echar un polvo y dado que tú no puedes dejar de hablar de gente muerta, quizá deba probar suerte con alguien más.

En esa ocasión Evan me mostró las palmas de sus manos en gesto de retirada, al tiempo que iba retrocediendo para dejarme abrir la puerta.

—Diviértete evadiéndote —dijo justo cuando estaba por cruzar el umbral. Lo observé por sobre mi hombro.

—Diviértete encargándote de eso tú solo —repliqué, echándole una burlona mirada al bulto que se adivinaba fácilmente en su pantalón.

Imbécil corta rollos.

Salí de la habitación hecha una furia, ¿a qué mierda había venido eso? Yo no necesitaba su ayuda, tenía pesadillas como cualquier persona normal. No estaba evadiendo absolutamente nada, ¿cierto? Es decir, había llorado con su madre y la había ido a despedir; creo que ese es más que un luto adecuado. Y seguramente no era la única que estaba teniendo problemas para conciliar el sueño, claramente Evan estaba exagerando.

Feliz conmigo misma y mi muy adecuado estudio de la situación, pasé junto al escenario notando repentinamente que todo se sentía demasiado silencioso como para tratarse de una fiesta. ¿Habían parado la música? Fruncí el ceño, acelerando el paso casi sin darme cuenta, viendo que en el centro de la pista los invitados estaban congregados alrededor de lo que parecía ser a todas luces una pelea. Me escurrí por entre las personas, importándome un cuerno a quién empujaba mientras intentaba ver qué ocurría y con quién. Pero no alcancé a ir muy lejos, cuando las voces de la discusión llegaron hasta mí por encima del murmullo general.

— ¡¿Te quieres calmar, imbécil?!

— ¿Qué demonios haces aquí? ¡Lárgate! —Empujé a una última persona, deteniéndome abruptamente al notar que quienes discutían acaloradamente eran Dimitri y Nadia. ¿Qué rayos?

Ella me vio en el instante que me detuve al borde del círculo de personas, haciéndome un gesto con la mano como si no supiera cómo proceder. Avancé hacia ellos, pero sentí un tirón en mi mano y me volví automáticamente, encontrándome con la mirada confusa y asustada de mi prima. Diablos.

«Aguarda» le pedí, ella sacudió la cabeza apuntándome a Nadia con un movimiento. «La conozco, aguarda»

— ¡Suéltame! No me pongas las malditas manos encima, Dimitri. —Ese grito logró despertarme, tiré de mi mano hasta que Erin me soltó y fui directo hacia ellos, al mismo segundo en que Didi parecía caer en cuenta del problema que estábamos teniendo.

— ¿Qué es lo que está pasando? —masculló Didi, acercándose a su hermano por su siniestra.

—Esta perra no puede quedarse aquí, sácala o la sacaré yo —advirtió Dimitri, luciendo bastante amenazador para mi gusto.

—Oye, no sé qué diablos... —lo interrumpí, parándome junto a Nadia en gesto protector—. Pero ella es mi amiga, yo la invité. ¿Qué ocurre?

—Ella —apuntó Dimitri, acortando las distancias para hablarme de forma directa—. No es bienvenida aquí, sácala o la sacaré y por el maldito infierno, que no será bonito.

—Dimo cálmate —pidió Didi, tomándolo del brazo para hacerlo recular. Dimitri me observó con intensión, para luego dar un paso hacia atrás y clavar una venenosa mirada en Nadia.

—Nadia. —Me volví hacia ella, pero sus ojos no estaban en mí sino que permanecían fijos en mi cuñado. No podía decir qué era lo que había pasado entre ellos, pero el recelo era más que evidente—. Vamos... —La tomé del brazo, notando que el resto de mis compañeras nos observaban a corta distancia, como si estuvieran listas para intervenir en caso de que fuera necesario—. Vamos.

—Es una puta mierda, Daphne, yo no le hice nada a ese ¡psicópata! —gritó la última palabra, de modo que Dimitri fuera incapaz de perdérsela. Y por supuesto que no lo hizo.

— ¡Sólo ser una condenada perra! —exclamó en respuesta, avanzando con toda la intención de darle caza a mi amiga. Didi, Evan —que acababa de aparecer de la nada—, Erin y yo nos colocamos entre ambos, mientras los insultos iban de un lado al otro sin descanso. Todos hablábamos por encima de todos, mientras Erin intentaba tomar a Dimitri y alejarlo, a pesar de su reticencia.

— ¡Ya! ¡Deténganse! —pedí a voz en grito, pero ellos estaban muchos más interesados en sacarse los ojos mutuamente que en escuchar a nadie.

— ¡Tenías que arruinar esto también! —Dimitri se detuvo tan cerca de Nadia que por un segundo, creo que todos pensamos que iba a golpearla. Pero no lo hizo.

— ¡Yo no hice nada!

— ¡Me delataste! ¡Me mandaste preso! —Sacudió su dedo delante de su rostro, y hubo un destello de algo más que rabia en la mirada de Dimitri mientras decía aquello. Parecía dolido—. ¿Cómo puedes ser tan cínica?

— ¡Yo no lo hice! Si me dejaras...

— ¡Vete a la mierda! —la cortó él, para luego darse la vuelta con toda la intención de marcharse teniendo la última palabra, pero entonces un solo cuerpo se interpuso en su camino y toda la rabia de Dimitri se diluyó de inmediato. «Perdóname, irlandesa, pero no puedo estar en el mismo sitio que ella. Violaría mi orden de restricción.»

Diciendo eso en lenguaje de señas, logrando que muy pocos de los asistentes lo comprendieran, Dimitri pasó por entre medio de las personas y se perdió por una puerta que estaba medio escondida junto a la barra. Erin me observó, luego a Nadia que permanecía unos pasos a mis espaldas, sacudió la cabeza y se pegó la vuelta siguiendo a su novio.

Las explicaciones no tardarían en llegar después de eso.

_____________________________________________________

Lucas: Y aquí estamos de nuevo, cumpliendo el sueño a una afortunada lectora que hoy será la destinataria de toda nuestra atención.

Neil: ¡Vaya suerte la suya! Deja que me preparo para complacer...

Lucas: Guarda tu labial, Neil, ella quiere a ese...

Neil: ¿Ese? ¿Te refieres al conde?

Lucas: Como si hubiese muchos "ese" por aquí. 

Neil: Sabes que él tiene una espada, ¿verdad?

Iker: Descuide señor Joyce, me tengo prohibido alzar mi espada contra seres inferiores, sería un abuso innecesario.

Lucas: ¡Óyeme, conde de pacotillas! 

Jace: ¿En serio, Lucas? Déjalo ser, hombre, ya te salvaste del primer duelo. Intenta no provocarlo.

Iker: Sí, señor Hassan, tome el consejo de su familia. Su esposa es demasiado joven para quedar viuda y hasta donde tengo entendido, todavía no ha procurado un heredero. 

Lucas: Maldita sea, ¿él también? ¿Qué estuviste diciéndole Neil? 

Jace:.... bueno, mientras ellos se matan entre sí, proceda, milord.

Iker: Con gusto, señorita Ktalina Castellanos, supe que fue su cumpleaños recientemente y que quería una saludo mío. Así que aquí estoy, espero que haya tenido un esplendido día y gracias por reconocer que soy el más adecuado para saludarla. Es evidente que usted tiene buen gusto y el refinamiento propio de una mujer bien educada. 

Neil: Hombre, si le gustas tú yo lo pondría un poco en duda... pero bueno. 

Iker: Callase, plebeyo. 

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