Kimi ga suki | Tú me gustas

By Maii_y_Miri

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Son escasas las cosas que le gustan a Sasuke, y al contrario son muchas las que le desagradan. Tiene un sueño... More

Book-Trailer.
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capitulo 3
Capítulo 4
Capitulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10.
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Especial Navideño I
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Epílogo
Agradecimientos
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Capítulo 18

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By Maii_y_Miri


Era increíble cómo un asesino podía parecer un angelito al dormir. Incluso se le veía cuerdo, algo que por supuesto no podía ser porque masacró a su familia entera, pero el cabello oscuro sobre su frente y la palidez en su semblante lo hacía ver indefenso, utópico, como un sueño a punto de desaparecer... La diferencia era que él no debía desvanecerse como las ilusiones de Morfeo. Era su boleto a la libertad, a la riqueza y estaba poco dispuesta a perderlo de vista. 

De hecho, en esos mismos instantes, cruzada de brazos y con los párpados queriendo cerrarse al mundo real, la kunoichi se negaba a dejar de vigilar a cierto ninja que resignado, no podía escaparse debido a sus nulos canales de chakra.

Esa era la primera semana juntos y para Itachi se le antojaba una vida. Estaba aburrido y estresado. Necesitaba salir y seguir su camino, pero no importaba cómo ni qué, ella siempre lo encontraba y lo debilitaba bloqueando las pocas energías que lograba acumular. Es más, cerraba o lo que fuera sus puntos de presión y lo dejaba inmóvil como a un saco de papas. Uchiha Itachi se sentía débil y odiaba eso. Así que luego de volver rutinario el escaparse y regresar a la cueva sintiéndose regañado y con el cuerpo como gelatina, había detenido sus intentos. Momentáneamente.

El azabache sabía estudiar primero al enemigo y danzar en una batalla mortal antes de dar un golpe certero. Solo debía identificar sus debilidades. Ninguna técnica era absoluta, sino que siempre hay una brecha. ¿Cuál era la suya? No estaba seguro. Apenas había descubierto su nombre y no porque hubiera preguntado.

—Deja de llamarme "Oye" —se había quejado, dejando de lado su labor de darle caldo de algas caliente—. Tengo un nombre como cualquier otra persona.

La cuchara a medio camino de los labios del ninja renegado parecía burlarse de él y de su estómago hambriento. Incrédulo, vio cómo la chica tomaba un sorbo largo de la que se suponía era su sopa.

—No me lo has dicho nunca —logró contestar.

—No me lo has preguntado.

Itachi había estado cerca de quitarle el tazón de sopa y tomarla toda, pero en su lugar, cerró los ojos y fingió quedarse dormido. Pensaba que si relajaba la respiración, las protestas de su panza acabarían y podría ignorarla el resto del día, pero justo cuando se proponía llevar a cabo su misión, el líquido caliente de la sopa tocó su labio inferior.

—Di "ah", niño bonito.

Allí estaba ella otra vez, alimentándolo como un cerdo al que pronto llevaría al matadero. No comprendía su actuar. ¿Para qué lo cuidaba si al final lo entregaría al verdugo? Era probablemente una de las personas más complicadas con las que alguna vez se había cruzado.

—Mi nombre es Meiri. Llámame por mi nombre, por favor.

Desde entonces lo hizo. A cambio de esos cuidados sin un propósito inteligente, le pedía por favor y le agradecía. Conforme fue pasando los días empezó a notar que se relajaba a su alrededor y a veces hasta se echaba una que otra siesta. Sonreía casi siempre, no se mostraba tímida al revisarlo, era excesivamente sincera y no callaba ni un solo pensamiento que pasaba por su mente. Si tenía hambre, lo decía. Si creía que se veía como un "oso panda durmiendo en lugar de un psicópata" también lo comentaba. Si necesitaba tocarlo para comprobar su salud, no le pedía permiso. Invadía el espacio personal y a veces era intimidante las largas miradas divertidas que le echaba cuando se sacaba la camiseta. Itachi hasta había creído que estaba chiflada... pero no. Para su infortunio, la cordura formaba parte de sus cualidades.

Una tarde mientras bloqueba, fiel a su costumbre, sus canales de chakra justo cuando comenzaban a fluir, anunció que debía irse por una tarde.

—Confío en ti, niño bonito.

—Itachi —la corrigió sin humor. Empezaba a rendirse de hacerla cambiar de opinión. Era como si para ella su nombre fuera "niño bonito" y punto.

—Itachi-niño-bonito, no te muevas de aquí. A mi regreso, te traeré un premio —y sonriendo como si fueran los mejores amigos del mundo, desapareció no sin antes dejar explosiones en la puerta de la cueva que solo ella podía desactivar.

Era precavida.

Estaba encerrado. Otra vez.

Por su parte, Meiri había decidido hablar con Yumi. Día y noche viendo a Uchiha Itachi había sembrado la molesta semilla de la curiosidad, y si tenía una debilidad era justamente esa. Yumi sabía algo de Itachi que ella no y algo le decía que era necesario conocer eso. El niño bonito empezaba a mirarla como si dijera tácitamente "te asesinaré en la noche" y Meiri no deseaba morir, no todavía. Así que allí estaba, entre los arbustos viendo a una pelirroja estirarse afuera de una choza con un letrero viejo que decía "Motel". Quieta a pesar del picor de las hojas cerca de su rostro, esperaba la salida de su vieja amiga mientras una escena se desarrollaba frente a sus narices.

—Hoy es un buen día —Sonrió Suigetsu dándole alcance a la Uzumaki que miraba a su alrededor.

—¿Por qué exactamente, idiota?

—Sasuke está de buen humor. Yumi no deja de estar a su lado y el grandote no está rondando cerca con animales en sus hombros. Creo que es nuestro primer día libre en meses.

—Exagerado —rugió Karin acomodándose los anteojos, evitando pensar en la noche anterior y la sonrisa que le dedicó Sasuke a Yumi cuando ella no se fijó que tenía un ridículo bigote de leche.

—Ixigiridi. Loca obsesiva —murmuró poco dispuesto a que arruinaran su buen humor. Tal vez era su imaginación, pero empezaba a notar cerca sensibilidad en el Uchiha y esperaba que eso signifique ser padrino pronto.

Adentro del rústico local, ignorantes de la vigilancia a la que eran sometidos por otro miembro del clan Hikari, Yumi verificaba que todo estuviera en orden en su liviano equipaje mientras que Sasuke echado en la cama del lado, la miraba cauteloso.

La chica notaba su escrutinio y aunque había querido disimular, no podía más. Enfocó sus ojos oscuros en los de él y sonrió con timidez. Probablemente le daría alguna orden, le diría algo como "Deberías comer con cuidado. Tienes un bigote de leche" o se reiría de ella cual anoche cuando casi se resbala saliendo del baño.

—¿No estás cansada?

—Un poco. ¿Usted también?

Él negó esbozando una ligera sonrisa de suficiencia.

—¿Sucede algo?

El muchacho negó sin apartar los orbes de ella. Se le veía tan frágil con ropas livianas y sin ninguna malla de lucha. Hace poco habían cumplido una misión sencilla de buscar un tesoro y tenían dinero para seguir su búsqueda sin preocuparse. Sasuke no lo había dicho en voz alta, pero ese día era libre y aunque todos se habían dispersado hace minutos, ella no lo había hecho. Había permanecido a su lado.

—¿Quieres salir?

Los ojos de la kunoichi dejaron de buscar su kunai especial y alzó la mirada lentamente hacia su compañero. ¿Qué acababa de decir? No, no era verdad. Solo su imaginación. ¿Había oído mal, cierto? Porque... No. Imposible.

—¿Salir?

Él asintió impertérrito, casual. Ella en cambio estaba a punto de hacer ebullición. Sus mejillas ardían tanto o más que sus orejas.

—¿Usted y yo?

Sasuke enarcó una ceja. Quizá no quería...

—Si no deseas, no hay problema.

A Yumi eso no le gustó. Hizo un mohín sin darse cuenta y negó de inmediato. No había creído jamás las tonterías de Suigetsu y las palabras respetuosas del pelinaranja del equipo, pero... ¿Cómo podía negar algo como esto? ¿Sasuke realmente le estaba diciendo para salir? ¿Por qué? No comprendía, pero quería poder hacerlo. Carraspeó confusa por no saber lo que sucedía y viendo que él mantenia su expresión seria a excepción por un atisbo de diversión en sus ojos, asintió.

Podía salir con él siempre y cuando los límites estén establecidos. El respeto era una cláusula que debía priorizar como el ir despacio. Sea lo que sea que pretendía Sasuke Uchiha, le daría tiempo para explicarse. Merecía ser oído. Le gustaba oírlo hablar... así que no habría problemas, y él tampoco se hacía un mundo para comunicarle algo, no a ella. Tal vez podría conocer una faceta nueva del Uchiha, tal vez solo necesitaba algo y por eso la invitaba a dar una vuelta, pero ella no resistía la incertidumbre. Por ese motivo, preguntó.

—¿Como amigos, verdad?

Y fue en ese preciso instante, en medio de una cocina compartida por todos los inquilinos de ese lado del motel, que Sasuke emo Uchiha vengador rió. Realmente se carcajeó.

Fue en el siguiente instante que Yumi se sintió extraña. En tanto observaba a Sasuke soltar risas juveniles y roncas, las palmas de sus manos sudaron nerviosas y sus piernas temblaron. No era temblor ni se le había bajado la temperatura, pero Hikari Yumi se asustó. ¿Cómo una risa podía volverla débil de un segundo a otro?

—Claro. ¿Qué pensabas?

Su pregunta la dejó sin opciones. Respiró hondo y manteniendo una sonrisa amable, salió en busca de aire fresco. Se escabulló lejos de las ridículas peleas de Suigetsu y Karin y fue a la parte trasera del motel, donde solo tierra la alejaba del bosque.

Meiri había soltado un suspiro cuando al fin la vio salir y sin pensarlo, salió de su refugio y caminó hacia ella, su amiga. La estrella dorada en sus ojos las unía y el tatuaje en el cuello les recordaba que eran como familia. Estaban para protegerse, no para cazarse. Meiri la escucharía y creería cada loca palabra que suelte porque ella no tenía una mente cerrada y su corazón siempre estaba dispuesto a perdonar.

—¿Puedo sentarme?

La voz suave y conocida hizo saltar a Yumi en su sitio por la sorpresa. Siempre había sido la mejor en ocultar su presencia. Los superiores solían amarla por lo rápido que aprendía y lo obediente que era. Y ella solía amarla porque la cuidaba como una hermana y se preocupaba cuando nadie podía hacerlo. Meiri incluso había matado en su lugar, le decía que cierre los ojos cuando apenas tenían ocho y diez años y ejecutaba la cruel misión. Era fuerte y jamás se quejaba. Pero no tenía ese brillo vivaz y alegre que ahora la acompañaba.

Había crecido. Se había cortado el cabello hasta los hombros, era más alta y tenía una confianza al dar cada movimiento que la hizo sentir pequeña. Meiri le llevaba dos años, pero jamás los había sentido hasta ahora.

—Olvídalo. Ya lo hice —Se había encogido de hombros—. ¿Crees que podamos hablar sin que tus compañeros salgan con espadas en manos?

Yumi sonrió recordando la sinceridad que a veces no podía evitar.

—Adelante. Nadie te atacará.

Eso a Meiri la hizo mirar sobre su hombro. De todas formas, estaría alerta.

—Me gustaría decir que vine a saludarte, pero no es así —continuó—, tengo mucho que preguntarte. Sobre cómo rayos llegaste aquí, qué pasó con... nuestro clan y de qué hablabas con el niño... Itachi Uchiha en el bosque.

La menor esperaba algo parecido, así que solo se resignó e intentando resumir toda su historia, inhaló un gran trago de aire y emprendió el relato que la llevó a estar sentada bajo el techo de ese local viejo con su vieja amiga.

—¿Entonces solo estás aquí porque Sasuke necesita tu ayuda?

Yumi asintió.

—¿Y qué hay de su hermano?

La kunoichi que tenía de rehén al mayor de los Uchiha, sentía cada vez más ganas de saber qué ocultaba ese rostro pacífico, y algo le decía que ese hombre jamás le contaría qué cosas pasaban por su mente... Así que ahí estaba, intentando buscar soluciones.

—¿Lo quieres entregar?

Meiri puso los ojos en blanco.

—Si lo dices así, parece que habláramos de un cerdo listo para ir al matadero.

—Así como están las cosas, es justo lo que va a pasar —se resignó.

Algo en ese tono y en esa expresión de congoja hizo que Meiri sintiera un nudo en la garganta. ¿Por qué una persona noble como Yumi lamentaría la muerte del asesino de todo un clan? Removiéndose en su improvisado asiento, Meiri carraspeó.

—Es mi prisionero. Está más cerca de la horca de lo que te imaginas —y no se detuvo ni siquiera cuando vio el rostro asustado de su amiga—. En dos días llegaré al norte y ahí cobraré mi recompensa. En tres o cuatro días, Uchiha Itachi no existirá más en este mundo.

El silencio se burló de ambas cuando ninguna se atrevió a seguir. El aire soplaba fuerte desde el bosque y hacía que ambas se encojan en sus asientos, intentando buscar calor en vano. El frío venía del pensamiento que trae la muerte. Una que estaba a la vuelta de la esquina.

Sasuke quería que su hermano muera, pero no sabía la historia completa. Yumi no podía decírselo por más que lo intentaba y él no le creería si algún día llegaba a soltarla. Itachi quería perecer. Meiri solo deseaba saber una verdad que desconocía.

En esos momentos en los que una vida dependía de lo que sea que ella diga, se mantuvo seria. Pensaba en todas estas cosas y en más. ¿No sería mejor que Itachi muriera en manos de extraños que darle culpa a su hermano menor? ¿Y si luego Sasuke se enteraba de lo que realmente ocurrió? ¿No sería un castigo saber toda la verdad luego de haberle dado a muerte a quien más lo amó?

¿Qué debía hacer? ¿Respetar el deseo de Itachi de morir, pero salvar a Sasuke de la culpa? ¿O salvar a Itachi y pasar por alto el deseo de Sasuke de matar? Mientras sopesaba todas sus posibilidades y salidas, veía la lógica de Meiri funcionar y su ceño fruncirse. Su amiga era una gran estratega... No dudaba que lo descubriría por su cuenta algún día, aunque fuera demasiado tarde.

Después de minutos llenos de incertidumbre y mudez, Yumi se decidió y Meiri tuvo que escuchar atenta las palabras que salían de la boca de su amiga y no sabían si era verdad o mentira.

***

Itachi Uchiha estaba aburrido, estresado, impaciente y con ganas de quemar todo, pero se sentía fuerte... sano. Desde hace mucho no respiraba profundo. No recordaba cómo era no sentir su pecho arder.

Itachi Uchiha a pesar de la molestia, agradecía tácitamente a la chica que lo había cuidado y quizá... hasta sanado.

Sentado en un rincón de la cueva sobre mucha piel animal que hacía las veces de cama, esperaba atento que una silueta femenina entrara cuando anocheció. Tal vez no llegará pronto, pensó.

No esperó más y comiendo un pedazo de pan que estaba en una bolsa de cuero que Meiri le había dejado, se acostó olvidando que era un ninja, un asesino, un ser odiado, y alguien que quería morir. Al contrario, cerró los ojos que habían sido la causa de la muerte de muchos, y deseó el amanecer como hace tanto no lo hacía. Deseó poder comer algo rico y ver el atardecer. Deseó poder saber de su hermano y comprar una austera casa donde vivir tranquilo. Deseó un mundo donde los ninjas no son herramientas de sus aldeas, sino instrumentos de paz. Deseó que la vida sea luz y no oscuridad. Deseó algo de amor en lugar de odio.

La mañana siguiente abrió los ojos esperando hallar la cueva vacía otra vez, paredes rústicas sin nada nuevo... pero no a la chica que sin miedo a nada se cambiaba de camiseta a unos pasos de él.

¿Qué clase de mujer era? ¿Quién se cambiaba frente a un hombre? Itachi sorprendido e indignado, volvió a hacerse el dormido sin resultados. Ella ya lo había visto, ruborizada y estallando en carcajadas temerosas, se apresuró en cubrirse.

—Vaya... espero que olvides esto. Creí que estabas en tu media noche, niño bonito.

Itachi quiso poder rodar los ojos.

—Puedes cambiarte en otro lugar.

—¿Puedo? Esta también es mi cueva.

—No te da el derecho de desnudarte frente a mí —contradijo el Uchiha que se negaba a abrir los párpados.

—Nadie se estaba desnudando para ti. Solo quería una ropa limpia. Perdona si no soy sucia como tú.

—¿Sucio? —Itachi ya estaba mirándola con el ceño levemente fruncido y una media sonrisa burlona en los labios—. Me tienes encerrado día y noche, ¿cómo quieres que cuide de mi higiene?

—Puedo pasarte pañitos húmedos —intervino.

—Olvídalo —Itachi había olvidado lo que era discutir con alguien. Kisame debía estar buscándolo o creyéndolo un cadáver—. ¿Planeas que vivamos aquí para siempre? Creí que pensabas entregarme.

Si ella lo dejaba salir, podía usar taijutsu. Se sentía fuerte y comenzaba a fluir el chakra... Solo necesitaba que se olvide de bloquear sus puntos vitales por unos minutos más y...

—Podríamos vivir aquí hasta que te consiga un lugar mejor.

Las ideas de Itachi de escape quedaron relegadas ante ese cometario. ¿Un lugar mejor le parecía la horca? Su ceja enarcada debió ser suficiente señal para que ella continúe con su oración.

—¿Dónde te apetece ir? ¿Al norte? ¿Sur? Vamos a un lugar cálido donde puedas rentar una casa...

—¿Rentar? —confundido, se acercó un paso a ella.

Y fue esa iniciativa lo que ella necesitó para continuar.

—Por ningún motivo voy a entregarte, Itachi Uchiha. No sé lo que eres o si es cierto lo que escuché, pero conozco el sacrificio. Lo he visto. He vivido rodeada de eso y muertes. Muchas muertes. Y puedo ver que tu mirada no está cargada de odio hacia el mundo, sino hacia ti mismo por motivos desconocidos. No quería creerlo cuando te conocí, pero eres distinto. No eres frío, menos un psicópata. No sé exactamente... No te conozco lo suficiente. Pero compasivo o no, héroe o villano, mentira o verdad, voy a creer en mi instinto y por primera vez, no seguiré estúpidas órdenes —Meiri se acercó a un inmóvil y pasmado Itachi y sin vergüenzas, porque carecía de ello, tomó su bonito rostro entre sus manos y miró directamente esos peligrosos ojos—. Nadie podrá hacerte daño mientras crea en tu inocencia. Serás como de mi familia aunque te niegues, y la familia está para ti siempre, a pesar de todo... Desde hoy, quien quiera venir por ti, también vendrá por mí. Estoy dispuesta a morir protegiéndote. No sé si alguna vez alguien ha cuidado tu espalda, pero si no lo hubo, tomaré esa vacante y me luciré de tal forma que tendrás que pagar por mis servicios —Sonrió con diversión ante la falta de respuesta del Uchiha y antes de darle ese espacio personal que tanto atesoraba, comentó—: No voy a besarte, tranquilo. Prefiero los rubios.

Itachi no se movió por buenos segundos. La incomodidad había crecido en él y un no sé qué rondaba su cabeza. ¿Qué debía hacer? ¿Huir a pesar de esa promesa? Necesitaba que los de Akatsuki lo vieran vivo. ¿Decirle que no la necesitaba? ¿Pedirle que lo acompañe?

Las decisiones que solía tomar en su vida le dolían mucho. Siempre escogía lo que era mejor para el resto... Tal vez y solo tal vez era hora de elegir lo que podría ser bueno para él.

Continuará...
Maii y Miri saludan. ¡La chica misteriosa ya tiene nombre! ¿Qué les pareció este cap? Sé que se publicó antes de tiempo jeje Lo sentimos. ¡Pero ahora sí se está completo!

Nos estamos leyendo ❤

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